lunes, septiembre 22, 2008

Emergencias

Parece que Paulson y la Casa Blanca están siguiendo una táctica vieja al hablar del plan de rescate financiero y tratar de conseguir que el Congreso lo apruebe: "la situación es muy peligrosa, tenemos que actuar muy, muy rápido, confiad en mí, que sé lo que me hago". Traducido, es algo como decir "Creedme, Wall Street tiene armas de destrucción financiera masiva, y necesito 700.000 millones de dólares para destruirlas".

Parece que esta vez, en contra de lo que comentaba el otro día por aquí, la cosa no va a ser tan sencilla de aprobar. Hoy, sin ir más lejos, tenemos a Krugman (economista de centro-izquierda) y Kristol (neoconservador de referencia) en el NYT poniendo a parir el plan. Cierto, lo hacen por motivos y bajo persepectivas distintas, pero la reacción airada de no pocos comentaristas ha despertado un cierto espíritu de resistencia en la clase política. Parece que finalmente han aprendido que dar un cheque en blanco al ejecutivo (y más a uno con el glorioso historial de Bush) en un plan que es literalmente un boceto es poco recomendable.

La verdad, estamos en una de esas situaciones maravillosas en que los políticos saben que hay un problema, saben quién se benefició más que nadie cuando este emergió, pero nadie tiene una idea cierta de cómo solucionarlo o cómo asegurar que los culpables del problema salgan beneficiados. No hay precedentes, ni manual, ni nada por el estilo; hay buenas explicaciones teóricas, pero los datos concretos sobre el alcance del problema están más que ofuscados.

¿Es arreglar el desaguisado tan urgente que es necesario improvisar ahora antes que sea tarde? ¿Es mejor pararse a pensar sobre cómo arreglarlo? ¿Realmente es sensato dar carta blanca a un ejecutivo al que le quedan tres meses de mandato? ¿Por qué somos tan gafes que este pollo suceda en un año electoral, cuando todo el mundo tiene problemas para actuar de forma sensata?

En fin, la cosa no es nada sencilla. El plan, como lo ha propuesto Paulson, no me sonaba bien el viernes, y por lo que he leído por ahí, parece que no soy el único escéptico; gente mucho más lista que yo tiene serias dudas. Si esto no es sólo una crisis de liquidez (algo que algunos comentaban ya en Agosto del año pasado) y el sistema de hecho tiene problemas de solvencia, no hará absolutamente nada. En vista de los muy limitados efectos que las inyecciones monetarias casi desesperadas de los bancos centrales han tenido en el mercado de crédito, uno diría que debemos temernos lo peor, y tener en mente algo más radical y ambicioso (y potencialmente más rentable): no rescate, sino entrar como accionista en el sistema.

De momento, por cierto, vemos que el sistema financiero pasará a estar más regulado, con los bancos de inversión pasando a ser bancos comerciales. Es el viejo pacto con el diablo de los bancos que siempre menciona Kantor: acepto más regulación y menores beneficios a cambio de más estabilidad y la posibilidad de ser rescatado si tengo problemas. El sistema financiero va a tener que comprar de nuevo el seguro estatal si quiere ser rescatado. Ya era hora.

1 comentario:

Ender dijo...

Al hilo de tu comentario, repaso con cierto retorcido placer algunas de las opiniones de los gurús de la economía que se han publicado este fin de semana en España... ejercicio siempre saludable en estos tiempos confusos...
Quedándome con lo que han dicho K.Rogoff, P.Krugman, P.Samuelson, T.L. Friedman... y JL Escrivá, que no sé si es gurú, pero es Economista-Jefe del BBVA... me sorprendo simpatizando grandemente con las opiniones de Rogoff (¿me estaré haciendo viejo?). Pues el tipo habla de "consolidación y poda" necesaria de la mala hierba, de que los bancos centrales no deben evitar que ocurra esta limpia, no deben extender indiscriminadamente el crédito, ni propiciar una "captura reguladora"... argumenta que por qué no habría que ayudar, entonces, a otras empresas en dificultades (automóviles, inmobiliarias...) y por qué el contribuyente debe pagar los platos rotos, si los que deben pagar un alto precio son los irresponsables, etc, etc.
Bien, con estas ideas coincidiréis conmigo en que es difícil estar en desacuerdo.
Sin embargo, leyendo a sus colegas Krugman y Samuelson uno llega a la conclusión de que esto no es un simple problema de castigar a los avariciosos, sino que está en juego la estabilidad de todo el sistema. Esto ya son palabras mayores, y Krugman llega a afirmar que la toma de control estatal puede ser la única vía para hacer funcionar de nuevo al sistema financiero, poniendo como ejemplo el rescate financiero llevado a cabo en Suecia en los años 90. Y lo que le preocupa de verdad es “si se hará bien”, dudando de la capacidad de la administración Bush para llevarlo a cabo con éxito. Samuelson, en la misma línea, apela a su edad para recordarnos que él ya ha vivido situaciones similares, que siempre terminan volviendo, y que los bancos centrales no deben olvidar su principal función de prestamista de último recurso: “hay que intervenir”. Por su parte, nuestro amigo del BBVA asume con una cara dura que me deja pasmado, que la captura de activos tóxicos por parte del estado, es lo natural… y nada, borrón y cuenta nueva. Finalmente, T.L. Friedman piensa como Krugman, pero advierte que a largo plazo no se requiere “más gobierno”, sino que éste sea más inteligente… no más regulación, sino incrementar la transparencia.
Vuelvo un tanto mosqueado al final del artículo de Rogoff, a buscar la alternativa al planteamiento de esos “rojos peligrosos” y ¡vaya por dios! Héte aquí que el tipo concluye que “hay que intervenir” (mi gozo en un pozo), pero sólo lo que no esté causado por el pánico, lo que responda a problemas fundamentales

Al final resulta que los análisis de todos ellos convergen… si me hubiera levantado más puntilloso, diría que el bueno de Rogoff ha destilado una buena cantidad de demagogia para terminar optando por la “intervención”, igual que sus colegas de procedencia ideológica un tanto más a la izquierda… pero como hoy estoy especialmente benevolente, prefiero pensar simplemente que un grupo de tipos inteligentes han llegado a la misma inevitable conclusión partiendo de posturas ideológicas diferentes. Dios nos coja confesados.