Allá por el interior de Massachusetts existe una ciudad bastante curiosa. En el centro de la localidad hay varias viejas fábricas de finales del siglo XIX, bellamente restauradas, situadas alrededor del complejo sistema de canales que en el pasado les daba energía. Una de esas viejas factorías, cerca del centro, rodeada de agua, ha sido convertida en un edificio de oficinas, con locales lleno de carácter y vistas extraordinarias sobre los viejos saltos de agua y el resto de la ciudad.
¿Qué hay en el centro, más allá de este edificio? Lo triste para Holyoke, Massachusetts, y tantas otras ciudades americanas semejantes, es que no hay absolutamente nada. El centro de esta ciudad de 40.000 habitantes es un erial de solares abandonados, fábricas abandonadas, y canales rodeados de maquinaria industrial centenaria oxidada. Sólo ese edificio restaurado y el museo del voleibol (deporte nacido en la ciudad) tienen algo de vida entre los cristales rotos y los locales vacios desde hace décadas.
No es que Holyoke esté mal situada. A una hora de Boston y Hartford, en el centro de la riquísima Nueva Inglaterra, con dos interestatales rodeando la ciudad, la ciudad es una enorme, gigantesca oportunidad perdida. Cualquier inversor con dos dedos de frente es capaz de ver que esos enormes solares vacios entre los canales, ahora limpios tras el cierre de las fábricas, y las decenas de reliquias de arquitectura industrial serían un lugar estupendo para uno de esos barrios de diseño o campus multimedia que tanto gustan a los modernos, al estilo de los Docklands de Londres o una especie de Amsterdam (más) postmoderna.
El problema para Holyoke es que esto no sucederá nunca. Con una renta por cápita de sólo $15.000 anuales (menos de la mitad de la del país, estando en uno de los estados más ricos), el ayuntamiento apenas tiene recursos para pagar los servicios más básicos, colegios incluidos. Lo más triste es que no importa que haga el alcalde, tiene la reelección asegurada; como muchas otras ciudades en Estados Unidos, Holyoke es un mundo de partido único (en este caso, el demócrata) donde no hay forma humana ni divina que puedan perder las elecciones. Por muy mandril que sea el ayuntamiento, políticamente son inmortales.
¿Ayuda desde otras administraciones? Los políticos estatales en Boston tienen otras preocupaciones, o eso parece. No hay dinero para municipios muertos, o eso parece. El gobierno federal, como de costumbre, ni está ni se le espera; más allá de los habitualmente catastróficos programas de vivienda pública (o creación de guettos; algún día debería hablar sobre ello), no intervienen ya en política local, especialmente con ayuntamientos oligofrénicos.
El resultado es el habitual en muchos lugares del país, una ciudad muerta. Algo así como Reus o Mataró perdiendo población durante décadas, empobrecidas, sin que tenga visos de cambio. La conocida huida de las clases medias, fruto del círculo vicioso de pérdida de empresas, pérdida de recursos, empeoramiento de los colegios (que son competencia local), huida de todo aquel que puede permitírselo envían ciudades enteras a su muerte civil, cascarones abandonados sólo habitados por quien no se puede pagar nada mejor.
Lo más triste es que con autoridades más activas, un sistema de financiación de la educación más razonable o unas políticas de reconversión industrial aceptables, nada de esto hubiera sucedido. De hecho, Holyoke sería probablemente un lugar prospero, una bonita ciudad que disfruta de los restos de su bello pasado industrial.
En pocos lugares el fracaso de las políticas públicas es más evidente y llamativo. Triste.
1 comentario:
Off Topic: Te linkeo este meme, que supongo que te interesará. Saludos.
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