Ya sé que es de mala educación presumir que has acertado, pero me parece que El País tiene un buen resumen de la situación de ETA estos días: de mal en peor. ETA estaba derrotada antes de la tregua, estaba derrotada durante la tregua, y está derrotada ahora. El Estado ahora mismo es un elefante esperando que una mosca se canse de tratar de destruirle con su imponentes embestidas.
Si algo de bueno tiene que la economía vaya mal es que el PP ya no le da importancia a estos idiotas. Por cierto, ¿os imagináis qué hubiera pasado si el PP hubiera dedicado todas esas horas de diatribas sobre ETA a hablar de economía? Qué credibilidad tendría Rajoy. Qué poderio. El gobierno estaría bajo presión, aplicando reformas estructurales y discutiendo de igual a igual con un partido orgulloso de su competencia económica.
Sí, ya sé. Soy un iluso.
Mostrando entradas con la etiqueta política. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta política. Mostrar todas las entradas
martes, noviembre 18, 2008
martes, noviembre 11, 2008
Noventa años
Hoy hace noventa años del final de la Primera Guerra Mundial. A las 11 del día once del mes 11 entró en vigor el armisticio que ponía fin a la guerra. En los dos años siguientes, el peor grupo de líderes posible firme el peor tratado de paz que uno podía imaginarse, y básicamente sentaron las bases para la inmensa mayoría de conflictos de los noventa años siguientes. Cerraron en falso Oriente Medio, los Balcanes, Alemania, las relaciones con la Unión Soviética y prácticamente cualquier cosa en que pusieron las manos.
No es que tuvieran un trabajo sencillo, ciertamente (supongo que es difícil olvidar nueve millones de cadáveres), pero el alegre abandono del realismo al tomar decisiones no ayudó en absoluto.
Noventa años. Cuando un político comete un error grave, sus decisiones pueden retumbar durante años. No estaría mal que cuando intenten redifinir el sistema financiero en los próximos meses no vayan con prisas y se tomen las cosas en serio.
No es que tuvieran un trabajo sencillo, ciertamente (supongo que es difícil olvidar nueve millones de cadáveres), pero el alegre abandono del realismo al tomar decisiones no ayudó en absoluto.
Noventa años. Cuando un político comete un error grave, sus decisiones pueden retumbar durante años. No estaría mal que cuando intenten redifinir el sistema financiero en los próximos meses no vayan con prisas y se tomen las cosas en serio.
martes, noviembre 04, 2008
Elecciones hoy
Para los que quieran sufrir mis obtrusas disquisiciones, pontificaciones, diatribas y catilinarias sobre las elecciones americanas esta noche, estaré por Barras y Estrellas y Twitter dando la vara.
Y sí, estoy horriblemente nervioso. Sé que Obama lo tiene ganado (tengo fe en la estadística), pero eso no quita que no esté muerto de miedo. Iré informando desde Connecticut esta noche.
Y sí, estoy horriblemente nervioso. Sé que Obama lo tiene ganado (tengo fe en la estadística), pero eso no quita que no esté muerto de miedo. Iré informando desde Connecticut esta noche.
jueves, octubre 30, 2008
PP - UPN: ¿una separación natural?
No he hablado demasiado de la escisión - pelea - berrinche entre el PP y UPN en Navarra, en parte porque no he seguido en conflicto demasiado, en parte porque no estoy seguro que sea algo demasiado sorprendente.
Me explico. Navarra es relativamente parecida a Euskadi o Cataluña en muchos sentidos: rica, con una fuerte tradición regionalista y un estatuto de autonomía (errr, fuero) que los separa del resto. El PP, el partido del regionalismo uniformista, vivía aliado con la derecha regionalista moderada en una región que es cualquier cosa menos amante de la uniformidad.
UPN tiene un electorado, Navarra, y una base de poder, su propia comunidad autónoma. En los últimos años su hegemonía política se ha visto erosionada por voces más puramente regionalistas. Con la que está cayendo ahí fuera, no me extrañaría que UPN viera en las encuestas que su amistad con el PP empezaba a ser un lastre. Cuando Zapatero les vino con una millonada en inversiones y proclamó a los cuatro vientos que si querían favorecer a Navarra tenían que votar a favor de esos presupuestos, era natural que esa alianza se quebrara.
Lo extraño, de hecho, no es que UPN se convierta en CiU; lo sorprendente es que esto no haya sucedido antes. La explicación es, no hace falta decirlo, de nuevo oportunista: UPN se apuntó al carro del ganador en 1995, cuando Aznar parecía que lo tenía ganado, y siguió asociada al PP mientras el mensaje furibundamente anti-nacionalista vasco les daba votos. Ahora que Euskadi empieza a ser menos amenaza y el PP no puede darles aura regionalista, UPN ha desertado alegremente.
Mira, los políticos responden a los votantes. No hay demasiado misterio.
Me explico. Navarra es relativamente parecida a Euskadi o Cataluña en muchos sentidos: rica, con una fuerte tradición regionalista y un estatuto de autonomía (errr, fuero) que los separa del resto. El PP, el partido del regionalismo uniformista, vivía aliado con la derecha regionalista moderada en una región que es cualquier cosa menos amante de la uniformidad.
UPN tiene un electorado, Navarra, y una base de poder, su propia comunidad autónoma. En los últimos años su hegemonía política se ha visto erosionada por voces más puramente regionalistas. Con la que está cayendo ahí fuera, no me extrañaría que UPN viera en las encuestas que su amistad con el PP empezaba a ser un lastre. Cuando Zapatero les vino con una millonada en inversiones y proclamó a los cuatro vientos que si querían favorecer a Navarra tenían que votar a favor de esos presupuestos, era natural que esa alianza se quebrara.
Lo extraño, de hecho, no es que UPN se convierta en CiU; lo sorprendente es que esto no haya sucedido antes. La explicación es, no hace falta decirlo, de nuevo oportunista: UPN se apuntó al carro del ganador en 1995, cuando Aznar parecía que lo tenía ganado, y siguió asociada al PP mientras el mensaje furibundamente anti-nacionalista vasco les daba votos. Ahora que Euskadi empieza a ser menos amenaza y el PP no puede darles aura regionalista, UPN ha desertado alegremente.
Mira, los políticos responden a los votantes. No hay demasiado misterio.
sábado, octubre 25, 2008
De cambios de era y candidatos
Cuando Obama gane las elecciones en un par de semanas (sí, lo doy por hecho), muchos comentaristas hablarán de cambio de era. Será un símbolo del derrumbe de una ideología, el final de la hegemonía de Ronald Reagan y sus ideas en la política americana.
No lo voy a negar; he dicho cosas de este estilo en el pasado. Vale la pena recordar, sin embargo, cuándo "nace" esta hegemonía republicana que ha acabado dando un resultado tan espantoso. Reagan gana las elecciones en lo que en Estados Unidos se considera el fin de la era de "gobierno grande", cuando derrota a Jimmy Carter en 1980. Carter se enfrentó como pudo a una crisis que él no había provocado (la estanflación de la segunda mitad de los setenta), con la Reserva Federal tratando de apagar el fuego a base provocar una recesión aposta. En cierto sentido, las elecciones de 1980 eran unas elecciones que el candidato demócrata no podía ganar nunca.
El mismo año en que Reagan triunfa, Thatcher derrotaba al pobre James Callaghan, que "murió" arrollado por la misma crisis y los inefables sindicatos británicos. Otra amante del libre mercado. Otro signo del triunfo del nuevo liberalismo. Lo mismo sucedió en Alemania, con el SPD cayendo en 1982 cuando el FDP decidió retirarles su apoyo, y Kohl procedió a arrasar en las siguientes elecciones.
¿Parece obvio, no? No tan rápido. La crisis de finales de los setenta se llevó por delante a otros gobiernos. En Francia, a los Gaullistas, llevando a los socialistas bajo Mitterrand al poder por primera vez. En Italia, la democracia cristiana tuvo que ceder el control del gobierno por primera vez. En España, los socialistas aplastaron al partido que había sido arquitecto de la transición. En Austria, los gobiernos de coalición (proporz) dejan de ser viables en 1983. Y podría seguir, señalando gobiernos que caen tanto hacia la izquierda como la derecha.
Lo cierto es que los votantes son a la vez mucho menos sofisticados de lo que muchos sesudos analistas decimos, y muchísimo más expeditivos de lo que parece. Los ciudadanos, en general, no son demasiado buenos analizando quién tiene la culpa de una crisis; es relativamente obvio que la recesión de principios de los ochenta no tenía nada (o bien poco) que ver con Valéry Giscard d'Estaing, pero los franceses lo defenestraron igualmente. Si las cosas van mal, el político se va, y punto. No hay demasiado que analizar en algunas elecciones; los votantes gastan de racionalidad limitada.
Dicho en otras palabras: pobre del político que esté en el poder cuando las cosas van mal, tenga o no la culpa. Como comenta Larry Bartels en un célebre artículo, el electorado te echará la culpa de los ataques de tiburones, aunque no tengas nada que ver.
¿Existe, por tanto, el candidato perfecto? Si y no. Un buen candidato que hace una buena campaña y debate bien te puede dar un poco de apoyo adicional, pero si el votante medio está cabreado, eso no tiene puñetera importancia. Te echaran a tí, a tu partido y a todo aquel que esté remótamente cerca a un cargo político y haya cometido el pecado de militar en tu organización. No perderás sólo la Moncloa, el Eliseo, la Casa Blanca o Downing Street; tu partido se llevará un repaso en ciudades, estados, autonomías y en las asociaciones de padres de alumnos si hace falta. Todo tu clan va a recibir el tratamiento; un correctivo estilo revolución Reagan, New Deal, o lo que toque y una estancia larga y aterredora en un sitio frío y oscuro llamado oposición.
Debemos evitar, por tanto, dar un significado demasiado inflado a los resultados electorales. Más que un cambio de mentalidad, lo que vemos acostumbra a ser un jefe cabreado echándole una bronca monumental a un mal empleado. Los giros ideológicos tienen a menudo más de autojustificación que de decisión racional y lógica.
Estos días veremos muchos políticos tratando de convencer a sus votantes (con razón) que lo sucedido no es culpa suya (España siendo un caso estelar de un gobierno que había hecho los deberes y le pillará el toro si no espabila); si no se explican bien (y no es fácil) acabarán en la calle. Algo que de hecho es de hecho bastante raciona por parte de los votantes: ¿a quién van a creer, sus ojos o las justificaciones desesperadas del ministro de economía?
Buena suerte a los premiados con esta crisis económica. La culpa es de unos pocos (Blair, Bush y los republicanos, y la verdad, pocos políticos más) y se llevará por delante a bastantes más.
No lo voy a negar; he dicho cosas de este estilo en el pasado. Vale la pena recordar, sin embargo, cuándo "nace" esta hegemonía republicana que ha acabado dando un resultado tan espantoso. Reagan gana las elecciones en lo que en Estados Unidos se considera el fin de la era de "gobierno grande", cuando derrota a Jimmy Carter en 1980. Carter se enfrentó como pudo a una crisis que él no había provocado (la estanflación de la segunda mitad de los setenta), con la Reserva Federal tratando de apagar el fuego a base provocar una recesión aposta. En cierto sentido, las elecciones de 1980 eran unas elecciones que el candidato demócrata no podía ganar nunca.
El mismo año en que Reagan triunfa, Thatcher derrotaba al pobre James Callaghan, que "murió" arrollado por la misma crisis y los inefables sindicatos británicos. Otra amante del libre mercado. Otro signo del triunfo del nuevo liberalismo. Lo mismo sucedió en Alemania, con el SPD cayendo en 1982 cuando el FDP decidió retirarles su apoyo, y Kohl procedió a arrasar en las siguientes elecciones.
¿Parece obvio, no? No tan rápido. La crisis de finales de los setenta se llevó por delante a otros gobiernos. En Francia, a los Gaullistas, llevando a los socialistas bajo Mitterrand al poder por primera vez. En Italia, la democracia cristiana tuvo que ceder el control del gobierno por primera vez. En España, los socialistas aplastaron al partido que había sido arquitecto de la transición. En Austria, los gobiernos de coalición (proporz) dejan de ser viables en 1983. Y podría seguir, señalando gobiernos que caen tanto hacia la izquierda como la derecha.
Lo cierto es que los votantes son a la vez mucho menos sofisticados de lo que muchos sesudos analistas decimos, y muchísimo más expeditivos de lo que parece. Los ciudadanos, en general, no son demasiado buenos analizando quién tiene la culpa de una crisis; es relativamente obvio que la recesión de principios de los ochenta no tenía nada (o bien poco) que ver con Valéry Giscard d'Estaing, pero los franceses lo defenestraron igualmente. Si las cosas van mal, el político se va, y punto. No hay demasiado que analizar en algunas elecciones; los votantes gastan de racionalidad limitada.
Dicho en otras palabras: pobre del político que esté en el poder cuando las cosas van mal, tenga o no la culpa. Como comenta Larry Bartels en un célebre artículo, el electorado te echará la culpa de los ataques de tiburones, aunque no tengas nada que ver.
¿Existe, por tanto, el candidato perfecto? Si y no. Un buen candidato que hace una buena campaña y debate bien te puede dar un poco de apoyo adicional, pero si el votante medio está cabreado, eso no tiene puñetera importancia. Te echaran a tí, a tu partido y a todo aquel que esté remótamente cerca a un cargo político y haya cometido el pecado de militar en tu organización. No perderás sólo la Moncloa, el Eliseo, la Casa Blanca o Downing Street; tu partido se llevará un repaso en ciudades, estados, autonomías y en las asociaciones de padres de alumnos si hace falta. Todo tu clan va a recibir el tratamiento; un correctivo estilo revolución Reagan, New Deal, o lo que toque y una estancia larga y aterredora en un sitio frío y oscuro llamado oposición.
Debemos evitar, por tanto, dar un significado demasiado inflado a los resultados electorales. Más que un cambio de mentalidad, lo que vemos acostumbra a ser un jefe cabreado echándole una bronca monumental a un mal empleado. Los giros ideológicos tienen a menudo más de autojustificación que de decisión racional y lógica.
Estos días veremos muchos políticos tratando de convencer a sus votantes (con razón) que lo sucedido no es culpa suya (España siendo un caso estelar de un gobierno que había hecho los deberes y le pillará el toro si no espabila); si no se explican bien (y no es fácil) acabarán en la calle. Algo que de hecho es de hecho bastante raciona por parte de los votantes: ¿a quién van a creer, sus ojos o las justificaciones desesperadas del ministro de economía?
Buena suerte a los premiados con esta crisis económica. La culpa es de unos pocos (Blair, Bush y los republicanos, y la verdad, pocos políticos más) y se llevará por delante a bastantes más.
lunes, octubre 20, 2008
Por qué uno debe nacionalizar en serio
El otro día comentaba el hecho que Estados Unidos no ha nacionalizado los bancos demasiado serio: sí, compran acciones, pero el gobierno federal renunciaba a tener voz y voto en las entidades intervenidas.
Alemania no tiene estas manías, y se nota. Si eres el dirigente de un banco que ha sido lo suficiente incompetente para que te nacionalicen, tu salario será limitado por el nuevo accionista de referencia a 500.000 euros al año (¡corregido!).
Políticamente, es una medida encantadora; los contribuyentes tienen la capacidad de castigar a los directivos que les han obligado a gastar dinero a espuertas. Lo que se tiene que ver, sin embargo, es si esto tiene esto sentido desde un punto de vista económico.
Algunos críticos han comentado que estas limitaciones crearán un problema añadido a los bancos, que tendrán problemas graves para retener a sus dirigentes más cualificados. En vista del "éxito" de los gerifaltes de la banca hasta ahora, sin embargo, casi mejor que se vayan; si uno no puede vivir con medio millón de euros al año después de cagarla de esa manera, el estado de hecho los tendría que embardunar con brea, cubrirlos de plumas y pasearlos en la plaza pública para mofa y escarnio de la población en general.
Por añadido los dirigentes que se queden (o substituyan a los muchos presidentes y gerentes generales que el gobierno alemán ha defenestrado) tienen un poderoso incentivo ahora para hacer las cosas bien. Un sueldo de medio millón de euros es bueno, pero por debajo de lo que un banquero espera; en cuanto el gobierno alemán venda sus acciones cuando el banco esté sano, sin embargo, ese límite desaparece. Como antes resuciten el banco, antes volverán a tener sus viejos sueldos monstruosos que están todos anhelando.
Sí, quizás algún potencial banquero quizás no acepte un curro que le obligue a ser "pobre" un par de años. Casi mejor: queremos a gente con paciencia en el sector financiero, no esta especie de histéricos bipolares que hemos sufrido estos años. Que sea el estado el que tenga que salvar al capitalismo de su cultura del pelotazo es, como mínimo, curioso, pero esa es otra historia.
A todo esto, estos días se han oído bastantes halagos a España y su situación en esta crisis. Cuando el Santander anunció que compraba el Sovereign Bank, algunos comentaristas han señalado (con razón) la muy conservadora regulación bancaria española era de hecho una buena idea; los bancos tienen una salud envidiable.
Alemania no tiene estas manías, y se nota. Si eres el dirigente de un banco que ha sido lo suficiente incompetente para que te nacionalicen, tu salario será limitado por el nuevo accionista de referencia a 500.000 euros al año (¡corregido!).
Políticamente, es una medida encantadora; los contribuyentes tienen la capacidad de castigar a los directivos que les han obligado a gastar dinero a espuertas. Lo que se tiene que ver, sin embargo, es si esto tiene esto sentido desde un punto de vista económico.
Algunos críticos han comentado que estas limitaciones crearán un problema añadido a los bancos, que tendrán problemas graves para retener a sus dirigentes más cualificados. En vista del "éxito" de los gerifaltes de la banca hasta ahora, sin embargo, casi mejor que se vayan; si uno no puede vivir con medio millón de euros al año después de cagarla de esa manera, el estado de hecho los tendría que embardunar con brea, cubrirlos de plumas y pasearlos en la plaza pública para mofa y escarnio de la población en general.
Por añadido los dirigentes que se queden (o substituyan a los muchos presidentes y gerentes generales que el gobierno alemán ha defenestrado) tienen un poderoso incentivo ahora para hacer las cosas bien. Un sueldo de medio millón de euros es bueno, pero por debajo de lo que un banquero espera; en cuanto el gobierno alemán venda sus acciones cuando el banco esté sano, sin embargo, ese límite desaparece. Como antes resuciten el banco, antes volverán a tener sus viejos sueldos monstruosos que están todos anhelando.
Sí, quizás algún potencial banquero quizás no acepte un curro que le obligue a ser "pobre" un par de años. Casi mejor: queremos a gente con paciencia en el sector financiero, no esta especie de histéricos bipolares que hemos sufrido estos años. Que sea el estado el que tenga que salvar al capitalismo de su cultura del pelotazo es, como mínimo, curioso, pero esa es otra historia.
A todo esto, estos días se han oído bastantes halagos a España y su situación en esta crisis. Cuando el Santander anunció que compraba el Sovereign Bank, algunos comentaristas han señalado (con razón) la muy conservadora regulación bancaria española era de hecho una buena idea; los bancos tienen una salud envidiable.
domingo, octubre 12, 2008
Empujando la economía
Los políticos hablan y proponen a menudo planes para estimular la economía. Ya sabéis, eso de dar un empujoncito a la demanda agregada o la inversión, sea mediante bajar impuestos o aumentar el gasto público de un modo u otro.
Como en todo, no todos los planes de estímulo son creados iguales. Moody´s publicó no ha hace mucho un estudio detallado sobre las diferentes instrumentos y políticas públicas que un gobernante en Estados Unidos puede implementar; aquí tenéis un resumen:

Como dice en el encabezado, es el retorno en PNB por dólar gastado en rebaja fiscal o gasto público adicional; básicamente cuánto crecimiento económico adicional un político puede producir a base de aumentar el gasto público a corto plazo para amortiguar una recesión.
Algunos comentarios: rebajar impuestos a empresas o rebajar el impuesto de capitales es, como estímulo fiscal, un poco patético. A corto plazo, no añade crecimiento apenas; se está dando más dinero a un segmento de la población que no lo va a gastar de inmediato. Las empresas no tienen problemas para pagar impuestos en una recesión; cuando tienen pérdidas, no están pagando impuestos. Y si el paro es alto y no tienen beneficios, no invierten; la demanda no está ahí.
Si alguien quiere empujar la economía rápidamente, lo que uno tiene que hacer es dar dinero a quien menos tiene, o bien gasto directo en infraestructuras o ayudas a gobiernos locales y estatales.
No creo que Moody´s, por cierto, puedan ser acusados de socialistas o nada parecido. A corto plazo, un poco de Keynes bien entendido ayuda a hacer un recesión más llevadera. Veremos bastante de esto en estos próximos meses, así que cuando alguien pida bajar los impuestos a las empresas, etcétera, echadle a patadas de la conversación: los datos no les dan la razón.
Como en todo, no todos los planes de estímulo son creados iguales. Moody´s publicó no ha hace mucho un estudio detallado sobre las diferentes instrumentos y políticas públicas que un gobernante en Estados Unidos puede implementar; aquí tenéis un resumen:

Como dice en el encabezado, es el retorno en PNB por dólar gastado en rebaja fiscal o gasto público adicional; básicamente cuánto crecimiento económico adicional un político puede producir a base de aumentar el gasto público a corto plazo para amortiguar una recesión.
Algunos comentarios: rebajar impuestos a empresas o rebajar el impuesto de capitales es, como estímulo fiscal, un poco patético. A corto plazo, no añade crecimiento apenas; se está dando más dinero a un segmento de la población que no lo va a gastar de inmediato. Las empresas no tienen problemas para pagar impuestos en una recesión; cuando tienen pérdidas, no están pagando impuestos. Y si el paro es alto y no tienen beneficios, no invierten; la demanda no está ahí.
Si alguien quiere empujar la economía rápidamente, lo que uno tiene que hacer es dar dinero a quien menos tiene, o bien gasto directo en infraestructuras o ayudas a gobiernos locales y estatales.
No creo que Moody´s, por cierto, puedan ser acusados de socialistas o nada parecido. A corto plazo, un poco de Keynes bien entendido ayuda a hacer un recesión más llevadera. Veremos bastante de esto en estos próximos meses, así que cuando alguien pida bajar los impuestos a las empresas, etcétera, echadle a patadas de la conversación: los datos no les dan la razón.
domingo, octubre 05, 2008
Negociaciones y rescates
Imaginad la situación siguiente. Tenemos dos personas, Ana y Pepe, que tienen que decidir cómo se reparten $100. El método escogido para decidir qué le corresponde a cada uno es una negociación un poco acelerada: Ana propone un reparto del dinero, y Pepe decide si acepta la propuesta o no. Si Pepe acepta, el dinero es repartido según la propuesta de Ana; si Pepe dice no, ninguno de los dos recibe nada. La pregunta obvia en este caso es: ¿Qué propuesta debe hacer Ana, y qué reación conviene a Pepe?
La respuesta para Pepe es en teoría bastante sencilla: si Ana le está dando algo de dinero, no importa la cantidad, siempre estará mejor diciendo que sí a la propuesta que diciendo que no. Aún cuando Ana le ofrece un cochino dólar, con una respuesta afirmativa está ganando dinero. Ana no es tonta; sabe que basta darle algo a Pepe para mejorar su situación inicial, así que lo racional para ella será proponer $99 a $1, y aprovechar la situación.
Esa es la estrategia más racional, si miramos el problema desde un punto de vista puramente economicista. El problema es que cuando este juego (juego del ultimatum) es puesto a prueba de forma experimental, Ana y Pepe parecen ser un poco menos racionales. En el mundo real la mayoría de Pepes ahí fuera no tienen el más mínimo problema en decir que no a propuestas de 99-1 de forma consistente (sobre un 80% de los casos), y no acostumbran a aceptar ofertas hasta que no reciben ofertas más o menos justas (un 20% o más) en el reparto. Parece que al tomar decisiones económicas, la mayoría de gente no sólo se centra en motivos puramente racionales, sino que exigen también un cierto nivel de justicia en la toma de decisiones.
Repasando la accidentada aprobación del plan de rescate financiero esta semana, una de las cosas que más me ha sorprendido es la torpeza de la administración al vender la idea, ignorando las lecciones de este pequeño juego. El plan era necesario, pero Paulson nunca se paró a explicar por qué el rescate financiero iba más allá de ser un regalo de 700.000 millones a Wall Street; el reparto no era en ningún caso 99-1 respecto al resto de la economía, pero el plan presentado no incluía garantías explícitas que hablaran de un reparto más justo. El resultado fue un plan tremendamente impopular, que se estrelló con poco ceremonia en un Congreso escéptico.
El plan finalmente ha pasado, con el añadido de toneladas de regalos fiscales y medidas más o menos populistas. Lo que parece obvio, sin embargo, es que los políticos americanos no pueden pretender ya que cualquier "regalo" o programa que favorezca a los ricos, dándo por sentado que los votantes están dispuestos a aceptar repartos injustos. La economía va mal, y los votantes se están tomando esto en serio. Quizás Estados Unidos está cambiando realmente.
La respuesta para Pepe es en teoría bastante sencilla: si Ana le está dando algo de dinero, no importa la cantidad, siempre estará mejor diciendo que sí a la propuesta que diciendo que no. Aún cuando Ana le ofrece un cochino dólar, con una respuesta afirmativa está ganando dinero. Ana no es tonta; sabe que basta darle algo a Pepe para mejorar su situación inicial, así que lo racional para ella será proponer $99 a $1, y aprovechar la situación.
Esa es la estrategia más racional, si miramos el problema desde un punto de vista puramente economicista. El problema es que cuando este juego (juego del ultimatum) es puesto a prueba de forma experimental, Ana y Pepe parecen ser un poco menos racionales. En el mundo real la mayoría de Pepes ahí fuera no tienen el más mínimo problema en decir que no a propuestas de 99-1 de forma consistente (sobre un 80% de los casos), y no acostumbran a aceptar ofertas hasta que no reciben ofertas más o menos justas (un 20% o más) en el reparto. Parece que al tomar decisiones económicas, la mayoría de gente no sólo se centra en motivos puramente racionales, sino que exigen también un cierto nivel de justicia en la toma de decisiones.
Repasando la accidentada aprobación del plan de rescate financiero esta semana, una de las cosas que más me ha sorprendido es la torpeza de la administración al vender la idea, ignorando las lecciones de este pequeño juego. El plan era necesario, pero Paulson nunca se paró a explicar por qué el rescate financiero iba más allá de ser un regalo de 700.000 millones a Wall Street; el reparto no era en ningún caso 99-1 respecto al resto de la economía, pero el plan presentado no incluía garantías explícitas que hablaran de un reparto más justo. El resultado fue un plan tremendamente impopular, que se estrelló con poco ceremonia en un Congreso escéptico.
El plan finalmente ha pasado, con el añadido de toneladas de regalos fiscales y medidas más o menos populistas. Lo que parece obvio, sin embargo, es que los políticos americanos no pueden pretender ya que cualquier "regalo" o programa que favorezca a los ricos, dándo por sentado que los votantes están dispuestos a aceptar repartos injustos. La economía va mal, y los votantes se están tomando esto en serio. Quizás Estados Unidos está cambiando realmente.
lunes, septiembre 22, 2008
Emergencias
Parece que Paulson y la Casa Blanca están siguiendo una táctica vieja al hablar del plan de rescate financiero y tratar de conseguir que el Congreso lo apruebe: "la situación es muy peligrosa, tenemos que actuar muy, muy rápido, confiad en mí, que sé lo que me hago". Traducido, es algo como decir "Creedme, Wall Street tiene armas de destrucción financiera masiva, y necesito 700.000 millones de dólares para destruirlas".
Parece que esta vez, en contra de lo que comentaba el otro día por aquí, la cosa no va a ser tan sencilla de aprobar. Hoy, sin ir más lejos, tenemos a Krugman (economista de centro-izquierda) y Kristol (neoconservador de referencia) en el NYT poniendo a parir el plan. Cierto, lo hacen por motivos y bajo persepectivas distintas, pero la reacción airada de no pocos comentaristas ha despertado un cierto espíritu de resistencia en la clase política. Parece que finalmente han aprendido que dar un cheque en blanco al ejecutivo (y más a uno con el glorioso historial de Bush) en un plan que es literalmente un boceto es poco recomendable.
La verdad, estamos en una de esas situaciones maravillosas en que los políticos saben que hay un problema, saben quién se benefició más que nadie cuando este emergió, pero nadie tiene una idea cierta de cómo solucionarlo o cómo asegurar que los culpables del problema salgan beneficiados. No hay precedentes, ni manual, ni nada por el estilo; hay buenas explicaciones teóricas, pero los datos concretos sobre el alcance del problema están más que ofuscados.
¿Es arreglar el desaguisado tan urgente que es necesario improvisar ahora antes que sea tarde? ¿Es mejor pararse a pensar sobre cómo arreglarlo? ¿Realmente es sensato dar carta blanca a un ejecutivo al que le quedan tres meses de mandato? ¿Por qué somos tan gafes que este pollo suceda en un año electoral, cuando todo el mundo tiene problemas para actuar de forma sensata?
En fin, la cosa no es nada sencilla. El plan, como lo ha propuesto Paulson, no me sonaba bien el viernes, y por lo que he leído por ahí, parece que no soy el único escéptico; gente mucho más lista que yo tiene serias dudas. Si esto no es sólo una crisis de liquidez (algo que algunos comentaban ya en Agosto del año pasado) y el sistema de hecho tiene problemas de solvencia, no hará absolutamente nada. En vista de los muy limitados efectos que las inyecciones monetarias casi desesperadas de los bancos centrales han tenido en el mercado de crédito, uno diría que debemos temernos lo peor, y tener en mente algo más radical y ambicioso (y potencialmente más rentable): no rescate, sino entrar como accionista en el sistema.
De momento, por cierto, vemos que el sistema financiero pasará a estar más regulado, con los bancos de inversión pasando a ser bancos comerciales. Es el viejo pacto con el diablo de los bancos que siempre menciona Kantor: acepto más regulación y menores beneficios a cambio de más estabilidad y la posibilidad de ser rescatado si tengo problemas. El sistema financiero va a tener que comprar de nuevo el seguro estatal si quiere ser rescatado. Ya era hora.
Parece que esta vez, en contra de lo que comentaba el otro día por aquí, la cosa no va a ser tan sencilla de aprobar. Hoy, sin ir más lejos, tenemos a Krugman (economista de centro-izquierda) y Kristol (neoconservador de referencia) en el NYT poniendo a parir el plan. Cierto, lo hacen por motivos y bajo persepectivas distintas, pero la reacción airada de no pocos comentaristas ha despertado un cierto espíritu de resistencia en la clase política. Parece que finalmente han aprendido que dar un cheque en blanco al ejecutivo (y más a uno con el glorioso historial de Bush) en un plan que es literalmente un boceto es poco recomendable.
La verdad, estamos en una de esas situaciones maravillosas en que los políticos saben que hay un problema, saben quién se benefició más que nadie cuando este emergió, pero nadie tiene una idea cierta de cómo solucionarlo o cómo asegurar que los culpables del problema salgan beneficiados. No hay precedentes, ni manual, ni nada por el estilo; hay buenas explicaciones teóricas, pero los datos concretos sobre el alcance del problema están más que ofuscados.
¿Es arreglar el desaguisado tan urgente que es necesario improvisar ahora antes que sea tarde? ¿Es mejor pararse a pensar sobre cómo arreglarlo? ¿Realmente es sensato dar carta blanca a un ejecutivo al que le quedan tres meses de mandato? ¿Por qué somos tan gafes que este pollo suceda en un año electoral, cuando todo el mundo tiene problemas para actuar de forma sensata?
En fin, la cosa no es nada sencilla. El plan, como lo ha propuesto Paulson, no me sonaba bien el viernes, y por lo que he leído por ahí, parece que no soy el único escéptico; gente mucho más lista que yo tiene serias dudas. Si esto no es sólo una crisis de liquidez (algo que algunos comentaban ya en Agosto del año pasado) y el sistema de hecho tiene problemas de solvencia, no hará absolutamente nada. En vista de los muy limitados efectos que las inyecciones monetarias casi desesperadas de los bancos centrales han tenido en el mercado de crédito, uno diría que debemos temernos lo peor, y tener en mente algo más radical y ambicioso (y potencialmente más rentable): no rescate, sino entrar como accionista en el sistema.
De momento, por cierto, vemos que el sistema financiero pasará a estar más regulado, con los bancos de inversión pasando a ser bancos comerciales. Es el viejo pacto con el diablo de los bancos que siempre menciona Kantor: acepto más regulación y menores beneficios a cambio de más estabilidad y la posibilidad de ser rescatado si tengo problemas. El sistema financiero va a tener que comprar de nuevo el seguro estatal si quiere ser rescatado. Ya era hora.
domingo, septiembre 21, 2008
De democracias y dictadores
Citoyen, que me quiere mal, me pregunta por qué las democracias existen. Es una pregunta que parece tonta, pero no lo es en absoluto; lo cierto es que el hecho que los militares de todo el mundo no anden sacando tanques a la calle cada vez que algo no les gusta es un poco sorprendente.
Con lo que está cayendo estos días en los mercados financieros en Estados Unidos (un vistazo al lado político del asunto aquí) no es que tenga demasiado tiempo, pero intentaré dar una respuesta más o menos coherente. Veamos.
Empezaré por la razón que no funciona en absoluto: nada que tenga que ver con valores morales, cultura política o patriotismo constitucional es una buena explicación. Básicamente le veo dos problemas: por un lado, no explica bien por qué alguien puede preferir una dictadura a una democracia, más allá de decir que "cada uno es cada uno", y segundo, y más importante, no da un mecanismo causal que explique los cambios de régimen. Chile fue una democracia más o menos decente hasta la caida de Allende; ¿sufrieron los militares un cruce de cables? ¿Se volvieron unos blandos años más tarde, cuando Pinochet dejó el poder? Misterios.
Mi explicación es -en principio- un poco más sencilla. Las democracias se sostienen porque es básicamente racional tener una. En política la gente actua de forma básicamente racional, tratando de moldear el mundo a sus preferencias; eso implica que existe una democracia en aquellos lugares en que los militares creen que los costes de mantenerse en el poder por la fuerza dejan de valer la pena.
Reprimir y encarcelar gente es relativamente sencillo, pero no es necesariamente barato. Los militares tienen que perder tiempo y dinero poniendo policías en la calle, las fábricas cierran, hay huelga, la economía se debilita ante la inestabilidad de las protestas... es algo bastante feo, ciertamente. Cuando la presión social pidiendo democracia aumenta demasiado, los beneficios de ser un dictador absoluto (riqueza, poder, mandar mucho) empiezan a perder su especial brillo, especialmente cuando tus subalternos se empiezan a cansar de pegar tiros a civiles y tienen dudas sobre su futuro. Las revoluciones tienden a ejecutar a gente sin demasiadas ceremonias cuando triunfan, más que nada. Si mantener el control deja de valer la pena, los militares tenderán a retirarse.
Esto, obviamente, crea una pregunta de segundo orden: ¿Cuándo una dictadura deja de ser rentable para sus líderes? Para todos los que han vivido en un régimen autoritario, es bastante obvio que no sólo los militares se benefician de la opresión. En la población siempre hay grupos que andan bastante cómodos con los generales al mando, básicamente porque su autoritarismo les permite mantener un determinado arreglo social que les favorece. Los grandes terratenientes no son expropiados. Los jeques con pozos de petróleo pueden disfrutar de toda la riqueza e inversión del estado. La gran industria no tiene que aguantar esos irritantes sindicalistas.
El apoyo no se ve limitado a élites solamente; las clases medias pueden estar encantadas con el sistema. Si el dictador mantiene un sistema fiscal básicamente regresivo, con impuestos sobre la renta bajos e impuestos indirectos altos, además de mecanismos que hacen la movilidad social difícil (los hijos de obrero lo tienen difícil para llegar a la universidad, abrir negocios es caro y requiere enchufes, etcétera), no habrá pocos contables, tenderos y profesionales que estarán básicamente a gusto en una dictadura.
El problema para los dictadores, sin embargo, es que esta clase de arreglos tiene algunos límites. Para empezar, tenemos gente como los banqueros o la industria financiera. Esta gente tiene poco miedo a la democracia, ya que es difícil que les expropien nada; si el frente popular gana las elecciones, ellos se largan con el dinero a las Islas Caimán y listos. Por añadido, son industrias que necesitan un sistema fiscal transparente, ordenado y más o menos justo, aparte de regulaciones ordenadas; las dictaduras, que tienden a ser mucho más corruptas, acostumbran a ser incómodas. Los banqueros no son las únicas industrias o sectores que prefieren sistemas más abiertos, por supuesto: una empresa que se base en trabajo cualificado necesita gente bien preparada y mucha flexibilidad, algo que las dictaduras no ofrecen (de nuevo, la corrupción); amplios sectores de nuevas clases medias preferirán un sistema que genere más movilidad social.
En otras palabras, la economía y la sociedad pueden cambiar, creando condiciones en que los militares tengan problemas para formar una coalición de intereses que apoye una dictadura. Los costes de reprimir, sumados a los costes intrínsecos de mantener un sistema autoritario, son demasiado altos. Si a eso le añadimos que cuanto más moderna es una economía, más difícil es expropiar a los ricos (en un país agrario o minero, estos no se pueden llevar sus juguetes a otra parte; en un país con industria avanzada, lo raro es que tengan la fábrica cerca), la gente que tendrá miedo que los malvados comunistas ganen las elecciones y les quiten todo será más bien poca.
Esto crea, por cierto, un par de paradojas curiosas. Primero, uno no tiene que ser un país realmente avanzadísimo para ser una democracia; basta con que los ricos tengan poco que temer a uno. El ejemplo más obvio serían las repúblicas comerciales de la antigüedad: los mercaderes de la Grecia de Pericles se podían ir con los barcos a otra parte, así que no tenían nada que temer en una democracia. Segundo, si la distribución de la renta es relativamente igualitaria de origen (muchos pequeños terratenientes), es relativamente fácil ser una democracia; nadie tiene miedo de expropiaciones, así que todos pueden aceptar un sistema representativo. Este sería el caso de los viejos sistemas semirepresentativos de las trece colonías americanas, o las proto-democracias escandinavas en la Edad Media.
Resumiendo: la democracia no es un milagro; es básicamente algo que tiene sentido para todos los implicados. Es un sistema básicamente racional, en el lugar y momento adecuados; y sí, eso significa que en no pocos sitios es básicamente insostenible. Irak, por ejemplo.
Con lo que está cayendo estos días en los mercados financieros en Estados Unidos (un vistazo al lado político del asunto aquí) no es que tenga demasiado tiempo, pero intentaré dar una respuesta más o menos coherente. Veamos.
Empezaré por la razón que no funciona en absoluto: nada que tenga que ver con valores morales, cultura política o patriotismo constitucional es una buena explicación. Básicamente le veo dos problemas: por un lado, no explica bien por qué alguien puede preferir una dictadura a una democracia, más allá de decir que "cada uno es cada uno", y segundo, y más importante, no da un mecanismo causal que explique los cambios de régimen. Chile fue una democracia más o menos decente hasta la caida de Allende; ¿sufrieron los militares un cruce de cables? ¿Se volvieron unos blandos años más tarde, cuando Pinochet dejó el poder? Misterios.
Mi explicación es -en principio- un poco más sencilla. Las democracias se sostienen porque es básicamente racional tener una. En política la gente actua de forma básicamente racional, tratando de moldear el mundo a sus preferencias; eso implica que existe una democracia en aquellos lugares en que los militares creen que los costes de mantenerse en el poder por la fuerza dejan de valer la pena.
Reprimir y encarcelar gente es relativamente sencillo, pero no es necesariamente barato. Los militares tienen que perder tiempo y dinero poniendo policías en la calle, las fábricas cierran, hay huelga, la economía se debilita ante la inestabilidad de las protestas... es algo bastante feo, ciertamente. Cuando la presión social pidiendo democracia aumenta demasiado, los beneficios de ser un dictador absoluto (riqueza, poder, mandar mucho) empiezan a perder su especial brillo, especialmente cuando tus subalternos se empiezan a cansar de pegar tiros a civiles y tienen dudas sobre su futuro. Las revoluciones tienden a ejecutar a gente sin demasiadas ceremonias cuando triunfan, más que nada. Si mantener el control deja de valer la pena, los militares tenderán a retirarse.
Esto, obviamente, crea una pregunta de segundo orden: ¿Cuándo una dictadura deja de ser rentable para sus líderes? Para todos los que han vivido en un régimen autoritario, es bastante obvio que no sólo los militares se benefician de la opresión. En la población siempre hay grupos que andan bastante cómodos con los generales al mando, básicamente porque su autoritarismo les permite mantener un determinado arreglo social que les favorece. Los grandes terratenientes no son expropiados. Los jeques con pozos de petróleo pueden disfrutar de toda la riqueza e inversión del estado. La gran industria no tiene que aguantar esos irritantes sindicalistas.
El apoyo no se ve limitado a élites solamente; las clases medias pueden estar encantadas con el sistema. Si el dictador mantiene un sistema fiscal básicamente regresivo, con impuestos sobre la renta bajos e impuestos indirectos altos, además de mecanismos que hacen la movilidad social difícil (los hijos de obrero lo tienen difícil para llegar a la universidad, abrir negocios es caro y requiere enchufes, etcétera), no habrá pocos contables, tenderos y profesionales que estarán básicamente a gusto en una dictadura.
El problema para los dictadores, sin embargo, es que esta clase de arreglos tiene algunos límites. Para empezar, tenemos gente como los banqueros o la industria financiera. Esta gente tiene poco miedo a la democracia, ya que es difícil que les expropien nada; si el frente popular gana las elecciones, ellos se largan con el dinero a las Islas Caimán y listos. Por añadido, son industrias que necesitan un sistema fiscal transparente, ordenado y más o menos justo, aparte de regulaciones ordenadas; las dictaduras, que tienden a ser mucho más corruptas, acostumbran a ser incómodas. Los banqueros no son las únicas industrias o sectores que prefieren sistemas más abiertos, por supuesto: una empresa que se base en trabajo cualificado necesita gente bien preparada y mucha flexibilidad, algo que las dictaduras no ofrecen (de nuevo, la corrupción); amplios sectores de nuevas clases medias preferirán un sistema que genere más movilidad social.
En otras palabras, la economía y la sociedad pueden cambiar, creando condiciones en que los militares tengan problemas para formar una coalición de intereses que apoye una dictadura. Los costes de reprimir, sumados a los costes intrínsecos de mantener un sistema autoritario, son demasiado altos. Si a eso le añadimos que cuanto más moderna es una economía, más difícil es expropiar a los ricos (en un país agrario o minero, estos no se pueden llevar sus juguetes a otra parte; en un país con industria avanzada, lo raro es que tengan la fábrica cerca), la gente que tendrá miedo que los malvados comunistas ganen las elecciones y les quiten todo será más bien poca.
Esto crea, por cierto, un par de paradojas curiosas. Primero, uno no tiene que ser un país realmente avanzadísimo para ser una democracia; basta con que los ricos tengan poco que temer a uno. El ejemplo más obvio serían las repúblicas comerciales de la antigüedad: los mercaderes de la Grecia de Pericles se podían ir con los barcos a otra parte, así que no tenían nada que temer en una democracia. Segundo, si la distribución de la renta es relativamente igualitaria de origen (muchos pequeños terratenientes), es relativamente fácil ser una democracia; nadie tiene miedo de expropiaciones, así que todos pueden aceptar un sistema representativo. Este sería el caso de los viejos sistemas semirepresentativos de las trece colonías americanas, o las proto-democracias escandinavas en la Edad Media.
Resumiendo: la democracia no es un milagro; es básicamente algo que tiene sentido para todos los implicados. Es un sistema básicamente racional, en el lugar y momento adecuados; y sí, eso significa que en no pocos sitios es básicamente insostenible. Irak, por ejemplo.
jueves, septiembre 04, 2008
No sólo son las autonomías
Estos días Belloch y un puñado de alcaldes andan pidiendo nueva financiación para las ciudades, para añadir un poco de salsa al debate autonómico. Algo que por cierto es muy, muy necesario, por el mismo motivo que hace falta cambiar la financiación autonómica: el sistema actual crea incentivos perversos, y contribuye a dispersar la población de forma torpe y desordenada.
Sí, las ciudades necesitan más dinero. Pero por encima de todo, es hora que aquí cada uno se pague sus caprichos e ideas raras; si una ciudad quiere cubrir autopistas, esto de endeudarse primero y pedir pasta después no vale. Y sí, hay proyectos en que el estado tiene que ayudar, pero no puede ser que las ciudades se lancen a hacer cosas raras confiando en que papá estado les cubra sus deudas a posteriori. En defensa de Gallardón, el tipo sí que subió sus impuestos para hacer todas esas inversiones, pero los alcaldes necesitan más margen de maniobra, y los votantes necesitan poden ver con más claridad quién cobra cada cosa, y quién está haciendo cada obra.
Sí, las ciudades necesitan más dinero. Pero por encima de todo, es hora que aquí cada uno se pague sus caprichos e ideas raras; si una ciudad quiere cubrir autopistas, esto de endeudarse primero y pedir pasta después no vale. Y sí, hay proyectos en que el estado tiene que ayudar, pero no puede ser que las ciudades se lancen a hacer cosas raras confiando en que papá estado les cubra sus deudas a posteriori. En defensa de Gallardón, el tipo sí que subió sus impuestos para hacer todas esas inversiones, pero los alcaldes necesitan más margen de maniobra, y los votantes necesitan poden ver con más claridad quién cobra cada cosa, y quién está haciendo cada obra.
martes, agosto 26, 2008
El constante ruido autonómico
Siempre que pensamos sobre los dos o tres grandes temas que parecen volver de forma eterna a primera plana en política española, uno no puede evitar mencionar el debate autonómico. En España se habla, y mucho, de geografía, y del eterno conflicto entre las regiones que creen pagar demasiado y las que se quejan que no reciben bastante. De siempre este debate ha sido visto con cierta consternación por no poca gente en la izquierda, que se lamenta que con todo lo que está cayendo siempre acabamos de hablando de catalanes.
Lo cierto es que si bien a veces el debate se hace un poco cansino, lo cierto es que tiene poco de inusual, y de hecho no tiene nada de irrelevante. Las discusiones sobre qué región paga qué y dónde van los impuestos en estados más o menos descentralizados no tienen nada de excepcional, y de hecho son bastante comunes fuera de España. Estos días, sin ir más lejos, ando trabajando en desfacer el entuerto que es la financiación municipal en Connecticut.
La explicación sonará muy familiar. Las competencias en educación en Estados Unidos no son federales ni estatales. Están en manos de los municipios. Y cuando se dice están en manos de las autoridades locales, esto es totalmente literal: los temarios de los colegios de un pueblo a otro, de una ciudad a otra, pueden ser completamente diferentes; los colegios pueden empezar en días totalmente distintos; y los sueldos, preparación y profesionalismo de los profesores pueden variar entre distritos escolares hasta niveles ridículos.
Como todo en Estados Unidos, el gobierno que hace el gasto es responsable de recaudar el dinero que necesita, así que cada ciudad y cada pueblo se tiene que preocupar de buscar fondos. Dentro de Connecticut, los municipios tienen básicamente una única herramienta fiscal, el impuesto sobre la propiedad, así que cada uno pone el nivel que quiere y se paga el colegio que sus votantes le dejan. Esto suena muy bien, en principio, pero choca con el pequeño problema que las ciudades y pueblos de Connecticut son bastante heterogéneos. De hecho, las diferencias entre el nivel de renta entre municipios en el estado hacen que Brasil parezca Suecia: la renta por cápita va de los $16.000 de Bridgeport hasta los casi $180.000 (¡de media! ¡incluyendo niños y viejos!) de New Canaan.
Ahora imaginad la diferencia entre distritos escolares. El alcalde de New Canaan tiene un pueblo en que el precio medio de la vivienda está por encima del millón de dólares (¡de media!); en Bridgeport, el problema es la enorme cantidad de fábricas abandonadas y solares vacios que rodean las pobres, tristes casas en muchos barrios. El primero puede poner un impuesto sobre propiedad ridículamente bajo (un pequeño porcentaje del valor de la casa) y pagar un sistema educativo con letrinas de oro macizo; el segundo, por mucho que cobre, tendra una miseria de ingresos y una mierda de sistema educativo. Si le añadimos que Bridgeport tiene más inmigrantes, más familias desestructuradas y más niños problemáticos ya de origen, no hace falta que diga que el desequilibrio es horripilante.
Más allá de los problemas educativos, el sistema fiscal crea unos incentivos perversos sencillamente atroces. El sueño dorado de cualquier alcalde es tener pocas casas, todas caras, todas enormes, dando servicio a pocos críos. Si un pueblo tiene espacio libre en cualquier sitio (espacio que no esté horriblemente contaminado, como muchos solares en Bridgeport), la tentación será dividirlo en parcelas de dos o tres acres, limitar el número de casas pequeñas y baratas a golpe de ordenanza municipal, y llenar todo el estado de suburbios extensos, gigantes y horrorosamente ineficientes, vaciando aún más las ciudades que no tienen espacio libre.
Evidentemente, las ciudades están locas por cambiar este sistema de financiación; New Canaan, Greenwich, Norwalk y todos los pueblos llenos a rebosar de ricachones no; es obvio que tienen muchísimo que perder. Si bien hay algunos mecanismos (muy limitados) de relativa redistribución (el estado "ayuda" a las ciudades pobres, aunque nunca da lo que promete), el conflicto está siempre ahí, latente, haciendo la vida imposible a medio estado.
Sí, los impuestos los pagan las personas. El problema es que los gobiernos no son unipersonales; podemos recaudar uno a uno, pero el gasto lo tenemos que gestionar en bloques. Sea por región, sea por municipio, sea por estado, pero el dinero tiene que pasar por algún sitio antes que un servicio sea prestado. Si creemos que descentralizar es bueno, y que el hecho que los gestores de estos servicios sean cercanos a los votantes es importante, el dilema sobre cómo repartir el dinero es imposible de evitar. Si no descentralizamos, el problema no desaparece: el estado central seguirá teniendo que decidir dónde construir autopistas, hospitales y aeropuertos. El problema será no cuánto dinero recibe cada autonomía, sino qué distrito electoral dá más votos y "merecerá" más atención del político de turno.
La política, reducida a la más mínima expresión, es una decisión sobre el reparto de recursos; de hecho, si se reparte o no. No importa cómo descentralices y como repartas, la discusión siempre estará ahí, organices como organices el estado. En España no nos "libraremos" del debate autonómico porque de hecho, no deja de ser lo más esencial, básico de lo que es política. Sea bienvenido.
Lo cierto es que si bien a veces el debate se hace un poco cansino, lo cierto es que tiene poco de inusual, y de hecho no tiene nada de irrelevante. Las discusiones sobre qué región paga qué y dónde van los impuestos en estados más o menos descentralizados no tienen nada de excepcional, y de hecho son bastante comunes fuera de España. Estos días, sin ir más lejos, ando trabajando en desfacer el entuerto que es la financiación municipal en Connecticut.
La explicación sonará muy familiar. Las competencias en educación en Estados Unidos no son federales ni estatales. Están en manos de los municipios. Y cuando se dice están en manos de las autoridades locales, esto es totalmente literal: los temarios de los colegios de un pueblo a otro, de una ciudad a otra, pueden ser completamente diferentes; los colegios pueden empezar en días totalmente distintos; y los sueldos, preparación y profesionalismo de los profesores pueden variar entre distritos escolares hasta niveles ridículos.
Como todo en Estados Unidos, el gobierno que hace el gasto es responsable de recaudar el dinero que necesita, así que cada ciudad y cada pueblo se tiene que preocupar de buscar fondos. Dentro de Connecticut, los municipios tienen básicamente una única herramienta fiscal, el impuesto sobre la propiedad, así que cada uno pone el nivel que quiere y se paga el colegio que sus votantes le dejan. Esto suena muy bien, en principio, pero choca con el pequeño problema que las ciudades y pueblos de Connecticut son bastante heterogéneos. De hecho, las diferencias entre el nivel de renta entre municipios en el estado hacen que Brasil parezca Suecia: la renta por cápita va de los $16.000 de Bridgeport hasta los casi $180.000 (¡de media! ¡incluyendo niños y viejos!) de New Canaan.
Ahora imaginad la diferencia entre distritos escolares. El alcalde de New Canaan tiene un pueblo en que el precio medio de la vivienda está por encima del millón de dólares (¡de media!); en Bridgeport, el problema es la enorme cantidad de fábricas abandonadas y solares vacios que rodean las pobres, tristes casas en muchos barrios. El primero puede poner un impuesto sobre propiedad ridículamente bajo (un pequeño porcentaje del valor de la casa) y pagar un sistema educativo con letrinas de oro macizo; el segundo, por mucho que cobre, tendra una miseria de ingresos y una mierda de sistema educativo. Si le añadimos que Bridgeport tiene más inmigrantes, más familias desestructuradas y más niños problemáticos ya de origen, no hace falta que diga que el desequilibrio es horripilante.
Más allá de los problemas educativos, el sistema fiscal crea unos incentivos perversos sencillamente atroces. El sueño dorado de cualquier alcalde es tener pocas casas, todas caras, todas enormes, dando servicio a pocos críos. Si un pueblo tiene espacio libre en cualquier sitio (espacio que no esté horriblemente contaminado, como muchos solares en Bridgeport), la tentación será dividirlo en parcelas de dos o tres acres, limitar el número de casas pequeñas y baratas a golpe de ordenanza municipal, y llenar todo el estado de suburbios extensos, gigantes y horrorosamente ineficientes, vaciando aún más las ciudades que no tienen espacio libre.
Evidentemente, las ciudades están locas por cambiar este sistema de financiación; New Canaan, Greenwich, Norwalk y todos los pueblos llenos a rebosar de ricachones no; es obvio que tienen muchísimo que perder. Si bien hay algunos mecanismos (muy limitados) de relativa redistribución (el estado "ayuda" a las ciudades pobres, aunque nunca da lo que promete), el conflicto está siempre ahí, latente, haciendo la vida imposible a medio estado.
Sí, los impuestos los pagan las personas. El problema es que los gobiernos no son unipersonales; podemos recaudar uno a uno, pero el gasto lo tenemos que gestionar en bloques. Sea por región, sea por municipio, sea por estado, pero el dinero tiene que pasar por algún sitio antes que un servicio sea prestado. Si creemos que descentralizar es bueno, y que el hecho que los gestores de estos servicios sean cercanos a los votantes es importante, el dilema sobre cómo repartir el dinero es imposible de evitar. Si no descentralizamos, el problema no desaparece: el estado central seguirá teniendo que decidir dónde construir autopistas, hospitales y aeropuertos. El problema será no cuánto dinero recibe cada autonomía, sino qué distrito electoral dá más votos y "merecerá" más atención del político de turno.
La política, reducida a la más mínima expresión, es una decisión sobre el reparto de recursos; de hecho, si se reparte o no. No importa cómo descentralices y como repartas, la discusión siempre estará ahí, organices como organices el estado. En España no nos "libraremos" del debate autonómico porque de hecho, no deja de ser lo más esencial, básico de lo que es política. Sea bienvenido.
miércoles, julio 16, 2008
Semos un país razonable
Ya era hora. Tras décadas de descentralización pretendiendo que no vivimos en un estado federal, en España finalmente sabemos las balanzas fiscales entre regiones. No voy a entrar a comentar en detalle el sistema de financiación (he hablado un montón sobre el tema) ni la metodología empleada (no creo que nadie se divierta leyendo discusiones de contabilidad); hoy me conformo con celebrar que finalmente vemos qué comunidades aportan más y qué comunidades aportan menos.
Unas cuántas notas. Primero, no vale la pena hacer demasiado caso a las cifras en sí, ya que no tienen en cuenta todo el sector público; las comunidades ricas gastan más que las pobres, así que la diferencia en redistribución real es algo menor. Segundo, en contra de lo que dice el gobierno, publicar estas cifras no tiene nada de único; Estados Unidos lo hace de forma rutinaria, y en sitios como Alemania hay incluso un límite explícito a la cantidad de dinero que puede redistribuir una región rica (un 3% de su PIB). No tiene nada de anormal.
Tercero, recalcar que en este sistema hay dos comunidades que ejercen de gorrones; o para ser más concretos, un gorrón serio (Euskadi) y uno no demasiado pronunciado (Navarra). Lo cierto es que tienen el sistema más racional de financiación (recaudan todo, y pagan al estado por sus servicios más un fondo para redistribución), pero parece bastante claro que están arrimando el hombro menos de lo que deberían.
Cuarto, hay alguien que no tiene ni idea de números en Andalucía y alguien que es capaz de sacar petróleo de las piedras en Asturias. Andalucía, para lo pobre que es, ve relativamente poco, mientras que Asturias, que está al 90% de la media nacional, ve muchísimo. Lo de Extremadura, mientras tanto, es una bestialidad; lo que uno tiene que preguntarse es dónde va el dinero. O la Junta de Extremadura no gasta un duro, compensando sus cifras a la baja, o aquí hay una burrada de gasto público muy, muy ineficiente.
En fin, habrá mucho que contar sobre el tema. De momento, tendremos a muchos medios distraidos con el se-rompe-España y no con la crisis otra vez. Un clásico.
Unas cuántas notas. Primero, no vale la pena hacer demasiado caso a las cifras en sí, ya que no tienen en cuenta todo el sector público; las comunidades ricas gastan más que las pobres, así que la diferencia en redistribución real es algo menor. Segundo, en contra de lo que dice el gobierno, publicar estas cifras no tiene nada de único; Estados Unidos lo hace de forma rutinaria, y en sitios como Alemania hay incluso un límite explícito a la cantidad de dinero que puede redistribuir una región rica (un 3% de su PIB). No tiene nada de anormal.
Tercero, recalcar que en este sistema hay dos comunidades que ejercen de gorrones; o para ser más concretos, un gorrón serio (Euskadi) y uno no demasiado pronunciado (Navarra). Lo cierto es que tienen el sistema más racional de financiación (recaudan todo, y pagan al estado por sus servicios más un fondo para redistribución), pero parece bastante claro que están arrimando el hombro menos de lo que deberían.
Cuarto, hay alguien que no tiene ni idea de números en Andalucía y alguien que es capaz de sacar petróleo de las piedras en Asturias. Andalucía, para lo pobre que es, ve relativamente poco, mientras que Asturias, que está al 90% de la media nacional, ve muchísimo. Lo de Extremadura, mientras tanto, es una bestialidad; lo que uno tiene que preguntarse es dónde va el dinero. O la Junta de Extremadura no gasta un duro, compensando sus cifras a la baja, o aquí hay una burrada de gasto público muy, muy ineficiente.
En fin, habrá mucho que contar sobre el tema. De momento, tendremos a muchos medios distraidos con el se-rompe-España y no con la crisis otra vez. Un clásico.
sábado, julio 05, 2008
Notas sobre el Congreso del PSOE
Debo reconocer que no he seguido el Congreso del PSOE con el mismo entusiasmo con el que seguí el del PP, así que tomad estas notas como si fueran preguntas al tendido.
Sé de sobras que en política lo importante no son los cargos y peleas por el liderazgo y que uno debe pensar en programas por encima de todo, pero cuando de partidos se trata, los tortazos internos me ponen. Deformación profesional, mira. En este congresillo tan plácido, las cosas han sido más interesante al hablar de programa que no de nombres, así que he dormido un poco.
Ha habido cosas, sin embargo. Para empezar, el presunto "giro a la izquierda" del PSOE en relaciones con la Iglesia y aborto. No creo que la posición del partido o sus dirigentes ha cambiado (básicamente siempre han sido secularistas); lo que sí se puede decir, sin embargo, es que han sacado el tema del armario con no poca mala leche política. Básicamente, están lanzando un cebo a la Cope, ABC y compañía a ver si se indignan un poco y hacen que Rajoy deba perder el tiempo otra vez hablando de todo menos economía. Algunos ya están en ello, vamos.
Lo cierto es que estas "propuestas radicales" lo son bien poco. Estoy bastante seguro (esto es, leí una encuesta hace poco y ahora no encuentro el enlace) que una mayoría significativa de la población española aprueba la mayoría o todas las propuestas, a la vez que irritan profundamente a una minoría bastante ruidosa de la derecha española. Es decir, un blanco perfecto para algo de politiqueo cínico.
Sobre el resto de propuestas políticas, vale la pena destacar la renovación del sistema de financiación local, una de las piezas disfuncionales del sistema fiscal español. Opaco, torpe, injusto, el modelo actual crea toda clase de incentivos perversos y desajustes económicos variados; ya era hora que alguien lo repasara. El resto, bastante liviano; con la que está cayendo ahí fuera me parece que eran necesarias más propuestas concretas y reformas estructurales. Nada nuevo con este gobierno, que parece obcecado en tener buenas ideas y no contarles a nadie.
Una última nota, sin embargo: Leire Pajín. No la conozco demasiado. Puede que sea una persona ultrabrillante. Aún así, ¿no hace falta alguien con muy mala leche y pocas ganas de hacer amigos en la secretaría de organización? Si Pajín es, como parece indicar su rápido ascenso, una futura ministra y candidata a algún cargo importante (Comunidad Valenciana o más allá), se me hace raro que esté en un sitio en el que corre el riesgo de liarse a tortas con gente. De hecho, sabiendo lo "bien" que funcionan los socialistas valencianos, puede que lo haga con su propia gente. Agradecería que alguien me lo aclarara.
Sé de sobras que en política lo importante no son los cargos y peleas por el liderazgo y que uno debe pensar en programas por encima de todo, pero cuando de partidos se trata, los tortazos internos me ponen. Deformación profesional, mira. En este congresillo tan plácido, las cosas han sido más interesante al hablar de programa que no de nombres, así que he dormido un poco.
Ha habido cosas, sin embargo. Para empezar, el presunto "giro a la izquierda" del PSOE en relaciones con la Iglesia y aborto. No creo que la posición del partido o sus dirigentes ha cambiado (básicamente siempre han sido secularistas); lo que sí se puede decir, sin embargo, es que han sacado el tema del armario con no poca mala leche política. Básicamente, están lanzando un cebo a la Cope, ABC y compañía a ver si se indignan un poco y hacen que Rajoy deba perder el tiempo otra vez hablando de todo menos economía. Algunos ya están en ello, vamos.
Lo cierto es que estas "propuestas radicales" lo son bien poco. Estoy bastante seguro (esto es, leí una encuesta hace poco y ahora no encuentro el enlace) que una mayoría significativa de la población española aprueba la mayoría o todas las propuestas, a la vez que irritan profundamente a una minoría bastante ruidosa de la derecha española. Es decir, un blanco perfecto para algo de politiqueo cínico.
Sobre el resto de propuestas políticas, vale la pena destacar la renovación del sistema de financiación local, una de las piezas disfuncionales del sistema fiscal español. Opaco, torpe, injusto, el modelo actual crea toda clase de incentivos perversos y desajustes económicos variados; ya era hora que alguien lo repasara. El resto, bastante liviano; con la que está cayendo ahí fuera me parece que eran necesarias más propuestas concretas y reformas estructurales. Nada nuevo con este gobierno, que parece obcecado en tener buenas ideas y no contarles a nadie.
Una última nota, sin embargo: Leire Pajín. No la conozco demasiado. Puede que sea una persona ultrabrillante. Aún así, ¿no hace falta alguien con muy mala leche y pocas ganas de hacer amigos en la secretaría de organización? Si Pajín es, como parece indicar su rápido ascenso, una futura ministra y candidata a algún cargo importante (Comunidad Valenciana o más allá), se me hace raro que esté en un sitio en el que corre el riesgo de liarse a tortas con gente. De hecho, sabiendo lo "bien" que funcionan los socialistas valencianos, puede que lo haga con su propia gente. Agradecería que alguien me lo aclarara.
domingo, junio 29, 2008
Futboleando: Buenas noticias para ZP
Ganó España la Eurocopa (que mal que jugaron los alemanes, pardiez), con autoridad y carisma. Me parece que aparte de todos los aficionados haciendo el mandril celebrándolo esta noche (no me destrocen el país, por favor), hay alguien que estará a buen seguro contento en uno de esos cuartos oscuros de Ferraz donde vive el cinismo político. Sí, el futbol es importante. Tanto, de hecho, que algo de felicidad se le contagiará a buen seguro al actual gobierno, que no es que esté en sus mejores horas.
Y sí, hay antecedentes. No son pocos los estudiosque señalan que los votantes a veces castigan o premian a los políticos por eventos en los que estos no han tenido nada que ver. El caso más famoso es un estudio americano que demuestra que los votantes penalizaban electoralmente a sus gobiernos debido a sequías, epidemias de gripe y ataques de tiburones a bañistas, cosas que ni el más voluntarioso alcalde o diputado puede combatir a base de leyes.
Este caso no es ni de lejos único; no me extrañaría lo más mínimo que lo contrario sea cierto, y los resultados futbolísticos en mundiales y eurocopas tengan su efecto en la popularidad de los gobiernos y -en menor medida- el crecimiento económico. Alguien se hará rico con tanto petardo, camiseta y banderita vendida, vamos.
Y sí, hay antecedentes. No son pocos los estudiosque señalan que los votantes a veces castigan o premian a los políticos por eventos en los que estos no han tenido nada que ver. El caso más famoso es un estudio americano que demuestra que los votantes penalizaban electoralmente a sus gobiernos debido a sequías, epidemias de gripe y ataques de tiburones a bañistas, cosas que ni el más voluntarioso alcalde o diputado puede combatir a base de leyes.
Este caso no es ni de lejos único; no me extrañaría lo más mínimo que lo contrario sea cierto, y los resultados futbolísticos en mundiales y eurocopas tengan su efecto en la popularidad de los gobiernos y -en menor medida- el crecimiento económico. Alguien se hará rico con tanto petardo, camiseta y banderita vendida, vamos.
viernes, junio 27, 2008
Intrusismo profesional: los genes afectan el voto
En una muestra que en la Ciencia Política cabemos todos (más que nada porque supongo que la mayoría de politólogos no hacemos gran cosa), un estudio reciente parece demostrar que uno de los factores más importantes para predecir el nivel de participación de un individuo son sus genes. Dicho en otras palabras, la probabilidad de votar o abstenerse en unas elecciones deriva en parte de la biología y la herencia genética que tu padre y tu madre te dejaron.
Votar es, hasta cierto punto, un misterio. Es básicamente una acción irracional: pierdo el tiempo el día de las elecciones haciendo algo que tiene un efecto insignificante en el resultado de los comicios. Los politólogos tenemos un montón de explicaciones más o menos creativas para explicar por qué la gente va y vota (la mayoría con extensiones creativas de lo que significa la palabra "racionalidad"), pero los modelos tienden a ser, con pocas excepciones, cualquier cosa menos elegantes. La disciplina no es capaz de explicar por qué la gente vota, algo bastante triste.
Sin embargo, parece que alguien se le ha ocurrido tratarlo de explicar desde la biología. Usando el truco más viejo del investigador genético medio (utilizar gemelos idénticos, comparándolos con gemelos no idénticos, etcétera) y con una muestra relativamente decente, el resultado es que parece que los genes tienen un peso explicativo importante, explicando sobre el 70% de la decisión de ir a votar.
Evidentemente, es un primer estudio, y aún tiene que leerse con cierta cautela. Parece que estudios sucesivos están confirmando estos patrones, algo que dejará a muchos científicos sociales con un vago sentimiento de inutilidad y tristeza. Por descontado, tenemos un patrón, pero no un mecanismo causal; sabemos que los genes nos hacen más participativos, que el destino nos lo marcan las estrellas y que somos esclavos de la biología, así que tenemos que explicar... no sé, cosas. Por qué votan republicano. No sé.
En fin, ligeramente deprimente. Interesante, no nos engañemos. Pero ligeramente deprimente. Menos mal que me dedico a otras cosas, y no a eso de los modelos de voto.
Votar es, hasta cierto punto, un misterio. Es básicamente una acción irracional: pierdo el tiempo el día de las elecciones haciendo algo que tiene un efecto insignificante en el resultado de los comicios. Los politólogos tenemos un montón de explicaciones más o menos creativas para explicar por qué la gente va y vota (la mayoría con extensiones creativas de lo que significa la palabra "racionalidad"), pero los modelos tienden a ser, con pocas excepciones, cualquier cosa menos elegantes. La disciplina no es capaz de explicar por qué la gente vota, algo bastante triste.
Sin embargo, parece que alguien se le ha ocurrido tratarlo de explicar desde la biología. Usando el truco más viejo del investigador genético medio (utilizar gemelos idénticos, comparándolos con gemelos no idénticos, etcétera) y con una muestra relativamente decente, el resultado es que parece que los genes tienen un peso explicativo importante, explicando sobre el 70% de la decisión de ir a votar.
Evidentemente, es un primer estudio, y aún tiene que leerse con cierta cautela. Parece que estudios sucesivos están confirmando estos patrones, algo que dejará a muchos científicos sociales con un vago sentimiento de inutilidad y tristeza. Por descontado, tenemos un patrón, pero no un mecanismo causal; sabemos que los genes nos hacen más participativos, que el destino nos lo marcan las estrellas y que somos esclavos de la biología, así que tenemos que explicar... no sé, cosas. Por qué votan republicano. No sé.
En fin, ligeramente deprimente. Interesante, no nos engañemos. Pero ligeramente deprimente. Menos mal que me dedico a otras cosas, y no a eso de los modelos de voto.
martes, junio 24, 2008
El problema de las subvenciones a la vivienda
Paul Krugman hablaba ayer de uno de las políticas públicas que contribuyeron de forma clave a la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, la enorme cantidad de subvenciones fiscales más o menos descaradas que el gobierno americano da a quienes compran una casa. El hecho que el gobierno federal permita desgravar en el impuesto de la renta los pagos de intereses de una hipoteca hace que el comprar una casa sea más atractivo en comparación al alquiler. La retórica política americana está obsesionada que el "sueño americano" incluye ser propietario de una casita y un terruño, así que el congreso y presidente no dudan en regar a los compradores de ayudas.
No hace falta decir que esto además de ser patéticamente regresivo (la gente de renta baja no compra casas, así que nunca desgravará un duro por hipotecas), es de hecho una distorsión grave del mercado de vivienda, e incluso del mercado de trabajo. Como ha comentado gente más lista que yo a menudo, comprar una casa es a menudo una decisión irracional: cuesta más dinero, limita tus opciones a medio plazo de movilidad laboral, es una inversión arriesgada (¿quién dijo que los precios no bajaban nunca, por cierto?) y tiene poco sentido en muchos casos.
Cuando el estado anda subvencionando un tipo de comportamiento económico que no es el más racional en todos los casos, esto genera problemas. Por ejemplo, demasiada gente quiere ser propietaria, creando un exceso de demanda. Los precios pueden subir más, ya que el estado se está tragando una parte del coste. Más gente invierte en ladrillo, ya que el estado paga parte de mis intereses. El alquilar se encarece, ya que hay menos recursos y ayudas en ese mercado. Y, curiosamente, todo esto tiende a favorecer la aparación de burbujas inmobiliarias, especialmente en épocas con tipos de interés escandalosamente bajos.
No hace falta que diga que todo lo que dice Krugman es aplicable, con muy pocos cambios, al mercado inmobiliario español. Y no hace falta que diga que ahora es un poco demasiado tarde para eliminar todas estas ayudas, con el mercado completamente moribundo. Para evitar disgustos futuros, sin embargo, más que ayudas al alquiler lo que debería estar en la agenda del gobierno es eliminar la miriada de desgravaciones que abaratan la compra de casas. Políticamente costoso, pero económicamente necesario.
No hace falta decir que esto además de ser patéticamente regresivo (la gente de renta baja no compra casas, así que nunca desgravará un duro por hipotecas), es de hecho una distorsión grave del mercado de vivienda, e incluso del mercado de trabajo. Como ha comentado gente más lista que yo a menudo, comprar una casa es a menudo una decisión irracional: cuesta más dinero, limita tus opciones a medio plazo de movilidad laboral, es una inversión arriesgada (¿quién dijo que los precios no bajaban nunca, por cierto?) y tiene poco sentido en muchos casos.
Cuando el estado anda subvencionando un tipo de comportamiento económico que no es el más racional en todos los casos, esto genera problemas. Por ejemplo, demasiada gente quiere ser propietaria, creando un exceso de demanda. Los precios pueden subir más, ya que el estado se está tragando una parte del coste. Más gente invierte en ladrillo, ya que el estado paga parte de mis intereses. El alquilar se encarece, ya que hay menos recursos y ayudas en ese mercado. Y, curiosamente, todo esto tiende a favorecer la aparación de burbujas inmobiliarias, especialmente en épocas con tipos de interés escandalosamente bajos.
No hace falta que diga que todo lo que dice Krugman es aplicable, con muy pocos cambios, al mercado inmobiliario español. Y no hace falta que diga que ahora es un poco demasiado tarde para eliminar todas estas ayudas, con el mercado completamente moribundo. Para evitar disgustos futuros, sin embargo, más que ayudas al alquiler lo que debería estar en la agenda del gobierno es eliminar la miriada de desgravaciones que abaratan la compra de casas. Políticamente costoso, pero económicamente necesario.
lunes, junio 23, 2008
Las aventuras de Rajoy, héroe sin rival
El PP tuvo su congreso, y hubo paz. Eso es lo que parece en el exterior, viendo las votaciones, los discursos, las ovaciones y la orgullosa muestra de unidad y adoración al líder que vimos estos días. Rajoy, tras pasarse tres meses luchando contra toda clase de dragones, llegó a la última de sus doce pruebas para encontrarse nada más que un teatro lleno, un montón de fotógrafos, y gener aplaudiendo.
Rajoy triunfante, héroe sin rival. ¿O no?
La verdad, no creo que descubra nada a nadie si revelo que lo visto en el congreso tiene bastante de teatro y mucho de ficción. La cantidad de votos en blanco es bastante reveladora. Como los viejos soldados que "avanzan hacia la retaguardia" para poder luchar en otra guerra, los disidentes del PP han preferido no meterse en una batalla que sabían que no podían ganar. En un partido político no puedes hacer nada peor que parecer un perdedor, así que en vista que Rajoy y el aparato habían hecho un buen trabajo cerrando puertas al congreso, nadie movió un pelo. Nadie se arriesga a dar un paso al frente si cree que el resto de los aguerridos rebeldes le van a dejar más sólo que la una, así que el ataque de cagarrinas de todos esos conservadores ultrajados ha sido importante.
¿Qué podemos esperar del PP ahora? Básicamente, Rajoy vuelve a depender de si mismo para sobrevivir hasta el 2012. Toda la racionalidad de su giro al centro se basa en mejorar los resultados electorales; el líder del PP pide al partido que confíe en él, cierre los ojos, y le siga a la tierra prometida de la victoria en las urnas. Si el partido saca un buen resultado en las elecciones vascas, gallegas y europeas, la estrategia de Rajoy se verá gloriosamente recompensada. Si se la pega en las urnas... bueno, no habrá falta de gente con ganas de lincharle.
Ahora es cuando viene la belleza del asunto, y el problema latente para la nueva cúpula del PP. Si quieren sobrevivir en el cargo, tienen que ganar elecciones. Eso significa que si soy un tipo no demasiado satisfecho con la dirección, de hecho casi me interesa que las pierdan. Si además de tener cierto interés morboso en derrotas electorales soy alguien con nombre y apellidos en la vida del partido (esto es, bien conocidillo) y cierto ánimo kamikaze, me puedo dedicar a convocar ruedas de prensa, decir burradas, y hacer el troll con entusiasmo, a ver si hago daño al partido. El PP anda falto de Rosa Díez, vamos.
Lo más divertido es que todo notable con ganas de gresca tiene que resolver de hecho un pequeño dilema. Si el partido va bien en las encuestas, salir a la palestra y hacer ruido quedará francamente mal; si pierden, le echarán la culpa, y si ganan, nunca más se comerá una rosca. Si la cosa está ajustadilla o el partido va por detrás, sin embargo, no habrá falta de voluntarios con ganas de salir a partirle la cara al jefe. Por su bien, Rajoy tiene que ponerse a hacer oposición rápido; si las encuestas no acompañan, estará otra vez en problemas rápido.
Un último detalle, por cierto, sobre todo lo aprobado en este congreso: las primarias. Que Dios les pille confesados si tienen que aplicarlo alguna vez con elecciones competitivas. Escribí hace tiempo sobre los pros y los contras de cada sistema para escoger al líder de un partido, y me parece que francamente los del PP se lanzan a un sistema de primarias sin saber a qué se exponen. A veces funcionan bien, a veces no funcionan en absoluto. Lo que si que es seguro es que son cualquier cosa menos un sistema ordenado, cuerdo y elegante para hacer que un partido funcione como un bloque sólido.
El PP tiene una considerable tradición de tener sistemas de gobierno relativamente cerrados y opacos. No es que sean estricamente justos, pero los utilizan históricamente por una buena razón: la derecha española no acaba de entrar de forma natural bajo unas solas siglas, y tiene que ser metida a presión dentro del edificio de Génova para que no se desparrame horriblemente. En un sistema parlamentario no es una buena idea tener un partido tan diverso escogiendo el líder con votaciones 55-45; la tentación de dar un portazo y salir del cortijo (o hacer la vida imposible al ganador) es demasiado fuerte.
Que le pregunten a José Borrell.
Rajoy triunfante, héroe sin rival. ¿O no?
La verdad, no creo que descubra nada a nadie si revelo que lo visto en el congreso tiene bastante de teatro y mucho de ficción. La cantidad de votos en blanco es bastante reveladora. Como los viejos soldados que "avanzan hacia la retaguardia" para poder luchar en otra guerra, los disidentes del PP han preferido no meterse en una batalla que sabían que no podían ganar. En un partido político no puedes hacer nada peor que parecer un perdedor, así que en vista que Rajoy y el aparato habían hecho un buen trabajo cerrando puertas al congreso, nadie movió un pelo. Nadie se arriesga a dar un paso al frente si cree que el resto de los aguerridos rebeldes le van a dejar más sólo que la una, así que el ataque de cagarrinas de todos esos conservadores ultrajados ha sido importante.
¿Qué podemos esperar del PP ahora? Básicamente, Rajoy vuelve a depender de si mismo para sobrevivir hasta el 2012. Toda la racionalidad de su giro al centro se basa en mejorar los resultados electorales; el líder del PP pide al partido que confíe en él, cierre los ojos, y le siga a la tierra prometida de la victoria en las urnas. Si el partido saca un buen resultado en las elecciones vascas, gallegas y europeas, la estrategia de Rajoy se verá gloriosamente recompensada. Si se la pega en las urnas... bueno, no habrá falta de gente con ganas de lincharle.
Ahora es cuando viene la belleza del asunto, y el problema latente para la nueva cúpula del PP. Si quieren sobrevivir en el cargo, tienen que ganar elecciones. Eso significa que si soy un tipo no demasiado satisfecho con la dirección, de hecho casi me interesa que las pierdan. Si además de tener cierto interés morboso en derrotas electorales soy alguien con nombre y apellidos en la vida del partido (esto es, bien conocidillo) y cierto ánimo kamikaze, me puedo dedicar a convocar ruedas de prensa, decir burradas, y hacer el troll con entusiasmo, a ver si hago daño al partido. El PP anda falto de Rosa Díez, vamos.
Lo más divertido es que todo notable con ganas de gresca tiene que resolver de hecho un pequeño dilema. Si el partido va bien en las encuestas, salir a la palestra y hacer ruido quedará francamente mal; si pierden, le echarán la culpa, y si ganan, nunca más se comerá una rosca. Si la cosa está ajustadilla o el partido va por detrás, sin embargo, no habrá falta de voluntarios con ganas de salir a partirle la cara al jefe. Por su bien, Rajoy tiene que ponerse a hacer oposición rápido; si las encuestas no acompañan, estará otra vez en problemas rápido.
Un último detalle, por cierto, sobre todo lo aprobado en este congreso: las primarias. Que Dios les pille confesados si tienen que aplicarlo alguna vez con elecciones competitivas. Escribí hace tiempo sobre los pros y los contras de cada sistema para escoger al líder de un partido, y me parece que francamente los del PP se lanzan a un sistema de primarias sin saber a qué se exponen. A veces funcionan bien, a veces no funcionan en absoluto. Lo que si que es seguro es que son cualquier cosa menos un sistema ordenado, cuerdo y elegante para hacer que un partido funcione como un bloque sólido.
El PP tiene una considerable tradición de tener sistemas de gobierno relativamente cerrados y opacos. No es que sean estricamente justos, pero los utilizan históricamente por una buena razón: la derecha española no acaba de entrar de forma natural bajo unas solas siglas, y tiene que ser metida a presión dentro del edificio de Génova para que no se desparrame horriblemente. En un sistema parlamentario no es una buena idea tener un partido tan diverso escogiendo el líder con votaciones 55-45; la tentación de dar un portazo y salir del cortijo (o hacer la vida imposible al ganador) es demasiado fuerte.
Que le pregunten a José Borrell.
lunes, junio 16, 2008
La racionalidad de los notables
Los notables de un partido político acostumbran a ser gente pragmática. Uno se pega de leñazos con cincuenta mil militantes, sufre miles de reuniones aburridas y se somete a la tortura refinada que es una campaña electoral para ir por el mundo proclamando la buena nueva de la verdad ideológica revelada. Con lo que te ha costado llegar a la poltrona, lo último que uno desea es ir por el mundo llamando a todo el mundo antiespañol y teniendo posturas ideológicas "curiosas" que hacen que el electorado se quede con cara de espanto.
La decisión de los barones territoriales del PP de apoyar a Rajoy es básicamente racional, y sigue un principio muy básico: a los políticos les gusta ganar elecciones. Los barones tenían la opción de escoger entre la linea Aguirre/FJL de un partido, un discurso, un martillo de herejes, todos siguiendo la voz infalible y todopoderosa de Madrid, o un liderazgo más flexible, descentralizado y propenso a que cada comunidad tenga una voz ligeramente distinta de Rajoy. El cálculo de los candidatos autonómicos ha sido relativamente sencillo: leen los resultados de Galicia, Cataluña, Canarias, Baleares, Andalucia, Aragón y País Vasco, toman nota de la tendencia general, y deciden que lo del discurso único no les va, si no eres de Madrid o una comunidad del área del trasvase del Ebro.
La gente de Aguirre parece que no ha entendido que en el PP hay gente que tiene otros objetivos en la vida aparte de llegar a la Moncloa. No han sido capaces de provocar ningún movimiento significativo entre los notables del partido, más allá de alguna estrella mediática con un patético historial en las urnas (San Gil y el PP de Euskadi), en parte sospecho por su tozuda cerrazón a hacer que el PP actúe siguiendo la racionalidad del sistema autonómico. Si encima el partido empieza ir mejor en las encuestas, incluso con el presuntamente muerto Rajoy, aún menos motivo para cambiar de acera.
En un mundo normal, con un grupo disidente bien organizado, y contando con el enorme, gigantesco apoyo mediático que tenían, la esperanza de vida política de Rajoy hubiera sido muy, muy escasa. Aguirre y los suyos, sin embargo, han hecho un discurso bronco, inflexible, catastrofista y poco dado a ser incluyente, a la vez que han demostrado una cobardía considerable a la hora de salir al escenario y dar la cara. Lo tenían todo a favor: un Rajoy agotado y con pocas ganas de seguir, una derrota electoral clara, una situación económica poco favorable, todos los medios a su favor... y sólo han conseguido debilitar el partido, hacer ruido, y quedarse exactamente donde estaban.
Cuando Aguirre la pifió dando un ultimátum a Rajoy por el tema de las listas ya deberíamos haber intuido que la lideresa era cualquier cosa menos un genio político brillante. En su patética campaña para derribar al jefe lo ha confirmado.
La decisión de los barones territoriales del PP de apoyar a Rajoy es básicamente racional, y sigue un principio muy básico: a los políticos les gusta ganar elecciones. Los barones tenían la opción de escoger entre la linea Aguirre/FJL de un partido, un discurso, un martillo de herejes, todos siguiendo la voz infalible y todopoderosa de Madrid, o un liderazgo más flexible, descentralizado y propenso a que cada comunidad tenga una voz ligeramente distinta de Rajoy. El cálculo de los candidatos autonómicos ha sido relativamente sencillo: leen los resultados de Galicia, Cataluña, Canarias, Baleares, Andalucia, Aragón y País Vasco, toman nota de la tendencia general, y deciden que lo del discurso único no les va, si no eres de Madrid o una comunidad del área del trasvase del Ebro.
La gente de Aguirre parece que no ha entendido que en el PP hay gente que tiene otros objetivos en la vida aparte de llegar a la Moncloa. No han sido capaces de provocar ningún movimiento significativo entre los notables del partido, más allá de alguna estrella mediática con un patético historial en las urnas (San Gil y el PP de Euskadi), en parte sospecho por su tozuda cerrazón a hacer que el PP actúe siguiendo la racionalidad del sistema autonómico. Si encima el partido empieza ir mejor en las encuestas, incluso con el presuntamente muerto Rajoy, aún menos motivo para cambiar de acera.
En un mundo normal, con un grupo disidente bien organizado, y contando con el enorme, gigantesco apoyo mediático que tenían, la esperanza de vida política de Rajoy hubiera sido muy, muy escasa. Aguirre y los suyos, sin embargo, han hecho un discurso bronco, inflexible, catastrofista y poco dado a ser incluyente, a la vez que han demostrado una cobardía considerable a la hora de salir al escenario y dar la cara. Lo tenían todo a favor: un Rajoy agotado y con pocas ganas de seguir, una derrota electoral clara, una situación económica poco favorable, todos los medios a su favor... y sólo han conseguido debilitar el partido, hacer ruido, y quedarse exactamente donde estaban.
Cuando Aguirre la pifió dando un ultimátum a Rajoy por el tema de las listas ya deberíamos haber intuido que la lideresa era cualquier cosa menos un genio político brillante. En su patética campaña para derribar al jefe lo ha confirmado.
martes, junio 10, 2008
Gobiernos respondiendo a huelgas
Para un gobierno, una huelga como la de los transportistas es lo más cercano a una pesadilla. Tienen una minoría que está dedicándose a hacer la vida imposible a todo el mundo y generando unos costes brutales a la economía en general. La tentación de ceder y sacarse del problema de encima es considerable; crear un paquete generoso de medidas bien ofuscadas es relativamente sencillo, y uno puede poner cara de estadista conciliador mientras te bajas los pantalones sin que se note.
Por otro lado, sin embargo, los transportistas están básicamente usando el chantaje como método de protesta; básicamente es un secuestro con rehenes. A ningún político le gusta que le obliguen a hacer cosas, y lo cierto es que lo último que un ministro quiere dar es la sensación que ceden ante estas situaciones. Si encima el origen del problema es completamente externo y la protesta es ligeramente absurda.
El gobierno puede ponerse inflexible, empezando una guerra de desgaste con los huelguistas. El conflicto entonces se convierte en un a ver quien se baja del burro primero: los transportistas, que empiezan a quedarse sin dinero en el banco y tienen deserciones en sus filas, o el gobierno que se queda sin el apoyo de la opinión pública.
Si uno mira quién está participando en la huelga, quién la apoya y qué fuerza tienen en el sector, parece relativamente obvio que el gobierno puede optar por ser inflexible. Una minoría de los transportistas están haciendo ruido; el equipo de comunicación del ejecutivo en bloque debería estar en todas partes de forma incesante explicando cláramente que un grupo de lunáticos malcriados está jodiendo al personal alegremente. La reacción de Zapatero, sin embargo, ha sido ese extraño acto reflejo del talante; se puede negociar, se debe negociar, y se pueden adoptar medidas.
La verdad, no lo acabo de entender. Es posible que el sector del transporte necesite ser regulado de forma distinta (el monopsomio que comentaba ayer), pero un gobierno no debería sentarse en la mesa a hablar de estas cosas con una huelga en las calles. Con un sector del transporte tan dividido, me parece (puede que algo se me escape, no estoy seguro) que el gobierno podría ser un poco más agresivo. Si la huelga sigue durante un par de días más, estoy bastante seguro que las imágenes de policías enfrentándose a huelguistas favorecerán más al gobierno que a los camioneros. Siempre que se vaya con cierto cuidado para evitar que todo el sector se ponga en huelga, no es un conflicto que el gobierno pueda perder.
De hecho, esta huelga no es tanto camioneros contra el gobierno sino un cierto subgrupo de camioneros (autónomos) contra otra grupo dentro del sector (ciertas empresas de transporte). El gobierno está siendo forzado a ejercer de mediador entre dos partes, con una de las dos partes echando la culpa al ejecutivo de males que no tienen nada que ver con el conflicto real. No voy a proponer reformas específicas de un sector del que no tengo números exactos, pero me parece que más que hablar de precios de gasoil, deberían andar todos hablando de contratos y niveles de concentración en el sector. A largo plazo, el petroleo seguirá subiendo; las reformas tienen que ser estructurales, no fiscales.
Aún así, debemos recordar que los camiones son el peor de los transportes posibles (dejando de lado aviones) para mercancias desde un punto de vista de eficiencia energética. No tiene demasiado sentido premiarlos con un mejor tratamiento impositivo, la verdad.
Nota al margen: ¿por qué tan poca gente en RP está hablando sobre esto?
Por otro lado, sin embargo, los transportistas están básicamente usando el chantaje como método de protesta; básicamente es un secuestro con rehenes. A ningún político le gusta que le obliguen a hacer cosas, y lo cierto es que lo último que un ministro quiere dar es la sensación que ceden ante estas situaciones. Si encima el origen del problema es completamente externo y la protesta es ligeramente absurda.
El gobierno puede ponerse inflexible, empezando una guerra de desgaste con los huelguistas. El conflicto entonces se convierte en un a ver quien se baja del burro primero: los transportistas, que empiezan a quedarse sin dinero en el banco y tienen deserciones en sus filas, o el gobierno que se queda sin el apoyo de la opinión pública.
Si uno mira quién está participando en la huelga, quién la apoya y qué fuerza tienen en el sector, parece relativamente obvio que el gobierno puede optar por ser inflexible. Una minoría de los transportistas están haciendo ruido; el equipo de comunicación del ejecutivo en bloque debería estar en todas partes de forma incesante explicando cláramente que un grupo de lunáticos malcriados está jodiendo al personal alegremente. La reacción de Zapatero, sin embargo, ha sido ese extraño acto reflejo del talante; se puede negociar, se debe negociar, y se pueden adoptar medidas.
La verdad, no lo acabo de entender. Es posible que el sector del transporte necesite ser regulado de forma distinta (el monopsomio que comentaba ayer), pero un gobierno no debería sentarse en la mesa a hablar de estas cosas con una huelga en las calles. Con un sector del transporte tan dividido, me parece (puede que algo se me escape, no estoy seguro) que el gobierno podría ser un poco más agresivo. Si la huelga sigue durante un par de días más, estoy bastante seguro que las imágenes de policías enfrentándose a huelguistas favorecerán más al gobierno que a los camioneros. Siempre que se vaya con cierto cuidado para evitar que todo el sector se ponga en huelga, no es un conflicto que el gobierno pueda perder.
De hecho, esta huelga no es tanto camioneros contra el gobierno sino un cierto subgrupo de camioneros (autónomos) contra otra grupo dentro del sector (ciertas empresas de transporte). El gobierno está siendo forzado a ejercer de mediador entre dos partes, con una de las dos partes echando la culpa al ejecutivo de males que no tienen nada que ver con el conflicto real. No voy a proponer reformas específicas de un sector del que no tengo números exactos, pero me parece que más que hablar de precios de gasoil, deberían andar todos hablando de contratos y niveles de concentración en el sector. A largo plazo, el petroleo seguirá subiendo; las reformas tienen que ser estructurales, no fiscales.
Aún así, debemos recordar que los camiones son el peor de los transportes posibles (dejando de lado aviones) para mercancias desde un punto de vista de eficiencia energética. No tiene demasiado sentido premiarlos con un mejor tratamiento impositivo, la verdad.
Nota al margen: ¿por qué tan poca gente en RP está hablando sobre esto?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)