Una de las preguntas centrales que se hacen los sociólogos es el origen de las diferencias de renta. Suena un tanto evidente, con la Biblia diciendo eso que los pobres siempre estarán entre nosotros, pero de hecho la respuesta no lo es demasiado.
En un principio todo el mundo prefiere ser rica a ser pobre, con muy pocas excepciones; sin embargo, la distribución de la renta tiene poco de igualitaria en casi todas partes. La respuesta habitual es la clásica de hay gente con más talento que otros, o con un venazo estejanovista más pronunciado, que hace que prosperen más que el resto; esta explicación, no obstante, tiene problemas evidentes.
El primero, y más claro, es que si el talento y voluntad de trabajo es el único elemento que separa ricos y pobres, hay algo que no cuadra respecto a quién tiene esas mágicas características que le hacen prosperar en la vida. En prácticamente todas partes, la forma más eficaz de adivinar cuánto cobra una persona es preguntarle sobre el trabajo de sus padres. Hay una correlación muy fuerte entre la clase social de los hijos y la de los padres, así que o bien la gente rica tiende a parir hijos con más talento (y con la de cretinos con dinero que andan sueltos, eso es bastante discutible), o bien hay algo que no cuadra demasiado en esa explicación.
Parece evidente que hay una série de mecanismos sociales que tienden a favorecer a unos grupos sociales sobre otros. En la mayoría de sociedades avanzadas, el acceso a la educación no parece ser una de las causas; siendo universal, gratuita y obligatoria, el hecho de no poder ir al colegio no parece ser una barrera importante (otra cosa es la
calidad, pero de eso hablamos luego). ¿Qué factores tienden a dificultar la prosperidad futura de los hijos de familias pobres?.
Para empezar, una familia con pocos recursos es mucho más vulnerable a cometer errores, o sencillamente a tener mala suerte. No importa lo inteligente que uno sea, es bastante probable que algún día meterás la pata: una torta en el coche, empezar a trabajar en una empresa a punto de quebrar, una mala inversión o beber demasiado, alguna desgracia acabará por sucederte. En el caso de una familia con cierto nivel de ingresos, una calamidad menor tiene un efecto más limitado; es probable que te deje sin ahorros, pero no te causará males mayores.
Si uno vive en una casa que pasa apuros para llegar a fin de mes, sin embargo, un problema aparente menor se convierte rápido en algo angustioso. Puede que no se pueda arreglar el coche, y eso limite el acceso a trabajos y horas de sueño. Irse al paro sin ahorros equivale a no poder pagar alquileres, y sufrir la angustia de un cambio de domicilio. En cualquier caso, el nivel de riesgo es mucho mayor, y las posibilidades de caer en
pozos de deuda mucho más graves.
Derivado de este problema, lo cierto es que un chaval en un barrio poco recomendable tiene por añadido muchas más
posibilidades de cometer un error. Si uno vive en Chamberí o en Eixample no es demasiado probable que te ofrezcan drogas, se rían de tí en el colegio ser demasiado estudioso y "parecer blanco" (epidémico en Estados Unidos, por cierto), o te peguen una paliza por ser amigo y tener negocietes con la gente equivocada. Sí, alguien que viva en un mal barrio siempre puede decidir bien; el problema es que como más decisiones tome (y tendrá que tomar muchísimas más), más alta es la probabilidad que se equivoque. Y eso, en una familia sin capacidad de recuperación.
Más allá de estos factores, la calidad de la educación es todavía relevante. Más allá de los problemas de acceso que tienen
algunos países, el hecho es que tanto la calidad de los colegios como la capacidad educativa de los padres tiene mucho peso a largo plazo. Curiosamente, el nivel educativo donde realmente se "decide" la capacidad cognitiva del niño es
el parvulario y primaria hasta los 7-8 años, no los niveles posteriores; el cerebro realmente desarrolla la capacidad de asimilar información muy temprano.
En una familia de clase media, con un ambiente familiar estable, padres preocupados por la felicidad de los críos, y que juegan con ellos, leen a menudo y están entusiasmados que el crío hable ya tan bien, esa capacidad tiende a desarrollarse rápido. En una familia con menos recursos, con una madre soltera que tiene dos trabajos de tercera, vive muerta de miedo y apenas tiene tiempo o fortaleza mental para sentarse a jugar con el chaval, las cosas no irán tan rápido. Sí, el acceso a la universidad es de hecho bastante irrelevante; la capacidad del niño para llegar a ella se decide mucho antes.
El último punto, no menos importante, es
el de las amistades. Por mucho que pretendamos vivir en sociedades que valoran el mérito y el talento, lo cierto es que a la hora de encontrar trabajo, descubir negocios y oportunidades o conseguir dinero, hay pocas cosas más relevantes que conocer a mucha gente. Un licenciado de una universidad de élite (Deusto, Esade, Oxford o Harvard, tanto da) es probable que tenga un padre con contactos, y a estos se añadan la red de amigos hijos de casa bien que conoce en la facultad. Le será más fácil conseguir esa plaza de becario en ese banco, bufete o asesoría tan prospera a ver si vale, y a igualdad de condiciones, siempre tendrá cierta ventaja para que le den el puesto.
¿Son estos los únicos meritos que tiene la gente rica? No, evidementemente. Ser trabajador, lleno de buenas ideas, inteligente y tenaz ayuda muchísimo. Tener buena suerte a veces influye. Lo que si en cierto es que alguien trabajador, lleno de buenas ideas, inteligente, tenaz e hijo de banquero tiene muchas más probabilidades de hincharse a hacer dinero que alguien con el mismo talento pero nacido en Nueva Orleans tras Katrina.
Y la verdad, eso no me parece demasiado justo.