Parece que el pánico vuelve a los mercados, esta vez porque no hay ni una sola buena noticia en todo el país, Citi parece ir camino del matadero, la industria automobilística se ahoga en su propia estupidez, y en fin, que estamos jodidos y el gobierno federal está en manos de becarios precarios con fecha de caducidad.
Qué no hace falta excusas. Todo va de pena. Todo Dios está tan seguro que la economía va de cabeza hacia la madre de todas las recesiones que lo único que hacen es dar dinero al gobierno, a pesar que el tipo de interés que dan estos días es literalmente 0,02%. Estamos de nuevo como estábamos a principios de octubre, sólo que 250.000 millones de dólares más pobres "rescatando" bancos".
La verdad, no estoy demasiado seguro que el pánico actual sea del todo racional estos días. Tengo la sospecha (y esto tiene bastante de wishfull thinking) que los mercados están aterrados ante el vacio de poder que Estados Unidos tiene entre administraciones. Nadie sabe nada, nadie se atreve a hacer nada, y nadie se fía de nada de lo que hace un gobierno federal que cambiará de color en dos meses. La larga transición americana está creando muchísima incertidumbre, y parece obvio que los mercados no están llevando el ataque de cagarrinas bien.
Eso, del lado del mercado financiero. En la economía "real", Estados Unidos está despidiendo medio millón de trabajadores a la semana. La recesión será de caballo. No Zimbabwe y sus varios cuatrillones por ciento de inflación anual (sin exagerar: los precios se duplican cada 22 horas), pero durilla.
Lo más patético de toda esta historia es que si la regulación de los mercados financieros americanos no hubiera sido el desastre épico que ha resultado ser, tendríamos una recesión normalita, no una catástrofe en potencia. El resto del mundo no es que hiciera un trabajo estelar regulando bancos en todas partes (preguntad por Islandia), pero el infierno de CDS, instrumentos raros y espantosa indiferencia ante la inutilidad de las agencias de calificación son culpa de un sólo país.
Y sí, estoy de mala leche.
Actualización: Paul Krugman habla también de los efectos perniciosos de la larguísima transición entre administraciones, y su paralelismo con 1932-33. Aunque la verdad, parece que el mercado de crédito está menos mal de lo que parece; el plan Paulson parece haber hecho algo bien.
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