lunes, abril 30, 2007

De hipotecas y costes crecientes

Las subidas del Euribor se han convertido en una noticia de primera página habitual en los periódicos españoles, que por una vez hablan de un tema que afecta a un número considerable de sus lectores directamente. A diferencia de la descendencia del futuro jefe de estado, los tipos de interés tienen un efecto en el bolsillo de muchos, así que es necesario pararse y repasar los datos.

Las hipotecas en España se han encarecido 1.536 euros anuales en los últimos 19 meses, si tomamos el extremo más tremendista de la estadística. En el último año el índice de referencia ha pasado del 3,221% al 4,251%, una subida notable. Sin embargo, mirar series temporales de datos sin irse un poco atrás en el tiempo es algo relativamente inútil; es necesario tirar un poco más atrás para ver qué significa este 4,251% realmente.

La verdad, significa bien poco. Aún con estas subidas, los tipos de interés en España están a niveles ridículamente bajos históricamente. Si miramos los últimos 18-20 años (y con la economía funcionando a crecimientos razonables, no al nivel frenético de los 80), vemos que han oscilado del 6,63% hasta el 2,076%, estando la cifra actual dentro de un valor medio razonable en esta escala.

En otras palabras: si alguien compró una casa haciéndo números para vivir con los pagos de hace dos años o tres años y ahora está pasando apuros, es que realmente no se podía permitir esa casa. España ha pasado de mínimos históricos (en verano del 2003) a un valor cercano a la media de los últimos 15 años; los pagos de las hipotecas actuales son en cierta medida el valor "correcto" o "habitual", no la anomalía de hace unos meses.

Como bien comentaban por La Moqueta, una hipoteca no es, en contra de lo que dice la leyenda, siempre mejor que un alquiler; de hecho, es bastante probable que sea lo contrario. Aún con el patéticamente limitado mercado en España (hay muy pocas casas en alquiler, en proporción), los pagos de una hipoteca son normalmente bastante superiores a lo que se pagaría por la vivienda de alquiler equivalente. Cierto, uno no está invirtiendo en una casa cuando paga a su casero, pero con pocas excepciones, el valor de mercado de una vivienda a largo plazo no es una forma demasiado rentable de invertir el dinero.

Los precios de la vivienda han aumentado como locos en los últimos 10 años (casi 150%, sin ajustar por inflación), en gran parte debido a los absurdamente bajos tipos de interés; sin embargo, embargo una cartera de acciones de bajo riesgo (el Ibex35, sin ir más lejos) tiene un retorno agregado muy similar, y eso sin contar dividendos. En contra de lo que dice el mito, los precios de la vivienda en términos reales si han disminuido en más de una ocasión (91, 92, 93 y 96, y cito de memoria), y si tuviera que apostar, estoy bastante seguro que el 2008-2010 veremos cifras similares. De hecho, en algunos mercados ya ha empezado a suceder.

Aún con la situación relativamente anómala de España en los últimos tiempos (esto de converger con Europa encarece las cosas algo serio), es necesaria que haya una burbuja sin precedentes para hacer que una hipoteca sea una inversión de primera. El dinero que nos ahorramos alquilando, la verdad, puede ir a cosas mucho más productivas.

Si de hecho miramos los datos históricos de países más normales (esto es, ricos desde hace tiempo, no nuevos miembros del club), veremos que a largo plazo la vivienda tiende a ser una inversión con un retorno medio cercano a cero (precios suben con la inflación), cosa que tiene cierto sentido: en el fondo, la "productividad" de una casa es la misma hoy que dentro de 10 años: es capaz de albergar una familia y punto. Puede que la zona se haga más deseable y el precio suba más, puede que empeore y suba menos, pero de media, las casas de un país no tienen por qué aumentar de precio.

A todo esto, el crash inmobiliario en Estados Unidos sigue a buen ritmo; por algo escribo de esto. De hecho, por eso quiero cambiar de trabajo. Pero esa es otra historia; que contaremos en otra ocasión...

viernes, abril 27, 2007

Reflexiones rurales

Uno de los debates recurrentes en muchas regiones de España es el de la despoblación. Muchas zonas rurales están perdiendo habitantes a marchas forzadas, y la vitalidad de provincias enteras parece estar deslizándose lentamente hacia el letargo. Algo debe hacerse para recuperar el tiempo perdido, se dice a menudo. Es un problema grave y debe ser solucionado, se añade siempre, culpando el olvido que algún gobierno lejano ha sometido a la provincia.

Estas discusiones sobre la pérdida de relevancia de determinadas regiones, sea Teruel, sea Soria, sea Zamora, o cualquiera de las decenas de ejemplos que podemos encontrar por el país, siempre encontramos dos problemas. Primero, los quejidos provinciales son invariablemente recibidos desde el "centro" (sea Madrid, Zaragoza, Valladolid o Bruselas) con un unánime coro de bostezos, con políticos siempre más preocupados de las zonas más pobladas y productivas que de olvidadas zonas de paso. Segundo, y quizás más grave, es bastante probable que la discusión sea estéril, y se esté enfocando el problema desde el ángulo equivocado.

Esto me lleva a tener en cuenta tres problemas, y sus potenciales soluciones. El primero, el lastre que supone tener que cargar con decisiones políticas que favorecen a otros a niveles muy esenciales. Un ejemplo claro sería el de los impuestos. Es absurdo que una región como Soria tenga el mismo impuesto de sociedades, las mismas tasas e impuesto de sobre la renta que Valladolid o Barcelona.

El Estado en Soria realmente no necesita demasiado dinero para funcionar; mantener un hospital modestillo, unas carreteras que andan sobradas de capacidad, y unas escuelas que están cada vez más vacias. Los grandes gastos necesarios para que una ciudad como Madrid funcione, como metro, autopistas y aeropuertos que no ahoguen la hiperactiva economía de la región, miles de inmigrantes, millones de pacientes y carísimas universidades no están en Teruel o Soria; sin embargo, los impuestos son para un volumen de gasto más cercano a una gran capital.

Para hacer negocios, Madrid o Barcelona tienen ventajas innegables. Dinero atrae a dinero, y siempre será mucho más fácil trabajar desde un lugar lleno de empresas y con comunicaciones fantásticas que en una zona rural. La única manera que una zona menos activa puede competir es bajando el precio, sea mediante transportes, sea mediante impuestos, y la mayoría de zonas que pierden población no tienen tráficos que justifiquen lo primero, y no pueden tocar lo segundo más que en los márgenes. Si uno no puede ser ni bueno, ni bonito, ni barato, no hay demasiado que hacer.

Hay un segundo factor, sin embargo, que es también necesario considerar: quizás es hora de dejar de lloriquear y confiar en la gente. Wal Mart, la mayor cadena de hipermercados del mundo, no nace en Chicago o Los Ángeles a la sombra de algún rico inversor comprando otras tiendas, si no de Bentonville, Arkansas, la cosa más cercana al culo del mundo que uno podía encontrar en Estados Unidos hace 50 años. Amancio Ortega tiene la idea de una cadena de tiendas que cambie todos sus productos cada dos semanas (y los venda a buen precio) en Arteixo, no en otra parte. A veces es cuestión de dejar vía libre a los locos y esperar a ver qué sale, en vez de pasarse el día reflexionando sobre qué equipamientos debe construir el ayuntamiento para que una fábrica no cierre.

Cosa que me lleva al tercer punto, el de adaptarse. Las zonas rurales deben dejar de obsesionarse con recuperar glorias perdidas, y tratar de trabajar no tanto en la creación directa de riqueza, si no en la "multiplicación" de la que crean otros. Si Zaragoza fabrica coches, es una buena idea que en una población cercana se creen equipamientos para probarlos y trabajar en su diseño. Siempre, a ser preferible, con los políticos saliéndose del medio, y dejando que sea quien quiera hacer dinero lo haga. La clave de la riqueza estos días es estar conectado a la economía internacional, no pensar localmente. Por mucho que suene a tópico, trabajar mirando fuera es clave, y la mejor manera de apuntarse es arrimándose a quien ya está conectado.

miércoles, abril 25, 2007

Haciendo las leyes invisibles

Normalmente al hablar de leyes y su cumplimiento tenemos en mente algo bien poco sutil. Un grupo de políticos, tras ser votados en el cargo por varios millones de personas, escriben un texto en un lenguaje oscuro y arcaizante regulando algún aspecto de nuestras vidas. Una vez el mamotreto es aprobado, la ley pasa a estar en los libros y su aplicación pasa a ser el trabajo de un ejercito de dos millones de funcionarios, bajo la vigilancia de unos tribunales que pueden arruinarte la vida si decides que esto de no pegar a los niños del vecino cuando se portan mal es una mala idea.

Lo cierto es que dicho así suena bastante abrumador. Un libraco lleno de artículos, con todo el poder del estado detrás; la verdad, esto de la ley es algo un poco inquietante. Todas esas reglas, esperando que yo las vulnere. Cielos. Sin embargo, es un ejercicio intelectual interesante considerar de hecho cuantas normas de hecho seguimos y cumplimos a lo largo del día, muchas veces sin darnos cuenta.

Empezando por las normas gramaticales y ortográficas del castellano, un servidor ya ha cumplido unas cuantas. He bajado la basura esta mañana (en mi barrio, se recoge cada miércoles), tomado una ducha y vestido en "uniforme" de oficina, respetado el hecho que son las ocho de la mañana, y aceptado el dólar como depósito de valor al contemplar con fustración lo mucho que ha subido el recibo de la luz. Tras aceptar las reglas de transacciones electrónicas y pagarlo por internet, ahora cuando vaya al trabajo respetaré de forma escrupulosa el hecho que debo circular por la derecha, a pesar de mis convicciones izquierdistas. Una vez en la oficina, asumiré que no puedo usar las información de los clientes para comprar en Ebay, aceptaré que las puntuaciones de crédito son relevantes, y a pesar del profundo sopor que todo lo envuelve, aguantaré estoico hasta las cinco para irme a casa y jugar a videojuegos, que es lo que realmente me apetece.

En todas esas acciones, y en muchas otras pequeñas decisiones sutiles que tomamos a lo largo del día, el estado no ha tenido nada que ver. El hecho que acepte dólares como salario (y no exija oro o ganchitos como forma de pago), circule por la derecha o siga la hora oficial no depende de mi temor a que el gobierno federal me pegue una paliza, sino de algo tan simple como mi propio interés. Son reglas que están en los libros no tanto para ser sancionadas, sino para actuar como señales comunes que nos benefician a todos.

En cierto sentido, una ley o regla de esta clase no es más que una constación de un cierto equilibrio o interés social común. Nos conviene a todos usar papel moneda, así que la elaborada estructura bancaria que justifica el valor de los impresos es de hecho en el fondo bastante irrelevante. El hecho que prefiramos conducir en carreteras ordenaditas sin conductores suicidas hace que el código de circulación sea un tanto redundante; y de hecho si vemos lo ridiculamente corto que es este en Estados Unidos uno le ve aún menos sentido.

Estas reglas obivias de la vida diaria no son las únicas que se rigen por este principio. Si miramos a entes tan complejos y reglamentados como la bolsa, contratos o transacciones variadas es fácil darse cuenta que tras tanta salvaguarda, protección y abogados variados se esconde algo que existiría igualmente aunque las leyes no lo exigieran. Uno se aseguraría de mirar las cuentas de una empresa en detalle antes de comprar acciones, hubiera reglas sobre ello o no, y las empresas en bolsa (o sus auditores) se asegurarían que esa información fuera relativamente fiable, con o sin vigilancia del Estado. Cuando el gobierno escribe leyes sobre cómo se deben hacer estas cosas, no está más que estandarizando un comportamiento que existiría igualmente, reduciendo costes de transacción al hacer que todo el mundo vaya por las mismas reglas.

Más allá de la economía, los sistemas políticos no son demasiado distintos a la hora de seguir reglas. Si un país es una democracia, con políticos respetando la poco intuitiva regla que si pierden las elecciones dejan el poder, es en cierto sentido porque es el sistema que le conviene a todo el mundo. Cuando este hecho no se produce, uno tiene resultados como el de Irak, víctima de un arreglo institucional que sencillamente parece no cuadrar al país.

Las leyes son a menudo expresiones de un cierto equilibrio social, más que una estructura punitiva; tienen mucho más de guías de uso que de límites. Cuando una norma necesita que el estado trabaje duro para que sea cumplida (caso del consumo de drogas, sin ir más lejos), es bastante probable que el texto esté tratando de meter con calzador algo que no cuadra demasiado.

¿Significa esto que no es recomendable usar leyes para cambiar las cosas? No necesariamente. A veces la legislación puede ser sutil (un impuesto sobre hidrocarburos, sin ir más lejos), y producir grandes cambios. A veces aplicar la ley puede ser necesario para romper una situación que produce un resultado racional individualmente pero absurdo a nivel colectivo (caso de la corrupción sistemática ) o para romper una situación manifiestamente injusta (racismo colectivo, igualdad de oportunidades). Se debe ser muy consciente, no obstante, del hecho que las leyes a veces son de hecho realidades sociales, no sólo barreras anticuadas. Entender su sentido, y su papel en una sociedad, es imprescindible antes de hablar de cambiarlas.

lunes, abril 23, 2007

Cuando la mortalidad infantil empeora

Que el sistema sanitario americano es una pesadilla burocrática no es precisamente una sorpresa. Lo que resulta especialmente cruel es que Estados Unidos sea el único país industrializado donde las estadísticas sanitarias están empeorando, y que este resultado no tenga nada de inesperado.

Durante años, el gasto en Medicaid y ayudas sociales ha estado sufriendo recortes por parte del gobierno federal y los estados. Medicaid es el seguro sanitario público para gente con muy pocos (poquísimos) recursos, una especie de reliquia de los años sesenta, cuando América aún tenía proyectos como la Great Society. Como atiende un colectivo que no vota demasiado a menudo ni da donativos a ningún político, ese capítulo del gasto federal ha sido el clásico objetivo de todo aquel político con ganas de equilibrar el presupuesto, normalmente con la excusa de combatir un fantoche ficticio muy habitual en la retórica de los republicanos, las Welfare Queens.

¿Qué ha sucedido tras tantos años de recortes? Los datos de mortalidad infantil en las regiones más pobres del sudeste del país, nunca un ejemplo de vitalidad sanitaria, han empeorado considerablemente, junto una larga lista de otros indicadores de salud. De hecho en Missisipi ha subido del 9.7 por cada mil nacimientos al 11.4, en comparación al 6.9 de la media nacional. Una media que por cierto ya es de por sí catastrófica; un 50% mayor que la francesa, sin ir más lejos. Esto se traduce que en algunos estados del sur la mortalidad es el triple que en la mayoría de países de la Unión Europea, algo sencillamente horripilante.

En fin, ninguna sorpresa. Si dejas a gente que no se puede pagar la sanidad sin seguro médico, lo natural es que la calidad de la atención que estas personas reciben empeore. Tener un hijo sin ninguna clase de consejo médico no es más que una receta para el desastre, y las estadísticas, como de costumbre, acaban por señalarlo. Sí, hay otros factores como los niveles de pobreza y educación, pero estos no son más que excusas que ignoran el núcleo del problema: si eres pobre en Estados Unidos, tu vida no vale un pimiento. Es así de triste.

domingo, abril 22, 2007

La AVT y el milagro de la unanimidad perpetua

Anda el señor Alcaraz todo orgulloso diciendo que la AVT es una, grande, libre y representativa, como demuestra que su gestión ha recibido un apoyo unánime en la asamblea. Unánime, el tío. Sólo los líderes del partido comunista búlgaro consiguieron una cosa semejante, un apoyo tan masivo, unas bases tan deslumbradas por el genio político de su presidente que votaron, prietas las filas, todos a favor. Alcaraz, el mejor político desde Pericles. Qué bueno, el tío.

En fin, menuda estupidez. De hecho la misma unanimidad monolítica del voto es un indicador claro que la AVT es patéticamente poco representativa. Sí, quizás todos sus miembros están de acuerdo, pero en una organización de carácter voluntario eso es bastante irrelevante.

Cuando uno pertenece a un club o una asociación y la dirección toma decisiones, uno tiene básicamente tres opciones. Si uno está de acuerdo con lo que el presidente hace, se acepta, y no se dice nada; se sigue leal a la organización. Si uno no está de acuerdo, sin embargo, un miembro puede hacer dos cosas. La primera, la clásica pataleta; se protesta, levanta la voz y se queja que la dirección está haciendo el tonto. La segunda, menos visible en votaciones, normalmente sigue a la de la protesta, si esta es inútil; salir de la asociación, dando o no un portazo.

¿Es el apoyo a Alcaraz en la AVT unánime y sólido?. Sí, sin duda. Los votos están allí, eso no lo niega nadie. Sin embargo, estos resultados son un síntoma claro que la maquinaria política de la asociación no es incluyente, si no que está echando a los disidentes a patadas. A la gente que no está de acuerdo, sencillamente, se le señala la puerta, mientras que la AVT sigue ejerciendo su papel de plañidera mediática con tendencias conspiranoicas oficial del reino, entre aplausos y risas del respetable.

Alguno dirá que el sistema de gobierno de la AVT es abierto y transparente, y que las asambleas votan libremente. Con perdón, pero todos sabemos (y me hecho un panzón de hablar de ello) que una organización de este tipo es fácilmente manipulable, especialmente por gente con recursos, artillería mediática y un infinito afán de protagonismo; algo que según todos los informes, Alcaraz tiene a espuertas.

En fin, después dirán algunos que no usan a las víctimas, y tendrán razón. Lo que usan es la ficción de la mayoría de las víctimas, un espantapájaros de diseño para atizar al gobierno con él. Patético.

viernes, abril 20, 2007

Nueva York, Kyoto y los peajes urbanos

Hará cosa de medio año, a cierto brillante estratega político del PSOE se le olvidó la alergia española a todo lo que huela a prohibición y decidió sugerir un peaje para circular por el centro de algunas ciudades españolas. El sector negacionista liberal habitual se lanzó en tromba populachera contra la medida, a pesar que de hecho no deja de ser una solución bastante más cercana al libre mercado de lo que parece. Como comentaba entonces, una tasa de congestión es de hecho un impuesto que pone un precio a las externalidades negativas que genera un coche en una zona urbana, esto es, hacer que todo el mundo tenga menos espacio y un mayor atasco.

Ayer, siguiendo el ejemplo marcado por Londres, el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, proponía empezar a recaudar esta tasa en Manhattan. Esta medida formaría parte de un enorme paquete de nuevas regulaciones y políticas para modernizar la ciudad y su gobierno, con un énfasis muy marcado en el ahorro energético, haciendo la ciudad más eficiente. Contando que Bloomberg es un inversor financiero importante, y republicano para más señas, vale la pena echar una ojeada a las medidas, la verdad.

Lo más significativo, sin embargo es el detalle de usar un impuesto como arma de fuego principal contra el ineficiente gasto energético en el transporte. Se habla mucho de Kyoto, límites y reducciones voluntarias a las emisiones, incentivos para el desarrollo e implementación de nuevas tecnologías, hacer la nueva superbombilla obligatoria o prohibir la venta de coches demasiado ineficientes, pero se tiende a ignorar la solución de hecho más simple, que es actuar en el mecanismo de precios.

En vez de tratar de forzar a tortazo y prohibición limpia según que gastos o compras, los europeos descubrieron hace ya bastante tiempo (y parecen haber olvidado) la forma más sencilla de cambiar comportamientos con externalidades negativas en el transporte: el impuesto de hidrocarburos. Si quemar petroleo tiene un precio mayor que el que se paga en el mercado, ya que su consumo genera unos costes a terceros que de hecho no se pagan en su extracción y venta (esto es, la contaminación atmosférica), la manera más sencilla de hacer que este precio esté cercano al coste real es a impuesto limpio, y punto. En vez de andar con tonterías cósmicas de subvencionar centrales limpias, dar masajes ecológicos a las energéticas o cargar de regulaciones obtrusas a todo aquel que quiera producir energía, es más eficaz, clarito y sencillo ponerle un precio a las emisiones con un impuesto y listos.

Nos ahorraremos varias cosas. Para las empresas, el eternamente confuso proceso de cumplir con toneladas de regulaciones sobre el medio ambiente, que aparte de ser difíciles de hacer cumplir no siempre tienen demasiado sentido, se verá muy simplificado. Sencillamente, ahora saben que si sus emisiones son cero, no pagan impuesto, si son 10, pagan tanto, y si usan una máquina de vapor de 1910 con carbón malo pagarán una exageración. Es otro precio en su cuenta de gastos, la materia prima "medio ambiente" que ahora mismo está oculta tras una horda de abogados y directivas de la Unión Europea.

El contribuyente, mientras tanto, empezará a pagar unos precios más cercanos a la realidad, derivados de forma más precisa del coste medioambiental de cada tecnología, y no tanto de las especulaciones regulatorias del día. Si una bombilla eficiente vale la pena o no debe ser independiente de las regulaciones; uno debe notarlo gracias a que la electricidad tiene el precio correcto derivado de considerar todos sus costes.

¿Como establecemos las tasas para que se ajusten al precio de mercado? De hecho, esa es la parte más sencilla. Existen ya mercados de derechos de emisiones derivados de Kyoto; podemos tener un precio bastante realista al hablar del coste real de las emisiones. El estado pagaría por ellas (si nos pasamos) o venderá (si nos quedamos cortos) según lo que se emita, siendo el valor del impuesto derivable de estos costes. Con suerte, uno puede acabar no recaudando casi nada, vendiendo derechos a precio de oro, y bajando otros impuestos, y todo por tener en cuenta que gastar energía no es gratis. A saber.

jueves, abril 19, 2007

De crímenes y armas de fuego: Virgina

Quizás será que ha dejado de sorprendernos. Lo cierto es que la blogosfera hispana ha hablado bien poco del espantoso tiroteo en la universidad Virginia Tech, que ha acabado con 32 muertos y el suicidio del estudiante enajenado que decidió irse al otro barrio haciendo el número. Los medios de comunicación americanos, nunca perezosos a la hora de buscar carnaza, prácticamente no hablan de otra cosa, y los políticos locales reaccionan tratando de parecer muy ocupados hablando del tema de siempre, las leyes de posesión de armas de fuego en Estados Unidos.

El debate más extraño de la política americana vuelve a primer plano, como cada vez que hay más de 10 muertos en algún tiroteo. ¿Es de veras un tema relevante? ¿Son las armas de fuego un peligro real? Veamos.

Empezaremos por la pregunta más sencilla, la relevancia política del asunto. Las leyes de control de armas de fuego en este país son una de esas rarezas que los sistemas democráticos provocan de vez en cuando, derivadas del hecho que el voto es un instrumento un poco torpe a veces para dar opiniones. Tradicionalmente, más de la mitad de los americanos están a favor en todas las encuestas a que se controle el acceso a las armas de fuego en menor o mayor medida, con ligeras variaciones siguiendo el nivel de criminalidad (el hecho que estos mismos niveles serían considerados horripilantes en cualquier país europeo, por cierto, lo dejo para otro día).

El problema, en este caso, es de intensidad de preferencias. Existe un relativamente pequeño grupo de votantes que tienen el derecho a llevar armas como algo sagrado (sobre un 10%, aunque no hay datos claros), y que siempre votan basándose en la posición de los candidatos en este tema. El electorado a favor de imponer ciertas restricciones, sin embargo, no hace lo mismo, prestando atención antes a otras cosas; como resultado, hablar de ello es un campo de minas político considerable. No hay político con ganas de sacrificar votos apoyando algo vagamente popular, pero potencialmente tan dañino, así que las leyes no cambian demasiado. Repetimos, por tanto, la paradoja de la minoría dominante, aunque en un contexto bastante distinto.

La cuestión central, y que parece siempre llevar a infinitos debates circulares, es si las restricciones o permisividad en la tenencia de armas de fuego afecta al nivel de crimen. Responder esta pregunta, como de costumbre, es bastante complicada, en gran parte porque no hay datos decentes, y cuando los hay estos son muy difíciles de controlar bien.

Lo habitual para los defensores del derecho a llevar armas es señalar que la variación de los niveles de homicidios dentro de Estados Unidos parecen seguir bien poco la dureza de las leyes. Exponer los datos a simples correlaciones, sin embargo, es falaz, ya que la libre circulación dentro del país hace cualquier prohibición poco efectiva. Más allá de eso, hablar de crimen sin tener en cuentra otros factores sociales (desigualdad, densidad, paro, uso de drogas, gasto policial) es una tontería estadística profunda, ya que las cosas se rompen rápido cuando uno omite variables. Compilar una base de datos con todo eso es factible, evidentemente, pero no conozco a nadie tan masoquista para hacerlo bien.

Los críticos, por supuesto, son iguales de felices entrando a saco con datos igualmente torpes, empezando por las estadísticas comparadas a nivel internacional. Sí, los niveles de asesinatos en Estados Unidos son horribles ( peores que Bulgaria, por ejemplo, y más de cuatro veces los españoles), pero fijándose en estas cosas uno sólo repite los errores anteriores, con el agravante de mezclar a veces diferentes definiciones. Basta con coger homicidios para ver como la correlación cae en picado, aunque siga existiendo. y sí, la correlación es una técnica estadística profundamente chapucera en este caso.

Cuando un incidente tan grave como el de Virginia sucede, sin embargo, lo cierto es que todos estos datos son bastante irrelevantes. Lo cierto es que la proporción de potenciales maníacos homicidas por países es bastente probable que no tenga grandes diferencias; siempre hay un porcentaje pequeño, minísculo de gente que está potencialmente como un cencerro, y si no recibe tratamiento puede perder los nervios algo serio. Lo sucedido el lunes es, a buen seguro, uno de estos casos; una anomalía estadística derivada de la propia fragilidad mental que ocasionalmente tenemos los seres humanos.

Si no hubieran sido pistolas, Cho Seung-Hui hubiera utilizado un machete, gasolina, fertilizante o alguna otra burrada semejante, pero hubiera hecho alguna bestialidad igualmente. Quizás algo tan simple como una tonelada de Prozac y una sanidad pública que lo hubiera tratado hubiera evitado el problema, pero el control de la posesión de armas de fuego no hubiera cambiado nada.

Lo cierto es que en el debate eterno de la política americana, no hay respuestas claras. El hecho que casi todo el resto del mundo haya ido en dirección contraria es quizás significativo, pero no podemos decir que el hecho de poder tener un revólver o no sea tan relevante. Y la verdad, no parece que vayan a cambiar las cosas.

martes, abril 17, 2007

Escritos a la espera

Parece que no voy a tener tanto tiempo libre como esperaba al volver de las vacaciones, para variar. Entre el desfase horario y mi jefe, que tiene todo de urgencias esta semana, aún no he tenido tiempo de escribir. Una lástima, porque tengo unas cuantas cosas en mente. Ahí van unos anticipos:
  • El caso Conthe, o como algunos parecen haber olvidado que hacer oposición sobre temas demasiado obtrusos es ciertamente una pérdida de tiempo. Especialmente cuando se dice defender la compra de una empresa española por una alemana mientras se habla de españolidad.
  • El caso Imus, o como uno puede decir tantas tonterías como quiere durante años en Estados Unidos, y ser masacrado por un comentario no demasiado distinto el día menos pensado.
  • La falacia del coste de Kyoto, o cómo uno puede reducir sus niveles de emisiones y seguir creciendo a todo trapo. España lo hace, vamos.
  • Sobre leyes y equilibrios, o cómo las mejores regulaciones son aquellas que apenas necesitan vigilancia.
  • El tiroteo de Virginia, aquí en EUA. En parte porque 33 muertos en una universidad son ciertamente algo espantoso, en parte porque me huelo que hubo una incompetencia colectiva bastante preocupante, en parte porque aquí las noticias no van a hablar de otra cosa durante un par de semanas. Y evidentemente, es hora de hablar de posesión de armas de fuego, un tema mucho más complicado de lo que parece.

domingo, abril 15, 2007

Primary Colors (VIII): el sucio dinero

No hace demasiado me quejaba amargamente que Obama me gusta bastante, y que quizás me gustaría más si tuviera la más remota idea sobre qué piensa. Los periódicos americanos, para variar, siguen centrándose en cualquier cosa menos en lo que defienden los políticos, y hoy en el Washington Post tenemos un artículo tan brillante en detalle del contenido como irrelevante para el electorado en general.

Si alguien tiene curiosidad por saber cómo recauda Barack Obama, y qué estrategias usa para financiar campañas, que se pase por aquí. Si alguien quiere saber sus ideas... pues lo tiene difícil.

Estamos en lo de siempre, ir a lo fácil. No hay nada más sencillo para un periodista que recurrir a la metáfora de la carrera o batalla electoral al hablar de política, y simplemente decir quién gana y quién pierde. Lo único que tiene que hacer es coger unos numeritos bien fáciles y accesibles, sea encuestas, sea dinero para campañas, y presentar los datos de forma más o menos ingeniosa. Si uno quiere parecer muy listo, es posible incluso comparar con los igualmente aburridos datos de otros años o de candidatos rivales, señalando lo muy crucial e importante que es todo en este negocio.

Es evidente que el dinero disponible para publicidad es importante; no voy a ser el que dude. El acceso a este puede hacer y deshacer campañas de forma fulminante, y más en los Estados Unidos. Aún así, empiezo a sospechar que una de las razones que esto suceda es en gran medida fruto de la patética incapacidad de la prensa en hacer algo tan sencillo como explicar qué propuestas tienen los candidatos. Si los periódicos no transmiten ideas, son los candidatos los que deben gastarse fortunas en llegar al electorado.

Nota al margen: si no he escrito, es porque las vacaciones han ido muy bien. Ahora que vuelvo al curro, tendré más tiempo libre para perder el tiempo, supongo....

miércoles, abril 11, 2007

El polémico reportaje de Telemadrid

Estos días se habla mucho en Cataluña del polémico reportaje de Telemadrid: Ciudadanos de segunda. Mientras que en Madrid no he leído ni escuchado ningún comentario, en Cataluña ha levantado muchas ampollas. Lo más curioso de esto es que siempre acabamos viendo la paja en ojo ajeno. Es decir, ¿se pueden estudiar todas lenguas españolas -catalán, gallego o vasco también son españolas, por ahora- en un instituto de Madrid? Si yo soy catalán, me trasladan a Madrid por motivos de trabajo y decido escolarizar a mi hijo en Alcorcón, por ejemplo, ¿puedo educar a mi hijo en la lengua que a mí me gustaría? Pues va a ser que no. Y si Cataluña es España, ¿por qué un catalán no puede tener los mismos derechos en Madrid que en Cataluña?
Pero dicho esto, creo que lo mejor que se puede hacer con el catalán es no politizarlo y no extraer consecuencias políticas de ello. Porque si en cada lugar donde poseen un hecho cultural diferenciado, debemos de aplicar el derecho a la autodeterminación, creo que tenemos un problema. Empezando por el Valle de Arán, donde también reclaman su hecho diferencial. Pero esto es otra historia....


miércoles, abril 04, 2007

Tecnología aplicada

Las clasificaciones internacionales son uno de los pasatiempos preferidos de muchos centros de estudios, aunque me temo que no necesariamente por razones académicas. Si uno está haciendo investigación en un determinado tema y necesita algo de publicidad, no le va a ir a un periodista con regresiones y oscuras ecuaciones multivariadas, si no que le va a dar algo fácilmente masticable en un titular.

La clasificación de hoy, que supongo no tardarán en descubrir los periodistas ociosos, se centra en el uso de tecnologías de información por países, dando una lista de los países que usan los ordenadores y esas cosas con botoncitos y lucecitas para producir mucho. Los resultados son, para variar, bastante predecibles. Veamos los diez primeros.

En orden, de mejor a peor, tenemos Dinamarca, Suecia, Singapur, Finlandia, Suiza, Holanda, Estados Unidos, Islandia, Reino Unido y Noruega. Es decir, el mismo orden que de costumbre al hablar de competitividad económica y grado de maravillosidad medio que tenemos en casi todas las clasificaciones; la escandinavia socialdemócrata sigue siendo pluscuamperfecta, Holanda como país europeo más similar está en la lista, Suiza porque siempre hace las cosas bien, el país asiático excelente de guardia sigue siendo Singapur, y los dos países más abiertos económicamente del mundo desarrollado demuestran que tener una economía hiperflexible tiene algunas ventajas.

¿España? En el puesto 32, peores que casi todos nuestros vecinos con la excepción de los aparentemente muy tecnófobos italianos (38), plantados firmemente entre Chile y Hungria en fiera competición. Parece que el problema habitual de la economía española, las rigideces que obstaculizan la competitividad, ataca de nuevo.

Vaya, es un suponer. El problema, como de costumbre, es que cuando uno hace una lista de estas características, basadas en crear una puntuación y ver quien es el más listo de la clase, uno siempre tiene el problema que los criterios empleados en dar notas siempre son ligeramente arbitrarios. De hecho, la lista de criterios y cómo son ponderados, aparte de no ser demasiado accesibles (eso, a hacer pagar por todo) no son necesariamente los mejores posibles. Uno sólo tiene que ver un poco de patinaje olímpico para saber que todo depende del juez.

Más allá de este detalle, en el fondo una listita así no es demasiado útil, a pesar de la fascinación de los periodistas. Primero, porque en el fondo dice bien poco sobre cómo funcionan las cosas en el mundo real. Los países no compiten entre sí, lo hacen las empresas, así que es más relevante saber si Inditex o Seat son productivas que saber si de media todas las industrias de España (muchas de ellas no necesitando para nada ordenadores) es alta o baja.

Segundo, y aún más relevante, es que importa poco que te digan si eres guapo o feo; lo realmente necesario es saber por qué uno tiene una joroba. Con estos datos y usando el índice (que puede ser chapucero o no) es hora de hacer un análisis sobre qué factores favorecen el uso efectivo de la tecnología y estimulan la competitividad. Curiosamente, y a la vista están los datos, desmontar el estado del bienestar, bajar impuestos y dar poder al mercado parece que no te coloca entre los cinco primeros.

Nota al margen: estos días voy a escribir algo menos, ya que me voy de gloriosas vacaciones a España. Es lo que tiene vivir fuera, que descansas volviendo a casita.

martes, abril 03, 2007

Velocidad y honorcillo a la francesa

El nuevo récord del mundo de velocidad ferroviaria es de nuevo noticia, con un pseudo-TGV francés altamente modificado alcanzando los 574 Km/h. Los franceses demuestran una vez más que creando prototipos especiales con toda clase de cambios y lanzándolos a toda velocidad por líneas de nueva construcción vacías en pruebas interminables no les gana nadie.

Sí, soy bastante cínico, y me parece un poco triste la obesión francesa con esta clase de cosas. Si bien la marca tiene mucho de investigación puntera y probablemente podrá dar una enorme cantidad de datos sobre comportamiento del tren y la vía a los ingenieros de Alstom, como gasto de dinero público la cosa no está tan clara.

Para empezar, esto de tener una línea de alta velocidad de varios cientos de kilómetros cerrada varias semanas para que los ingenieros se diviertan no es que sea un uso estelar de dinero público. Los franceses acostumbran a abrir sus LAV con calma, dejando normalmente seis meses o más sólo para ensayos, pero con la marca de hoy básicamente han estado dando toneladas de publicidad gratuita a su campeón nacional de ingeniería en problemas usando recursos públicos.

Todo ello, por supuesto, para probar una velocidad que no es práctica alcanzar con la tecnología actual, y usando un material que de hecho es probable que no sea el más adecuado para hacer este trabajo. El diseño básico de los TGV es de principios de los años ochenta; es una tecnología veterana en comparación al resto de trenes de alta velocidad europeos.

Sus dos principales rivales, los ICE de Siemens y los "Patos" de Talgo tienen ventajas claras al operar comercialmente a altas velocidades. Siemens tiene la tracción distribuida en toda la longitud del tren, una forma mucho más eficiente de lanzar un tren por encima de los 300 Km/h, mientras que el Talgo tiene la ventaja de sus rodales mucho menos agresivos con la vía y su construcción potencialmente más ligera. Alstom lleva trabajando en el AGV, el sucesor del TGV, desde hace un década, mientras el estado francés se sigue hinchando a comprar el modelo actual sin mirar alternativas.

Si Renfe en un ataque de arrogancia patria le diera por coger un talgo, recortarlo a tres coches, freir la instalación eléctrica y ver cuanto coge, es bastante probable que alcanzara la misma velocidad, dejando las vías hechas cisco en el proceso. El tren tendría una relación potencia/peso ridículamente alta, así que encima aceleraría como un tiro. Anda que no nos lo pasaríamos bien. Claro, el gasto para el contribuyente (ingresos perdidos por Renfe al tener cerrada la LAV, gastos del ADIF reparando las instalaciones, el lujazo de tener gente perdiendo el tiempo en la vía vieja durante meses) sería igualmente estupendo, pero ese es otro cantar.

¿Es el récord de Alston irrelevante entonces? No del todo. De nuevo, es probablemente una fuente de datos maravillosa para todo aquel que tenga acceso a ellos, pero la verdad, no creo que en comparación a la marca anterior (515 Km/h, en otro TGV tuneado) hayan aprendido mucho. Eso sí, los franceses están muuuuuy orgullosos. Supongo que eso debe contar para algo.

lunes, abril 02, 2007

De consensos y monopolios

Para que luego digan. Una de las leyes básicas para garantizar el buen funcionamiento de los mercados, la ley de la defensa de la competencia, ha pasado su primer trámite en el Congreso, tras ser pactada entre PP y PSOE. 303 votos a favor estos días es algo bastante inusual, así que merece la pena celebrarlo.

Sobre la ley, una adaptación a la nueva normativa europea sobre la materia, no seré demasiado específico; sigue la línea de otras pasadas por este gobierno de restar poder al ejecutivo y crear organismos más independientes, aparte de reforzar el papel de los jueces. Se siguen conservando algunos vetos (los políticos siempre se dejan una salida de emergencia abierta), pero en general la ley diría que es una mejora de la anterior.

Lo que si hace falta recalcar es que este texto, aún hablando de empresas constantemente, es de hecho un ejemplo muy claro de ley que interviene en el mercado para "salvarlo". El mayor enemigo de la libre empresa no son los políticos, el estado, la burocracia de Bruselas o Hugo Chávez; en muchas ocasiones son los propios empresarios.

Su trabajo, a fin de cuentas, es tratar de generar tantos beneficios como sea posible para los accionistas. A veces, eso se consigue innovando y vendiendo productos mejores y más baratos que nadie. Demasiado a menudo, no hay mejor forma para ganar dinero que sacar a patadas (o a OPAs hostiles) a todos los competidores del mercado, y poner los precios que a uno le plazca cuando se ha quedado solo. Si uno es menos drástico, siempre queda la opción de hablar discretamente con tus competidores y pactar precios, que eso de competir a base de bajarlos reduce beneficios y tampoco es cuestión de molestar.

En ambos casos, el escenario resultante es sólo aceptable para los empresarios, pero para nadie más. Lo que es peor, el mercado por sí solo no tiene mecanismos fiables para que estas situaciones se rompan. En el caso de un monopolio, la empresa dominante está en una posición inmejorable para aplastar a cualquier potencial nueva entrada; en caso que un nuevo competidor trate de ganarle mercado, el monopolista puede bajar los precios de forma salvaje hasta que ese moscardón irritante se rinda. En el caso de los cárteles, la situación se repite sin demasiadas dificultades; las compañías establecidas tienen pocos problemas coordinándose para hacer la vida imposible a los recién llegados.

Estos problemas son más graves en algunos mercados que otros; no todos los sectores son igual de propensos al monopolio. Como mayores son los costes fijos y los costes de entrada, más fácil resulta tener una posición dominante. Si las economías de escala tienen efectos importantes (es decir, que como más grande es la empresa menores son sus costes medios), un monopolio es aún más sencillo de mantener. Y en la última "moda" de monopolios invencibles, si la posición dominante genera economías de red que refuerzan el producto estándar del monopolista (Windows, saluda), incluso todo el poder de los gobiernos americano y europeo no podrán más que contener, pero no romper, al gigante de ese sector.

Hay situaciones en que un monopolio puede morir de forma "natural"; básicamente el desarrollo tecnológico (que algo haga su producto o ridículamente barato u obsoleto) y alguna clase de catástrofe empresarial aleatoria (el día que Wall-Mart y Carrefour sufran una revolución comunista y se declaren república independiente), pero en general la situación no es reversible o evitable sin intervenciones ajenas; en este caso, el estado y su garrote regulador. De hecho, uno de esos raros ejemplos en que lo de destruir el poblado (la libre empresa) para salvarlo (mantener el libre mercado) es una buena idea.

¿Hacen los gobiernos bien su trabajo en este sector? La respuesta es la verdad bastante difícil. Si hablamos de mantener el mundo libre de monopolios, en general sí. Aparte de algunos casos en que se puede hablar de monopolios casi-naturales (Microsoft, vamos) y algunos sectores que los gobiernos parecen emperrados en no liberalizar bien (energía), los estados son bastante capaces de mantener los impulsos restrictivos de los inversores a raya.

En el caso de cárteles y pactos entre empresas, la respuesta es algo menos entusiasta. Para empezar, es realmente muy complicado decir si estas maquinaciones suceden a menudo, y qué porcentaje de ellas son rotas por intervención estatal. Por añadido, los gobiernos tienen problemas graves para demostrar que esto sucede, ya que a veces es harto difícil definir qué es un precio de mercado y qué es una colusión. Aparte de eso, los gobiernos tienen problemas graves para castigar a las empresas que caen en estas prácticas; las multas puede que no sean efectivas si son menores que los beneficios potenciales de un precio pactado, y no hay manera clara de evitar que el comportamiento malicioso se repita tras una sanción.

De hecho, diría que es bastante probable que los gobiernos no tengan un historial estelar en romper cárteles, en agregado. En un mundo donde incluso la venta al público tiene ya economías de escala importante (gracias a Wall-Mart, Carrefour, el milagro de la logística moderna y su poder de compra), más nos vale tener buenas leyes, y confiar que nada se rompa.