No hace demasiado trataba de explicar por qué algunas organizaciones e instituciones terminan por funcionar mal, muy mal, y no parecen tener ninguna intención de cambiar. En jerga de ciencia política, comentaba que un resultado estable en una organización le llamamos un equilibrio, y que básicamente se resume en una situación en la que nadie de los implicados tiene ningún incentivo para cambiar las cosas.
Estos días uno puede leer un ejemplo casi de libro de una institución metida en un equilibrio pernicioso, el ayuntamiento de Marbella. Tenemos un consistorio corrupto de arriba a abajo, probablemente desde hace más de una década, sin que en apariencia nadie relevante en el municipio moviera un dedo para cambiar las cosas. Que los políticos se dedicaran a pedir comisiones sin parar es, hasta cierto punto, comprensible; lucro personal y listos. Que Jesús Gil trabajara para enriquecerse de forma ilegal, también. La pregunta que requiere un poco más de detalle es por qué los empresarios consentían, sin rechistar, la extorsión constante.
La corrupción política en casos como Marbella consiste básicamente en la conversión de la ley en una subasta. Los políticos saben que cada permiso, licencia o concesión municipal es un "vale" para hacer dinero, y que los empresarios quieren acceder a ello. Nada como añadir un sencillo paso intermedio para decidir a quién se da paso.
La dificultad para el político corrupto, en este caso, es cuánto pedir, y cómo organizar los pagos. Si el precio es demasiado alto, ningún empresario querrá hacer negocio, y se quedará sin soborno. Si el precio es demasiado bajo, tendrá un exceso de ofertas, y correrá el riesgo de dejar demasiados inversores cabreados. Por añadido, debe ser capaz de asegurar que todos los empresarios ganen de vez en cuando; si hay alguien que se queda sin negocio de forma consistente, la posibilidad que alguien hable aumenta. Básicamente necesita construir un sistema cerrado con un número limitado de inversores, asegurarse que estos hagan dinero de forma consistente, y que todos los que están dentro estén lo suficiente contentos como para seguir pagando.
Para acabar de pulir el sistema, el político también necesita que la competencia política sea limitada. Sea porque la oposición es irrelevante (a golpe de sobornos o compra de votos), sea porque todo el mundo participa del pastel, la cuestión es que nadie tenga interés en romper con el sistema. El resultado es un sistema muy estable, donde los empresarios pagan a gusto, y los políticos mantienen el chiringuito bajo control sin problemas. Si nadie desde dentro habla, que el pastel se descubra es rematadamente difícil, como así ha resultado en Marbella.
¿Qué puede llevar a un sistema come este a romperse? Hay varios mecanismos. El más clásico, la "inflación"; los políticos empiezan a pasarse de avariciosos (sea porque hay demasiados metidos en el ajo, sea porque los sobornos han acabado por estrangular la economía), y para los empresarios implicados el negocio deja de valer la pena. Otro, también habitual (y el que creo ha sucedido en Marbella) es la falta de acuerdo entre los recaudadores. Los políticos, por un motivo u otro, empiezan a tener problemas decidiendo cómo se reparte el pastel, y acaban por hacer que alguien que sabe demasiado se sienta excluido. Eso no tiene por qué ser un problema (cuando la mafia es la que hace estas cosas, siempre saben como "motivar" para obtener silencio), pero no todo el mundo tiene esa clase de agallas, o la capacidad de intimidar sin ser descubierto.
Es necesario señalar que en este caso, como peor van las cosas (más corrupción, peor economía, más políticos participando) más propenso es el sistema a cambiar. Cuando se habla de destruir una organización para salvarla en ocasiones se está más cerca de la realidad de lo que parece. Por eso los partidos tienden a renovarse cuando se la pegan, y no antes; y por eso a veces hay gente que trata de demoler su propia casa sin mirar qué se llevan por delante. El "como peor, mejor" es de hecho una estrategia racional a veces. Quién iba a decirlo.
2 comentarios:
No hay nada que no explique el refranero español: la avaricia rompe el saco.
O el exceso de moralina que impide romper piernas....
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