Andan por Estados Unidos todo preocupados por el precio récord, escandaloso, de la gasolina. El precio medio en el país estos días es de unos horripilantes $3,22 el galón, algo nunca visto, nunca oido, y que tiene al Congreso histérico buscando leyes que pasar que solucionen el problema.
Oh, el horror. Para españolitos distraidos, eso son unos espantosos, espantosos 0,63 Euros el litro, o dicho en otras palabras, a años luz del récord € 1,10 / litro que se llegó a pagar por la península no hace demasiado.
Entonces escribía sobre las conspiraciones y fantasmas que muchos veían tras las escaladas de precios en Estados Unidos, y defendía que no era más que el comportamiento habitual del mercado. Esta vez, sin embargo, tengo mis dudas.
El problema, por una vez, no es el precio del petroleo a nivel internacional. Los incrementos del precio del crudo se notan más o menos igual en todas partes; sin embargo este año en Estados Unidos han visto como el precio de la gasolina subía más de un 30% en pocos meses mientras el barril estaba de hecho a valores inferiores que el año pasado. No estamos ante una subida global que afecta más a la muy inelástica demanda de crudo americana; hay algo raro.
El gran culpable parece ser que son los intermediarios imprescindibles en el mercado energético, las refinerias. Resulta que con todo lo que está cayendo, y permaneciendo la economía americana tan sedienta como siempre de sus derivados del petroleo, la capacidad de procesar crudo de las plantas del país apenas ha aumentado (o incluso disminuido) en los últimos años. La industria pone montones de excusas para justificar este estancamiento: regulación ambiental excesiva, márgenes demasiado estrechos, un mercado inestable, más o menos la lista habitual. La verdad, yo me huelo más una restricción tácita de la oferta mucho más que otra cosa.
Es algo parecido a lo sucedido en la crisis energética de Enron en California, sólo que a mayor escala. Las grandes petroleras parecen haber llegado a la conclusión que la mejor manera de aumentar los beneficios es minimizando el riesgo que tiene cargarlos en el lado de la matería prima, y trasladarlos a algo más controlable como es el refinado. Al menos, eso es lo que se puede leer en las mismas hojas de resultados de compañías como Exxon, que parecen muy confortables teniendo plantas fuera de servicio a la mínima excusa. Y oye, no es que esta táctica sea nueva. Allá por Junio del 2001, antes que el 11-S hiciera a los americanos olvidarse de lo encantadoras que son sus empresas, ya había informes.
¿Soluciones?. Bueno, para empezar no creo que sea mala noticia, necesariamente. Por primera vez en 26 años, los americanos están conduciendo menos; algo nunca visto. La gente sólo entiende esto de la conservación cuando se apunta a su bolsillo, ciertamente. Algún día los americanos se darán cuenta que hay cosas que se arreglan mejor a golpe de impuestos que dejando que un cártel petrolífero cualquiera te robe la cartera, pero vaya, todo se andará.
3 comentarios:
Muy bueno el post. Muy periodístico: muy citando fuentes presentes y pasadas que poca gente tiene en cuenta. Me ha gustado.
No tengo nada más que añadir, salvo que el país está montado para ir en coche, y ahora no se puede prescindir de él así como así. Yo no lo veo tan automático.
Ese es el asunto. Con ciudades que carecen de servicios públicos de transporte a la altura y una distribución dispersa de la población urbana, la flexibilidad de la curva de demanda de combustibles para el transporte privado en EEUU es poca. Meter a capón un impuesto de combustibles seguramente incidiría más en un aumento de la inflación que en un ajuste a la baja del consumo . A no ser hubiera alternativas reales, claro. El etanol es una posibilidad, pero hay que modificar los motores (no demasiado) y sobre todo contar con una correcta red de distribución que, ¡qué casualidad! hoy por hoy está en manos de las petroleras. Petroleras que han invertido e invierten muchísimo en extracción (sobre todo en extracción), refino y distribución de petróleo, y que no creo estén por la labor de sustituirlo, al menos hasta que sea económicamente rentable.
Snif. Uno pone el impuesto y se lo gasta en trenes, porras... Snif.
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