miércoles, enero 30, 2008

Hablando de estímulos fiscales (I)

Después de hablar sobre el (presunto) estímulo fiscal del gobierno Zapatero el otro día, Manolo Millón me contestaba con una crítica bastante extensa a mis propuestas sobre la materia. Si bien Gulliver tiene cierta razón que no está del todo claro que se necesite un estímulo para reactivar la economía estos días (inflación alta y crecimiento relativamente decente), vale la pena pretender que sí lo necesita y debatir un poco acerca de qué funciona y qué no funciona.

Empezaremos desde el principio; ¿por qué aumentar el gasto público para estimular la economía? Sin pararnos a hablar sobre teoría sobre el ciclo económico, vale la pena explicar qué es en esencia una recesión, sin meternos demasiado en sus causas. La economía de un país básicamente crece a base de producir; todo el mundo produce cosas útiles, como gnomos del jardín, y lo hacen cada vez más y mejor. Como más se produce, más ricos nos hacemos.

En una recesión, lo que sucede es los incrementos de la producción desaparecen; por algún motivo oscuro esas fábricas que nos daban gnomos de forma cada vez más eficiente dejan de dar beneficios y producen menos o cierran. La capacidad productiva está ahí, no ha desaparecido, pero no está siendo utilizada.

¿Qué pretende hacer un plan de estímulo fiscal? En una economía en que hay fábricas paradas y restaurantes vacios, lo que se busca es poner dinero en manos de quien vaya a gastarlo; esta gente va al mercado, llama a la puerta de la fábrica o restaurante, y les dice que se pongan a trabajar, que tienen dónde gastar. El estado puede permitirse hacer esto (en teoría) endeudándose un poco; una vez que el país vuelva a crecer a su ritmo habitual los ingresos volverán a lo que eran antes y podrá pagar esa deuda.

Tenemos por tanto al estado que tiene dinero que repartir para hacer que la economía espabile un poco. Nos interesa que este dinero que se gaste se destine a la compra de gnomos lo antes posible, para asegurar que las fábricas abren de nuevo; para ello debemos considerar qué tipo de reparto hará que esto suceda.

Este reparto es básicamente el que mencionaba el otro día, y que Manolo critica. El primero es aumentar el subsidio de desempleo, es decir, dar dinero a quien menos tiene y más lo necesita. Este dinero en la mayoría de los casos se gastará rápido, que es exactamente lo que pretendemos; es por eso que los cheques del paro son conocidos en la jerga como un estabilizador automático.

Es cierto que un subsidio de paro elevado puede ser contraproducente a largo plazo, al hacer los receptores más reacios a aceptar un empleo. Es un problema, sin embargo, relativamente menor. El subsidio puede ser relativamente alto los primeros dos o tres meses(el tiempo medio entre empleos en Estados Unidos, por cierto) para que los que pierdan su trabajo no disminuyan demasiado su nivel de gasto , y descender abruptamente los meses siguientes. El estímulo está ahí, el incentivo perverso no. Es también perfectamente factible hacer que si alguien rehusa una oferta de empleo firme pierde el subsidio (si las oficinas de empleo funcionaran bien...), y evidentemente nada como unas cuantas inspecciones fiscales (más de las que se hacen en España, sin duda) para mantener el fraude bajo.

Subir las pensiones bajas tiene un efecto similar; si uno tiene pocos ingresos, cuando estos aumentan los gasta. El estado puede permitirselo ahora sin demasiados problemas; un superávit del 2% del PIB da muchísimo margen de maniobra sin tocar ni el superávit de la seguridad social ni endeudarse. Si preocupa que este gasto adicional se eternice, se puede ser un poco cafre y dar el aumento sólo a los mayores de 75 años, o sólo a los jubilados con necesidades médicas específicas; que los que cobren más duren poco.

Lo que me lleva a la ley de dependencia. Es curioso que Manolo diga que lo de poner dinero en cuidad enfermos no aporte nada a la economía. Curioso y erroneo. A efectos de crear empleo es casi mejor que la industria, cualquier cosa del sector servicios es más intensiva en mano de obra que la industria o la agricultura. Y sí, cuidar enfermos es crear riqueza; es una actividad que genera valor añadido. Un asistente social cuidando un enfermo es un familiar que no tiene que dejar su trabajo para cuidar al abuelo, un abuelo satisfecho y una vida mejor para los tres implicados.

Hay este curioso mito que todo lo que no sea fabricar cacharros no produce riqueza, y la verdad, es una tonteria. Es hora de sacárselo de la cabeza.

Lo que si es una tonteria es criticar el gasto en infraestructuras, hablando de derroche y diciendo que si fueran rentables las haría el sector privado. Esto ignora, primero, el tremendo efecto multiplicador que tienen las infraestructuras en una economía, y el horrible cuello de botella que crean cuando estas son insuficientes. De nada sirve fabricar cientos de miles de gnomos del jardín si el puerto de mi ciudad sólo acepta galeras y trirremes, las carreteras son aptas para caravanas de burros y en mi aeropuerto sólo pueden aterrizar palomas mensajeras, básicamente.

La capacidad de la iniciativa privada de solventar estos cuellos de botella es siempre muy, muy escasa. Primero, porque las infraestructuras son casi siempre monopolios naturales; el coste de entrada (hacer un puente o línea de tren) es ridículamente alto, y mantener un competidor débil fuera del mercado es relativamente fácil debido a las enormes economías de escala (es más barato operar una red de trenes que una sola línea). El sector privado, si invierte, lo hara de forma monopolista, lo que equivale a tener una infraestructura cobrando precios abusivos, con capacidad artificialmente racionada y que no dará servicio a territorios no rentables. Un monopolista estatal evita estos problemas, y es muchísimo más controlable.

Y eso sin entrar en los costes de expropiación y la capacidad del estado de expropiar para el bien común, evitando que listillos se hagan de oro comprando parcelas en medio de la nada. Que en contra de lo que dice en los comentarios, no tiene nada que ver con el precio de mercado; es utilizar la geografía para tener capacidad de veto y exigir sobornos. El beneficio de una carretera usada por miles de individuos tiene un valor mayor que la economía personal de un sólo propietario, que es de todos modos compensado igual.

Las recetas que da Manolo, en contraposición, son una mezcla de ideas obvias (y sin efecto a corto plazo) y reducciones de gasto. Porque claro, si la economía no va bien, lo mejor es echar el ancla y asegurarse que frene en serio. Pero de eso, hablo más tarde.