Lo que define a un país es muchas veces lo que le distingue del resto. En Estados Unidos, estas diferencias se ven claramente en las noticias y en televisión, donde uno no deja de ver noticias y anuncios que no vería jamas en España. En muchas ocasiones, la verdad es que no tienen motivos para estar orgullosos.
Empezaré por una historia ayer en las noticias locales. Una familia de Connecticut había organizado una colecta, con rifa, venta de pasteles y todo el sarao clásico, para recaudar dinero. El objetivo, poder pagarle a su hija varias operaciones para repararle la cadera y una pierna, gravemente dañadas por un accidente de tráfico, y que su seguro médico no iba a cubrir. Los pobres padres tenían una renta demasiado alta para poder usar el programa público de sanidad para menores, pero no podían pagar ni de broma la cirujía y rehabilitación de la cría sin hipotecarse hasta las cejas. Nada, un sistema justo, equitativo y eficiente de sanidad privada en el país más poderoso de la tierra.
Si fuera un caso aislado uno hablaría de mala suerte, pero no es la única historia deprimente estos días. Stop & Shop, una cadena de supermercados que cubre varios estados de Nueva Inglaterra, se enfrenta a una posible huelga estos días. El problema, de nuevo, la sanidad. Resulta que la empresa quiere cambiar los términos del seguro médico que da a sus trabajadores; primero requiriendo haber trabajado durante dos años en vez de los doce meses actuales para poder tener cobertura, y segundo forzando a los trabajadores a que paguen directamente una parte de las cuotas, en vez de tener que pagar un porcentaje del coste cada vez que van al médico.
Estamos hablando de un contrato que afecta a 43.000 trabajadores, en la única empresa del sector que ofrece cobertura médica. Con muchos de estos empleados cobrando menos de 10 dólares la hora, estamos hablando de gente que puede perder un 20% o más de sus ingresos si quiere seguir teniendo algún seguro médico. Y si hablamos de los pobres nuevos empleados, hablamos dos años teniendo que buscarse la vida con planes individuales, siempre más caros que los contratados por empresas al tener una menor dispersión del riesgo.
Stop & Shop, evidentemente, dice que no puede competir si sus costes laborales son mayores que el de otros supermercados que no ofrecen seguro médico. Es cierto, pero no creo que un sistema que premie a las compañías que tratan mal a sus trabajadores sea demasiado eficiente.
Lo realmente triste es cómo a veces parece que los americanos asumen el sistema como algo inevitable. La publicidad es de hecho un muy buen ejemplo, con un anuncio de Wallgreens dando un ejemplo realmente aterrador. En él vemos un actor vestido de farmacéutico (bata blanca, rodeado de medicamentos) explicando la historia de una amable viejecita en apuros. Resulta que el seguro de la mujer (bajo Medicare, semipúblico) sólo cubre gastos en medicamentos hasta cierto nivel, no más allá, y la pobre mujer no puede pagarse lo que le ha recetado el médico. El buen farmacéutico, todo orgulloso, habla de todo el tiempo que ha dedicado a hablar con el médico y la aseguradora, tratando de utilizar genéricos, y consiguiendo que la factura fuese lo más baja posible para que la pobre mujer no sufriera y tuviera sus medicinas.
No es por nada, pero ese farmaceútico amable es una criatura de ficción. No hay demasiadas almas caritativas con tiempo para ayudar a todas las viejecitas maltratadas por el sistema, y no hay encargados de Walgreens dispuestos a permitir que sus empleados pierdan el tiempo tratando de conseguir que sus clientes gasten menos dinero. Por algo las estadísticas de salud pública comparadas dicen de forma unánime que no sólo los americanos viven menos años que la mayoría de países de la OCDE (aún siendo el país más rico), sino que además su calidad de vida es peor. Sí, hay gente que tiene que decidir entre medicinas y poner la calefacción en el país más poderoso de la tierra.
De todos modos, lo más irritante no es que la sanidad sea cara, injusta e ineficiente; lo patético es que los americanos no tengan la más mínima idea que el resto del mundo hace las cosas de otra manera. Uno no verá estas cifras ni de broma ni en la televisión ni mencionadas por un político (todos con un miedo atroz a las aseguradoras), así que los Estados Unidos seguirán tirando a la basura cantidades ingentes de recursos torturando pacientes. Ahí es nada.
1 comentario:
Nada, nada, que el mercado lo arregla todo. Aun hay idiotas por RL hablando de privatizar la sanidad, joder...
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