Siguiendo con partidos y discusiones, el Partido Popular parece estar sufriendo esa extraña condena que los partidos con ex-presidentes del gobierno jóvenes parecen tener que soportar. Jose María Aznar salía ayer hablando de ideas y haciendo la pelota a Esperanza Aguirre en el momento más inoportuno. El país anda en una crisis económica espantosa, y la gente del PP parece más preocupada de discutir sobre cual debe ser la verdadera esencia del partido a hablar del planeta tierra.
Eso no implica que Aznar no tenga algo de razón, de todos modos. Con la economía en recesión y el gobierno dando mensajes bien poco claros (nota para Moncloa: si se quiere aumentar el presupuesto de la ley de dependencia, llamadle "estímulo fiscal". Uno, por que los es. Dos, así parecéis competentes), el PP no debería tener problemas demasiado serios para ganar terreno claramente en las encuestas si fuera capaz de explicarse remotamente bien. La verdad, no hace falta que sea un plan demasiado "serio" en el sentido de detalle; de hecho, no hace falta ni siquiera que sea demasiado conservador. Lo único que tienen que hacer es hablar de economía con fuerza, constantemente, y con un mensaje consistente.
Y aquí es probablemente donde Aznar se equivoca; no estoy seguro que cualquier mensaje valga. Ponerse a repetir los mantras que neoconservadores clásicos (menos impuestos, más mercado, valores tradicionales) es emitir un mensaje coherente, pero no creo que sea demasiado sólido. En un mundo en que el partido republicano ha despeñado la economía del planeta repitiendo esos mantras de forma insistente, pasearse por España diciendo que tenemos que volver a eso no es exáctamente una buena idea. Es cierto que es necesario liberalizar y reformar algunos sectores cruciales de la economía española (empezando por las universidades) y simplificar otros (administración de justicia), pero no creo que los votantes estén para esos matices; el PP tienen que cambiar su retórica si quiere llegar lejos.
La derecha española tiene una oportunidad única de redefinir el discurso. Lo que es bastante discutible es que uno pueda redefinir apelando a un mensaje que todo el mundo está deslegitimando con fuerza. Harían bien de mirar a Cameron y los conservadores británicos para ver como uno puede seguir siendo conservador, pero con un lenguaje y temas adaptados a este siglo.
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martes, noviembre 25, 2008
miércoles, noviembre 19, 2008
¿Dónde ha ido el estímulo?
El gobierno español se ha tomado la política de estímulo fiscal en serio, y parece que el déficit fiscal será más de un 3% del PIB. Esto no tiene nada de malo; la deuda pública española se ha reducido mucho en los últimos años, y hay margen de sobras para sacar la tarjeta de crédito unos añitos.
Mi pregunta es, ¿dónde ha ido todo este estímulo? ¿Todo en rebajas fiscales? ¿Ayudas a las hipotecas? ¿Créditos a empresas? ¿Estabilizadores automáticos, como la ley de dependencia o subsidios de paro? El gobierno, para variar, no me lo ha explicado con demasiado talento.
La pregunta ahora no es si habrá recesión -duh- sino si durará meses o años. La OCDE da una predicción realmente catastrofista estos días; el gobierno no haría mal en prestarle atención. La lista de recomendaciones que ofrecen es la de siempre (flexibilizar el empleo, mejorar el sistema educativo, hacer el gasto público más efectivo, más competencia en muchos sectores), y la verdad, son las correctas. Algunas novedades relativas en el informe (eliminar las deducciones por compra de vivienda, parar de construir viviendas de protección oficial, una auténtica estupidez) son igualmente importantes.
No estaría mal que el gobierno se despertara y, la verdad, pasara leyes. Haced algo, por Dios. Ya sé que el PP está muy ocupado mirando la pared y buscando el alma de Navarra, pero es hora de ser hiperactivos y aprobar reformas. Es imprescindible, de hecho.
Por cierto, añadir a lo de arriba reformar las universidades. Con el desastre actual, uno no puede parir una economía moderna. Por favor.
Mi pregunta es, ¿dónde ha ido todo este estímulo? ¿Todo en rebajas fiscales? ¿Ayudas a las hipotecas? ¿Créditos a empresas? ¿Estabilizadores automáticos, como la ley de dependencia o subsidios de paro? El gobierno, para variar, no me lo ha explicado con demasiado talento.
La pregunta ahora no es si habrá recesión -duh- sino si durará meses o años. La OCDE da una predicción realmente catastrofista estos días; el gobierno no haría mal en prestarle atención. La lista de recomendaciones que ofrecen es la de siempre (flexibilizar el empleo, mejorar el sistema educativo, hacer el gasto público más efectivo, más competencia en muchos sectores), y la verdad, son las correctas. Algunas novedades relativas en el informe (eliminar las deducciones por compra de vivienda, parar de construir viviendas de protección oficial, una auténtica estupidez) son igualmente importantes.
No estaría mal que el gobierno se despertara y, la verdad, pasara leyes. Haced algo, por Dios. Ya sé que el PP está muy ocupado mirando la pared y buscando el alma de Navarra, pero es hora de ser hiperactivos y aprobar reformas. Es imprescindible, de hecho.
Por cierto, añadir a lo de arriba reformar las universidades. Con el desastre actual, uno no puede parir una economía moderna. Por favor.
viernes, noviembre 07, 2008
Políticos en crisis
Por GS lo comentan a menudo, y tienen toda la razón del mundo: un gobierno no tiene por qué perder (demasiados) apoyos en una crisis económica si es capaz de explicarse bien.
El gobierno de Zapatero no es que esté lleno de Pericles y Cicerón, pero al menos parece haber aprendido algo, y de momento es capaz de mantenerse a flote (más o menos) en las encuestas. Sirve que van aprobando medidas, hablan con fuerza que el trabajo del gobierno es amortiguar la caida a los perdores (y tirar al río a los listillos con inmobiliaria; los bancos no pueden quebrar, por eso) y están dispuestos a admitir que las cosas van mal y que es hora de apretar los dientes. Sí, la inoperancia de la oposición ayuda (¿escisiones internas? ¿en serio? ¿cuando el país va de culo? ¡bravo!), pero están haciendo un trabajo aceptable.
Gordon Brown en el Reino Unido está haciendo un trabajo aún mejor. El país está aún peor que España (la mayoría de países de nuestro entorno lo están, por cierto), pero el tipo ha sido capaz de actuar con autoridad y liderazgo no sólo en casa sino fuera. El plan de rescate bancario británico ha sido modélico y ampliamente imitado (ahora falta que funcione) y su gobierno ha sido capaz de hablar de la crisis con claridad y firmeza. ¿Resultado? Están ganando elecciones.
Vale, la victoria es contra los nacionalistas escoceses, no contra el resucitado partido conservador de Cameron. Pero nadie daba un duro por los laboristas hace dos meses, y mira, parece que tienen algo de vidilla aún. Quizás eviten una paliza y todo.
Nota al margen: siento no escribir demasiado estos días. Las elecciones americanas me tienen obsesionado. Muy, muy obsesionado. Sigo escribiendo en Barras y Estrellas, vamos.
El gobierno de Zapatero no es que esté lleno de Pericles y Cicerón, pero al menos parece haber aprendido algo, y de momento es capaz de mantenerse a flote (más o menos) en las encuestas. Sirve que van aprobando medidas, hablan con fuerza que el trabajo del gobierno es amortiguar la caida a los perdores (y tirar al río a los listillos con inmobiliaria; los bancos no pueden quebrar, por eso) y están dispuestos a admitir que las cosas van mal y que es hora de apretar los dientes. Sí, la inoperancia de la oposición ayuda (¿escisiones internas? ¿en serio? ¿cuando el país va de culo? ¡bravo!), pero están haciendo un trabajo aceptable.
Gordon Brown en el Reino Unido está haciendo un trabajo aún mejor. El país está aún peor que España (la mayoría de países de nuestro entorno lo están, por cierto), pero el tipo ha sido capaz de actuar con autoridad y liderazgo no sólo en casa sino fuera. El plan de rescate bancario británico ha sido modélico y ampliamente imitado (ahora falta que funcione) y su gobierno ha sido capaz de hablar de la crisis con claridad y firmeza. ¿Resultado? Están ganando elecciones.
Vale, la victoria es contra los nacionalistas escoceses, no contra el resucitado partido conservador de Cameron. Pero nadie daba un duro por los laboristas hace dos meses, y mira, parece que tienen algo de vidilla aún. Quizás eviten una paliza y todo.
Nota al margen: siento no escribir demasiado estos días. Las elecciones americanas me tienen obsesionado. Muy, muy obsesionado. Sigo escribiendo en Barras y Estrellas, vamos.
lunes, noviembre 03, 2008
Jugando con hipotecas
El gobierno socialista anuncia un par de medidas bastante interesantes para hacer la pertinaz crisis algo más llevadera para la gente con hipotecas. A pesar de la maldita manía discriminatoria que siguen gastando los políticos españoles con su fetichismo por la vivienda de propiedad (¿la gente que alquila no se va al paro nunca?), las propuestas no son del todo malas.
La primera, y más relevante, es la ayuda para el pago de las hipotecas para gente que haya perdido su trabajo. Es una idea relativamente decente; un buen número de trabajadores no tienen la culpa que su empresa vaya mal y les eche, así que es hasta cierto punto justo que el estado les eche una mano cuando las cosas no van bien.
Lo que no es demasiado razonable es el límite al precio de la hipoteca de 170.000 euros; es algo que tiene sentido en Soria o Palencia, pero no en Madrid o Barcelona, donde este límite no cubre a nadie. Entiendo que no quieran ayudar a gente con casas enormes, pero al menos podrían haber ajustado el límite según el precio medio por provincia.
La otra idea es un cambio agradable, aunque ligeramente irrelevante. Las deducciones por vivienda siguen siendo una mala idea, al fin y al cabo; hacerlas más sencillas es buena idea (el estado no tiene por qué recibir préstamos gratis de los contribuyentes, al fin y al cabo) pero no es un cambio demasiado relevante. Es un pequeño estímulo fiscal, pero nada del otro mundo.
Lo que parece claro es que España no está sóla en el barco de la recesión. En fin.
La primera, y más relevante, es la ayuda para el pago de las hipotecas para gente que haya perdido su trabajo. Es una idea relativamente decente; un buen número de trabajadores no tienen la culpa que su empresa vaya mal y les eche, así que es hasta cierto punto justo que el estado les eche una mano cuando las cosas no van bien.
Lo que no es demasiado razonable es el límite al precio de la hipoteca de 170.000 euros; es algo que tiene sentido en Soria o Palencia, pero no en Madrid o Barcelona, donde este límite no cubre a nadie. Entiendo que no quieran ayudar a gente con casas enormes, pero al menos podrían haber ajustado el límite según el precio medio por provincia.
La otra idea es un cambio agradable, aunque ligeramente irrelevante. Las deducciones por vivienda siguen siendo una mala idea, al fin y al cabo; hacerlas más sencillas es buena idea (el estado no tiene por qué recibir préstamos gratis de los contribuyentes, al fin y al cabo) pero no es un cambio demasiado relevante. Es un pequeño estímulo fiscal, pero nada del otro mundo.
Lo que parece claro es que España no está sóla en el barco de la recesión. En fin.
jueves, octubre 30, 2008
PP - UPN: ¿una separación natural?
No he hablado demasiado de la escisión - pelea - berrinche entre el PP y UPN en Navarra, en parte porque no he seguido en conflicto demasiado, en parte porque no estoy seguro que sea algo demasiado sorprendente.
Me explico. Navarra es relativamente parecida a Euskadi o Cataluña en muchos sentidos: rica, con una fuerte tradición regionalista y un estatuto de autonomía (errr, fuero) que los separa del resto. El PP, el partido del regionalismo uniformista, vivía aliado con la derecha regionalista moderada en una región que es cualquier cosa menos amante de la uniformidad.
UPN tiene un electorado, Navarra, y una base de poder, su propia comunidad autónoma. En los últimos años su hegemonía política se ha visto erosionada por voces más puramente regionalistas. Con la que está cayendo ahí fuera, no me extrañaría que UPN viera en las encuestas que su amistad con el PP empezaba a ser un lastre. Cuando Zapatero les vino con una millonada en inversiones y proclamó a los cuatro vientos que si querían favorecer a Navarra tenían que votar a favor de esos presupuestos, era natural que esa alianza se quebrara.
Lo extraño, de hecho, no es que UPN se convierta en CiU; lo sorprendente es que esto no haya sucedido antes. La explicación es, no hace falta decirlo, de nuevo oportunista: UPN se apuntó al carro del ganador en 1995, cuando Aznar parecía que lo tenía ganado, y siguió asociada al PP mientras el mensaje furibundamente anti-nacionalista vasco les daba votos. Ahora que Euskadi empieza a ser menos amenaza y el PP no puede darles aura regionalista, UPN ha desertado alegremente.
Mira, los políticos responden a los votantes. No hay demasiado misterio.
Me explico. Navarra es relativamente parecida a Euskadi o Cataluña en muchos sentidos: rica, con una fuerte tradición regionalista y un estatuto de autonomía (errr, fuero) que los separa del resto. El PP, el partido del regionalismo uniformista, vivía aliado con la derecha regionalista moderada en una región que es cualquier cosa menos amante de la uniformidad.
UPN tiene un electorado, Navarra, y una base de poder, su propia comunidad autónoma. En los últimos años su hegemonía política se ha visto erosionada por voces más puramente regionalistas. Con la que está cayendo ahí fuera, no me extrañaría que UPN viera en las encuestas que su amistad con el PP empezaba a ser un lastre. Cuando Zapatero les vino con una millonada en inversiones y proclamó a los cuatro vientos que si querían favorecer a Navarra tenían que votar a favor de esos presupuestos, era natural que esa alianza se quebrara.
Lo extraño, de hecho, no es que UPN se convierta en CiU; lo sorprendente es que esto no haya sucedido antes. La explicación es, no hace falta decirlo, de nuevo oportunista: UPN se apuntó al carro del ganador en 1995, cuando Aznar parecía que lo tenía ganado, y siguió asociada al PP mientras el mensaje furibundamente anti-nacionalista vasco les daba votos. Ahora que Euskadi empieza a ser menos amenaza y el PP no puede darles aura regionalista, UPN ha desertado alegremente.
Mira, los políticos responden a los votantes. No hay demasiado misterio.
viernes, octubre 24, 2008
Diseñando el candidato perfecto
Tantas elecciones americanas y tanto encendido elogio de Obama estos días me han generado una pregunta: ¿Qué virtudes y características debería tener el candidato perfecto?
Sí, ya sé. El candidato perfecto no existe. No es sólo una criatura imaginaria, sino que además no es un ente único, estable e inmutable. Hay elecciones que uno no puede ganar nunca; el PSOE no habría ganado en el 2000 ni con Pericles como candidato, sin ir más lejos. Más allá de eso, hay épocas y años. Blair tenía la edad perfecta en 1997 para barrer a los conservadores; Bob Dole, a pesar de ser un tipo estupendo, era el peor candidato posible contra Clinton en 1996. Por añadido, las virtudes (y agenda) de los candidatos varían mucho en su valoración según el país; Bush nunca hubiera ganado unas elecciones en Europa, y Mitterrand nunca jamás llegaría a oler la Casa Blanca en Estados Unidos.
Dejemos de lado estas consideracionesm sin embargo. ¿Que atributos le daríamos al candidato perfecto en unas elecciones democráticas? Si tenéis que "diseñar" con un país en mente, hacedlo pensando en España. Tengo curiosidad para saber qué sale. Lanzo algunas ideas, para empezar. Mañana elaboraré más por qué hago esta pregunta, y por qué creo que es importante, aunque por no de forma totalmente obvia.
Sí, ya sé. El candidato perfecto no existe. No es sólo una criatura imaginaria, sino que además no es un ente único, estable e inmutable. Hay elecciones que uno no puede ganar nunca; el PSOE no habría ganado en el 2000 ni con Pericles como candidato, sin ir más lejos. Más allá de eso, hay épocas y años. Blair tenía la edad perfecta en 1997 para barrer a los conservadores; Bob Dole, a pesar de ser un tipo estupendo, era el peor candidato posible contra Clinton en 1996. Por añadido, las virtudes (y agenda) de los candidatos varían mucho en su valoración según el país; Bush nunca hubiera ganado unas elecciones en Europa, y Mitterrand nunca jamás llegaría a oler la Casa Blanca en Estados Unidos.
Dejemos de lado estas consideracionesm sin embargo. ¿Que atributos le daríamos al candidato perfecto en unas elecciones democráticas? Si tenéis que "diseñar" con un país en mente, hacedlo pensando en España. Tengo curiosidad para saber qué sale. Lanzo algunas ideas, para empezar. Mañana elaboraré más por qué hago esta pregunta, y por qué creo que es importante, aunque por no de forma totalmente obvia.
- Edad: 42 a 46 años (España sólo ha votado a gente menor de 45 para llegar a Moncloa por primera vez)
- Orador decente, pero no demasiado épico.
- Cierta curiosidad intelectual, pero nada demasiado gafoso. Para ministros poetas, Francia.
- Personalidad esencialmente sobria, no demasiado estridente.
- Cierta tendencia a hablar demasiado; propenso a ser "cazado" siendo más honesto de la cuenta.
- Poco patriotero; orgulloso de ser español en el sentido que es un milagro que las cosas vayan tan bien, no por nada cultural o histórico.
- Sanchopancista; el electorado español no valora demasiado a los quijotes.
No sé si este señor sería un buen candidato, la verdad.
miércoles, octubre 08, 2008
Abofeteando a los mercados (I)
La imagen mental que tengo estos días es la de los gobiernos de Europa y Estados Unidos sentados al lado de un paciente que ha perdido el conocimiento y está dejando de respirar, tratando de resucitarlo a base de darle bofetones, masajes cardiacos y tirarle cubos de agua fría en la cara a ver si reacciona. El paciente es el sistema financiero global, especialmente el mercado de crédito, y los "remedios" van desde planes de rescate a recortes de los tipos de interés, un poco a la desesperada.
En Estados Unidos la reacción ha sido especialmente preocupante. El gobierno federal está actuando en la más pura tradición de la administración Bush; confundido, torpe, con aire dramático y tratando de arreglar el problema equivocado. Sólo la Reserva Federal parece saber qué está haciendo, pero sin su hermano mayor político no puede llegar demasiado lejos. Los europeos mientras tanto están de acuerdo sobre quién es el culpable (Estados Unidos) y tienen una idea esencialmente correcta sobre qué está pasando, pero siguen discutiendo acaloradamente cómo curar al paciente y probando soluciones cuando nadie les mira. Japón parece estar admirando la belleza del colapso con espíritu zen.
De momento el órdago de posibles soluciones es difícil de seguir; miraré de comentar un poco caso por caso.
1. Nacionalización parcial en Inglaterra: es algo parecido a lo que muchos economistas americanos proponían para el plan de rescate en Estados Unidos; la diferencia es que un Primer Ministro puede aprobar estas cosas de forma rápida y eficiente. Me parece una buena idea: los bancos consiguen más capital gracias a la inversión del estado, y los contribuyentes a medio plazo recuperarán el dinero, ya que son de hecho accionistas. El estado puede "tapar" con su inversión las hipotecas malas, recuperando la confianza del mercado en esas entidades. El problema es que es una solución con cierto riesgo (como cualquier inversión) y puede ser difícil de gestionar; el estado no es el mejor de los banqueros. Hecho bien, sin embargo, es una muy buena idea.
2. Compra de activos de calidad en España: según cuentan las crónicas, el sistema bancario español no tiene un problema demasiado grave en cuanto a activos basura en sus cuentas; el gran problema es la falta de liquidez en los mercados. Están sanos, pero nadie da crédito a nadie en ningún sitio, así que no pueden sacar dinero con facilidad, y operan entre chirridos, como si les faltara aceite. Si esta explicación es cierta, la idea del gobierno español es en teoría correcta; el gobierno invierte en activos de los bancos a cambio de dar esa liquidez. A medio plazo esas inversiones se recuperarán bien. Parece una buena idea.
3. Bajada de tipos: porque los mercados están llenos de frikis bipolares. En teoría no son el origen del problema, pero las bolsas tienen el automatismo de subir cuando bajan los tipos. Reducirá el pánico y hará el trabajo de los gobiernos algo más fácil, ya que tendrán que trabajar un poco menos para desatascar el crédito, pero no es un gesto demasiado significativo, más allá de su fuerza simbólica para paranoicos.
El plan de Estados Unidos es bastante torpe y chapucero, y requiere más discusión. Lo explico mejor luego. Por desgracia, tiene el pequeño problema que si no funciona bien puede hacer todo lo visto arriba totalmente inútil. La protección de los depositos es buena idea, pero un poco marginal; hablaré más luego.
En Estados Unidos la reacción ha sido especialmente preocupante. El gobierno federal está actuando en la más pura tradición de la administración Bush; confundido, torpe, con aire dramático y tratando de arreglar el problema equivocado. Sólo la Reserva Federal parece saber qué está haciendo, pero sin su hermano mayor político no puede llegar demasiado lejos. Los europeos mientras tanto están de acuerdo sobre quién es el culpable (Estados Unidos) y tienen una idea esencialmente correcta sobre qué está pasando, pero siguen discutiendo acaloradamente cómo curar al paciente y probando soluciones cuando nadie les mira. Japón parece estar admirando la belleza del colapso con espíritu zen.
De momento el órdago de posibles soluciones es difícil de seguir; miraré de comentar un poco caso por caso.
1. Nacionalización parcial en Inglaterra: es algo parecido a lo que muchos economistas americanos proponían para el plan de rescate en Estados Unidos; la diferencia es que un Primer Ministro puede aprobar estas cosas de forma rápida y eficiente. Me parece una buena idea: los bancos consiguen más capital gracias a la inversión del estado, y los contribuyentes a medio plazo recuperarán el dinero, ya que son de hecho accionistas. El estado puede "tapar" con su inversión las hipotecas malas, recuperando la confianza del mercado en esas entidades. El problema es que es una solución con cierto riesgo (como cualquier inversión) y puede ser difícil de gestionar; el estado no es el mejor de los banqueros. Hecho bien, sin embargo, es una muy buena idea.
2. Compra de activos de calidad en España: según cuentan las crónicas, el sistema bancario español no tiene un problema demasiado grave en cuanto a activos basura en sus cuentas; el gran problema es la falta de liquidez en los mercados. Están sanos, pero nadie da crédito a nadie en ningún sitio, así que no pueden sacar dinero con facilidad, y operan entre chirridos, como si les faltara aceite. Si esta explicación es cierta, la idea del gobierno español es en teoría correcta; el gobierno invierte en activos de los bancos a cambio de dar esa liquidez. A medio plazo esas inversiones se recuperarán bien. Parece una buena idea.
3. Bajada de tipos: porque los mercados están llenos de frikis bipolares. En teoría no son el origen del problema, pero las bolsas tienen el automatismo de subir cuando bajan los tipos. Reducirá el pánico y hará el trabajo de los gobiernos algo más fácil, ya que tendrán que trabajar un poco menos para desatascar el crédito, pero no es un gesto demasiado significativo, más allá de su fuerza simbólica para paranoicos.
El plan de Estados Unidos es bastante torpe y chapucero, y requiere más discusión. Lo explico mejor luego. Por desgracia, tiene el pequeño problema que si no funciona bien puede hacer todo lo visto arriba totalmente inútil. La protección de los depositos es buena idea, pero un poco marginal; hablaré más luego.
jueves, septiembre 04, 2008
No sólo son las autonomías
Estos días Belloch y un puñado de alcaldes andan pidiendo nueva financiación para las ciudades, para añadir un poco de salsa al debate autonómico. Algo que por cierto es muy, muy necesario, por el mismo motivo que hace falta cambiar la financiación autonómica: el sistema actual crea incentivos perversos, y contribuye a dispersar la población de forma torpe y desordenada.
Sí, las ciudades necesitan más dinero. Pero por encima de todo, es hora que aquí cada uno se pague sus caprichos e ideas raras; si una ciudad quiere cubrir autopistas, esto de endeudarse primero y pedir pasta después no vale. Y sí, hay proyectos en que el estado tiene que ayudar, pero no puede ser que las ciudades se lancen a hacer cosas raras confiando en que papá estado les cubra sus deudas a posteriori. En defensa de Gallardón, el tipo sí que subió sus impuestos para hacer todas esas inversiones, pero los alcaldes necesitan más margen de maniobra, y los votantes necesitan poden ver con más claridad quién cobra cada cosa, y quién está haciendo cada obra.
Sí, las ciudades necesitan más dinero. Pero por encima de todo, es hora que aquí cada uno se pague sus caprichos e ideas raras; si una ciudad quiere cubrir autopistas, esto de endeudarse primero y pedir pasta después no vale. Y sí, hay proyectos en que el estado tiene que ayudar, pero no puede ser que las ciudades se lancen a hacer cosas raras confiando en que papá estado les cubra sus deudas a posteriori. En defensa de Gallardón, el tipo sí que subió sus impuestos para hacer todas esas inversiones, pero los alcaldes necesitan más margen de maniobra, y los votantes necesitan poden ver con más claridad quién cobra cada cosa, y quién está haciendo cada obra.
martes, agosto 26, 2008
El constante ruido autonómico
Siempre que pensamos sobre los dos o tres grandes temas que parecen volver de forma eterna a primera plana en política española, uno no puede evitar mencionar el debate autonómico. En España se habla, y mucho, de geografía, y del eterno conflicto entre las regiones que creen pagar demasiado y las que se quejan que no reciben bastante. De siempre este debate ha sido visto con cierta consternación por no poca gente en la izquierda, que se lamenta que con todo lo que está cayendo siempre acabamos de hablando de catalanes.
Lo cierto es que si bien a veces el debate se hace un poco cansino, lo cierto es que tiene poco de inusual, y de hecho no tiene nada de irrelevante. Las discusiones sobre qué región paga qué y dónde van los impuestos en estados más o menos descentralizados no tienen nada de excepcional, y de hecho son bastante comunes fuera de España. Estos días, sin ir más lejos, ando trabajando en desfacer el entuerto que es la financiación municipal en Connecticut.
La explicación sonará muy familiar. Las competencias en educación en Estados Unidos no son federales ni estatales. Están en manos de los municipios. Y cuando se dice están en manos de las autoridades locales, esto es totalmente literal: los temarios de los colegios de un pueblo a otro, de una ciudad a otra, pueden ser completamente diferentes; los colegios pueden empezar en días totalmente distintos; y los sueldos, preparación y profesionalismo de los profesores pueden variar entre distritos escolares hasta niveles ridículos.
Como todo en Estados Unidos, el gobierno que hace el gasto es responsable de recaudar el dinero que necesita, así que cada ciudad y cada pueblo se tiene que preocupar de buscar fondos. Dentro de Connecticut, los municipios tienen básicamente una única herramienta fiscal, el impuesto sobre la propiedad, así que cada uno pone el nivel que quiere y se paga el colegio que sus votantes le dejan. Esto suena muy bien, en principio, pero choca con el pequeño problema que las ciudades y pueblos de Connecticut son bastante heterogéneos. De hecho, las diferencias entre el nivel de renta entre municipios en el estado hacen que Brasil parezca Suecia: la renta por cápita va de los $16.000 de Bridgeport hasta los casi $180.000 (¡de media! ¡incluyendo niños y viejos!) de New Canaan.
Ahora imaginad la diferencia entre distritos escolares. El alcalde de New Canaan tiene un pueblo en que el precio medio de la vivienda está por encima del millón de dólares (¡de media!); en Bridgeport, el problema es la enorme cantidad de fábricas abandonadas y solares vacios que rodean las pobres, tristes casas en muchos barrios. El primero puede poner un impuesto sobre propiedad ridículamente bajo (un pequeño porcentaje del valor de la casa) y pagar un sistema educativo con letrinas de oro macizo; el segundo, por mucho que cobre, tendra una miseria de ingresos y una mierda de sistema educativo. Si le añadimos que Bridgeport tiene más inmigrantes, más familias desestructuradas y más niños problemáticos ya de origen, no hace falta que diga que el desequilibrio es horripilante.
Más allá de los problemas educativos, el sistema fiscal crea unos incentivos perversos sencillamente atroces. El sueño dorado de cualquier alcalde es tener pocas casas, todas caras, todas enormes, dando servicio a pocos críos. Si un pueblo tiene espacio libre en cualquier sitio (espacio que no esté horriblemente contaminado, como muchos solares en Bridgeport), la tentación será dividirlo en parcelas de dos o tres acres, limitar el número de casas pequeñas y baratas a golpe de ordenanza municipal, y llenar todo el estado de suburbios extensos, gigantes y horrorosamente ineficientes, vaciando aún más las ciudades que no tienen espacio libre.
Evidentemente, las ciudades están locas por cambiar este sistema de financiación; New Canaan, Greenwich, Norwalk y todos los pueblos llenos a rebosar de ricachones no; es obvio que tienen muchísimo que perder. Si bien hay algunos mecanismos (muy limitados) de relativa redistribución (el estado "ayuda" a las ciudades pobres, aunque nunca da lo que promete), el conflicto está siempre ahí, latente, haciendo la vida imposible a medio estado.
Sí, los impuestos los pagan las personas. El problema es que los gobiernos no son unipersonales; podemos recaudar uno a uno, pero el gasto lo tenemos que gestionar en bloques. Sea por región, sea por municipio, sea por estado, pero el dinero tiene que pasar por algún sitio antes que un servicio sea prestado. Si creemos que descentralizar es bueno, y que el hecho que los gestores de estos servicios sean cercanos a los votantes es importante, el dilema sobre cómo repartir el dinero es imposible de evitar. Si no descentralizamos, el problema no desaparece: el estado central seguirá teniendo que decidir dónde construir autopistas, hospitales y aeropuertos. El problema será no cuánto dinero recibe cada autonomía, sino qué distrito electoral dá más votos y "merecerá" más atención del político de turno.
La política, reducida a la más mínima expresión, es una decisión sobre el reparto de recursos; de hecho, si se reparte o no. No importa cómo descentralices y como repartas, la discusión siempre estará ahí, organices como organices el estado. En España no nos "libraremos" del debate autonómico porque de hecho, no deja de ser lo más esencial, básico de lo que es política. Sea bienvenido.
Lo cierto es que si bien a veces el debate se hace un poco cansino, lo cierto es que tiene poco de inusual, y de hecho no tiene nada de irrelevante. Las discusiones sobre qué región paga qué y dónde van los impuestos en estados más o menos descentralizados no tienen nada de excepcional, y de hecho son bastante comunes fuera de España. Estos días, sin ir más lejos, ando trabajando en desfacer el entuerto que es la financiación municipal en Connecticut.
La explicación sonará muy familiar. Las competencias en educación en Estados Unidos no son federales ni estatales. Están en manos de los municipios. Y cuando se dice están en manos de las autoridades locales, esto es totalmente literal: los temarios de los colegios de un pueblo a otro, de una ciudad a otra, pueden ser completamente diferentes; los colegios pueden empezar en días totalmente distintos; y los sueldos, preparación y profesionalismo de los profesores pueden variar entre distritos escolares hasta niveles ridículos.
Como todo en Estados Unidos, el gobierno que hace el gasto es responsable de recaudar el dinero que necesita, así que cada ciudad y cada pueblo se tiene que preocupar de buscar fondos. Dentro de Connecticut, los municipios tienen básicamente una única herramienta fiscal, el impuesto sobre la propiedad, así que cada uno pone el nivel que quiere y se paga el colegio que sus votantes le dejan. Esto suena muy bien, en principio, pero choca con el pequeño problema que las ciudades y pueblos de Connecticut son bastante heterogéneos. De hecho, las diferencias entre el nivel de renta entre municipios en el estado hacen que Brasil parezca Suecia: la renta por cápita va de los $16.000 de Bridgeport hasta los casi $180.000 (¡de media! ¡incluyendo niños y viejos!) de New Canaan.
Ahora imaginad la diferencia entre distritos escolares. El alcalde de New Canaan tiene un pueblo en que el precio medio de la vivienda está por encima del millón de dólares (¡de media!); en Bridgeport, el problema es la enorme cantidad de fábricas abandonadas y solares vacios que rodean las pobres, tristes casas en muchos barrios. El primero puede poner un impuesto sobre propiedad ridículamente bajo (un pequeño porcentaje del valor de la casa) y pagar un sistema educativo con letrinas de oro macizo; el segundo, por mucho que cobre, tendra una miseria de ingresos y una mierda de sistema educativo. Si le añadimos que Bridgeport tiene más inmigrantes, más familias desestructuradas y más niños problemáticos ya de origen, no hace falta que diga que el desequilibrio es horripilante.
Más allá de los problemas educativos, el sistema fiscal crea unos incentivos perversos sencillamente atroces. El sueño dorado de cualquier alcalde es tener pocas casas, todas caras, todas enormes, dando servicio a pocos críos. Si un pueblo tiene espacio libre en cualquier sitio (espacio que no esté horriblemente contaminado, como muchos solares en Bridgeport), la tentación será dividirlo en parcelas de dos o tres acres, limitar el número de casas pequeñas y baratas a golpe de ordenanza municipal, y llenar todo el estado de suburbios extensos, gigantes y horrorosamente ineficientes, vaciando aún más las ciudades que no tienen espacio libre.
Evidentemente, las ciudades están locas por cambiar este sistema de financiación; New Canaan, Greenwich, Norwalk y todos los pueblos llenos a rebosar de ricachones no; es obvio que tienen muchísimo que perder. Si bien hay algunos mecanismos (muy limitados) de relativa redistribución (el estado "ayuda" a las ciudades pobres, aunque nunca da lo que promete), el conflicto está siempre ahí, latente, haciendo la vida imposible a medio estado.
Sí, los impuestos los pagan las personas. El problema es que los gobiernos no son unipersonales; podemos recaudar uno a uno, pero el gasto lo tenemos que gestionar en bloques. Sea por región, sea por municipio, sea por estado, pero el dinero tiene que pasar por algún sitio antes que un servicio sea prestado. Si creemos que descentralizar es bueno, y que el hecho que los gestores de estos servicios sean cercanos a los votantes es importante, el dilema sobre cómo repartir el dinero es imposible de evitar. Si no descentralizamos, el problema no desaparece: el estado central seguirá teniendo que decidir dónde construir autopistas, hospitales y aeropuertos. El problema será no cuánto dinero recibe cada autonomía, sino qué distrito electoral dá más votos y "merecerá" más atención del político de turno.
La política, reducida a la más mínima expresión, es una decisión sobre el reparto de recursos; de hecho, si se reparte o no. No importa cómo descentralices y como repartas, la discusión siempre estará ahí, organices como organices el estado. En España no nos "libraremos" del debate autonómico porque de hecho, no deja de ser lo más esencial, básico de lo que es política. Sea bienvenido.
miércoles, agosto 20, 2008
Poniéndose a cubierto
Una de las cosas que me ponen francamente histérico del gobierno Zapatero estos días es la obsesiva manía que tienen de correr hacia la trinchera más cercana cada vez que la oposición amenaza con hacer preguntas. La última ha sido la extraña, rebuscada y totalmente innecesaria batalla política con el diputado-carril-bici de Iniciativa para evitar que Zapatero compareciera en el Congreso, aterrorizado que alguien le pregunte -cielos- qué opina sobre el sistema de financiación autonómica.
El Presidente del Gobierno en España está en una situación política curiosa. Por una variedad de motivos (constitucionales y nacidos de la costumbre) el cargo de presidente del gobierno tiene un poder político muy considerable comparado con sus colegas en otros sistemas parlamentarios; eso hace que si el jefe del ejecutivo quiera esconderse del parlamento, tenga modo de hacerlo. Zapatero, como la mayoría de sus antecesores, parece encantado de utilizar esta prerrogativa, tratando de evitar comparecer cuando no le apetece, algo que me parece un error grave.
Entiendo lo que buscan por Moncloa: un debate en el Congreso de los Diputados es una oportunidad que le regalas a la oposición para salir en el telediario y marcarte puntos gratis. Si el presidente no está inspirado o el jefe de la oposición tiene buenas cartas, estás regalándoles un martillo para que te machaquen los dedos con ganas. Es un riesgo político claro, y así lo percibe público, oposición y prensa. Y es por ese motivo que uno tiene que salir a dar la cara.
En política, se supone que el gobierno está en esto para solucionar problemas, o al menos hacer que duelan menos. La financiación autonómica es un problema, ya que deja a algunas autonomías cortas de dinero, da incentivos perversos a las comunidades para comprometer gasto primero y pedir después, y resulta ser monumentalmente opaco. Arreglar este desbarajuste es algo complicado que hará que pierdas amigos. Si Zapatero quiere que la agenda del debate la marque el gobierno, tiene que salir a dar la cara y dejar claro sobre qué se va a discutir; si no lo hace él, la oposición lo hará por él.
Lo más irritante no es que el gobierno ande tirando pelotas fuera en este tema, o que quiera cerrar una negociación técnica, complicada y que debería ser estudiada con calma y probablemente aprobada de forma conjunta con una amplia reforma fiscal en tres mesecillos de nada. El problema es que llevan haciendo esto constantemente, sin descanso, desde que ganaron las elecciones en marzo. De hecho, hicieron exáctamente lo mismo la legislatura pasada. Y no parece que quieran cambiar.
A ver, gente: la comunicación política no es evitar salir en la tele dando malas noticias, o ganar pequeñas batallitas parlamentarias para que nadie te meta el dedo en el ojo en público. Entiendo que el electorado os mira mal y que si os portáis mal os echan, pero no es cosa de hacer como un crío que pretende que no se ha cargado un cristal jugando a pelota. Los votantes no os pagan para disimular, os pagan para arreglar cosas; si no estáis ahí fuera, pareciendo estar superocupados, es probable que se harten de vosotros.
Y oye, es un tema que tiene tanto al PP como al PSOE dividido. Es hora de salir en la tele y poner cara de hombre de estado-que-crea-consensos; eso vende.
El Presidente del Gobierno en España está en una situación política curiosa. Por una variedad de motivos (constitucionales y nacidos de la costumbre) el cargo de presidente del gobierno tiene un poder político muy considerable comparado con sus colegas en otros sistemas parlamentarios; eso hace que si el jefe del ejecutivo quiera esconderse del parlamento, tenga modo de hacerlo. Zapatero, como la mayoría de sus antecesores, parece encantado de utilizar esta prerrogativa, tratando de evitar comparecer cuando no le apetece, algo que me parece un error grave.
Entiendo lo que buscan por Moncloa: un debate en el Congreso de los Diputados es una oportunidad que le regalas a la oposición para salir en el telediario y marcarte puntos gratis. Si el presidente no está inspirado o el jefe de la oposición tiene buenas cartas, estás regalándoles un martillo para que te machaquen los dedos con ganas. Es un riesgo político claro, y así lo percibe público, oposición y prensa. Y es por ese motivo que uno tiene que salir a dar la cara.
En política, se supone que el gobierno está en esto para solucionar problemas, o al menos hacer que duelan menos. La financiación autonómica es un problema, ya que deja a algunas autonomías cortas de dinero, da incentivos perversos a las comunidades para comprometer gasto primero y pedir después, y resulta ser monumentalmente opaco. Arreglar este desbarajuste es algo complicado que hará que pierdas amigos. Si Zapatero quiere que la agenda del debate la marque el gobierno, tiene que salir a dar la cara y dejar claro sobre qué se va a discutir; si no lo hace él, la oposición lo hará por él.
Lo más irritante no es que el gobierno ande tirando pelotas fuera en este tema, o que quiera cerrar una negociación técnica, complicada y que debería ser estudiada con calma y probablemente aprobada de forma conjunta con una amplia reforma fiscal en tres mesecillos de nada. El problema es que llevan haciendo esto constantemente, sin descanso, desde que ganaron las elecciones en marzo. De hecho, hicieron exáctamente lo mismo la legislatura pasada. Y no parece que quieran cambiar.
A ver, gente: la comunicación política no es evitar salir en la tele dando malas noticias, o ganar pequeñas batallitas parlamentarias para que nadie te meta el dedo en el ojo en público. Entiendo que el electorado os mira mal y que si os portáis mal os echan, pero no es cosa de hacer como un crío que pretende que no se ha cargado un cristal jugando a pelota. Los votantes no os pagan para disimular, os pagan para arreglar cosas; si no estáis ahí fuera, pareciendo estar superocupados, es probable que se harten de vosotros.
Y oye, es un tema que tiene tanto al PP como al PSOE dividido. Es hora de salir en la tele y poner cara de hombre de estado-que-crea-consensos; eso vende.
viernes, agosto 15, 2008
No somos lo únicos
Los datos de crecimiento en la eurozona me tienen confundido. El hecho que el crecimiento económico se haya frenado tanto no es demasiado soprendente; era algo que se esperaba. Lo que no acabo de entender es por qué algunos países que en teoría parecían tener economías sólidas las cifras han resultado ser mucho peores que los datos de otros países que realmente están metidos en un berenjenal importante.
Me refiero, obviamente, a Francia y Alemania, comparada con España. En la lista de problemas económicos que afligen el continente, España es de lejos el que ha sufrido la peor burbuja inmobiliaria de las cuatro grandes economías de la eurozona. Sin embargo, el PIB en España se ha arrestrado un décima por encima del estancamiento, mientras que Francia y Alemania están en cifras negativas.
Sinceramente, no sé de dónde viene esto. Si me dejáis especular (algo que nadie en su sano juicio debería permitir), diría que es la baja, patética productividad española la que de hecho está "salvando" la economía, por dos motivos. Francia y Alemania son dos economías con empresas extraordinariamente competitivas, grandes multinacionales que exportan sus productos a todo el mundo. España... bueno, no gasta demasiadas empresas así, con algunas contadas excepciones.
Durante el segundo trimestre, las economías exportadoras en la eurozona se han enfrentado al problema de ver como el euro se apreciaba hasta cotas nunca vistas. Si estas vendiendo cosas fuera de tu país, esto es muy, muy mala noticia... y esto es lo que le ha pasado a franceses y alemanes. España, que importa mucho y exporta relativamente poco, esto de tener la moneda sobrevalorada le ha ido relativamente bien.
Otra cosa es que dure. El euro está bajando de sus niveles estratosféricos lentamente, y la contracción inmobiliaria aún durará 10-15 meses más. El gobierno está impulsando medidas que tienen sentido (con la excepción de la política de vivienda, que me tiene perdido), pero con el BCE obsesionado en exceso por la inflación, no podemos decir que se haya tocado fondo. Veremos.
Me refiero, obviamente, a Francia y Alemania, comparada con España. En la lista de problemas económicos que afligen el continente, España es de lejos el que ha sufrido la peor burbuja inmobiliaria de las cuatro grandes economías de la eurozona. Sin embargo, el PIB en España se ha arrestrado un décima por encima del estancamiento, mientras que Francia y Alemania están en cifras negativas.
Sinceramente, no sé de dónde viene esto. Si me dejáis especular (algo que nadie en su sano juicio debería permitir), diría que es la baja, patética productividad española la que de hecho está "salvando" la economía, por dos motivos. Francia y Alemania son dos economías con empresas extraordinariamente competitivas, grandes multinacionales que exportan sus productos a todo el mundo. España... bueno, no gasta demasiadas empresas así, con algunas contadas excepciones.
Durante el segundo trimestre, las economías exportadoras en la eurozona se han enfrentado al problema de ver como el euro se apreciaba hasta cotas nunca vistas. Si estas vendiendo cosas fuera de tu país, esto es muy, muy mala noticia... y esto es lo que le ha pasado a franceses y alemanes. España, que importa mucho y exporta relativamente poco, esto de tener la moneda sobrevalorada le ha ido relativamente bien.
Otra cosa es que dure. El euro está bajando de sus niveles estratosféricos lentamente, y la contracción inmobiliaria aún durará 10-15 meses más. El gobierno está impulsando medidas que tienen sentido (con la excepción de la política de vivienda, que me tiene perdido), pero con el BCE obsesionado en exceso por la inflación, no podemos decir que se haya tocado fondo. Veremos.
martes, agosto 12, 2008
Hablando de financiación - Otra vez
El gobierno parece haberse metido de nuevo en un berenjenal él solito, sin ayuda de nadie, al hablar de financiación autonómica. Es un debate necesario; el sistema actual es básicamente una chapuza confusa que separa de forma innecesaria ingresos y gastos. Cualquier sistema racional de organización de un sistema descentralizado debe partir de la idea que si uno quiere gastar dinero, debe ser también el que lo recauda, algo que las autonomías no hacen ahora. Si el estado quiere redistribuir entre comunidades, puede hacerlo sin problema repartiendo el dinero que él recauda como le plazca.
El problema estos días, como de costumbre, es la redistribución. El sistema actual redistribuye mucho, aunque es relativamente difícil decir la cantidad exacta. Lo que parece bastante obvio es que ninguno de los dos partidos tiene una coalición "natural" de autonomías apoyándoles; el PSOE tiene una autonomía rica (Cataluña) y muchas autonomías pobres, el PP tiene una combinación de ambas. Tanto el PP como el PSOE están divididos en este tema, así que las discusiones tendrían que afectar a ambos por igual; el debate, sin embargo, se ha centrado en el PSC, las protestas catalanas y los nacionalistas, otra vez.
No es que los socialistas lo tengan fácil para hacer que el debate no gire alrededor de Cataluña; lo que es directamente estúpido, sin embargo, es que el gobierno de la Generalitat y el gobierno central se dediquen a lanzarse críticas con esta alegría. Si los socialistas quieren hacer que el debate no se convierta en un todos-contra-el-gobierno, otra vez, hubiera sido una buena idea dejar que Cataluña hablara con las autonomías del PP que son sus aliadas naturales en este tema. Eso dividiría al PP, y evitaría que la oposición utilizara el tema demasiado; el debate sería más técnico. También evitaría la estupidez de tener a tu propio partido en Cataluña teniendo que competir con sus amiguetes nacionalistas a ver quién es más ruidoso.
La financiación debe revisarse; el sistema está roto. Lo que es bastante obvio es que hacer de la negociación una subasta, y no una discusión racional, es un tontería. Unos tienen que ceder parte del control centralizado de la recaudación, los otros tienen que aceptar mantener la redistribución a niveles razonables. El consenso es posible, y el equilibrio de fuerzas está ahí para hablarlo con calma. El PSC, para variar, parece que tiene ganas de hacer el divo demasiado.
El problema estos días, como de costumbre, es la redistribución. El sistema actual redistribuye mucho, aunque es relativamente difícil decir la cantidad exacta. Lo que parece bastante obvio es que ninguno de los dos partidos tiene una coalición "natural" de autonomías apoyándoles; el PSOE tiene una autonomía rica (Cataluña) y muchas autonomías pobres, el PP tiene una combinación de ambas. Tanto el PP como el PSOE están divididos en este tema, así que las discusiones tendrían que afectar a ambos por igual; el debate, sin embargo, se ha centrado en el PSC, las protestas catalanas y los nacionalistas, otra vez.
No es que los socialistas lo tengan fácil para hacer que el debate no gire alrededor de Cataluña; lo que es directamente estúpido, sin embargo, es que el gobierno de la Generalitat y el gobierno central se dediquen a lanzarse críticas con esta alegría. Si los socialistas quieren hacer que el debate no se convierta en un todos-contra-el-gobierno, otra vez, hubiera sido una buena idea dejar que Cataluña hablara con las autonomías del PP que son sus aliadas naturales en este tema. Eso dividiría al PP, y evitaría que la oposición utilizara el tema demasiado; el debate sería más técnico. También evitaría la estupidez de tener a tu propio partido en Cataluña teniendo que competir con sus amiguetes nacionalistas a ver quién es más ruidoso.
La financiación debe revisarse; el sistema está roto. Lo que es bastante obvio es que hacer de la negociación una subasta, y no una discusión racional, es un tontería. Unos tienen que ceder parte del control centralizado de la recaudación, los otros tienen que aceptar mantener la redistribución a niveles razonables. El consenso es posible, y el equilibrio de fuerzas está ahí para hablarlo con calma. El PSC, para variar, parece que tiene ganas de hacer el divo demasiado.
martes, julio 22, 2008
El fantasma del déficit
Comentan con gran fanfarria y ruidoso rasgado de vestiduras que las cuentas del estado en España se han metido en déficit. Dicho en términos pedestres, las arcas públicas ingresan menos de lo que gastan, así que Solbes ha tenido que sacar la tarjeta de crédito para seguir poniendo el dinero donde había prometido.
¿Es esto grave, preocupante o catastrófico? No. De hecho, es algo perfectamente natural y necesario para enfrentarse a la crisis actual; es una estrategia económica utilizada en todas partes, bien probada y que da buenos resultados si se aplica bien. Básicamente es una aplicación actualizada del viejo librillo de Keynes de responder a crisis económicas a base de aumentar el gasto público, con (bastantes) cambios para adaptar la receta a los nuevos tiempos.
La idea es que en épocas en que factores estructurales hacen que la demanda agregada se resienta, el estado compense esta reducción gastando dinero. Según sea el origen de la crisis, este gasto irá a un sitio u otro y será más o menos efectivo. El gasto público raramente puede evitar la recesión por sí sólo -el meterse en déficits no crea crecimiento por sí sólo; eso viene de otros sitios- pero sí suaviza la crisis, ayudando a los perdedores a superar los apuros (subsidios de paro, ayudas sociales, sanidad pública) y haciendo inversiones que ayudan al crecimiento futuro (infraestructuras, I+D). En algunas ocasiones (véase EUA) parte de este gasto extra tiene que ir a rescatar bancos o entidades financieras, también para evitar que la recesión empeore.
¿Es meterse en déficit público pan para hoy y hambre para mañana? No necesariamente. Para empezar, España tiene un nivel de deuda pública razonablemente bajo, por debajo del 40% del PIB (EUA está en el 65%, Alemania en el 67%, como comparación); hay margen para tener déficit una temporadita. Aunque las condiciones de crédito a nivel internacional son bastante malas, la deuda española es fiable (el estado paga siempre), así que se conseguirán buenos tipos de interés (de hecho, en contra de lo que dicen por LD, estamos pagando tipos comparables a los de Alemania ahora mismo).
Más allá de esto, el gasto que se hace al entrar en deuda no es necesariamente menor consumo mañana. El dinero gastado en subsidios de desempleo evitará, por ejemplo, que no pocas hipotecas queden impagadas. Eso evitará que el mercado inmobiliario se hunda todavía más, haciendo que la perdida de puestos de trabajo sea menor, y haciendo que el estado pierda menos ingresos a medio plazo. En otros capítulos de gasto, podemos pensar en el AVE Madrid-Valencia, que se financia en parte con deuda. Es una infraestructura que utilizaremos durante décadas, así que vale la pena pagarla de modo que los contribuyentes futuros también carguen con parte del coste.
Lo que si es cierto, sin embargo, es que no estamos ante una crisis en que aumentar un poco el gasto público sea un arreglo suficiente. Estamos hablando, al fin y al cabo, de problemas de carácter estructural en un sector clave (construcción) y un problema de carácter general en la economía, el precio de la energía. Redondeándolo todo, es hora de hacer algo también acerca de la productividad de la economía, y ya puestos, aumentar la competencia en varios mercados para reducir la inflación. El gobierno ha hecho cosas en todos estos sectores (aunque la verdad, no lo suficiente) y se ha explicado horriblemente mal al dar a conocer estas medidas (para variar), pero parece claro que no es cuestión de sentarse y esperar.
De momento, parece que tienen las ideas correctas, pero no estaría mal que se viera un poco más de urgencia. Ya se sabe, situación de crisis.
¿Es esto grave, preocupante o catastrófico? No. De hecho, es algo perfectamente natural y necesario para enfrentarse a la crisis actual; es una estrategia económica utilizada en todas partes, bien probada y que da buenos resultados si se aplica bien. Básicamente es una aplicación actualizada del viejo librillo de Keynes de responder a crisis económicas a base de aumentar el gasto público, con (bastantes) cambios para adaptar la receta a los nuevos tiempos.
La idea es que en épocas en que factores estructurales hacen que la demanda agregada se resienta, el estado compense esta reducción gastando dinero. Según sea el origen de la crisis, este gasto irá a un sitio u otro y será más o menos efectivo. El gasto público raramente puede evitar la recesión por sí sólo -el meterse en déficits no crea crecimiento por sí sólo; eso viene de otros sitios- pero sí suaviza la crisis, ayudando a los perdedores a superar los apuros (subsidios de paro, ayudas sociales, sanidad pública) y haciendo inversiones que ayudan al crecimiento futuro (infraestructuras, I+D). En algunas ocasiones (véase EUA) parte de este gasto extra tiene que ir a rescatar bancos o entidades financieras, también para evitar que la recesión empeore.
¿Es meterse en déficit público pan para hoy y hambre para mañana? No necesariamente. Para empezar, España tiene un nivel de deuda pública razonablemente bajo, por debajo del 40% del PIB (EUA está en el 65%, Alemania en el 67%, como comparación); hay margen para tener déficit una temporadita. Aunque las condiciones de crédito a nivel internacional son bastante malas, la deuda española es fiable (el estado paga siempre), así que se conseguirán buenos tipos de interés (de hecho, en contra de lo que dicen por LD, estamos pagando tipos comparables a los de Alemania ahora mismo).
Más allá de esto, el gasto que se hace al entrar en deuda no es necesariamente menor consumo mañana. El dinero gastado en subsidios de desempleo evitará, por ejemplo, que no pocas hipotecas queden impagadas. Eso evitará que el mercado inmobiliario se hunda todavía más, haciendo que la perdida de puestos de trabajo sea menor, y haciendo que el estado pierda menos ingresos a medio plazo. En otros capítulos de gasto, podemos pensar en el AVE Madrid-Valencia, que se financia en parte con deuda. Es una infraestructura que utilizaremos durante décadas, así que vale la pena pagarla de modo que los contribuyentes futuros también carguen con parte del coste.
Lo que si es cierto, sin embargo, es que no estamos ante una crisis en que aumentar un poco el gasto público sea un arreglo suficiente. Estamos hablando, al fin y al cabo, de problemas de carácter estructural en un sector clave (construcción) y un problema de carácter general en la economía, el precio de la energía. Redondeándolo todo, es hora de hacer algo también acerca de la productividad de la economía, y ya puestos, aumentar la competencia en varios mercados para reducir la inflación. El gobierno ha hecho cosas en todos estos sectores (aunque la verdad, no lo suficiente) y se ha explicado horriblemente mal al dar a conocer estas medidas (para variar), pero parece claro que no es cuestión de sentarse y esperar.
De momento, parece que tienen las ideas correctas, pero no estaría mal que se viera un poco más de urgencia. Ya se sabe, situación de crisis.
viernes, julio 18, 2008
Evitando rescates absurdos
La reacción del gobierno ante las quiebras de constructoras estos días y las peticiones de auxilio desesperadas de las líneas aéreas ha sido relativamente buena.
Desde un punto de vista de política económica, no hay nada que objetar; si un empresario ha invertido en algo que estaba clarísimamente destinado a frenar en seco tarde o temprano, cuando el empresario se estrella el gobierno tiene que salir del medio y dejar que se la pegue. Del mismo modo, cuando una empresa de transporte que depende de un recurso caro, limitado y contaminante se ve forzada a reducir oferta o subir precios, el gobierno hace bien en dejarlos solitos. El gobierno debe simplemente dejar claro que los beneficios empresariales son del empresario, así que las perdidas lo son también.
Lo único que he echado de menos es quizás algunas notas extras de compasión hacia los trabajadores que son despedidos. El estado del bienestar está para eso, para que la gente no pague el pato de una quiebra que no han provocado o lo pasen mal cuando tienen mala suerte; el gobierno debería recordar esto más a menudo. Ya puestos, añadir programas especiales de formación, asesoramiento para acceder a ayudas para quien lo necesite y cosas por este estilo no iría mal; son programas baratos, efectivos y que la verdad quedan muy bien.
A todo esto, el principio de no socializar las pérdidas es válido casi siempre, pero hay excepciones. Como he explicado otras veces, los bancos y algunas entidades financieras no pueden morir nunca, y por eso se las regula (o debe regular) con fuerza. El resto... buen viaje.
Desde un punto de vista de política económica, no hay nada que objetar; si un empresario ha invertido en algo que estaba clarísimamente destinado a frenar en seco tarde o temprano, cuando el empresario se estrella el gobierno tiene que salir del medio y dejar que se la pegue. Del mismo modo, cuando una empresa de transporte que depende de un recurso caro, limitado y contaminante se ve forzada a reducir oferta o subir precios, el gobierno hace bien en dejarlos solitos. El gobierno debe simplemente dejar claro que los beneficios empresariales son del empresario, así que las perdidas lo son también.
Lo único que he echado de menos es quizás algunas notas extras de compasión hacia los trabajadores que son despedidos. El estado del bienestar está para eso, para que la gente no pague el pato de una quiebra que no han provocado o lo pasen mal cuando tienen mala suerte; el gobierno debería recordar esto más a menudo. Ya puestos, añadir programas especiales de formación, asesoramiento para acceder a ayudas para quien lo necesite y cosas por este estilo no iría mal; son programas baratos, efectivos y que la verdad quedan muy bien.
A todo esto, el principio de no socializar las pérdidas es válido casi siempre, pero hay excepciones. Como he explicado otras veces, los bancos y algunas entidades financieras no pueden morir nunca, y por eso se las regula (o debe regular) con fuerza. El resto... buen viaje.
miércoles, julio 16, 2008
Semos un país razonable
Ya era hora. Tras décadas de descentralización pretendiendo que no vivimos en un estado federal, en España finalmente sabemos las balanzas fiscales entre regiones. No voy a entrar a comentar en detalle el sistema de financiación (he hablado un montón sobre el tema) ni la metodología empleada (no creo que nadie se divierta leyendo discusiones de contabilidad); hoy me conformo con celebrar que finalmente vemos qué comunidades aportan más y qué comunidades aportan menos.
Unas cuántas notas. Primero, no vale la pena hacer demasiado caso a las cifras en sí, ya que no tienen en cuenta todo el sector público; las comunidades ricas gastan más que las pobres, así que la diferencia en redistribución real es algo menor. Segundo, en contra de lo que dice el gobierno, publicar estas cifras no tiene nada de único; Estados Unidos lo hace de forma rutinaria, y en sitios como Alemania hay incluso un límite explícito a la cantidad de dinero que puede redistribuir una región rica (un 3% de su PIB). No tiene nada de anormal.
Tercero, recalcar que en este sistema hay dos comunidades que ejercen de gorrones; o para ser más concretos, un gorrón serio (Euskadi) y uno no demasiado pronunciado (Navarra). Lo cierto es que tienen el sistema más racional de financiación (recaudan todo, y pagan al estado por sus servicios más un fondo para redistribución), pero parece bastante claro que están arrimando el hombro menos de lo que deberían.
Cuarto, hay alguien que no tiene ni idea de números en Andalucía y alguien que es capaz de sacar petróleo de las piedras en Asturias. Andalucía, para lo pobre que es, ve relativamente poco, mientras que Asturias, que está al 90% de la media nacional, ve muchísimo. Lo de Extremadura, mientras tanto, es una bestialidad; lo que uno tiene que preguntarse es dónde va el dinero. O la Junta de Extremadura no gasta un duro, compensando sus cifras a la baja, o aquí hay una burrada de gasto público muy, muy ineficiente.
En fin, habrá mucho que contar sobre el tema. De momento, tendremos a muchos medios distraidos con el se-rompe-España y no con la crisis otra vez. Un clásico.
Unas cuántas notas. Primero, no vale la pena hacer demasiado caso a las cifras en sí, ya que no tienen en cuenta todo el sector público; las comunidades ricas gastan más que las pobres, así que la diferencia en redistribución real es algo menor. Segundo, en contra de lo que dice el gobierno, publicar estas cifras no tiene nada de único; Estados Unidos lo hace de forma rutinaria, y en sitios como Alemania hay incluso un límite explícito a la cantidad de dinero que puede redistribuir una región rica (un 3% de su PIB). No tiene nada de anormal.
Tercero, recalcar que en este sistema hay dos comunidades que ejercen de gorrones; o para ser más concretos, un gorrón serio (Euskadi) y uno no demasiado pronunciado (Navarra). Lo cierto es que tienen el sistema más racional de financiación (recaudan todo, y pagan al estado por sus servicios más un fondo para redistribución), pero parece bastante claro que están arrimando el hombro menos de lo que deberían.
Cuarto, hay alguien que no tiene ni idea de números en Andalucía y alguien que es capaz de sacar petróleo de las piedras en Asturias. Andalucía, para lo pobre que es, ve relativamente poco, mientras que Asturias, que está al 90% de la media nacional, ve muchísimo. Lo de Extremadura, mientras tanto, es una bestialidad; lo que uno tiene que preguntarse es dónde va el dinero. O la Junta de Extremadura no gasta un duro, compensando sus cifras a la baja, o aquí hay una burrada de gasto público muy, muy ineficiente.
En fin, habrá mucho que contar sobre el tema. De momento, tendremos a muchos medios distraidos con el se-rompe-España y no con la crisis otra vez. Un clásico.
lunes, julio 14, 2008
El resultado de no saber hablar
Las crisis pasan factura a los gobiernos, especialmente si no se explican bien. Nada nuevo, vamos, en la encuesta de El País de estos días. Cuando las cosas van mal uno no gana nada escondiendo la cabeza bajo el ala y pretendiendo que el mundo es maravilloso, joder. Se debe salir ahí fuera y decir verdades, prometer cambios, y clamar que eres el cirujano de hierro que España necesita: duro con los problemas, y con un amplio equipo de enfermeras para cuidar a los enfermos convalecientes.
Pero no, andan por ahí mariposeando y diciendo que todos los cambios son caros y que toda reforma se hará por consenso. Tonterías. Es hora de salir a la tribuna, y poner sobre la mesa ideas y propuestas concretas. Hablar es estupendo (y de hecho, hace las reformas más eficaces muy a menudo) pero el gobierno tiene que trabajar duro para marcar la agenda. Una cosa es ser dialogante, la otra es actuar como si esto fuera un campamento de verano.
O se despiertan, o esto se los llevará por delante. Las elecciones están muy lejos, pero al paso que van no les va a apoyar ni Dios en el Congreso de aquí unos meses.
Pero no, andan por ahí mariposeando y diciendo que todos los cambios son caros y que toda reforma se hará por consenso. Tonterías. Es hora de salir a la tribuna, y poner sobre la mesa ideas y propuestas concretas. Hablar es estupendo (y de hecho, hace las reformas más eficaces muy a menudo) pero el gobierno tiene que trabajar duro para marcar la agenda. Una cosa es ser dialogante, la otra es actuar como si esto fuera un campamento de verano.
O se despiertan, o esto se los llevará por delante. Las elecciones están muy lejos, pero al paso que van no les va a apoyar ni Dios en el Congreso de aquí unos meses.
viernes, julio 11, 2008
El problema de las cifras contradictorias
En economía hay indicadores que tienen que ir en la misma dirección. Si suben los tipos de interés, la moneda se aprecia. Si sube la moneda, aumentan las importaciones y disminuye la inflación. Si aumenta la demanda de tortilla de patatas, subirá la oferta de tortilla de patatas. Etcétera, etcétera. Algunas de estas relaciones son básicamente causales, otras son cosa de necesidad macroeconómica: si las dos variables no van juntas, uno se está metiendo en un problema grave.
España hoy está en uno de estos saros: la economía se ha frenado de golpe, pero la inflación se está acelerando. Son dos indicadores nétamente contradictorios en casi todos los casos; si el consumo disminuye debido a una crisis económica -más paro, menos gente gasta, etcétera- hay menos demanda, y los precios deberían dejar de crecer. Esto a medio - largo plazo (según las medidas que se tomen para darle un empujoncito a la economía) hace que el banco central pueda bajar los tipos de interés y hacer que la economía se reactive, y el crecimiento vuelva sin demasiado problema.
El problema, claro está, es que la inflación no está frenándose. Debido básicamente a choques externos -un incremento exagerado en precios de alimentos y materias primas en todo el mundo- todos los países desarrollados andan comiéndose crecimientos de precios a mansalva. La cosa es ligeramente peor en España (1% más que la media europea) en parte por efectos secundarios del euro (la subida de precios es de hecho una manera de moderar los salarios de los comparativamente poco productivos trabajadores españoles), en parte por la falta de competencia en algunos sectores.
El gobierno puede hacer relativamente poco: no tiene control sobre los mercados internacionales de materias primas; como mucho puede trabajar para ahorrar energía, pero sólo a medio plazo. Tampoco puede arreglar la productividad fácilmente a corto plazo, y las medidas tomadas en el pasado competían como inversión con un ladrillo terriblemente acelerado por el crédito fácil y tipos de interés negativos. Y en cuanto a políticas de competencia, es mucho más complicado de lo que parece, y sus efectos son bastante limitados.
Sí, siempre puede reducir el gasto público, pero entonces el problema se transfiere al otro indicador, el crecimiento económico. Reducir la demanda agregada de la economía cuando las cosas van mal es mala idea; por eso el Banco Central Europeo está siendo tan tímido subiendo los tipos de interés. Por añadido, España no es un país que tenga un sector público demasiado grande (más bien lo contrario); hay relativamente poco margen, y cualquier cambio en el gasto afectaría desproporcionadamente a los que menos tienen, con pocas excepciones.
Queda aún un tercer factor. En condiciones normales, una economía que se mete en un frenazo podía confiar en que los mercados financieros seguirían poniendo dinero donde hubiera buenas ideas. Si una empresa funcionaba bien y quería aumentar capacidad, podía pedir un crédito. Si uno hacia pasta y quería comprar una casa, te daban una hipoteca. El problema es que la crisis financiera, esa que parecía estar solucionándose, resulta que no está ni de lejos cerrada. Hay poco dinero que prestar, y el que hay es muy, muy miedoso. Hablamos más de eso luego.
Lo que si es cierto es que España, tras 14-15 años de bonanza económica y -por qué negarlo- algo de suerte, se ha encontrado que todo lo que podía ir mal a nivel internacional está conspirando para que lo que va mal a nivel interno duela muchísimo más. La crisis puede ser seria, y la verdad, salir de ella no depende sólo de lo que haga el gobierno en Madrid. Al menos las cuentas estaban bien, la deuda pública es -relativamente- baja, y hay margen de maniobra aún, pero no será fácil.
España hoy está en uno de estos saros: la economía se ha frenado de golpe, pero la inflación se está acelerando. Son dos indicadores nétamente contradictorios en casi todos los casos; si el consumo disminuye debido a una crisis económica -más paro, menos gente gasta, etcétera- hay menos demanda, y los precios deberían dejar de crecer. Esto a medio - largo plazo (según las medidas que se tomen para darle un empujoncito a la economía) hace que el banco central pueda bajar los tipos de interés y hacer que la economía se reactive, y el crecimiento vuelva sin demasiado problema.
El problema, claro está, es que la inflación no está frenándose. Debido básicamente a choques externos -un incremento exagerado en precios de alimentos y materias primas en todo el mundo- todos los países desarrollados andan comiéndose crecimientos de precios a mansalva. La cosa es ligeramente peor en España (1% más que la media europea) en parte por efectos secundarios del euro (la subida de precios es de hecho una manera de moderar los salarios de los comparativamente poco productivos trabajadores españoles), en parte por la falta de competencia en algunos sectores.
El gobierno puede hacer relativamente poco: no tiene control sobre los mercados internacionales de materias primas; como mucho puede trabajar para ahorrar energía, pero sólo a medio plazo. Tampoco puede arreglar la productividad fácilmente a corto plazo, y las medidas tomadas en el pasado competían como inversión con un ladrillo terriblemente acelerado por el crédito fácil y tipos de interés negativos. Y en cuanto a políticas de competencia, es mucho más complicado de lo que parece, y sus efectos son bastante limitados.
Sí, siempre puede reducir el gasto público, pero entonces el problema se transfiere al otro indicador, el crecimiento económico. Reducir la demanda agregada de la economía cuando las cosas van mal es mala idea; por eso el Banco Central Europeo está siendo tan tímido subiendo los tipos de interés. Por añadido, España no es un país que tenga un sector público demasiado grande (más bien lo contrario); hay relativamente poco margen, y cualquier cambio en el gasto afectaría desproporcionadamente a los que menos tienen, con pocas excepciones.
Queda aún un tercer factor. En condiciones normales, una economía que se mete en un frenazo podía confiar en que los mercados financieros seguirían poniendo dinero donde hubiera buenas ideas. Si una empresa funcionaba bien y quería aumentar capacidad, podía pedir un crédito. Si uno hacia pasta y quería comprar una casa, te daban una hipoteca. El problema es que la crisis financiera, esa que parecía estar solucionándose, resulta que no está ni de lejos cerrada. Hay poco dinero que prestar, y el que hay es muy, muy miedoso. Hablamos más de eso luego.
Lo que si es cierto es que España, tras 14-15 años de bonanza económica y -por qué negarlo- algo de suerte, se ha encontrado que todo lo que podía ir mal a nivel internacional está conspirando para que lo que va mal a nivel interno duela muchísimo más. La crisis puede ser seria, y la verdad, salir de ella no depende sólo de lo que haga el gobierno en Madrid. Al menos las cuentas estaban bien, la deuda pública es -relativamente- baja, y hay margen de maniobra aún, pero no será fácil.
sábado, julio 05, 2008
Notas sobre el Congreso del PSOE
Debo reconocer que no he seguido el Congreso del PSOE con el mismo entusiasmo con el que seguí el del PP, así que tomad estas notas como si fueran preguntas al tendido.
Sé de sobras que en política lo importante no son los cargos y peleas por el liderazgo y que uno debe pensar en programas por encima de todo, pero cuando de partidos se trata, los tortazos internos me ponen. Deformación profesional, mira. En este congresillo tan plácido, las cosas han sido más interesante al hablar de programa que no de nombres, así que he dormido un poco.
Ha habido cosas, sin embargo. Para empezar, el presunto "giro a la izquierda" del PSOE en relaciones con la Iglesia y aborto. No creo que la posición del partido o sus dirigentes ha cambiado (básicamente siempre han sido secularistas); lo que sí se puede decir, sin embargo, es que han sacado el tema del armario con no poca mala leche política. Básicamente, están lanzando un cebo a la Cope, ABC y compañía a ver si se indignan un poco y hacen que Rajoy deba perder el tiempo otra vez hablando de todo menos economía. Algunos ya están en ello, vamos.
Lo cierto es que estas "propuestas radicales" lo son bien poco. Estoy bastante seguro (esto es, leí una encuesta hace poco y ahora no encuentro el enlace) que una mayoría significativa de la población española aprueba la mayoría o todas las propuestas, a la vez que irritan profundamente a una minoría bastante ruidosa de la derecha española. Es decir, un blanco perfecto para algo de politiqueo cínico.
Sobre el resto de propuestas políticas, vale la pena destacar la renovación del sistema de financiación local, una de las piezas disfuncionales del sistema fiscal español. Opaco, torpe, injusto, el modelo actual crea toda clase de incentivos perversos y desajustes económicos variados; ya era hora que alguien lo repasara. El resto, bastante liviano; con la que está cayendo ahí fuera me parece que eran necesarias más propuestas concretas y reformas estructurales. Nada nuevo con este gobierno, que parece obcecado en tener buenas ideas y no contarles a nadie.
Una última nota, sin embargo: Leire Pajín. No la conozco demasiado. Puede que sea una persona ultrabrillante. Aún así, ¿no hace falta alguien con muy mala leche y pocas ganas de hacer amigos en la secretaría de organización? Si Pajín es, como parece indicar su rápido ascenso, una futura ministra y candidata a algún cargo importante (Comunidad Valenciana o más allá), se me hace raro que esté en un sitio en el que corre el riesgo de liarse a tortas con gente. De hecho, sabiendo lo "bien" que funcionan los socialistas valencianos, puede que lo haga con su propia gente. Agradecería que alguien me lo aclarara.
Sé de sobras que en política lo importante no son los cargos y peleas por el liderazgo y que uno debe pensar en programas por encima de todo, pero cuando de partidos se trata, los tortazos internos me ponen. Deformación profesional, mira. En este congresillo tan plácido, las cosas han sido más interesante al hablar de programa que no de nombres, así que he dormido un poco.
Ha habido cosas, sin embargo. Para empezar, el presunto "giro a la izquierda" del PSOE en relaciones con la Iglesia y aborto. No creo que la posición del partido o sus dirigentes ha cambiado (básicamente siempre han sido secularistas); lo que sí se puede decir, sin embargo, es que han sacado el tema del armario con no poca mala leche política. Básicamente, están lanzando un cebo a la Cope, ABC y compañía a ver si se indignan un poco y hacen que Rajoy deba perder el tiempo otra vez hablando de todo menos economía. Algunos ya están en ello, vamos.
Lo cierto es que estas "propuestas radicales" lo son bien poco. Estoy bastante seguro (esto es, leí una encuesta hace poco y ahora no encuentro el enlace) que una mayoría significativa de la población española aprueba la mayoría o todas las propuestas, a la vez que irritan profundamente a una minoría bastante ruidosa de la derecha española. Es decir, un blanco perfecto para algo de politiqueo cínico.
Sobre el resto de propuestas políticas, vale la pena destacar la renovación del sistema de financiación local, una de las piezas disfuncionales del sistema fiscal español. Opaco, torpe, injusto, el modelo actual crea toda clase de incentivos perversos y desajustes económicos variados; ya era hora que alguien lo repasara. El resto, bastante liviano; con la que está cayendo ahí fuera me parece que eran necesarias más propuestas concretas y reformas estructurales. Nada nuevo con este gobierno, que parece obcecado en tener buenas ideas y no contarles a nadie.
Una última nota, sin embargo: Leire Pajín. No la conozco demasiado. Puede que sea una persona ultrabrillante. Aún así, ¿no hace falta alguien con muy mala leche y pocas ganas de hacer amigos en la secretaría de organización? Si Pajín es, como parece indicar su rápido ascenso, una futura ministra y candidata a algún cargo importante (Comunidad Valenciana o más allá), se me hace raro que esté en un sitio en el que corre el riesgo de liarse a tortas con gente. De hecho, sabiendo lo "bien" que funcionan los socialistas valencianos, puede que lo haga con su propia gente. Agradecería que alguien me lo aclarara.
miércoles, julio 02, 2008
Se hace lo que se puede
Lo cierto es que el gobierno de Zapatero tiene un trabajo bien poco agradecido: explicar a los votantes que las cosas van mal, y que no es culpa suya. Ambas afirmaciones son ciertas, hasta cierto punto. En ambos elementos de esa frase, sin embargo, los socialistas se han quedado con poca capacidad de maniobra debido a su alegre torpeza retórica y -más importante- un poco oportuno calendario electoral.
Los gobiernos se enfrentan a recesiones a menudo; en países medianos, como España, muchas veces el origen de los problemas es básicamente exterior. Zapatero y Solbes no podían hacer nada para controlar el descontrol financiero en Estados Unidos, limitar la demanda de petróleo en China o mantener los tipos de interés más altos en el BCE para evitar la burbuja inmobiliaria. Cualquier acción o política económica en sus manos era o bien totalmente fantasiosa o tremendamente impopular (penalizar fiscalmente la compra de vivienda), así que dentro de lo que cabe, el gobierno hizo lo que pudo: contuvo el gasto, llenó la hucha cerdito para gastar cuando frenara la economía, y fue liberalizando y retocando detalles en los márgenes de la economía, caso de la -tímida- reforma laboral.
Una vez las cosas se tuercen, un gobierno democrático puede y debe explicarse bien. Debe contar al electorado que las cosas van a peor, que el gobierno tiene un control limitado sobre el asunto, y que tocará hacer cambios y apretarse el cinturón. También debe señalar que entiende las penurias de muchos, y que las medidas van a estar ahí sobre la mesa para cubrir las espaldas a aquellos que no lo están pasando bien con medidas concretas que ayuden a soportar las duras reformas que nos vemos obligados a aplicar para salir de la crisis.
Esto lo han dicho, con variaciones, otros gobiernos socialistas; la reconversión industrial o la crisis del 93 se superaron con crujir de dientes y sudores fríos, pero con un lenguaje claro de "confiad en mí, hay luz al final del túnel". En este caso, sin embargo... pues más bien no. El gobierno ha entrado en esto tarde, mal y a rastras.
Predecir el pasado es muy sencillo, eso está claro, pero me temo que el gobierno se equivocó al no convocar elecciones en octubre. Las cosas iban bien, y el cambio se hubiera percibido como un alegre órdago electoralista barato, pero parece relativamente claro que hubieran ganado igual. Eso se hubiera traducido que en vez de estar con un lenguaje triunfalista hasta marzo de este año, el gobierno podría haber estado advirtiendo de la crisis que venía con más tiempo, y no tener que hacer la danza del eufemismo en tres meses, como lo ha hecho ahora.
¿Está siendo el gobierno "pasivo"? La verdad, creo que no. Está haciendo lo que puede. La crisis está creando problemas complicados en todas partes; no se puede estimular la economía demasiado debido a la inflación, y el aumento del coste de las materias primas está totalmente fuera del control de todos los gobiernos del mundo. El gobierno, dentro de lo que cabe, hizo los deberes y se preparó relativamente bien. El problema es que el cambio de discurso desde marzo -cuando ya se veía que la cosa no pintaba bien ni de broma- hasta ahora ha sido tremendo, y eso hace que la credibilidad de cualquier equipo económico caiga en picado.
La verdad que aunque esperaba un ajuste considerable de la construcción en España, no me imaginé que las restricciones de crédito la hicieran tan inmediata, y que el petróleo se disparara al mismo tiempo, cuando la mayor parte de las economías avanzadas se estancaban. La cosa será dolorosa; a un problema cierto (la burbuja inmobiliaria) se la han añadido dos imprevistos, haciendo que el ajuste sea mucho más rápido en la construcción, y la recuperación mucho más lenta debido al ajuste de los precios.
Los gobiernos se enfrentan a recesiones a menudo; en países medianos, como España, muchas veces el origen de los problemas es básicamente exterior. Zapatero y Solbes no podían hacer nada para controlar el descontrol financiero en Estados Unidos, limitar la demanda de petróleo en China o mantener los tipos de interés más altos en el BCE para evitar la burbuja inmobiliaria. Cualquier acción o política económica en sus manos era o bien totalmente fantasiosa o tremendamente impopular (penalizar fiscalmente la compra de vivienda), así que dentro de lo que cabe, el gobierno hizo lo que pudo: contuvo el gasto, llenó la hucha cerdito para gastar cuando frenara la economía, y fue liberalizando y retocando detalles en los márgenes de la economía, caso de la -tímida- reforma laboral.
Una vez las cosas se tuercen, un gobierno democrático puede y debe explicarse bien. Debe contar al electorado que las cosas van a peor, que el gobierno tiene un control limitado sobre el asunto, y que tocará hacer cambios y apretarse el cinturón. También debe señalar que entiende las penurias de muchos, y que las medidas van a estar ahí sobre la mesa para cubrir las espaldas a aquellos que no lo están pasando bien con medidas concretas que ayuden a soportar las duras reformas que nos vemos obligados a aplicar para salir de la crisis.
Esto lo han dicho, con variaciones, otros gobiernos socialistas; la reconversión industrial o la crisis del 93 se superaron con crujir de dientes y sudores fríos, pero con un lenguaje claro de "confiad en mí, hay luz al final del túnel". En este caso, sin embargo... pues más bien no. El gobierno ha entrado en esto tarde, mal y a rastras.
Predecir el pasado es muy sencillo, eso está claro, pero me temo que el gobierno se equivocó al no convocar elecciones en octubre. Las cosas iban bien, y el cambio se hubiera percibido como un alegre órdago electoralista barato, pero parece relativamente claro que hubieran ganado igual. Eso se hubiera traducido que en vez de estar con un lenguaje triunfalista hasta marzo de este año, el gobierno podría haber estado advirtiendo de la crisis que venía con más tiempo, y no tener que hacer la danza del eufemismo en tres meses, como lo ha hecho ahora.
¿Está siendo el gobierno "pasivo"? La verdad, creo que no. Está haciendo lo que puede. La crisis está creando problemas complicados en todas partes; no se puede estimular la economía demasiado debido a la inflación, y el aumento del coste de las materias primas está totalmente fuera del control de todos los gobiernos del mundo. El gobierno, dentro de lo que cabe, hizo los deberes y se preparó relativamente bien. El problema es que el cambio de discurso desde marzo -cuando ya se veía que la cosa no pintaba bien ni de broma- hasta ahora ha sido tremendo, y eso hace que la credibilidad de cualquier equipo económico caiga en picado.
La verdad que aunque esperaba un ajuste considerable de la construcción en España, no me imaginé que las restricciones de crédito la hicieran tan inmediata, y que el petróleo se disparara al mismo tiempo, cuando la mayor parte de las economías avanzadas se estancaban. La cosa será dolorosa; a un problema cierto (la burbuja inmobiliaria) se la han añadido dos imprevistos, haciendo que el ajuste sea mucho más rápido en la construcción, y la recuperación mucho más lenta debido al ajuste de los precios.
lunes, junio 23, 2008
Las aventuras de Rajoy, héroe sin rival
El PP tuvo su congreso, y hubo paz. Eso es lo que parece en el exterior, viendo las votaciones, los discursos, las ovaciones y la orgullosa muestra de unidad y adoración al líder que vimos estos días. Rajoy, tras pasarse tres meses luchando contra toda clase de dragones, llegó a la última de sus doce pruebas para encontrarse nada más que un teatro lleno, un montón de fotógrafos, y gener aplaudiendo.
Rajoy triunfante, héroe sin rival. ¿O no?
La verdad, no creo que descubra nada a nadie si revelo que lo visto en el congreso tiene bastante de teatro y mucho de ficción. La cantidad de votos en blanco es bastante reveladora. Como los viejos soldados que "avanzan hacia la retaguardia" para poder luchar en otra guerra, los disidentes del PP han preferido no meterse en una batalla que sabían que no podían ganar. En un partido político no puedes hacer nada peor que parecer un perdedor, así que en vista que Rajoy y el aparato habían hecho un buen trabajo cerrando puertas al congreso, nadie movió un pelo. Nadie se arriesga a dar un paso al frente si cree que el resto de los aguerridos rebeldes le van a dejar más sólo que la una, así que el ataque de cagarrinas de todos esos conservadores ultrajados ha sido importante.
¿Qué podemos esperar del PP ahora? Básicamente, Rajoy vuelve a depender de si mismo para sobrevivir hasta el 2012. Toda la racionalidad de su giro al centro se basa en mejorar los resultados electorales; el líder del PP pide al partido que confíe en él, cierre los ojos, y le siga a la tierra prometida de la victoria en las urnas. Si el partido saca un buen resultado en las elecciones vascas, gallegas y europeas, la estrategia de Rajoy se verá gloriosamente recompensada. Si se la pega en las urnas... bueno, no habrá falta de gente con ganas de lincharle.
Ahora es cuando viene la belleza del asunto, y el problema latente para la nueva cúpula del PP. Si quieren sobrevivir en el cargo, tienen que ganar elecciones. Eso significa que si soy un tipo no demasiado satisfecho con la dirección, de hecho casi me interesa que las pierdan. Si además de tener cierto interés morboso en derrotas electorales soy alguien con nombre y apellidos en la vida del partido (esto es, bien conocidillo) y cierto ánimo kamikaze, me puedo dedicar a convocar ruedas de prensa, decir burradas, y hacer el troll con entusiasmo, a ver si hago daño al partido. El PP anda falto de Rosa Díez, vamos.
Lo más divertido es que todo notable con ganas de gresca tiene que resolver de hecho un pequeño dilema. Si el partido va bien en las encuestas, salir a la palestra y hacer ruido quedará francamente mal; si pierden, le echarán la culpa, y si ganan, nunca más se comerá una rosca. Si la cosa está ajustadilla o el partido va por detrás, sin embargo, no habrá falta de voluntarios con ganas de salir a partirle la cara al jefe. Por su bien, Rajoy tiene que ponerse a hacer oposición rápido; si las encuestas no acompañan, estará otra vez en problemas rápido.
Un último detalle, por cierto, sobre todo lo aprobado en este congreso: las primarias. Que Dios les pille confesados si tienen que aplicarlo alguna vez con elecciones competitivas. Escribí hace tiempo sobre los pros y los contras de cada sistema para escoger al líder de un partido, y me parece que francamente los del PP se lanzan a un sistema de primarias sin saber a qué se exponen. A veces funcionan bien, a veces no funcionan en absoluto. Lo que si que es seguro es que son cualquier cosa menos un sistema ordenado, cuerdo y elegante para hacer que un partido funcione como un bloque sólido.
El PP tiene una considerable tradición de tener sistemas de gobierno relativamente cerrados y opacos. No es que sean estricamente justos, pero los utilizan históricamente por una buena razón: la derecha española no acaba de entrar de forma natural bajo unas solas siglas, y tiene que ser metida a presión dentro del edificio de Génova para que no se desparrame horriblemente. En un sistema parlamentario no es una buena idea tener un partido tan diverso escogiendo el líder con votaciones 55-45; la tentación de dar un portazo y salir del cortijo (o hacer la vida imposible al ganador) es demasiado fuerte.
Que le pregunten a José Borrell.
Rajoy triunfante, héroe sin rival. ¿O no?
La verdad, no creo que descubra nada a nadie si revelo que lo visto en el congreso tiene bastante de teatro y mucho de ficción. La cantidad de votos en blanco es bastante reveladora. Como los viejos soldados que "avanzan hacia la retaguardia" para poder luchar en otra guerra, los disidentes del PP han preferido no meterse en una batalla que sabían que no podían ganar. En un partido político no puedes hacer nada peor que parecer un perdedor, así que en vista que Rajoy y el aparato habían hecho un buen trabajo cerrando puertas al congreso, nadie movió un pelo. Nadie se arriesga a dar un paso al frente si cree que el resto de los aguerridos rebeldes le van a dejar más sólo que la una, así que el ataque de cagarrinas de todos esos conservadores ultrajados ha sido importante.
¿Qué podemos esperar del PP ahora? Básicamente, Rajoy vuelve a depender de si mismo para sobrevivir hasta el 2012. Toda la racionalidad de su giro al centro se basa en mejorar los resultados electorales; el líder del PP pide al partido que confíe en él, cierre los ojos, y le siga a la tierra prometida de la victoria en las urnas. Si el partido saca un buen resultado en las elecciones vascas, gallegas y europeas, la estrategia de Rajoy se verá gloriosamente recompensada. Si se la pega en las urnas... bueno, no habrá falta de gente con ganas de lincharle.
Ahora es cuando viene la belleza del asunto, y el problema latente para la nueva cúpula del PP. Si quieren sobrevivir en el cargo, tienen que ganar elecciones. Eso significa que si soy un tipo no demasiado satisfecho con la dirección, de hecho casi me interesa que las pierdan. Si además de tener cierto interés morboso en derrotas electorales soy alguien con nombre y apellidos en la vida del partido (esto es, bien conocidillo) y cierto ánimo kamikaze, me puedo dedicar a convocar ruedas de prensa, decir burradas, y hacer el troll con entusiasmo, a ver si hago daño al partido. El PP anda falto de Rosa Díez, vamos.
Lo más divertido es que todo notable con ganas de gresca tiene que resolver de hecho un pequeño dilema. Si el partido va bien en las encuestas, salir a la palestra y hacer ruido quedará francamente mal; si pierden, le echarán la culpa, y si ganan, nunca más se comerá una rosca. Si la cosa está ajustadilla o el partido va por detrás, sin embargo, no habrá falta de voluntarios con ganas de salir a partirle la cara al jefe. Por su bien, Rajoy tiene que ponerse a hacer oposición rápido; si las encuestas no acompañan, estará otra vez en problemas rápido.
Un último detalle, por cierto, sobre todo lo aprobado en este congreso: las primarias. Que Dios les pille confesados si tienen que aplicarlo alguna vez con elecciones competitivas. Escribí hace tiempo sobre los pros y los contras de cada sistema para escoger al líder de un partido, y me parece que francamente los del PP se lanzan a un sistema de primarias sin saber a qué se exponen. A veces funcionan bien, a veces no funcionan en absoluto. Lo que si que es seguro es que son cualquier cosa menos un sistema ordenado, cuerdo y elegante para hacer que un partido funcione como un bloque sólido.
El PP tiene una considerable tradición de tener sistemas de gobierno relativamente cerrados y opacos. No es que sean estricamente justos, pero los utilizan históricamente por una buena razón: la derecha española no acaba de entrar de forma natural bajo unas solas siglas, y tiene que ser metida a presión dentro del edificio de Génova para que no se desparrame horriblemente. En un sistema parlamentario no es una buena idea tener un partido tan diverso escogiendo el líder con votaciones 55-45; la tentación de dar un portazo y salir del cortijo (o hacer la vida imposible al ganador) es demasiado fuerte.
Que le pregunten a José Borrell.
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