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jueves, mayo 22, 2008

Elogio de la universidad española

Al hablar de educación superior, una palabra que se oye demasiado a menudo es productividad. Sí, ese indicador económico que nos dice cuánto produce un currela en una determinada cantidad de tiempo. En el mundo académico la producción se cifra a menudo en cantidad de artículos y libros que un determinado profesor publica al año; si alguien está descubriendo muchas cosas y aportando mucha teoría nueva, es un buen profesor.

En esto, la universidad española tiende a ser entre cutre y patética. Sí, hay un determinado porcentaje de profesores frikis que publican cosas incluso cuando duermen. Algunos incluso publican cosas que son dignas de leer, en revistas dónde uno tiene que esforzarse por publicar y todo. La mayoría, sin embargo, se sientan bien cómodos en su despacho, disfrutando de la vida del funcionario ocioso, dándo clases de vez en cuándo y considerando escribir en un periódico una vez por semana un esfuerzo ingente.

¿Triste? Sí, un poco. Así va la producción científica en España. Sin embargo, casi sin quererlo, los profesores de universidad son muy productivos; mucho más que sus colegas de Harvard, Yale o Oxford. La razón es simple: la masificación.

Una de las (agradables) sorpresas cuando un españolito se va a estudiar a una universidad "seria" es lo pequeñas que son las clases. Tienes un catedrático, que puede ser un tipo de prestigio internacional, y 15-20 estudiantes discutiendo sobre los libros que tenían que leerse durante la semana. Así de cómodo e instructivo. Uno aprende muchísimo, pero la productividad del profesor, en "cerebros instruidos por hora" es patéticamente baja. Sí, los estudiantes aprenden muchísimo, pero está enseñando cosas a pocos de ellos. Es una fábrica artesanal, un cadena de montaje en que se crean artículos de lujo para unos pocos.

En una universidad española, cuando uno se sienta con otros 80-100 pobres estudiantes en una clase que parece un hangar, es probable que no aprenda demasiado si no pone un poco de voluntad y lee por su cuenta. El profesor, sin embargo, está produciendo muchísimos cerebros. Sí, son cerebros póbremente esculpidos, y quizás está poniendo un número excesivo de abogados en el mercado (así nos van los salarios), pero su productividad por hora es enorme, y el coste final del producto (la licenciatura) es menor.

La próxima vez que critiquéis la universidad y sus gigantescas, enormes clases, vale la pena tener en cuenta sus costes. Una universidad pública decente en EUA, con sus clases pequeñitas, puede costar a un estudiantes 15.000 ó 20.000 dólares al año (incluyendo alojamiento), y eso que están parcialmente subvencionada. En España, pagamos quizás 900 dólares al año, para un coste total por alumno muchísimo menor. Sí, la calidad de la educación es mayor, pero el acceso está abierto a unos pocos.

La universidad española tiene muchísimos problemas, pero es bastante probable que la masificación no sea el más grave de ellos. Deberíamos empezar por la investigación, su autismo y oligofrenia, y no necesariamente por la gente que metemos en clase.