Hay días en que uno lee el periódico por aquí Estados Unidos y no sabe realmente qué pensar. Anda el legislativo de Connecticut redactando presupuestos, un baile lento y paciente que es capaz de confundir a cualquiera. La cosa empieza con la gobernadora enviando su propuesta al legislativo. Los representantes (en dos cámaras con idéntico poder, para hacer las cosas más divertidas) la leen, habitualmente la rompen en pedacitos pequeños, y responden con algo distinto y creativo.
Unos y otros se acusan de ser unos cretinos, se cierran en una sala pequeñita, se dan sopapos y regalos variados, hablan con doscientos grupos de presión, y normalmente acaban aprobando tarde, mal y a rastras un papelajo que no tiene demasiado sentido pero que mira, hace que la (oxidada) maquinaria del estado funcione (mal) un añito más.
Estos días la gobernadora es republicana, y las dos cámaras tienen una mayoría demócrata. Hace un par de semanitas la gobernadora presentó su mamotreto legislativo (que "pesa" algo más de 15.000 millones de dólares, unos $4.500 por persona) diciendo que viene crisis, es hora de restringir el gasto, evitar caer en déficit y ser muy, muy austeros. Una estupidez como una catedral cuando la economía se te mete en recesión, pero así operan los republicanos por aquí. Connecticut tiene de hecho restricciones constitucionales al volumen del presupuesto (la constitución del estado pone límites al crecimiento del gasto) y tiene prohibido endeudarse (de nuevo, según la constitución estatal), dos restricciones ya de por sí estúpidas, y que la gobernadora acepta encantada.
Ayer los demócratas respondían con su contrapropuesta. Estos son los "progres", figura; esa gente que ama los impuestos y el gasto, adora a Keynes y querrá romper con esta absurda camisa de fuerza fiscal, al menos en teoría. No será que no haya donde gastar dinero; las carreteras están hechas una mierda, los colegios se caen a pedazos y hay ciudades con problemas graves que necesitan una mano urgente. ¿Qué han hecho estos progres? Bueno, lo contrario. Han presentado un proyecto con 135 millones menos de gasto, llenándose la boca de grandes ideas de responsabilidad moral.
Lo digo a menudo: si un político está justificando una propuesta utilizando únicamente criterios morales, temblad. Es maravilloso que un político tenga convicciones. Apasionante. Me encanta. Yo tengo un montón de ellas. Sin embargo, cuando se hace política uno no está discutiendo sobre la teoría platónica del alma en contraposición a la postura aristotélica, el valor del egoismo en la obra de Burke o si Rosseau era ingenuo o directamente imbécil. Estamos hablando de cosas concretas, efectos reales en la economía y resultados empíricos contrastables. Se habla sobre la realidad, se habla de políticas concretas, y se habla de lo que sabemos que funciona y sobre lo que sabemos que no funciona.
Si uno se encuentra con una crisis económica, por ejemplo tenemos cientos de estudios empíricos incontestables que dejan claro que recortar el gasto al tuntún es una mala idea. Es como cortarse las venas porque estás cansado; no tiene sentido. Moralmente es estupendo hablar de responsabilidad, decir que si pierdes tu casa es tu problema, proclamando al mundo tu rectitud, virtudy ejemplo moral, y quedarse tan ancho. Sí, tu razonamiento ético es maravilloso e impecable, pero en cuanto a arreglar las cosas en la economía estás cometiendo una estupidez.
Es curioso como este lenguaje de la moral, la postura ética arrogante, absolutista e inexpugnable partiendo de absolutos exagerados es tan querido por la derecha ultimamente. Me encanta la rectitud moral, pero te hace inflexible; y en política ser un muro ético infranqueable es una receta segura para cometer una estupidez y repetirla. Más allá de eso, es una forma segura de pasarte de frenada incluso cuando tienes una buena idea: la desregulación es una buena idea, la ley de la selva no lo es; el promocionar la democracia es bueno, el invadir países para "propagarla" no; el defender lo público es bueno, el ser un estatalista irredento amante de la burocracia no lo es.
Las ideas y convicciones son buenas. Un buen político debe tenerlas. Sin embargo, un político debe ser ante todo un tipo práctico: si las realidad y sus teorías se contradicen, es necesario que dé la razón a la realidad, no a sus ideas raras. Por descontado, esperamos además que el tipo no sea un imbécil ignorante; si sabemos que algo empeora las cosas, no queremos tener alguien haciendo experimentos con su novedosa teoría de reinvención de la rueda.
Desconfiad siempre de los grandes principios morales. No queremos cruzados por la causa, queremos fontaneros. Dejad los grandes discursos morales a los académicos gafosos.
4 comentarios:
¿Cómo que no hay que tener rectitud moral? Los impuestos son un crimen contra el individuo, así que si la economía se tiene que ir al carajo, que se vaya, que llegue el Apocalipsis Financiero y que el que pueda que arree y el que no, no. El Mercado ya elegirá a los suyos.
(Por regla general me gusta ponerme überliberal por hacer la coña, pero me acabo de dar cuenta de que posiblemente esto sea lo que pase y me he puesto muy triste.)
QUe tarao el del comentario anterior!!!
¿Y si ha sido el mismo Dios el que lo ha puesto?
(para quien tenga dudas, he borrado un comentario totalmente ido entre el c1 y 2. El anónimo está criticando alguien que ya no está ;-) )
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