Siendo un progresista que padece la amarga condena de saber demasiado de economía, lo cierto es que cierto he tenido una cierta admiración para un amplio sector de la derecha tradicional. Siempre he sido de la opinión que lo que de veras distingue izquierda y derecha no es más que el grado de pesimismo; un conservador ve un problema, entiende como funciona, y cree que una solución para es o demasiado difícil o demasiado cara, mientras que un progresista ve el problema, enfila su lanza, y carga contra el molino de viento de turno.
Mi admiración, y envidia, es que la derecha a menudo tenía las mejores mentes, las más sólidamente ancladas en la realidad, quejándose amargamente que el mundo era una porquería y no había manera de cambiarlo. Cuando los conservadores dan un pasito, lo hacen tras un montón de lloriqueos, pesimismo y estando totalmente seguro que el sólido andamiaje del tejido espacio tiempo y las leyes de la economía no se rompen.
Eso es, claro está, cuando hablamos de esa vieja derecha racional y razonable, que creía que el progreso es bueno siempre que sea pasito a pasito, razonable, y que no hace daño a nadie, que se toma la teoría económica en serio, y que cree firmemente que es mejor ser práctico a tiempo a tener unos principios sólidos que se han quedado atrás.
El sueño de la razón produce monstruos, y en la derecha (como en la izquierda) florecen abundantes. Y por desgracia, desde hace unos años parecen que han tomado el timón del barco. El tomarse las cosas con calma deriva, en muchos casos, en no querer cambios, y el ser un sólido crítico y analista de la realidad se convierte en la negación por sistema. Los sólidos principios de vuelven inflexibles, y la ideología se convierte en una especie de nihilismo bizarro, en que las ideas de uno se definen a base de enviar a parir a todo el mundo.
En esta tesitura vive un sector más que significativo de la derecha en España (y Estados Unidos, cuna de esta malformación), y su patológica obsesión con buscarse enemigos. La cuestión no es dar una argumentación racional a cuándo la redistribución de renta tiene sentido o cuándo no la tiene; la cosa se despacha inventándose una bizarra teoría económica no confirmada y diciendo que todo aquel que no defienda la avaricia es comunista. Del mismo modo, la libertad sólo tiene sentido cuando son ellos cuando la aplican y definen, toda evidencia que contradiga sus ideas está sesgada, y el mundo entero conspira con energía para asegurarse que ellos, los únicos virtuosos que nos aman de verdad, no manden nunca.
En estos casos mi admiración deja de ser a las ideas, y pasa a ser a la manera de construirlas. Me parece admirable que un grupo de tipos que tengan como discurso decir que todo el mundo conspira contra ellos, los muy comunistas, y que si occidente no se ha ido al cuerno es gracias a un heroico grupo de poseedores de la verdad que mantiene el mundo a salvo siga siendo relevante. El problema es que cuando uno lleva años y años clamando que llega el apocalípsis, y al final uno se queda sin enemigos.
Entonces es cuando llegan los símiles absurdos, como el que dice que el ecologismo es la nueva cara del bolchevismo. Los que eran los tradicionales guardianes que la política no contradijera la triste, sólida, deprimente realidad de las leyes de la economía pasan a decir que el hablar de regular externalidades (la más vieja cara de los mercados imperfectos) es, de hecho, comunismo. Porque ya se sabe, todo tiene un precio y nada sale gratis, menos el llenar el planeta de basura.
Efectivamente, el ecologismo no sale gratis; eso es imposible negarlo. Pero una cosa es decir que el precio es este, y afecta a unos u a otros, y otra es enviar todo a parir a base de matar el mensajero, llamar a todos hipócritas y decir que la Unión Soviética y los masones andan detrás de todo.
La izquierda, cuando pierde la cabeza, tiene una patética tendencia al quijotismo; la derecha, tristemente, parece caer en la paranoia. Más que ninguna otra cosa, es hora de hacer una sólida campaña a favor de la vuelta a la realidad, más que discutir sobre ideas. Muchos conservadores ya no tienen ninguna más allá de decir "no".
7 comentarios:
qué chungo,¿no?
"Mi admiración, y envidia, es que la derecha a menudo tenía las mejores mentes, las más sólidamente ancladas en la realidad"
¿Algún ilustre ejemplo nacional?
Me revienta decirlo, pero alguno hay. :-). Rodrigo Rato, por ejemplo; Piqué, Pimentel. Hay gente.
Pues sí, pues sí. Aunque no comparto tu visión pesimista/optimista, sí estoy de acuerdo en que el idealismo ingenuo (y muchas veces infantil e irresponsable) de gran parte de la izquierda puede producir resultados bastante absurdos e inútiles.
Y que para mí buena parte de la credibilidad de la derecha proviene de que se tomen en serio la economía y sean realistas en lo que la izquierda no lo es.
Claro que cuando la derecha se convierte en la otra cara de la mis ma moneda, por mí se pueden ir a freír espárragos. En lo que se refiere a los autoproclamados liberales, no lo veo tanto como una dualidad optimimo/pesimismo sino como exactamente lo mismo pero con puntos de partida diferentes. Para unos la máxima bajo lo que debe regirse todo es su concepto de "solidaridad e igualdad"; para otros su concepto de "libertad". Y cualquiera que sea solidario o amante de la libertad de un modo diferente al suyo, es una mala persona, asesino, mentiroso, fascista/bolchevique (subráyese el que proceda), etc.
Tienes una visión un poco confusa de las cosas.
Si algo ha hecho fuerte a la izquierda en España no solo es el pragmatismo, sino ese quijotismo contra el que cargas.
El problema de la izquierda en Estados Unidos por ejemplo, es que se pasa de pragmática, y ya no cree en absolutamente nada.
Ademas no entendemos, ni entiendo, el pragmatismo como el "mal necesario", no es ningún mal, es sentido de la responsabilidad, tiene que ver con el sentido de la lealtad a la "cosa pública", que en la izquierda española siempre hemos llegado a gala.
No se, te leo, y no me veo reflejado en absoluto... parece que hablas de otro país, y no lo digo con acritud, simplemente es mi sensación...
Miguelnr, estoy de acuerdo contigo sobre el exceso de pragmatismo de la izquierda en EUA, y el buen equilibrio entre quijotismo y pragmatismo de mucha de la izquierda gobernante en España.
Pero estaba psiconalizando a la derecha, no a la izquierda :).
""Siendo un progresista que padece la amarga condena de saber demasiado de economía""
Gran modestia la suya, amigo
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