Ha habido bastante ruido y comentarios acerca del cambio de candidato del PSOE para la alcaldía de Madrid, con algunas críticas bastante atinadas, por una vez, desde la derecha. Tienen razón los que dicen que el tener la ejecutiva federal metiéndose a seleccionar alcaldables es ligeramente cuestionable; aún así, me parece que interesante explorar las razones detrás de estas interferencias.
Antes de empezar, me parece que es necesario citarme a mí mismo. No hace demasiado hice un repaso a los diversos métodos a nivel comparado que los partidos políticos pueden emplear para escoger a sus líderes / candidatos. La conclusión, como de costumbre, es que no hay un método perfecto. Ni primarias, ni dedazos, ni votaciones más o menos restringidas, ni listas abiertas son métodos perfectos; todos son perfectamente capaces de escoger a inútiles, malos candidatos o tipos totalmente alejados de la realidad por motivos diversos.
El método que la dirección del PSOE parece haber escogido para la alcaldía de Madrid es una combinación de dedazo y lanzamiento en paracaidas del aguerrido político al frente. Este sistema tiene problemas bastante evidentes.
Primero, el hecho de enviar un tipo que no ha estado currandose el electorado en el ayuntamiento obliga al partido a un esfuerzo adicional para darlo a conocer. Es, en cierto modo, empezar con una mano atada a la espalda; cuando un partido se decide a hacer algo así probablemente tiene un buen motivo, no capricho. El segundo problema es que el partido a nivel local no tiene por qué tomárselo a buenas; es más, puede que decidan no hacer campaña con demasiado entusiasmo para apoyar al "turista". Tercero, y ligeramente irrelevante, no es demasiado democrático. Digo irrelevante porque los partidos políticos nunca lo son demasiado (en ninguna parte), y por el hecho que Zapatero tiene la autoridad como lider escogido por las bases para cambiar sus subordinados, hasta cierto punto.
¿Qué motivos han llevado al PSOE a meterse en el berenjenal de un cambio de candidato? Como de costumbre al hablar de política, porque no tenían más remedio. Para empezar, confiar en el talento de la federación socialista madrileña es un poco absurdo; si de algo andan sobrados por esos lares es de una enorme capacidad para hacer el ridículo. El PSOE no puede jugarse una elección tan importante como Madrid a base de rezar que la FSM mágicamente produzca un candidato potable sin liarse a tortas entre ellos; algo tan improbable más vale no intentarlo. De hecho, les caiga bien el nuevo candidato o no, tampoco es que hayan sido demasiado buenos haciendo campaña, así que tampoco eso será un gran problema.
El otro factor, bastante evidente, es que Trinidad Jiménez era una candidata bastante patética, y más contra alguien como Gallardón. Para ganar la alcaldía, el PSOE tiene que presentar a alguien con bastante peso, y rezar para que los sectores más radicales de la derecha se dediquen a tirar piedras contra su propio tejado algo más de la cuenta. Básicamente, confiar que Gallardón se vea forzado a apaciguar a sus bases demasiado, perdiendo el centro, o que las críticas constantes desmovilizen parte del electorado conservador, confiando que entre eso y la novedad de un nuevo nombre salte la sorpresa.
La decisión de Zapatero se debe basicamente a las armas limitadas que tiene a su disposición. La FSM no es lo suficiente competente como para trabajar por sí sola, y eso obliga al PSOE a imponer cambios desde arriba. La pregunta, claro está, es por qué nadie se ha dedicado a hacer una limpieza en profundidad del partido en Madrid. La respuesta es compleja; por una lado, existe la selección adversa del que hablaba no hace demasiado. Por añadido, reformar un partido no es precisamente fácil. Pero de la resistencia al cambio de organizaciones disfuncionales hablaré otro día.
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