Estamos en temporada alta de tortazos internos en partidos políticos. Tras la sarta de sopapos que se dió el PSOE en Navarra, la interminable saga del "incuestionado" líder del PP, la autodefenestración de Rosa Díez y alguna otra alegre reyerta interna más, hoy le toca al PNV y la espectacular eyección vía catapulta de Josu Jon Imaz.
El bonito accidente parece haber tomado algunos por sorpresa, pero lo cierto es que el PNV tiene una larga tradición en el arte de linchar a sus propios jefes. Los nacionalistas vascos son uno de los pocos partidos españoles que ha sufrido una escisión seria (Eusko Alkartasuna), teniendo de hecho una fuerte tendencia a meterse en conflictos internos. Se dice a menudo que el PNV tiene dos almas, la "burguesa" moderada, realista, y la "idealista", más soberanisma y menos dispuesta a pactos extraños. Esa división, por sí sóla, hace del partido un candidato claro a dividirse; sin embargo, los nacionalista vascos parecen mucho más propensos que otros partidos de "alma" parecida (CiU) a liarse a tortas.
¿De dónde viene esta santa manía a pelearse? La respuesta, como de costumbre, deriva de una curiosamente incompetente estructura organizativa que hace del PNV un partido único.
En parte por tradición histórica, en parte por esa curiosa tendencia que algunas instituciones disfuncionales tienen para subsistir, el PNV hace de la bicefalia uno de sus principios básicos. Los nacionalistas vascos separan quien manda en el partido y quien manda en las instituciones, no sea que el precioso, ideológicamente puro e inmaculado partido se les contamine de cosas oscuras y pragmáticas del gobierno diario.
El problema, claro está, es que la idea no funciona tan bien una vez llevada a la práctica. Los políticos son personitas humanas, con sus ideas y sentimientos, y eso de estarse calladitos y haciendo su trabajo es algo que no les acaba de cuadrar demasiado. Especialmente cuando su vecino, el "otro" cargo del partido, insiste en llevar el partido por un camino que no te acaba de cuadrar. Eso es lo que le pasaba al pobre Egibar; Imaz, jefe del partido, quiere ser moderado. Ibarretxe, jefe del gobierno vasco, no. La solución lógica, si el jefe de tu partido no hace lo que quieres es dar la murga, a ver si se cansa.
En un partido normal, donde un "disidente" no tiene más que un cargo interno, uno como mucho consigue que el líder te tire un huesico para que te calles, o te caiga encima con todo el equipo. A no ser que el líder sea muy poco popular, no tenga la más remota posibilidad de ganar o sacar un buen resultado en las siguientes elecciones y en el partido no le quiera nadie, el jefe casi siempre aguanta en el cargo hasta que se estrelle en las urnas.
En el PNV, el líder del partido no tiene un cargo institucional; no tiene al partido pendiente de si es un buen candidato o no, o los problemas de traer un tipo nuevo si es decapitado. Por añadido, el líder, lado partido, no tiene capacidad de repartir golosinas a los disidentes (consejerías, fundaciones, agencias, etcétera), así que apenas tiene poder negociador. Para añadir sal a la herida, si los resultados electorales son malos los candidatos siempre pueden echarle la culpa a él, que es el que no se presentaba. Estén las bases a favor o en contra, Imaz no tiene apenas poder de chantaje frente a sus disidentes; y cuando el lado institucional del partido le da la espalda, apenas tiene nada que hacer: las decisiones ya no las toma él.
Sobre el papel, separar partido y gobierno tiene sentido. Ideales y pragmatismo a veces no combinan bien, y el partido debe estar allí, vigilando, a que los cargos no se corrompan. El problema con este arreglo es que la responsabilidad está dividida, y como tal, echar las culpas y decidir quien la ha cagado es mucho más complicado. Haciendo las cosas peores, si partido e instituciones no siguen la misma melodía, es relativamente sencillo desde el lado "rebelde" subvertir a su oponente, especialmente si la víctima es el partido.
Paradojas de la vida, un arreglo que aparentemente refuerza el partido acaba por hacer de su líder una auténtica piñata.
5 comentarios:
Por cierto, si el partido quiere acabar con un lehendakari popular, votado y amado por los votantes, esta estructura también permite estas cosas. Que le pregunten a Ardanza.
¿incompetente estructura organizativa?
¡Es tan incomoda la division de poderes! pero tan democratica
erengario)Ardanza también tenía su Plan. La frustración acabó con él. Y el PNV era un mastodonte, así que es natural que sufriera escisiones.
La cuestión es, la división de poderes funciona si separas legislador, ejecutivo y judicial. El PNV está separando ejecutivo-partido y ejecutivo-instituciones, algo que a Montesquieu le hubiera dado un dolor de cabeza profundo...
aunque a algunos les duela el pnv tiene una estructura democratica al 100%. los afiliados, reunidos en asambleas deciden el futuro del partido. hay organos ejecutivos (EBB, BBB, Uri Buru Batzarrak), legislativos (asambleas a varios niveles: municipales, regionales, Nacional..) y judiciales. si judiciales. el pnv tiene jueces y tribunales internos y las sentencias se pueden recurrir a traves de una serie de tribunales. cuando otros partidos tengan una estructura tan democratica, se podra criticar la del pnv, pero hasta entonces no.
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