Siguiendo con partidos y discusiones, el Partido Popular parece estar sufriendo esa extraña condena que los partidos con ex-presidentes del gobierno jóvenes parecen tener que soportar. Jose María Aznar salía ayer hablando de ideas y haciendo la pelota a Esperanza Aguirre en el momento más inoportuno. El país anda en una crisis económica espantosa, y la gente del PP parece más preocupada de discutir sobre cual debe ser la verdadera esencia del partido a hablar del planeta tierra.
Eso no implica que Aznar no tenga algo de razón, de todos modos. Con la economía en recesión y el gobierno dando mensajes bien poco claros (nota para Moncloa: si se quiere aumentar el presupuesto de la ley de dependencia, llamadle "estímulo fiscal". Uno, por que los es. Dos, así parecéis competentes), el PP no debería tener problemas demasiado serios para ganar terreno claramente en las encuestas si fuera capaz de explicarse remotamente bien. La verdad, no hace falta que sea un plan demasiado "serio" en el sentido de detalle; de hecho, no hace falta ni siquiera que sea demasiado conservador. Lo único que tienen que hacer es hablar de economía con fuerza, constantemente, y con un mensaje consistente.
Y aquí es probablemente donde Aznar se equivoca; no estoy seguro que cualquier mensaje valga. Ponerse a repetir los mantras que neoconservadores clásicos (menos impuestos, más mercado, valores tradicionales) es emitir un mensaje coherente, pero no creo que sea demasiado sólido. En un mundo en que el partido republicano ha despeñado la economía del planeta repitiendo esos mantras de forma insistente, pasearse por España diciendo que tenemos que volver a eso no es exáctamente una buena idea. Es cierto que es necesario liberalizar y reformar algunos sectores cruciales de la economía española (empezando por las universidades) y simplificar otros (administración de justicia), pero no creo que los votantes estén para esos matices; el PP tienen que cambiar su retórica si quiere llegar lejos.
La derecha española tiene una oportunidad única de redefinir el discurso. Lo que es bastante discutible es que uno pueda redefinir apelando a un mensaje que todo el mundo está deslegitimando con fuerza. Harían bien de mirar a Cameron y los conservadores británicos para ver como uno puede seguir siendo conservador, pero con un lenguaje y temas adaptados a este siglo.
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martes, noviembre 25, 2008
miércoles, noviembre 19, 2008
¿Dónde ha ido el estímulo?
El gobierno español se ha tomado la política de estímulo fiscal en serio, y parece que el déficit fiscal será más de un 3% del PIB. Esto no tiene nada de malo; la deuda pública española se ha reducido mucho en los últimos años, y hay margen de sobras para sacar la tarjeta de crédito unos añitos.
Mi pregunta es, ¿dónde ha ido todo este estímulo? ¿Todo en rebajas fiscales? ¿Ayudas a las hipotecas? ¿Créditos a empresas? ¿Estabilizadores automáticos, como la ley de dependencia o subsidios de paro? El gobierno, para variar, no me lo ha explicado con demasiado talento.
La pregunta ahora no es si habrá recesión -duh- sino si durará meses o años. La OCDE da una predicción realmente catastrofista estos días; el gobierno no haría mal en prestarle atención. La lista de recomendaciones que ofrecen es la de siempre (flexibilizar el empleo, mejorar el sistema educativo, hacer el gasto público más efectivo, más competencia en muchos sectores), y la verdad, son las correctas. Algunas novedades relativas en el informe (eliminar las deducciones por compra de vivienda, parar de construir viviendas de protección oficial, una auténtica estupidez) son igualmente importantes.
No estaría mal que el gobierno se despertara y, la verdad, pasara leyes. Haced algo, por Dios. Ya sé que el PP está muy ocupado mirando la pared y buscando el alma de Navarra, pero es hora de ser hiperactivos y aprobar reformas. Es imprescindible, de hecho.
Por cierto, añadir a lo de arriba reformar las universidades. Con el desastre actual, uno no puede parir una economía moderna. Por favor.
Mi pregunta es, ¿dónde ha ido todo este estímulo? ¿Todo en rebajas fiscales? ¿Ayudas a las hipotecas? ¿Créditos a empresas? ¿Estabilizadores automáticos, como la ley de dependencia o subsidios de paro? El gobierno, para variar, no me lo ha explicado con demasiado talento.
La pregunta ahora no es si habrá recesión -duh- sino si durará meses o años. La OCDE da una predicción realmente catastrofista estos días; el gobierno no haría mal en prestarle atención. La lista de recomendaciones que ofrecen es la de siempre (flexibilizar el empleo, mejorar el sistema educativo, hacer el gasto público más efectivo, más competencia en muchos sectores), y la verdad, son las correctas. Algunas novedades relativas en el informe (eliminar las deducciones por compra de vivienda, parar de construir viviendas de protección oficial, una auténtica estupidez) son igualmente importantes.
No estaría mal que el gobierno se despertara y, la verdad, pasara leyes. Haced algo, por Dios. Ya sé que el PP está muy ocupado mirando la pared y buscando el alma de Navarra, pero es hora de ser hiperactivos y aprobar reformas. Es imprescindible, de hecho.
Por cierto, añadir a lo de arriba reformar las universidades. Con el desastre actual, uno no puede parir una economía moderna. Por favor.
viernes, noviembre 07, 2008
Políticos en crisis
Por GS lo comentan a menudo, y tienen toda la razón del mundo: un gobierno no tiene por qué perder (demasiados) apoyos en una crisis económica si es capaz de explicarse bien.
El gobierno de Zapatero no es que esté lleno de Pericles y Cicerón, pero al menos parece haber aprendido algo, y de momento es capaz de mantenerse a flote (más o menos) en las encuestas. Sirve que van aprobando medidas, hablan con fuerza que el trabajo del gobierno es amortiguar la caida a los perdores (y tirar al río a los listillos con inmobiliaria; los bancos no pueden quebrar, por eso) y están dispuestos a admitir que las cosas van mal y que es hora de apretar los dientes. Sí, la inoperancia de la oposición ayuda (¿escisiones internas? ¿en serio? ¿cuando el país va de culo? ¡bravo!), pero están haciendo un trabajo aceptable.
Gordon Brown en el Reino Unido está haciendo un trabajo aún mejor. El país está aún peor que España (la mayoría de países de nuestro entorno lo están, por cierto), pero el tipo ha sido capaz de actuar con autoridad y liderazgo no sólo en casa sino fuera. El plan de rescate bancario británico ha sido modélico y ampliamente imitado (ahora falta que funcione) y su gobierno ha sido capaz de hablar de la crisis con claridad y firmeza. ¿Resultado? Están ganando elecciones.
Vale, la victoria es contra los nacionalistas escoceses, no contra el resucitado partido conservador de Cameron. Pero nadie daba un duro por los laboristas hace dos meses, y mira, parece que tienen algo de vidilla aún. Quizás eviten una paliza y todo.
Nota al margen: siento no escribir demasiado estos días. Las elecciones americanas me tienen obsesionado. Muy, muy obsesionado. Sigo escribiendo en Barras y Estrellas, vamos.
El gobierno de Zapatero no es que esté lleno de Pericles y Cicerón, pero al menos parece haber aprendido algo, y de momento es capaz de mantenerse a flote (más o menos) en las encuestas. Sirve que van aprobando medidas, hablan con fuerza que el trabajo del gobierno es amortiguar la caida a los perdores (y tirar al río a los listillos con inmobiliaria; los bancos no pueden quebrar, por eso) y están dispuestos a admitir que las cosas van mal y que es hora de apretar los dientes. Sí, la inoperancia de la oposición ayuda (¿escisiones internas? ¿en serio? ¿cuando el país va de culo? ¡bravo!), pero están haciendo un trabajo aceptable.
Gordon Brown en el Reino Unido está haciendo un trabajo aún mejor. El país está aún peor que España (la mayoría de países de nuestro entorno lo están, por cierto), pero el tipo ha sido capaz de actuar con autoridad y liderazgo no sólo en casa sino fuera. El plan de rescate bancario británico ha sido modélico y ampliamente imitado (ahora falta que funcione) y su gobierno ha sido capaz de hablar de la crisis con claridad y firmeza. ¿Resultado? Están ganando elecciones.
Vale, la victoria es contra los nacionalistas escoceses, no contra el resucitado partido conservador de Cameron. Pero nadie daba un duro por los laboristas hace dos meses, y mira, parece que tienen algo de vidilla aún. Quizás eviten una paliza y todo.
Nota al margen: siento no escribir demasiado estos días. Las elecciones americanas me tienen obsesionado. Muy, muy obsesionado. Sigo escribiendo en Barras y Estrellas, vamos.
sábado, octubre 25, 2008
De cambios de era y candidatos
Cuando Obama gane las elecciones en un par de semanas (sí, lo doy por hecho), muchos comentaristas hablarán de cambio de era. Será un símbolo del derrumbe de una ideología, el final de la hegemonía de Ronald Reagan y sus ideas en la política americana.
No lo voy a negar; he dicho cosas de este estilo en el pasado. Vale la pena recordar, sin embargo, cuándo "nace" esta hegemonía republicana que ha acabado dando un resultado tan espantoso. Reagan gana las elecciones en lo que en Estados Unidos se considera el fin de la era de "gobierno grande", cuando derrota a Jimmy Carter en 1980. Carter se enfrentó como pudo a una crisis que él no había provocado (la estanflación de la segunda mitad de los setenta), con la Reserva Federal tratando de apagar el fuego a base provocar una recesión aposta. En cierto sentido, las elecciones de 1980 eran unas elecciones que el candidato demócrata no podía ganar nunca.
El mismo año en que Reagan triunfa, Thatcher derrotaba al pobre James Callaghan, que "murió" arrollado por la misma crisis y los inefables sindicatos británicos. Otra amante del libre mercado. Otro signo del triunfo del nuevo liberalismo. Lo mismo sucedió en Alemania, con el SPD cayendo en 1982 cuando el FDP decidió retirarles su apoyo, y Kohl procedió a arrasar en las siguientes elecciones.
¿Parece obvio, no? No tan rápido. La crisis de finales de los setenta se llevó por delante a otros gobiernos. En Francia, a los Gaullistas, llevando a los socialistas bajo Mitterrand al poder por primera vez. En Italia, la democracia cristiana tuvo que ceder el control del gobierno por primera vez. En España, los socialistas aplastaron al partido que había sido arquitecto de la transición. En Austria, los gobiernos de coalición (proporz) dejan de ser viables en 1983. Y podría seguir, señalando gobiernos que caen tanto hacia la izquierda como la derecha.
Lo cierto es que los votantes son a la vez mucho menos sofisticados de lo que muchos sesudos analistas decimos, y muchísimo más expeditivos de lo que parece. Los ciudadanos, en general, no son demasiado buenos analizando quién tiene la culpa de una crisis; es relativamente obvio que la recesión de principios de los ochenta no tenía nada (o bien poco) que ver con Valéry Giscard d'Estaing, pero los franceses lo defenestraron igualmente. Si las cosas van mal, el político se va, y punto. No hay demasiado que analizar en algunas elecciones; los votantes gastan de racionalidad limitada.
Dicho en otras palabras: pobre del político que esté en el poder cuando las cosas van mal, tenga o no la culpa. Como comenta Larry Bartels en un célebre artículo, el electorado te echará la culpa de los ataques de tiburones, aunque no tengas nada que ver.
¿Existe, por tanto, el candidato perfecto? Si y no. Un buen candidato que hace una buena campaña y debate bien te puede dar un poco de apoyo adicional, pero si el votante medio está cabreado, eso no tiene puñetera importancia. Te echaran a tí, a tu partido y a todo aquel que esté remótamente cerca a un cargo político y haya cometido el pecado de militar en tu organización. No perderás sólo la Moncloa, el Eliseo, la Casa Blanca o Downing Street; tu partido se llevará un repaso en ciudades, estados, autonomías y en las asociaciones de padres de alumnos si hace falta. Todo tu clan va a recibir el tratamiento; un correctivo estilo revolución Reagan, New Deal, o lo que toque y una estancia larga y aterredora en un sitio frío y oscuro llamado oposición.
Debemos evitar, por tanto, dar un significado demasiado inflado a los resultados electorales. Más que un cambio de mentalidad, lo que vemos acostumbra a ser un jefe cabreado echándole una bronca monumental a un mal empleado. Los giros ideológicos tienen a menudo más de autojustificación que de decisión racional y lógica.
Estos días veremos muchos políticos tratando de convencer a sus votantes (con razón) que lo sucedido no es culpa suya (España siendo un caso estelar de un gobierno que había hecho los deberes y le pillará el toro si no espabila); si no se explican bien (y no es fácil) acabarán en la calle. Algo que de hecho es de hecho bastante raciona por parte de los votantes: ¿a quién van a creer, sus ojos o las justificaciones desesperadas del ministro de economía?
Buena suerte a los premiados con esta crisis económica. La culpa es de unos pocos (Blair, Bush y los republicanos, y la verdad, pocos políticos más) y se llevará por delante a bastantes más.
No lo voy a negar; he dicho cosas de este estilo en el pasado. Vale la pena recordar, sin embargo, cuándo "nace" esta hegemonía republicana que ha acabado dando un resultado tan espantoso. Reagan gana las elecciones en lo que en Estados Unidos se considera el fin de la era de "gobierno grande", cuando derrota a Jimmy Carter en 1980. Carter se enfrentó como pudo a una crisis que él no había provocado (la estanflación de la segunda mitad de los setenta), con la Reserva Federal tratando de apagar el fuego a base provocar una recesión aposta. En cierto sentido, las elecciones de 1980 eran unas elecciones que el candidato demócrata no podía ganar nunca.
El mismo año en que Reagan triunfa, Thatcher derrotaba al pobre James Callaghan, que "murió" arrollado por la misma crisis y los inefables sindicatos británicos. Otra amante del libre mercado. Otro signo del triunfo del nuevo liberalismo. Lo mismo sucedió en Alemania, con el SPD cayendo en 1982 cuando el FDP decidió retirarles su apoyo, y Kohl procedió a arrasar en las siguientes elecciones.
¿Parece obvio, no? No tan rápido. La crisis de finales de los setenta se llevó por delante a otros gobiernos. En Francia, a los Gaullistas, llevando a los socialistas bajo Mitterrand al poder por primera vez. En Italia, la democracia cristiana tuvo que ceder el control del gobierno por primera vez. En España, los socialistas aplastaron al partido que había sido arquitecto de la transición. En Austria, los gobiernos de coalición (proporz) dejan de ser viables en 1983. Y podría seguir, señalando gobiernos que caen tanto hacia la izquierda como la derecha.
Lo cierto es que los votantes son a la vez mucho menos sofisticados de lo que muchos sesudos analistas decimos, y muchísimo más expeditivos de lo que parece. Los ciudadanos, en general, no son demasiado buenos analizando quién tiene la culpa de una crisis; es relativamente obvio que la recesión de principios de los ochenta no tenía nada (o bien poco) que ver con Valéry Giscard d'Estaing, pero los franceses lo defenestraron igualmente. Si las cosas van mal, el político se va, y punto. No hay demasiado que analizar en algunas elecciones; los votantes gastan de racionalidad limitada.
Dicho en otras palabras: pobre del político que esté en el poder cuando las cosas van mal, tenga o no la culpa. Como comenta Larry Bartels en un célebre artículo, el electorado te echará la culpa de los ataques de tiburones, aunque no tengas nada que ver.
¿Existe, por tanto, el candidato perfecto? Si y no. Un buen candidato que hace una buena campaña y debate bien te puede dar un poco de apoyo adicional, pero si el votante medio está cabreado, eso no tiene puñetera importancia. Te echaran a tí, a tu partido y a todo aquel que esté remótamente cerca a un cargo político y haya cometido el pecado de militar en tu organización. No perderás sólo la Moncloa, el Eliseo, la Casa Blanca o Downing Street; tu partido se llevará un repaso en ciudades, estados, autonomías y en las asociaciones de padres de alumnos si hace falta. Todo tu clan va a recibir el tratamiento; un correctivo estilo revolución Reagan, New Deal, o lo que toque y una estancia larga y aterredora en un sitio frío y oscuro llamado oposición.
Debemos evitar, por tanto, dar un significado demasiado inflado a los resultados electorales. Más que un cambio de mentalidad, lo que vemos acostumbra a ser un jefe cabreado echándole una bronca monumental a un mal empleado. Los giros ideológicos tienen a menudo más de autojustificación que de decisión racional y lógica.
Estos días veremos muchos políticos tratando de convencer a sus votantes (con razón) que lo sucedido no es culpa suya (España siendo un caso estelar de un gobierno que había hecho los deberes y le pillará el toro si no espabila); si no se explican bien (y no es fácil) acabarán en la calle. Algo que de hecho es de hecho bastante raciona por parte de los votantes: ¿a quién van a creer, sus ojos o las justificaciones desesperadas del ministro de economía?
Buena suerte a los premiados con esta crisis económica. La culpa es de unos pocos (Blair, Bush y los republicanos, y la verdad, pocos políticos más) y se llevará por delante a bastantes más.
viernes, octubre 24, 2008
Diseñando el candidato perfecto
Tantas elecciones americanas y tanto encendido elogio de Obama estos días me han generado una pregunta: ¿Qué virtudes y características debería tener el candidato perfecto?
Sí, ya sé. El candidato perfecto no existe. No es sólo una criatura imaginaria, sino que además no es un ente único, estable e inmutable. Hay elecciones que uno no puede ganar nunca; el PSOE no habría ganado en el 2000 ni con Pericles como candidato, sin ir más lejos. Más allá de eso, hay épocas y años. Blair tenía la edad perfecta en 1997 para barrer a los conservadores; Bob Dole, a pesar de ser un tipo estupendo, era el peor candidato posible contra Clinton en 1996. Por añadido, las virtudes (y agenda) de los candidatos varían mucho en su valoración según el país; Bush nunca hubiera ganado unas elecciones en Europa, y Mitterrand nunca jamás llegaría a oler la Casa Blanca en Estados Unidos.
Dejemos de lado estas consideracionesm sin embargo. ¿Que atributos le daríamos al candidato perfecto en unas elecciones democráticas? Si tenéis que "diseñar" con un país en mente, hacedlo pensando en España. Tengo curiosidad para saber qué sale. Lanzo algunas ideas, para empezar. Mañana elaboraré más por qué hago esta pregunta, y por qué creo que es importante, aunque por no de forma totalmente obvia.
Sí, ya sé. El candidato perfecto no existe. No es sólo una criatura imaginaria, sino que además no es un ente único, estable e inmutable. Hay elecciones que uno no puede ganar nunca; el PSOE no habría ganado en el 2000 ni con Pericles como candidato, sin ir más lejos. Más allá de eso, hay épocas y años. Blair tenía la edad perfecta en 1997 para barrer a los conservadores; Bob Dole, a pesar de ser un tipo estupendo, era el peor candidato posible contra Clinton en 1996. Por añadido, las virtudes (y agenda) de los candidatos varían mucho en su valoración según el país; Bush nunca hubiera ganado unas elecciones en Europa, y Mitterrand nunca jamás llegaría a oler la Casa Blanca en Estados Unidos.
Dejemos de lado estas consideracionesm sin embargo. ¿Que atributos le daríamos al candidato perfecto en unas elecciones democráticas? Si tenéis que "diseñar" con un país en mente, hacedlo pensando en España. Tengo curiosidad para saber qué sale. Lanzo algunas ideas, para empezar. Mañana elaboraré más por qué hago esta pregunta, y por qué creo que es importante, aunque por no de forma totalmente obvia.
- Edad: 42 a 46 años (España sólo ha votado a gente menor de 45 para llegar a Moncloa por primera vez)
- Orador decente, pero no demasiado épico.
- Cierta curiosidad intelectual, pero nada demasiado gafoso. Para ministros poetas, Francia.
- Personalidad esencialmente sobria, no demasiado estridente.
- Cierta tendencia a hablar demasiado; propenso a ser "cazado" siendo más honesto de la cuenta.
- Poco patriotero; orgulloso de ser español en el sentido que es un milagro que las cosas vayan tan bien, no por nada cultural o histórico.
- Sanchopancista; el electorado español no valora demasiado a los quijotes.
No sé si este señor sería un buen candidato, la verdad.
miércoles, agosto 20, 2008
Poniéndose a cubierto
Una de las cosas que me ponen francamente histérico del gobierno Zapatero estos días es la obsesiva manía que tienen de correr hacia la trinchera más cercana cada vez que la oposición amenaza con hacer preguntas. La última ha sido la extraña, rebuscada y totalmente innecesaria batalla política con el diputado-carril-bici de Iniciativa para evitar que Zapatero compareciera en el Congreso, aterrorizado que alguien le pregunte -cielos- qué opina sobre el sistema de financiación autonómica.
El Presidente del Gobierno en España está en una situación política curiosa. Por una variedad de motivos (constitucionales y nacidos de la costumbre) el cargo de presidente del gobierno tiene un poder político muy considerable comparado con sus colegas en otros sistemas parlamentarios; eso hace que si el jefe del ejecutivo quiera esconderse del parlamento, tenga modo de hacerlo. Zapatero, como la mayoría de sus antecesores, parece encantado de utilizar esta prerrogativa, tratando de evitar comparecer cuando no le apetece, algo que me parece un error grave.
Entiendo lo que buscan por Moncloa: un debate en el Congreso de los Diputados es una oportunidad que le regalas a la oposición para salir en el telediario y marcarte puntos gratis. Si el presidente no está inspirado o el jefe de la oposición tiene buenas cartas, estás regalándoles un martillo para que te machaquen los dedos con ganas. Es un riesgo político claro, y así lo percibe público, oposición y prensa. Y es por ese motivo que uno tiene que salir a dar la cara.
En política, se supone que el gobierno está en esto para solucionar problemas, o al menos hacer que duelan menos. La financiación autonómica es un problema, ya que deja a algunas autonomías cortas de dinero, da incentivos perversos a las comunidades para comprometer gasto primero y pedir después, y resulta ser monumentalmente opaco. Arreglar este desbarajuste es algo complicado que hará que pierdas amigos. Si Zapatero quiere que la agenda del debate la marque el gobierno, tiene que salir a dar la cara y dejar claro sobre qué se va a discutir; si no lo hace él, la oposición lo hará por él.
Lo más irritante no es que el gobierno ande tirando pelotas fuera en este tema, o que quiera cerrar una negociación técnica, complicada y que debería ser estudiada con calma y probablemente aprobada de forma conjunta con una amplia reforma fiscal en tres mesecillos de nada. El problema es que llevan haciendo esto constantemente, sin descanso, desde que ganaron las elecciones en marzo. De hecho, hicieron exáctamente lo mismo la legislatura pasada. Y no parece que quieran cambiar.
A ver, gente: la comunicación política no es evitar salir en la tele dando malas noticias, o ganar pequeñas batallitas parlamentarias para que nadie te meta el dedo en el ojo en público. Entiendo que el electorado os mira mal y que si os portáis mal os echan, pero no es cosa de hacer como un crío que pretende que no se ha cargado un cristal jugando a pelota. Los votantes no os pagan para disimular, os pagan para arreglar cosas; si no estáis ahí fuera, pareciendo estar superocupados, es probable que se harten de vosotros.
Y oye, es un tema que tiene tanto al PP como al PSOE dividido. Es hora de salir en la tele y poner cara de hombre de estado-que-crea-consensos; eso vende.
El Presidente del Gobierno en España está en una situación política curiosa. Por una variedad de motivos (constitucionales y nacidos de la costumbre) el cargo de presidente del gobierno tiene un poder político muy considerable comparado con sus colegas en otros sistemas parlamentarios; eso hace que si el jefe del ejecutivo quiera esconderse del parlamento, tenga modo de hacerlo. Zapatero, como la mayoría de sus antecesores, parece encantado de utilizar esta prerrogativa, tratando de evitar comparecer cuando no le apetece, algo que me parece un error grave.
Entiendo lo que buscan por Moncloa: un debate en el Congreso de los Diputados es una oportunidad que le regalas a la oposición para salir en el telediario y marcarte puntos gratis. Si el presidente no está inspirado o el jefe de la oposición tiene buenas cartas, estás regalándoles un martillo para que te machaquen los dedos con ganas. Es un riesgo político claro, y así lo percibe público, oposición y prensa. Y es por ese motivo que uno tiene que salir a dar la cara.
En política, se supone que el gobierno está en esto para solucionar problemas, o al menos hacer que duelan menos. La financiación autonómica es un problema, ya que deja a algunas autonomías cortas de dinero, da incentivos perversos a las comunidades para comprometer gasto primero y pedir después, y resulta ser monumentalmente opaco. Arreglar este desbarajuste es algo complicado que hará que pierdas amigos. Si Zapatero quiere que la agenda del debate la marque el gobierno, tiene que salir a dar la cara y dejar claro sobre qué se va a discutir; si no lo hace él, la oposición lo hará por él.
Lo más irritante no es que el gobierno ande tirando pelotas fuera en este tema, o que quiera cerrar una negociación técnica, complicada y que debería ser estudiada con calma y probablemente aprobada de forma conjunta con una amplia reforma fiscal en tres mesecillos de nada. El problema es que llevan haciendo esto constantemente, sin descanso, desde que ganaron las elecciones en marzo. De hecho, hicieron exáctamente lo mismo la legislatura pasada. Y no parece que quieran cambiar.
A ver, gente: la comunicación política no es evitar salir en la tele dando malas noticias, o ganar pequeñas batallitas parlamentarias para que nadie te meta el dedo en el ojo en público. Entiendo que el electorado os mira mal y que si os portáis mal os echan, pero no es cosa de hacer como un crío que pretende que no se ha cargado un cristal jugando a pelota. Los votantes no os pagan para disimular, os pagan para arreglar cosas; si no estáis ahí fuera, pareciendo estar superocupados, es probable que se harten de vosotros.
Y oye, es un tema que tiene tanto al PP como al PSOE dividido. Es hora de salir en la tele y poner cara de hombre de estado-que-crea-consensos; eso vende.
lunes, julio 14, 2008
El resultado de no saber hablar
Las crisis pasan factura a los gobiernos, especialmente si no se explican bien. Nada nuevo, vamos, en la encuesta de El País de estos días. Cuando las cosas van mal uno no gana nada escondiendo la cabeza bajo el ala y pretendiendo que el mundo es maravilloso, joder. Se debe salir ahí fuera y decir verdades, prometer cambios, y clamar que eres el cirujano de hierro que España necesita: duro con los problemas, y con un amplio equipo de enfermeras para cuidar a los enfermos convalecientes.
Pero no, andan por ahí mariposeando y diciendo que todos los cambios son caros y que toda reforma se hará por consenso. Tonterías. Es hora de salir a la tribuna, y poner sobre la mesa ideas y propuestas concretas. Hablar es estupendo (y de hecho, hace las reformas más eficaces muy a menudo) pero el gobierno tiene que trabajar duro para marcar la agenda. Una cosa es ser dialogante, la otra es actuar como si esto fuera un campamento de verano.
O se despiertan, o esto se los llevará por delante. Las elecciones están muy lejos, pero al paso que van no les va a apoyar ni Dios en el Congreso de aquí unos meses.
Pero no, andan por ahí mariposeando y diciendo que todos los cambios son caros y que toda reforma se hará por consenso. Tonterías. Es hora de salir a la tribuna, y poner sobre la mesa ideas y propuestas concretas. Hablar es estupendo (y de hecho, hace las reformas más eficaces muy a menudo) pero el gobierno tiene que trabajar duro para marcar la agenda. Una cosa es ser dialogante, la otra es actuar como si esto fuera un campamento de verano.
O se despiertan, o esto se los llevará por delante. Las elecciones están muy lejos, pero al paso que van no les va a apoyar ni Dios en el Congreso de aquí unos meses.
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