El otro día hablaba de lo inevitables que resultan los intermediarios, con el ejemplo del papel de la banca para gozosa irritación de algunos. El post, debo admitirlo, me quedó algo corto para lo que acostumbro a escribir por aquí; es costumbre de la casa explicar siempre el por qué hay buenas razones para que las cosas sean de un cierto modo, para pasar a explicar inmediatamente después todo lo que de forma inevitable puede ir mal. En el caso de los intermediarios, no hace falta decirlo, hay multitud de cosas. Hoy toca hablar de ellas.
Como comentaba ayer, el centro de la cuestión al hablar del papel de los intermediarios es su función de proveer información. Partiendo de la premisa que todos somos ignorantes, sólo que en temas muy distintos, hay gente que se dedica a hacernos fáciles las cosas a base de señalar dónde debemos mirar (quién nos puede prestar dinero para una hipoteca, por ejemplo) a cambio de un cierto precio. Los costes de conseguir información (una parte de lo que los economistas llaman costes de transacción, o lo que "cuesta" firmar un contrato) no son en absoluto triviales, así que a menudo no tenemos otra opción que preguntar.
Como cualquiera que se haya perdido en una ciudad extraña puede atestiguar, sin embargo, lo de hacer una pregunta a un extraño no es necesariamente algo trivial. Hay veces que realmente no sabemos si ese tipo de la esquina nos ha señalado dónde esta la Torre Eiffel o nos ha enviado en dirección a Bélgica; nos basamos en señales (¿El hecho que vaya vestido de lagarterana le hace más creíble o menos?) o en tratar de pensar sobre sus intereses para discernir sobre la bondad o no de sus consejos.
Cuando nos acercamos a un intermediario, tenemos básicamente dos problemas. El primero, y más básico, es el que los economistas llaman "problema principal-agente"; en lenguaje coloquial, el problema que tiene todo jefe en hacer que su subordinado le haga caso. Cuando vamos a una empresa que hace auditorías y pedimos las cuentas de digamos, un gigante llamado Enron, no sabemos realmente si han revisado las cuentas o básicamente han hecho fotocopias de lo que les han dado.
El segundo problema, también bastante evidente, es que muchas veces no tenemos ni puñetera idea sobre lo que estamos preguntando. El banco sabe mucho más que nosotros sobre hipotecas, cuentas de ahorro y trigonometría obtrusa, así que pueden estar dándonos gato por liebre tranquilamente a poco que vigilemos.
Ambos problemas son complejos, y a veces bastante intratables. Ambos casos tienden a solucionarse con una misma receta, información, que es precisamente lo que nos llevó a buscar intermediarios en un primer momento. Para ello, tenemos varias opciones, que van desde un tercer actor imparcial que persigue a aquellos intermediarios que se portan mal (le acostumbramos a llamar "estado") a hacer que los intermediarios garanticen la información de algún modo, comprometiéndose a pagar si meten la gamba.
Evidentemente, estos mecanismos no funcionan demasiado bien a veces, como nos recuerdan algunas pifias espectaculares recientes. Hay casos en que los intermediarios pactan no revelar información dañina (Enron), o hay veces en que los intermediarios pactan entre ellos limitar el acceso a los que no "tienen licencia" a según qué negocios. En ocasiones, la información que venden es la información que les interesa que fluya, como decir que las empresas en las que ellos tienen acciones son las que van mejor.
Estos problemas son conocidos, y hay recetas bastante conocidas (y empleadas por todos los estados) para limitar sus efectos. Explican por qué debemos ir con cuidado al pedir una hipoteca, comprar sellos o invertir en bolsa, y por qué es mejor armarse de saber y comparar mucho antes de tomar una decision. Lo que no explican, sin embargo, es por qué el sector de los intermediarios, el sector financiero, está haciéndo muchísimo más dinero ahora que antes.
Aquí si es necesario sacar del cajón un juego de teorías distintas, y la verdad, aún no demasiado bien entendidas; lo cierto es que los economistas no saben exactamente por qué la retribución de estos sectores está aumentando tan rápidamente, o al menos no parece evidente. Sobre superestrellas, nuevos millonarios y teorías varias, sin embargo, hablaré más mañana.
1 comentario:
"pueden estar dándonos gato por liebre tranquilamente a poco que vigilemos"
egocrata: si no he entendido mal la frase, creo que querías decir "a menos que vigilemos" o "a poco que nos decuidemos".
Publicar un comentario