Siempre me ha sorprendido la tozuda persistencia de las instituciones. La historia, en contra de lo que se dice habitualmente, no se repite demasiado; existen sin embargo ciertos equilibrios, ciertas dinámicas políticas, que parecen no irse nunca.
Que le pregunten a los rusos. En los últimos tres siglos el país parece moverse de forma irreversible entre cortos, intensos intensos de liberalización y súbitas, intensas caidas a una dictadura ligeramente menos opresiva. Tras unos pocos intensos, alocados años de democracia sui generis (presidente demente y alcohólico incluido), el nuevo siglo trajo la calma en forma de un extrañamente carismático ex-espia surgido de la nada.
Obviamente a estas alturas de siglo el ser una dictadura ya no se estila demasiado; incluso con lo que había caído en cuanto a desastres económicos en la era de Ieltsin, los rusos no están tan majaras de volver a un régimen de estilo soviético. La transición tiene que ser suave, respetando la letra de las leyes pero no su espíritu; el presidente no puede ser reelegido, pero su poder no va a desvanecerse. Putin pasará de presidente a primer ministro, y los hilos seguirán en manos de quien deben permanecer.
¿Por qué esta vuelta al autoritarismo, que muchos rusos parecen incluso apreciar? La respuesta es bastante complicada, pero un buen sitio para empezar a mirar es bajo tierra. Más concretamente, en los grandes yacimientos de gas y petroleo que tiene Rusia.
Putin y su gente viven en una posición excepcional para cualquier gobernante: tienen una máquina de generar ingresos sin recaudar impuestos. Básicamente con plantar un pozo de extracción y vender lo que salga, pueden regar la economía del país de dinero (y sus amigos, y sus bolsillos) sin que tengan que molestar a nadie con con ridículos tributos.
Para hacer las cosas aún más sencillas, Rusia es un país enorme, vasto, incontrolable, que se ha mantenido unido desde tiempo inmemorial a base de clientelismo y lealtades cruzadas. Los amigos que uno tenía en tiempos soviéticos (sean voluntarios o por la fuerza; por algo Putin y su tropa vienen todos del KGB) siguen siendo igual de útiles; los capataces, caciques y aparatchiks de antaño siguen controlando las mismas fábricas, hospitales y empleos de siempre. El viejo recurso soviético para controlar la enorme, gigantesca burocracia de controlar nombramientos, dachas, evitar viajes a Siberia (sólo ida) y recibir favores en los planes quinquenales se ha modernizado, camuflado bajo contratos estatales, dinero puro y duro, y evitar que el siempre leal sistema judicial te aplique las leyes que todo el mundo incumple.
Vieja y pobre Rusia.
1 comentario:
Jo egócrata, me he quedado alucinado que hemos escrito sobre el mismo tema sin ponernos de acuerdo ni nada :S A ver si te enlazo.
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