John McCain es un político notable. Poca gente lo ha oido hablar demasiado, ciertamente; como orador es un tipo aburrido, sin ritmo, con una voz delgada y una tendencia a perder el hilo de lo que dice. No es un hombre de sólidas convicciones políticas; en toda su carrera ha tenido una calidad Chiraquiana de haber defendido una cosa y su contraria un buen puñado de veces.
Durante todos estos años, McCain ha vivido de dos reputaciones: una, la de ser un héroe de guerra. Dos, la de ser un "maverick", un renegado dentro de las filas de su partido. La primera parte de una aserción relativamente cierta, aunque no debería tener demasiado peso; ser valiente es condición necesaria pero no suficiente para ser un buen presidente. La segunda es uno de esos mitos inexplicables de la política americana, sólo comparable al culto a Gallardón y José Bono en España en su enorme misterio.
John McCain tiene muy, muy buena prensa. Por algún motivo que se me escapa la mayoría de periodistas americanos adoran a este tipo, no importa las chorradas o estupideces que diga. McCain no es político fuera de lo común, en ningún sentido; de hecho, es patéticamente convencional en prácticamente cualquier cosa. Mc Cain comparte prácticamente todos los defectos endémicos de la clase política americana; nada de extrañar para un tipo que lleva 26 años haciendo política en Washington.
Tiene una peligrosa tendencia a admirar, aceptar y disfrutar de la compañía de lobistas y grupos de presión; ha flirteado con el desastre más de una vez, y ha sido pillado con las manos en la masa haciendo favores a donantes a menudo. Es muy, muy propenso cambiar sus ideas según sopla el viento, estando en contra de los recortes de impuestos para estar después a favor, variando alegremente sus posturas sobre religión y derechos civiles. Por añadido, el mismo admite no tener demasiada idea sobre economía, tiene una fe absurda (y casi fanática) en el libre mercado, y es capaz de lanzar discursos preocupantes por su ignorancia sobre la crisis actual y quedarse tan ancho. Y eso sin ignorar que es alegremente belicista (ha propuesto bombardear Korea del Norte e Irán), con un aprecio bizarro y desaforado a la invasión de Irak.
Por mucho que se hable bien de él de forma insistente, no es, ni de broma, un político extraordinario; en todo caso es un político aceptable con muy buena prensa.
¿Cómo deberían los demócratas afrontar las generales contra McCain? En contra de lo que dice Juan Antolín por Exteriores, no creo que tratar de ser más heróicos que McCain lleve a ningún sitio. Sea quien sea el candidato (aún siendo Hillary), tratar de ser mejor soldado, más megapatriota y más belicoso valiente que el ex-piloto glorioso no les llevará a ninguna parte. Como comentaba ayer, la retórica conservadora estos días es una de absolutos; en un duelo de dos candidatos tratando de ser el mega-soldado el demócrata tiene las de perder.
Como comprobó John Kerry en el 2004, no importa lo condecorado que seas (y Kerry tenía muchas más medallas que Hillary) para que digan que eres un piltrafilla antipatriota; los republicanos tienen siempre esas discusiones de absolutos que elimitan cualquier conato de debate.
Los demócratas no pueden ganar las elecciones tratando de ser más republicanos que los republicanos en temas de patriotismo o seguridad; ahí perderan siempre. La única forma que tienen de ganar es llevando el debate a su terreno, aprovechando la pulsión de cambio latente en la sociedad americana estos años. Esto es algo que Obama puede hacer, no los Clinton, siempre con la tentación de ser más republicanos que nadie.
¿Tiene el candidato Obama las elecciones ganadas? No, ni de broma. McCain es un oponente formidable, en gran parte debido a la ridícula adoración de los medios por el "héroe" y "maverick". Pero lo que está claro es que el primer paso será dejar bien claro que un hombre puede ser un héroe y un cretino a la vez, y que ya basta de tanto patriotismo de pecho de lata.
Aún así, no creo que como comentan algunos Hillary aspire a perder la nominación y hacer perder las generales a Obama, como insinúan algunos. Roma no paga a los traidores, y los demócratas no le perdonarían nunca a Hillary esa derrota.
1 comentario:
Apúnteme al club de los que no entendemos la popularidad de estos dos hombres, ni de Gallardón ni de Bono. Es algo que merecería una discusión detallada.
En cuanto a McCain, tenía mejor opinión de él, pero cuanto más sé menos me gusta. Ahora he llegado a temer muy mucho que si gana se convertirá en un nuevo Bush, o peor aún en una mezcla de Bush y Rumfeld en una sola persona, bocazas, inconstante, antiintelectual, ignorante en economía y política exterior, y aterradoramente dado a aventuras militares. Que en vez de librarse de la mili como ellos las pasara canutas en Vietnam sería un consuelo muy pobre...
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