lunes, enero 14, 2008

Repaso (realista) a una legislatura: hablando de gasto (III)

Siguiendo con lo dicho, es hora de seguir hablando de las luces y las sombras de la legislatura, evaluando con cierta atención las virtudes y defectos de la gestión de los gobiernos de Zapatero. De nuevo, no estoy evaluando lo buenos o malos que son los resultados, que a fin de cuentas no sólo están bajo el control del gobierno. La idea es discutir de forma realista si el gobierno podría haber hecho algo mejor, dentro de los límites del contexto político, económico o de poder bruto del gobierno español.

En el capítulo de hoy, toca hablar de algo sobre el que el gobierno sí tiene control directo, los presuestos y el gasto público. Si bien el nivel de recaudación y lo fácil que resulta llenar las arcas de tesoros depende en cierto modo del ciclo económico, los presupuestos los prepara Solbes, no nadie más. Sí, el gobierno necesita votos nacionalistas, pero su capacidad de negociación es infinitamente mayor: controla la agenda, es quien está en el gobierno, y en último término es una mejor alternativa para todos ellos que dejar que mande el PP si son demasiado tozudos. De hecho los nacionalistas más que negociar por prestaciones están compitiendo entre ellos a ver quién es el último en ceder ("yo soy más nacionalista que esos de ERC que siempre dicen sí", un juego del gallina), pero es un debate para otro día.

Un par de detalles antes de empezar. Aunque los presupuestos generales del estado mueven una burrada de dinero, no son una parte tan significativa del gasto público. La mitad del sector público lo gestionan ayuntamientos y autonomías; un treinta por ciento está en manos de la seguridad social, y por tanto es gasto casi automático, y sí, sólo un veinte por ciento está en manos directas de Congreso. Sí, el gobierno central tiene cosas a decir sobre el nivel de gasto autonómico, pero estamos hablando ya de un control indirecto, y por lo tanto no tan imputable al gobierno.

Como todo, por tanto, el gobierno puede hacer cosas, pero ni de broma puede hacer lo que quiera. Veamos como le ha ido.

Datos agregados

Empezaremos por la cifra más importante: el superávit. En contra de lo que uno esperaría de un gobierno de izquierdas, presuntamente aficionado a repartir pasta y no temer la intervención estatal, los gobiernos Zapatero no sólo han seguido la disciplina fiscal de Rato, sino que la han reforzado. Incluso en el 2007, un año que en teoría las cosas se han frenado un poco, el sector público ha tenido un superávit del 2% del PIB, una auténtica burrada; sólo sitios como Dinamarca, Islandia o Noruega tienen cifras mejores. No es un gobierno que gaste de forma irresponsable; más bien lo contrario.

¿Por qué esta obsesión por los superávits? Es cuestión de volver a una de las cifras malditas de estos meses, la inflación. Una economía cuando crece muy rápido tiende a generar inflación, sueldos y demanda suben, y los precios lo notan. En una economía que crece con ganas y tiene los tipos de interés reales negativos (gracias BCE), eso es aún peor. Solbes no puede subir los tipos, la forma más sencilla de frenar una economía suavemente; la única palanca que tiene para compensar es la fiscal. Es una política conservadora, neokeynesiana, anticíclica y totalmente razonable; si el gobierno hubiera reducido impuestos y lanzado más dinero al fuego, las cosas se hubieran salido de madre rápido. Y oiga, otros países han cometido ese error. Preguntadle a los portugueses.

¿Dónde va ese dinero sin gastar? En parte a asegurar las pensiones (que falta que les hace; el sistema goza ahora de buena salud gracias a esto), en parte a pagar deuda. España debe menos, pagamos menos en intereses, más margen de maniobra en el futuro.

Por tanto, tenemos aún otro límite a un gobierno menos omnipotente de lo que parece: no pueden gastar mucho no porque el dinero no esté allí, sino porque hacerlo sería contraproducente.

Estado de bienestar

El gasto en política social en España tiene una característica muy curiosa. Si dejamos de lado desempleo, pensiones y algunas leyes de bases, el gobierno central está en segunda línea. Sanidad, educación, ayudas sociales directas, vivienda, todas estas competencias son cosa de las autonomías. Gracias al ligeramente bizarro sistema de financiación, el estado tiene cierto margen de maniobra, y puede enchufar presupuesto a los gobiernos autonómicos para que hagan cosas, pero no es una solución óptima.

El ejemplo más claro es la ley de dependencia, una reforma imprescindible, popular y que gusta incluso a Rajoy. El problema, claro está, es que el gobierno ha legislado sobre algo que no están en su lista de tareas, les ha puesto un cheque en la mano a los autonomías y se ha sentado a esperar que apliquen la reforma. Curiosamente algo que se ve una y otra vez en Estados Unidos (con los estados haciendo lo mismo que las autonomías: callan y reparten la pasta) y en la Unión Europea (con algunas autonomías haciendo lo que hacen estados: remolonear para no aplicar algo que no les gusta); para los que digan que España no es un país normal.

Esta paradoja se extiende a casi todas las reformas sobre la matería del gobierno, con pocas excepciones. La ley de igualdad es una de ellas, y la verdad, es relativamente inútil. El cheque bebé es otra, y para lo que pretende (poner a los españoles a criar) no deja de ser una opción aceptable (aunque la verdad, enchufar a las autonomías la construcción de guarderías sería mejor idea).

Infraestructuras

La verdad, hay muy poco a decir. Todo lo que inagure este gobierno es de hecho política pasada; AVEs, autovías y casi todas las pilas de cemento significativas son idea del gobierno anterior. Es la tragedia de los ministros de fomento: de todos los ministros es de los que pueden cambiar la cara del país de forma más duradera. Sin embargo, en las infraestructuras que ellos impulsan casi siempre será uno de sus sucesores los que corten la cinta. Se puede hablar de como se hacen las obras, pero la verdad en eso la variación es muy pequeña; depende más de la calidad de la administración (muy alta en España, por cierto) que de otra cosa.

¿Qué planes ha lanzado este gobierno a inagurar años más tarde? Pues la verdad, lo que era lógico y razonable en 1993 no ha dejado de serlo ahora. En 1993 Borrell redactó un plan de infraestructuras, y aún hoy lo andamos completando. Desde que un AVE o autovía se pone en marcha (estudios, declaración de impacto ambiental, etcétera) pasan como mínimo ocho años; menos si se hace dentro de zona urbana sin necesidad de DIA, más si se pone pone poco dinero en las obras (L9 de metro en BCN), menos si es terreno llano, más si hay doscientos mil grupos de vecinos quejándose (Cataluña, en general). No hay mucho a decir más; los planes en general se están haciendo bien, el dinero se está poniendo en ganas en las líneas más importantes, y no hay grandes chorradas sobre la mesa. La red será menos radial. Bravo.

I+D, educación

Como todo, hay capítulos del gasto donde se tiene que invertir, siempre. En I+D, el gobierno ha metido dinero a espuertas. Aún lejos de otros países, pero se ha mejorado mucho. Es una forma muy indirecta de afectar la productividad, pero se ha notado; está mejorando a un ritmo decente. En educación el dinero no es todo, y parece que por Moncloa lo saben; la reforma en el sector no es que sea modélica, pero al menos no va en contra de lo que sabemos. Nada de estupidas reválidas o chorradas de este estilo, enfoque en ayudar a los que se quedan atrás, y un papel más central a los profesores. No hace falta que llore amargamente de la universidad española, vamos (y un gobierno tiene que ser muy, muy kamikaze para arreglarla en serio).

El problema serio a la hora de evaluar la política educativa es, claro está, que no depende del dinero que le metamos únicamente. Es básicamente un problema de igualdad de oportunidades, siendo lo que sucede en clase casi lo de menos. Las reformas del gobierno en este sentido (y eliminar la revalida es un paso importantísimo en este sentido; es un absurdo) son correctas.

Nota: seguro me dejo cosas. Preguntad, por favor, sobre lo que se os ocurra. Mañana, si tengo tiempo, todo aquello que no es sólo sobre dinero.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El tema de la Educación forma parte de las cruces ministeriales; la del ministro de Educación es que ninguna reforma educativa le gusta nunca a nadie, salvo a su autor, y siempre hay puntos flacos por donde apuntar las flechas. Si se incentivan las ciencias saltan los profesores de Humanidades, si las letras los de Ciencias, si aumentan las horas va a crecer la obesidad infantil, si disminuyen estamos formando analfabetos funcionales, si primas los contenidos comunes eres un centralista neojacobino, si lo contrario estás rompiendo España... siempre hay un filón de material para quien quiere hacer una crítica feroz.

Ah, un comentario: en el segundo párrafo, donde pone "la única palanca que tiene para compensar la fiscal" ¿No debe decir "la única palanca que tiene para compensar _es_ la fiscal"?

Anónimo dijo...

Sanidad y educación también son gastos casi automáticos (y mayoritarios) para las autonomías.

El poder redistribuidor y el margen económico, con un sistema de financiación favorable, del Estado, sigue siendo abrumador. Además, regula casi todo. En España -y la UE -hay mecanismos para hacer cumplir dichas normas vinculantes, y no solamente como contrapartida de fondos federales.

España no es tan diferentea un país normal. Lo anormal es el discurso político, y su reflejo institucional.