Los notables de un partido político acostumbran a ser gente pragmática. Uno se pega de leñazos con cincuenta mil militantes, sufre miles de reuniones aburridas y se somete a la tortura refinada que es una campaña electoral para ir por el mundo proclamando la buena nueva de la verdad ideológica revelada. Con lo que te ha costado llegar a la poltrona, lo último que uno desea es ir por el mundo llamando a todo el mundo antiespañol y teniendo posturas ideológicas "curiosas" que hacen que el electorado se quede con cara de espanto.
La decisión de los barones territoriales del PP de apoyar a Rajoy es básicamente racional, y sigue un principio muy básico: a los políticos les gusta ganar elecciones. Los barones tenían la opción de escoger entre la linea Aguirre/FJL de un partido, un discurso, un martillo de herejes, todos siguiendo la voz infalible y todopoderosa de Madrid, o un liderazgo más flexible, descentralizado y propenso a que cada comunidad tenga una voz ligeramente distinta de Rajoy. El cálculo de los candidatos autonómicos ha sido relativamente sencillo: leen los resultados de Galicia, Cataluña, Canarias, Baleares, Andalucia, Aragón y País Vasco, toman nota de la tendencia general, y deciden que lo del discurso único no les va, si no eres de Madrid o una comunidad del área del trasvase del Ebro.
La gente de Aguirre parece que no ha entendido que en el PP hay gente que tiene otros objetivos en la vida aparte de llegar a la Moncloa. No han sido capaces de provocar ningún movimiento significativo entre los notables del partido, más allá de alguna estrella mediática con un patético historial en las urnas (San Gil y el PP de Euskadi), en parte sospecho por su tozuda cerrazón a hacer que el PP actúe siguiendo la racionalidad del sistema autonómico. Si encima el partido empieza ir mejor en las encuestas, incluso con el presuntamente muerto Rajoy, aún menos motivo para cambiar de acera.
En un mundo normal, con un grupo disidente bien organizado, y contando con el enorme, gigantesco apoyo mediático que tenían, la esperanza de vida política de Rajoy hubiera sido muy, muy escasa. Aguirre y los suyos, sin embargo, han hecho un discurso bronco, inflexible, catastrofista y poco dado a ser incluyente, a la vez que han demostrado una cobardía considerable a la hora de salir al escenario y dar la cara. Lo tenían todo a favor: un Rajoy agotado y con pocas ganas de seguir, una derrota electoral clara, una situación económica poco favorable, todos los medios a su favor... y sólo han conseguido debilitar el partido, hacer ruido, y quedarse exactamente donde estaban.
Cuando Aguirre la pifió dando un ultimátum a Rajoy por el tema de las listas ya deberíamos haber intuido que la lideresa era cualquier cosa menos un genio político brillante. En su patética campaña para derribar al jefe lo ha confirmado.
2 comentarios:
La apatía del gobierno y su autismo es tal que un partido que se está matando en la escena pública le empata. La única aportación de las últimas semanas es de eso de "miembras".
Pues ahora sólo falta que por Madrid se enteren de que esa señora es de todo menos brillante... Pero ojo, que tres años son muchos.
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