La palabra tiene un valor curioso en política. Por un lado, no tiene valor alguno; hablar es gratis, así que llenar las ondas de discursos no le cuesta un céntimo a ningún político. Eso lleva a que algunos critiquen a sus rivales por sólo utilizar palabras bonitas, grandes discursos u oratoria florida, siendo las palabras "talante" o "esperanza" nada más que humo.
Las palabras, sin embargo, tienen a menudo un peso específico curioso. La política, a pesar de todos, es cuestión de ideas, y estas están detras de palabras. Un político cuando habla puede defender lo que cree, y el vocabulario que utiliza es importante.
Desde hace unas semanas, se habla mucho de nueva política, de conflictos políticos antiguos y nuevos y de cambiar las cosas en Estados Unidos. Obama habla de nueva política, de dejar de discutir sobre los conflictos de los años sesenta y cambiar la política para volver a lo importante. Zapatero, salvando las distancias, insiste en algo parecido con esta obsesiva repetición de palabras como talente, consenso, diálogo y vocablos parecidos.
Hoy andaba leyendo declaraciones de políticos y articulistas variados, tanto americanos como españoles, y me he dado cuenta que hay algo que me molesta en muchos, tanto en la izquierda con la derecha: la metáfora del combate. Uno podría decir que es una figura retórica recurrente fruto de la vagancia de muchos periodistas, pero la verdad, se repite un poco demasiado como para parecerme trivial. Es una manera de hablar, sí, pero detrás de ella hay una idea subyacente que ve la política como un juego con ganadores y perdedores, una guerra de en el que el objetivo es imponerse y dejar al adversario yaciendo pasto de los buitres.
No, no soy un ingenuo: en la política unos ganan y mandan, y otros pierden y hacen oposición. Hay ideas e intereses distintos, y cuando se toman decisiones hay gente que estará contenta y habrá gente que no lo estará tanto. Eso no significa, sin embargo, que cada vez que se tiene que ir a las urnas y tomar una decisión nos debemos tomar el asunto como si fuera la guerra de los mundos, teniendo como objetivo apisonar a nuestro oponente y hacer que llore como una niñita indefensa.
En política hay desacuerdos, conflictos y posiciones contradictorias, no guerras. La retórica de la lucha contra el mal sin descanso, guerra abierta, frentes, trincheras, artilleria y todas esas gastadas metáforas no tienen sentido. Son el fruto de esta obsesión de hacer la política una pelea de gladiadores, un circo donde no se decide sobre el futuro, sino sobre qué equipo gana.
No nos engañemos, la culpa no es de las metáforas. La democracia es un sistema sucio y no especialmente estético (ya sabéis, Bismarck y eso de nunca se debe ver cómo se hacen salchichas y legislación) pero creo sinceramente que no estaría mal pararse un momento y tomarse las cosas con un poco más de calma. Muchos votantes están realmente hartos de la política, y no creo que sea demasiado descabellado creer que esta ética del berrido y el garrotazo tienen algo que ver en el cansancio de muchos.
Y ya sé que no es demasiado relevante, tiene muy poca relación con lo concreto y sólido que es lo que debería interesarnos, y suena peligrosamente postmoderno. Pero oye, uno tiene sus debilidades.
2 comentarios:
Hala, que no... Si es concreto Includo podríamos montar un modelo sobre esto con teoría de juegos como que el talante es un bien público.
Asumimos que el nivel de participación del ciudadano está en función del stock de buen rollo en el sistema político.
El stock de buen rollo, a su vez, depende de las acciones individuales de los políticos y periodistas que pueden
a) Crispar (disminuye el stock de buen rollo)
b) Apostar por el talante y consenso (aumenta el stock de buen rollo)
La matriz de pagos en función de cada estrategia depende del comportamiento del comportamiento de los votantes que pueden ser de dos tipos:
a) Mobilizados y favorables a la crispación (MC) con un número fijos
b) Apáticos y favorables a la no crispación (AT) con un número que está en función del stock de buen rollo
Cuando los MC ganan premian al gobierno que apuesta por la crispación, el stock de buen rollo disminuye y a su vez aumenta la proporción de MC en el electorado. En el largo plazo, el sistema político se va degradando progresivamente por disminución tendencial del stock de buen rollo.
A menos que los AT dejen de serlo vayan a votar por alguien decente (Obama, Zapatero). Esto solo puede ocurrir cuando:
a) Circunstancias externas favorecen la participación (atentado, etc...)
b) El stock de buen rollo se ha deteriorado tanto que se ha vuelto insoportable (Obama)
(disculpas por la paranoia)
Paranoia o no, no es precisamente absurdo del todo :-).
Publicar un comentario