Las democracias son, en general, muy eficientes ganando guerras. Si miramos el porcentaje de victorias en conflictos militares entre estados, los gobiernos democráticos son de lejos los que tienen una mejor estadística; los políticos y líderes en gobiernos elegidos por el pueblo parecen ser grandes estrategas.
Esta estadística, evidentemente, tiene trampa, y es que las democracias van a la guerra muy poco a menudo. Al depender sus dirigentes del apoyo de la población, estos sistemas de gobierno son mucho menos propensos a tomar riesgos... y eso implica que tratan de evitar conflictos que no pueden ganar como la peste. Una democracia va a la guerra sólo cuando no tiene otro remedio o cuando sus dirigentes creen que le pueden pegar una soberana paliza al contrario sin demasiados problemas, manteniéndose alejada de aventuras en busca de fama, gloria y riesgos estúpidos.
El problema para una democracia en guerra es, evidentemente, cuando esta se alarga y las cosas dejan de parecer tna sencillas para los votantes. Cuando un conflicto tiene un coste alto pero no es percibido como una batalla que vale la pena luchar, los líderes electos se enfrentan al dilema de las encuestas y la guerra en dos frentes.
Bush y su presidencia se han metido de cabeza en una de estas situaciones. La invasión de Irak, esa invasión sencilla y vendida de manera clara (y totalmente tramposa) ha pasado de ser una guerra limpia y victoriosa a una pesadilla sin objetivos claros, y el electorado, como dejó muy claro en las urnas en noviembre, ha empezado a pensar que el precio es demasiado elevado. Al dirigir las tropas, Bush y sus generales se enfrentan al problema que su estrategia debe ser fácil de vender al público, y eso implica resultados claros, rápidos y con un nivel de bajas razonables, o la guerra será aún más insostenible.
Y así tenemos este especie de engendro que Bush va a presentar la semana que viene en forma de incremento de tropas... por tiempo estrictamente limitado. La estrategia de aumentar el número de tropas y tratar de ganar control efectivo sobre Bagdad tiene sentido, el de la limitación temporal, no.
No hace demasiado, explicaba cuál es la dinámica habitual en un guerra de guerrillas / guerra civil, e insistía que el factor principal para ganarla es controlar el territorio. La idea de Bush es básicamente añadir 20.000 tropas, concentrarlas en Irak, y pacificar la ciudad usando el único método conocido, con soldados en la calle. Con la ciudad estable, a partir de ahí empezar a extender la zona de control paciéntemente y sacar a las milicias del país a patadas. El pequeño problema es que este plan requiere, ante todo, muchísima paciencia, y trabajar asegurándose que una vez pacificada una ciudad, uno no la deja vacía dejando que los insurgentes vuelva. Y eso no es, por desgracia, algo compatible con un trabajo apresurado, mirando de reojo al Congreso, de seis mesecillos.
El problema de Bush ahora mismo no es saber si puede ganar la guerra o no, es el hecho que la mayoría del país le ha dejado atrás, y cree que ya no vale la pena. Los motivos, argumentos y excusas para lanzar la invasión resultaron ser espúreos, y la gran fortaleza de las democracias, el hecho que luchan como nadie cuando creen que es por una buena razón, se desvanece en el aire. Si no son capaces de dar una buena explicación sobre qué demonios están haciendo en Irak, aunque sea decir que les da vergüenza haber destruido un país para nada, más vale que se vayan de una vez, antes que la situación empeore aún más.
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