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sábado, agosto 23, 2008

Tecnología viable

El otro día leía, en uno de esos días de navegación aleatoria por Wikipedia, lo maravillosa y excelente que es la tecnología detrás de los trenes de levitación magnética. No es que hayan demasiados; el más conocido está en Shangai, y lleva, según tengo entendido, de ninguna parte al aeropuerto. Es una tecnología maravillosa, estupenda y mágica, que no es utilizada en casi ningún sitio.

En cierto sentido, los máglev tienen bastante en común con la tecnología para poner un hombre en la luna: podemos hacerlo, lo hemos hecho en el pasado, y no parece que nadie tenga ganas de repetirlo en serio, básicamente porque es horrorosamente caro. Pertenece a esa categoría de desarrollo tecnológico que es obviamente estupenda, pero que tiene un precio que la hace en la práctica ligeramente inútil.

Lo cierto es que en la era industrial hay un buen número de cacharros que han corrido un destino parecido; joyas de la corona tecnológica que han acabado tiradas en la cuneta. El Concorde, los dirigibles para hacer vuelos transatlánticos, los láser-disc, hovercratfs... todos juguetes maravillosos, horriblemente caros para su época, y descartados al ser imposible hacer dinero con ellos.

¿A qué viene esto? La verdad, es una teoría ligeramente absurda, pero la lanzo igualmente. Las tecnologias que no son lo suficiente eficientes para ser rentables son descartadas por el mercado / racionalidad de los gobierno tarde o temprano; las pérdidad siempre acaban siendo demasiado altas, no importa la inversión tecnológica inicial. Por muy rápido que sea un máglev, el ahorro de tiempo que te da en comparación a un tren de alta velocidad convencional no es suficiente para lo que estás pagando. Tus TGV puede utilizar la red actual, los máglev no, y los máglev valen un huevo. La cosa se descarta.

El problema viene en mercados en que las leyes de oferta y demanda no acaban de funcionar. Supongamos que una persona con un seguro médico excelente (llamémosle Teodoro) descubre que tiene un tumor cerebral. El médico le dice que le quedan básicamente de seis a doce meses de vida si no recibe tratamiento; si pasa por el quirófano y quimioterapia, tiene una probabilidad de un 9% de vivir dieciocho meses, y un 1% de vivir más de dos años. La factura, que no pagará Teodoro, es de un millon de dólares.

Teodoro, en esa situación, es bastante probable que pida tratamiento. En cuestiones de vida o muerte, la demanda de tratamientos de salud de un paciente es básicamente infinita; pagará todo lo que pueda con tal de tener alguna opción de sobrevivir. En ese contexto, el asegurador de Teodoro estará pagando un millon de dólares esencialmente para nada, ya que Teodoro tiene un pie en el otro barrio; es una situación en que el paciente siempre pedirá más tratamiento.

Esencialmente, la tecnología médica que va a tratar a Teodoro es el equivalente médico del Hidenburg: es un cacharro caro, poco fiable, poco práctico y horrorosamente caro, que tiene un retorno de inversión atroz. En un mercado normal, nadie en su sano juicio estaría ofreciendo ese servicio, pero cuando hablamos de sanidad habrá pacientes que demandarán el servicio, y aseguradoras que se arriesgarán a ofrecerlo para atraer clientes.

Es una explicación algo burda, pero dice algo sobre por qué el gasto médico en todos los sistemas de salud del mundo se concentra de forma desproporcionada tratando pacientes con una esperanza de vida escasa. También da pistas sobre uno de los motivos por el que el sistema de salud americano es tan horrorosamente caro en agregado (el gasto por cápita es el doble que el de España, con peores resultados); en un sistema público, el estado puede limitar el acceso a los tratamientos más absurdamente caros desde su posición de monopolio, mientras que las aseguradas privadas en Estados Unidos están obligadas a cubrir estas cosas, si sus abogados no logran echar al asegurado de la póliza a tiempo.

Estamos en lo de siempre: la idea de aplicar criterios de libre mercado a la sanidad suena estupenda, pero tiene el pequeño problema que al hablar de salud la ley de la oferta y la demanda (y los costes y acceso a la información, el hecho que la demanda es "obligada" -no te pones enfermo porque quieres-, etcétera) no acaban de funcionar del todo bien. El sistema básicamente no funciona bien sin regular.

En fin, es una idea absurda de viernes por la noche. Echadle la culpa a Obama, por no anunciar su vicepresidente hoy y dejarme sin nada que escribir.

viernes, febrero 29, 2008

Nada como la sanidad privada

El otro día el New York Times publicaba una noticia que debería hacer pensar a algunos. Muchos americanos están evitando hacerse pruebas genéticas y hablar del historial médico de la familiar con sus médicos para evitar que su aseguradora les suba el precio de la póliza. Es decir, están evitando dar información que les podría salvar la vida, ayudando a los médicos a saber qué dolencias les podrían afectar, porque tienen miedo que si la compañía de seguros saben que su propensión a tener una enfermedad es elevada les hará pagar más o echará con alguna excusa.

Y lo peor, no es un miedo infundado; ya han habido casos. La cuestión es que subir las primas a quien tiene riesgos mayores tiene sentido económico; el problema es que condena a todos aquellos que sencillamente han tenido mala suerte en la ruleta genética a pagar más o no tener seguro. Si el mercado excluye a gente desde nacimiento, por el mero hecho que su espermatozoide y óvulo eran malillos, me parece relativamente evidente que el estado tiene que intervenir de algún modo.

Negarlo es negar la igualdad de oportunidades, simple y llanamente.

martes, septiembre 25, 2007

La (poco) romántica huelga de General Motors

Uno sabe que está viviendo en un país con una tradición política radicalmente distinta en días como hoy. Por primera vez desde 1976 los trabajadores de uno de los tres grandes fabricantes de coches de Estados Unidos, General Motors, están en huelga. 73.000 empleados han dejado las cadenas de montaje, y siguiendo la consigna de la United Autoworkers Union, han salido de las fábricas.

Lo que más me ha chocado ha sido, para que negarlo, la cobertura mediática. Si los trabajadores del fabricante de automóviles más grande de la tierra fueran a la huelga en España, todos los medios, incluso aquellos en la derecha, no podrían contener echar una lagrimita romántica al ver la vieja lucha de clases cabalgando de nuevo. Sea respondiendo a la ética del patrono o el arriba proletarios de la tierra, todo periodista con cierta tendencia al drama (99% de ellos, vamos) estaría un poco conmovido al ver que las viejas ideas, la vieja Europa, sigue aún escondida donde la habíamos dejado.

En Estados Unidos... bueno, más bien lo contrario. Los medios parecen más que incapaces de entender que pasa, como si estuvieran viendo sombras en una caverna. Sí, hacen sus análisis y sus gráficas, repiten sus notas y sus ideas, pero la sensación (subjetiva) que tengo es que no ven todo este asunto más que una especie de reliquía de antes de la guerra, antes que los americanos decidieran que todo lo que no fuera capitalismo era malo, y que de hecho en su país todo el mundo es de clase media. Incluso el New York Times, que se las da de Europeo a veces, es más seco que Montgomery Burns dando la noticia.

Los que me leen de vez en cuando sabrán que un servidor no cree en esta tontería de la cultura política demasiado. El discurso público, lo que se habla en los medios y como se tratan las noticias es un reflejo de las instituciones heredadas, un fruto de múltiples decisiones que marcan como un país se gobierna durante las décadas siguientes. Los problemas de General Motors, el conflicto que les ha llevado a la huelga, son el resultado de estas decisiones en el pasado; ver como la tradición e historia previa afecta algo tan básico como la cara del tipo que da las noticias en MSNBC o CNN (en Fox han ignarado la huelga) es sencillamente fascinante.

¿Las razones? Lo cierto es que las he cubierto antes, en crisis empresariales parecidas, pero no exactamente iguales: las aerolíneas. El gran punto de fricción, y lo que está debilitando la empresa hasta la extenuación, es el hecho que el estado de bienestar de todos los trabajadores de General Motors lo paga General Motors, y al contrario que otras empresas, no se pueden librar de él. La sanidad privada, absurdamente cara, penaliza de manera espantosa aquellas compañías que son más antiguas. Aquellos fabricantes que han tenido trabajadores durante más tiempo, herencia de ese era de gloria del capitalismo americano en que las compañías trataban a sus obreros como reyes en los años cincuenta pasean el fardo de las obligaciones no socializadas.

Cuando el estado de bienestar lo pagan todos, todo el mundo tiene los mismo costes, los mismos impuestos, y las mismas protecciones. Cuando lo pagan sólo algunos para los suyos, los costes de tiempos pasados son una condena en la actualidad. Lo que es peor, echar a tus currelas no te sirve para nada; la reconversión te la pagas tú solito. Nada como un capitalismo que condena a aquellos que más exito tuvieron a competir con una mano atada a la espalda.

Una cosa curiosa: Alex Guerrero, el impagable teórico de La Moqueta Verde y colaborador ocasional por aquí, ya comentaba que GM era un candidato de primera de meterse en problemas hace dos años, siguiendo exactamente este razonamiento. Para que digan que la cagamos siempre.

miércoles, julio 11, 2007

El artículo más tonto del mundo

Mark Steyn, columnista neoconservador vociferante, crítico de cine y teatro, todólogo autodidacta e idiota terminal, escribe en el New York Sun la siguiente estupidez: uno de los problemas de la sanidad pública gratuita universal es que producen terrorismo jihadista.

La lógica que sigue es de una gilipollez tal que casi da miedo: los hospitales públicos pagan poco a sus médicos, el Reino Unido se ve forzado a importarlos, vienen médicos musulmanes, y claro, pasa lo que pasa. Siete de los ocho tipos de la bomba en Glasgow eran médicos en la sanidad pública. Musulmanes malvados. Michael Moore defiende la sanidad pública, ergo, apoya al terrorismo.

Preocupante que los conservadores americanos estén llegando a estos niveles de estupidez, ¿no?. En fin. Adivinad qué artículo, de todo lo que se escribe en Estados Unidos, ha decidido traducir Libertad Digital hoy. No sé qué es peor, ser imbécil o traducir a un imbécil. Lo que hay que ver.

domingo, julio 01, 2007

Sanidad "universal" a la americana

No hace demasiado Massachusetts decidió que el desastre sanitario americano era demasiado grave como para dejar el asunto en manos del gobierno federal, así que decidieron solucionar el problema ellos solitos.

La lógica detrás del plan de este estado es bastante simple. Hay mucha gente sin seguro médico. No tener seguro es malo. Arreglo: hacer el contratar un seguro médico algo obligatorio. Punto.

Una idea brillante. A partir de hoy, todas las empresas con más de 10 trabajadores están obligadas a dar cobertura sanitaria a sus empleados que trabajen más de 35 horas a la semana. Todo aquel no cubierto por un seguro de empresa tiene la obligación de contratar un seguro él solito; si no lo hace, el estado le multará cobrándole más impuestos. Sólo en caso de ser rematadamente pobre uno podrá tener acceso al plan gratuito (o muy subvencionado) proporcionado por el sistema público, el resto, a pasar por el tubo de las aseguradoras.

¿Qué se pretende con eso? Bueno, una de las ideas extrañas que muchos políticos americanos tienen es que los costes sanitarios se derivan en parte del hecho que no todo el mundo está asegurado. Como uno tiene que pagarse el médico de su bolsillo, muchas enfermedades se quedan sin tratar hasta que es necesario ir de urgencias, y claro, los tratamientos acaban siendo mucho más caros. Si encima hay muchos, muchísimos individuos que se creen inmortales y no contratan seguro porque no quieren, pues son estos malvados inconscientes que hacen que todo se salga de madre. Si hacemos el seguro obligatorio, pues esto se arregla y los costes bajarán.

Bueno, pues no. De las 400.000 personas sin seguro en Massachusetts antes de la aprobación de la ley sin cobertura, sólo unos 130.000 parecen haber contratado un seguro. Curiosamente, entre los nuevos asegurados la mayoría son gente por debajo o cerca del umbral de la pobreza, que reciben cobertura por parte del estado. El resto, como de costumbre, son miembros de la eternamente maltratada clase media americana, que ve como le obligan a contratar un seguro al habitual precio inflado americano sin tener más salida que pasar por caja. Mientras tanto, las pequeñas empresas van a sudar tinta tratando de compensar esta especie de subida de salarios forzosa que es la obligación de dar sanidad a sus empleados.

Y obviamente, las aseguradoras van a continuar ganando exactamente la misma cantidad obscena de dinero, sin tener el más mínimo incentivo a bajar precios. ¿Por qué deberían? El estado continúa cargando con los pacientes más caros y menos rentables (abuelos, pobres, enfermos crónicos) mientras ellos se encargan del resto de la población. Es posible que el sistema acabe con la lacra de tener a medio millón de personas sin seguro médico, pero el problema central, el hecho que los americanos pagan el doble por cápita que Francia en costes sanitarios y reciben peor servicio, permanecerá intacto.

El sistema de Massachusetts, si bien cargado de buenas intenciones, no deja de ser un espléndido plan de subvenciones indirectas a unas aseguradoras que estaban entusiasmadas con la idea de esta reforma. Si las compañías que atienden a los pacientes más rentables cobrándoles una cantidad absurda de dinero abrazan tus ideas, algo va mal. El problema central es que en Estados Unidos todo el sistema parece enfocado en dar a los intermediarios todas las facilidades, y a los pacientes ninguna.

miércoles, junio 06, 2007

Primary Colors (XI): tonteando con la sanidad

Estos días he estado repasando programas electorales. Para ser más concreto, he estado leyendo el cúmulo de obviedades y vagas propuestas sin demasiado detalle que los candidatos a las primarias del partido demócrata tienen en sus respectivas páginas en la red, un acto de heroico masoquismo que estoy seguro pocos votantes americanos cometen.

Mi cuestión de interés, como de costumbre, es la sanidad, y más concretamente qué tienen en mente para tratar de reparar el horror diario que es el sistema sanitario americano.

No me detendré en describir el desastre (hablé de ello aquí y aquí; basta decir que se gastan más del doble por cápita que en España, tienen peores estadísticas sanitarias y dejan sin cubrir a 50 millones de personas), ya que es bastante incontestable; lo que es más curioso es la lista de propuestas que los candidatos están poniendo sobre la mesa.

Parte del problema en todo este asunto es que el sistema sanitario tiene cientos de problemas graves, no sólo uno. El New York Times habla hoy por ejemplo de la afición que tienen algunos médicos en tratar de prescribir tratamientos tan caros como sea posible, ya que de este modo ven un margen de beneficios mayor. Por no hablar de la costumbre harto irritante de las farmacéuticas de vender "nuevas versiones" de medicamentos a un precio más alto, anunciarlas en la tele constantemente (algo que es perfectamente legal aquí, tristemente) y sacar beneficios a base de ver como miles de pardillos pagan más por tomarse "lo último".

El sistema no es sólo víctima de la burocracia y el papeleo, la afición de las aseguradoras a sacarse de encima a los enfermos "caros" (crónicos, habitualmente) o el hecho que haya tanta gente tratando de sacar un honesto beneficio de todo este jaleo. También tiene la tendencia a poner las decisiones de gasto siempre en manos de aquellos que están peor informados (los pacientes mismos) o los que buscan sacar el mejor margen de beneficio posible (administradores médicos).

Como he comentado a menudo, el problema de hecho no es tan complicado de solucionar. Los europeos llevamos tiempo haciéndolo; seguro universal obligatorio, un sólo asegurador, y la prestación de servicios la pueda dar el estado o una empresa privada. Los americanos ya gastan casi tanto dinero por paciente como los europeos desde el sector público (Medicare, para jubilados, y Medicaid, para los patéticamente pobres), básicamente porque estos son de lejos los pacientes más caros; la otra mitad del gasto sanitario en Estados Unidos es básicamente aseguradoras depredando entre el resto de la población que tiene por defecto una factura sanitaria ridículamente baja.

¿Qué soluciones han puesto sobre la mesa los candidatos demócratas? Aquí tenemos a Hillary, aquí tenemos a Edwards (el más detallado) y aquí tenemos a Obama. Las propuestas de los tres, con diferencias cosméticas, tienen bastante en común: más de lo mismo. Todos dicen que usar más ordenadores, racionalizar el sistema, crear un sistema que evite gasto innecesario señalando los "mejores tratamientos", y básicamente hacer cambios para que el coste de los seguros privados sea menor. Edwards va un poco más lejos, todo sea dicho, con un plan extrañísimo que hace el asegurarse obligatorio, te rebaja impuestos si no puedes pagarlo, y crea un sistema de "mercados de seguros regionales" donde todo el mundo va a ir a comprar.

Dicho en otras palabras: parche, remiendo, recosido, parche, arreglo chapucero y bonito parche multicolor con topos y simbolitos de vote Edwards. Ninguno de los tres candidatos estrella se ha atrevido a proponer algo tan simple como "extender Medicare para todos"; un programa que aún con las chapuceras reformas recientes, es muchísimo más eficiente que las aseguradoras privadas.

¿Por qué estas medias tintas? La verdad, no acabo de entenderlo. Sí, las aseguradoras privadas son donantes importantes en las campañas electorales, pero no creo que ninguna de ellas esté demasiado contenta con cualquier propuesta de cambio, aunque sea menor, a un sistema que les proporciona unos niveles de beneficio simplemente estratosféricos. Entre rascar un poco la superficie y entrar a saco y cargarse el sistema no es que haya demasiado diferencia respecto al dinero que les van a sar.

La explicación que me parece más convincente para esta patética timidez se deriva del funcionamiento de la política americana en general. No importa que uno tenga una buena idea; lo que es crucial es que la pueda explicar en 15 segundos, y aún más importante, que no pueda ser caricaturizada fácilmente. Por mucho que un sistema socializado a la europea sea más barato, equitativo y justo, no genere ganadores ni perdedores entre los votantes, y haga que todo el mundo pague menos por su sanidad (paradójicamente, los que estamos más sanos somos los que más salimos perdiendo en el sistema actual), siempre se puede hablar de "socialismo", "el gobierno federal te dará órdenes sobre como ir al médico, camarada" y "no podrás elegir médico" para tirar mierda sobre la propuestas. Todas esas acusaciones son falaces, obviamente, pero el plan es un blanco demasiado sencillo.

En cierto sentido, los demócratas tienen aún pesadillas tras lo que sucedió en 1994, cuando Hillary trató de pasar una reforma (parche, chapucera e igualmente inútil) y cayó víctima de una brutal campaña de ridiculización que destruyó cualquier esperanza de reforma. Los planes de los demócratas ahora usan todo de palabras "normales" como mercado, eficiencia, racionalización, colaboración y nuevas tecnologías; todo para parecer tan insulsamente poco amenazadores como sea posible.

Dioses. En fin, aún quedan muchos meses, y como más se debata el problema, mejor. Con el tiempo las voces que hablan de socializar la medicina serán más comunes, y quizás Estados Unidos acabe teniendo un sistema sanitario como Dios manda algún día.

lunes, abril 23, 2007

Cuando la mortalidad infantil empeora

Que el sistema sanitario americano es una pesadilla burocrática no es precisamente una sorpresa. Lo que resulta especialmente cruel es que Estados Unidos sea el único país industrializado donde las estadísticas sanitarias están empeorando, y que este resultado no tenga nada de inesperado.

Durante años, el gasto en Medicaid y ayudas sociales ha estado sufriendo recortes por parte del gobierno federal y los estados. Medicaid es el seguro sanitario público para gente con muy pocos (poquísimos) recursos, una especie de reliquia de los años sesenta, cuando América aún tenía proyectos como la Great Society. Como atiende un colectivo que no vota demasiado a menudo ni da donativos a ningún político, ese capítulo del gasto federal ha sido el clásico objetivo de todo aquel político con ganas de equilibrar el presupuesto, normalmente con la excusa de combatir un fantoche ficticio muy habitual en la retórica de los republicanos, las Welfare Queens.

¿Qué ha sucedido tras tantos años de recortes? Los datos de mortalidad infantil en las regiones más pobres del sudeste del país, nunca un ejemplo de vitalidad sanitaria, han empeorado considerablemente, junto una larga lista de otros indicadores de salud. De hecho en Missisipi ha subido del 9.7 por cada mil nacimientos al 11.4, en comparación al 6.9 de la media nacional. Una media que por cierto ya es de por sí catastrófica; un 50% mayor que la francesa, sin ir más lejos. Esto se traduce que en algunos estados del sur la mortalidad es el triple que en la mayoría de países de la Unión Europea, algo sencillamente horripilante.

En fin, ninguna sorpresa. Si dejas a gente que no se puede pagar la sanidad sin seguro médico, lo natural es que la calidad de la atención que estas personas reciben empeore. Tener un hijo sin ninguna clase de consejo médico no es más que una receta para el desastre, y las estadísticas, como de costumbre, acaban por señalarlo. Sí, hay otros factores como los niveles de pobreza y educación, pero estos no son más que excusas que ignoran el núcleo del problema: si eres pobre en Estados Unidos, tu vida no vale un pimiento. Es así de triste.

lunes, febrero 26, 2007

Estados Unidos es diferente

Lo que define a un país es muchas veces lo que le distingue del resto. En Estados Unidos, estas diferencias se ven claramente en las noticias y en televisión, donde uno no deja de ver noticias y anuncios que no vería jamas en España. En muchas ocasiones, la verdad es que no tienen motivos para estar orgullosos.

Empezaré por una historia ayer en las noticias locales. Una familia de Connecticut había organizado una colecta, con rifa, venta de pasteles y todo el sarao clásico, para recaudar dinero. El objetivo, poder pagarle a su hija varias operaciones para repararle la cadera y una pierna, gravemente dañadas por un accidente de tráfico, y que su seguro médico no iba a cubrir. Los pobres padres tenían una renta demasiado alta para poder usar el programa público de sanidad para menores, pero no podían pagar ni de broma la cirujía y rehabilitación de la cría sin hipotecarse hasta las cejas. Nada, un sistema justo, equitativo y eficiente de sanidad privada en el país más poderoso de la tierra.

Si fuera un caso aislado uno hablaría de mala suerte, pero no es la única historia deprimente estos días. Stop & Shop, una cadena de supermercados que cubre varios estados de Nueva Inglaterra, se enfrenta a una posible huelga estos días. El problema, de nuevo, la sanidad. Resulta que la empresa quiere cambiar los términos del seguro médico que da a sus trabajadores; primero requiriendo haber trabajado durante dos años en vez de los doce meses actuales para poder tener cobertura, y segundo forzando a los trabajadores a que paguen directamente una parte de las cuotas, en vez de tener que pagar un porcentaje del coste cada vez que van al médico.

Estamos hablando de un contrato que afecta a 43.000 trabajadores, en la única empresa del sector que ofrece cobertura médica. Con muchos de estos empleados cobrando menos de 10 dólares la hora, estamos hablando de gente que puede perder un 20% o más de sus ingresos si quiere seguir teniendo algún seguro médico. Y si hablamos de los pobres nuevos empleados, hablamos dos años teniendo que buscarse la vida con planes individuales, siempre más caros que los contratados por empresas al tener una menor dispersión del riesgo.

Stop & Shop, evidentemente, dice que no puede competir si sus costes laborales son mayores que el de otros supermercados que no ofrecen seguro médico. Es cierto, pero no creo que un sistema que premie a las compañías que tratan mal a sus trabajadores sea demasiado eficiente.

Lo realmente triste es cómo a veces parece que los americanos asumen el sistema como algo inevitable. La publicidad es de hecho un muy buen ejemplo, con un anuncio de Wallgreens dando un ejemplo realmente aterrador. En él vemos un actor vestido de farmacéutico (bata blanca, rodeado de medicamentos) explicando la historia de una amable viejecita en apuros. Resulta que el seguro de la mujer (bajo Medicare, semipúblico) sólo cubre gastos en medicamentos hasta cierto nivel, no más allá, y la pobre mujer no puede pagarse lo que le ha recetado el médico. El buen farmacéutico, todo orgulloso, habla de todo el tiempo que ha dedicado a hablar con el médico y la aseguradora, tratando de utilizar genéricos, y consiguiendo que la factura fuese lo más baja posible para que la pobre mujer no sufriera y tuviera sus medicinas.

No es por nada, pero ese farmaceútico amable es una criatura de ficción. No hay demasiadas almas caritativas con tiempo para ayudar a todas las viejecitas maltratadas por el sistema, y no hay encargados de Walgreens dispuestos a permitir que sus empleados pierdan el tiempo tratando de conseguir que sus clientes gasten menos dinero. Por algo las estadísticas de salud pública comparadas dicen de forma unánime que no sólo los americanos viven menos años que la mayoría de países de la OCDE (aún siendo el país más rico), sino que además su calidad de vida es peor. Sí, hay gente que tiene que decidir entre medicinas y poner la calefacción en el país más poderoso de la tierra.

De todos modos, lo más irritante no es que la sanidad sea cara, injusta e ineficiente; lo patético es que los americanos no tengan la más mínima idea que el resto del mundo hace las cosas de otra manera. Uno no verá estas cifras ni de broma ni en la televisión ni mencionadas por un político (todos con un miedo atroz a las aseguradoras), así que los Estados Unidos seguirán tirando a la basura cantidades ingentes de recursos torturando pacientes. Ahí es nada.