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lunes, noviembre 24, 2008
Partidos a la francesa
Es una de esas cosas que repetimos por aquí a menudo, pero nada sale gratís. Ni en economía (que le pregunten al contribuyente americano, que lleva todo este otoño salvando bancos en crisis), ni en política. Como es costumbre en Francia, el partido socialista se ha pasado las últimas dos semanas a tortazos, disfrutando el estupendo y placentero sistema de primarias electorales.
Es tarde, tengo sueño y parece que Citigroup está a punto de estirar la pata (hablando de contribuyentes americanos gastando dinero, me toca otra vez pasar por caja), así que me remitiré a un viejo artículo sobre selección de líderes en partidos políticos como punto de partida. Básicamente, el PSF está intentando aplicar un sistema que parece justo en teoría, pero que es muy torpe en la práctica cuando se aplica en un partido europeo.
Las primarias funcionan -de hecho, son básicamente imprescindibles- en partidos muy poco estructurados como los partidos americanos. Los partidos aquí son más un paraguas ideológico que un grupo organizado al estilo europeo; simplificando un poco, son una coalición de individuos con ambiciones individuales con ideas políticas vágamente parecidas entre sí. Dependiendo de la región y la zona veremos sub-partidos más estructurados y organizados (en las ciudades, los partidos son burocracias que harían a Pepe Blanco llorar de alegría), pero a escala nacional son una confederación de ambiciones. Las primarias en Estados Unidos no están resolviendo una disputa entre grupos organizados; estos básicamente no existen.
Los partidos políticos franceses son, dentro de lo que cabe, lo más parecido al desorden individualista que vemos en Estados Unidos que podemos encontrar en Europa. Son organizaciones relativamente débiles y personalistas, con una militancia no demasiado numerosa (incluso comparados con España). Aún así, son partidos políticos relativamente ordenados que viven bajo una ley electoral espantosa; tienen una estructura, organización, militantes y facciones, y son un agregado más rico y profundo que los atomizados partidos americanos. Una tendencia o corriente en un partido francés acostumbra a ser un chiringuito de adoración al líder de esa facción, sí, pero es también un grupo de gente que le apoya en la organización, no sólo que le votan cuando toca.
¿Qué quiero decir con esto? Que un sistema de primarias directo en el que el ganador se lleva todo no es necesariamente una buena idea. Es el equivalente político a que después de unas elecciones generales todos los que han votado al partido perdedor tuvieran que dar todos sus bienes a los ganadores; la facción perdedora tiene una base de poder real (son alcaldes respetados, diputados con experiencia, presidentes y consejeros autonómicos que trabajan duro, secretarios de agrupación y concejales que conocen su distrito y ganan apoyos), y es básicamente absurdo pensar que van a callar y obedecer sin rechistar siempre.
En el PP, sin ir más lejos, Esperanza Aguirre no puede dejar de ser presidenta autonómica o dejar de aplicar el programa que la llevó a su cargo; si contradice a Rajoy a ella le trae al pairo. Sus jefes son los votantes, no la dirección del partido. Si el partido hubiera tenido primarias y Rajoy hubiera vencido a Aguirre, la presidenta n puede dejar de hacer su trabajo en la comunidad, y este puede contradecir a Rajoy. Del mismo modo si Borrell tras ganar las primarias estaba trabajando y diciendo cosas que contradecían o hacían imposible el trabajo del aparato regional (menos descentralización, cabreando al PSC; trasvases, cabreando a los aragoneses) no es esperable que los militantes y líderes del resto del partido se lobotomicen para complacerle.
¿Es el sistema de primarias un imposible en partidos organizados? No del todo, pero tiene problemas muy graves. Si no se utiliza más a menudo es básicamente porque no da una ventaja competitiva sólida al partido en las urnas; no hay demasiados partidos europeos que tomen el riesgo de divisiones que conlleva.
Por supuesto, el PSF siendo lo que es, ni se han esperado en que emerjan contradicciones y conflictos para empezar a liarse de tortas post-primarias. Royal, ya va camino de los tribunales. La clase política francesa es, como de costumbre, autista, tozuda, opaca, malcriada y encantadora.
Es tarde, tengo sueño y parece que Citigroup está a punto de estirar la pata (hablando de contribuyentes americanos gastando dinero, me toca otra vez pasar por caja), así que me remitiré a un viejo artículo sobre selección de líderes en partidos políticos como punto de partida. Básicamente, el PSF está intentando aplicar un sistema que parece justo en teoría, pero que es muy torpe en la práctica cuando se aplica en un partido europeo.
Las primarias funcionan -de hecho, son básicamente imprescindibles- en partidos muy poco estructurados como los partidos americanos. Los partidos aquí son más un paraguas ideológico que un grupo organizado al estilo europeo; simplificando un poco, son una coalición de individuos con ambiciones individuales con ideas políticas vágamente parecidas entre sí. Dependiendo de la región y la zona veremos sub-partidos más estructurados y organizados (en las ciudades, los partidos son burocracias que harían a Pepe Blanco llorar de alegría), pero a escala nacional son una confederación de ambiciones. Las primarias en Estados Unidos no están resolviendo una disputa entre grupos organizados; estos básicamente no existen.
Los partidos políticos franceses son, dentro de lo que cabe, lo más parecido al desorden individualista que vemos en Estados Unidos que podemos encontrar en Europa. Son organizaciones relativamente débiles y personalistas, con una militancia no demasiado numerosa (incluso comparados con España). Aún así, son partidos políticos relativamente ordenados que viven bajo una ley electoral espantosa; tienen una estructura, organización, militantes y facciones, y son un agregado más rico y profundo que los atomizados partidos americanos. Una tendencia o corriente en un partido francés acostumbra a ser un chiringuito de adoración al líder de esa facción, sí, pero es también un grupo de gente que le apoya en la organización, no sólo que le votan cuando toca.
¿Qué quiero decir con esto? Que un sistema de primarias directo en el que el ganador se lleva todo no es necesariamente una buena idea. Es el equivalente político a que después de unas elecciones generales todos los que han votado al partido perdedor tuvieran que dar todos sus bienes a los ganadores; la facción perdedora tiene una base de poder real (son alcaldes respetados, diputados con experiencia, presidentes y consejeros autonómicos que trabajan duro, secretarios de agrupación y concejales que conocen su distrito y ganan apoyos), y es básicamente absurdo pensar que van a callar y obedecer sin rechistar siempre.
En el PP, sin ir más lejos, Esperanza Aguirre no puede dejar de ser presidenta autonómica o dejar de aplicar el programa que la llevó a su cargo; si contradice a Rajoy a ella le trae al pairo. Sus jefes son los votantes, no la dirección del partido. Si el partido hubiera tenido primarias y Rajoy hubiera vencido a Aguirre, la presidenta n puede dejar de hacer su trabajo en la comunidad, y este puede contradecir a Rajoy. Del mismo modo si Borrell tras ganar las primarias estaba trabajando y diciendo cosas que contradecían o hacían imposible el trabajo del aparato regional (menos descentralización, cabreando al PSC; trasvases, cabreando a los aragoneses) no es esperable que los militantes y líderes del resto del partido se lobotomicen para complacerle.
¿Es el sistema de primarias un imposible en partidos organizados? No del todo, pero tiene problemas muy graves. Si no se utiliza más a menudo es básicamente porque no da una ventaja competitiva sólida al partido en las urnas; no hay demasiados partidos europeos que tomen el riesgo de divisiones que conlleva.
Por supuesto, el PSF siendo lo que es, ni se han esperado en que emerjan contradicciones y conflictos para empezar a liarse de tortas post-primarias. Royal, ya va camino de los tribunales. La clase política francesa es, como de costumbre, autista, tozuda, opaca, malcriada y encantadora.
viernes, noviembre 21, 2008
¿Crédito? ¿Dónde?
Parece que el pánico vuelve a los mercados, esta vez porque no hay ni una sola buena noticia en todo el país, Citi parece ir camino del matadero, la industria automobilística se ahoga en su propia estupidez, y en fin, que estamos jodidos y el gobierno federal está en manos de becarios precarios con fecha de caducidad.
Qué no hace falta excusas. Todo va de pena. Todo Dios está tan seguro que la economía va de cabeza hacia la madre de todas las recesiones que lo único que hacen es dar dinero al gobierno, a pesar que el tipo de interés que dan estos días es literalmente 0,02%. Estamos de nuevo como estábamos a principios de octubre, sólo que 250.000 millones de dólares más pobres "rescatando" bancos".
La verdad, no estoy demasiado seguro que el pánico actual sea del todo racional estos días. Tengo la sospecha (y esto tiene bastante de wishfull thinking) que los mercados están aterrados ante el vacio de poder que Estados Unidos tiene entre administraciones. Nadie sabe nada, nadie se atreve a hacer nada, y nadie se fía de nada de lo que hace un gobierno federal que cambiará de color en dos meses. La larga transición americana está creando muchísima incertidumbre, y parece obvio que los mercados no están llevando el ataque de cagarrinas bien.
Eso, del lado del mercado financiero. En la economía "real", Estados Unidos está despidiendo medio millón de trabajadores a la semana. La recesión será de caballo. No Zimbabwe y sus varios cuatrillones por ciento de inflación anual (sin exagerar: los precios se duplican cada 22 horas), pero durilla.
Lo más patético de toda esta historia es que si la regulación de los mercados financieros americanos no hubiera sido el desastre épico que ha resultado ser, tendríamos una recesión normalita, no una catástrofe en potencia. El resto del mundo no es que hiciera un trabajo estelar regulando bancos en todas partes (preguntad por Islandia), pero el infierno de CDS, instrumentos raros y espantosa indiferencia ante la inutilidad de las agencias de calificación son culpa de un sólo país.
Y sí, estoy de mala leche.
Actualización: Paul Krugman habla también de los efectos perniciosos de la larguísima transición entre administraciones, y su paralelismo con 1932-33. Aunque la verdad, parece que el mercado de crédito está menos mal de lo que parece; el plan Paulson parece haber hecho algo bien.
Qué no hace falta excusas. Todo va de pena. Todo Dios está tan seguro que la economía va de cabeza hacia la madre de todas las recesiones que lo único que hacen es dar dinero al gobierno, a pesar que el tipo de interés que dan estos días es literalmente 0,02%. Estamos de nuevo como estábamos a principios de octubre, sólo que 250.000 millones de dólares más pobres "rescatando" bancos".
La verdad, no estoy demasiado seguro que el pánico actual sea del todo racional estos días. Tengo la sospecha (y esto tiene bastante de wishfull thinking) que los mercados están aterrados ante el vacio de poder que Estados Unidos tiene entre administraciones. Nadie sabe nada, nadie se atreve a hacer nada, y nadie se fía de nada de lo que hace un gobierno federal que cambiará de color en dos meses. La larga transición americana está creando muchísima incertidumbre, y parece obvio que los mercados no están llevando el ataque de cagarrinas bien.
Eso, del lado del mercado financiero. En la economía "real", Estados Unidos está despidiendo medio millón de trabajadores a la semana. La recesión será de caballo. No Zimbabwe y sus varios cuatrillones por ciento de inflación anual (sin exagerar: los precios se duplican cada 22 horas), pero durilla.
Lo más patético de toda esta historia es que si la regulación de los mercados financieros americanos no hubiera sido el desastre épico que ha resultado ser, tendríamos una recesión normalita, no una catástrofe en potencia. El resto del mundo no es que hiciera un trabajo estelar regulando bancos en todas partes (preguntad por Islandia), pero el infierno de CDS, instrumentos raros y espantosa indiferencia ante la inutilidad de las agencias de calificación son culpa de un sólo país.
Y sí, estoy de mala leche.
Actualización: Paul Krugman habla también de los efectos perniciosos de la larguísima transición entre administraciones, y su paralelismo con 1932-33. Aunque la verdad, parece que el mercado de crédito está menos mal de lo que parece; el plan Paulson parece haber hecho algo bien.
lunes, noviembre 17, 2008
La cumbre del G-20
Uno de los mayores terrores del columnista medio es que los políticos empiecen a hacer las cosas que has defendido en el pasado. No porque me hagan caso a mí en especial (no creo que me lean en Moncloa, y la verdad, aún no he extendido mi poder hasta la Casa Blanca), sino porque ahora el mundo podrá ver claramente que no tengo idea de lo que hablo.
Pedía estímulo fiscal y gasto público, los países del G-20 se han comprometido hacer eso. Más regulación, eso dicen que harán. Evitar las tentaciones proteccionistas y rebajar aranceles, ahí están también. Más transparencia, ahí están. Si el mundo se va al carajo, no tendré excusas; yo no lo hubiera hecho mejor.
Esto no implica, sin embargo, que esos principios se implementen bien. Como en todas la reformas, no es sólo cuestión de tener la idea correcta, es aplicarla como Dios manda. Si Zapatero decide aplicar el compromiso de estímulo fiscal construyendo la Gran Pirámide de Alpedrete, por ejemplo, podemos decir que sí, las constructoras están haciendo algo, pero no es que nos beneficiemos demasiado. Si por regulación hacen tonterías (prohibir vender acciones en corto o obligar a los intermediarios en bolsa a aullar como un licántropo cada cobran una comisión) el efecto de la reforma es nulo. Lo mismo referido a los aranceles; es relativamente fácil tener aranceles cero y seguir siendo un proteccionista horrendo a base de regulación creativa ("límites en el nivel de oxígeno en la composición del juguete"). La transparencia siempre puede ser ficticia, si se obliga a los bancos a revelar datos que no dicen nada relevante.
Por descontado, la cumbre ha sido corta, ha parido principios, pero nada en concreto. Bretton Woods II tiene que esperar hasta abril. Con la que ha caído en los últimos seis meses, Dios sabe qué aspecto tendrá el mundo en primavera. El mundo está dando a los gobiernos el incentivo correcto para que se den prisa en aplicar reformas; falta por saber, sin embargo, si serán reformas "amigables" (que no perjudican a tus vecinos) o no lo son (estilo devaluaciones competitivas o restricciones exóticas estilo corralito).
Difícil, difícil. Veremos.
Pedía estímulo fiscal y gasto público, los países del G-20 se han comprometido hacer eso. Más regulación, eso dicen que harán. Evitar las tentaciones proteccionistas y rebajar aranceles, ahí están también. Más transparencia, ahí están. Si el mundo se va al carajo, no tendré excusas; yo no lo hubiera hecho mejor.
Esto no implica, sin embargo, que esos principios se implementen bien. Como en todas la reformas, no es sólo cuestión de tener la idea correcta, es aplicarla como Dios manda. Si Zapatero decide aplicar el compromiso de estímulo fiscal construyendo la Gran Pirámide de Alpedrete, por ejemplo, podemos decir que sí, las constructoras están haciendo algo, pero no es que nos beneficiemos demasiado. Si por regulación hacen tonterías (prohibir vender acciones en corto o obligar a los intermediarios en bolsa a aullar como un licántropo cada cobran una comisión) el efecto de la reforma es nulo. Lo mismo referido a los aranceles; es relativamente fácil tener aranceles cero y seguir siendo un proteccionista horrendo a base de regulación creativa ("límites en el nivel de oxígeno en la composición del juguete"). La transparencia siempre puede ser ficticia, si se obliga a los bancos a revelar datos que no dicen nada relevante.
Por descontado, la cumbre ha sido corta, ha parido principios, pero nada en concreto. Bretton Woods II tiene que esperar hasta abril. Con la que ha caído en los últimos seis meses, Dios sabe qué aspecto tendrá el mundo en primavera. El mundo está dando a los gobiernos el incentivo correcto para que se den prisa en aplicar reformas; falta por saber, sin embargo, si serán reformas "amigables" (que no perjudican a tus vecinos) o no lo son (estilo devaluaciones competitivas o restricciones exóticas estilo corralito).
Difícil, difícil. Veremos.
jueves, noviembre 13, 2008
Pregunta económica
He leído o escuchado en alguna parte que si una empresa es demasiado grande para correr el riesgo de irse a la bancarrota, el problema no es que la empresa va a quebrar, el problema es que es demasiado grande.
¿De dónde he sacado esto? Es una generalización que me rondaba por la cabeza al hablar de GM y Ford en Barras y Estrellas, pero no recuerdo de dónde la he sacado. Y sí, no siempre se cumple. Pero eso es para otro día.
¿De dónde he sacado esto? Es una generalización que me rondaba por la cabeza al hablar de GM y Ford en Barras y Estrellas, pero no recuerdo de dónde la he sacado. Y sí, no siempre se cumple. Pero eso es para otro día.
Haciendo amigos con los austríacos
Uno puede medir de forma objetiva el grado y la profundidad de una crisis económica sólo con seguir el nivel de originalidad medio en las opiniones de los economistas.
Si un profesor de universidad dice que las cosas van mal y sólo sugiere bajar tipos de interés y pasar alguna reformilla estructural, no es cuestión de preocuparse demasiado. Si habla de apretar el acelerador con ganas y crear déficit público con entusiasmo, empezad a sudar. Cuando algunos sugieren que lo mejor que se puede hacer para evitar despidos es crear inflación monetaria pura a espuertas, es hora de salir corriendo y lanzarse a las trincheras.
Y oye, la idea es menos absurda de lo que parece. No diré que es necesariamente correcta (tengo la vaga esperanza que Rallo me tomará en serio algún día), pero la lógica no es del todo estúpida. La idea es que las empresas pueden hacerse solventes despidiendo gente o reduciendo salarios; como lo segundo es inaceptable si se hace directamente, la Reserva Federal puede hacerlo haciendo que cada dólar compre menos. Una devaluación competitiva, vamos.
La idea es de hecho menos original de lo que parece, y tendría unos efectos secundarios fuera de Estados Unidos nada bonitos. Aún así, cuando empiezas a ver estas cosas en las discusiones, es que hay nervios. Muchos nervios.
Volviendo al planeta tierra, comparto algunas de las preocupaciones de Rallo respecto al rescate bancario, cosa que se me hace un tanto extraña. El plan Paulson, según se aplica ahora (el gobierno federal aporta capital a los bancos, pero sin ser accionista "de primera"; tiene dinero en el negocio, pero no voto) tiene un riesgo ciertamente severo de degenerar en una repetición del Japón de los noventa: el ataque de los bancos zombie. Los bancos tienen dinero y no van a quebrar gracias a las garantías del estado, pero no tienen la más mínima intención de correr ningún riesgo.
¿Por qué? Los bancos piensan lo siguiente: la economía es un desastre, es difícil sacar beneficios y papá estado se enfada si pierdo dinero de los contribuyentes. Por añadido, si gano dinero, será poco y mal, y si lo hago demasiado bien el estado me dejará de nuevo sólo. Con lo bien que estoy calentito sin hacer nada, oiga. Que dé los préstamos otro.
Gordon Brown y otros políticos européos igualmente entusiastas han solucionado este problema de forma sencilla: ya que os hemos nacionalizado, ahora haréis lo que decimos. El estado no es un banquero demasiado bueno, pero es infinitamente mejor banquero que un banco zombie; los prestamos serán malos o buenos, pero al menos reparte crédito, que es lo que economía real no está viendo ahora.
Las recetas de Rallo son igualmente creativas tratando de evitar el malvado banquero zombie, pero son un poco cafres en el corto plazo. Si estoy leyendo bien, se pueden resumir en "pegarle fuego a la economía, ajustar rápido y fuerte, y empezar de cero pasado mañana"; para después volver al patrón oro.
No discutiré otra vez por qué el patrón oro es mala idea (lo es), pero lo de reducir el gasto público ahora mismo es lo peor que se puede hacer. Y no, no me creo que la reducción de impuestos paralela evite que la demanda agregada disminuya. El problema ahora mismo no es una falta de ahorro, es una falta de consumo. Los bancos puede que estén en problemas porque están cortos de capital, pero ese capital lo puede aportar el estado (es lo que está haciendo); pero la economía real ahora mismo está entrando en barrena porque no hay nadie comprando nada. Esto viene en parte por el derrumbe del mercado de crédito (que de nuevo, el estado está intentando resucitar nacionalizando bancos), pero la recesión en la economía real se hace dolorosa cuando esta falta de dinero circulando empieza a reforzarse a si misma.
A saber: yo no me compro un coche porque no puedo conseguir un crédito, GM no pide más piezas porque no vende coches, los bancos no dan un crédito a GM para producir coches más eficientes porque no están vendiendo, GM despide trabajadores, que compran menos muebles porque ya no tienen ni crédito ni trabajo, etcétera, etcétera. Los bancos no volverán de entre los muertos, aún con entusiastas patadas de sus propietarios los ministros de economía, si no pueden ganar dinero; y si la economía real se mete en una recesión espantosa, no pueden ganar dinero.
Rallo está más o menos en lo cierto que no se puede salir de este agujero a base de política monetaria; los bancos centrales están regalando dinero a los bancos y estos siguen sin hacer nada (¿Para qué? ¡nadie quiere invertir en esta economía!). Uno siempre puede ser cafre y hacer lo que sugería el tipo de arriba (si los bancos no quieren prestar ese dinero, ¡le pegamos fuego! ¡inflación!), pero una solución menos absurdista y arriesgada es básicamente hacer que el "consumidor de último recurso" de la economía entre en acción: el estado.
Déficit público, gasto público, y aprovechar que los bancos no saben qué hacer con el dinero y sólo se fían de los gobiernos estos días. El sobregasto no tiene por qué generar inflación (a fin de cuentas, no hay nadie más gastando), y si el estado ha hecho los deberes y tiene un nivel de deuda pública controlable (algo que Estados Unidos y ¡España! tienen) no tendrá un coste demasiado oneroso a medio plazo. De hecho, es lo que la administración Obama pretende hacer en enero. Será hora de cruzar los dedos, rezar para que la economía reaccione lo suficiente como para que los bancos presten dinero de nuevo, y el mecanismo empiece a funcionar.
Si no lo hace... bueno, tenemos la crisis de Japón en los noventa a escala planetaria, y entonces sí que hay que plantearse meter inflación o declarar la guerra a Marte, o alguna otra solución original. En teoría una banca parcialmente nacionalizada y no-zombie no debería quedarse sin hacer nada, pero la teoría ha estado equivocada en ocasiones anteriores.
Rallo dice que el rescate del sistema financiero es imprescindible visto desde la teoría, pero que la incompentencia del estado (y creedme, en esto el estado no es un virtuoso) lo hace poco recomendable en la práctica. Mi postura es ligeramente distinta: el plan tiene sentido en teoría, pero las consecuencias de no aplicarlo son tan nefastas que es mejor hacer algo mal que no hacer nada. Mejor un banquero borracho, estúpido y populachero que tira dinero a la basura que un zombie, creo yo. Yo prefiero una recesión suavecita y más ineficiente destruyendo malas ideas, Rallo prefiere correr el riesgo de algo más serio que se lleve por delante algunas buenas.
Y sí, sartén, fuego, etcétera. La economía es divertida.
Si un profesor de universidad dice que las cosas van mal y sólo sugiere bajar tipos de interés y pasar alguna reformilla estructural, no es cuestión de preocuparse demasiado. Si habla de apretar el acelerador con ganas y crear déficit público con entusiasmo, empezad a sudar. Cuando algunos sugieren que lo mejor que se puede hacer para evitar despidos es crear inflación monetaria pura a espuertas, es hora de salir corriendo y lanzarse a las trincheras.
Y oye, la idea es menos absurda de lo que parece. No diré que es necesariamente correcta (tengo la vaga esperanza que Rallo me tomará en serio algún día), pero la lógica no es del todo estúpida. La idea es que las empresas pueden hacerse solventes despidiendo gente o reduciendo salarios; como lo segundo es inaceptable si se hace directamente, la Reserva Federal puede hacerlo haciendo que cada dólar compre menos. Una devaluación competitiva, vamos.
La idea es de hecho menos original de lo que parece, y tendría unos efectos secundarios fuera de Estados Unidos nada bonitos. Aún así, cuando empiezas a ver estas cosas en las discusiones, es que hay nervios. Muchos nervios.
Volviendo al planeta tierra, comparto algunas de las preocupaciones de Rallo respecto al rescate bancario, cosa que se me hace un tanto extraña. El plan Paulson, según se aplica ahora (el gobierno federal aporta capital a los bancos, pero sin ser accionista "de primera"; tiene dinero en el negocio, pero no voto) tiene un riesgo ciertamente severo de degenerar en una repetición del Japón de los noventa: el ataque de los bancos zombie. Los bancos tienen dinero y no van a quebrar gracias a las garantías del estado, pero no tienen la más mínima intención de correr ningún riesgo.
¿Por qué? Los bancos piensan lo siguiente: la economía es un desastre, es difícil sacar beneficios y papá estado se enfada si pierdo dinero de los contribuyentes. Por añadido, si gano dinero, será poco y mal, y si lo hago demasiado bien el estado me dejará de nuevo sólo. Con lo bien que estoy calentito sin hacer nada, oiga. Que dé los préstamos otro.
Gordon Brown y otros políticos européos igualmente entusiastas han solucionado este problema de forma sencilla: ya que os hemos nacionalizado, ahora haréis lo que decimos. El estado no es un banquero demasiado bueno, pero es infinitamente mejor banquero que un banco zombie; los prestamos serán malos o buenos, pero al menos reparte crédito, que es lo que economía real no está viendo ahora.
Las recetas de Rallo son igualmente creativas tratando de evitar el malvado banquero zombie, pero son un poco cafres en el corto plazo. Si estoy leyendo bien, se pueden resumir en "pegarle fuego a la economía, ajustar rápido y fuerte, y empezar de cero pasado mañana"; para después volver al patrón oro.
No discutiré otra vez por qué el patrón oro es mala idea (lo es), pero lo de reducir el gasto público ahora mismo es lo peor que se puede hacer. Y no, no me creo que la reducción de impuestos paralela evite que la demanda agregada disminuya. El problema ahora mismo no es una falta de ahorro, es una falta de consumo. Los bancos puede que estén en problemas porque están cortos de capital, pero ese capital lo puede aportar el estado (es lo que está haciendo); pero la economía real ahora mismo está entrando en barrena porque no hay nadie comprando nada. Esto viene en parte por el derrumbe del mercado de crédito (que de nuevo, el estado está intentando resucitar nacionalizando bancos), pero la recesión en la economía real se hace dolorosa cuando esta falta de dinero circulando empieza a reforzarse a si misma.
A saber: yo no me compro un coche porque no puedo conseguir un crédito, GM no pide más piezas porque no vende coches, los bancos no dan un crédito a GM para producir coches más eficientes porque no están vendiendo, GM despide trabajadores, que compran menos muebles porque ya no tienen ni crédito ni trabajo, etcétera, etcétera. Los bancos no volverán de entre los muertos, aún con entusiastas patadas de sus propietarios los ministros de economía, si no pueden ganar dinero; y si la economía real se mete en una recesión espantosa, no pueden ganar dinero.
Rallo está más o menos en lo cierto que no se puede salir de este agujero a base de política monetaria; los bancos centrales están regalando dinero a los bancos y estos siguen sin hacer nada (¿Para qué? ¡nadie quiere invertir en esta economía!). Uno siempre puede ser cafre y hacer lo que sugería el tipo de arriba (si los bancos no quieren prestar ese dinero, ¡le pegamos fuego! ¡inflación!), pero una solución menos absurdista y arriesgada es básicamente hacer que el "consumidor de último recurso" de la economía entre en acción: el estado.
Déficit público, gasto público, y aprovechar que los bancos no saben qué hacer con el dinero y sólo se fían de los gobiernos estos días. El sobregasto no tiene por qué generar inflación (a fin de cuentas, no hay nadie más gastando), y si el estado ha hecho los deberes y tiene un nivel de deuda pública controlable (algo que Estados Unidos y ¡España! tienen) no tendrá un coste demasiado oneroso a medio plazo. De hecho, es lo que la administración Obama pretende hacer en enero. Será hora de cruzar los dedos, rezar para que la economía reaccione lo suficiente como para que los bancos presten dinero de nuevo, y el mecanismo empiece a funcionar.
Si no lo hace... bueno, tenemos la crisis de Japón en los noventa a escala planetaria, y entonces sí que hay que plantearse meter inflación o declarar la guerra a Marte, o alguna otra solución original. En teoría una banca parcialmente nacionalizada y no-zombie no debería quedarse sin hacer nada, pero la teoría ha estado equivocada en ocasiones anteriores.
Rallo dice que el rescate del sistema financiero es imprescindible visto desde la teoría, pero que la incompentencia del estado (y creedme, en esto el estado no es un virtuoso) lo hace poco recomendable en la práctica. Mi postura es ligeramente distinta: el plan tiene sentido en teoría, pero las consecuencias de no aplicarlo son tan nefastas que es mejor hacer algo mal que no hacer nada. Mejor un banquero borracho, estúpido y populachero que tira dinero a la basura que un zombie, creo yo. Yo prefiero una recesión suavecita y más ineficiente destruyendo malas ideas, Rallo prefiere correr el riesgo de algo más serio que se lleve por delante algunas buenas.
Y sí, sartén, fuego, etcétera. La economía es divertida.
domingo, noviembre 09, 2008
Entendiendo la movilidad social
Naiuru comenta, citando a Norberg, que la movilidad social en Estados Unidos es enorme. Los datos que cita son básicamente convicentes, pero esencialmente estúpidos, ya que no están midiendo movilidad social en absoluto.
La idea en los datos de Norberg es que la probabilidad que alguien que está en la quintila inferior hoy esté en la misma quintila en 10 ó 20 años es muy baja, ergo, la movilidad social es enorme. El problema es que que esto no es un tributo al hecho que si trabajas duro prosperas en Estados Unidos, es de hecho la historia vital de los ciudadados de cualquier país razonable.
Cuando empiezas tu carrera profesional eres un piltrafilla patético y triste. No tienes experiencia, no sabes hacer nada, y no te quieren más que para hacer de becario precario, servir cafés y como mucho ser un triste milerurista haciendo trabajos poco repetitivos. Con los años, sin embargo, empiezas a trepar; sabes más cosas, tienes experiencia y tienes un historial que demuestra que no te ahogas en un vaso de agua, así que poco que hagas tu sueldo aumentará, a no ser que seas un idiota extraordinario. Dicho en otras palabras, en el 20% más pobre de la población hay muchísima gente que no es realmente pobre; sencillamente, o está en la universidad o acaba de empezar a trabajar, cobrando poco a pesar de ser el hijo del jefe.
El problema en Estados Unidos no es la movilidad social individual; la mayoría de población tiende a ir hacia arriba siempre. El problema es la movilidad intergeneracional, que es la que realmente cuenta: en qué medida el nivel de ingresos de tus padres determina el nivel social que tendrán lo hijos. Dicho de otro modo, la igualdad de oportunidades en términos reales; saber si la probabilidad que un niño pobre llegue a millonario es la misma (o razonablemente parecida) a la del hijo de una familia acomodada.
¿Cómo puntua Estados Unidos en este aspecto? Básicamente fatal. Veamos:

No, la movilidad social en Estados Unidos no es elevada. Es de hecho patéticamente baja; muchísimo peor que la Española. Las causas son muchas y variadas, y van desde el sistema educativo y estado de bienestar al espantoso (y creciente) nivel de desigualdad de renta en la sociedad americana. Lo que parece obvio es que eso de la "tierra de las oportunidades" es realmente un mito.
La idea en los datos de Norberg es que la probabilidad que alguien que está en la quintila inferior hoy esté en la misma quintila en 10 ó 20 años es muy baja, ergo, la movilidad social es enorme. El problema es que que esto no es un tributo al hecho que si trabajas duro prosperas en Estados Unidos, es de hecho la historia vital de los ciudadados de cualquier país razonable.
Cuando empiezas tu carrera profesional eres un piltrafilla patético y triste. No tienes experiencia, no sabes hacer nada, y no te quieren más que para hacer de becario precario, servir cafés y como mucho ser un triste milerurista haciendo trabajos poco repetitivos. Con los años, sin embargo, empiezas a trepar; sabes más cosas, tienes experiencia y tienes un historial que demuestra que no te ahogas en un vaso de agua, así que poco que hagas tu sueldo aumentará, a no ser que seas un idiota extraordinario. Dicho en otras palabras, en el 20% más pobre de la población hay muchísima gente que no es realmente pobre; sencillamente, o está en la universidad o acaba de empezar a trabajar, cobrando poco a pesar de ser el hijo del jefe.
El problema en Estados Unidos no es la movilidad social individual; la mayoría de población tiende a ir hacia arriba siempre. El problema es la movilidad intergeneracional, que es la que realmente cuenta: en qué medida el nivel de ingresos de tus padres determina el nivel social que tendrán lo hijos. Dicho de otro modo, la igualdad de oportunidades en términos reales; saber si la probabilidad que un niño pobre llegue a millonario es la misma (o razonablemente parecida) a la del hijo de una familia acomodada.
¿Cómo puntua Estados Unidos en este aspecto? Básicamente fatal. Veamos:

No, la movilidad social en Estados Unidos no es elevada. Es de hecho patéticamente baja; muchísimo peor que la Española. Las causas son muchas y variadas, y van desde el sistema educativo y estado de bienestar al espantoso (y creciente) nivel de desigualdad de renta en la sociedad americana. Lo que parece obvio es que eso de la "tierra de las oportunidades" es realmente un mito.
lunes, noviembre 03, 2008
Jugando con hipotecas
El gobierno socialista anuncia un par de medidas bastante interesantes para hacer la pertinaz crisis algo más llevadera para la gente con hipotecas. A pesar de la maldita manía discriminatoria que siguen gastando los políticos españoles con su fetichismo por la vivienda de propiedad (¿la gente que alquila no se va al paro nunca?), las propuestas no son del todo malas.
La primera, y más relevante, es la ayuda para el pago de las hipotecas para gente que haya perdido su trabajo. Es una idea relativamente decente; un buen número de trabajadores no tienen la culpa que su empresa vaya mal y les eche, así que es hasta cierto punto justo que el estado les eche una mano cuando las cosas no van bien.
Lo que no es demasiado razonable es el límite al precio de la hipoteca de 170.000 euros; es algo que tiene sentido en Soria o Palencia, pero no en Madrid o Barcelona, donde este límite no cubre a nadie. Entiendo que no quieran ayudar a gente con casas enormes, pero al menos podrían haber ajustado el límite según el precio medio por provincia.
La otra idea es un cambio agradable, aunque ligeramente irrelevante. Las deducciones por vivienda siguen siendo una mala idea, al fin y al cabo; hacerlas más sencillas es buena idea (el estado no tiene por qué recibir préstamos gratis de los contribuyentes, al fin y al cabo) pero no es un cambio demasiado relevante. Es un pequeño estímulo fiscal, pero nada del otro mundo.
Lo que parece claro es que España no está sóla en el barco de la recesión. En fin.
La primera, y más relevante, es la ayuda para el pago de las hipotecas para gente que haya perdido su trabajo. Es una idea relativamente decente; un buen número de trabajadores no tienen la culpa que su empresa vaya mal y les eche, así que es hasta cierto punto justo que el estado les eche una mano cuando las cosas no van bien.
Lo que no es demasiado razonable es el límite al precio de la hipoteca de 170.000 euros; es algo que tiene sentido en Soria o Palencia, pero no en Madrid o Barcelona, donde este límite no cubre a nadie. Entiendo que no quieran ayudar a gente con casas enormes, pero al menos podrían haber ajustado el límite según el precio medio por provincia.
La otra idea es un cambio agradable, aunque ligeramente irrelevante. Las deducciones por vivienda siguen siendo una mala idea, al fin y al cabo; hacerlas más sencillas es buena idea (el estado no tiene por qué recibir préstamos gratis de los contribuyentes, al fin y al cabo) pero no es un cambio demasiado relevante. Es un pequeño estímulo fiscal, pero nada del otro mundo.
Lo que parece claro es que España no está sóla en el barco de la recesión. En fin.
viernes, octubre 31, 2008
Especulando al viejo estilo
No sé si alguien le prestó atención a la extraña fluctuación que las acciones de Volkswagen tuvieron hace unos cuantos días. Durante unas horas, VW era la compañía más valiosa del mundo, entre noticias que Porsche estaba comprando acciones. La cosa era un poco inusual, y pasó un poco desapercibida, pero resulta que la historia detrás era muchísimo más divertida y creativa de lo que parecía a primera vista.
Parece que Porsche se dió cuenta que un grupo de listillos de fondos de inversión estaban comprando acciones y vendiendo en corto, siguiendo las compras lentas y pausadas que estaban haciendo de títulos de VW. En vista que tenían visitas, respondieron con saña y cierta elegancia malvada: compraron opciones (esto es, los contratos en corto "al otro lado") sobre cantidades ingentes de acciones, dejaron poquísimos títulos en el mercado abierto, y básicamente arrinconaron el mercado.
El resultado era una pesadilla para los que estaban apostando que las acciones de VW bajarían una vez Porsche parara de comprar; tenían una burrada de contratos en corto, y en el mercado no había nadie que tuviera acciones. Bueno, sí, había un accionista: Porsche. Los tipos se sentaron en la puerta, esperaron que los contratos empezaran a vencer, y se hincharon a vender a todos esos inversores desesperados que habían apostado que las acciones bajarían, pidiendo burradas de dinero con ello. El resultado es Porsche haciendo millones, VW comprada, y una cantidad ridícula de listillos perdiendo hasta la camisa.
No se sabe todavía quién ha sido el que se ha pillado los dedos de forma tan salvaje, y de hecho no es del todo seguro que Porsche se vaya de rositas aún. Estas cosas no son del todo legales, al fin y al cabo. La belleza matemática (y la deliciosa ironía de pasar por la trituradora a todos esos que andaban apostando que bajarían las acciones) es simplemente clásica, muy años veinte. Me encanta.
Parece que Porsche se dió cuenta que un grupo de listillos de fondos de inversión estaban comprando acciones y vendiendo en corto, siguiendo las compras lentas y pausadas que estaban haciendo de títulos de VW. En vista que tenían visitas, respondieron con saña y cierta elegancia malvada: compraron opciones (esto es, los contratos en corto "al otro lado") sobre cantidades ingentes de acciones, dejaron poquísimos títulos en el mercado abierto, y básicamente arrinconaron el mercado.
El resultado era una pesadilla para los que estaban apostando que las acciones de VW bajarían una vez Porsche parara de comprar; tenían una burrada de contratos en corto, y en el mercado no había nadie que tuviera acciones. Bueno, sí, había un accionista: Porsche. Los tipos se sentaron en la puerta, esperaron que los contratos empezaran a vencer, y se hincharon a vender a todos esos inversores desesperados que habían apostado que las acciones bajarían, pidiendo burradas de dinero con ello. El resultado es Porsche haciendo millones, VW comprada, y una cantidad ridícula de listillos perdiendo hasta la camisa.
No se sabe todavía quién ha sido el que se ha pillado los dedos de forma tan salvaje, y de hecho no es del todo seguro que Porsche se vaya de rositas aún. Estas cosas no son del todo legales, al fin y al cabo. La belleza matemática (y la deliciosa ironía de pasar por la trituradora a todos esos que andaban apostando que bajarían las acciones) es simplemente clásica, muy años veinte. Me encanta.
martes, octubre 14, 2008
Nota sobre finanzas heroicas
A todo esto, ignorad la bolsa estos días (ayer y hoy teníamos la fase maníaca de los mercados; no es una subida demasiado racional) y fijaros en el mercado de crédito. Si hoy empieza a resucitar sí podremos decir que el rescate ha funcionado.
Mi sensación es que al menos en Europa, el plan es básicamente el modelo correcto; saldrá caro a los contribuyentes a corto plazo, pero probablemente bastará para salvar el sistema. En Estados Unidos, Paulson sigue sin atreverse del todo a hacer lo correcto. De momento comprará acciones en bancos, pero sólo los que están sanos; algo que realmente no tiene sentido.
Lo más curioso de todo esto es el hecho que ha sido el gobierno británico el que ha liderado el diseño e implementación de este plan de rescate. Gordon Brown no preside un país que tenga demasiado peso económico real en el mundo, y aunque Londres es un centro financiero importante, la libra esterlina es una divisa básicamente secundaria. El plan Brown, sin embargo, ha acabado siendo seguido por todo el mundo, algo que dice bastante de la inteligencia institucional del tesoro británico.
¿Recordáis eso de liderazgo y procedimiento? Las instituciones americanas dependen mucho del buen hacer de sus jefes para funcionar bien. Paulson es un hombre de Wall Street, y su reacción fue esencialmente dentro del sistema, no fuera de él. La burocracia británica, sin embargo, es una institución reglada, antigua, con una fuerte memoria institucional y una larga experiencia en tratar de salir de desaguidados financieros. En los viejos pasillos de Whitehall alguien andaba desempolvando memorias de crisis victorianas y del periodo de entreguerras, encontrando sabiduría en viejos libros y funcionarios.
La burocracia, ese viejo diablo, a veces es más útil de lo que parece.
Mi sensación es que al menos en Europa, el plan es básicamente el modelo correcto; saldrá caro a los contribuyentes a corto plazo, pero probablemente bastará para salvar el sistema. En Estados Unidos, Paulson sigue sin atreverse del todo a hacer lo correcto. De momento comprará acciones en bancos, pero sólo los que están sanos; algo que realmente no tiene sentido.
Lo más curioso de todo esto es el hecho que ha sido el gobierno británico el que ha liderado el diseño e implementación de este plan de rescate. Gordon Brown no preside un país que tenga demasiado peso económico real en el mundo, y aunque Londres es un centro financiero importante, la libra esterlina es una divisa básicamente secundaria. El plan Brown, sin embargo, ha acabado siendo seguido por todo el mundo, algo que dice bastante de la inteligencia institucional del tesoro británico.
¿Recordáis eso de liderazgo y procedimiento? Las instituciones americanas dependen mucho del buen hacer de sus jefes para funcionar bien. Paulson es un hombre de Wall Street, y su reacción fue esencialmente dentro del sistema, no fuera de él. La burocracia británica, sin embargo, es una institución reglada, antigua, con una fuerte memoria institucional y una larga experiencia en tratar de salir de desaguidados financieros. En los viejos pasillos de Whitehall alguien andaba desempolvando memorias de crisis victorianas y del periodo de entreguerras, encontrando sabiduría en viejos libros y funcionarios.
La burocracia, ese viejo diablo, a veces es más útil de lo que parece.
domingo, octubre 12, 2008
Notas sobre rescates
Hay dos clases de rescate financiero sobre la mesa estos días, básicamente:
1. Gordon Brown / europeo general: incluye nacionalización parcial, garantía de préstamos interbancarios, y la posibilidad que los estados que nacionalicen tomen control directo de la entidad intervenida. Por añadido, piden a la Comisión Europea que cambie las normas contables, algo que es un pérdida de tiempo; los mercados no tienen ataques de pánico porque los contables tienen reglas extrañas.
2. Paulson / Estados Unidos: es algo que uno diría es parecido a lo anterior, pero no lo es realmente. Incluye nacionalización parcial, pero no control directo sobre los bancos. El gobierno será accionista, pero sin voz ni voto, algo ligeralmente estúpido: si estás comprando una banco porque estaba gobernado por inútiles, lo mínimo que debe conseguir es la posibilidad de echar a la calle de forma patéticamente humillante a sus directivos. También deja de lado la garantía de los préstamos interbancarios, algo que si bien arriesgado hasta cierto punto, es una herramienta importante para dar confianza a los mercados.
¿Qué estamos viendo? Estados Unidos parece estar cambiando de opinión poco a poco, dejando de lado la básicamente estúpida idea de comprar malos activos. Paulson parece tener problemas graves, sin embargo, de llevar la palabra "nacionalización" a su conclusión lógica, confiando aún que las entidades que crearon el problema pueden llegar a una solución orgánica ellas sólas. Como decía Churchill, uno debe confiar en los americanos: siempre acaban haciendo lo correcto, después de haber probado el resto de opciones.
Mientras tanto, en España, el gobierno garantizará las transacciones y se ofrecerá a comprar activos de calidad, pero sigue sin pensar en nacionalizar. Tienen sus motivos; la salud de los bancos españoles no es ni de lejos tan peligrosa como la de nuestros vecinos. Los datos de Estados Unidos, por cierto, son peores de lo que parecen; el problema aquí no es el sistema bancario unicamente, sino el amplio zoológico financiero (desde fondos de inversión a aseguradoras) asociado, y el hecho que han "exportado" muchos de su problemas y deuda basura al resto del sistema financiero mundial. Si las cosas salen mal en Nueva York y la economía americana se desploma, se llevan por delante a todo el resto.
1. Gordon Brown / europeo general: incluye nacionalización parcial, garantía de préstamos interbancarios, y la posibilidad que los estados que nacionalicen tomen control directo de la entidad intervenida. Por añadido, piden a la Comisión Europea que cambie las normas contables, algo que es un pérdida de tiempo; los mercados no tienen ataques de pánico porque los contables tienen reglas extrañas.
2. Paulson / Estados Unidos: es algo que uno diría es parecido a lo anterior, pero no lo es realmente. Incluye nacionalización parcial, pero no control directo sobre los bancos. El gobierno será accionista, pero sin voz ni voto, algo ligeralmente estúpido: si estás comprando una banco porque estaba gobernado por inútiles, lo mínimo que debe conseguir es la posibilidad de echar a la calle de forma patéticamente humillante a sus directivos. También deja de lado la garantía de los préstamos interbancarios, algo que si bien arriesgado hasta cierto punto, es una herramienta importante para dar confianza a los mercados.
¿Qué estamos viendo? Estados Unidos parece estar cambiando de opinión poco a poco, dejando de lado la básicamente estúpida idea de comprar malos activos. Paulson parece tener problemas graves, sin embargo, de llevar la palabra "nacionalización" a su conclusión lógica, confiando aún que las entidades que crearon el problema pueden llegar a una solución orgánica ellas sólas. Como decía Churchill, uno debe confiar en los americanos: siempre acaban haciendo lo correcto, después de haber probado el resto de opciones.
Mientras tanto, en España, el gobierno garantizará las transacciones y se ofrecerá a comprar activos de calidad, pero sigue sin pensar en nacionalizar. Tienen sus motivos; la salud de los bancos españoles no es ni de lejos tan peligrosa como la de nuestros vecinos. Los datos de Estados Unidos, por cierto, son peores de lo que parecen; el problema aquí no es el sistema bancario unicamente, sino el amplio zoológico financiero (desde fondos de inversión a aseguradoras) asociado, y el hecho que han "exportado" muchos de su problemas y deuda basura al resto del sistema financiero mundial. Si las cosas salen mal en Nueva York y la economía americana se desploma, se llevan por delante a todo el resto.
jueves, octubre 09, 2008
Abofeteando a los mercados (III)
De todos los programas, reformas, inventos e instrumentos exóticos que los gobiernos están pariendo para tratar de resucitar el paciente financiero, no hay ninguno más fascinante que el cacharro creado por los americanos para atacar el problema. Antes de construir esta legislación digna del Doctor Franz de Copenhagen, los legisladores ya se divirtieron estrellándose contra el barroco sistema legislativo americano, así que el engendro tuvo que ser adornado de forma extensiva para que llegara a buen puerto.
Lo más divertido del plan americano es que no es una solución al problema; son básicamente tres o cuatro. Como buen programa diseñado por comité, la ley tiene un presupuesto, un montón de ideas atadas de mala manera, y una forma simple y sencilla de decidir cómo aplicarlas: pasarle la pelota al Departamento del Tesoro, y resignarse a que ellos decidan. Eso puede ser bueno, ya que permite una respuesta flexible, o malo, si el tesoro sigue con esa alegre tradición de la administración Bush de escoger la peor herramienta posible. Veamos qué herramientas financieras tiene Paulson y su equipo a su disposición, y cuál podemos esperar ver en acción.
1a. Comprar activos tóxicos:
Los bancos americanos, igual que los británicos, están (en teoría) cargaditos de deuda mala. Digo en teoría porque nadie sabe dónde narices anda esa deuda mala; parte del problema es que los bancos no sólo la han esparcido en paquetes raros, sino que ademas han creado una auténtica orgía de instrumentos bastante incomprensibles que se apoyan en esa deuda que nadie sabe donde está. Una especie de pirámide financiera invertida que está cayéndose a pedazos.
La idea inicial de Paulson era ir a los bancos y comprar esa deuda mala. En teoría, los bancos se sacarían el peso de encima, los instrumentos raros volverían a tener valor, y la confianza en los mercados volvería. El problema, claro está, es a qué precio el gobierno compra la deuda; si la compra por cuatro duros, los bancos tienen que comerse un montón de pérdidas, y corren el riesgo de quiebra. Si la compran demasiado cara, tenemos a los contribuyentes subvencionando alegremente a los bancos comprando basura a precio de oro, sin poder recuperar el dinero gastado. Nadie sabe el valor de esos activos, ya que nadie los está comprando; no es un problema fácil.
Por añadido, esto funciona si los mercados tienen problemas de liquidez, de falta de confianza, y no de solvencia. A mediados del año pasado, cuando todo esto empezó a salirse de madre, mi teoría era que cuestión de confianza. Ahora mismo, me temo que es solvencia. Los bancos han creado tantísimos instrumentos derivados sobre deuda mala que es probable que el apalancamiento de los bancos sean insostenibles; no importa si la deuda mala es limpiada milagrosamente, es perfectamente posible que todo el mundo siga igual de aterrado y miedoso que los bancos se hundan porque bueno, de hecho están hundiéndose de verdad.
1b. El tesoro renegocia hipotecas:
Es una variación de la idea anterior, y la última ocurrencia de McCain, que lo propuso ayer en el debate como si fuera idea suya. La idea básica es que el tesoro sanea las deudas comprando todas las hipotecas en que el principal es mayor que el precio de la casa y pase a ser el prestamista, renegociandolas una por una con los morosos en cuestión.
En esencia es la idea de arriba, con dos diferencias básicas: primero, el gobierno federal estaría gastando muchísimo más dinero, ya que se comería la diferencia entre el precio nominal y el real de las deudas él solito. Segundo, el invento es una doble subvención a los dos actores que han hecho el mandril en el asunto, ya que compran mala deuda por encima de precio de mercado (precio completo de algo impagable), regalando dinero al prestamista, y rebajan el precio de la casa al comprador, que se lleva un descuento gratis a costa del presupuesto público.
Ah, y todo eso repitiendo los potenciales problemas de la opción anterior. No es que el plan sea mala idea, es básicamente una estupidez populista mal diseñada. Brad DeLong lo explica mejor que yo.
2. Plan de seguro contra deuda impagada:
Esta es la "maravillosa" idea de los republicanos en la Cámara de Representantes. La idea es que el tesoro cree una especie de seguro de depósitos para títulos de deuda, y que los bancos participen en él. Si alguna entidad se hunde, todos tranquilos, ya que sus deudas están aseguradas.
Dos problemas graves. Primero, los bancos están cortísimos de dinero. Ya me dirán quién va a dedicar parte de su presupuesto a pagar un seguro de este estilo, que será cualquier cosa menos barato. Segundo, y más grave, un seguro funciona bien si los "accidentes" son relativamente poco frecuentes; si todos los asegurados se estrellan contra un arbol a la vez, la aseguradora quiebra. Si lo que tienen los mercados es una crisis de confianza, sí, quizás funcionaría; si es liquidez, agravará el problema y enviará el gobierno federal a la bancarrota. Si es algo intermedio (crisis de confianza, pero esperamos accidentes) el gobierno federal deberá cobrar primas altas, que nadie querrá pagar. Si las primas no son altas, estamos pariendo -otra vez- una subvención directa a los que más tienen.
3. Nacionalización parcial:
Esta es la idea de Chris Dodd, el principal negociador demócrata en el Senado, y la verdad, es la más sensata. El plan parte de la idea que los bancos tienen problemas para mantenerse solventes a corto plazo, en parte porque tienen activos malos, en parte porque la desconfianza acentúa el problema, pero esencialmente son empresas rentables a largo plazo. El departamento del tesoro actuaría, esencialmente, como un inversor que ve un negocio con futuro pero sin dinero; pongo dinero, te ayudo a arreglar las cosas, y a cambio me llevo parte de los beneficios cuando las cosas vayan bien.
En teoría utilizar este sistema arreglaría las dos posibles causas de los problemas: si es sólo falta de confianza, la garantía del estado reactivará los mercados; si es insolvencia, el gobierno federal tendrá que hacer limpieza con cierto entusiasmo, pero recuperando la inversión a medio plazo.
El coste real es en ambos casos relativamente bajo; los mercados están tan aterrorizados estos días que están dispuestos a dejar dinero básicamente gratis si este les da un poco de seguridad. El gobierno federal podría entrar, refinanciar y salir a precio de ganga; las acciones son baratas, son los únicos que tienen crédito y el sistema financiero tarde o temprano tendrá algún valor. Como regalo añadido, al nacionalizar puedes literalmente apisonar accionistas sin miedo, así que castigas a los irresponsables que han creado el problema. Si las cosas salen bien, de hecho, el tesoro puede hacer un montón de dinero.
Obviamente, la nacionalización parcial no es una solución mágica. Puede que los bancos estén tan fritos que la inyección de capital necesaria sea gigantesca, y el dinero no se recupere nunca. El estado puede hacer cosas bien, pero no se distingue por ser un banquero decente; puede que la gestión de los bancos no sea demasiado eficiente durante los meses (o años) con intervención parcial federal. Y por descontado, si ninguna de las teorías es correcta, todo puede fracasar de forma creativa.
¿Qué plan se aprobará? En un principio parecía que la idea era aplicar el modelo 1a, que es caro, arriesgado y poco eficiente. Hoy, sin embargo, Paulson daba pistas que puede que veamos el modelo 3, el preferido por casi todos los economistas, y pariente cercano del plan de Gordon Brown para el Reino Unido.
Sea lo que sea (y espero que sea el modelo 3), el plan más vale que funcione. Si el rescate fracasa de veras, los gobiernos europeos pueden hacer lo que quieran; Estados Unidos probablemente se llevaría todo por delante, no importa lo responsable que haya sido cada gobierno regulando a sus bancos. Los mercados de crédito, ahora mismo, están muertos; si no se hace algo a corto plazo, la recesión será espantosa.
Lo más divertido del plan americano es que no es una solución al problema; son básicamente tres o cuatro. Como buen programa diseñado por comité, la ley tiene un presupuesto, un montón de ideas atadas de mala manera, y una forma simple y sencilla de decidir cómo aplicarlas: pasarle la pelota al Departamento del Tesoro, y resignarse a que ellos decidan. Eso puede ser bueno, ya que permite una respuesta flexible, o malo, si el tesoro sigue con esa alegre tradición de la administración Bush de escoger la peor herramienta posible. Veamos qué herramientas financieras tiene Paulson y su equipo a su disposición, y cuál podemos esperar ver en acción.
1a. Comprar activos tóxicos:
Los bancos americanos, igual que los británicos, están (en teoría) cargaditos de deuda mala. Digo en teoría porque nadie sabe dónde narices anda esa deuda mala; parte del problema es que los bancos no sólo la han esparcido en paquetes raros, sino que ademas han creado una auténtica orgía de instrumentos bastante incomprensibles que se apoyan en esa deuda que nadie sabe donde está. Una especie de pirámide financiera invertida que está cayéndose a pedazos.
La idea inicial de Paulson era ir a los bancos y comprar esa deuda mala. En teoría, los bancos se sacarían el peso de encima, los instrumentos raros volverían a tener valor, y la confianza en los mercados volvería. El problema, claro está, es a qué precio el gobierno compra la deuda; si la compra por cuatro duros, los bancos tienen que comerse un montón de pérdidas, y corren el riesgo de quiebra. Si la compran demasiado cara, tenemos a los contribuyentes subvencionando alegremente a los bancos comprando basura a precio de oro, sin poder recuperar el dinero gastado. Nadie sabe el valor de esos activos, ya que nadie los está comprando; no es un problema fácil.
Por añadido, esto funciona si los mercados tienen problemas de liquidez, de falta de confianza, y no de solvencia. A mediados del año pasado, cuando todo esto empezó a salirse de madre, mi teoría era que cuestión de confianza. Ahora mismo, me temo que es solvencia. Los bancos han creado tantísimos instrumentos derivados sobre deuda mala que es probable que el apalancamiento de los bancos sean insostenibles; no importa si la deuda mala es limpiada milagrosamente, es perfectamente posible que todo el mundo siga igual de aterrado y miedoso que los bancos se hundan porque bueno, de hecho están hundiéndose de verdad.
1b. El tesoro renegocia hipotecas:
Es una variación de la idea anterior, y la última ocurrencia de McCain, que lo propuso ayer en el debate como si fuera idea suya. La idea básica es que el tesoro sanea las deudas comprando todas las hipotecas en que el principal es mayor que el precio de la casa y pase a ser el prestamista, renegociandolas una por una con los morosos en cuestión.
En esencia es la idea de arriba, con dos diferencias básicas: primero, el gobierno federal estaría gastando muchísimo más dinero, ya que se comería la diferencia entre el precio nominal y el real de las deudas él solito. Segundo, el invento es una doble subvención a los dos actores que han hecho el mandril en el asunto, ya que compran mala deuda por encima de precio de mercado (precio completo de algo impagable), regalando dinero al prestamista, y rebajan el precio de la casa al comprador, que se lleva un descuento gratis a costa del presupuesto público.
Ah, y todo eso repitiendo los potenciales problemas de la opción anterior. No es que el plan sea mala idea, es básicamente una estupidez populista mal diseñada. Brad DeLong lo explica mejor que yo.
2. Plan de seguro contra deuda impagada:
Esta es la "maravillosa" idea de los republicanos en la Cámara de Representantes. La idea es que el tesoro cree una especie de seguro de depósitos para títulos de deuda, y que los bancos participen en él. Si alguna entidad se hunde, todos tranquilos, ya que sus deudas están aseguradas.
Dos problemas graves. Primero, los bancos están cortísimos de dinero. Ya me dirán quién va a dedicar parte de su presupuesto a pagar un seguro de este estilo, que será cualquier cosa menos barato. Segundo, y más grave, un seguro funciona bien si los "accidentes" son relativamente poco frecuentes; si todos los asegurados se estrellan contra un arbol a la vez, la aseguradora quiebra. Si lo que tienen los mercados es una crisis de confianza, sí, quizás funcionaría; si es liquidez, agravará el problema y enviará el gobierno federal a la bancarrota. Si es algo intermedio (crisis de confianza, pero esperamos accidentes) el gobierno federal deberá cobrar primas altas, que nadie querrá pagar. Si las primas no son altas, estamos pariendo -otra vez- una subvención directa a los que más tienen.
3. Nacionalización parcial:
Esta es la idea de Chris Dodd, el principal negociador demócrata en el Senado, y la verdad, es la más sensata. El plan parte de la idea que los bancos tienen problemas para mantenerse solventes a corto plazo, en parte porque tienen activos malos, en parte porque la desconfianza acentúa el problema, pero esencialmente son empresas rentables a largo plazo. El departamento del tesoro actuaría, esencialmente, como un inversor que ve un negocio con futuro pero sin dinero; pongo dinero, te ayudo a arreglar las cosas, y a cambio me llevo parte de los beneficios cuando las cosas vayan bien.
En teoría utilizar este sistema arreglaría las dos posibles causas de los problemas: si es sólo falta de confianza, la garantía del estado reactivará los mercados; si es insolvencia, el gobierno federal tendrá que hacer limpieza con cierto entusiasmo, pero recuperando la inversión a medio plazo.
El coste real es en ambos casos relativamente bajo; los mercados están tan aterrorizados estos días que están dispuestos a dejar dinero básicamente gratis si este les da un poco de seguridad. El gobierno federal podría entrar, refinanciar y salir a precio de ganga; las acciones son baratas, son los únicos que tienen crédito y el sistema financiero tarde o temprano tendrá algún valor. Como regalo añadido, al nacionalizar puedes literalmente apisonar accionistas sin miedo, así que castigas a los irresponsables que han creado el problema. Si las cosas salen bien, de hecho, el tesoro puede hacer un montón de dinero.
Obviamente, la nacionalización parcial no es una solución mágica. Puede que los bancos estén tan fritos que la inyección de capital necesaria sea gigantesca, y el dinero no se recupere nunca. El estado puede hacer cosas bien, pero no se distingue por ser un banquero decente; puede que la gestión de los bancos no sea demasiado eficiente durante los meses (o años) con intervención parcial federal. Y por descontado, si ninguna de las teorías es correcta, todo puede fracasar de forma creativa.
¿Qué plan se aprobará? En un principio parecía que la idea era aplicar el modelo 1a, que es caro, arriesgado y poco eficiente. Hoy, sin embargo, Paulson daba pistas que puede que veamos el modelo 3, el preferido por casi todos los economistas, y pariente cercano del plan de Gordon Brown para el Reino Unido.
Sea lo que sea (y espero que sea el modelo 3), el plan más vale que funcione. Si el rescate fracasa de veras, los gobiernos europeos pueden hacer lo que quieran; Estados Unidos probablemente se llevaría todo por delante, no importa lo responsable que haya sido cada gobierno regulando a sus bancos. Los mercados de crédito, ahora mismo, están muertos; si no se hace algo a corto plazo, la recesión será espantosa.
martes, septiembre 30, 2008
Noticias de un desastre político
Si queréis una buena explicación sobre el por qué ha fracasado el plan de rescate hoy en el Congreso, hablo de ello en Barras y Estrellas en detalle.
Tras diez días de negociaciones frenéticas, gestos grandilocuentes e muchísima confusión, la Cámara de Representantes votaba hoy el plan de rescate financiero pactado entre demócratas, republicanos y la Casa Blanca. El plan de por sí no era demasiado malo, aunque tenía sus problemas; como parche urgente pre-electoral para evitar que el sistema financiero se hundiera antes de las elecciones era relativamente aceptable. Todo parecía atado y bien atado; todas las partes están de acuerdo, tenemos un programa, es hora de llevarlo a la práctica.
El problema, claro está, es que el plan era una mierda. La cámara de representantes ha votado en contra, llevando los mercados financieros en todo el mundo a un ataque de pánico histérico incontrolable.
jueves, septiembre 25, 2008
Soluciones a la crisis: el patrón hombre
Los problemas financieros de Estados Unidos tienen su origen en el malvado dinero fiduciario. Los bancos no trabajan con dinero, trabajan con ese oscuro fraude que es el falso dinero de los bancos centrales; el especular con ese papel mojado es el origen de todos los problemas.
Debemos recuperar el dinero fuerte, el dinero con valor, pero no podemos ni debemos ir a arreglos arbitrarios. El oro no es más que un metal, frío, vacio, anticuado. No es más deposito de valor que el dinero actual, un mineral que no tiene más valor que el que nosotros le damos. No, tenemos que volver al dinero real, uno que 100% respaldado por algo que tiene un valor universal: el hombre.
Propongo utilizar el patrón hombre. Cada moneda, cada divisa, estará denominada en relación a seres humanos. El mercado sabrá claramente, sin dudas, cuántos euros vale un europeo, un keniata o un argentino; su moneda estará respaldada por su población. Si un país tiene problemas de balanza de pagos, no perderá reservas de oro o divisas o estas chorradas irrelevantes: deberá enviar ciudadanos de forma forzada al país vecino, para pagar con almas su inutilidad monetaria. Si no quiere exportar gente para compensar su voracidad importadora, siempre le queda ajustar a golpe de deflación; menos moneda en circulación, menos dinero para los súbditos, y a aguantar.
Claro, también puedes devaluar, que bien es sabido que no todos los seres humanos son iguales. Si un país devalúa, todo el mundo sabrá que sus habitantes son unos mierda que no valen nada.
Evidentemente, esto tiene también se aplica al caso contrario: si exportas demasiado, tienes que o importar gente de esos países débiles que no pueden competir contigo, por cutres, o tener un poco de inflación. Aunque si eres presumido, siempre puedes dejar que tu moneda se reevalue, dejando claro que tus habitantes valen más que nadie, y eres obviamente un pueblo superior. Quién sabe, quizás puedas comprar una pila de gente de esos países cutres, que están a precio de saldo. Todo tiene un precio en un mercado perfecto e inmutable.
Nota: post-homenaje a todos aquellos que dicen que el capitalismo apesta. Ya os digo que puede ser peor.
Nota 2: para los que no tienen sentido del humor, esto es una broma. Si queréis análisis más en serio del a crisis, hoy toca en Barras y Estrellas, que hay rollo presidencial complicado.
Debemos recuperar el dinero fuerte, el dinero con valor, pero no podemos ni debemos ir a arreglos arbitrarios. El oro no es más que un metal, frío, vacio, anticuado. No es más deposito de valor que el dinero actual, un mineral que no tiene más valor que el que nosotros le damos. No, tenemos que volver al dinero real, uno que 100% respaldado por algo que tiene un valor universal: el hombre.
Propongo utilizar el patrón hombre. Cada moneda, cada divisa, estará denominada en relación a seres humanos. El mercado sabrá claramente, sin dudas, cuántos euros vale un europeo, un keniata o un argentino; su moneda estará respaldada por su población. Si un país tiene problemas de balanza de pagos, no perderá reservas de oro o divisas o estas chorradas irrelevantes: deberá enviar ciudadanos de forma forzada al país vecino, para pagar con almas su inutilidad monetaria. Si no quiere exportar gente para compensar su voracidad importadora, siempre le queda ajustar a golpe de deflación; menos moneda en circulación, menos dinero para los súbditos, y a aguantar.
Claro, también puedes devaluar, que bien es sabido que no todos los seres humanos son iguales. Si un país devalúa, todo el mundo sabrá que sus habitantes son unos mierda que no valen nada.
Evidentemente, esto tiene también se aplica al caso contrario: si exportas demasiado, tienes que o importar gente de esos países débiles que no pueden competir contigo, por cutres, o tener un poco de inflación. Aunque si eres presumido, siempre puedes dejar que tu moneda se reevalue, dejando claro que tus habitantes valen más que nadie, y eres obviamente un pueblo superior. Quién sabe, quizás puedas comprar una pila de gente de esos países cutres, que están a precio de saldo. Todo tiene un precio en un mercado perfecto e inmutable.
Nota: post-homenaje a todos aquellos que dicen que el capitalismo apesta. Ya os digo que puede ser peor.
Nota 2: para los que no tienen sentido del humor, esto es una broma. Si queréis análisis más en serio del a crisis, hoy toca en Barras y Estrellas, que hay rollo presidencial complicado.
domingo, septiembre 21, 2008
De democracias y dictadores
Citoyen, que me quiere mal, me pregunta por qué las democracias existen. Es una pregunta que parece tonta, pero no lo es en absoluto; lo cierto es que el hecho que los militares de todo el mundo no anden sacando tanques a la calle cada vez que algo no les gusta es un poco sorprendente.
Con lo que está cayendo estos días en los mercados financieros en Estados Unidos (un vistazo al lado político del asunto aquí) no es que tenga demasiado tiempo, pero intentaré dar una respuesta más o menos coherente. Veamos.
Empezaré por la razón que no funciona en absoluto: nada que tenga que ver con valores morales, cultura política o patriotismo constitucional es una buena explicación. Básicamente le veo dos problemas: por un lado, no explica bien por qué alguien puede preferir una dictadura a una democracia, más allá de decir que "cada uno es cada uno", y segundo, y más importante, no da un mecanismo causal que explique los cambios de régimen. Chile fue una democracia más o menos decente hasta la caida de Allende; ¿sufrieron los militares un cruce de cables? ¿Se volvieron unos blandos años más tarde, cuando Pinochet dejó el poder? Misterios.
Mi explicación es -en principio- un poco más sencilla. Las democracias se sostienen porque es básicamente racional tener una. En política la gente actua de forma básicamente racional, tratando de moldear el mundo a sus preferencias; eso implica que existe una democracia en aquellos lugares en que los militares creen que los costes de mantenerse en el poder por la fuerza dejan de valer la pena.
Reprimir y encarcelar gente es relativamente sencillo, pero no es necesariamente barato. Los militares tienen que perder tiempo y dinero poniendo policías en la calle, las fábricas cierran, hay huelga, la economía se debilita ante la inestabilidad de las protestas... es algo bastante feo, ciertamente. Cuando la presión social pidiendo democracia aumenta demasiado, los beneficios de ser un dictador absoluto (riqueza, poder, mandar mucho) empiezan a perder su especial brillo, especialmente cuando tus subalternos se empiezan a cansar de pegar tiros a civiles y tienen dudas sobre su futuro. Las revoluciones tienden a ejecutar a gente sin demasiadas ceremonias cuando triunfan, más que nada. Si mantener el control deja de valer la pena, los militares tenderán a retirarse.
Esto, obviamente, crea una pregunta de segundo orden: ¿Cuándo una dictadura deja de ser rentable para sus líderes? Para todos los que han vivido en un régimen autoritario, es bastante obvio que no sólo los militares se benefician de la opresión. En la población siempre hay grupos que andan bastante cómodos con los generales al mando, básicamente porque su autoritarismo les permite mantener un determinado arreglo social que les favorece. Los grandes terratenientes no son expropiados. Los jeques con pozos de petróleo pueden disfrutar de toda la riqueza e inversión del estado. La gran industria no tiene que aguantar esos irritantes sindicalistas.
El apoyo no se ve limitado a élites solamente; las clases medias pueden estar encantadas con el sistema. Si el dictador mantiene un sistema fiscal básicamente regresivo, con impuestos sobre la renta bajos e impuestos indirectos altos, además de mecanismos que hacen la movilidad social difícil (los hijos de obrero lo tienen difícil para llegar a la universidad, abrir negocios es caro y requiere enchufes, etcétera), no habrá pocos contables, tenderos y profesionales que estarán básicamente a gusto en una dictadura.
El problema para los dictadores, sin embargo, es que esta clase de arreglos tiene algunos límites. Para empezar, tenemos gente como los banqueros o la industria financiera. Esta gente tiene poco miedo a la democracia, ya que es difícil que les expropien nada; si el frente popular gana las elecciones, ellos se largan con el dinero a las Islas Caimán y listos. Por añadido, son industrias que necesitan un sistema fiscal transparente, ordenado y más o menos justo, aparte de regulaciones ordenadas; las dictaduras, que tienden a ser mucho más corruptas, acostumbran a ser incómodas. Los banqueros no son las únicas industrias o sectores que prefieren sistemas más abiertos, por supuesto: una empresa que se base en trabajo cualificado necesita gente bien preparada y mucha flexibilidad, algo que las dictaduras no ofrecen (de nuevo, la corrupción); amplios sectores de nuevas clases medias preferirán un sistema que genere más movilidad social.
En otras palabras, la economía y la sociedad pueden cambiar, creando condiciones en que los militares tengan problemas para formar una coalición de intereses que apoye una dictadura. Los costes de reprimir, sumados a los costes intrínsecos de mantener un sistema autoritario, son demasiado altos. Si a eso le añadimos que cuanto más moderna es una economía, más difícil es expropiar a los ricos (en un país agrario o minero, estos no se pueden llevar sus juguetes a otra parte; en un país con industria avanzada, lo raro es que tengan la fábrica cerca), la gente que tendrá miedo que los malvados comunistas ganen las elecciones y les quiten todo será más bien poca.
Esto crea, por cierto, un par de paradojas curiosas. Primero, uno no tiene que ser un país realmente avanzadísimo para ser una democracia; basta con que los ricos tengan poco que temer a uno. El ejemplo más obvio serían las repúblicas comerciales de la antigüedad: los mercaderes de la Grecia de Pericles se podían ir con los barcos a otra parte, así que no tenían nada que temer en una democracia. Segundo, si la distribución de la renta es relativamente igualitaria de origen (muchos pequeños terratenientes), es relativamente fácil ser una democracia; nadie tiene miedo de expropiaciones, así que todos pueden aceptar un sistema representativo. Este sería el caso de los viejos sistemas semirepresentativos de las trece colonías americanas, o las proto-democracias escandinavas en la Edad Media.
Resumiendo: la democracia no es un milagro; es básicamente algo que tiene sentido para todos los implicados. Es un sistema básicamente racional, en el lugar y momento adecuados; y sí, eso significa que en no pocos sitios es básicamente insostenible. Irak, por ejemplo.
Con lo que está cayendo estos días en los mercados financieros en Estados Unidos (un vistazo al lado político del asunto aquí) no es que tenga demasiado tiempo, pero intentaré dar una respuesta más o menos coherente. Veamos.
Empezaré por la razón que no funciona en absoluto: nada que tenga que ver con valores morales, cultura política o patriotismo constitucional es una buena explicación. Básicamente le veo dos problemas: por un lado, no explica bien por qué alguien puede preferir una dictadura a una democracia, más allá de decir que "cada uno es cada uno", y segundo, y más importante, no da un mecanismo causal que explique los cambios de régimen. Chile fue una democracia más o menos decente hasta la caida de Allende; ¿sufrieron los militares un cruce de cables? ¿Se volvieron unos blandos años más tarde, cuando Pinochet dejó el poder? Misterios.
Mi explicación es -en principio- un poco más sencilla. Las democracias se sostienen porque es básicamente racional tener una. En política la gente actua de forma básicamente racional, tratando de moldear el mundo a sus preferencias; eso implica que existe una democracia en aquellos lugares en que los militares creen que los costes de mantenerse en el poder por la fuerza dejan de valer la pena.
Reprimir y encarcelar gente es relativamente sencillo, pero no es necesariamente barato. Los militares tienen que perder tiempo y dinero poniendo policías en la calle, las fábricas cierran, hay huelga, la economía se debilita ante la inestabilidad de las protestas... es algo bastante feo, ciertamente. Cuando la presión social pidiendo democracia aumenta demasiado, los beneficios de ser un dictador absoluto (riqueza, poder, mandar mucho) empiezan a perder su especial brillo, especialmente cuando tus subalternos se empiezan a cansar de pegar tiros a civiles y tienen dudas sobre su futuro. Las revoluciones tienden a ejecutar a gente sin demasiadas ceremonias cuando triunfan, más que nada. Si mantener el control deja de valer la pena, los militares tenderán a retirarse.
Esto, obviamente, crea una pregunta de segundo orden: ¿Cuándo una dictadura deja de ser rentable para sus líderes? Para todos los que han vivido en un régimen autoritario, es bastante obvio que no sólo los militares se benefician de la opresión. En la población siempre hay grupos que andan bastante cómodos con los generales al mando, básicamente porque su autoritarismo les permite mantener un determinado arreglo social que les favorece. Los grandes terratenientes no son expropiados. Los jeques con pozos de petróleo pueden disfrutar de toda la riqueza e inversión del estado. La gran industria no tiene que aguantar esos irritantes sindicalistas.
El apoyo no se ve limitado a élites solamente; las clases medias pueden estar encantadas con el sistema. Si el dictador mantiene un sistema fiscal básicamente regresivo, con impuestos sobre la renta bajos e impuestos indirectos altos, además de mecanismos que hacen la movilidad social difícil (los hijos de obrero lo tienen difícil para llegar a la universidad, abrir negocios es caro y requiere enchufes, etcétera), no habrá pocos contables, tenderos y profesionales que estarán básicamente a gusto en una dictadura.
El problema para los dictadores, sin embargo, es que esta clase de arreglos tiene algunos límites. Para empezar, tenemos gente como los banqueros o la industria financiera. Esta gente tiene poco miedo a la democracia, ya que es difícil que les expropien nada; si el frente popular gana las elecciones, ellos se largan con el dinero a las Islas Caimán y listos. Por añadido, son industrias que necesitan un sistema fiscal transparente, ordenado y más o menos justo, aparte de regulaciones ordenadas; las dictaduras, que tienden a ser mucho más corruptas, acostumbran a ser incómodas. Los banqueros no son las únicas industrias o sectores que prefieren sistemas más abiertos, por supuesto: una empresa que se base en trabajo cualificado necesita gente bien preparada y mucha flexibilidad, algo que las dictaduras no ofrecen (de nuevo, la corrupción); amplios sectores de nuevas clases medias preferirán un sistema que genere más movilidad social.
En otras palabras, la economía y la sociedad pueden cambiar, creando condiciones en que los militares tengan problemas para formar una coalición de intereses que apoye una dictadura. Los costes de reprimir, sumados a los costes intrínsecos de mantener un sistema autoritario, son demasiado altos. Si a eso le añadimos que cuanto más moderna es una economía, más difícil es expropiar a los ricos (en un país agrario o minero, estos no se pueden llevar sus juguetes a otra parte; en un país con industria avanzada, lo raro es que tengan la fábrica cerca), la gente que tendrá miedo que los malvados comunistas ganen las elecciones y les quiten todo será más bien poca.
Esto crea, por cierto, un par de paradojas curiosas. Primero, uno no tiene que ser un país realmente avanzadísimo para ser una democracia; basta con que los ricos tengan poco que temer a uno. El ejemplo más obvio serían las repúblicas comerciales de la antigüedad: los mercaderes de la Grecia de Pericles se podían ir con los barcos a otra parte, así que no tenían nada que temer en una democracia. Segundo, si la distribución de la renta es relativamente igualitaria de origen (muchos pequeños terratenientes), es relativamente fácil ser una democracia; nadie tiene miedo de expropiaciones, así que todos pueden aceptar un sistema representativo. Este sería el caso de los viejos sistemas semirepresentativos de las trece colonías americanas, o las proto-democracias escandinavas en la Edad Media.
Resumiendo: la democracia no es un milagro; es básicamente algo que tiene sentido para todos los implicados. Es un sistema básicamente racional, en el lugar y momento adecuados; y sí, eso significa que en no pocos sitios es básicamente insostenible. Irak, por ejemplo.
viernes, septiembre 19, 2008
Arriba es abajo
Si uno echa un vistazo a los mercados financieros hoy, se puede decir sin niguna duda que estamos en la dimensión desconocida. Es un mundo extraño, inquietante, un lugar dónde el Dow Jones ha subido más de 400 puntos en media debido a un rumor de rescate global del sistema, dónde los bonos del tesoro a corto plazo tienen un tipo de interés parecido al de guardar el dinero bajo el colchón, y dónde realmente nadie parece tener puñetera idea sobre qué va a suceder.
Parece que los políticos tienen un plan. Y la verdad, no sé si es un trabajo de genios, una especie de plan desesperado estilo poner un chicle en una presa que se está agrietando, una especie de chapuza nihilista en que se hace algo a saco a ver si funciona, o un grave brindis al sol para que al menos parezca que hacían algo mientras Roma ardía. Ni idea. Contando que el plan parece haber sido pergueñado en unas pocas horas en un día en que parece que el único actor en los mercados de todo el mundo que daba créditos eran los bancos centrales (y lo hacían como locos. Y ni así nada se movía), lo cierto es que no es que me dé excesiva confianza.
¿En qué consiste el invento? Paul Krugman habla del camarada Paulson llevando la economía a excelsas alturas; si uno lee el plan por encima, parece que la República Popular de Amérika no está tan lejos (o, como le llama Roubini, la República de los Estados Unidos Socialistas de América). La idea es crear un engendro en forma de agencia estatal que compre a los bancos, fondos, inversores y pelagatos financieros la deuda mala que tienen en sus libros a precio de saldo, y tras aclarar qué narices hay en esos extraños bonos, subastarlos a quién los quiera comprar, presumiblemente a mejor precio.
Básicamente, la idea es apostar a que el problema del sistema es que la gente no sabe quién tiene qué deuda basura. Si eso es cierto, una vez quede claro que toda la tiene el gobierno, la agencia federal en cuestión la podrá recolocar a un precio razonable, ya que de hecho no hay tanta mierda en el sistema como parece. Es una asunción hasta cierto punto lógica (y de hecho, mi teoría era la de falta de información como uno de los orígenes del problema) pero que exige unos cuantos saltos de fe realmente aterradores para poder decir que es una buena idea.
Primero, uno tiene que aceptar la idea que la deuda mala es de hecho algo fácilmente identificable y revendible. Los instrumentos financieros nacidos de la desregulación de estos días son cualquier cosa menos sencillos de entender. De hecho, si miramos algunos de los extraños cacharros de deuda que algunos inventaron, saber qué tiene que vender un banco que sea tóxico puede ser complicado. Podemos estar en un escenario en que la noticia que alguien se saca de encima un CDS provoque un pánico sobre otros activos en otros sitio que parecían seguros pero tenían alguna extraña conexión poco implícita, causando una cadena extraña que siga cargándose el sistema igual.
Segundo, y más complicado todavía, la fuente del problema tiene que ser la falta de información, y no el hecho que los bancos y familia están endeudados hasta las cejas de forma totalmente insostenible. Si el sistema realmente es víctima de un exceso de apalancamiento galopante, los contribuyentes americanos acabarán (acabaremos...) con una factura absolutamente espantosa de deuda horrenda que costará lo indecible de sacarse de encima, si no se lleva las cuentas federales por delante.
Hay cientos de razones por las que este invento puede fracasar de forma horrible, creando una factura enorme a los contribuyentes, una continuación del desastre crediticio y una invasión de los Hongos de Yuggoth. El hecho que la SEC vaya prohibiendo chorradas estos días, sin embargo, no es que genere demasiada confianza. Por no hablar del hecho que a la práctica estaríamos poniendo dinero público para salvar a una pila de "genios financieros" de sí mismos, con todos los problemas de riesgo moral que vienen asociados.
¿La verdad? A lo mejor funciona y todo. A saber. Como andan las cosas, no es que tengan demasiado que hacer, y la verdad, ver como la economía entera se va al carajo sin hacer nada no es que fuera una opción agradable.
Un último detalle: por mucho que hablemos de rescates públicos heróicos, fallos de mercado y desastre financiero, esto no quiere decir que el capitalismo sea algo horrible y tengamos que cargar todo de regulaciones y agencias públicas para sobrevivir. Una cosa es el libre mercado, y la otra es la horrenda implementación y falta de control que hemos visto estos últimos años. Los mercados son entes delicados, que necesitan cuidado y buenas leyes. Pero eso es para otro día.
Parece que los políticos tienen un plan. Y la verdad, no sé si es un trabajo de genios, una especie de plan desesperado estilo poner un chicle en una presa que se está agrietando, una especie de chapuza nihilista en que se hace algo a saco a ver si funciona, o un grave brindis al sol para que al menos parezca que hacían algo mientras Roma ardía. Ni idea. Contando que el plan parece haber sido pergueñado en unas pocas horas en un día en que parece que el único actor en los mercados de todo el mundo que daba créditos eran los bancos centrales (y lo hacían como locos. Y ni así nada se movía), lo cierto es que no es que me dé excesiva confianza.
¿En qué consiste el invento? Paul Krugman habla del camarada Paulson llevando la economía a excelsas alturas; si uno lee el plan por encima, parece que la República Popular de Amérika no está tan lejos (o, como le llama Roubini, la República de los Estados Unidos Socialistas de América). La idea es crear un engendro en forma de agencia estatal que compre a los bancos, fondos, inversores y pelagatos financieros la deuda mala que tienen en sus libros a precio de saldo, y tras aclarar qué narices hay en esos extraños bonos, subastarlos a quién los quiera comprar, presumiblemente a mejor precio.
Básicamente, la idea es apostar a que el problema del sistema es que la gente no sabe quién tiene qué deuda basura. Si eso es cierto, una vez quede claro que toda la tiene el gobierno, la agencia federal en cuestión la podrá recolocar a un precio razonable, ya que de hecho no hay tanta mierda en el sistema como parece. Es una asunción hasta cierto punto lógica (y de hecho, mi teoría era la de falta de información como uno de los orígenes del problema) pero que exige unos cuantos saltos de fe realmente aterradores para poder decir que es una buena idea.
Primero, uno tiene que aceptar la idea que la deuda mala es de hecho algo fácilmente identificable y revendible. Los instrumentos financieros nacidos de la desregulación de estos días son cualquier cosa menos sencillos de entender. De hecho, si miramos algunos de los extraños cacharros de deuda que algunos inventaron, saber qué tiene que vender un banco que sea tóxico puede ser complicado. Podemos estar en un escenario en que la noticia que alguien se saca de encima un CDS provoque un pánico sobre otros activos en otros sitio que parecían seguros pero tenían alguna extraña conexión poco implícita, causando una cadena extraña que siga cargándose el sistema igual.
Segundo, y más complicado todavía, la fuente del problema tiene que ser la falta de información, y no el hecho que los bancos y familia están endeudados hasta las cejas de forma totalmente insostenible. Si el sistema realmente es víctima de un exceso de apalancamiento galopante, los contribuyentes americanos acabarán (acabaremos...) con una factura absolutamente espantosa de deuda horrenda que costará lo indecible de sacarse de encima, si no se lleva las cuentas federales por delante.
Hay cientos de razones por las que este invento puede fracasar de forma horrible, creando una factura enorme a los contribuyentes, una continuación del desastre crediticio y una invasión de los Hongos de Yuggoth. El hecho que la SEC vaya prohibiendo chorradas estos días, sin embargo, no es que genere demasiada confianza. Por no hablar del hecho que a la práctica estaríamos poniendo dinero público para salvar a una pila de "genios financieros" de sí mismos, con todos los problemas de riesgo moral que vienen asociados.
¿La verdad? A lo mejor funciona y todo. A saber. Como andan las cosas, no es que tengan demasiado que hacer, y la verdad, ver como la economía entera se va al carajo sin hacer nada no es que fuera una opción agradable.
Un último detalle: por mucho que hablemos de rescates públicos heróicos, fallos de mercado y desastre financiero, esto no quiere decir que el capitalismo sea algo horrible y tengamos que cargar todo de regulaciones y agencias públicas para sobrevivir. Una cosa es el libre mercado, y la otra es la horrenda implementación y falta de control que hemos visto estos últimos años. Los mercados son entes delicados, que necesitan cuidado y buenas leyes. Pero eso es para otro día.
domingo, septiembre 14, 2008
Bolivia, otra vez
Bolivia, otra vez. Es un país del que he hablado a menudo, y la verdad, la crisis de hoy es lo mismo que sucedía el año pasado, cambiando la letra pero con la misma melodía. En contra de lo que dicen en El País, el origen de los disturbios es esencialmente interno, y como tal, difícil que se extienda por todo el continente.
El problema de Bolivia es muy simple: el gas natural ha hecho el país ingobernable. El gas no crea (ni creará) riqueza, pero genera un conflicto irresoluble por el control de un recurso que tiene la maldita manía de estar atado a una zona geográfica. Si tu región no tiene gas, no quieres autonomías controlando ese recurso. Si tu región tiene gas, quieres un concierto económico y poco que compartir.
Si esto sucede en un país razonablemente rico y con una distribución de la renta decente (digamos Canadá o Noruega), el decidir quién gana y quien pierde es relativamente fácil, ya que los hidrocarburos son un lujo agradable, pero no una fuente de riqueza imprescindible. Si tu país anda corto de pasta, tiene un sistema político oligofrénico, mala distribución de renta y una larga tradición de resolverlo todo a guantazos, el gas es de de hecho una maldición. Advinad en qué grupo cae Bolivia. Los problemas empezaron hace tiempo (en el 2005 ya hablaba de ello) y no parecen cerrarse, sea quien sea presidente.
Bolivia no parará de implosionar ciclicamente hasta que saquen el debate sobre los ingresos del gas de la mesa de un modo u otro, llegando a un pacto más o menos equilibrado que todo el mundo pueda aceptar. Siendo el estado boliviano ridículamente débil, este pacto no parece que pueda ser alcanzado a base de elecciones y mayorías simples; el perdedor sale a la calle cada vez que puede, y siempre puede torearse al presidente.
¿La solución? No veo demasiadas, pero no creo que una intervención decidida desde el exterior para mediar en el conflicto sea una mala idea necesariamente. Brasil y (en menor medida) Chile pueden ayudar a forzar un acuerdo a base de ofrecer palos y zanahorias a los actores implicados, creando un equilibrio más o menos aceptable para todos. Una solución básicamente pragmática, básicamente; obviamente algo que los melones maximalistas del "antiimperialismo vendiendo petroleo" no acaban de entender.
En fin, espero sinceramente que los bolivianos se dejen de cantos de sirena bolivarianos y conspiraciones gringas ficticias y empiecen a entender que si están a tortas todo el día la culpa es básicamente suya. Esperemos que Lula y los suyos sean capaces de llevar esto a buen puerto.
El problema de Bolivia es muy simple: el gas natural ha hecho el país ingobernable. El gas no crea (ni creará) riqueza, pero genera un conflicto irresoluble por el control de un recurso que tiene la maldita manía de estar atado a una zona geográfica. Si tu región no tiene gas, no quieres autonomías controlando ese recurso. Si tu región tiene gas, quieres un concierto económico y poco que compartir.
Si esto sucede en un país razonablemente rico y con una distribución de la renta decente (digamos Canadá o Noruega), el decidir quién gana y quien pierde es relativamente fácil, ya que los hidrocarburos son un lujo agradable, pero no una fuente de riqueza imprescindible. Si tu país anda corto de pasta, tiene un sistema político oligofrénico, mala distribución de renta y una larga tradición de resolverlo todo a guantazos, el gas es de de hecho una maldición. Advinad en qué grupo cae Bolivia. Los problemas empezaron hace tiempo (en el 2005 ya hablaba de ello) y no parecen cerrarse, sea quien sea presidente.
Bolivia no parará de implosionar ciclicamente hasta que saquen el debate sobre los ingresos del gas de la mesa de un modo u otro, llegando a un pacto más o menos equilibrado que todo el mundo pueda aceptar. Siendo el estado boliviano ridículamente débil, este pacto no parece que pueda ser alcanzado a base de elecciones y mayorías simples; el perdedor sale a la calle cada vez que puede, y siempre puede torearse al presidente.
¿La solución? No veo demasiadas, pero no creo que una intervención decidida desde el exterior para mediar en el conflicto sea una mala idea necesariamente. Brasil y (en menor medida) Chile pueden ayudar a forzar un acuerdo a base de ofrecer palos y zanahorias a los actores implicados, creando un equilibrio más o menos aceptable para todos. Una solución básicamente pragmática, básicamente; obviamente algo que los melones maximalistas del "antiimperialismo vendiendo petroleo" no acaban de entender.
En fin, espero sinceramente que los bolivianos se dejen de cantos de sirena bolivarianos y conspiraciones gringas ficticias y empiecen a entender que si están a tortas todo el día la culpa es básicamente suya. Esperemos que Lula y los suyos sean capaces de llevar esto a buen puerto.
miércoles, septiembre 10, 2008
Respuestas mecánicas
Me parece casi obligado comentar una pequeña entrada de Escolar, ya que es un ejemplo claro de algo que me pone de los nervios: las respuestas automáticas. Del mismo modo que ciertos sectores de la derecha siempre te contestan que el estado es demasiado grande y que debemos bajar impuestos y liberalizar, no importa qué les preguntes, algunos sectores de la izquierda tienen tics parecidos. En este caso, el topicazo del "chantaje de los mercados" con eso que "siempre ganan los mismos" al hablar de Fannie Mae y Freddie Mac.
Básicamente, porque no es cierto. Los accionistas de las dos entidades financieras (que son los propietarios reales) ha perdido hasta la camisa. Sí, los presidentes se han llevado una pasta, pero han sido los únicos. La gente que tiene bonos de Freddie Mac y Fannie Mae no van a perder (demasiado) dinero, básicamente porque no sería justo que lo hicieran: la teoría detrás de ambas entidades es que el gobierno garantizaba la deuda que emitían de forma implícita, y por eso eran capaces de sacar deuda al mercado con condiciones ventajosas. Al ser la deuda supuestamente tan segura, daba unos intereses bajos, funcionando como una especie de equivalente inmobiliario a bonos del tesoro. El riesgo era muy bajo, así que podían pedir tipos muy reducidos.
El desastre de Fannie y Freddie no es tanto uno de los mercados, si no del patético fracaso de la clase política americana para regular el sector como Dios manda. No es tanto que la parejita de chiringuitos financieros fueran espectacularmente deshonestos; básicamente, el gobierno federal les estaba dejando hacer cada vez más y más sin supervisión, y manteniendo esa estupenda garantía implícita. Cuando Fannie y Freddie procedieron a intentar a hacer tanta pasta como fuera posible, aprovechando la protección de papá estado, tomaron más riesgos que nunca, y cuando el mercado se fue a hacer gárgaras, acabaron por irse al garete.
¿La verdad? Los americanos llevan votando a políticos desde hace años que sólo prometen desregular, liberalizar y dejar al mercado que haga lo que quiera. Los políticos han actuado en consecuencia, y el resultado final ha sido una factura potencialmente terrorífica para los contribuyentes. Los mercados hacen el cretino y se aprovecharán de las prebendas del estado si este les deja, sí. Pero la culpa que esto suceda no es sólo del malvado mercado, es de la imbecilidad de los políticos.
El gobierno americano prometió dos entidades emitiendo deuda a prueba de bombas. Cuando las entidades dejan de hacerlo ya que el gobierno está haciendo el mandril, quienes deben tragar son el estado y Fannie y Freddie, no quienes creyeron que la promesa era cierta.
Y sí, Fannie y Freddie eran demasiado grandes para dejar que se metieran en bancarrota igualmente. La alternativa (dejar que murieran en plan espectacular) era infinítamente peor.
Básicamente, porque no es cierto. Los accionistas de las dos entidades financieras (que son los propietarios reales) ha perdido hasta la camisa. Sí, los presidentes se han llevado una pasta, pero han sido los únicos. La gente que tiene bonos de Freddie Mac y Fannie Mae no van a perder (demasiado) dinero, básicamente porque no sería justo que lo hicieran: la teoría detrás de ambas entidades es que el gobierno garantizaba la deuda que emitían de forma implícita, y por eso eran capaces de sacar deuda al mercado con condiciones ventajosas. Al ser la deuda supuestamente tan segura, daba unos intereses bajos, funcionando como una especie de equivalente inmobiliario a bonos del tesoro. El riesgo era muy bajo, así que podían pedir tipos muy reducidos.
El desastre de Fannie y Freddie no es tanto uno de los mercados, si no del patético fracaso de la clase política americana para regular el sector como Dios manda. No es tanto que la parejita de chiringuitos financieros fueran espectacularmente deshonestos; básicamente, el gobierno federal les estaba dejando hacer cada vez más y más sin supervisión, y manteniendo esa estupenda garantía implícita. Cuando Fannie y Freddie procedieron a intentar a hacer tanta pasta como fuera posible, aprovechando la protección de papá estado, tomaron más riesgos que nunca, y cuando el mercado se fue a hacer gárgaras, acabaron por irse al garete.
¿La verdad? Los americanos llevan votando a políticos desde hace años que sólo prometen desregular, liberalizar y dejar al mercado que haga lo que quiera. Los políticos han actuado en consecuencia, y el resultado final ha sido una factura potencialmente terrorífica para los contribuyentes. Los mercados hacen el cretino y se aprovecharán de las prebendas del estado si este les deja, sí. Pero la culpa que esto suceda no es sólo del malvado mercado, es de la imbecilidad de los políticos.
El gobierno americano prometió dos entidades emitiendo deuda a prueba de bombas. Cuando las entidades dejan de hacerlo ya que el gobierno está haciendo el mandril, quienes deben tragar son el estado y Fannie y Freddie, no quienes creyeron que la promesa era cierta.
Y sí, Fannie y Freddie eran demasiado grandes para dejar que se metieran en bancarrota igualmente. La alternativa (dejar que murieran en plan espectacular) era infinítamente peor.
martes, septiembre 09, 2008
Fannie y Freddie: problemas de origen
Siguiendo con la nacionalización de Fannie Mae y Freddie Mac (o como prefiere Krugman, de-privatización; al fin y al cabo, nacieron públicas), varias cosas hay que añadir al desastre.
Primero de todo, creo que vale la pena repetir lo obvio, una vez más: para una administración que empezó hablando de privatizar, eliminar regulaciones, brillante creatividad de los actores financieros libres de ataduras y el milagro del crédito infinito y el riesgo disperso, han acabado interviniendo en el mercado más que nadie. Lo más divertido (y preocupante) es que más que arreglar la tristemente insuficiente regulación del sistema, de momento andan más preocupados apagando fuegos y nacionalizando cosas. Como casi todo en la administración Bush, patada a seguir y que el problema lo arregle su sucesor.
Eso no quita que el rescate de Fannie y Freddie no fuera urgente, y que cómo bien comentan algunos, sea parecido a hacer salchichas. Ya se sabe, el dicho que hay dos cosas que uno no puede ver nunca como se hacen en vivo, salchichas y legislación (según Bismarck). Añadidle a esta lista las nacionalizaciones de emergencia; un mundo donde los accionistas pierden dinero, los contribuyentes se juegan sus impuestos, y los ex-directivos de las empresas en problemas se irán a casa con 15 millones de dólares por cabeza. Que no lloren los accionistas; son ellos los que deberían vigilar a los gerentes, no yo.
Lo que si me está sorprendiendo de todo este pollo, sin embargo, es la maldita obsesión de no pocos comentaristas y políticos diciendo que lo importante es que suceda lo que suceda, es importante que los herederos de Freddie y Fannie sigan proporcionando "hipotecas asequibles" a los votantes. Ya comenté no hace demasiado que las Mac nacen de la extraña obsesión americana en promocionar la compra de viviendas tanto como sea posible; de todas las funciones del estado, la verdad, me parece una de las más difíciles de justificar.
No es algo exclusivo de Estados Unidos, de hecho. En España compartimos la extraña obsesión de subvencionar la compra de casas a base de desgravaciones, junto con la especial obsesión local de construir y "regalar" vivienda protegida. Ya he comentado que esto del "derecho a la vivienda" no debe ser entendido como "derecho a hipotecarse durante 30 años para comprar una vivienda" o "derecho tener en propiedad una vivienda" a secas. Favorecer la compra de casas suena muy bien, pero en contextos con tipos de interés bajo y crédito fácil es pedir a gritos tener una burbuja y que te estalle en la cara. Y, por si alguien no se ha dado cuenta todavía, eso duele.
Los americanos habían parido básicamente un sistema parapúblico gigantesco para reducir el riesgo hipotecario, con el erario público corriendo parte del riesgo, que a su vez dejaba libre ingentes cantidades de capital libre ocioso para financiar subprimes. No era una buena idea. Lo de España era menos explícito, pero casi igual de absurdo.
Cuando el mercado de la vivienda finalmente resucite, de aquí dos o tres años, no sería mala idea, mientras todo el mundo anda perdiendo el tiempo buscando gangas de eliminar todas esas absurdas subvenciones a la compra, y reforzar el papel del alquiler en estos mercados. A ver si aprendemos.
Primero de todo, creo que vale la pena repetir lo obvio, una vez más: para una administración que empezó hablando de privatizar, eliminar regulaciones, brillante creatividad de los actores financieros libres de ataduras y el milagro del crédito infinito y el riesgo disperso, han acabado interviniendo en el mercado más que nadie. Lo más divertido (y preocupante) es que más que arreglar la tristemente insuficiente regulación del sistema, de momento andan más preocupados apagando fuegos y nacionalizando cosas. Como casi todo en la administración Bush, patada a seguir y que el problema lo arregle su sucesor.
Eso no quita que el rescate de Fannie y Freddie no fuera urgente, y que cómo bien comentan algunos, sea parecido a hacer salchichas. Ya se sabe, el dicho que hay dos cosas que uno no puede ver nunca como se hacen en vivo, salchichas y legislación (según Bismarck). Añadidle a esta lista las nacionalizaciones de emergencia; un mundo donde los accionistas pierden dinero, los contribuyentes se juegan sus impuestos, y los ex-directivos de las empresas en problemas se irán a casa con 15 millones de dólares por cabeza. Que no lloren los accionistas; son ellos los que deberían vigilar a los gerentes, no yo.
Lo que si me está sorprendiendo de todo este pollo, sin embargo, es la maldita obsesión de no pocos comentaristas y políticos diciendo que lo importante es que suceda lo que suceda, es importante que los herederos de Freddie y Fannie sigan proporcionando "hipotecas asequibles" a los votantes. Ya comenté no hace demasiado que las Mac nacen de la extraña obsesión americana en promocionar la compra de viviendas tanto como sea posible; de todas las funciones del estado, la verdad, me parece una de las más difíciles de justificar.
No es algo exclusivo de Estados Unidos, de hecho. En España compartimos la extraña obsesión de subvencionar la compra de casas a base de desgravaciones, junto con la especial obsesión local de construir y "regalar" vivienda protegida. Ya he comentado que esto del "derecho a la vivienda" no debe ser entendido como "derecho a hipotecarse durante 30 años para comprar una vivienda" o "derecho tener en propiedad una vivienda" a secas. Favorecer la compra de casas suena muy bien, pero en contextos con tipos de interés bajo y crédito fácil es pedir a gritos tener una burbuja y que te estalle en la cara. Y, por si alguien no se ha dado cuenta todavía, eso duele.
Los americanos habían parido básicamente un sistema parapúblico gigantesco para reducir el riesgo hipotecario, con el erario público corriendo parte del riesgo, que a su vez dejaba libre ingentes cantidades de capital libre ocioso para financiar subprimes. No era una buena idea. Lo de España era menos explícito, pero casi igual de absurdo.
Cuando el mercado de la vivienda finalmente resucite, de aquí dos o tres años, no sería mala idea, mientras todo el mundo anda perdiendo el tiempo buscando gangas de eliminar todas esas absurdas subvenciones a la compra, y reforzar el papel del alquiler en estos mercados. A ver si aprendemos.
sábado, septiembre 06, 2008
Nacionalización
Fannie Mae y Freddie Mac, los dos engendros semipúblicos de solvencia discutible del mercado hipotecario americano, vuelven al redil federal. Las dos entidades, públicas de origen, se han metido en problemas más o menos serios (nadie sabe exactamente lo mal que están) en los últimos años, así que para evitar el miedo, horror y pavor que estaban causando en el mercado han acabado siendo nacionalizadas.
No que sea una sorpresa demasiado grande. La palabra que empieza por "N", ese gran tabú de la política económica americana, llevaba circulando desde hacía unos meses. Le llamen como le llamen (andan diciendo que es un "conservatorio") a la operación es realmente una expropiación bastante clásica, con los accionistas perdiendo hasta la camisa y el gobierno federal haciéndose cargo de las cuentas de las dos entidades, para bien y para mal. Es un rescate en toda regla: Fannie y Freddie estaban nadando en tinta roja, eran incapaces de conseguir capital y ya nadie confiaba en ellas. Bajo control federal, las pérdidas las pagarán los contribuyentes americanos (mal que nos pese); no hay más remedio.
¿Significa esto un incremento gigantesco del ya de por sí abultado déficit fiscal americano? Es difícil decirlo. Si bien las dos empresas hipotecarias estaban comiéndose pérdidas, es relativamente difícil decir hasta que punto sus problemas eran endógenos (hipotécas malas que no podían recuperar) o eran un resultado de la histérica paranoia existente en los mercados de crédito. He hablado del origen de estos problemas aquí y aquí, sin saber exáctamente qué hay en los libros de Fannie y Freddie (y aunque lo supiera, dudo que los entendiera) no me atrevo a decir más.
Sí se me ocurren, sin embargo, dos comentarios. Primero, creo que la nacionalización es de hecho una buena idea; no tiene sentido tener dos instituciones privadas de ese tamaño que viven a costa de una garantía pública. Fannie y Freddie vivían en un mundo en que si salía cara ganaban ellos, y si salía cruz pagaban los contribuyentes; ahora que ha salido cruz, me parece más que razonable quitar a los accionistas su juguete. Como comenta el artículo del NYT, una vez visto que la cosa tenía muy mal arreglo, era mejor nacionalizar rápido que esperar una temporada; lo último que uno quiere en un mercado financiero lleno de cagamandurrias es un par de prestamistas zombie talla XL si un destino o situación claras.
Segundo, no sé si esto acabará con las dudas de los mercados o no. Me temo que el miedo no se irá a ningún sitio, al menos a corto plazo. Como comentaba cuando empezó todo esto el día que "murió" Bear Sterns, no creo que estemos ante un problema de lobos con piel de cordero (y pérdidas en los libros) en un mar de corderitos aterrados; el problema es más una falta de regulación de qué es permisible y qué no lo es en el ultraconfuso sistema financiero mundial, y cómo y donde venden y revenden los bancos sus deudas e inversiones. Hasta que la regulación no establezca unos mecanismos y reglas concretos sobre cómo se hacen las cosas y -aún más importante- cómo se informa de cada inversión en los libros, los problemas seguirán.
Evidentemente, eso es una reforma muy, muy compleja y (según se mire) realmente ambiciosa. A dos meses de las elecciones, podemos olvidarnos de cualquier regulación hasta que haya un nuevo inquilino en la Casa Blanca en enero. Más si es Obama que McCain; el candidato republicano parece no estar demasiado por la labor de re-regular la industria financiera.
Lo más extraño de todo esto, de todos modos, es el hecho que la economía americana anda creciendo al 3% mientras los mercados financieros se desmoronan y el paro no deja de subir (y recordad, los datos de paro en EUA no son comparables directamente a los europeos; usan una contabilidad distinta y menos estricta). Técnicamente Estados Unidos no anda en recesión, pero hay un montón de gente que está viviendo una. Realmente, es una situación rara.
No que sea una sorpresa demasiado grande. La palabra que empieza por "N", ese gran tabú de la política económica americana, llevaba circulando desde hacía unos meses. Le llamen como le llamen (andan diciendo que es un "conservatorio") a la operación es realmente una expropiación bastante clásica, con los accionistas perdiendo hasta la camisa y el gobierno federal haciéndose cargo de las cuentas de las dos entidades, para bien y para mal. Es un rescate en toda regla: Fannie y Freddie estaban nadando en tinta roja, eran incapaces de conseguir capital y ya nadie confiaba en ellas. Bajo control federal, las pérdidas las pagarán los contribuyentes americanos (mal que nos pese); no hay más remedio.
¿Significa esto un incremento gigantesco del ya de por sí abultado déficit fiscal americano? Es difícil decirlo. Si bien las dos empresas hipotecarias estaban comiéndose pérdidas, es relativamente difícil decir hasta que punto sus problemas eran endógenos (hipotécas malas que no podían recuperar) o eran un resultado de la histérica paranoia existente en los mercados de crédito. He hablado del origen de estos problemas aquí y aquí, sin saber exáctamente qué hay en los libros de Fannie y Freddie (y aunque lo supiera, dudo que los entendiera) no me atrevo a decir más.
Sí se me ocurren, sin embargo, dos comentarios. Primero, creo que la nacionalización es de hecho una buena idea; no tiene sentido tener dos instituciones privadas de ese tamaño que viven a costa de una garantía pública. Fannie y Freddie vivían en un mundo en que si salía cara ganaban ellos, y si salía cruz pagaban los contribuyentes; ahora que ha salido cruz, me parece más que razonable quitar a los accionistas su juguete. Como comenta el artículo del NYT, una vez visto que la cosa tenía muy mal arreglo, era mejor nacionalizar rápido que esperar una temporada; lo último que uno quiere en un mercado financiero lleno de cagamandurrias es un par de prestamistas zombie talla XL si un destino o situación claras.
Segundo, no sé si esto acabará con las dudas de los mercados o no. Me temo que el miedo no se irá a ningún sitio, al menos a corto plazo. Como comentaba cuando empezó todo esto el día que "murió" Bear Sterns, no creo que estemos ante un problema de lobos con piel de cordero (y pérdidas en los libros) en un mar de corderitos aterrados; el problema es más una falta de regulación de qué es permisible y qué no lo es en el ultraconfuso sistema financiero mundial, y cómo y donde venden y revenden los bancos sus deudas e inversiones. Hasta que la regulación no establezca unos mecanismos y reglas concretos sobre cómo se hacen las cosas y -aún más importante- cómo se informa de cada inversión en los libros, los problemas seguirán.
Evidentemente, eso es una reforma muy, muy compleja y (según se mire) realmente ambiciosa. A dos meses de las elecciones, podemos olvidarnos de cualquier regulación hasta que haya un nuevo inquilino en la Casa Blanca en enero. Más si es Obama que McCain; el candidato republicano parece no estar demasiado por la labor de re-regular la industria financiera.
Lo más extraño de todo esto, de todos modos, es el hecho que la economía americana anda creciendo al 3% mientras los mercados financieros se desmoronan y el paro no deja de subir (y recordad, los datos de paro en EUA no son comparables directamente a los europeos; usan una contabilidad distinta y menos estricta). Técnicamente Estados Unidos no anda en recesión, pero hay un montón de gente que está viviendo una. Realmente, es una situación rara.
jueves, septiembre 04, 2008
No sólo son las autonomías
Estos días Belloch y un puñado de alcaldes andan pidiendo nueva financiación para las ciudades, para añadir un poco de salsa al debate autonómico. Algo que por cierto es muy, muy necesario, por el mismo motivo que hace falta cambiar la financiación autonómica: el sistema actual crea incentivos perversos, y contribuye a dispersar la población de forma torpe y desordenada.
Sí, las ciudades necesitan más dinero. Pero por encima de todo, es hora que aquí cada uno se pague sus caprichos e ideas raras; si una ciudad quiere cubrir autopistas, esto de endeudarse primero y pedir pasta después no vale. Y sí, hay proyectos en que el estado tiene que ayudar, pero no puede ser que las ciudades se lancen a hacer cosas raras confiando en que papá estado les cubra sus deudas a posteriori. En defensa de Gallardón, el tipo sí que subió sus impuestos para hacer todas esas inversiones, pero los alcaldes necesitan más margen de maniobra, y los votantes necesitan poden ver con más claridad quién cobra cada cosa, y quién está haciendo cada obra.
Sí, las ciudades necesitan más dinero. Pero por encima de todo, es hora que aquí cada uno se pague sus caprichos e ideas raras; si una ciudad quiere cubrir autopistas, esto de endeudarse primero y pedir pasta después no vale. Y sí, hay proyectos en que el estado tiene que ayudar, pero no puede ser que las ciudades se lancen a hacer cosas raras confiando en que papá estado les cubra sus deudas a posteriori. En defensa de Gallardón, el tipo sí que subió sus impuestos para hacer todas esas inversiones, pero los alcaldes necesitan más margen de maniobra, y los votantes necesitan poden ver con más claridad quién cobra cada cosa, y quién está haciendo cada obra.
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