Hay gente que lleva tiempo hablando de ello. Paul Krugman escribía hace unos años sobre la nueva Gilded Age, edad dorada, una época donde los grandes magnates americanos, libres tras la revolución conservadora de la camisa de fuerza del New Deal, volvían a nadar en riqueza impensable desde hace casi un siglo. Luis Uchitelle, en un artículo estupendo, habla sobre ello en el New York Times hoy.
Si bien ajustando por inflación ni Bill Gates ni Warren Buffet se acercan (aún) a los niveles de riqueza de los Rockefeller, Vanderbilt y Astor de antaño, la verdad es que están muy cerca. Gates ya puede mirar a Andrew Carnegie como un vulgar advenedizo, y Buffer puede hacer lo mismo con J.P. Morgan. Lo que es más significativo, la nueva concentración de la riqueza no es patrimonio de diez o veinte grandes magnates, si no de una pequeña élite de 15 o 20.000 personas con niveles de ingresos suficientes como para representar un 5% del PIB de Estados Unidos. Cuando uno mira lo que representa esa cifra (hablamos del 5% de 13 billones de dólares), está claro que es un nivel de riqueza absolutamente delirante.
Hay dos elementos significativos que el artículo cubre. El primero, que esta nueva acumulación es relativamente nueva; es un resultado de la revolución conservadora de los ochenta, con su oleada de deregulación, bajadas de impuestos y reformas regresivas, que abrieron la puerta a una mayor acumulación de riquezas. El segundo, y quizás más relevante, que esta época de acumulación no es fruto de ningún periodo de bonanza extraordinario; la era precedente fue, de hecho, una época de bonanaza mayor.
No voy a discutir el hecho que la gente que con talento, riqueza (y algo de suerte) crea riqueza merezca ganar más dinero. El tomar riesgos, innovación y talento deben tener una cierta recompensa; lo que resulta curioso, y digno de discusión, es por qué la proporción de la riqueza creada que va a estas recompensas ha aumentado. Si un salario de cinco millones de dólares anuales era suficiente para el presidente de una aerolínea en los años sesenta, ¿Por qué esta cifra es muchísimo mayor ahora? Hablaba de varias posibilidades hace unos meses, y la verdad, no he encontrado una explicación económica decente todavía.
Parece bastante claro que la evolución de la distribución de la riqueza en Estados Unidos tiene poco de económico y bastante de político. El argumento de muchos de los nuevos magnates es que la innovación necesaria en la "nueva economía" hace de los altos ejecutivos algo mucho más valioso. Sin embargo, sigo sin creerme el cuento que es más difícil ser el presidente de Citigroup ahora que lo era hace 35 años. La evolución de la productividad de un CEO no parece haber sido tan extraordinariamente superior a la economía como la evolución de sus salarios indican.
2 comentarios:
¿Qué criterios utilizan para subir sus salarios aquellos que pueden decidir cuánto cobrar? Tal vez la explicación tenga algo más que ver con esos alcaldes que se suben a sí mismos el sueldo que con criterios de eficiencia, productividad, etc.
Siguiendo en la línea de intrascendencia de mis comentarios, si leo el título del post de reojo me sale "La nueva era de los mangantes. Y es que el subsconciente me traiciona.
Dato anecdótico: Carlos Slim ya es considerado el hombre más rico del mundo en varios rankings. Y digo considerado porque todo esto es pura especulación de la prensa.
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