Una de las razones que hacen de la democracia un sistema político relativamente efectivo es el control al que están sujetos los políticos. El papel de guardianes lo tiene en última instancia el electorado, y debe estar en el interés de todos maximizar la capacidad de los votantes para vigilar a los políticos, mientras nos aseguramos que estos no sepan a quién deben hacer la pelota de forma específica.
Esto suena muy bonito, hasta que nos damos cuenta que quizás los políticos no tengan un interés excesivo en que esto sea fácil. Una muestra de ello es el fracaso de un cambio legal reciente en el Congreso de los Estados Unidos, que de tan patético es casi lastimoso.
No hace demasiado, un tal Jack Abramoff, lobbyist (representante de grupos de presión) del congreso fue pillado con las manos en la masa sobornando legisladores a cambio que se comprometieran a introducir partidas en los presupuestos para sus clientes. El sistema legislativo americano funciona de modo que casi cualquiera puede añadir enmiendas en presupuestos y aprobarlas (a base de "yo voto lo tuyo, tu votas lo mío") así añadir chapucillas estilo "doce minolles para la investigación en la cría del congrio en Bumblefuck, Nebraska" en una ley no es demasiado complicado. En jerga legislativa americana, a estos engendros se les llaman "earmarks", y son el ejemplo estrella de lo que habitualmente se llama "pork barrel politics"; gasto público centrado en regar de dinero a gente de tu distrito electoral.
Bueno, la cosa lleva bastante salida de madre desde hace años, así que en el Congreso han aparecido varias propuestas de legislación tratando de cortar estas prácticas. La mayoría incluían restricciones limitadas sobre los contactos entre grupos de presión y los legisladores, y los regalos que pueden hacerse, algo razonable y lógico... y que han sido masacradas en comité, sin que hayan llegado a ningún sitio. La más humilde de las reformas, sin embargo, era un curioso intento de mejorar la transparencia del proceso legislativo, mediante el sencillo método que cada enmienda incluya el nombre del legislador que la añadió. Al menos así sabremos el cretino que hace los regalos, ¿no?
Bueno, pues tampoco. Añadir "tanta" transparencia al sistema ha sido considerado excesivo por los miembros del comite de presupuestos, quizá asustados que el gasto adicional de tinta sea insostenible, supongo. Dejando de lado el hecho que es probable que no habrá más que diez personas en todo el país lo suficiente masoquistas como para leerse todas las leyes a ver quien está subvencionando el museo de Elvis en Dakota del Norte, los miembros del comité ya han dicho que se cargarán cualquier legislación que introduzca un nivel de publicidad tan limitado.
Lo peor de todo esto, es una reacción perfectamente racional. Los políticos no toman deciones que les vayan a perjudicar, y en un sistema tan bizantino como el americano, ocultar el cinismo detrás de comités oscuros esto es ridículamente fácil. Debido al caracter territorial de los distritos electorales, además, la capacidad de control es mucho más limitada; mientras cada miembro del comité que bloquea la legislación riegue de dinero a su distrito, el cabreo del resto del país le trae sin cuidado, ya que saldrá reelegido. Y como los partidos no son realmente organizaciones nacionales, el pecado de un congresista no afecta necesariamente el resto.
En fin, un recordatorio sobre por qué mantener los sistemas políticos sencillos, claritos, fáciles de entender y bien visibles es una buena idea. Los gobernantes en una democracia siempre tomarán las mejores decisiones posibles... si temen a sus votantes lo suficiente.
1 comentario:
Como mas currado el post, menos comentarios. Excelente articulo.
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