jueves, noviembre 30, 2006

Centrándose en lo irrelevante

Una de las cosas más deprimentes al leer la prensa española cada día es la profunda irrelevancia del 99% de lo que se publica cada día. Practicamente todas las noticias hablan de temas que la verdad no tiene puñetera importancia, simplemente. Se tratan noticias que en agregado, tomando una visión general del país, no van a cambiar nada en absoluto la vida de los lectores, no importa como las cosas vayan.

Ejemplos clásicos de esta amarga queja son cuando la prensa se dedica a cubrir, con exagerado detalle, casos judiciales individuales. El gran problema de la niñita inocente que no quiere volver al colegio porque la pegan. El escándalo, escándalo, de un video gay hecho por miembros de la armada. El temible misterio del espía envenenado. Detalles aislados que no son noticias, es tratar de escribir una especie de novela basada en hechos reales.

Si la prensa tuviera un problema ocasional con las historias de interés humano entretenidas, pase; el problema es que cuando cubren noticias relevantes tienen un talento espectacular para nadar en la irrelevancia. Pongamos los casos de corrupción, por ejemplo; hablar con detalle enfermizo de batallas judiciales específicas es fácil y sencillo, el problema es dejar de lado detalles ligeramente relevantes como explicar la serie de reglas absurdas que hacen la corrupción urbanística un problema. Citas inagotables sobre el estatuto de autonomía de Cataluña, y ni una ligera mención a las enormes tonterías que dicen algunos. Explicaciones y debates sobre cada mínima declaración de políticos sobre el proceso de paz, sin pararse a informar ni una sóla vez sobre qué sucede realmente.

Los medios viven, de forma obsesiva, en el detalle. Mientras tanto, se ignoran temas que son los que realmente afectarán el desarrollo del país. Detalles como el crecimiento económico, por ejemplo; España está funcionando de forma estupenda, pero no ha habido ni una noticia remotamente detallada sobre qué reformas son necesarias, y quién gana y quién pierde. No ha habido ninguna discusión honesta, ningún informe decente, sobre materias como la distribución de la renta en España (y qué efectos las políticas del gobierno tienen en ello), la movilidad social (y como el país sigue siendo un desastre en este tema), o qué efectos han tenido cosas como la ley de igualdad o la privatización de las compañías energéticas en los precios.

Pero no, seguimos con lo mismo, una y otra vez. Con los periódicos incapaces de sacarse de encima tonterías como eso de la rendición, incapaces de mencionar que el problema de la corrupción no es decidir qué partido tiene más, sino por qué sucede (nota: la financiación de los ayuntamientos está rota. Empecemos por arreglar eso. Y ya que estamos, que alguien explique las reformas sobre el tema del gobierno; así no hay quien opine), o de evaluar si una noticia es importante o no antes de publicarse.

Un ejemplo: las autonomías propondrán a partir de ahora un tercio de los magistrados del constitucional. Es una reforma importante, enórmemente lógica (a fin de cuentas, son las que más acuden a él...), nétamente positiva (¡ostras! ¡federalismo!)... y que será ignorada, a buen seguro, por casi todos los periódicos algo serio.

Después se exclaman que de los periodistas no se fíe nadie. Ya me direis.

martes, noviembre 28, 2006

Sobre videos y terrorismo

Unas cuantas notas sobre el dichoso video del PSOE sobre la tregua del 98, escritas a vuelapluma.

Primero, que el PP puede quejarse todo lo que quiera sobre el montaje en cuestión, pero lo cierto es que los que hablan el video son ellos, no Carlos Latre haciendo el doblaje. Y sí, Aznar anunció solemnemente que ya no había etarras en cárceles fuera de la península, Astarloa habló de la generosidad de Navarra, y los medios de la derecha en bloque hablaron de su apoyo a la negociación. No sólo el lenguaje del PP fue mucho más conciliador del que exigen ahora, sino que además dieron concesiones reales y tangibles, no fantasías como las que hablan ahora.

Otegui, portavoz de esos que "nunca mienten" en palabras de Mayor Oreja, se ha quejado amargamente que el PSOE alardee de haber hecho menos que el PP. Supongo que Rajoy y compañía tendrán otro ataque de sordera selectiva con esas declaraciones, a la espera del próximo comunicado de ETA que les guste.

Por añadido, no me parece que el PSOE haya hecho un alarde de malos modales presentando este video. Es sencillamente un discurso mitinero para el era de Youtube, utilizando el poder de la hemeroteca para meter el dedo en el ojo al adversario. Nada que la FAES no hiciera con ese horrendo video sobre el 11-M, con algo que el PP diría es un alegre desprecio hacia las víctimas si lo hubiera hecho otro partido. Sí, es una campaña negativa centrada en criticar al adversario, Algo que no es demasiado elegante. El hecho que algunos se hayan dedicado a escudarse en las víctimas y la mala educación del video, sin embargo, dice mucho de lo poco que pueden decir sobre el contenido.

Aún así, me parece que este video no hubiera sido necesario si la prensa en España no hubiera estuviera dormida y pasando de todo estos meses. El trabajo de los periodistas no sólo es transmitir lo que unos y otros dicen; es dar una visión verdadera de los hechos. Eso incluye contrastar lo que los políticos dicen con lo que han hecho y dicho en el pasado, y exigir coherencia y explicaciones. El PP lleva un par de años literalmente inventándose la realidad en demasiadas cosas, sin que la inmensa mayoría de los medios hayan señalado la más mínima contradicción.

No es cuestión de ser de izquierdas o derechas, es cuestión de no tomar nada como cierto. La prensa en España pone sus colores por encima del principio de la realidad, y después se exclama que los políticos discutan.

lunes, noviembre 27, 2006

La orgullosa incompetencia de la FSM

No hace demasiado hablaba de los motivos que habían llevado al PSOE a escoger a su candidato a la alcaldía de Madrid por el expeditivo método del dedazo monclovita. La mayor parte de las razones que daba para este método se pueden resumir en la simple descripción de la Federación Socialista Madrileña como una auténtica casa de putas.

Pues bien, este fin de semana uno de los personajes más importantes de la FSM, José Acosta, ha decidido dar su opinión... y ha dado una de las mayores exibiciones de cinismo nunca recogidas en un periódico. Para los que no conozcan el PSOE en Madrid, Acosta es un guerrista de viejo cuño, en un mundo en que el guerrismo en el partido ha pasado a mejor vida en todas partes menos en Madrid. El señor Acosta es uno de los "dirigentes" más destacados de la FSM en los últimos 20 años, y uno de los secretos del "éxito" del partido en la región.

Cuando hablo de organizaciones disfuncionales y corrupción, el señor Acosta es un ejemplo de primer nivel. Para empezar, es uno de esos personajes de partido que no importa qué cargo tengan, todo el mundo sabe lo mucho que mandan. Tipos expertos en controlar el censo de militantes, regar de votantes de su corriente agrupaciones, y mantener a su bloque contento a base de usos liberales de patronazgo más o menos escandaloso. Capaces de protestar que haya agrupaciones disueltas después que las hayan pillado con mierda hasta el cuello en casos de corrupción urbanística, y quedarse tan ancho. Cuando se habla de los problemas de la FSM, y por qué desde Ferraz se prefiere ignorarlos, José Acosta es uno de los motivos.

Lo que me lleva a comentar algo que debería ser evidente, pero que los periodistas tienden a pasar por alto cuando hablan de partidos: los políticos mienten sobretodo cuando hablan de sus compañeros de filas.

Acosta, cuando critica a Zapatero, no está diciendo que es un dictador; está tratando de legitimar con retórica fina su lucha para que no le destruyan su feudo. El PSOE se ha tomado parece que muy en serio la limpieza de la FSM esta vez, tras la monumental pifia del caso Tamayo y la nula reacción de los socialistas madrileños ante la catástrofe; a la vista están las limpiezas salvajes contra todo alcalde que huela a escándalo urbanístico estos días. Los caciques de la FSM se harán un hartón de hablar de democracia interna estos días, pero están defendiendo otra cosa.

Por cierto, es evidente que eso vale para todos, Zapatero incluido. Todo eso de un partido abierto y plural, etcétera, era referiéndose a la limpieza que quería hacer de la vieja guardia. Los partidos políticos, al fin y al cabo, siguen desde tiempo inmemorial esas dos citas de Benjamin Disraeli: "Party is organized opinion" (en teoría) y "Damn your principles! Stick to your party" (en la práctica).

sábado, noviembre 25, 2006

Piratería y beneficios ocultos: el mundo de la moda

Uno de los energúmenos más activos en el debate público ultimamente son los grupos de "creación de contenidos" y sus persistentes quejidos sobre el horror de la piratería. Aunque ya he hablado amargamente de lo obsoleto de sus modelos de negocio, es interesante echar una ojeada más en profundidad a los efectos que la falta de protección de la propiedad intelectual puede provocar. Eso es lo que han pensado dos profesores, Kal Raustiala y Chris Sprigman, al estudiar el problema, y han tomado como ejemplo el mundo de la moda.

En contraste con la música, libros o películas, el diseño de un vestido o una blusa tiene una protección en términos de propiedad intelectual muy limitada. Las empresas (Prada, Versace, Dior) pueden luchar con fuerza contra la falsificación de sus logos y su imagen de marca, pero no los diseños por sí mismos, así que la copia es extensiva y feroz. Si lo que dice la SGAE y compañía es cierto, la industria entera debería estar en caída libre, cerca de la ruina y sin nadie creando nada, ya que los diseñadores no pueden sacar un beneficio de sus ideas. Todo el mundo les copia; uno puede comprar sus diseños en pocos meses a una fracción del precio original, y sin que ellos vean un duro.

Pequeño problema: eso no sucede en absoluto. De hecho, el mundo de la moda es inmensamente rentable y tiene cualquier cosa menos escasez de diseñadores. ¿Por qué sucede esto? La teoría de estos autores es que de hecho, la copia es beneficiosa.

El mecanismo que ellos proponen se centra en dos mecanismos, obsolencia inducida y anclajes. La explicación es de hecho bastante sencilla. Cuando se habla de obsolencia, los autores se refieren a cómo la moda tiene sentido como marca de status; el valor de una prenda de ropa depende de cuánta gente la está utilizando al mismo tiempo. Si Prada diseña una chaqueta monísima, esta chaqueta sólo es distinta y exclusiva mientras uno sólo la puede comprar en Prada. Una vez todo el mundo la ha copiado, sin embargo, el valor de status de la chaqueta cae en picado; si uno quiere figurar, buscará diferenciarse en cuanto pueda tan pronto como la siguiente oleada de moda aparezca.

Desde el punto de vista de los diseñadores, por tanto, ser copiado es de hecho algo positivo, no una pérdida de ingresos. El hecho que el mercado se sature con clones de su trabajo sólo hace que el precio de su siguiente creación aumente; además, como más rápido sea plagiado, antes deberá traer algo nuevo. La imitación es realmente la forma más sincera de dar un cumplido.

El mecanismo de anclaje se basa en cómo el mundo de la moda tiende a concentrar sus diseños en un número limitado de tendencias. El hecho que copiar es tan absurdamente sencillo hace que todos fabricantes acaben produciendo ropa más o menos parecida; lo que se lleva esta temporada tiene un aspecto parecido y fácilmente identificable.

El truco, desde el punto de vista de los creadores, es que esto es una señal muy identificable para los consumidores preocupados para estar a la última... y además crea un blanco móvil estupendo para forzar el mecanismo de obsolencia. Dan información clara sobre qué se debe comprar, y también ayuda a animar a los rezagados a pasarse a lo nuevo.

La pregunta, obviamente, es si estos dos mecanismos que parecen ir tan bien en el mundo de la moda son transferibles a otras formas de propiedad intelectual; o en otras palabras, si hacer que todo el mundo pueda cantar lo que acaba de publicar un artista o hacer películas de James Bond funcionaría igual de bien. Como dicen los autores, eso no es demasiado creíble; la ropa, al fin y al cabo, es un bien posicional, un símbolo de status, y eso crea unas estructuras de incentivos para el consumidor distintivas.

Lo que si parece evidente, sin embargo, es que las asunciones clásicas sobre el valor de la propiedad intelectual no son tan autoevidentes como parecen. Es necesaria una discusión en profundidad y sin prejuicios sobre esta materia, aunque algunos parezcan emperrados a evitarlo.

jueves, noviembre 23, 2006

De la insuficiencia de Kyoto y su necesidad

Nota previa: este artículo da por hecho que el calentamiento global es un problema, es de origen humano y que es necesario combatirlo. Quien opine lo contrario, que se una a esta gente en su fervor anticientífico, por favor. Hoy no hablamos de ello.

Una de las críticas habituales, tanto desde la izquierda como la derecha, a los esfuerzos internacionales para contener el calentamiento global es el presunto carácter chapucero del tratado de Kyoto. El acuerdo, ciertamente, es un monumental agregado de concesiones, medias tintas y buenas intenciones con un nivel de reducciones bastante limitado, y no parece demasiado probable que sea suficiente para resolver el problema.

Estas acusaciones, sin embargo, ignoran dos factores cruciales, que son el verdadero centro de esta crisis. Dos razones que de hecho hacen que lo limitado del tratado sea no sólo inevitable, sino necesario. Aunque parezca mentira, a veces hacer las cosas a medias es la solución óptima para afrontar un problema. Veamos.

La contaminación atmosférica a escala global es, evidentemente, un ejemplo casi de libro de la tragedia de los comunes. Esta expresión es lo que científicos sociales llaman en su jerga a lo que podríamos considerar como el problema del gorrón, sólo que a escala planetaria. El conflicto se deriva de la existencia de un bien que es accesible a todo el mundo de forma gratuita, pero que de hecho no es infinito.

Un ejemplo clásico es la pesca en un lago público. Uno no necesita más que una caña y cebos para ponerse a pescar, sin tener que pagar a nadie. Uno se sienta un rato, saca su pescado, y hala, hoy cenamos gratis. El problema, claro está, es cuando todo el mundo piensa lo mismo, y el número de pescadores es tal que acaban por vaciar el lago de cualquier cosa más grande que un mosquito; la falta de barreras a la entrada hace que se pesque demasiado y se agote el recurso.

Los economistas tienen soluciones clásicas para solventar este problema, normalmente ligadas a hacer que la salud de lago importe a alguien a base de repartir derechos de propiedad. El objetivo es crear un mecanismo de precios (monetarios o no), que es la forma más eficiente que conocemos para gestionar la escasez. En algunos casos eso es factible; en otros, no tan sencillo. En el caso del medio ambiente, es prácticamente imposible.

Tenemos un bien a repartir: la capacidad del planeta para eliminar contaminación atmosférica. Esta capacidad no es infinita; sin embargo, el acceso a ella no está limitado. Si la tierra fuera un tren de lavado de coches, no sería problema, ya que limpiar la suciedad tendría un coste conocido y que variaría con la demanda. Ahora mismo, sin embargo, la oferta de limpieza es limitada, pero la demanda es potencialmente infinita, así que algo se debe hacer para crear un mecanismo que limite el problema.

Y aquí entra Kyoto, y su barroco mecanismo de cuotas de emisión, precios y derechos de emisión transferibles. El objetivo es hacer que la polución tenga un precio, aunque sea bajo, tratando de limitarla al añadir costes al superar cuotas. La segunda parte del problema, claro está, es cómo aseguramos que todo el mundo que participa haga según lo pactado; a fin de cuentas el precio real de la contaminación no ha disminuido.Y aquí entra la naturaleza limitada y raquítica del acuerdo.

Un tratado internacional no es más que un contrato entre varias partes, con el problema que no hay un tercer agente que vigile su cumplimiento. No hay un juez o policía que te persigue si no pagas tu cuenta, en otras palabras; la única manera que te sumes al pacto y cumplas es porque te interesa o porque eres muy buena persona. Los estados, en general, no son buena gente, pero saben que contener el calentamiento global les interesa.

El problema, claro está, es que lo que realmente les gustaría es que todo el mundo redujera emisiones menos ellos; de este modo ellos siguen "pescando" sin tener que vigilar el lago. Evidentemente, los gobiernos saben que todo el mundo está pensando lo mismo, así que cuando firman un tratado tenderán a desconfiar del resto. Como saben que crear un juez sancionador es inviable (ya sabemos como va la ONU...), la única opción que tienen es, en cierto sentido, vigilar y copiar lo que hacen otros. En términos de Kyoto, prometer dar un pequeño pasito, mirar alrededor, y a ver que hacen los otros.

Kyoto no es la solución al problema del cambio climático. De hecho, no es ni un buen primer paso. Sin embargo, es un principio necesario para crear una dinámica de cooperación. Al empezar con un tratado no demasiado costoso, los estados pueden permitirse aplicarlo, aún de forma limitada, a sabiendas que esa acción les da una reputación de cooperación que hace más sencillo que el siguiente pacto también se aplique. Aumentando el nivel de confianza en la empresa mutua, la siguiente repetición del juego se hace más sencilla, ya que la confianza entre los estados (y el coste de romperla; ser un paria internacional no es agradable) se incrementa.

¿Es Kyoto un paso suficiente? Ni de lejos. ¿Es necesario? Sin duda, era la única forma realista de iniciar la cooperación. Si a largo plazo esta se mantendrá es otro tema, pero la limitada ambición de Kyoto era obligatoria. Un primer paso; habrá otros.

martes, noviembre 21, 2006

Proceso de paz: ¿cambios?

Tras tantos artículos en contra del proceso de paz, tantos gritos, tanta controversia, uno se pregunta qué ha cambiado, exactamente, en el País Vasco. Si nos atenemos a los hechos, que es lo único realmente importante, sólo ha habido un cambio: hace unos meses, ETA estaba dispuesta a matar por sus ideales. Ahora, ETA ha declarado un alto el fuego y ha pedido otra vía de solución a lo que ellos ven como un conflicto.

¿Ha habido algún otro cambio? El estatuto es el mismo. Los partidos en gobierno y oposición son los mismos. No hay constituida aún una mesa de partidos. La ley de partidos no se ha derrogado. Se habla con Batasuna, como se ha hablado siempre (sí, incluso el PP lo hacia, digan lo que digan ahora). Las cartas de extorsión no incluyen amenazas explicitas, pidiendo "donativos", y hay violencia callejera esporádica y limitada. La gran diferencia es que los que querían matar han pedido sentarse en una mesa, y el gobierno les ha dicho que si lo dejan en serio se puede hablar, con los límites que marca la ley y la constitución.

Si hay algo remarcable tras tantos meses de tregua es que sólo una cosa ha cambiado, y es que ETA no parece creer que matar le llevara a ningún sitio. No hay ninguna concesión irreversible, nada que no pueda desandarse. No hay nada, nada nuevo, más allá de que el bando que mataba está considerando dejarlo.

Si ETA vuelve a las armas, que es lo que implicaría romper cualquier forma de negociación, no habría cambiado nada, en comparación a hace unos meses. La paz, eso sí, estaría mucho más lejos que ahora.

lunes, noviembre 20, 2006

La lógica de la violencia: Irak (II)

El viernes hablaba sobre el origen de la actual situación en Irak, con una breve descripción de la realidad del país sobre el terreno. Hoy pretendía explicar qué lógica sigue la distribución de la violencia en un país en guerra civil, y por qué unas regiones ven muchísimas más muertes que otras.

Lo cierto es que Alex se me ha adelantado, dando un magnífico resumen de lo que quería decir en los comentarios. Tan bueno, de hecho, que lo cito enterito:

El problema de Irak no es que existan feudos controlados por milicias. Eso haría que la violencia se redujera drásticamente. El más brillante argumento que la ciencia política ha podido producir, el de Kalyvas, es simple:

- Imaginemos una guerra civil entre un gobierno y unos insurgentes. El territorio se puede dividir en cinco niveles de control:
1) Control total del Gobierno (p.ej. "Zona Verde")
2) Hegemonía del Gobierno, con ataques insurgentes (p.ej. resto de Baghdad)
3) Zonas en completa disputa
4) Hegemonía rebelde, con intervenciones del Gobierno (p.ej. Zonas suníes)
5) Control total de los Insurgentes (p.ej. Fallujah)

La violencia no es irracional. Requiere de a) la decisión de los gobiernos/rebeldes de realizar ataques o y, b) que los ciudadanos se conviertan en informantes (denuncias, signalling). En las zonas 2 y 4, donde hay cierta hegemonía pero no completa, la fuerza hegemónica utilizará las informaciones que pueda adquirir mediante extorsión o compra, para atacar a aquellos que cooperan con a) los terroristas (sic) o b) los invasores (sic).

El problema es que en Irak las zonas 2 y 4 son la mayor parte del país, y la fuerza hegemónica son las milícias de todo tipo. Por no decir que son todas las zonas donde no hay Marines.

Esto hace que sean zonas especialmente violentas. Y lo seguirán siendo si las fuerzas del gobierno no extienden su control de una manera sólida, cosa que no parece que vaya a ocurrir en mucho tiempo...

Corolarios:
1. Cuanto más control tengas sobre un territorio, más informantes tendrás, pero menos útil te será (pensad en la guerra civil española).

2. En las zonas 2 y 4 la violencia acaba siendo indiscriminada porque es difícil para la fuerza hegemónica (los insurgentes) identificar con precisión a los 'colaboradores' con los invasores (pensad que son zonas donde es riesgoso informar en cualquier sentido: en el futuro pueden acusarte si cambian las tornas de quién controla esa parte).

Mi única precisión tras este fantástico argumento sería desarrollar un poco los diferentes costes para cada uno de los bandos que implica luchar una guerra como esta. El centro del problema en un conflicto civil es que el coste de mantener el control del territorio es muy difícil de predecir para ambos bandos, ya que como ha señalado Alex, la población oculta preferencias de manera obsesiva.

Para empezar, los habitantes de un territorio tenderán a cooperar más contigo como mejor vayan las cosas. Si los insurgentes son capaces de demostrar más capacidad de castigar a los disidentes que el gobierno tiene de hacer lo mismo con los rebeldes, la mayoría de civiles van a dar la espalda al gobierno. Entrar a saco en una ciudad insurgente, sin embargo, no te garantiza que el apoyo de la población se haga estable; si se percibe que el control es temporal, la colaboración se desvanecerá en cuanto se vayan los soldados.

Este el gran problema que se oculta detrás de la total falta de fiabilidad de muchas unidades del ejercito y policía iraquíes: su obediencia al gobierno es sólo condicional a que sean atacadas demasiado. Si un batallón de soldados se da cuenta que su apoyo continuado al gobierno equivale a una lucha desesperada contra una milicia local que tiene a los locales de su lado, no tardará en sumarse a la milicia o desvanecerse. Un gobierno en esa situación de debilidad no sólo no controla el territorio, si no que no sabe que armas tiene de su lado.

Un problema añadido, por tanto, es que además la capacidad de control de territorio tiende a disminuir según ganas batallas. Como más provincias ocupa el gobierno, más dispersas están sus tropas, y más limitada se hace su capacidad de afrontar rebeldes en zonas específicas. Los gobiernos en situaciones de insurgencia tienden a ser muy reacios a abandonar territorio, ya que ven dar ciudades por perdidas como una derrota. En la práctica, esta situación tiende a debilitarlos.

La opción habitual ("inventada", por cierto, por los españoles en Cuba, antes de la intervención americana) es la de concentrar, no dispersar; abandonar tanto territorio como sea necesario para garantizar que allí donde estás, tu control es efectivo. Si eres un poco cafre (estilo general Weyler), lo haces literalmente, creando campos de concentración; si eres un país razonable, lo haces ganando el control de la capital, reforzandola hasta que tus costes de seguridad disminuyen (ya que tu grado de control es demasiado alto para hacer ataques de terceros prácticos), y después ampliando tu radio de acción poco a poco.

El problema para los Estados Unidos, me temo, es que es posible que sea ya demasiado tarde para ellos. Primero, porque el gobierno iraquí que tienen entre manos puede que esté roto irremisiblemente; la podedumbre e infiltración rebelde en su estructura es tal que es imposible hacerlo efectivo en un tiempo razonable. El problema es parecido al de luchar una guerrilla dentro de la burocracia; la autoridad y el monopolio de esta se ha desvanecido.

Segundo, y aún más importante, Estados Unidos es un democracia, y parece que el capital político de los impulsores de la guerra se ha desvanecido. Estadísticamente, las democracias son gobiernos excelentes ganando guerras, ya que al depender del apoyo de la población, sus gobernantes no se meten nunca en saraos que pueden perder. El problema, claro está, es que Bush y los suyos meten al país en Irak en circunstancias extraordinarias... y resulta que esta guerra sí la pueden perder. No sé si el país tiene la paciencia para sostener un lenta y fustrante campaña de contrainsurgencia.

Veremos. Mañana, más.

viernes, noviembre 17, 2006

Guerrillas y equilibrios: Irak (I)

Si hay un gran olvidado en ciertos medios de comunicación españoles estos días es la guerra de Irak. Sí, de vez en cuando se habla de ello cuando algún grupo de chalados local hace algo espectacularmente horrible, pero en general se da el caos reinante como una especie de resultado natural derivado de que el país está lleno de gente con muy mala leche.

Si bien esa aserción es cierta, hasta cierto punto, la diversidad étnica o ideológica de Irak no es mayor que la de muchos otros estados en el mundo mucho más estables. Lugares como la India o Suráfrica son igual o más diversos, sin que transiciones a la democracia hayan producido el nivel de carnicería de Oriente Medio. Hay que explicar, por tanto, qué ha sucedido para acabar convirtiendo Irak en el desastre sin paliativos que es estos días.

Para explicar las causas de un problema, es como siempre necesario tener una idea clara sobre qué está sucediendo realmente, así que no está de más dar un repaso a la situación sobre el terreno estos días. Básicamente, tenemos un país en que nadie, absolutamente nadie, sabe quién es amigo, quién es enemigo, y quién le hace puñetero caso. Este martes, sin ir más lejos, un grupo de tipos vestidos de policía y usando coches de la policía se acercaron a un edificio del ministerio de educación, sacaron a ochenta personas a rastras, y se las llevararon secuestradas.

Eso es la teoría. Para empezar, nadie tiene cifras exactas sobre cuánta gente hay secuestrada. Ni el ministerio sabe cuánta gente curraba en el edificio, ni parece que las familias de los detenidos se atreven a decir si un pariente funcionario andaba por allí o no. Evidentemente, el ministerio de interior no sabe quienes eran esos tipos secuestrando gente, a lo mejor eran policias, a lo mejor no. Hay multitud de unidades iraquíes con sólo un 20% de las tropas alistadas realmente en los cuarteles; batallones enteros se desvanecen en el aire o se niegan a seguir ordenes cuando se les envía al combate. El ejercito americano parece que confiaba que ese barrio estaba cubierto por alguna unidad iraquí, pero a saber si había alguno en la zona. Quizás eran los que estaban secuestrando funcionarios.

¿Suena mal? Esto es sólo el principio. En multitud de zonas del país, ni los americanos ni el gobierno iraquí ya pretenden controlar nada: está en manos de alguna de las milicias locales. Como buenas organizaciones paramilitares con malas pulgas, no se andan con demasiadas contemplaciones para mantener el orden y aplicar su ley, que en el caso iraquí incluye una larga lista de reglas desagradables: limpieza étnica, teocracia religiosa, opresión baathista, simple extorsión mafiosa o una horripilante combinación creativa de varios elementos.

Dicho en pocas palabras, el Estado, como agente unificado, ha desaparecido en Irak. El gobierno iraquí no tiene la capacidad de controlar su territorio; su capacidad de mantener un monopolio de la violencia es inexistente. No tiene capacidad de castigar, no puede mantener la ley. El resultado, lo que vemos en Irak, es un libre mercado macabro con actores tratando de ocupar este vacio.

La violencia tiene mucho de monopolio natural. De la capacidad de ejercerla en solitario con fuerza abrumadora depende, en última instancia, el poder de hacer cumplir la ley. Mantener este monopolio tiene un coste, que varía según la cantidad de actores que estén tratando de desafiarlo, y para hacerlo, un estado tiene ciertas herramientas.

Habitualmente, un monopolista usa una táctica bastante sencilla para mantener su posición, basada en la disuasión. Cuando un competidor trata de ganar mercado (digamos, un mafioso trata de extorsionar), el monopolista trata de eliminarlo usando más fuerza de la necesaria; sea bajando los precios de forma insostenible (hasta que el competidor cierra) o lanzando todo el peso de la ley sobre el infractor (cárcel). El problema para el monopolista, evidentemente, es cuando el número de competidores supera su capacidad de respuesta, y pierde su capacidad de represalia... que es lo que sucedió en Irak, tras la invasión.

Irak, antes de la guerra, era un estado que funcionaba. Lleno de maldad, corrupción e incompetencia, pero al menos capaz de mantener a sus ciudadanos callados. Cuando Estados Unidos invade, el estado iraquí pierde de forma evidente su monopolio de la violencia. A su ejercito le pegan una soberana paliza, y sus instituciones deciden cerrar el chiringuito e irse de copas, dejando un vacio enorme.

¿Cuál es la reacción de los americanos? No hacen nada. El país se va a hacer gárgaras, empiezan los saqueos, y durante unas cuantas semanas, nadie tiene ni pajolera idea quién manda... dejando espacio libre para que cualquier garrulo con fusiles y demasiadas ideas se decida a probar suerte. Las figuras carismáticas salen de debajo de las piedras, el pequeño ejercito americano se queda allí parado con cara de tonto, y la cosa se empieza a salir de madre. Haciendo las cosas aún peor, para que no se diga, aún empeoran más las cosas, y disuelven el ejército iraquí.

Anda, mira que bonito. Tenemos un montón de locos con armas tratando de aterrorizar a la población e imponer su ley, turistas poniendo bombas, un ejercito pequeñito, y vamos a tratar de mantener el manicomio controlado entrenando los guardias sobre la marcha. La reacción automática de todo insurgente / tipo con demasiadas ideas es, evidentemente, tratar de infiltrar el nuevo gobierno todo lo que puedan, y empezar a saquear y romper cosas.

El resultado, a la vista. El gobierno iraquí es el mayor oximorón de la historia reciente, y la situación del país se hace insostenible, un caos sin salidas evidentes. Un monumental, horrible circulo vicioso sin salidas sencillas para nadie.

Alternativas y escenarios, otro día. Me temo que se han acabado las buenas noticias; no quedan alternativas deseables para (casi) nadie.

miércoles, noviembre 15, 2006

Globalización y estado de bienestar

Una de las cosas que se oyen más a menudo desde ciertas tribunas de opinión es que la globalización y la creciente importancia del comercio exterior hacen del estado de bienestar un fósil inviable. El argumento habitual gira alrededor de los presuntos costes que la existencia de un sector público grande e impuestos elevados inflingen a las empresas, haciéndolas menos competitivas frente a competidores ansiosos de recortar precios.

El pequeño problema, como mucha de las "verdades" que componen el saber convencional, es que esa aserción es una soberana tontería, y que un somero repaso a los datos bastan para ver que esta relación es mucho más compleja de lo que parece.

Primero, vale la pena repasar qué países participan de verás en la globalización. Para ello, mirar el volumen monetario de sus exportaciones e importaciones no nos sirve; lo realmente importante es qué porcentaje de la economía depende del sector exterior. Para ello podemos repasar las estadísticas de la OCDE sobre peso de importaciones y exportaciones en el PIB de cada país, sin ir más lejos.

Los datos tienen algunos aspectos curiosos. Los países de la Unión Europea (UE15) dedican un 48,3% del PIB al sector exterior, una proporción enorme. A la cabeza de la clasificación en este grupo tenemos como comerciantes compulsivos países como Suecia, Holanda, Dinamarca o Alemania. En comparación, Estados Unidos dedica un esmirriado 12,7% del PIB a relacionarse con el resto del planeta.

¿Qué podemos deducir de estos datos? Ante todo, resulta evidente que para abrazar de lleno los placeres del libre comercio uno no debe sacrificar su estado de bienestar. Dejando de lado los países postcomunistas (mercados pequeños que disfrutan de su acceso al resto de la Unión) y Luxemburgo (que no es más que un trozo de autopista), casi todos los grandes mercaderes tienen sectores públicos enormes y redes de seguridad extensas. Mirando las balanzas de pagos de cada país, tampoco vemos que no es que estén siendo ahogados por importaciones; parece claro que exportan y son competitivos en el mercado internacional, algo que también corroboran los datos. De hecho, si hicieramos un análisis estadístico más serio (una regresión sencillita) veríamos como tamaño del estado de bienestar y globalización están fuertemente relacionados.

Parece claro, por tanto, que el estado de bienestar no hace un país más torpe a nivel internacional, al igual que no parecía determinar su nivel de riqueza. Lo que es necesario explicar es por qué los países que comercian mucho tienden a crear sistemas de protección social tan elaborados.

En este caso, la explicación es netamente política. El libre comercio produce crecimiento económico, pero también crea incertidumbre. El hecho que la economía de un país dependa de los vaivenes de la economía mundial, y del éxito o fracaso de cualquier empresa en cualquier otro país del mundo, abre las puertas a la aparición de crisis, reconversiones y vaivenes difíciles de preveer.

Un líder político que decide abrir su país económicamente sabe que esta política tendrá un beneficio económico neto para el global de la economía, pero también sabe que el reparto de este beneficio es difícil que sea automáticamente uniforme. Los sectores en los que el país tiene ventaja comparativa creceran como locos, creando riqueza a espuertas, mientras que las industrias que no la tienen, al verse desprotegidas por la caída de fronteras, sufriran dolorosas reconversiones. La liberalización será muy popular en algunas industrias, pero no en otras; un político preocupado por conservar el cargo perseguirá evitar imágenes de mineros/ granjeros/ encajadores de bolillos en las calles para asegurar su reelección.

¿Qué hará un político minimamente avispado, que piensa en el bien del país? Proteger el débil, a cambio de reforzar el crecimiento para todos. O, en otras palabras, dar estado de bienestar para hacer que la apertura al exterior sea lo menos traumática posible. El estado de bienestar, por tanto, no es un obstaculo para la globalización, ni un lastre en la competitividad del país; es un instrumento necesario para hacer el libre comercio algo factible políticamente.

Pensando en términos más concretos, basta echar una ojeada a la España de los años ochenta, y cómo el gobierno socialista hizo la reconversión industrial. Abrir el mercado a productos europeos era una garantía que muchas empresas anticuadas se verían arrasadas por competidores más avanzados de otros países; la única manera de hacer los cambios tolerables fue expandiendo el estado de bienestar.

Cuando hablaba que el debate político en Estados Unidos parecía dirigirse en este camino, pensaba en algo parecido. Hay una creciente corriente de políticos y votantes que abogan por el proteccionismo, según la economía americana va perdiendo su condición dominante, su sistema cerrado, y se ve sujeta a la competencia exterior. Llegará un punto en que los gobernantes deberán escoger entre ofrecer nacionalismo económico, a sabiendas que es pernicioso, o compensar a los perdedores de la globalización... es decir, creando un estado de bienestar. Quién sabe.

lunes, noviembre 13, 2006

Estados Unidos: ¿nuevo rumbo?

Llevo varios días dándole vueltas a las últimas elecciones americanas. La pregunta que muchos nos hacemos es si estas últimas legislativas son el inicio de un cambio de rumbo real, a largo plazo de la política del país, o son simplemente un resultado coyuntural, aislado, consecuencia de un presidente que ha metido la pata hasta el fondo en política exterior.

Tras mucho mirar resultados, encuestas, artículos de opinión y teorías variadas, lo cierto es que no creo que sea posible dar una buena respuesta, o al menos una con una base empírica sólida. Como mucho, me atrevo a especular que hay algunos síntomas de cambio, pero no creo que sea suficiente para decidir hacia dónde los vientos soplan.

Hay dos datos que me llevan a pensar que el voto es indicativo de un cambio a largo plazo. El primero, el más evidente; la diferencia entre ambos partidos ha sido muy, muy considerable. Hablamos de 12 puntos entre ambos partidos, una diferencia que en casi cualquier otro país daría una mayoría abrumadora al partido gobernante.

El segundo punto, bastante comentado por aquí, es el hecho que según las encuestas, los demócratas le deben la victoria especialmente a los votantes independientes, que es como se conoce aquí a aquellos que no están registrados en ninguno de los dos partidos. El centro político ha dejado de dividirse a medias entre ambos lados, con los republicanos movilizando a sus bases con espantosa eficiencia; en estas últimas elecciones ha votado predominantemente demócrata.

Esto se puede deber en parte a que el hasta ahora partido gobernante se ha ido muy, muy lejos del centro estos últimos dos años, en parte porque la leal oposición ha decidido ser práctica y moderarse ocupando un centro que llevaba años huérfano. Si esta aserción es correcta, el realineamiento no sería tanto a nivel de los votantes, si no a nivel de los partidos políticos. Eso no hace el cambio menos significativo, pero sí lo hace menos permanente; los partidos tienden a aprender rápido de sus errores.

No creo, sin embargo, que esa sea toda la explicación. El partido demócrata de hace dos años, el mismo que fue apisonado en las urnas, no era de hecho significativamente distinto al que ha ganado este año. A diferencia de 1994, en que los republicanos se presentaban como algo nuevo (recién salido de la américa de los años cincuenta, vamos), los demócratas no han hecho grandes cambios. No hay un gran cambio de retórica; una de las propuestas estrellas de la nueva mayoría del Congreso es subir el salario mínimo, algo perfectamente acorde con la tradición del partido. Sí, han dejado de lado parte de la retórica secularista en algunos sitios, pero la base del partido (redistributiva) sigue más o menos intacta.

Sospecho, y eso es especulación de mi parte, que la sociedad americana está empezando a reaccionar a la globalización de una manera mucho más habitual de lo que parece. Tradicionalmente, los países desarrollados que más dependen de su conexión con la economía internacional han tendido a desarrollar un estado del bienestar más extensivo. Los ejemplos clásicos europeos (Suecia, Dinamarca, Holanda...) muestran en cierto sentido como el electorado reacciona a los vaivenes del sector internacional "asegurando" a la población mediante gasto público.

Los vaivenes del mercado mundial, fuera del control de las empresas nacionales o el gobierno de una nación pequeña, producen prosperidad, pero también problemas a ciertos sectores de la economía. Los que se benefician, para asegurarse el apoyo de los que no lo hacen, tienden a aceptar una mayor carga redistributiva, a sabiendas que este incremento de gasto compensa las mayores oportunidades. Con la dominancia de la economía americana disminuyendo poco a poco, quizás ha llegado el momento en que el electorado empieza a ver los problemas de este modo. Veremos.

Paranoia de viejo cuño

No sé por qué, pero tengo la sensación que algunos hablan de la masonería con un tono parecido al que se usaba para hablar de los judios hace unos añitos por centroeuropa. Es sencillamente surrealista acusar a un presidente del gobierno de ser un malvado conspirador de una sociedad secreta con oscuros objetivos totalmente desconocidos. Suena a caza de brujas más que otra cosa.

En serio, ¿qué tiene cierta derecha española con los masones? ¿Alguien me puede explicar de dónde viene esta absurda paranoia?

sábado, noviembre 11, 2006

Datos para la reflexión: 1994 vs 2006

Brad DeLong enlaza un interesante estudio comparativo entre las elecciones legislativas de 1994 y las del 2006, y descubre cosas interesantes. Para los despistados, 1994 fueron los comicios en que los republicanos, después de cargarse el plan Clinton (Hillary) de sanidad universal, ganaron la mayoría en el Congreso que perdieron el martes. Si, esa legendaria revolución conservadora que los "liberales" hispánicos mencionan en sus mitos y leyendas.

The Democrats' victory in the 2006 election has been compared to the Republicans' in 2004. But the Democrats actually did a lot better in terms of the vote. The Democrats received 56% of the average district vote for the two parties in 2006, whereas the Republicans only averaged 51.6% in 1994.... The 2006 outcome of 56% for the Democrats is comparable to their typical vote shares as the majority party in the decades preceding the 1994 realignment....
Anda, esos pequeño cambio electoral que decían algunos resulta ser bastante mayor de lo que se dice. Lo cierto es que soy el primer sorprendido por el porcentaje agregado del voto; no hubiera dicho que la mayoría era tan considerable. Da que pensar. Quizás estos resultados indican un cambio mayor a largo plazo de lo que creía en un principio; veremos.

viernes, noviembre 10, 2006

Elecciones americanas y errores de interpretación

Bien, parece que mis predicciones han acabado pecando de conservadoras, y los demócratas han ganado las legislativas en plan apisonadora. Control de ambas cámaras, Senado y Cámara de Representantes, las bases haciendo la ola, y un berrinche y crujir de dientes desde la derecha de los que hacen época.

Parece que es hora, poniendo cara de contertulio radiofónico, de interpretar los resultados. Ya se sabe, analizar qué mensaje el electorado americano ha enviado al mundo. Y a eso se ha lanzado todo el mundo, sin darse cuenta que hacer esto es una soberana tontería.

Las elecciones tienen resultados y consecuencias, pero no significados. No son un código secreto; son simplemente un agregado de millones de opiniones individuales dando su opinión de forma no demasiado detallada. Cada votante ha dicho una sóla cosa, si prefiere a los demócratas o a los republicanos. El hecho que el total haya ido hacia un lado y no el otro no implica que el subconsciente colectivo de América esté bramando un determinado mensaje al mundo; en todo caso dice que una mayoría de electores han decido dar el timón a los demócratas. Hay miles de culturas, grupos y estratos sociales distintos en una sociedad tan diversa como la americana, así que las causas del cambio de mayoría son necesariamente mucho más complejas que un mensaje único.

El hecho que la inmensa mayoría de intelectuales estén dando visiones desde su bola de cristal (con algunas excepciones), sin embargo, no evita que me tenga que referir con especial atención a las verdaderas chorradas que se han dicho desde la derecha. No que la izquierda no sea igual de cazurra leyendo resultados (lo de Kerry fue de espanto), pero como con decir "voluntad de cambio" uno no se aleja demasiado de decir lo evidente, pues esta vez no han estado tan mal. Veamos una lista de perlitas, leídas aquí y allá.
  • Las elecciones las pierden los republicanos, no las ganan los demócratas. O sea, los demócratas apestan.
Noticia impactante: en democracia, eso es lo que siempre sucede. Si un gobierno está haciendo un trabajo extraordinario, la oposición ya puede presentar a Pericles o Julio César, que al electorado le importará un pimiento. Si los republicanos han perdido, es porque estaban haciendo un trabajo patético, mientras los demócratas aplicaban esa cita napoleónica de que uno nunca debe interrumpir al enemigo mientras este comete un error. El mensaje de la oposición es básicamente irrelevante en unas elecciones; sólo deben evitar parecer locos peligrosos o desvariar demasiado. El resto del trabajo (pegársela con ganas) lo debe hacer el gobierno.

Y oye, los republicanos han hecho un trabajo excelente en ese aspecto.
  • Los demócratas son una banda sin ideología unificada. De aquí nada, los republicanos vuelven.
Uno de los graves problemas de los republicanos ha sido, precisamente, la espantosa esquizofrenia ideológica del partido. Hasta hace poco, lo único que mantenía al partido unido era su obsesión por bajar impuestos; el resto era un sálvese quien pueda. Tienen desde libertarios puros a potenciales teócratas evangélicos, realistas puros en política exterior y neoconservadores quijotescos, paladines del equilibrio fiscal y derrochadores natos, defensores del libre comercio y proteccionistas, pro inmigración y anti, pro gasto público (todos los de Nueva Inglaterra) y gente que odia el gobierno federal. Ahora que han perdido, están todos echándose las culpas los unos a los otros, diciendo que se ha traicionado la esencia del partido y que se debería volver a las raices (las mías) para ganar algo.

No es que los demócratas sean demasiado mejores (lo único que les une es que les gusta el gasto público), pero lo cierto es que no hay una ideología clara entre los conservadores. Y de hecho, este es el estado "natural" de la política americana.

El partido republicano de los últimos 12 años es un aunténtico bicho raro; un partido que vota en bloque en un sistema político en que el orden dentro de estas formaciones había sido siempre escaso. Los mecanismos que llevaron a tener a tantos políticos con ideas tan distintas todos a una son fascinantes, pero son una anomalía en este país. Me temo que el desorden relativo es el estado natural, no el monolito neocon con el que algunos fantasean.
  • De hecho, los conservadores hemos ganado. Mira cuantos demócratas moderados.
Esto es como si después de que el Barça le metiera tres al Madrid el año pasado, alguien dijera que es como si el Madrid hubiera ganado, ya que a Ronaldinho casi le fichamos. El hecho que los demócratas hayan despertado de su letargo, descubierto que un centrista es mejor candidato que Iosif Vissarionovich Dzhugashvili no tiene nada de reconocer que los otros son mejores. Es cuestión de dejar de hacer estupideces políticas.
Sí, a lo mejor tiene más tiempo de estar con la familia y tal. Con la popularidad alrededor de un 35%, no había político en Washington que se le acercara; ni siquiera los de su partido. ¿ Ahora que mandan los otros, mágicamente el tipo será amado y pasará leyes ? Bonita fantasía. Bush está básicamente acabado políticamente. Tenemos dos años de precampaña para las presidenciales.
  • Bah, todos los presidentes pierden sus segundas legislativas.
Normalmente el partido del presidente no pierde el control de ambas cámaras. Y oye, fue un buen baño; los demócratas ganaron por diez millones de votos. Negar los errores de los republicanos apelando a que están en la media histórica es como aplaudir al Atleti por no ganar nunca nada.

Mañana, si tengo tiempo, más sobre elecciones; hay mucho que contar. Hay que repasar causas, hay que mirar consecuencias, hay que ver cómo esto afectara al resto del mundo, y hay que discutir si este cambio de mayoría es un giro real a la izquierda, poniendo fin al legado de Reagan, o es un accidente histórico. Hay motivos para defender ambas posturas; hablaremos.

miércoles, noviembre 08, 2006

Elecciones americanas: resultados abreviados

Es casi medianoche del martes aquí en la costa este de Estados Unidos, y la verdad, aún no es que esté todo demasiado claro. La enormidad del país hace que si bien la mayoría de resultados por aquí Nueva Inglaterra sean ya conocidos, mientras que en California, a tres horas de diferencia horaria, apenas estén empezando a contar. Aún así, ya podemos decir algunas cosas más o menos con criterio.
  • El partido demócrata ha recuperado el control de la cámara de representantes, y parece que por cierto margen. Necesitaban 15 distritos cambiando de lado; las estimaciones dan al menos 25-30 nuevos legisladores.
  • El senado está muchísimo más justo; parece que los demócratas ganaran cuatro legisladores, dos menos de los que necesitaban.
Vaya, nada que no dijera ayer. El margen de victoria en la cámara baja es algo mayor de lo que esperaba, mientras que el senado ha caído más o menos por donde esperaba. Los efectos serán supongo los esperados; Bush será un lame duck (como se conoce a los presidentes sin capacidad de maniobra) dos añitos, con los demócratas forzando un compromiso en política exterior.

Sobre las causas de este cambio, hay mucho que hablar; miraré de escribir sobre ello mañana. Debo decir por adelantado que es probable que la explicación sea más complicada que sólo el descontento con la guerra; como comentaba ayer, el sistema electoral americano prima extraordinariamente la estabilidad, así que un cambio de mayoría (que recordemos, era la misma desde 1994) es un evento bastante significativo. De hecho, diría que el cambio viene de lejos, y quizás tenga efectos en las presidenciales del 2008; hablaremos.

A todo esto, debo recalcar que cualquier análisis que haga es limitado. Hoy en todo Estados Unidos se votaban muchas cosas; para haceros una idea, en Waterbury (donde vota mi novia) votaban por 11 cargos (gobernador, tesorero, contador general, senado estatal y federal...) y un referéndum. Es imposible, imposible cubrir todo en una sóla bitácora; cada elección es un mundo. La sobreabundancia de elecciones también hace votar una cosa de locos; ni un friki político como yo la verdad tiene la más remota idea de quiénes eran los candidatos al juez de herencias de Connecticut. La verdad, hay incluso demasiada democracia a veces, leñe.

martes, noviembre 07, 2006

La previa: elecciones en Estados Unidos

Con tanto jaleo mediático por las elecciones catalanas, parece que a la prensa española se le ha pasado que hoy martes hay elecciones legislativas por aquí el imperio. Como resultado, nos hemos librado de los habitualmente horrendos análisis que los periodistas españoles inflingen a sus lectores cada vez que hablan de Estados Unidos, con ese soniquete arrogante de buenos europeos.

El problema, claro está, es que estas elecciones no son en absoluto irrelevantes; de hecho, es probable que para la mayoría de españoles (de hecho, para todos los que no viven en Cataluña) el resultado de estos comicios sea mucho más importante. Así que es hora de explicar lo que se vota mañana con calma y empezando desde el principio. ¿Qué demonios se vota?

Como todo buen sistema presidencialista (ignoren la constitución francesa, que es una excepción ambulante), los americanos votan al ejecutivo y al legislativo separadamente. Cada cuatro años, se vota para escoger presidente; cada seis años se vota al senado, y cada dos a la cámara de representantes. El senado no se renueva todo de una vez; cada dos años sólo un tercio de los escaños está en disputa. A nivel federal, hoy sólo se votan 33 senadores y los 435 escaños de la cámara baja, o en términos más concretos, si los americanos renuevan la mayoría republicana que existe en ambas cámaras.

¿Qué efectos tiene que cambie la mayoría en el Congreso? La constitución americana se toma la división de poderes muy, muy en serio; los resultados serían significativos. Para empezar, el legislativo es quien controla el presupuesto, y el que tiene que aprobar todo lo que el presidente propone. Si los republicanos pierden estas elecciones, Bush y su equipo van a pasar un muy mal rato tratando de llevar adelante cualquier proyecto. Aún con la capacidad de iniciativa que tiene el Presidente (ya se sabe, redactar presupuestos favoreciendo a ciertos distritos a cambio de votos), su poder real se vería muy restringido.

Evidentemente, las cosas no son tan sencillas. Para empezar, como he mencionado a menudo, el sistema electoral favorece de manera exagerada a los cargos electos. Los americanos votan en circunscripciones uninominales; el candidato más votado en cada distrito gana el escaño. El dibujo de los distritos es digamos peculiar; al ser los políticos de cada estado los que deciden sus límites, estos están dibujados en su inmensa mayoría de modo que favorecen al partido dominante en ese estado.

Por añadido, el sistema de organización del Congreso también contribuye a este sesgo electoral. El bizantino sistema legislativo americano otorga un poder enorme a los comités y subcomités de cada cámara, no tanto al pleno. El poder que tienen los presidentes de cada comité para decidir qué se vota y qué no es enorme. Quién ostenta esos cargos se dirime por antigüedad y por quién ostenta mayorías. Y claro, aquellos representantes con cargos poderosos atraen donativos para sus campañas que es un primor, estando mucho mejor financiados.

Tenemos, por tanto, una competición electoral con cierto sesgo en contra de los demócratas; aún con las encuestas favoreciéndoles, que tengan un buen resultado no está nada claro.

Para empezar, en términos de comportamiento electoral, las elecciones americanas son muy distintas a las de un país europeo. La participación, un año bueno, ronda el 50% del electorado; en parte porque la gente se interesa menos por la política, en parte porque para constar en el censo electoral uno tiene que registrarse, algo que es un auténtico tostón. Si a eso le sumamos el hecho que las elecciones son un día laborable (y no, no te dejan salir de la oficina una horita para ir a cumplir tu deber cívico), y que hay bastantes distritos que son irrelevantes (con encuestas dando 30 puntos o más de ventaja a un candidato), la distribución del voto es bastante distinta.

Aquí no es tan importante plantarse en el centro y atraer votantes; aquí es crucial conseguir que tus votantes vayan a las urnas, mientras que los del oponente se queden en casa. Las campañas de insulto directo y radical al contrario son mucho más habituales, duras y agresivas que en Europa (para desmovilizar el electorado del otro), mientras que posiciones alocadas y descarado peloteo a tus bases están al orden del día. La clave es la movilización electoral, no tanto "acertar" con el mensaje, y en eso los republicanos tienen una ventaja considerable. Sencillamente, son mucho mejores en ello; tienen más dinero, lo usan mejor (sus bases de datos sobre votantes son extraordinarias) y van mucho más allá del clásico ir a iglesias o llamar a los sindicatos de antaño.

¿Qué sucederá mañana? Lo cierto es que no estoy demasiado seguro. Lo más probable es que los demócratas ganen la cámara de representantes pero no el Senado. El poder de ambas instituciones es prácticamente idéntico, así que el efecto en el poder del presidente sería igualmente acusado. Esta es la estimación conservadora; aunque no es necesariamente lo que sucederá. La economía no va mal, aunque la inmensa mayoría del crecimiento no lo ven más que unos pocos, la guerra es un desastre, pero tradicionalmente no se vota según política exterior. A saber.

A todo esto, he cometido el pecado de dejar de lado la mitad de las elecciones de mañana... que deciden aún más gasto público que las federales. 36 estados votan gobernadores; y casi todos votan a sus respectivos legislativos, aparte de muchos ayuntamientos y miles de otros cargos públicos (jueces, fiscales...). Mañana aquí se deciden muchas cosas; de un país de 300 millones de habitantes, sin embargo, no tengo tiempo para más en un sólo post.

Mañana, los resultados. Veremos.

lunes, noviembre 06, 2006

Aciertos y pifias

Bueno, a veces uno acierta como profeta, a veces no. Para este ciclo electoral parece que he acertado bastante. Sí, se reedito el tripartito, con un Artur Mas que resultó un negociador mucho más torpe de lo que esperaba. Me ha sorprendido mucho, sin embargo, la velocidad con la que se ha llegado al pacto; esperaba mucho más marear la perdiz antes de llegar a un gobierno.

Lo que más me alegra, sin embargo, es que en contra de lo que había dicho, un tipo nacido en Córdoba si puede llegar a presidente de la Generalitat. No sólo eso; llega a ese puesto apoyado por el partido más nacionalista del hemiciclo, dirigido nada menos que por un aragonés. Después dirán no se qué de catalanes excluyentes.

Las elecciones importantes, sin embargo, son mañana; legislativas en Estados Unidos. Escribiré más extensamente sobre ellas pronto.

sábado, noviembre 04, 2006

Rueda de pactos

Ya tenemos a los políticos catalanes tratando de decidir cómo se las arreglan para tener una mayoría estable. La arimética es bien conocida; CiU puede pactar con ERC o el PSC, el PSC puede pactar con CiU o formar un segundo tripartito. Una receta que garantiza que alguien se irá a casa muy cabreado y sin las llaves del palacio de la Generalitat. La cuestión es, ¿qué pacto conviene a a cada partido?

El gran problema para todos los implicados, me temo, es CiU. La sospecha tanto de Carod como de Montilla es que dar la presidencia a los convergentes es tirarse piedras sobre su propio tejado.

Para el PSC, la "sociovergencia" recuerda peligrosamente a ese error primigenio de dejar que ese fulano Pujol gobernara. Con la Generalitat en manos de CiU, los socialistas catalanes volverían a esos odiados días en los que recibían órdenes de Madrid. Durante muchos años, en Ferraz estuvieron bien felices de tener su federación potencialmente más ruidosa en la oposición a cambio de cierta paz, a sabiendas que en las elecciones generales el principado seguiría dándoles su voto. El PSC se resignaba a vivir a la sombra de Pujol, gobernar Barcelona, y aceptar que la Moncloa era premio suficiente. Evidentemente, cuando el PP llegó al gobierno y el PSOE perdió el rumbo, estas consideraciones desaparecieron súbitamente, y Maragall y compañía le cogieron el gustillo a competir por la Generalitat, sin importar los efectos que esto podía tener en el resto de España.

El problema para ellos es que con Zapatero en la Moncloa, el PP haciendo ruido, y la Generalitat otra vez a tiro, los socialistas catalanes son perfectamente conscientes de lo que significaría ceder el paso otra vez a Convergencia. Por mucho que pidan, no tienen demasiadas ganas de quemarse a lo bonzo, y prefieren volver, de nuevo, a la penitencia relativa del tripartito.

Para ERC, el dilema es parecido. Con CiU en la Generalitat, su papel de llorones oficiales del reyno se desvanece. Un gobierno nacionalista haría su papel de defensores de la fe mucho más complicado, al tener que estar viviendo constantemente equilibrando rebeldía y sensatez, algo en lo que si atendemos a su experiencia anterior de gobierno claramente no son demasiado hábiles. Para Carod es mejor ser la consciencia nacional de un gobierno de izquierdas que la voz radical de un gobierno nacionalista, así que es probable que prefiera otro tripartito.

El problema de Artur Mas, paradójicamente, es que está demasiado cerca del éxito para ser deseable, pero demasiado lejos para ser imprescindible. Todo el mundo sabe que tiene las mejores cartas, así que nadie se fía de sus promesas demasiado: una vez presidente, podrá capitalizar los problemas de los otros demasiado fácilmente.

Sin embargo, eso aún no le descarta de la carrera por la presidencia. Si CiU es capaz de hacer una oferta que limite de forma convincente su capacidad real, atándose las manos de forma creíble, aún puede atraer al PSC o a ERC. Eso puede significar dar la presidencia a Montilla en un gobierno predominantemente convergente, o hacer un gobierno casi en pie de igualdad con ERC, incluso; algo que limite el futuro político de Artur Mas de un modo u otro. ¿Sucederá? No lo sé. Los Convergentes quieren la Generalitat, pero no sé si serán capaces de quitarse las ínfulas de realeza que da ganar elecciones.

Lo que está claro es que a nivel español, una reedición del tripartito es una buena noticia relativa para el PP, pero no creo que sea un movimiento demasiado significativo. Salga el gobierno que salga, el PSOE seguirá viviendo del apoyo de unos nacionalistas, así que Acebes y Zaplana podrán seguir llorando igual.

¿Quién dijo que habría grandes cambios?.

jueves, noviembre 02, 2006

Elecciones catalanas: notas rápidas

Escribiré en más detalle esta tarde, pero dejo aquí unos apuntes:
  • Como dije, ha habido relativamente pocos cambios. Nacionalistas (CiU, ERC) y no nacionalistas (PSC, IC, PP, Ciutadans) siguen sumando el mismo número de diputados. Las opciones de coalición siguen siendo las mismas (tripartito, nacionalista puro y sociovergencia) que en las últimas elecciones.
  • La he pifiado pero bien prediciendo el resultado de Ciutadans. Un 3% sigue siendo un número realmente escaso, sin embargo; no es una ola de antinacionalismo. Ver punto anterior.
  • No esperaba que el PSC cayera tanto; Ciutadans ha picado tanto del PSC como del PP, parece.
  • Mucho votante de Esquerra se ha cansado de infantilismo y se ha ido con el viejo nacionalismo.
  • Iniciativa se beneficia de ser el único miembro del tripartito sin tendencia a hacer el mandril. Bien por ellos.
  • Como dije cuando Jordi Sevilla llamó a Montilla charnego, presentar un castellanoparlante no era una buena idea.
  • Pactos: no veo a nadie con demasiado entusiasmo para pactar con ERC, la verdad. Veremos si hay sociovergencia (algo que no interesa al PSC) o gobierno nacionalista (algo que no veo favorezca a los republicanos); costará.
En fin, prometo escribir algo más sobre el tema... más tarde. Hay negociación para rato, así que tenemos tiempo...

miércoles, noviembre 01, 2006

Descentralizaciones y miedos infundados (I)

Es una tradición. Cada vez que hay elecciones autonómicas o una reforma estatutaria tenemos los clásicos comentarios quejándose que todo esto de la descentralización y los gobiernos regionales no ha sido más que una mala idea. Las acusaciones son variadas, y van desde hablar de despilfarro y corrupción a ver adoctrinamiento de los pobres niños en odas al nacionalismo. Hora de volver, me temo, a otro de mis viejos posts sobre tonterías autonómicas; esta vez, hablando de descentralización a nivel comparado.

Del funcionamiento del sistema autonómico en España he hablado en repetidas ocasiones. Es un arreglo institucional complicado, pero mucho más funcional, flexible y racional de lo que la inmensa mayoría de comentaristas dicen. Aún con sus problemas (el sistema de financiación está roto. Punto), sólo hace falta ver el crecimiento del país para darse cuenta que algo estará haciendo bien, aún cuando la redistribución entre regiones haya sido relativamente ineficiente. Vale la pena analizar, de todos modos, si este crecimiento es gracias a las autonomías o a pesar de ellas. ¿Qué efectos suele tener la descentralización política?

Para empezar, una acusación habitual es la de ineficiencia. Al multiplicar las administraciones por 17, se pretende que eso crea despilfarro, y esto se supone que lastra la economía. Obviando el hecho que existe algo llamado "división del trabajo", si la descentralización política tiende a desperdiciar recursos, sería natural que los países con una estructura federal o son más pobres, o crecen más lentamente. ¿Sucede eso en la realidad?

En pocas palabras: no. Si miramos los países del G7, tenemos cuatro federales o muy descentralizados (Estados Unidos, Canadá, Alemania e Italia) y tres más o menos centralistas (Japón, Francia y Reino Unido). De los siete, tres han crecido con fuerza los últimos diez años (Estados Unidos, Canadá y Reino Unido), con los otros cuatro no haciendo gran cosa. Hay dos éxitos para el federalismo (en el caso canadiense, incluso con gente pidiendo secesiones) y uno para un estado centralizado; no podemos decir que un sistema sea mejor que otro. Si tomamos más casos (toda la OCDE, por ejemplo), el crecimiento económico medio es más o menos parecido, con una ligera ventaja (pero poco significativa) para los países descentralizados. No parece que a nivel comparado la descentralización sea perniciosa; es natural pensar que España no tiene porque ser una excepción en este aspecto.

Otra acusación que se lanza a menudo es que la descentralización favorece el caciquismo. Aparte de ser este un estupendo argumento en contra de la independencia municipal (las administraciones tradicionalmente más corruptas, por cierto), de nuevo deberíamos echar una ojeada a los datos a ver que hay de cierto en ello. Podemos mirarlo desde dos puntos de vista distintos. Por un lado, si la descentralización favorece el caciquismo, los sistemas federales deberían producir patrones de voto mucho más estables que los sistemas centralizados. Por otro, los países descentralizados deberían puntuar peor en los índices de corrupción internacionales debido a este patronazgo rampante.

¿Sucede esto? La verdad, sólo puedo responder la segunda pregunta con relativa certeza, en parte porque traté de escribir un artículo académico partiendo de esa hipótesis. Y no, no hay nada; no hay una relación digna de mención entre federalismo y corrupción política entre países de niveles comparables de renta. La primera parte, estabilidad en el voto, es un artículo esperando ser escrito, o al menos no conozco estudios sobre el tema. Me temo que el resultado será igual de negativo.

Más allá de la comparación internacional, si el origen del caciquismo fuera la corrupción, en España o Italia veríamos niveles parecidos de caciquismo en todas partes. Sin embargo, la variación regional es realmente gigantesca; está claro que la fuente de la corrupción tiene que venir de otra parte, no únicamente del sistema autonómico.

En fin, esto es un principio. Hay más elementos a discutir, algunos realmente absurdos, como que el sistema educativo en mano de las autonomías crea nacionalistas (por eso el voto y el sentimiento nacionalista a nivel agregado permanece invariable desde la transición, claro) o que es una "fuente de división" (porque claro, en democracia todos deberíamos defender lo mismo), pero lo dejo para otro día.

Cuando se habla de las ventajas e inconvenientes de un sistema político, no es mala idea echar una ojeada a cómo ha funcionado en otros sitios. Parece bastante claro, viendo los datos, que los sistemas federales o descentralizados no son necesariamente más ineficientes que los estados unificados. Sabiendo que España es un sistema o bien muy descentralizado, o casi federal, y de su relativo éxito económico, la verdad deberíamos buscar problemas en otra parte.