Los partidos políticos están llenos de incompetentes. Es una afirmación tajante, pero me parece que en pocos casos muy difícil de negar su realidad.
Cualquiera que haya disfrutado de las tortura voluntaria que es la militancia en un partido sabe que un porcentaje importante de los miembros de su agrupación son, como poco, peligrosos. Personas a las que uno no les dejaría conducir su coche, vamos; y ni hablar de gestionar un ayuntamiento. Los presidentes o jefecillos de muchas agrupaciones tienen un espíritu democrático y un aprecio por las reglas dignas de Tony Soprano, con una afición por la intriga y unas amistades a la altura. Uno no debe ser demasiado pesimista para percatarse que la vitalidad de la organización es, como mucho, escasa, y con un peligroso aprecio por el clientelismo.
¿Por que motivos los partidos políticos tienen este aspecto deprimente? El problema, en este caso, es de incentivos, y más concretamente, de selección adversa.
Los partidos políticos se enfrentan al mismo problema que las compañías de seguros cuando están reclutando militantes. Uno persona sólo contrata un seguro cuando cree que va a necesitarlo; si tengo una casa de madera en un bosque, me preocuparé más de los incendios, si soy enclenque y tengo tendencia a ponerme enfermo, me buscaré un seguro médico. En otras palabras, el negocio tiende a atraer la clase de clientes menos deseables desde el punto de vista de la compañía, ya que tienen unos costes potenciales mayores. Las compañías de seguros pueden ajustarse a esta problema de forma relativamente sencilla usando un mecanismo de precios, de modo que los clientes más peligrosos pagan más (joven conductor varón, menos de 25 años, por ejemplo), de modo que las primas de riesgo cubren sus pagos, pero esta solución no siempre es sencilla.
Los partidos políticos tienen que resolver un dilema similar al reclutar militantes. En un principio, entrar en un partido sólo requiere una pequeña cuota y apego por la causa, sin otros requisitos dignos de mención. Una vez miembro, la participación es voluntaria, y tan intensa como uno quiera, aportando al debate, dando ideas, haciendo campaña y tratando de ayudar a ganar elecciones.
El problema, claro está, es que un partido político tiene dos vertientes, la de organización ideológica y la de ejercer el poder cuando se ganan elecciones. Poder equivale a acceso a recursos, trabajo y sueldos, y eso, para mucha gente, equivale a oportunidades. El resultado evidente es que muchos militantes presuntamente ideológicos están para el favorcillo, el contrato sindical, puesto de funcionario interino o favorcillo para obtener un piso de protección oficial de turno. El efecto de esta clase de "lealtades" en las estructuras de los partidos es, evidentemente, devastador.
Entramos con ello en el fascinante mundo de la organización opaca voluntaria de muchas agrupaciones. Hay multitud de métodos, siendo el más clásico el de reuniones para aburrir. La participación en un partido político para un militante ideológico no es gratuita; requiere un gasto de tiempo y cierta dedicación. Si bien ayudar al partido puede producir cierta alegría, uno colabora para cosas que valen la pena, no para cualquier tonteria, y siempre tiene ciertos límites en su capacidad de perder el tiempo. Si uno es secretario de organización de una agrupación, vive confortablemente en su triple condición de concejal / funcionario municipal / arreglador de problemas, y tiene ganas de librarse de los tontos idealistas de turno, no tiene más que convocar reuniones. Muchas reuniones. Todas tan absolutamente irrelevantes como sea posible.
Al cabo de unos meses de comités para decidir de qué color pintamos la puerta del local, quién tiene el registro de las cuentas, qué ponemos en la propuesta de ordenanza sobre las cacas de perro y quién tiene copia de las llaves, en la agrupación quedarán, como militantes activos, bien pocas personas. Por un lado, aquellos que están en el partido porque tienen beneficios concretos; para ellos, el interminable mamoneo es parte de su trabajo. Por el otro, los tres o cuatro masoquistas que nunca se dan por vencidos, y sueñan con un cambio de régimen un año de estos, el día que el partido cambie.
A veces (pocas), en partidos con pocas expectativas (y capacidad) para llegar al poder, el problema se invierte. En vez de tener exceso de trepas corruptos, el partido se ve inundado de participadores compulsivos, que tienden a estar bastante alejados de la población en general, y del electorado en particular. Tenemos entonces partidos que caen víctimas del problema del asemblearismo asilvestrado, caso de ERC estos días, donde los militantes de tan ideológicos que son tienden a tirar el pragmatismo por la ventana, y tratar de arrastrar al partido a posiciones un tanto incómodas y no demasiado populares.
Un panorama deprimente, cierto; y tristemente común. Por suerte o por desgracia, la mayoría de los líderes de los líderes políticos son perfectamente conscientes que eso sucede, y trabajan activamente para evitar que la podedumbre que florece en muchos partidos a nivel local no afecte a la organización. ¿Cómo lo hacen? La inmensa mayoría de veces, ignorando alegremente a la militancia. Tristemente, los partidos ya no reclutan (de hecho, nunca lo hicieron) de sus cuadros locales a no ser que sea estrictamente necesario, y confían más en otros criterios (no necesariamente justos o eficaces) para decidir quién manda, de modo que la incompetencia no se extienda desde abajo.
Claro, eso no excluye que se cree de forma autónoma arriba, o cualquier tragedia de este estilo, pero los partidos son, por suerte o por desgracia, cada vez más restrictivos.
Para otro día, cómo se podría mejorar el funcionamiento de los partidos a nivel local, y otros detalles sobre los efectos de los problemas que explicaba hoy. Sobre selección de líderes, ya hablé otro día. La idea original del artículo, por cierto, viene de Ignacio Urquizu y gente de la March; hablaron de ello en un artículo en El País hará un par de años.
8 comentarios:
Me recordó tristemente la pseudo-agrupación política-"no somos un partido" en la que participo.
Aunque para que la imagen se parezca del todo falta: un jefe que quiere mantener la democracia interna tratando de luchar contra una cúpula que quiere hacerlo todo de mala manera y rápido para evitarse pleitos y sacar las cosas que ellos quieren.
¡Que panorama!
Cita añadida, me había olvidado. No encuentro el artículo en la web del país (su buscador apesta), por eso.
Si los partidos son cada vez estructuras más profesionales dirigidas a ganar elecciones, la militancia cada vez menos necesaria, la calidad de la "cantera política" cada vez más decepcionante tenemos varias consecuencias.
Por un lado, se rompe el nexo entre la ciudadanía y los partidos, pasando a una relación cada 4 años, en el momento de la votación.
Y por otro, se corre el riesgo que al ciudadano de a pie que quiere ejercer la política se le trunquen las esperanzas de poder hacerlo por las estructuras de los partidos, sus esquemas de decisión, y su nueva "razón de ser".
El panorama es desalentador...parece ser que como no te hagas consultor, poca influencia tendrás en la transformación/conservación (según tus ideas) de la sociedad jeje
Una vocal de mi agrupación es psicólogca clínica y decía algo así a propósito de la tertulia-debate que se montaba en la agrupación los viernes por la tarde:
-"Yo por una una hora de terapia cobro unos 50 euros, sin embargo, esta gente es mucho mejor, por solo 3 euros al mes puedes pasar cuatro tardes haciendo lo mismo con gente igual de trastornada qeu tú, es competencia desleal"
En las bases sí hay gente capacitada, pero quienes ascienden no son esos, son los inútiles que no son buenos en su discurso, que no tienen un proyecto sólido de ideas, sino que son buenos lamiendo culos.
Así solo suben personas que no tienen discurso, ni ideas ni proyecto, y cuya ética deja mucho que desear.
La gente con ideología, ética y un buen discurso, es considerada un riesgo por las cúpulas, y son depuradas, ya sea haciéndoles el vacío, ignorándolas, no llamándoles para ningún proyecto, anulando sus protestas, etc etc etc...
Hay miles de maneras de destruir a una persona en política.
Por eso los líderes que vinieron de la Transición, con mucho más fondo ideológico, que hicieron política en la clandestinidad y en donde no se podían hacer tratos de favor (no podías prometerle ningún sillón y ningún salario que no tenías, porque esos partidos eran ilegales), sí tenían un nivel de discurso y capacidad política, porque tuvieron que batirselo, y les votaron en asambleas y congresos porque valían.
A partir de ahi, los nuevos lideres ya en democracia han ido de mal en peor, hasta el nivel de putrefacción actual :-)
Son cosas del socialismo. Ya adevertía Hayek que siempre se promocionaba a los más incompetentes.
Coase,
Del socialismo no. De los partidos políticos.
Si no, ya me dirás que hace el tontolaba del Acebes ahí tensándole la vida a Rajoy.
Algunos de los elementos de las capas más mediocres de una pandilla de tarados patibularios (en cuyos cerebros esmirriados se amalgamaban el estalinismo promaoísta filoalbanés con el catolicismo romano) que ingresó en el partido socialista tras ser ignorada por los electores en las Generales del 77, han estado en primera línea de operaciones del PSM desde los desgraciados incidentes de 2003 hasta este mismo instante.
Es simplemente el relato de unos hechos en la dirección de la hipótesis que con tanto ingenio expones.
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