Siempre me sucede lo mismo. Escribo un artículo muy meditado sobre un tema relativamente técnico, intentando explicar de forma más o menos sencilla qué esta sucediendo, y lo que acaba generando debate es un comentario hecho sin demasiados matices dicho de mala manera. En este caso hablaba de crisis de liquidez e hipotecas potencialmente impagadas, y lo que ha generado reacciones ha sido un aparte acerca de gente perdiendo sus casas.
En fin, será cuestión de explicarme, y ya de paso repasar por qué esta obsesión con comprarse una casita no tiene nada que ver con el derecho a la vivienda, y de hecho puede ser una tontería peligrosa demasiado a menudo.
Vayamos por partes. Primero, con lo sencillo, los efectos de las hipotecas impagadas. Sí, eso se traduce en gente común, ciudadanos de a pié, currelas, mileristas o pobres americanos sin seguro médico perdiendo su casa. Sí, perder la casa es algo traumático, triste y desgraciado. Lo que debemos preguntarnos, sin embargo, es quién pierde la casa y por qué.
Comprar una casa es una inversión. Para mucha gente, de hecho, la única inversión importante que harán en sus vidas. No tiene nada que ver con el acceso al derecho a la vivienda (más sobre eso luego); en contabilidad nacional se cuentan como inversiones, ya que supone poner dinero en un activo que puede apreciarse. El hecho que además tenga un uso secundario estupendo (vivir en ella) no tiene nada de especial; una fábrica también tiene un uso extra (montar cosas) y no hay duda alguna sobre su naturaleza.
Por tanto, del mismo modo que nos preguntamos cuando una empresa compra maquinaria si se lo pueden permitir o no, analizando si la deuda contraida para ello se compensará con los beneficios potentenciales, una casa debe considerarse desde el mismo prisma. ¿Puede el comprador afrontar las letras? ¿Compensan los beneficios (apreciación de la inversión, un lindo hogar, acumulación de liquidez) esos pagos?.
Si la respuesta a estas dos preguntas es "no", me temo que esto de comprar una casa no es una buena idea. La inmensa mayoría de los hipotecados que van a perder sus casas en Estados Unidos (nota: menos en España; más luego) caen en esta categoría. "Subprime" o "hipotecas de mala calidad" no es más que jerga para decir "individuo jugando con fuego al comprar una casa". Si uno tiene que hacer cosas raras para comprar un pisito (hipotecas de sólo interés, hipotecas de tipo ajustable, hipotecas sin documentación) y no tiene un motivo muy, muy, muy bueno para ello, está tomando un riesgo espantoso con su dinero. Si se la pega, lo cierto es que no es exactamente una sorpresa.
Sin embargo, la pregunta relevante no es si esta gente está perdiendo la casa por errores propios o ajenos; es bastante evidente quien está metiendo la pata la mayoría de veces. La cuestión es si es una buena idea desregular el mercado hipotecario hasta un nivel en que estos errores son posibles o es mejor limitar las prácticas que han creado este problema. El estado puede limitar según qué prácticas de crédito, especialmente aquellas dirigidas especialmente a tentar a estos potenciales compradores con riesgo alto.
En España (y en muchos sitios de Europa), muchas de las hipotecas absurdamente suicidas no están disponibles, en parte porque son los bancos quienes todavía financian la mayoría de ellas, en parte debido a limitaciones legales. En Estados Unidos, el mercado está maravillosamente desregulado, dando ámplias oportunidades al investor avispado para hacer dinero vendiendo y comprando casas (las hipotecas de sólo interés nacieron para eso) y miles de maneras para que el inversor miope se ahorque con su propia deuda. Si tengo que escoger, la verdad creo que imponer ciertos límites razonables es una buena idea, pero hay argumentos sólidos para defender ambas posturas.
Si la vivienda es una inversión, ¿Cómo afecta esto al derecho a la vivienda?. En mi opinión, de una forma muy sencilla: el derecho a la vivienda no equivale a que el estado te tenga que garantizar que puedas comprar una. El derecho a la libertad empresarial no significa que el gobierno tenga que ir por el mundo asegurando que no pierdo dinero en bolsa o mi tienda cierre, la vivienda no tiene por qué ser distinto. Uno tiene que tener la posibilidad de vivir en un lugar decente y digno, sin sufrir discriminación o que le prohiban alquilar un piso, pero nada más allá de eso. Es un derecho de acceso, no un derecho de posesión, y cada individuo escoge como ejercerlo. Si a uno le gusta el riesgo, compra; si uno prefiere la calma (o invertir sus ahorros en otro sitio), alquila.
Hablando de inversión, la vivienda no es una especialmente rentable. El retorno ajustado por inflación medio de un piso o una casa es a medio-largo plazo casi invariablemente menor que el que uno puede obtener con una cartera de valores del Ibex-35, S&P500 o cualquier fondo bursátil rematadamente conservador. Por que sí, los precios no siempre suben, y sí, ese mismo dinero que uno está pagando en letras podría estar dando retornos muy superiores, en muchos casos, metido en otra parte. Alquilando y poniendo el dinero ahorrado con los pagos menores en bolsa, por ejemplo.
A todo esto, un par de comentarios sobre aproximaciones a este problema. La verdad, creo que Citoyen (que últimamente está que se sale) explica bastante bien qué hay detrás del debate; la aproximación de Antonio y la mía son muy distintas. En contra de lo que dice Jessica (casi siempre brillante, aunque con esto se equivoca) yo no hablo de "lo macro" ignorando lo que hacen los pobres mortales cuando se les cae el mundo encima; en mi artículo me centro en explicar qué nos ha llevado a una situación en la que siete millones de hipotecas (en las estimaciones más pesimistas) puedan conllevar alguien perdiendo su casa. Si hablo de ello es porque me importa que haya gente quedándose en la calle, sea por motivos propios o ajenos.
Debería ser bien conocida a estas alturas, sin embargo, no mi cinismo, sino mi alergia a todo lo que huela a historia sentimental de interés humano. Seré frío y racional, pero me importa un comino si Paco Edelmiro Ruiz, de Wyoming, pierde su casa. Lo que realmente me importa es el efecto agregado que miles de situaciones como esta puede causar en 325 millones de americanos, 500 millones de europeos, y en el mundo entero en general. Las historias individuales son novela, no política.
Y ahora he sonado como un auténtico insensible, pero es la única manera de afrontar los problemas de forma racional. Hacerlo de otro modo lleva proponer cosas contrarias a la ley de la gravedad demasiado a menudo.