sábado, agosto 05, 2006

Derechos a veto y huelgas aeroportuarias

Desded los lugares habituales se ha criticado mucho la actitud y actuación del gobierno tras la famosa huelga de los trabajadores del Prat la semana pasada. Los alaridos de rendición habituales se han mezclado con críticas a los sindicatos y a los malvados nacionalistas, que ya se sabe que están detrás de todo lo malo que sucede en España. Todo por dar una explicación muy complicada a un problema muy sencillo, y que aparece de forma repetida en todo el mundo: actores ejerciendo su poder de veto.

Para empezar, esta huelga presuntamente inaudita tiene multitud de precedentes. Sin ir demasiado lejos, el año pasado Heathrow "disfrutó" de una huelga singularmente desalmada de personal de tierra. British Airways y casi todo el mundo que operara desde Londres se enfrentó a 36 horas de paro, dejando tirados 100.000 pasajeros y ocasionando pérdidas millonarias. Aún más cerca, los controladores de tráfico aéreo franceses son igual de cafres, siguiendo de manera periódica la vieja tradición gala de tocar las narices a todo el continente para arreglar conflictos domésticos. Si queremos mirar historias pasadas, esta semana ha hecho 25 años de la gran huelga de controladores en Estados Unidos, esa que Ronald Reagan solucionó despidiendo 10.000 trabajadores.

Son sólo tres ejemplos de huelgas muy parecidas al reciente desastre del aeropuerto de Barcelona. Todas ellas tienen en común un factor crucial, la capacidad de veto económico de sus protagonistas. En los tres casos, un grupo relativamente pequeño de trabajadores de una determinada empresa pueden parar totalmente todo el sistema, y tiene por tanto una capacidad de negociación enorme. Son el equivalente económico a un derecho a veto, y funcionan de manera parecida.

Dicho de manera sencilla, ninguna empresa puede permitirse el lujo de hacer algo que cabree en exceso un actor con derecho a veto, ya que sus huelgas duelen en serio. Como más cualificados estén (los pilotos, por ejemplo), más difícil resulta para la compañía tratar con ellos, ya que no tiene capacidad real para reemplazarlos rápidamente. Si la empresa es además una compañía de transporte, y los clientes se cabrean de veras cuando las cosas no van bien, el problema es aún mayor.

¿Qué ocurrió en Barcelona? un bonito ejemplo de por qué combinar empresas con actores con capacidad de veto y una organización tan estúpida como Aena es una mala idea. Por una lado, Aena maneja los aeropuertos no como una empresa de transportes, si no como si fuera un cortijo personal. En vez de tener en cuenta a sus clientes, las compañías aéreas, al gestionar al personal de tierra, el estúpido monopolio estatal repartió concesiones pensando en como recortar gastos sin más. Al hacerlo, saca a Iberia de un lugar, sin tener en cuenta, en ningún caso, la enorme capacidad de presión que los empleados tienen. Total, no están en mi nómina, así que no es mi problema, o eso debían pensar. El resultado, un cabreo monumental de un grupo de currantes que pueden paralizar todo el aeropuerto sin ningún problema.

El origen del problema no es por tanto la inactividad del gobierno o la falta de mano derecha de Iberia. El problema se deriva, sencillamente, de la enorme capacidad de negociación que tiene los trabajadores de un aeropuerto. Un conflicto de este estilo es muy difícil de evitar, no importa quien esté en el gobierno.

Hay algunos mecanismos que hacen problemas de esta clase menos habituales, pero no son en nigún caso garantía de paz y calma. El primero, y más evidente, es el método Ronald Reagan de cargarse huelgas: todos a la calle, y asunto solucionado. Un escarmiento para dar ejemplo, y a ver quién se mueve. Suena fácil, pero no lo es tanto. Para empezar, una maniobra así tiene un coste político inasumible en casi todas partes. En el caso de una empresa privada, con recursos finitos en comparación al gobierno federal, el coste económico puede ser desastroso. Más allá de eso, y debido a la asimetría del mercado laboral, facilitar esta solución contribuiría a aumentar las desigualdades, algo que no me parece aceptable.

Otra idea sería hacer que la dirección del aeropuerto fuera más cercana a su funcionamiento, o en otras palabras, que la gestión estuviera descentralizada. Si el aeropuerto de Barcelona hubiera dependido del ayuntamiento y no de Madrid, el interés en evitar conflictos hubiera sido mucho mayor; de hecho, es probable que la contratación del handling no estuviera externalizada. Si se me apura, con un aeropuerto integramente privado el problema hubiera sido incluso menos probable.

La última solución, y quizás la menos intuitiva, es agrandar los sindicatos. Si pilotos, trabajadores de tierra, administrativos y personal de limpieza de la aerolinea cada uno tiene su propio sindicato, los intereses de cada uno acabaran por colisionar. En caso de problemas, se preocuparán más en mantener sus nóminas que en garantizar el beneficio de todos, y serán más propensos a ejercer vetos en planes de restructuración. Si todos los trabajadores están bajo un único sindicato, sin embargo, la tendencia a pegarse unos a otros será mucho menor.

En cualquier caso, ninguna de las tres soluciones es ideal. Las aerolíneas americanas siguen sufriendo huelgas periódicas, los maquinistas de Renfe siguen protestando, y los camioneros franceses siguen cortando autopistas, precisamente porque pueden hacerlo.

Un último comentario: me gustaría saber qué pretendía el PP pidiendo a la policía que cargara para disolver a los manifestantes. Sí, las pistas se hubieran vaciado, pero con los trabajadores molidos a palos, el aeropuerto no hubiera reabierto. La única manera de poner aviones en el aire era hablando, no enviando gente al hospital. Las acusaciones de debilidad son sencillamente absurdas. La verdad, a veces parece que el PP sólo tiene un martillo, y que ve todos los problemas como clavos.

Nota: la teoría que sindicatos grandes son más eficientes que multitud de sindicatos pequeños, por cierto, es aplicable a nivel nacional. No funciona siempre, y debería hablar más de ello, pero lo cierto es que hacen la gestión de la economía más sencilla.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola. Sólo un comentario.

Quizas, los que hicieron la huelga, tenían derecho a no trabajar si no querían; pero no tiene derecho de taponar unas pistas en el aeropuerto que no son suyas.

Fíjate: si hubieran sido 4 trabajadores, los hubieran sacado, 10 también. El problema es que eran más y ser un número más grande no significa que tengan más derechos.

Insisto, sí a no trabajar, no a taponar pistas gracias a un pase que sólo ellos tienen.

Salud!

R. Senserrich dijo...

Totalmente de acuerdo, es una huelga salvaje. Por eso tienen ese poder de chantaje, desgraciadiamente...

zarevitz dijo...

El desalojo de las pistas tenía que ver, más que con poner aviones en el aire, con poner en tierra los que estaban dando vueltas en el aire. Quizá ahí sí hubo un peligro real.

Anónimo dijo...

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