Uno de los problemas de la democracia americana es el de la definición de sus distritos electorales. A diferencia de constituciones como la española, que definen las circunscripciones electorales ya de partida (la provincia), en Estados Unidos su dibujo está en manos de las cámaras de representantes, es decir, de los políticos estatales. Si estos se portan bien y no se dedican a trastear con ello, no es demasiado problema, pero en los últimos años el partido republicano ha decidido probar trastear con ello, a ver que pasa, sin demasiados escrúpulos. Tan pocos, de hecho, que sus manipulaciones han acabado llegando al Tribunal Supremo, que ha decidido revisar el asunto.
La historia empezó el año 2002, cuando los republicanos ganaron amplias mayorías en el congreso y senado de Texas. En un bonito ejemplo de caradura oportunista, la primera idea de los representantes fue cambiar el mapa electoral para las elecciones al Congreso dibujado hacia sólo dos años, rompiendo la tradición de revisarlos cada década.
La reacción de la minoría demócrata fue bastante patética. En vistas que iban a pasar un mapa electoral que daría una enorme ventaja a los republicanos (al ser circunscripciones uninominales, es relativamente fácil dibujar límites que den mayorías a un partido y no otro) se dieron a la fuga, tratando de bloquear la votación dejando las cámaras sin quórum suficiente. La respuesta de Tom Delay, montón de mierda sin escrúpulos con larga trayectoria y cerebro de la operación, fue garantizar a algunos demócratas vulnerables distritos que les aseguraran su reelección, consiguiendo suficientes deserciones (olé solidaridad de partido) para aprobar el cambio de distritos.
La cosa funcionó, y en el 2004, cinco nuevos republicanos ganaban un lugar en el Congreso a costa de los demócratas. Todo el asunto fue una demostración de cómo el partido demócrata, tan lamentablemente indisciplinado como de costumbre, era pasado por encima una vez más por unos republicanos disciplinados, coordinados entre varios niveles y listos para aprovechar el desorden del rival a la mínima oportunidad. Desde mediados de los noventa, cuando Newt Gingritch primero y Tom DeLay después descubrieron las ventajas de la disciplina interna, los republicanos han estado pasando la apisonadora de este modo, sacando todo el partido posible a cualquier debilidad del sistema para maximizar su poder.
El problema es que redibujar distritos de este modo puede que vulnere la ley de derechos al voto de los años sesenta, y el precepto constitucional de igualdad. Redibujando los límites para favorecer un partido político específico (algo que DeLay admitió alegremente estar haciendo), se penaliza la representitividad de algunas minorías, como un informe del mismo departamento de justicia admitia. El problema es que cuando el que hace los cambios, el que se beneficia y el que los vigila son de un mismo partido, esas cosas son ignoradas por los políticos... pero no por el contrapeso que es el poder judicial.
Veremos qué sucede. Lo que parece mentira es que este tema (políticos cambiando el valor de los votos para favorecerse) no haya creado un mayor escándalo en Estados Unidos. De hecho, cuando algunos estados han pasado propuestas para que los distritos los dibujen de manera independiente (Arnie en California, por ejemplo) el electorado las ha tumbado. La verdad, los distritos electorales, especialmente en el Congreso, son un problema grave ahora mismo. Con el sistema actual, más de un 95% de los representantes sale reelegido con márgenes de victoria ridículamente ámplios; o se cambia pronto, o las elecciones poco a poco tendrán cada vez menos sentido.
7 comentarios:
Eso de jugar con el redibujado de los distritos electorales se llama gerrymandering, en honor a un político que más que usar abusaba de las posibilidades del trazado de líneas. Es lo que quiere hacer la Condesa de Murillo en la Comunidad de Madrid, creyéndose que los demás somos gilipollas y se lo vamos a permitir. Esta se cree que después del tamayazo todo el campo es orégano, y que va a ser Presidenta toda la vida ...por las buenas o por las malas.
A veces eres un poco sectario, egocrata. Cierto que es vergonzoso lo de Texas, pero el gerrymandering tiene una larga tradición bipartidista. En la California que citas, por ejemplo, es más bien cosa demócrata.
Bueno, ya he señalado que es un problema grave en todo el país. Lo de sectario es además de una palabra que se usa demasiado a menudo, erroneo.
Aparte que señalo claramente que más de un demócrata fue complice en la jugada...
Os mando dos joyitas sacadas de la wikipedia:
Joya 1 (Demócrata)
Joya 2 (aún peor...)
Me encanta el pie de la primera, lo de 'running unopposed'... total para qué, dirían sus rivales...
Lo dicho, todo el país es una vergüenza en este aspecto...
La división discriminatoria de los distritos electorales es una de las pocas cuestiones de derechos civiles (quizás la única) que no sólo pueden ser resueltas por los tribunales y nunca por los parlamentos afectados, porque evidentemente ellos son la base del problema y beneficiarios de la discriminación.
Estoy con los anteriores en que pintas este problema como una historia que empezó en 2002, cuando es tan viejo como la República.
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