miércoles, enero 11, 2006

De información y coches de segunda mano

Uno de los campos más fascinantes de las ciencias sociales es cómo los humanos trabajamos con falta de información. Muchas veces, un político o un inversor tiene que tomar decisiones sin saber cuál es la situación exacta ahí fuera, confiando que la gente en la que se apoya no le esté mintiendo. Algunas voces defienden que las ciencias sociales y la teoría de juegos son incapaces de explicar esta clase de cosas, sin conocer demasiado, me parece, cómo funcionan. Pondré un ejemplo de economistas, siempre conscientes de la importancia que la información perfecta tiene en los mercados, y como han trabajado con ello.

Todo el mundo alguna vez ha tenido que comprar alguna cosa de segunda mano. Un objeto usado, sea en internet o en alguna otra parte, siempre tiene algo de salto al vacio; nunca sabes si el flamante BMW que según el vendedor se pasó tres años en un garaje de un hombre enfermo es realmente una ganga o no, o al menos no hasta que eventualmente te deja tirado.

Esto que en un principio parece un problema relativamente trivial, para los economistas es un problema grave. Una de las cosas que definen una economía de mercado es que los mercados gozan de información abundante, de modo que un comprandor sabe lo que compra, y un vendedor sabe que le pagan. En el caso de un mercado de segunda mano (siendo coches el ejemplo clásico), estos factores no están necesariamente allí, y el mercado tiene problemas para funcionar.

Supongamos que estoy vendiendo coches de segunda mano. Mi primera intuición será poner un precio bajo a los cacharros y un precio alto a los que están en un estado razonable en el caso que los compradores sepan lo que tienen delante. Sin embargo, es fácil darse cuenta que con un poco de abrillantador y 3 en 1 puedo hace que un coche con la transmisión y los bajos destrozados tenga un aspecto estupendo, así que si tengo ganas de hacer dinero, haré eso, pondré un precio como si estuviera en buen estado, y trataré de venderlo.

El problema está en que los potenciales compradores, si piensan un poco, empezaran a darse cuenta que la mayoría de vendedores tratan de dar gato por liebre, y empezarán a sospechar. Un precio alto no será señal que el coche que tienen delante está en bueno estado, así que comprarán con mucho menos entusiasmo. Los vendedores siempre pueden hacer algo para incrementar la demanda, que es bajar los precios, pero la señal para los consumidores seguirá siendo confusa. Lo que es peor, según los coches se deban vender por menos, habrá menos gente dispuesta a llevar un buen vehículo al mercado de segunda mano, ya que cada vez podrá conseguir menos dinero. Al poco tiempo, lo único que llegara al mercado serán cacharros auténticos, con precios por los suelos, y con un mercado muerto.

Tenemos entonces un mercado en que la información asimétrica entre compradores y vendedores acaba por apagar los intercambios. Hay gente dispuesta a vender coches, y hay gente dispuesta a comprarlos, pero como los precios no están dando ninguna información relevante entre tanto vendedor sin escrúpulos, el mercado se queda vacio.

¿Qué opción le queda al vendedor que sabe que tiene un buen producto para no resignarse a vender a bajo precio? George Akerlof, en un trabajo que le dio el premio Nóbel, explicó qué hace que estos mercados funcionen. Simplemente, quien tiene un coche decente recurre a prometer de manera creíble que tiene un buen producto, y lo hace en forma de garantías. Al saber que su producto es bueno y funcionará de manera razonable, puede ofrecer al comprador hacerse cargo de las reparaciones de este de manera gratuita por un año, algo que ningún vendedor de un vehículo poco fiable se puede permitir hacer. Los compradores no pueden observar directamente si algo es bueno o malo, pero pueden deducir por los riesgos en los que incurre el vendedor si el producto funcionará o no.

Este problema, evidentemente, no es exclusivo de los coches de segunda mano; cualquier producto en que el vendedor tenga mucha más información que el consumidor puede estar sujeto a estas complicaciones. Ejemplos hay multitud, y cada mercado soluciona sus problemas de información de manera distinta.

La próxima vez que lleveis el coche al taller, sin ir más lejos. ¿Cómo sabéis si el mecánico que os dice que hay que cambiar el inversor de fluzo no os está engañando?. Una de las opciones es preguntar en otro taller, pero si uno está ocupado, pagará más dinero y se irá al concesionario oficial, que "compra" reputación al fabricante para indicar que es honesto. En caso de necesitar un abogado por difamación de un bitacorero de red liberal, uno sabe con bastante seguridad que el suyo al menos sabe algo de derecho al comprobar que está colegiado. Ir al médico se hace más sencillo si para ejercer uno necesita una licencia, sólo obtenible tras demostrar algún conocimiento. Y en un campo algo más sofisticado, las agencias de calificación te pueden decir si Liberia realmente podrá devolverte ese préstamo al 40% de interés que le estás dando o no, o la CMT vigilará que ese tipo que dice invierte tu dinero en Mali no te está robando impunemente.

Resumiendo, hay básicamente tres maneras de tratar con este problema de información asimétrica. El primero es que el vendedor haga una promesa creíble sobre la calidad de su producto, como son las garantías de los coches. El segundo es que una agencia o empresa externa celosamente neutral se dedique a calificar productos, como sucede con el mercado de la deuda. El tercero es que el estado vigile que los servicios y productos ofrecidos tengan una calidad mínima para eliminar los "cacharros" más evidentes. Si no es el estado, los mismos profesionales pueden dedicarse a ello, aunque siempre pueden caer en la tentación gremial de restringir la entrada de nuevos miembros para tener más trabajo y hacerse de oro, como un piloto de aerolínea cualquiera.

No todos los mercados pueden autoregularse de manera creíble, y no siempre el uso de terceras empresas asegura que lo que dice alguien sea cierto (que pregunten a los accionistas de Enron). Aún así, la compra y venta de información y reputación está bien establecida en las sociedades occidentales, y en muchas ocasiones el estado se dedica a asegurarse que la información sea pública.

La pregunta que queda en el aire, claro está, es esta: ¿Cómo sabemos que un político es bueno, si todos prometen ser igual de maravillosos?. La respuesta os la dejo a vosotros.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Es fascinante que se pueda mantener un debate sobre los problemas de la accion colectiva con un grupo que no cree que los bienes publicos deban ser defendidos y que reducen a Hayeck a la definicion nominal del estado ultraminimo,tienes mucho merito.

Anónimo dijo...

Ya te he contestado: http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/3383/

Por cierto César:

a) Es Hayek y no Hayeck.
b) Hayek nunca defendió el Estado ultramínimo, sino un Estaso de bastante mayor entidad. El Estado ultramínimo es una construcción de Nozick para demostrar la necesidad de un Estado mínimo.
c) Yo no he defendido la necesidad de un Estado, ni enorme ni ultramínimo. Aunque, claro está, prefiero el último.

Ignacio dijo...

Hola Egócrata. Como muchas veces, excelente post. Sólo tres comentarios. Creo que en el antepenúltimo párrafo, cuando hablas de las tres soluciones a la información asimétrica, realmente son dos. El Estado puede ser considerado un agente o agencia externa que da información. Así que yo lo englobaría en la solución segunda.
Segundo comentario. Lo de ir al concesionario no es una buena señal. Básicamente, los concesionarios son franquicias que en muchos casos actuan en monopolio porque no hay varios concesionarios en muchísimas poblaciones -una cuestión de demanda-. Lo tengo comprobado. Muchas veces los mecánicos de los concesionarios son peores que mecánicos no oficiales. Usan el buen nombre de la marca para esconder su incapacidad.
Finalmente, respecto a la pregunta que dejas abierta, las ciencias políticas ya te han contestado. Puesto que tenemos un problema de información respecto a las promesas y cualidades de los políticos: ¿por qué encargar el gobierno al mejor? Lo solución es mirar al pasado. Asumir -son modelos formales que se basan a veces en supuestos irreales- que todos los políticos son iguales y lo que hay que considerar son los resultados. Vamos, accountability. Si el político lo hizo bien: caramelo. Si lo hizo mal: a la calle. Vamos, un mecanismo sencillo que no exige saber cómo son los políticos. El problema está ahora si en lo que nos fijamos es en resultados o en las políticas. Pero eso es otra historia......

Peripatético dijo...

El ejemplo de coches usados entiendo que está tomado del libro "undercover economist" que ya comenté en mi blog. La existencia de mercados con información asimetrica es inegable. Cada mercado es un mundo. Y realmente estas muy confundido si piensas que los que se llaman liberales siguen el paradigma neoclasico de los mercados perfectos como puedes leer la respuesta de Raggio para clarificar tus ideas.

En cuanto a las "garantias" son mecanismos de control de riesgo. Es decir costes añadidos de los cuales se espera obtener certidubres y limitar las perdidas a cambio de un coste añadido. Por ejemplo cuando un inversor contrata un estudio de mercado o consulta un rating de agencia, contrata un seguro o otros mecanismos similares lo incluye en el costo de la transacción. Esto evidentemente es una opción que se encuadra en la acción no es una obligación . Del mismo modo que un comprador de coche usado puede contratar a un mecanico para hacer un chequeo del coche si el vendor lo permite, es una opción. Pero en cualquer caso simpre uno es libre de comprar sin ni siquiera ver el coche.


El estado NO realiza esta función. Por ejemplo una ley que obligue a todo vendedor de coches a pasar una revisión "de calidad" para vender su coche es un IMPUESTO al vendedor. Que va desde los costes de la revisión hasta el valor esperado por el venderor del coche en caso de que el burocrata no lo certifique como apto. Las consecuencias a medio y largo plazo: Aumento de precio de los coches,escasez de coches, restricción del mercado, mercados ilegales, corrupción.

A ver si os enterais de una vez que el mercado es algo complejo y poco modelizable en las situaciones reales. Las soluciones a los llamados "fallos de mercado" (la información asimetria es uno de los clásicos al igual el de la externalidades) no se solucionan con intervención en la mayoria de los casos.

R. Senserrich dijo...

Precisamente la belleza del mercado de los coches de segunda mano es que el estado no es estrictamente necesario (aparte de garantizar que no puedas comprar un tanque y joder todos los puentes que cruzas con él, claro :-) ).

En otros casos el estado debe intervenir, aunque sólo sea creando tribunales para decidir disputas sobre contratos....