Con tanto jaleo mediático por las elecciones catalanas, parece que a la prensa española se le ha pasado que hoy martes hay elecciones legislativas por aquí el imperio. Como resultado, nos hemos librado de los habitualmente horrendos análisis que los periodistas españoles inflingen a sus lectores cada vez que hablan de Estados Unidos, con ese soniquete arrogante de buenos europeos.
El problema, claro está, es que estas elecciones no son en absoluto irrelevantes; de hecho, es probable que para la mayoría de españoles (de hecho, para todos los que no viven en Cataluña) el resultado de estos comicios sea mucho más importante. Así que es hora de explicar lo que se vota mañana con calma y empezando desde el principio. ¿Qué demonios se vota?
Como todo buen sistema presidencialista (ignoren la constitución francesa, que es una excepción ambulante), los americanos votan al ejecutivo y al legislativo separadamente. Cada cuatro años, se vota para escoger presidente; cada seis años se vota al senado, y cada dos a la cámara de representantes. El senado no se renueva todo de una vez; cada dos años sólo un tercio de los escaños está en disputa. A nivel federal, hoy sólo se votan 33 senadores y los 435 escaños de la cámara baja, o en términos más concretos, si los americanos renuevan la mayoría republicana que existe en ambas cámaras.
¿Qué efectos tiene que cambie la mayoría en el Congreso? La constitución americana se toma la división de poderes muy, muy en serio; los resultados serían significativos. Para empezar, el legislativo es quien controla el presupuesto, y el que tiene que aprobar todo lo que el presidente propone. Si los republicanos pierden estas elecciones, Bush y su equipo van a pasar un muy mal rato tratando de llevar adelante cualquier proyecto. Aún con la capacidad de iniciativa que tiene el Presidente (ya se sabe, redactar presupuestos favoreciendo a ciertos distritos a cambio de votos), su poder real se vería muy restringido.
Evidentemente, las cosas no son tan sencillas. Para empezar, como he mencionado a menudo, el sistema electoral favorece de manera exagerada a los cargos electos. Los americanos votan en circunscripciones uninominales; el candidato más votado en cada distrito gana el escaño. El dibujo de los distritos es digamos peculiar; al ser los políticos de cada estado los que deciden sus límites, estos están dibujados en su inmensa mayoría de modo que favorecen al partido dominante en ese estado.
Por añadido, el sistema de organización del Congreso también contribuye a este sesgo electoral. El bizantino sistema legislativo americano otorga un poder enorme a los comités y subcomités de cada cámara, no tanto al pleno. El poder que tienen los presidentes de cada comité para decidir qué se vota y qué no es enorme. Quién ostenta esos cargos se dirime por antigüedad y por quién ostenta mayorías. Y claro, aquellos representantes con cargos poderosos atraen donativos para sus campañas que es un primor, estando mucho mejor financiados.
Tenemos, por tanto, una competición electoral con cierto sesgo en contra de los demócratas; aún con las encuestas favoreciéndoles, que tengan un buen resultado no está nada claro.
Para empezar, en términos de comportamiento electoral, las elecciones americanas son muy distintas a las de un país europeo. La participación, un año bueno, ronda el 50% del electorado; en parte porque la gente se interesa menos por la política, en parte porque para constar en el censo electoral uno tiene que registrarse, algo que es un auténtico tostón. Si a eso le sumamos el hecho que las elecciones son un día laborable (y no, no te dejan salir de la oficina una horita para ir a cumplir tu deber cívico), y que hay bastantes distritos que son irrelevantes (con encuestas dando 30 puntos o más de ventaja a un candidato), la distribución del voto es bastante distinta.
Aquí no es tan importante plantarse en el centro y atraer votantes; aquí es crucial conseguir que tus votantes vayan a las urnas, mientras que los del oponente se queden en casa. Las campañas de insulto directo y radical al contrario son mucho más habituales, duras y agresivas que en Europa (para desmovilizar el electorado del otro), mientras que posiciones alocadas y descarado peloteo a tus bases están al orden del día. La clave es la movilización electoral, no tanto "acertar" con el mensaje, y en eso los republicanos tienen una ventaja considerable. Sencillamente, son mucho mejores en ello; tienen más dinero, lo usan mejor (sus bases de datos sobre votantes son extraordinarias) y van mucho más allá del clásico ir a iglesias o llamar a los sindicatos de antaño.
¿Qué sucederá mañana? Lo cierto es que no estoy demasiado seguro. Lo más probable es que los demócratas ganen la cámara de representantes pero no el Senado. El poder de ambas instituciones es prácticamente idéntico, así que el efecto en el poder del presidente sería igualmente acusado. Esta es la estimación conservadora; aunque no es necesariamente lo que sucederá. La economía no va mal, aunque la inmensa mayoría del crecimiento no lo ven más que unos pocos, la guerra es un desastre, pero tradicionalmente no se vota según política exterior. A saber.
A todo esto, he cometido el pecado de dejar de lado la mitad de las elecciones de mañana... que deciden aún más gasto público que las federales. 36 estados votan gobernadores; y casi todos votan a sus respectivos legislativos, aparte de muchos ayuntamientos y miles de otros cargos públicos (jueces, fiscales...). Mañana aquí se deciden muchas cosas; de un país de 300 millones de habitantes, sin embargo, no tengo tiempo para más en un sólo post.
Mañana, los resultados. Veremos.
6 comentarios:
Al final me pregunto para qué sirve el pueblo. La abstención es cada vez más alta en los diferentes comicios que se celebran a lo largo y ancho del mundo, empezando por nuestro país y terminando en la primera potencia mundial. El interés de los ciudadanos por la política ha caído hasta tal punto que en uno de los Estados americanos se han propuesto realizar un sorteo de un millón de dólares entre los que acudan a las urnas. La confianza del pueblo depositada en sus representantes también decae y esa desconfianza también contribuye a un alto absentismo. El pueblo se siente cada vez más lejos de sus políticos porque éstos se enzarzan en discusiones y en debatir temas que no interesan a los ciudadanos, temas que no les resuelven ni les ayudan en su vida diaria. ¿En qué puede acabar todo esto? Algunos políticos deberían leer "el ensayo sobre la lucidez" de José Saramago, porque cada día que pasa la realidad se parece más a la ficción. Un saludo.
Un artículo excepcional. Me habéis aclarado las ideas mucho más de lo que puede hacer cualquier periódico.
A mí sí que me interesa la política, pero tal y como comenta Alberto, me gustaría que estuviesen más pendientes de problemas cotidianos, porque al fin y al cabo, el día a día es lo que importa y lo que construye la Historia.
Saludos!
"El poder de ambas instituciones es prácticamente idéntico, así que el efecto en el poder del presidente sería igualmente acusado."
Dos matices: este Presidente está tan acostumbrado a considerarse por encima de la ley (interpretación inusitadamente expansiva de su condición como commander-in-chief) que, después de haber ignorado al Congreso en muchas cosas importantes, si encima ahora tiene una cámara en contra, todavía lo ignorará más; no creo que vaya a cortarse un pelo.
El segundo matiz importante es que el Senado es mucho más importante que la Cámara, por cuanto que tiene que aprobar los nombramientos presidenciales. Bush ha tenido la suerte de nombrar dos magistrados del Tribunal Supremo y que la mayoría del Senado les diera el visto bueno. Si se nos muere uno o dos magistrados más (pienso en Stevens, claro, dios no lo quiera), una mayoría conservadora en el Senado favorable a un candidato ultraconservador designado por Bush tendría efectos durante generaciones; una mayoría demócrata podría, quizá, bloquear un nombramiento así y forzar la elección de un magistrado más moderado.
Cruzo los dedos por el Senado.
La suerte relativa es que el senado puede bloquear mediante filibusterismo los nombramientos más alucinados. Pero sí, el Senado tiene un poder adicional que el Congreso no tiene, cierto.
Sobre la arrogancia presidencial, una mayoría demócrata en el Congreso aseguraría que casi todo movimiento que hiciera se ganara una comisión de investigación. Estaría atado MUCHO más corto.
Sobre la participación... Aunque es un problema, no lo veo como algo tan preocupante. Primero, el descenso de participación no es tan acusado como muchas veces se dice; Estados Unidos, por ejemplo, no ha variado tanto en ello en los últimos cien años. Segundo, no votar no equivale a no apoyar el sistema o a desconfiar de él; no se puede añadir un significado único a la abstención. Puede ser sencillamente decir que no sé quién es mejor, o que no entiendo nada, o que ya me va bien qué decidan otros.
Por no decir que de hecho racionalmente el voto es irracional, ya que la probabilidad que este afecte el resultado es insignificante. ¿Qué probabilidad hay que mi voto sea el que decida el resultado de una votación?. Estadísticamente, minúscula...
En EEUU, hay un poderoso motivo para la abstención: hay que inscribirse en el censo específicamente, y muchos no lo hacen por varios motivos (el menor de ellos no es que te pueden seleccionar como jurado, y vaya putada).
Cierto, tener que ir a un jurado. Vaya putada. Y me remito al capítulo de Homer en Los Simpsons al respecto...
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