martes, junio 12, 2007

Después del desastre: reconstruyendo el PSM (I)

En estos días de reflexión y lágrimas en el partido socialista de Madrid, me he decido a desarrollar ideas de las que ya había hablado y proponer dos métodos e ideas para renovar y reconstruir esta singularmente atroz federación del partido.

Solución uno: sencilla y fácil

Utilizando los valiosos contactos descubiertos en la investigación del Tamayazo, localizamos unos cuantos constructores con demasiado dinero en el bolsillo dispuestos a trabajar por la causa. Tras un rápido análisis en busca del diputado o dirigente del PSM más idiota y mercenario que tengamos disponible, se le unta hasta las cejas para que salga a la calle a dar un discurso defendiendo ETA, el terrorismo y despreciando a las víctimas, que grabaremos con 12 cámaras y llevaremos inmediatamente a la fiscalia.

Con esta prueba en la mano, y sin demasiado miramientos, aplicamos la ley de partidos en plan cafre e ilegalizamos el PSM totalmente. En plan draconiano, con Acebes dirigiendo su aplicación. Todo ex-dirigente, ex-portavoz y ex-cargo del PSM no puede acercarse a menos de 50 metros de nada que huela a política sin que las fuerzas defensoras de la normalidad le peguen una paliza.

Entonces, y sólo entonces, el PSM 2: el retonnno puede ser fundado y cuidadosamente reconstruido desde la nada, libre de todo lastre.

Solución dos: larga, dura y difícil

Si digo que algo tan bizarro e ido de la olla como aplicar la ley de partidos de forma radicalmente arbitraria es el camino fácil para arreglar el desaguisado en el PSM, es para dar una idea bastante clara de lo complicado que resulta hacer cambios en una organización metida en un equilibrio pernicioso. Esencialmente, el problema de la PSM es el derivado de un progresivo cambio de objetivos: la federación ha pasado de ser una maquinaria preocupada en ganar elecciones para aplicar políticas a ser un cortijo de individuos que sólo aspiran a conservar su puesto.

Evaluando el problema:

Eso implica que para recuperar el partido en Madrid y volverlo al reino de los vivos debemos solucionar no uno sino dos problemas. Por un lado, es necesario arreglar los mecanismos de selección de líderes y cargos intermedios para asegurar que estos seleccionan tipos que se preocupan por ganar elecciones, y por otro, debemos asegurarnos que los mecanismos que permitían que los dirigentes se eternizaran no sean capaces de sobrevivir a sus fracasos.

El problema más urgente es el segundo, ya que es el gran culpable que el PSM sufra problemas atroces de selección adversa. Uno de los problemas graves de la organización es la lamentable falta de capacidad que ha demostrado en generar talento; los socialistas madrileños, cuando han escogido candidatos sin interferencias, han enviado una larga retahila de incompetentes congénitos a las urnas. Si Simancas es lo mejor que puedes enviar a unas elecciones, apaga y vámonos, básicamente.

Dicho en pocas palabras, apuntarte al partido en Madrid es una pérdida de tiempo. Si uno quiere hacer política de forma efectiva a nivel local se encontrará, con muy pocas excepciones, con una serie de agrupaciones antipáticas dirigidas por fósiles, que a base de controlar agendas, censos y cuatro palancas de patronazgo de tercera (pisos de protección oficial, alguna plaza de funcionario) repiten victoria tras victoria en su cortijo. Cualquier bravo ciudadano vágamente competente será aburrido en irrelevantes reuniones hasta la extenuación, o sacado a patadas más o menos literales del local a la que moleste demasiado.

El problema no se reduce a lo que sucede en las agrupaciones locales, por supuesto. Los secretarios de cada agrupación viven relativamente tranquilos siempre y cuando alguien por encima suyo no trabaje contra ellos; si el censo es accesible fácilmente, el patronazgo no llega y los procedimientos tienen cierta supervisión para evitar abusos, su posición será relativamente vulnerable. Como de secretario local se vive muy bien (eso parece; no se van ni con agua caliente), es evidente que un tipo avispado tratará de llegar a algún tipo de acuerdo que favorezca ambas partes. Un cargo intermedio necesita su colchoncito de delegados para eternizarse en la ejecutiva, a fin de cuentas; un pacto de no-agresión para mantener las cosas como están es una decisión perfectamente racional; cualquier desacuerdo tenderá a desvanecerse según la red de apoyos recíprocos solidifique una facción o coalición estable al mando.

Cuando una mayoría más o menos sólida se hace fuerte en la dirección del partido, el problema es que toda la estructura se vuelve increíblemente sólida. Una "insurgencia" de militantes cabreados con mucho tiempo que perder quizás puedan ganar una agrupación, pero requerirá un esfuerzo enorme. La cuestión es que este éxito de hecho no les dará acceso a casi nada; serán una minoría, seguirán siendo muy vulnerables sin apoyo desde arriba, y aún teniendo voz no tendrán capacidad real para ayudar a abrir otras agrupaciones contra la oposición del furibundo aparato.

Un tipo lanzado en paracaidas estilo Miguel Sebastián se dará cuenta inmediatamente de lo divertido que resulta hacer campaña totalmente sólo contra un rival que de hecho nunca ha tenido oposición real, estando los compañeros todo ocupados manteniendo el cortijo en orden. Y lo más descorazonador, el partido tendrá problemas gravísimos reclutando cuadros intermedios, es decir, profesionales, líderes sociales y personas de alto nivel educativo, que entran como independientes en listas o gobiernos y que son a menudo el verdadero vivero de talento de un partido político.

Con esta estructura interna, el partido evidentemente es bastante incapaz de seleccionar candidatos con talento o con ganas de hacer cambios. Nadie quiere cambios; todo el mundo está estupendamente disfrutando de los resultados del desastre. Sea quien sea el jefe, nos aseguraremos que primero, no quiera tocar nada, y segundo, si se le ocurre tocar algo, empiece a ser víctima de misteriosas desgracias, catástrofes e insurrecciones. Si, a lo mejor le hace ilusión mandar en algún sitio fuera del partido, pero todo lo que sea tocar el funcionamiento del partido será anatema, así que nadie hará campaña demasiado en serio. Incluso si votamos al jefe con unas primarias, estará atado y bien atado con las mismas cadenas.

¿Cómo romper con esta dinámica? Como se ve, la cosa es bastante complicada, y de hecho tiene algo de quijotesca. Romper un círculo vicioso es, a menudo, más difícil que partir de cero. Hablaremos de esto mañana.

3 comentarios:

Butzer dijo...

El problema del ese rancio caciquismo que gobierna en muchas agrupaciones locales de todos los partidos políticos es que sin el apoyo de los votantes ni de los dirigentes superiores, nada se puede hacer para erradicarlo. Y es que el poder corrompe, que gran verdad.
Un gran post, sin duda.

Telémaco dijo...

¿Y el problema sólo está en el PSM? Yo creo que la selección negativa también es un problema de los partidos allí donde ganan. Especialmente donde ganan, porque entonces sí hacen daño. Por cierto que tu entrada me ha recordado doblemente a
este artículo
. Aunque en este caso me parece que la crítica va más arriba ;-).
Saludos.

R. Senserrich dijo...

No, el problema no es sólo del PSM; la selección adversa y el caciquismo son cosas que todos los partidos sufren en mayor o menor medida si no vigilan demasiado. La cuestión es evitarlo, evidentemente.

Lo de la selección adversa, por cierto, el artículo este del ABC no lo ha entendido demasiado. Igual que lo del principio de Peter, que tiene bastante de pamplina ingeniosa.