jueves, febrero 22, 2007

Política italiana, estilo clásico

Si el otro día hablaba mal de los franceses y su sistema electoral digno de una república bananera, hoy toca hablar de los italianos y su espectacular incapacidad para crear gobiernos estables, no importa bajo qué reglas voten. O dicho en otras palabras, por qué la caida del gobierno Prodi no es más que una vuelta a la tradición en la política del país, tras la extraña aberración del longevo reinado de Berlusconi.

Seguir las aventuras del sistema electoral italiano es una tarea ligeramente desesperante. Desde finales de los ochenta los políticos en Roma han hecho de retocar estas reglas casi un deporte nacional, tras identificar (con cierta razón) el bizarro sistema de listas abiertas de la primera república como uno de los culpables de la endémica corrupción del país. El problema ha sido sin embargo el hecho que los fontaneros encargados de reparar el sistema han sido siempre los responsables que este se llenara de mierda, así que cada nuevo texto ha nacido con espantosos errores de juicio ya de origen.

El último engendro nace de la pluma de los gobiernos Berlusconi, y con la vocación (fallida, para variar; los políticos tienden a ser malos en esto) de ganar las elecciones a base de ingeniería institucional. El sistema parte de la idea que el origen de la inestabilidad política italiana no es la sobreabundancia de partidos, sino la poca coordinación entre ellos; como resultado, todo en la ley trata de incentivar la creación de grandes coaliciones. Los partidos aliados en una coalición suman sus votos a la hora de ver como se asignan los escaños en cada circunscripción (vía sistema proporcional); sin embargo, el número de escaños de cada uno de los partidos dentro de la coalición se asigna según el número de votos relativo entre ellos, entrando en la cuenta todo aquel que pase del 2% de los sufragios. Para reforzar la necesidad de meterse en grandes alianzas, si un partido está fuera de una alianza tiene que pasar del 4%, dando más incentivos para meterse en un equipo.

El sistema suena muy justo y magnánimo con minorías, dando a todo el mundo voz y voto, pero por desgracia es una máquina de crear problemas. Para empezar, envía cualquier pretensión de disciplina de partido a la mierda; con una barrera de entrada tan patéticamente baja para nuevas formaciones, incluso la más patética de las facciones disidentes puede presentarse en solitario y seguir en el parlamento. Más allá de este problema, estas reglas producen exactamente la clase de arreglos que se querían eliminar cuando se abandonaron los sistemas de listas abiertas: el parlamento está lleno de diputados con base electoral propia, separada del primer ministro, y por tanto con una tendencia alarmante a tener una lealtad a su gobierno más bien escasa.

En cierto sentido, el sistema político italiano es una especie de extensión bizarra de la paradoja de la minoría dominante de la que hablaba el otro día, pero dándole la opción a los disidentes de cargarse al líder, no sólo criticarlo. Siendo Italia un país de mayorías estrechas, con las dos grandes alianzas separadas por unos pocos escaños, todos los miembros de una coalición tienen poder de veto, es decir, pueden bloquear cualquier reforma que les moleste o incluso forzar una crisis de gobierno si les apetece ser especialmente maleducados. Y a diferencia de lugares como España, donde un gobierno en minoría siempre se apoya en un partido con un buen número de diputados, en Italia Prodi encabeza una coalición de partidos que apenas controla el 60% de los escaños de otra coalición de partidos que le da en teoría capacidad de gobernar. O en otras palabras, una receta para el desastre.

Queda explicar dos cosas. Primero, el porqué los gobiernos Berlusconi duraron tanto. La explicación, me temo, es sencilla. Si un Primer Ministro no quiere cabrear a sus socios de coalición, lo mejor que puede hacer es no enfrentarse a ellos tratando de evitar pasar leyes en temas sensibles; en otras palabras, no hacer nada. Si uno mira el historial de reformas del Cavaliere en su años de gobierno, lo cierto es que el término "nada" no va desencaminado.

El segundo punto es qué sucederá ahora. Esto ya es más difícil de saber, y depende de la estupidez congénita de los comunistas. Veremos; es posible que haya un segundo gobierno Prodi, con los mismos defectos de origen que el primero. La verdad, así cualquiera gobierna. País.

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