Dentro del excepcionalmente complicado proceso que los americanos usan para nominar a sus candidatos presidenciales, el sistema utilizado en Iowa se lleva la palma. Iowa es un estado, en general, excepcionalmente irrelevante; con una superficie algo mayor que la de Inglaterra y apenas tres millones de habitantes, este territorio perdido en el medio oeste realmente tiene bien poco de importante.
Debido a arcanas tradiciones bizarras (nacidas del hecho que hasta hace relativamente poco las primarias eran de hecho irrelevantes), Iowa es habitualmente el primer estado en votar por un candidato en las primarias casi cada ciclo electoral, especialmente para los demócratas. El sistema de elección, sin embargo, no es un simple voto para ninguno de los dos partidos, para exasperación de estrategas y eterna confusión de periodistas y "expertos".
Empezaremos por los republicanos, que usan un sistema más sencillito. Iowa no siempre es el primer estado en votar para ellos (Alaska y Hawaii a menudo lo hacen antes), pero es el primero ligeramente relevante en hacerlo. El sistema es en teoría un caucus (ahora explico de qué va a eso) no vinculante; aún así, los miembros del partido votan en una "elección de paja" que sí acaba determinando qué delegados el congreso del partido escogerá. En el fondo, las encuestas en un sistema así tienen cierto valor (ya que te predicen voto simple bien), pero el hecho que los militantes se supone que debaten entre ellos antes de votar añade un factor impredecible complejo.
Los demócratas, por otro lado, tienen un sistema realmente rebuscado. Los caucus, palabra intraducible donde las haya, consisten en reuniones de militantes y simpatizantes del partido en locales sociales (iglesias, centros cívicos) por todo el estado. En estos encuentros los demócratas deben primero declarar su candidato preferido (o declararse indecisos); tras ellos se ponen a hablar y discutir con otros en corrillos o en plan minitenero (como quieran) durante media horita. ¿Qué hacen entonces? Se para, y otra vez cada uno va al lugar de la habitación marcado para expresar apoyo por un candidato. Según el número de delegados a escoger en su condado, los organizadores establecen un corte (de un 15% a un 25% de asistentes), y todo los candidatos por debajo de ese límite dejan de estar en consideración.
Ahora es cuando las cosas se ponen interesantes. Cuando a un militante le eliminan su candidato, no tiene por qué marcharse; tras las eliminaciones hay otro turno de 30 minutos de debate, y puede quedarse a ver si le convence alguien. O pueden irse al rincón de los no declarados. O pueden unir fuerzas con otro perdedor y hacer que uno de los dos perdedores siga en liza. Tras este segundo ciclo, finalmente se cuenta qué apoyo tiene cada candidato y se escogen delegados por mayoría simple.
¿Qué efectos tiene este sistema? Para horror de los amantes de los votos simples, en Iowa es casi tan importante ser amado como no ser odiado; o en otras palabras, ser la segunda opción para muchísimos votantes es siempre mejor que ser la primera opción para una mayoría simple y odiado por el resto. Un candidato no sólo tiene que ganar apoyos, no puede arriesgarse a alienarlos. O, dicho en otras palabras, una auténtica pesadilla para un candidato que sea polarizador, y de forma más precisa, para Hillary Clinton.
La noticia, estos últimos días, es que Clinton de hecho no sólo no va primera en la última encuesta, sino que de forma aún más preocupante, está bastante lejos cuando se pregunta por quién sería su segunda opción. Lo que parece estar salvando a Clinton de estar más claramente por detrás es el hecho que hay tres candidatos, y Edwards parece estar quitando votos anti-Clinton a Obama.
¿Significa esto que Hillary está perdida? No, ni de lejos. A nivel nacional Clinton sigue por delante con un margen más que considerable. Una derrota clara en Iowa, sin embargo, no sería en ningún modo algo inofensivo para ella; cuando el favorito se estrella con ganas a plena luz del día eso acostumbra a doler. Si uno tiene en cuenta que la ventaja de Hillary en New Hampshire, el siguiente estado en votar, es amplia pero no decisiva (y el hecho que un hipotético ganador en Iowa arrastraría para sí el voto anti-Clinton), el escenario de dos resbalones consecutivos echando a perder la campaña presidencial de la senadora no es del todo descabellado.
El resultado: cuando decía que una campaña presidencial es una ruleta absurda, hablaba en serio. Lo más fustrante, de todos modos, es el hecho que estos efectos de elecciones consecutivas son tan rematadamente difíciles de predecir y medir, y que dependen tanto en los efectos perniciosos de la oligofrénica cobertura de las campaña que hacen los medios. Un dolor de cabeza, y la verdad, no creo que sea la mejor manera de dirigir una superpotencia.
4 comentarios:
Cuando dices que pueden ir militantes y simpatizantes, ¿es que no hay un registro para poder particiar? Quizá en un estado pequeño sea viable manejarlo así, pero en uno grande, en el que nadie se conoce, ¿no habría riesgo de que entraran hooligans a votar por algún candidato marginal, solo por hacer la gracia?
Tienen que estar registrados como Democratas para participar.
Lo que dice César, exacto.
Aún así, lo del registro para votar da para dos libros. Para poder votar en cualquier elección en EUA uno tiene que registrarse. Cuando lo hace, puedes registrarte como demócrata, republicano o independiente.
Es entonces cuando la cosa se pone divertida. Las reglas que determinan quien puede votar en primarias varian de estado a estado; Iowa permite que voten registrados e independientes, si se declaran miembros del partido el mismo día de la votación.
Si, ya sé, tiene poco sentido.
Un post muy educador! Y con el frío que hace en Iowa en enero...
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