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martes, agosto 26, 2008

El constante ruido autonómico

Siempre que pensamos sobre los dos o tres grandes temas que parecen volver de forma eterna a primera plana en política española, uno no puede evitar mencionar el debate autonómico. En España se habla, y mucho, de geografía, y del eterno conflicto entre las regiones que creen pagar demasiado y las que se quejan que no reciben bastante. De siempre este debate ha sido visto con cierta consternación por no poca gente en la izquierda, que se lamenta que con todo lo que está cayendo siempre acabamos de hablando de catalanes.

Lo cierto es que si bien a veces el debate se hace un poco cansino, lo cierto es que tiene poco de inusual, y de hecho no tiene nada de irrelevante. Las discusiones sobre qué región paga qué y dónde van los impuestos en estados más o menos descentralizados no tienen nada de excepcional, y de hecho son bastante comunes fuera de España. Estos días, sin ir más lejos, ando trabajando en desfacer el entuerto que es la financiación municipal en Connecticut.

La explicación sonará muy familiar. Las competencias en educación en Estados Unidos no son federales ni estatales. Están en manos de los municipios. Y cuando se dice están en manos de las autoridades locales, esto es totalmente literal: los temarios de los colegios de un pueblo a otro, de una ciudad a otra, pueden ser completamente diferentes; los colegios pueden empezar en días totalmente distintos; y los sueldos, preparación y profesionalismo de los profesores pueden variar entre distritos escolares hasta niveles ridículos.

Como todo en Estados Unidos, el gobierno que hace el gasto es responsable de recaudar el dinero que necesita, así que cada ciudad y cada pueblo se tiene que preocupar de buscar fondos. Dentro de Connecticut, los municipios tienen básicamente una única herramienta fiscal, el impuesto sobre la propiedad, así que cada uno pone el nivel que quiere y se paga el colegio que sus votantes le dejan. Esto suena muy bien, en principio, pero choca con el pequeño problema que las ciudades y pueblos de Connecticut son bastante heterogéneos. De hecho, las diferencias entre el nivel de renta entre municipios en el estado hacen que Brasil parezca Suecia: la renta por cápita va de los $16.000 de Bridgeport hasta los casi $180.000 (¡de media! ¡incluyendo niños y viejos!) de New Canaan.

Ahora imaginad la diferencia entre distritos escolares. El alcalde de New Canaan tiene un pueblo en que el precio medio de la vivienda está por encima del millón de dólares (¡de media!); en Bridgeport, el problema es la enorme cantidad de fábricas abandonadas y solares vacios que rodean las pobres, tristes casas en muchos barrios. El primero puede poner un impuesto sobre propiedad ridículamente bajo (un pequeño porcentaje del valor de la casa) y pagar un sistema educativo con letrinas de oro macizo; el segundo, por mucho que cobre, tendra una miseria de ingresos y una mierda de sistema educativo. Si le añadimos que Bridgeport tiene más inmigrantes, más familias desestructuradas y más niños problemáticos ya de origen, no hace falta que diga que el desequilibrio es horripilante.

Más allá de los problemas educativos, el sistema fiscal crea unos incentivos perversos sencillamente atroces. El sueño dorado de cualquier alcalde es tener pocas casas, todas caras, todas enormes, dando servicio a pocos críos. Si un pueblo tiene espacio libre en cualquier sitio (espacio que no esté horriblemente contaminado, como muchos solares en Bridgeport), la tentación será dividirlo en parcelas de dos o tres acres, limitar el número de casas pequeñas y baratas a golpe de ordenanza municipal, y llenar todo el estado de suburbios extensos, gigantes y horrorosamente ineficientes, vaciando aún más las ciudades que no tienen espacio libre.

Evidentemente, las ciudades están locas por cambiar este sistema de financiación; New Canaan, Greenwich, Norwalk y todos los pueblos llenos a rebosar de ricachones no; es obvio que tienen muchísimo que perder. Si bien hay algunos mecanismos (muy limitados) de relativa redistribución (el estado "ayuda" a las ciudades pobres, aunque nunca da lo que promete), el conflicto está siempre ahí, latente, haciendo la vida imposible a medio estado.

Sí, los impuestos los pagan las personas. El problema es que los gobiernos no son unipersonales; podemos recaudar uno a uno, pero el gasto lo tenemos que gestionar en bloques. Sea por región, sea por municipio, sea por estado, pero el dinero tiene que pasar por algún sitio antes que un servicio sea prestado. Si creemos que descentralizar es bueno, y que el hecho que los gestores de estos servicios sean cercanos a los votantes es importante, el dilema sobre cómo repartir el dinero es imposible de evitar. Si no descentralizamos, el problema no desaparece: el estado central seguirá teniendo que decidir dónde construir autopistas, hospitales y aeropuertos. El problema será no cuánto dinero recibe cada autonomía, sino qué distrito electoral dá más votos y "merecerá" más atención del político de turno.

La política, reducida a la más mínima expresión, es una decisión sobre el reparto de recursos; de hecho, si se reparte o no. No importa cómo descentralices y como repartas, la discusión siempre estará ahí, organices como organices el estado. En España no nos "libraremos" del debate autonómico porque de hecho, no deja de ser lo más esencial, básico de lo que es política. Sea bienvenido.

miércoles, agosto 20, 2008

Poniéndose a cubierto

Una de las cosas que me ponen francamente histérico del gobierno Zapatero estos días es la obsesiva manía que tienen de correr hacia la trinchera más cercana cada vez que la oposición amenaza con hacer preguntas. La última ha sido la extraña, rebuscada y totalmente innecesaria batalla política con el diputado-carril-bici de Iniciativa para evitar que Zapatero compareciera en el Congreso, aterrorizado que alguien le pregunte -cielos- qué opina sobre el sistema de financiación autonómica.

El Presidente del Gobierno en España está en una situación política curiosa. Por una variedad de motivos (constitucionales y nacidos de la costumbre) el cargo de presidente del gobierno tiene un poder político muy considerable comparado con sus colegas en otros sistemas parlamentarios; eso hace que si el jefe del ejecutivo quiera esconderse del parlamento, tenga modo de hacerlo. Zapatero, como la mayoría de sus antecesores, parece encantado de utilizar esta prerrogativa, tratando de evitar comparecer cuando no le apetece, algo que me parece un error grave.

Entiendo lo que buscan por Moncloa: un debate en el Congreso de los Diputados es una oportunidad que le regalas a la oposición para salir en el telediario y marcarte puntos gratis. Si el presidente no está inspirado o el jefe de la oposición tiene buenas cartas, estás regalándoles un martillo para que te machaquen los dedos con ganas. Es un riesgo político claro, y así lo percibe público, oposición y prensa. Y es por ese motivo que uno tiene que salir a dar la cara.

En política, se supone que el gobierno está en esto para solucionar problemas, o al menos hacer que duelan menos. La financiación autonómica es un problema, ya que deja a algunas autonomías cortas de dinero, da incentivos perversos a las comunidades para comprometer gasto primero y pedir después, y resulta ser monumentalmente opaco. Arreglar este desbarajuste es algo complicado que hará que pierdas amigos. Si Zapatero quiere que la agenda del debate la marque el gobierno, tiene que salir a dar la cara y dejar claro sobre qué se va a discutir; si no lo hace él, la oposición lo hará por él.

Lo más irritante no es que el gobierno ande tirando pelotas fuera en este tema, o que quiera cerrar una negociación técnica, complicada y que debería ser estudiada con calma y probablemente aprobada de forma conjunta con una amplia reforma fiscal en tres mesecillos de nada. El problema es que llevan haciendo esto constantemente, sin descanso, desde que ganaron las elecciones en marzo. De hecho, hicieron exáctamente lo mismo la legislatura pasada. Y no parece que quieran cambiar.

A ver, gente: la comunicación política no es evitar salir en la tele dando malas noticias, o ganar pequeñas batallitas parlamentarias para que nadie te meta el dedo en el ojo en público. Entiendo que el electorado os mira mal y que si os portáis mal os echan, pero no es cosa de hacer como un crío que pretende que no se ha cargado un cristal jugando a pelota. Los votantes no os pagan para disimular, os pagan para arreglar cosas; si no estáis ahí fuera, pareciendo estar superocupados, es probable que se harten de vosotros.

Y oye, es un tema que tiene tanto al PP como al PSOE dividido. Es hora de salir en la tele y poner cara de hombre de estado-que-crea-consensos; eso vende.

martes, agosto 12, 2008

Hablando de financiación - Otra vez

El gobierno parece haberse metido de nuevo en un berenjenal él solito, sin ayuda de nadie, al hablar de financiación autonómica. Es un debate necesario; el sistema actual es básicamente una chapuza confusa que separa de forma innecesaria ingresos y gastos. Cualquier sistema racional de organización de un sistema descentralizado debe partir de la idea que si uno quiere gastar dinero, debe ser también el que lo recauda, algo que las autonomías no hacen ahora. Si el estado quiere redistribuir entre comunidades, puede hacerlo sin problema repartiendo el dinero que él recauda como le plazca.

El problema estos días, como de costumbre, es la redistribución. El sistema actual redistribuye mucho, aunque es relativamente difícil decir la cantidad exacta. Lo que parece bastante obvio es que ninguno de los dos partidos tiene una coalición "natural" de autonomías apoyándoles; el PSOE tiene una autonomía rica (Cataluña) y muchas autonomías pobres, el PP tiene una combinación de ambas. Tanto el PP como el PSOE están divididos en este tema, así que las discusiones tendrían que afectar a ambos por igual; el debate, sin embargo, se ha centrado en el PSC, las protestas catalanas y los nacionalistas, otra vez.

No es que los socialistas lo tengan fácil para hacer que el debate no gire alrededor de Cataluña; lo que es directamente estúpido, sin embargo, es que el gobierno de la Generalitat y el gobierno central se dediquen a lanzarse críticas con esta alegría. Si los socialistas quieren hacer que el debate no se convierta en un todos-contra-el-gobierno, otra vez, hubiera sido una buena idea dejar que Cataluña hablara con las autonomías del PP que son sus aliadas naturales en este tema. Eso dividiría al PP, y evitaría que la oposición utilizara el tema demasiado; el debate sería más técnico. También evitaría la estupidez de tener a tu propio partido en Cataluña teniendo que competir con sus amiguetes nacionalistas a ver quién es más ruidoso.


La financiación debe revisarse; el sistema está roto. Lo que es bastante obvio es que hacer de la negociación una subasta, y no una discusión racional, es un tontería. Unos tienen que ceder parte del control centralizado de la recaudación, los otros tienen que aceptar mantener la redistribución a niveles razonables. El consenso es posible, y el equilibrio de fuerzas está ahí para hablarlo con calma. El PSC, para variar, parece que tiene ganas de hacer el divo demasiado.

martes, julio 08, 2008

La racionalidad de la lengua hablada

Es una tontería cíclica. Cada año tenemos el grupo de intelectuales preocupados, y cada año tenemos los corifeos mediáticos de siempre dándoles coba. Cada año el PP sale diciendo que tienen razón, y apoyándoles con más o menos entusiasmo en sus críticas. Y la verdad, cada año es la misma estupidez.

Sí, estoy hablando del dichoso manifiesto por la lengua común, y el presunto "peligro" que corre el castellano allí donde gobiernan los malvados nacionalistas periféricos.

Aunque parezca mentira, las cuestiones de idioma no son un problema cultural; también son una decisión económica. Estamos hablando de individuos racionales tomando decisiones económicas; qué idioma uno va a aprender tiene efectos sobre los trabajos a los que tiene acceso, los salarios a los que puede aspirar, e incluso al nivel social que uno puede tener acceso. Vale la pena echar un vistazo a los costes y beneficios que tiene hablar catalán en Cataluña.

Un par de detalles importantes para empezar. Primero, hay amplias zonas de Cataluña que son esencialmente monolingües, con el catalán como lengua hegemónica. No es cuestión de odio a lo español o provincianismo montañés, es una simple cuestión de geografía económica. Si en Camprodon todos mis amigos sólo hablan catalán, todos mis clientes hablan catalán, y todos mis familiares hablan catalán, es bastante obvio que voy a estar utilizando ese idioma el 95% del tiempo. Por muchas horas de castellano que haga en el colegio, a la que salga del sistema de enseñanza voy a utilizarlo un 5% del tiempo. Esto es, lo hablo y entiendo, pero es básicamente imposible que lo hable bien. Es cuestión de simple uso; un madrileño no hablará un inglés fluido si no lo utiliza nunca, por muchas clases que tome.

Segundo, un número significativo (y probablemente mayoritario) de la población catalana prefiere ser atendida en catalán a ser atendida en castellano. A fin de cuentas, para muchísima gente es su lengua materna. Yo soy completamente incapaz de hablar en otro idioma con mis padres, vamos. El hecho que muchos catalanes prefieran utilizar el catalán no es signo de ser bordes, arrogantes o pueblerinos; es simplemente cosas de haber nacido y crecido con ese idioma.

Estos dos factores hacen que ser bilingüe tenga unos cuantos beneficios obvios. En cualquier trabajo en que se atienda al público hablar catalán es un beneficio neto. Este hecho es más importante cuanto más lejos uno esté del área metropolitana de Barcelona: en el Hospitalet uno no tendrá problemas con nadie siendo monolingüe, en Olot uno será como esos futbolistas que viven en Madrid seis años y siguen sin cambiar de idioma. Para una persona que esté buscando trabajo en Cataluña, hablan catalán bien es algo bueno; es simple cuestión de economía. No es necesario ni siquiera entrar en cuestiones de respeto o arraigo; la cosa va directa al bolsillo.

En el sistema educativo, por tanto, parece obvio que es perfectamente racional enseñar a hablar catalán bien. Es estúpido que un crío no hable bien el idioma que le abrirá puertas. La cuestión es, ¿Cuánto catalán se debe enseñar? En esto, es cuestión de nuevo de economías de red y simple arimética.

Primero, es completamente absurdo decir que el catalán pueda desplazar al castellano. De igual modo que es racional aprender catalán, es también racional aprender castellano. Sin embargo, ambos idiomas no parten de puntos de partida idénticos: el catalán es una lengua regional, pequeña y con relativamente poca presencia en los medios, mientras que el español es una lengua internacional, con una abrumadora presencia en los medios y unos horizontes mucho más ámplios. Uno recibe información y tiene acceso constante a medios en español; el uso social en familias castellanohablantes es sólido, por idénticos motivos a lo que sucede con las familias que hablan catalán. Es un idioma que no corre ningún riesgo de ser desplazado, ni de ser mal aprendido; las estadísticas así lo corroboran.

Tenemos por tanto que ser bilingüe es bueno, que el castellano no puede ser dañado como idioma en las regiones en las que se habla, y que educar únicamente en catalán no tiene efectos adversos; el bilingüismo emerge de forma natural. En las regiones bilingües parece que todo el mundo entiende esto; la prueba está en los resultados electorales y la ausencia de conflicto lingüístico en cualquiera de las tres regiones. Un 5% de padres vascos escoge educación monolingüe en castellano; en Cataluña el únoco partido que se opuso frontalmente al sistema educativo (Ciutadans) saca un porcentaje de voto minúsculo. El sistema actual funciona de forma excelente, mal que le pese a algunos; el idioma es el menor de los problemas del sistema educativo español.

En fin, cosas de la derecha de siempre. Con lo mal que va la economía, y hay gente que quiere perder tiempo en el debate público en esto. País.

A todo esto, yo sigo sin creer demasiado en esto de las lenguas oficiales. Pero vamos, eso es para otro día.

jueves, abril 24, 2008

Otra de divisiones para el PP (y el PSOE)

Ayer tuvimos un auténtico festival de declaraciones contradictorias de los barones autonómicos del PP y del PSOE, en algo que parece por fin dividir a ambos partidos de forma lógica: la financiación autonómica.

Hablé de ello en la última legislatura, cuando Madrid, Baleares y Valencia se pusieron a lloriquear desconsoladamente cuando escucharon la propuesta catalana sobre la distribución del dinero entre autonomías. Los tres presidentes autonómicos del PP mantuvieron prietas las filas hace tres años, actuando en contra de los intereses de sus votantes, pero con la barra libre de crítica feliz que se ha convertido el partido estos días ahora sí que actuan como era esperable.

Simplemente, un sistema de financiación que favorezca a los catalanes es un sistema de financiación que favorece a baleares, valencianos y madrileños. Cuando la propuesta de Antoni Castells es de hecho sorprendente lógica y razonable, aún más: se garantiza un mínimo común mediante redistribución a todas las autonomías, se introducen mecanismos que eviten que una comunidad baje impuestos y se queje que no tiene recursos, y si alguien quiere pagarse algún lujo, que suba sus impuestos y no le llore a Solbes.

Evidentemente, no sólo los barones del PP andan protestando. Las autonomías pobres del PSOE están reaccionando airadas contra el PSC, del mismo modo que los barones del PP están criticando a sus compañeros de partido. La verdad, creo que las críticas están justificadas (ya que perderán recursos) pero no tienen razón: es obvio que el sistema está roto.

Estos días el estado recauda a los individuos, reparte el dinero a los territorios y el nivel de gasto de cada gobierno autonómico es decidido según una extraña formula redistributiva, no según lo que opinen los votantes. Es mejor que cada uno recaude lo que quiere, cada autonomía pague los servicios que sus votantes le pidan, y el gobierno redistribuya a base de garantizar que el mínimo de servicios que vote el Congreso se cumpla. Si alguien quiere extras, sube sus impuestos, no crea políticas y después se queja a Solbes. Y todos contentos.

Ah, y por algo Rajoy es "amigo" de los malvados separatistas estos días. Estos barones rebeldes necesitan es cariño que sólo un líder puede proporcionar antes de un congreso.

jueves, diciembre 20, 2007

El absurdo del alquiler forzoso

La ley catalana de la vivienda tiene un montón de ideas cargadas de buenas intenciones, y un número de ideas casi idéntico que resultan ser más bien torpes y poco operativas. Es un ejemplo clásico de ley dedicada a solucionar los problemas de ayer con remedios de hace dos semanas, copiando lo que hacen otros sin demasiado criterio.

Para empezar, es singularmente tonto parir una ley de acceso a la vivienda precisamente cuando el mercado está arreglándote el problema solito: tras tantos años de excesos, la burbuja inmobiliaria ha estallado con ganas. De hecho los precios estan o estancados (y bajando en términos reales) o en descenso con todas las letras; el acceso a la vivienda se está haciendo más sencillo él solito.

La ley tiene dos ideas especialmente torpes. La primera es el interés en la vivienda protegida. El problema de los últimos años no ha sido la falta de oferta de vivienda; el ritmo de construcción ha sido desmesurado durante mucho tiempo. Los precios no estaban subiendo por falta de viviendas en el mercado, sino por que los tipos de interés reales eran negativos, inflando la demanda artificialmente. La única forma de limitar la subida de los precios de forma efectiva era sencillamente hacer la inversión en vivienda menos rentable; no hace falta ser demasiado brillante para darse cuenta que subvencionarla es hacer exactamente lo contrario.

¿Cómo hacer la inversión menos atractiva? El método habitual (subir tipos de interés) está fuera del alcance del gobierno catalán. La alternativa es aumentar los impuestos; eliminar la (muy regresiva) desgravación por hipotecas (también fuera del alcance autonómico), añadir tasas extras, gravar la vivienda vacia o alguna otra figura creativa. Todo patéticamente impopular, por descontado.

La otra idea absurda es la obligación de alquilar viviendas vacias. Es sencillamente poco operativo, e innecesariamente autoritario. Es mucho más sencillo y barato trabajar para que el alquilar una vivienda sea algo de muy bajo riesgo; la creación de una agencia pública de alquiler garantizado (hecha con ganas, no el intento de cuarta regional del gobierno), por ejemplo, que ponga las cosas fáciles a los caseros.

La cuestión no es que los malvados especuladores tienen casas vacías y disfrutan riéndose y tirando cacahuetes a los pobres mileuristas sin casa. Quien tiene una casa vacía está perdiendo dinero, y más con los precios estancados o a la baja. El problema es ser casero es demasiado a menudo un dolor de cabeza, especialmente en pisos baratos: el beneficio es escaso, los costes de tramitación son altos, y si los inquilinos no se portan la cosa se vuelve muy desagradable muy, muy rápido.

En vez de arrastrar a los propietarios a la fuerza a hacer algo que les da reparo con muy buenos motivos (merced de la incompetencia del sistema judicial en estos casos), sería una buena idea hacer del alquiler algo realmente rentable. Para el gobierno autonómico el coste de las medidas sería mucho más bajo (el coste de tramitación de los alquileres forzosos será muy alto, y ni siquiera entro en si la ley es constitucional o no) y para los propietarios la experiencia mucho menos desagradable.

Y sí, esto significa reformar la ley que regula los alquileres, y hacerla draconiana en contra de los inquilinos. Políticamente difícil, etcétera. Con el gobierno lleno de lastres cagamandurrias que hay en la Generalitat (traducido: ERC e IC-V), incapaz de mover nada remotamente impopular (cuarto cinturón, líneas eléctricas, túnel del AVE) lo veo difícil. En fin.

martes, agosto 07, 2007

Subdesarrollados todos

Los tontos de siempre se lanzan a criticar al tripartito totalitario por el tren bloqueado en Sants, el colapso de las autopistas y el apagón de Barcelona. Veamos.
  • Tren en Sants: Cercanías Barcelona es aún competencia del estado; la Generalitat no tiene capacidad de pifiar una cosa que no controla. El fantástico servicio que dan los FGC, que sí son de la Generalitat, sirve de contraste. A todo esto, la avería del tren en Sants no es una muestra de falta de inversión del estado; es un signo de lo contrario. Los problemas recientes se derivan del ritmo absolutamente demencial que llevan las obras del AVE a Barcelona, que redundarán, por cierto, en un mejor servicio de cercanías, al liberar surcos de vía en la línea del Garraf y el Tunel del Passeig de Gràcia a medio plazo. Por cierto, lo que un tren se quede averiado en un túnel pasa en las mejores familias.
  • Apagón: el suministro eléctrico no es ni competencia del estado; lo gestiona una empresa privada. Su regulación es estatal, no autonómica. El hecho que Endesa, monopolio natural patéticamente privatizado, prefiera recoger beneficios a mantener sus instalaciones es culpa del gobierno que hizo la liberalización más chapucera jamás vista. Si, el último gobierno Aznar.
  • Autopistas de peaje: la AP-7 no es autonómica; es una autopista del estado. Si tiene una capacidad limitada por peajes no es porque el tripartito quiera, y si no tiene tres carriles no es porque el tripartito no los haya construido. Aún si quisiera, no han tenido tiempo. De todos modos, estamos como en los atascos de Valencia del 2005; las autopistas no se construyen para los días punta del verano. Si usted es tan merluzo de coger el coche el día con más tráfico, la culpa no es del gobierno.
Anda que relacionar todo esto con la presunta falta de libertad de Cataluña tiene merito. Los relés, cambios de vía y cemento armado detectan la opresión catalanista, y optan por dejar de funcionar, supongo. Aunque no sean competencia de Montilla. Desde luego, el mal nunca descansa.
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lunes, julio 09, 2007

Pagando por películas

He seguido con cierta curiosidad morbosa las pataletas de algunos políticos y comentaristas acerca del rodaje de un película de Woody Allen en Barcelona. Se ha criticado el uso de dinero público, así como el baboseo bien poco disimulado de algunos representantes públicos cegados por el aura del director.

La verdad, suena familiar. Tan familiar, de hecho, que he estado escuchando invectivas casi idénticas aquí en New Haven, Connecticut, aunque la película es distinta y el director es otro. Durante las tres últimas semanas el tráfico en el centro de New Haven ha sido poco menos que apocalíptico, con multitud de calles cerradas y decenas de tiendas maquilladas como si fueran los años cincuenta. Los vecinos se han quejado de las restricciones, así como del intenso ruido de las decenas de coches y motos de época, sólo empeorado por el barullo aún más exagerado cuando filmaban una persecución. Todo ello, evidentemente, regado con abundante dinero público en forma de exenciones fiscales, ayudas directas y la posibilidad de cerrar calles sin pagar un duro.

¿Por qué? Porque para New Haven, ser una de las localizaciones en Indiana Jones IV es una excelente idea publicitaria. Cierto, el director es Spielberg y la película es sencillamente gigantesca, pero las cuatro o cinco semanas de congestión que ha vivido la ciudad por algo menos de diez minutos de gloria en la película han sido un problema grande en una ciudad de 150.000 habitantes.

Aún así, es algo que definitivamente vale la pena. Para Yale, el hecho de ser la universidad del "Profesor Jones" (aunque en la película no se utilizará el nombre) es un regalo publicitario magnífico. Para New Haven, una ciudad que vive cada vez más de la universidad y de ser un creciente centro de ocio y gastronomia (es la última ciudad "con carácter" de Connecticut), es tener un anuncio eterno en DVDs en todo el país, algo sencillamente impagable.

Barcelona es una ciudad más grande, y obviamente no vive las tremendas angustias económicas y problemas sociales de New Haven y su área metropolitana (unos 500.000 habitantes) con la misma desesperación. Pero ser el telón de fondo de una película de un director gafoso de amplia difusión es una inversión más que interesante para un ciudad que ha hecho del gafapastismo una de sus señas de identidad. Quizás no sea un director demasiado taquillero en Estados Unidos (aunque hacer 20 millones de dólares de forma consistente es más que aceptable), pero sí atrae público a patadas en Europa, todos de un intelectual sofisticado inaguantable que Barcelona quiere atraer.

De acuerdo, el baboseo ministerial y político ha sido excesivo (aquí el alcalde ni siquiera ha aparecido en público con Spielberg) y tanto viajecito pelota a Nueva York queda un poco pueblerino, la verdad. Aún así, si yo fuera político también hubiera estado haciendo lo mismo (a fin de cuentas, soy un allenófilo gafoso de primera), es bastante comprensible. Para la ciudad, no deja de ser un anuncio extraordinario.

lunes, marzo 26, 2007

Agitando la banderita, versión ERC

Llegan las elecciones municipales, y los chicos de ERC se aburren. Están de nuevo en el gobierno, con el deber y la obligación de poner cara de responsables, sin poder permitirse el lujo de prometer cosas demasiado chulas. Saben el estado de las cuentas públicas, saben que para su horror las cosas que digan puede que tengan que tratar llevarlas a la práctica, y saben que esa era brillante de cachondearse de CiU diciendo que no hacen tal o cual política se ha acabado.

Tristes tiempos para ERC, la verdad. Cuando te has pasado la vida pidiendo la luna, es difícil tener que hacer cuentas de verdad para montar guarderías. Es por eso que los antiguos mayores enemigos de España (ahora tocan vascos, para consternación de Carod) se han puesto a hablar de autodeterminación.

Básicamente la idea de los republicanos a la hora de hacer campañas electorales se basa en dos puntos: primero, que te insulte el PP, y segundo, meter el dedo en el ojo a los convergentes, a menudo como herramienta para conseguir que suceda lo anterior. El pedir a CiU que apoye un referéndum para la secesión (lo siento, pero odio la palabra "autodeterminación"; suena a eufemismo) es una aplicación básica de esta tradición.

Para empezar, es una manera realmente cruel de recordarle a sus vecinos ideológicos en el nacionalismo que de hecho lo suyo es reivindicación de estar por casa. Los convergentes dirán mucho de su seny, responsabilidad y esas justificaciones tan catalanas, pero a la práctica su amor al terruño se traduce en querer una Generalitat fuertecilla con ellos dentro, y tener voz en Madrid. Hay sectores en CiU que sí son independentistas, pero el partido no lo es; con una propuesta tan clara y directa hablando de referéndums ERC puede recordar a su electorado quienes son los nacionalistas de verdad y quienes son los nacionalistas con síndrome de Estocolmo.

Lo cierto es que la cara de duda existencial que se les ha quedado a algunos en CiU (y los sudores fríos pensando en cómo redactar una respuesta formal) ha sido bastante significativa. Mas y compañía saben perfectamente que apoyar la secesión les costaría votos centristas y no les ganaría demasiados por el otro lado para compensar, así que el apuro es comprensible.

Por lo que respecta a la crítica desde el flanco del PP, parece que han pinchado en hueso. El Mundo, LD y compañía siguen con su 11-M y sus héroes del Foro de Érmua (que por cierto, condeno que les peguen), con el brillante añadido de una nueva cruzada contra Polanco. En fin, lo de ser enemigo de España empieza a estar demasiado concurrido, cuando incluso la CNMV la está destruyendo estos días.

Sobre el fondo de la propuesta sobre el referéndum, sólo decir que no me ofende en absoluto. Ya hablé sobre qué requisitos me parecerían necesarios para votar algo en este sentido. Si es con garantías, todo es debatible. El resultado, por cierto, sería un "no" por goleada, así que los paladines de la unidad nacional no deberían preocuparse. Y sí, votaría en contra.