No hay nada como tener un accidente de coche para darse cuenta de lo maravilloso que resulta ser una máquina de generar riesgo ambulante. Al cabo de una semana que tu seguro pague las facturas a regañadientes, uno recibe esa carta diciéndole que encantado de haberle conocido, pero que a su coche lo cubrirá otra poliza, no la nuestra.
Una de las bellezas de tener un seguro médico privado en Estados Unidos es que si tienes un accidente o te pones demasiado enfermo para su gusto, algunas (demasiadas) compañías buscará la primera excusa que pueda para echarte sin demasiada ceremonia. Eso es lo que le está pasando a multitud de asegurados en California, y claro, siendo esto Estados Unidos, han acabado en los juzgados.
Para los defensores de los mercados sanitarios privados, imaginaros lo siguiente. Tu hijo pilla, por pura mala suerte, una apendicitis. Urgencias, quirófano, y una factura de $15.000 por la operación. Al día siguiente, la aseguradora te envía una carta diciendo que debido a la vulneración de alguna regulación oscura del contrato, ahora no tienes seguro y esos 15.000 te los pagas tú, así que apañate. ¿Estupendo, verdad? Una fantástica forma de vivir tranquilo. Ni siendo previsor estás libre de riesgos médicos.
En fin, estamos en lo de siempre, compañías de seguros tratando de librarse de los pacientes más caros sea como sea. No basta que te aprueben el historial médico; también debes rezar para que no te echen cuando te atropelle un coche a base de excusas. En fin, no me extraña que haya compañías que intentan sólo contratar personas jóvenes y saludables, con políticos locos poniendo parches. Estados Unidos tiene un sistema sanitario caro, ineficiente, injusto y abusivo, con un mercado totalmente inoperante y fuera de control.
Dios nos libre de estas ideas brillantes.
viernes, abril 28, 2006
Nueva York y su "bajo" nivel de crimen
No hace demasiado alguien en los comentarios se preguntaba si era cierto que la sociedad americana es mucho menos violenta que la española, algo que me dejo un tanto sorprendido. Si bien es cierto que en Estados Unidos uno no acostumbra gente liándose a tortas en un mostrador de aeropuerto (sospecho que Aena es un factor) o en la puerta de un juzgado, hay algunas cosas que no cambian nunca.
Pongamos el nivel de homicidios y asesinatos de la ciudad de Nueva York. Según el Times, los datos para el 2005 son espectacularmente bajos, a unos niveles no vistos desde los mucho más tranquilos y pacíficos años sesenta. 540 muertes en un año, en una ciudad de ocho millones de habitantes. Bueno, no suena tan mal, pero comparemos. Comunidad de Madrid, población un pelín por debajo los seis millones de habitantes. Homicidios, en todo el 2005, sesenta. Si Madrid tuviera la misma población que Nueva York, tendría unas ochenta muertes al año en un año normal.
Y que conste, Nueva York no es ni de lejos una de las peores ciudades del país en esta estadística. Estados Unidos tiene un problema, y aunque los datos han mejorado mucho en los últimos tiempos, la criminalidad en las ciudades sigue siendo alta.
Si se mira por estados, sin embargo, uno se da cuenta de la enorme, gigantesca diversidad del país: si bien lugares como Lousiana son tan "animados" como Méjico o Bielorrusia, otros como Maine o Iowa están al nivel de Suiza o los siempre pluscuamperfectos suecos. Dicho de otro modo, Estados Unidos no es "una sociedad" en casi ningún aspecto. En muchos indicadores, Suecia y Portugal son más parecidas que Maine y Michigan. Cuando se piensa en Estados Unidos, uno muchas veces debe tener en mente algo más parecido a la Unión Europea, pero con un sólo idioma, que no a un sólo estado uniforme. ¿Es la sociedad americana más violenta? Si y no. Depende de dónde uno mire.
Pongamos el nivel de homicidios y asesinatos de la ciudad de Nueva York. Según el Times, los datos para el 2005 son espectacularmente bajos, a unos niveles no vistos desde los mucho más tranquilos y pacíficos años sesenta. 540 muertes en un año, en una ciudad de ocho millones de habitantes. Bueno, no suena tan mal, pero comparemos. Comunidad de Madrid, población un pelín por debajo los seis millones de habitantes. Homicidios, en todo el 2005, sesenta. Si Madrid tuviera la misma población que Nueva York, tendría unas ochenta muertes al año en un año normal.
Y que conste, Nueva York no es ni de lejos una de las peores ciudades del país en esta estadística. Estados Unidos tiene un problema, y aunque los datos han mejorado mucho en los últimos tiempos, la criminalidad en las ciudades sigue siendo alta.
Si se mira por estados, sin embargo, uno se da cuenta de la enorme, gigantesca diversidad del país: si bien lugares como Lousiana son tan "animados" como Méjico o Bielorrusia, otros como Maine o Iowa están al nivel de Suiza o los siempre pluscuamperfectos suecos. Dicho de otro modo, Estados Unidos no es "una sociedad" en casi ningún aspecto. En muchos indicadores, Suecia y Portugal son más parecidas que Maine y Michigan. Cuando se piensa en Estados Unidos, uno muchas veces debe tener en mente algo más parecido a la Unión Europea, pero con un sólo idioma, que no a un sólo estado uniforme. ¿Es la sociedad americana más violenta? Si y no. Depende de dónde uno mire.
jueves, abril 27, 2006
Aeropuertos, PP, y rotura de España
El PP se pone de lado del tripartito, al menos en Madrid, Valencia, Baleares y Canarias, y pide la muerte de Aena y la descentralización del paleolítico modelo aeroportuario español. Lo cierto es que por una vez, lo hacen con toda la razón del mundo.
Si siempre fueran tan lógicos, qué fácil sería todo.
Si siempre fueran tan lógicos, qué fácil sería todo.
Periodistas de pacotilla
Con un poco de retraso, pero me uno a la tribu de escandalizados por el patético episodio del libro de entrevistas a Fidel Castro que Ignacio Ramonet dice haber perpetrado. Como recoge Malaprensa, Arcadi Espada y sus colaboradores han cazado a este señor tratando de vender como una entrevista de 100 horas lo que es en realidad un cortar y pegar de discursos y artículos del dictador cubano de las últimas décadas.
Sí, no lo habeis entendido mal. El tipo ha publicado un como libro de entrevistas una pila de recortes y copias descaradas de otras fuentes, y se ha quedado tan ancho.
Como dice Josu en su bitácora, es un verdadero escándalo, con todas las letras, que en cualquier país civilizado debería acabar con el periodista en cuestión en el paro. Todo prestigio (si tenía alguno; yo a Ramonet no lo aguanto) que podía tener este señor se ha ido a la mierda, con todas las letras.
Lo que es aún más patético es que por corporatismo estúpido, el resto de medios de comunicación en castellano han ignorado este hecho. Un tipo que pasa por intelectual, que dirige un periódico se supone de prestigio, trata de colar con todo el morro del mundo un fraude en forma de papel impreso y aquí nadie dice nada en absoluto. Si la mentira de Ramonet ya es vergonzosa, que nadie en El País, ABC, Mundo o cualquier periódico nacional lo esté enviando a parir de forma rabiosa es un escándalo aún mayor. Es sencillamente impresentable que la prensa, autonombrados guardianes de la pureza democrática, estén dejando pasar una mentira de este tamaño de uno de los suyos sin levantar la voz.
La verdad, no me extraña que teman a las bitácoras. Tanto Josu como sobretodo Arcadi Espada se han lucido; esperemos que el ruido y cabreo en la red haga a los medios de comunicación cambiar su postura y su silencio. Desde este rincón ligeramente irrelevante, otro aguerrido escritor en pijama cabreado agita su puño pidiendo justicia. Que se enteren ya, hombre.
Por cierto, una nota final. A estas alturas, ¿alguien se cree que un dictador bananero como Fidel Castro tiene algo que decir sobre el estado del mundo?. Es como si Bill O'Reilly en 1972 estuviera entrevistando durante 100 horas a Francisco Franco. No tiene interés, ni relevancia; sólo crea árboles muertos impresos de izquierdismo trasnochado. Un poco como las opiniones de Ramonet, la verdad. En fin.
Sí, no lo habeis entendido mal. El tipo ha publicado un como libro de entrevistas una pila de recortes y copias descaradas de otras fuentes, y se ha quedado tan ancho.
Como dice Josu en su bitácora, es un verdadero escándalo, con todas las letras, que en cualquier país civilizado debería acabar con el periodista en cuestión en el paro. Todo prestigio (si tenía alguno; yo a Ramonet no lo aguanto) que podía tener este señor se ha ido a la mierda, con todas las letras.
Lo que es aún más patético es que por corporatismo estúpido, el resto de medios de comunicación en castellano han ignorado este hecho. Un tipo que pasa por intelectual, que dirige un periódico se supone de prestigio, trata de colar con todo el morro del mundo un fraude en forma de papel impreso y aquí nadie dice nada en absoluto. Si la mentira de Ramonet ya es vergonzosa, que nadie en El País, ABC, Mundo o cualquier periódico nacional lo esté enviando a parir de forma rabiosa es un escándalo aún mayor. Es sencillamente impresentable que la prensa, autonombrados guardianes de la pureza democrática, estén dejando pasar una mentira de este tamaño de uno de los suyos sin levantar la voz.
La verdad, no me extraña que teman a las bitácoras. Tanto Josu como sobretodo Arcadi Espada se han lucido; esperemos que el ruido y cabreo en la red haga a los medios de comunicación cambiar su postura y su silencio. Desde este rincón ligeramente irrelevante, otro aguerrido escritor en pijama cabreado agita su puño pidiendo justicia. Que se enteren ya, hombre.
Por cierto, una nota final. A estas alturas, ¿alguien se cree que un dictador bananero como Fidel Castro tiene algo que decir sobre el estado del mundo?. Es como si Bill O'Reilly en 1972 estuviera entrevistando durante 100 horas a Francisco Franco. No tiene interés, ni relevancia; sólo crea árboles muertos impresos de izquierdismo trasnochado. Un poco como las opiniones de Ramonet, la verdad. En fin.
miércoles, abril 26, 2006
De sindicatos y flexibilidad laboral
Desde el punto de vista de un empresario, los sindicatos son organizaciones curiosas. No son necesariamente algo negativo para su negocio, especialmente si es la competencia quien tiene uno en su fábrica. En un mundo ideal para el empresario, todo el mundo debería tener a su mano de obra sindicada menos él. Su peor pesadilla, obviamente, es que sus trabajadores se organicen mientras que en el resto de fábricas no lo hagan. La opción que para él es un mal menor, obviamente, es que todo el mundo acabe sindicado, pudiendo al menos seguir compitiendo razonablemente.
Cuando hablamos de sindicatos en Estados Unidos, la lógica de los sindicatos y empresarios sigue a menudo estos parámetros. Las empresas compitiendo en un mismo sector se emplean a fondo en tratar de ser las únicas sin sindicatos, de modo que puedan disponer de su mano de obra de forma más flexible y sin gastos adicionales. Evidentemente, según pasan los años resistirse se hace cada vez más complicado, cosa que hace que las compañías más antiguas tiendan a estar más sindicalizadas que las nuevas. Como resultado, en multitud de ocasiones hay mercados en que empresas triunfan por el mero hecho de ser más jóvenes y tener menos restricciones sobre su mano de obra, como sucede en la automoción (GM, Ford y sus eternos problemas) o líneas aéreas (Jet Blue comiéndose a American o Delta).
Cuando hablamos de empresas antiguas, evidentemente, la más vieja de todas ellas es el estado y sus funcionarios, especialmente en gobiernos locales, y la que en un principio tiene menos competencia (aunque los municipios compiten entre sí, esto es un fenómeno relativamente nuevo). Como resultado, los sindicatos en la función pública son sólidos, extensos, y tienen una capacidad de veto delirante sobre muchas materias. Un bonito ejemplo de New Haven dará un idea. En esta ciudad, si el alcalde decide eliminar un puesto de trabajo, la persona que lo ocupaba tiene el derecho a quitarle el puesto a otro empleado de categoría igual o inferior, siempre que tenga menos antigüedad que él. La persona que pierde el puesto por el traslado tiene el mismo derecho, así que puede forzar a alguien a hacerle sitio, que a su vez puede hacerlo de nuevo, y así sucesivamente; el resultado es que cualquier cambio organizativo se convierte en una pesadilla inacabable, no importa lo necesario que este sea.
De estos dos fenómenos se plantean dos preguntas. ¿Por qué en Estados Unidos se mantiene la competencia en base a no tener sindicatos, mientras que en Europa todos se resignan a sufrirlos? ¿Cómo se evita que los sindicatos en la función pública se conviertan en una carga?.
Lo cierto es que no tengo respuestas demasiado satisfactorias para ambas preguntas. La primera es uno de esos debates casi eternos en Ciencia Política, paralelo a por qué no hay un partido socialdemócrata en Estados Unidos. Hay varias explicaciones para ello; una de las más interesantes es la que sugiere que la constante inmigración hizo que el debate en el movimiento obrero se centrara más en proteger a los de dentro que en cubrir a la mano de obra barata que llegaba constantemente a puerto. Algo parecido a los conflictos entre outsiders e insiders del mercado laboral actual, con un añadido extra. El hecho que porciones significativas de la clase obrera no votaran también contribuyó a que la legislación antisindical fuera mucho más dura desde el principio, y más si se considera el funcionamiento de la política americana y su sistema electoral.
Lo que es curioso es que estas restricciones al libre mercado acaban, en ocasiones, penalizando a aquellas empresas que han disfrutado de buenos tiempos en el pasado. Cuando en los cincuenta la economía americana vivía tiempos sin desempleo y con crecimiento constante, los sindicatos de las grandes empresas no tenían demasiados problemas en pedir grandes compensaciones; cuando no hay mano de obra sobrante, el trabajador es el Rey. El problema es cuando las cosas cambian, los privilegios adquiridos permanecen, y nuevos competidores entran en el mercado; los éxitos pasados entonces son garantía de pasarlo mal en el presente.
Sobre los sindicatos en la función pública, la respuesta es sencilla: paciencia y aguante. Estructuralmente, no hay manera humana de librarse de ellos como no sea ilegalizándolos; lo máximo que se puede aspirar es a no hacer de los funcionarios niños demasiado consentidos. La burocracia está allí por varios motivos importantes, que no deben ser olvidados (evitar patronazgo, garantizar imparcialidad) , pero también tiene sus problemas, entre ellos la fortaleza sindical.
Curiosamente, diría que tener sindicatos a la europea, cubriendo todos los trabajadores, contribuye a moderar a los de la función pública. Los líderes sindicales tienen que mirar por todos, no sólo por los niños mimados con empleo perpetuo, así que tienden a limitar sus exigencias. Donde los sindicatos son más débiles (Francia) los funcionarios son más irritantes, así que supongo que no iré del todo desencaminado.
Obviamente, los sindicatos a la europea no son una solución mágica para todo. Crean, efectivamente, ciertas rigideces, y en ocasiones bloquean reformas laborales que son necesarias para todos. Aún con sus otras virtudes (facilitan el control de la inflación, ya que hacen la moderación salarial más sencilla) también implican costes, en ocasiones muy graves. Nada sale gratis, ni los derechos de los trabajadores, ni la debilidad de estos; no hay ningún sistema sin inconvenientes.
Cuando hablamos de sindicatos en Estados Unidos, la lógica de los sindicatos y empresarios sigue a menudo estos parámetros. Las empresas compitiendo en un mismo sector se emplean a fondo en tratar de ser las únicas sin sindicatos, de modo que puedan disponer de su mano de obra de forma más flexible y sin gastos adicionales. Evidentemente, según pasan los años resistirse se hace cada vez más complicado, cosa que hace que las compañías más antiguas tiendan a estar más sindicalizadas que las nuevas. Como resultado, en multitud de ocasiones hay mercados en que empresas triunfan por el mero hecho de ser más jóvenes y tener menos restricciones sobre su mano de obra, como sucede en la automoción (GM, Ford y sus eternos problemas) o líneas aéreas (Jet Blue comiéndose a American o Delta).
Cuando hablamos de empresas antiguas, evidentemente, la más vieja de todas ellas es el estado y sus funcionarios, especialmente en gobiernos locales, y la que en un principio tiene menos competencia (aunque los municipios compiten entre sí, esto es un fenómeno relativamente nuevo). Como resultado, los sindicatos en la función pública son sólidos, extensos, y tienen una capacidad de veto delirante sobre muchas materias. Un bonito ejemplo de New Haven dará un idea. En esta ciudad, si el alcalde decide eliminar un puesto de trabajo, la persona que lo ocupaba tiene el derecho a quitarle el puesto a otro empleado de categoría igual o inferior, siempre que tenga menos antigüedad que él. La persona que pierde el puesto por el traslado tiene el mismo derecho, así que puede forzar a alguien a hacerle sitio, que a su vez puede hacerlo de nuevo, y así sucesivamente; el resultado es que cualquier cambio organizativo se convierte en una pesadilla inacabable, no importa lo necesario que este sea.
De estos dos fenómenos se plantean dos preguntas. ¿Por qué en Estados Unidos se mantiene la competencia en base a no tener sindicatos, mientras que en Europa todos se resignan a sufrirlos? ¿Cómo se evita que los sindicatos en la función pública se conviertan en una carga?.
Lo cierto es que no tengo respuestas demasiado satisfactorias para ambas preguntas. La primera es uno de esos debates casi eternos en Ciencia Política, paralelo a por qué no hay un partido socialdemócrata en Estados Unidos. Hay varias explicaciones para ello; una de las más interesantes es la que sugiere que la constante inmigración hizo que el debate en el movimiento obrero se centrara más en proteger a los de dentro que en cubrir a la mano de obra barata que llegaba constantemente a puerto. Algo parecido a los conflictos entre outsiders e insiders del mercado laboral actual, con un añadido extra. El hecho que porciones significativas de la clase obrera no votaran también contribuyó a que la legislación antisindical fuera mucho más dura desde el principio, y más si se considera el funcionamiento de la política americana y su sistema electoral.
Lo que es curioso es que estas restricciones al libre mercado acaban, en ocasiones, penalizando a aquellas empresas que han disfrutado de buenos tiempos en el pasado. Cuando en los cincuenta la economía americana vivía tiempos sin desempleo y con crecimiento constante, los sindicatos de las grandes empresas no tenían demasiados problemas en pedir grandes compensaciones; cuando no hay mano de obra sobrante, el trabajador es el Rey. El problema es cuando las cosas cambian, los privilegios adquiridos permanecen, y nuevos competidores entran en el mercado; los éxitos pasados entonces son garantía de pasarlo mal en el presente.
Sobre los sindicatos en la función pública, la respuesta es sencilla: paciencia y aguante. Estructuralmente, no hay manera humana de librarse de ellos como no sea ilegalizándolos; lo máximo que se puede aspirar es a no hacer de los funcionarios niños demasiado consentidos. La burocracia está allí por varios motivos importantes, que no deben ser olvidados (evitar patronazgo, garantizar imparcialidad) , pero también tiene sus problemas, entre ellos la fortaleza sindical.
Curiosamente, diría que tener sindicatos a la europea, cubriendo todos los trabajadores, contribuye a moderar a los de la función pública. Los líderes sindicales tienen que mirar por todos, no sólo por los niños mimados con empleo perpetuo, así que tienden a limitar sus exigencias. Donde los sindicatos son más débiles (Francia) los funcionarios son más irritantes, así que supongo que no iré del todo desencaminado.
Obviamente, los sindicatos a la europea no son una solución mágica para todo. Crean, efectivamente, ciertas rigideces, y en ocasiones bloquean reformas laborales que son necesarias para todos. Aún con sus otras virtudes (facilitan el control de la inflación, ya que hacen la moderación salarial más sencilla) también implican costes, en ocasiones muy graves. Nada sale gratis, ni los derechos de los trabajadores, ni la debilidad de estos; no hay ningún sistema sin inconvenientes.
Un cierto complejo de inferioridad
La obsesión de algunos con la palabrita "España" y el tamaño de su nación española empieza a ser ligeramente preocupante. Aunque ya viene de lejos, esta machacona petición que todo lo que se escriba, lea, o apruebe incluya referencias a lo muy español que es todo en este país, aparte de cansino, me está haciendo pensar en que algunos tienen un latente complejo de inferioridad nacional freudiano. Incluso comparan tamaños / votos / firmas ficticias con esos desleales que tanto desprecian, vamos. Que se lo hagan mirar.
No es por nada, pero esta obsesión por ligar todo con la banderita y España, aparte de ser bastante inusual, recuerda ciertos manías de regímenes pasados. Obsesiones que tienen algunos.
No es por nada, pero esta obsesión por ligar todo con la banderita y España, aparte de ser bastante inusual, recuerda ciertos manías de regímenes pasados. Obsesiones que tienen algunos.
martes, abril 25, 2006
Rajoy y sus firmitas
Pues el señor Rajoy ya se ha plantado en el Congreso con sus cuatro millones de firmas. La situación es tan absurda que me parece que es de recibo recalcar la multitud de estupideces jurídicas y lógicas que hay detrás del engendro propagandístico de este señor.
Primero, el hecho que las firmas sean pidiendo una proposición no de ley. Desde un punto de vista jurídico, solicitar eso presentando firmas no tiene ninguna lógica; el PP podía haber pasado la proposición él solito, sin pedir garabatos a nadie, y el efecto real de la iniciativa hubiera sido exactamente el mismo. A efectos de peso legal, que Rajoy hubiera hecho el camino de Santiago a gatas tendría exactamente el mismo valor.
La única forma que una recogida de firmas tenga valor jurídico es con las iniciativas legislativas populares, reguladas con cierto detalle, y que quedaban fuera del alcance de las maniobras del PP. Para empezar, un referéndum no se convoca por ley, así que no podían pedirlo de este modo. Aún si pudieran pedirlo, la constitución prohibe de manera específica que las iniciativas legislativas populares afecten materías reguladas por ley orgánica, y oh magia potagia, el estatuto lo es. Así que les ha tocado hacer acrobacias para poder pedir esta clase de cosas y recoger cajas llenas de firmas.
De todos modos, ¿Qué va a hacer la mesa del Congreso con todas esas cajas?. Pues la verdad, ni se molestarán en abrirlas, ya que son totalmente innecesarias. Vendrá Zaplana o Acebes con el papelito con la proposición, en bonita caligrafía usando papel delineado, y un par de aburridos funcionarios con una carretilla, que serán enviados a otra parte, ya que todos esos papelajos no sirven para nada. Hala, a gastar dinero reciclando folios otra vez. Vaya narices.
La proposición, tras tantas manías, será votada en la mesa del Congreso. Si en política hubiera algo de sentido común, esta enviará el texto a paseo, por chorra. Pedir un referéndum consultivo sobre un tema concreto vale; preguntar sobre el sexo de los ángeles usando una pregunda tan soberbiamente estúpida como la que pretende el PP es básicamente delirante.
Más allá del hecho que la Constitución (según interpretación del Constitucional, todo sea dicho, ya desde el la sentencia sobre la LOAPA) reconoce que la igualdad de derechos y deberes en todo el territorio no es ni necesaria ni obligatoria, preguntar a la gente si España es una nación es como votar sobre la existencia de Dios o la Ley de la Gravedad. Sea cual sea el resultado de un hipotético voto sobre la materia, España seguiría siendo lo que es, sea una nación o cuatro.
Lo divertido, de todos modos, es que si saliese "si" en el referéndum, tocaría reformar la constitución, ya que lo que defiende la pregunta de Rajoy está en contra de la interpretación vigente de esta. El "no" sería la respuesta correcta desde un punto de vista constitucional, ya que el número de naciones y nacionalidades (que vienen a ser lo mismo) es irrelevante.
Aparte de presentar una pregunta estúpida con firmas innecesarias (ni entro en la legalidad de la recogida, harto dudosa), la cuestión es qué sucede si la proposición llega al Congreso. Todo el mundo menos el PP vota en contra, el efecto es nulo. Todo el mundo vota a favor, el efecto real viene a ser nulo igualmente, ya que no vincula al gobierno más que como bronca política. Es, a efectos prácticos, un caro y lastimoso brindis al sol, tratando de ganar a base de chavismo populista un poco de cobertura mediática.
Lo que realmente debe fustrar al PP es que lo del estatuto de sorpresa y traición al electorado tiene poco. Todos los partidos catalanes menos ellos se presentaron a las autonómicas prometiendo reformar el estatuto, con el resultado que Piqué sacó un resultado electoral lastimoso. Zapatero se presenta a las generales prometiendo aceptar esa reforma en el programa, algo que procede a cumplir (ya que para algo le han votado) una vez llega a la Moncloa. Aquí el único al que las urnas no le han dado la razón es a Rajoy.
Cuando se vote el texto en Cataluña, y el PP coseche, como de costumbre, una humillante derrota en el principado (a no ser que ERC decida pedir el no y le hinche el resultado a Piqué), no sé que nos van a contar. La cuestión es, los catalanes quieren tener más derechos y obligaciones, y lo votan. Si Rajoy tiene envidia, que proponga café para todos, y los incluya en la Constitución, y se deje de paranoias variadas. De momento, las urnas y las encuestas lo siguen dejando pasando frío en la oposición.
Primero, el hecho que las firmas sean pidiendo una proposición no de ley. Desde un punto de vista jurídico, solicitar eso presentando firmas no tiene ninguna lógica; el PP podía haber pasado la proposición él solito, sin pedir garabatos a nadie, y el efecto real de la iniciativa hubiera sido exactamente el mismo. A efectos de peso legal, que Rajoy hubiera hecho el camino de Santiago a gatas tendría exactamente el mismo valor.
La única forma que una recogida de firmas tenga valor jurídico es con las iniciativas legislativas populares, reguladas con cierto detalle, y que quedaban fuera del alcance de las maniobras del PP. Para empezar, un referéndum no se convoca por ley, así que no podían pedirlo de este modo. Aún si pudieran pedirlo, la constitución prohibe de manera específica que las iniciativas legislativas populares afecten materías reguladas por ley orgánica, y oh magia potagia, el estatuto lo es. Así que les ha tocado hacer acrobacias para poder pedir esta clase de cosas y recoger cajas llenas de firmas.
De todos modos, ¿Qué va a hacer la mesa del Congreso con todas esas cajas?. Pues la verdad, ni se molestarán en abrirlas, ya que son totalmente innecesarias. Vendrá Zaplana o Acebes con el papelito con la proposición, en bonita caligrafía usando papel delineado, y un par de aburridos funcionarios con una carretilla, que serán enviados a otra parte, ya que todos esos papelajos no sirven para nada. Hala, a gastar dinero reciclando folios otra vez. Vaya narices.
La proposición, tras tantas manías, será votada en la mesa del Congreso. Si en política hubiera algo de sentido común, esta enviará el texto a paseo, por chorra. Pedir un referéndum consultivo sobre un tema concreto vale; preguntar sobre el sexo de los ángeles usando una pregunda tan soberbiamente estúpida como la que pretende el PP es básicamente delirante.
Más allá del hecho que la Constitución (según interpretación del Constitucional, todo sea dicho, ya desde el la sentencia sobre la LOAPA) reconoce que la igualdad de derechos y deberes en todo el territorio no es ni necesaria ni obligatoria, preguntar a la gente si España es una nación es como votar sobre la existencia de Dios o la Ley de la Gravedad. Sea cual sea el resultado de un hipotético voto sobre la materia, España seguiría siendo lo que es, sea una nación o cuatro.
Lo divertido, de todos modos, es que si saliese "si" en el referéndum, tocaría reformar la constitución, ya que lo que defiende la pregunta de Rajoy está en contra de la interpretación vigente de esta. El "no" sería la respuesta correcta desde un punto de vista constitucional, ya que el número de naciones y nacionalidades (que vienen a ser lo mismo) es irrelevante.
Aparte de presentar una pregunta estúpida con firmas innecesarias (ni entro en la legalidad de la recogida, harto dudosa), la cuestión es qué sucede si la proposición llega al Congreso. Todo el mundo menos el PP vota en contra, el efecto es nulo. Todo el mundo vota a favor, el efecto real viene a ser nulo igualmente, ya que no vincula al gobierno más que como bronca política. Es, a efectos prácticos, un caro y lastimoso brindis al sol, tratando de ganar a base de chavismo populista un poco de cobertura mediática.
Lo que realmente debe fustrar al PP es que lo del estatuto de sorpresa y traición al electorado tiene poco. Todos los partidos catalanes menos ellos se presentaron a las autonómicas prometiendo reformar el estatuto, con el resultado que Piqué sacó un resultado electoral lastimoso. Zapatero se presenta a las generales prometiendo aceptar esa reforma en el programa, algo que procede a cumplir (ya que para algo le han votado) una vez llega a la Moncloa. Aquí el único al que las urnas no le han dado la razón es a Rajoy.
Cuando se vote el texto en Cataluña, y el PP coseche, como de costumbre, una humillante derrota en el principado (a no ser que ERC decida pedir el no y le hinche el resultado a Piqué), no sé que nos van a contar. La cuestión es, los catalanes quieren tener más derechos y obligaciones, y lo votan. Si Rajoy tiene envidia, que proponga café para todos, y los incluya en la Constitución, y se deje de paranoias variadas. De momento, las urnas y las encuestas lo siguen dejando pasando frío en la oposición.
lunes, abril 24, 2006
Confundiendo la parte con el todo
Ya estamos otra vez. Violencia callejera en Euskadi y Navarra. Los ataques son, se miren como se miren, una mala noticia, pero el entusiasta griterio del PP pidiendo que se paralice todo intento de negociación o contacto con ETA es patéticamente exagerado. De hecho, aún iría más allá: las histéricas opiniones de algunos miembros de la derecha son de hecho una declaración de apoyo a los violentos.
La razón es sencilla. En contra de lo que pueda parecer, ETA no es un ente único omnisciente, que dirige con precisión euskaldún todo lo que hacen los 150.000 votantes de Batasuna. La izquierda abertzale, aun teniendo un electorado excepcionalmente fiel y disciplinado, no tiene la capacidad de controlar lo que hace cada uno de sus miembros y simpatizantes las 24 horas del día. Si hay un grupo de ceporros dentro de estas organizaciones que creen que la actual dirección de ETA y Batasuna son unos acomplejados terroristas, y que la violencia sigue siendo la única salida, esta gente tarde o temprano saldrán a la calle y le pegarán fuego a algún comercio. Sin seguir órdenes. Sin hacer caso a consignas. Sencillamente, lo harán porque siguen siendo de corazón unos cavernícolas fascistas.
Si uno no está de acuerdo con el proceso de paz dentro de Batasuna, y quiere destrozarlo, sabe que una de las opciones que tiene es romper el alto el fuego por su cuenta. Sucedió en Irlanda del Norte con escisiones radicales del IRA, y sucederá aquí, esta vez y otras. Se impone, antes de romper los contactos y dejar las cosas como imposibles, comprobar si las últimas acciones violentas son hechos aislados o no, y no caer en absolutismos idiotas que no nos llevarán a ninguna parte.
Tirar a la basura todo el trabajo, la posibilidad que dejen de haber muertos y el independentismo vasco acepte participar según las reglas del juego democrático, por un par de acciones que bien podrían ser hechos aislados sería, tristemente, dar la razón a aquellos sectores intransigentes que desean seguir matando.
A todo esto, las declaraciones de Batasuna de hoy han sido esperanzadoras. Cierto, no han condenado las acciones, pero se han acercado a ello todo lo posible sin cruzar linea. Lo crucial sin embargo es la petición muy explicita que estas algaradas deben acabarse. Las cantinelas sobre opresión y tortura es más para consumo interno que otra cosa.
La razón es sencilla. En contra de lo que pueda parecer, ETA no es un ente único omnisciente, que dirige con precisión euskaldún todo lo que hacen los 150.000 votantes de Batasuna. La izquierda abertzale, aun teniendo un electorado excepcionalmente fiel y disciplinado, no tiene la capacidad de controlar lo que hace cada uno de sus miembros y simpatizantes las 24 horas del día. Si hay un grupo de ceporros dentro de estas organizaciones que creen que la actual dirección de ETA y Batasuna son unos acomplejados terroristas, y que la violencia sigue siendo la única salida, esta gente tarde o temprano saldrán a la calle y le pegarán fuego a algún comercio. Sin seguir órdenes. Sin hacer caso a consignas. Sencillamente, lo harán porque siguen siendo de corazón unos cavernícolas fascistas.
Si uno no está de acuerdo con el proceso de paz dentro de Batasuna, y quiere destrozarlo, sabe que una de las opciones que tiene es romper el alto el fuego por su cuenta. Sucedió en Irlanda del Norte con escisiones radicales del IRA, y sucederá aquí, esta vez y otras. Se impone, antes de romper los contactos y dejar las cosas como imposibles, comprobar si las últimas acciones violentas son hechos aislados o no, y no caer en absolutismos idiotas que no nos llevarán a ninguna parte.
Tirar a la basura todo el trabajo, la posibilidad que dejen de haber muertos y el independentismo vasco acepte participar según las reglas del juego democrático, por un par de acciones que bien podrían ser hechos aislados sería, tristemente, dar la razón a aquellos sectores intransigentes que desean seguir matando.
A todo esto, las declaraciones de Batasuna de hoy han sido esperanzadoras. Cierto, no han condenado las acciones, pero se han acercado a ello todo lo posible sin cruzar linea. Lo crucial sin embargo es la petición muy explicita que estas algaradas deben acabarse. Las cantinelas sobre opresión y tortura es más para consumo interno que otra cosa.
¿V, una Vendetta liberal?
Siento discrepar con la crítica de mi colega Juan Ramón Rallo de V de Vendetta esta semana, pero me parece que peca de querer llevar las ovejas a su redil sea como sea. Según Rallo, V, el terrorista que protagoniza V de Vendetta, es un personaje esencialmente liberal, tanto en la película como en el magnífico (y astronómicamente superior) cómic de Alan Moore en la que está basada.
Pues mira, no. Por mucho que los liberales quieran parecer ser la última vanguardia en la cultura popular, V es, y así se define en repetidas ocasiones en el libro, un anarquista con todas las letras. Pasión por el terrorismo y la acción incluidas, dicho sea de paso. Que combate un estado totalitario de izquierdas o de derechas es irrelevante en este aspecto; ambos son horriblemente parecidos, y de hecho en el original de Moore parece más probable lo segundo. V no lucha sólo por la libertad, lucha por la anarquía, algo que la película deja patéticamente de lado.
Lo que me lleva a mis razones para defender que la película es una adaptación fallida del texto original. V es en el libro un personaje infinítamente más ambiguo (y monstruoso) que en la versión filmada; no es un superhéroe defensor de la libertad si no un terrorista anarquista mesiánico enloquecido. El fascinante juego entre identidad e ideología, fines y medios, locura y consentimiento queda fuera de la película en gran parte. Por no decir que el estilo visual, excesivamente limpio y aséptico, no es ni de lejos tan opresivo como los dibujos de David Lloyd.
De todos modos, Vendetta no es ni de lejos el mejor trabajo de Alan Moore; el honor recae en Watchmen. Trabajo que, por cierto, tiene una lectura política aún más fascinante que V.
Pues mira, no. Por mucho que los liberales quieran parecer ser la última vanguardia en la cultura popular, V es, y así se define en repetidas ocasiones en el libro, un anarquista con todas las letras. Pasión por el terrorismo y la acción incluidas, dicho sea de paso. Que combate un estado totalitario de izquierdas o de derechas es irrelevante en este aspecto; ambos son horriblemente parecidos, y de hecho en el original de Moore parece más probable lo segundo. V no lucha sólo por la libertad, lucha por la anarquía, algo que la película deja patéticamente de lado.
Lo que me lleva a mis razones para defender que la película es una adaptación fallida del texto original. V es en el libro un personaje infinítamente más ambiguo (y monstruoso) que en la versión filmada; no es un superhéroe defensor de la libertad si no un terrorista anarquista mesiánico enloquecido. El fascinante juego entre identidad e ideología, fines y medios, locura y consentimiento queda fuera de la película en gran parte. Por no decir que el estilo visual, excesivamente limpio y aséptico, no es ni de lejos tan opresivo como los dibujos de David Lloyd.
De todos modos, Vendetta no es ni de lejos el mejor trabajo de Alan Moore; el honor recae en Watchmen. Trabajo que, por cierto, tiene una lectura política aún más fascinante que V.
viernes, abril 21, 2006
Haciendo política de izquierdas: la ley de dependencia
Mientras el PP aulla de satisfacción por que le han salvado el chiringuito (por ahora) de su amigo Pizarro, el gobierno aprueba una ley importante que sí cambiará la vida a muchos españoles, la ley de dependencia. Algo tendrá de bueno que incluso el PP la elogiado, cosa inaudita estos días de berrinche constante.
Ya la elogié ámpliamente hará unos meses, cuando se empezó a hablar del texto, y no he cambiado de opinión en absoluto. Repito palabra por palabra lo dicho:
Ya la elogié ámpliamente hará unos meses, cuando se empezó a hablar del texto, y no he cambiado de opinión en absoluto. Repito palabra por palabra lo dicho:
Primero, es un política que ya existe en muchos lugares de Europa, así que de hecho sólo estamos haciendo las cosas tarde, no otra cosa. Vamos, que nos alejamos del furgón de cola y tal, algo que ya tocaba en esta materia.En fin, lo dicho, una buena noticia.
Segundo, aunque parezca mentira, no es un sistema demasiado caro de implementar (nunca es un capítulo oneroso del gasto donde existen programas similares) y es en cambio tremendamente progresivo, ya que favorece casi siempre a quien más lo necesita y no se puede permitir pagarlo. Hay una conclusión a la que llegan todos los estudios de gasto público y redistribución de renta en estados de bienestar, que señala que los impuestos acostumbran a ser bastante torpes como mecanismo de redistribución (incluso en Escandinavia, el sistema en agregado acaba siendo bastante proporcional), pero que en cambio el gasto, bien planteado, es muy efectivo reduciendo desigualdades. Sanidad, educación y servicios sociales públicos, universales y gratuitos son poderosos reductores de las diferencias sociales, y en muchos casos (sanidad es el más claro) son tremendamente eficientes.
Tercero, el sistema es tremendamente pragmático y bien poco estatalista, permitiendo que aunque el pagador sea el estado, la iniciativa en la prestación de servicios pueda ser privada. Lo que me lleva a decir algo que anatema para algunos, pero que es conveniente recalcar: en términos de igualdad, no importa quién preste el servicio mientras el pagador sea el estado. Lo importante es el libre acceso de los ciudadanos a un servicio, no quién lo presta; si es el Frente de Liberación de los Gnomos del Jardín el que se encarga de atender a los abueletes o un funcionario en términos de redistribución no hay diferencia. Si el estado vigila que el FLGJ preste el servicio en condiciones (algo sencillo de hacer), el ciudadano, que es lo que importa, se beneficia igual del sistema.
Cuarto, está bastante claro que la gente que se beneficiará de este programa no está cubierta por el mercado ahora mismo. No hay regulación ni impedimentos al asunto, y sin embargo la gente de rentas bajas sigue sin tener asistencia. Si algo esencialmente aleatorio como es la salud afecta más a unas clases sociales que otras, y provoca por ejemplo que familiares tengan que dejar de trabajar para cuidar a sus mayores, es necesario que el estado ayude. Por mucho que uno quiera a sus padres, no es justo que por que ellos tengan la salud frágil una mujer tenga que dejar el trabajo para cuidarles, por ejemplo.
Lo más importante, sin embargo, es que es una política que realmente dice "gobierno de izquierdas". Es una política redistributiva clásica, sobre el papel bien diseñada, y que favorece a quien más lo necesita. Si además es realista, razonable, nada integrista del funcionariado y flexible, hay muy poco que objetar, al menos de momento. Otra cosa es que me parece que puede estar pisando alguna competencia autonómica, pero bueno...
Endesa: yo ya me he perdido
Iba a comentar la suspensión cautelar de la OPA de Gas Natural sobre Endesa, pero la verdad, me parece que voy a desistir. Confieso que tanto movimiento judicial me tiene confundido; sea cual sea el resultado de la operación, yo ya desisto a entender el proceso.
Lo que si merece comentario es la habilidad que ha mostrado el PP y Endesa en liar la cosa algo serio. La OPA se ha convertido en un tema político gracias sobretodo al PP y su histerismo antitripartito persecutorio; a ese ruido los directivos de Endesa sólo han tenido que añadir abogados para hacer que aquí todo se decida en tribunales, mientras los accionistas sigan sin voz ni voto. Nada nuevo, ciertamente.
Resulta curioso que el partido que clama por el libre mercado haya acabado por hablar más de política que nadie acerca de una OPA, y que su defensa de la españolidad de Endesa acabe convirtiéndola en una compañía de propiedad alemana. Tenga o no razón el PP sobre la posible conspiración catalana para dominar el mundo (a veces uno no sabe si los quieren de amenaza interior o enemigo exterior), lo que está claro es que no han dado a los accionistas de la eléctrica la más mínima oportunidad de pronunciarse. Algo que por otro lado los mercados han percibido; las acciones de Endesa han caido hoy, sus propietarios hartos ya que no les dejen decidir nada.
Sobre el papel del gobierno, que se lo hagan mirar. Cuando alguien intenta echarte la culpa de acciones de terceros, lo mejor que puedes hacer es salir de enmedio y preguntar al contrario qué narices defiende. Una especie de neutralidad militante, vamos. Lo que hicieron, sin embargo, fue reaccionar lento, tarde y mal, y quedarse en ambigüedades. El PP les ha marcado un gol en un partido que ni siquiera deberían estar jugando; el hecho que Endesa deje de ser española (el gobierno no va a bloquear E.ON; no es tan estúpido) no servirá de mucho consuelo.
Lo que si merece comentario es la habilidad que ha mostrado el PP y Endesa en liar la cosa algo serio. La OPA se ha convertido en un tema político gracias sobretodo al PP y su histerismo antitripartito persecutorio; a ese ruido los directivos de Endesa sólo han tenido que añadir abogados para hacer que aquí todo se decida en tribunales, mientras los accionistas sigan sin voz ni voto. Nada nuevo, ciertamente.
Resulta curioso que el partido que clama por el libre mercado haya acabado por hablar más de política que nadie acerca de una OPA, y que su defensa de la españolidad de Endesa acabe convirtiéndola en una compañía de propiedad alemana. Tenga o no razón el PP sobre la posible conspiración catalana para dominar el mundo (a veces uno no sabe si los quieren de amenaza interior o enemigo exterior), lo que está claro es que no han dado a los accionistas de la eléctrica la más mínima oportunidad de pronunciarse. Algo que por otro lado los mercados han percibido; las acciones de Endesa han caido hoy, sus propietarios hartos ya que no les dejen decidir nada.
Sobre el papel del gobierno, que se lo hagan mirar. Cuando alguien intenta echarte la culpa de acciones de terceros, lo mejor que puedes hacer es salir de enmedio y preguntar al contrario qué narices defiende. Una especie de neutralidad militante, vamos. Lo que hicieron, sin embargo, fue reaccionar lento, tarde y mal, y quedarse en ambigüedades. El PP les ha marcado un gol en un partido que ni siquiera deberían estar jugando; el hecho que Endesa deje de ser española (el gobierno no va a bloquear E.ON; no es tan estúpido) no servirá de mucho consuelo.
jueves, abril 20, 2006
Educación e igualdad de oportunidades
Ayer discutiendo los méritos del modelo español de crecimiento alguien comentaba que con el ligeramente patético sistema educativo no llegaremos demasiado lejos. También se me pedía mi opinión sobre la ley de educación aprobada hace poco, de la que confesé mi ignorancia.
Lo cierto es que de sociología y educación sé poco (y de hecho, la suspendí en la facultad y todo) pero sí puedo decir algunas cosas de lo que se sabe a nivel académico. Son unas cuantas ideas confirmadas por estudios y datos bien hechos, que en muchos casos van en contra de los que algunos dicen es "de sentido común". Mis comentarios partirán de la idea, espero que compartida por todos, que la igualdad de oportunidades es algo bueno, y que la educación debe ayudar a que todo el mundo pueda explotar sus capacidades al máximo, independientemente de la clase social de sus padres. Veamos.
Primero, y más importante, el nivel educativo donde el gasto produce un mayor incremento en la igualdad de oportunidades es en la educación primaria y parvulario. Parece muy poco intuitivo, pero es lo que dicen los datos. El motor principal del éxito escolar de un niño y de su capacidad cognitiva se produce sobre todo, según parece, antes de los 7-8 años. Si se le fuerza a pensar, ser creativo y hacer cosas en abstracto, despertándole la curiosidad, parece que el chaval se pone las pilas rápido. Es en parte por este motivo que la clase social influye tanto en el éxito escolar de los alumnos; si un padre se preocupa de que el niño esté por la labor de aprender desde el principio, le compra juegos de construcciones y se pasa el día rodeado de Legos, es más fácil que el cerebrito obtenga buenas habilidades de aprendizaje.
Está claro que el estado no puede ser un substituto de la tarea de los padres, pero el colegio puede ayudar mucho a que los críos aprendan rápido. Incluso el mero hecho que niños de clase social diversa se mezclen en párvulos mejora el nivel de aprendizaje de todos. Ya se sabe, jugar es imitar, y son las interacciones las que ayudan.
Lo que lleva al segundo punto, que el gasto en universidades es de hecho regresivo en términos de igualdad de oportunidades. La explicación es muy sencilla. La probabilidad que un niño pase de primaria a bachillerato, y de bachillerato a la universidad, incluso con educación gratuita en todos los niveles, es proporcional al nivel de renta. Como mayor es la renta de la familia, es más probable que el niño llegue a la universidad, así que subvencionándola lo único que hacemos es subvencionar a quien puede pagarlo. Un sistema como el británico, en que la matrícula es relativamente cara para quien puede pagarla, y con becas generosas para quien no, es una manera más eficiente de garantizar esa igualdad de oportunidades.
De hecho el ascenso a través del sistema educativo de un niño está básicamente determinado por la probabilidad que tiene de saltar barreras. Esta probabilidad varia en gran medida dependiendo de lo buena que ha sido su educación primaria, el interés de los padres (fuertemente correlacionado con clase social) y el entorno del colegio donde está. Si el centro educativo tiene una concentración muy fuerte de gente con tendencia al fracaso, su probabilidad de éxito escolar desciende de forma paralela. Todos los estudios concluyen que concentrar los estudiantes de forma homogénea (colegios para la clase alta, media, obrera, minorías...) tiende a ser una mala idea en cuanto a igualdad de oportunidades. El gasto en un colegio lleno de hijos de familias pobres siempre tendrá menores retornos que en uno mixto, ya que el ambiente en el primero será mucho peor que en el segundo.
Por último, mezclando política, un par de ideas básicas. Primero de todo, el colegio tiene una influencia casi nula en la afiliación política posterior del niño. Tras un par de siglos de educación obligatoria, el mejor predictor de voto en todas partes sigue siendo la afiliación política de los padres.
Lo que me lleva a otro aspecto importante, que es el modelo educativo en cuanto a la forma de dar clases. La verdad, no es tan importante como todo el mundo dice. A efectos prácticos, la configuración del temario sólo afecta lo que se sabe sobre un tema, no los valores morales o el voto futuro de los chavales. Partiendo de que todos somos ignorantes, sólo que sobre temas distintos, el poco conocimiento que uno puede acumular en unos años no deja de ser hasta cierto punto secundario.
Segundo, y hablando específicamente de Cataluña, el nivel de competencia en castellano de los alumnos de la región está de hecho por encima de la media española. No es ningún problema para un niño aprender dos o tres idiomas al mismo tiempo; el cerebro humano no tiene ningún problema en trabajar en varios idiomas.
Eso es lo que más o menos nos dan los datos. Los dos países que según mis últimas noticias eran los más eficaces garantizando la igualdad de oportunidades (y dando buenos resultados en el informe Pisa) son Holanda y Suecia (como no); en el vagón de cola de la igualdad estaba Estados Unidos, como de costumbre. Esto es lo que hay, y lo que se sabe. Como veis, gran parte de los debates sobre la ley de educación han sido bastante irrelevantes.
Lo cierto es que de sociología y educación sé poco (y de hecho, la suspendí en la facultad y todo) pero sí puedo decir algunas cosas de lo que se sabe a nivel académico. Son unas cuantas ideas confirmadas por estudios y datos bien hechos, que en muchos casos van en contra de los que algunos dicen es "de sentido común". Mis comentarios partirán de la idea, espero que compartida por todos, que la igualdad de oportunidades es algo bueno, y que la educación debe ayudar a que todo el mundo pueda explotar sus capacidades al máximo, independientemente de la clase social de sus padres. Veamos.
Primero, y más importante, el nivel educativo donde el gasto produce un mayor incremento en la igualdad de oportunidades es en la educación primaria y parvulario. Parece muy poco intuitivo, pero es lo que dicen los datos. El motor principal del éxito escolar de un niño y de su capacidad cognitiva se produce sobre todo, según parece, antes de los 7-8 años. Si se le fuerza a pensar, ser creativo y hacer cosas en abstracto, despertándole la curiosidad, parece que el chaval se pone las pilas rápido. Es en parte por este motivo que la clase social influye tanto en el éxito escolar de los alumnos; si un padre se preocupa de que el niño esté por la labor de aprender desde el principio, le compra juegos de construcciones y se pasa el día rodeado de Legos, es más fácil que el cerebrito obtenga buenas habilidades de aprendizaje.
Está claro que el estado no puede ser un substituto de la tarea de los padres, pero el colegio puede ayudar mucho a que los críos aprendan rápido. Incluso el mero hecho que niños de clase social diversa se mezclen en párvulos mejora el nivel de aprendizaje de todos. Ya se sabe, jugar es imitar, y son las interacciones las que ayudan.
Lo que lleva al segundo punto, que el gasto en universidades es de hecho regresivo en términos de igualdad de oportunidades. La explicación es muy sencilla. La probabilidad que un niño pase de primaria a bachillerato, y de bachillerato a la universidad, incluso con educación gratuita en todos los niveles, es proporcional al nivel de renta. Como mayor es la renta de la familia, es más probable que el niño llegue a la universidad, así que subvencionándola lo único que hacemos es subvencionar a quien puede pagarlo. Un sistema como el británico, en que la matrícula es relativamente cara para quien puede pagarla, y con becas generosas para quien no, es una manera más eficiente de garantizar esa igualdad de oportunidades.
De hecho el ascenso a través del sistema educativo de un niño está básicamente determinado por la probabilidad que tiene de saltar barreras. Esta probabilidad varia en gran medida dependiendo de lo buena que ha sido su educación primaria, el interés de los padres (fuertemente correlacionado con clase social) y el entorno del colegio donde está. Si el centro educativo tiene una concentración muy fuerte de gente con tendencia al fracaso, su probabilidad de éxito escolar desciende de forma paralela. Todos los estudios concluyen que concentrar los estudiantes de forma homogénea (colegios para la clase alta, media, obrera, minorías...) tiende a ser una mala idea en cuanto a igualdad de oportunidades. El gasto en un colegio lleno de hijos de familias pobres siempre tendrá menores retornos que en uno mixto, ya que el ambiente en el primero será mucho peor que en el segundo.
Por último, mezclando política, un par de ideas básicas. Primero de todo, el colegio tiene una influencia casi nula en la afiliación política posterior del niño. Tras un par de siglos de educación obligatoria, el mejor predictor de voto en todas partes sigue siendo la afiliación política de los padres.
Lo que me lleva a otro aspecto importante, que es el modelo educativo en cuanto a la forma de dar clases. La verdad, no es tan importante como todo el mundo dice. A efectos prácticos, la configuración del temario sólo afecta lo que se sabe sobre un tema, no los valores morales o el voto futuro de los chavales. Partiendo de que todos somos ignorantes, sólo que sobre temas distintos, el poco conocimiento que uno puede acumular en unos años no deja de ser hasta cierto punto secundario.
Segundo, y hablando específicamente de Cataluña, el nivel de competencia en castellano de los alumnos de la región está de hecho por encima de la media española. No es ningún problema para un niño aprender dos o tres idiomas al mismo tiempo; el cerebro humano no tiene ningún problema en trabajar en varios idiomas.
Eso es lo que más o menos nos dan los datos. Los dos países que según mis últimas noticias eran los más eficaces garantizando la igualdad de oportunidades (y dando buenos resultados en el informe Pisa) son Holanda y Suecia (como no); en el vagón de cola de la igualdad estaba Estados Unidos, como de costumbre. Esto es lo que hay, y lo que se sabe. Como veis, gran parte de los debates sobre la ley de educación han sido bastante irrelevantes.
miércoles, abril 19, 2006
"Francia e Italia deben imitar a España"
Será que no vamos tan mal. Esto escribe Denis Macshane en Newsweek esta semana, poniendo la España de los últimos 25 años como modelo a seguir para el resto de Europa. Y oye, los piropos le caen a todo el mundo; González, Aznar y Zapatero reciben muy merecidos elogios.
Lo mejor de todo es que creo que tiene razón. España, a pesar de los problemas presentes y el griterio apocalíptico constante, es de lejos unas de las mayores historias de éxito de Europa. Ha huido tanto del conservadurismo Thatcherita alocado y de los devaneos neocontrarreformistas como del izquierdismo antiglobalizador francés, y ha funcionado de maravilla. Ya va siendo hora que nos demos cuenta que las cosas nos han salido de vicio en los últimos años, y que seguimos por el buen camino.
Actualización: vía Barcepundit encuentro que Newsweek internacional tiene otro artículo sobre España esta semana, titulado "His way works". O el frente polanquista avanza que es una barbaridad, o Zapatero algo estará haciendo bien.
Lo mejor de todo es que creo que tiene razón. España, a pesar de los problemas presentes y el griterio apocalíptico constante, es de lejos unas de las mayores historias de éxito de Europa. Ha huido tanto del conservadurismo Thatcherita alocado y de los devaneos neocontrarreformistas como del izquierdismo antiglobalizador francés, y ha funcionado de maravilla. Ya va siendo hora que nos demos cuenta que las cosas nos han salido de vicio en los últimos años, y que seguimos por el buen camino.
Actualización: vía Barcepundit encuentro que Newsweek internacional tiene otro artículo sobre España esta semana, titulado "His way works". O el frente polanquista avanza que es una barbaridad, o Zapatero algo estará haciendo bien.
El increíble estado menguante: Irak y sus problemas
La idea parecía buena. Se invade un país, se derroca a un terrible dictador, se crea un estado democrático. La invasión fue bien, el dictador ha caido, y lo que se dice votar, la gente vota, aunque sea a un partido títere iraní con muy mala leche.
El problema es que se olvidaron de un pequeño detalle: el "estado".
El gran problema de Irak ahora mismo, aparte de la multitud de psicópatas totalitarios y gobernantes con ganas de imponer la ley islámica, es que el estado como tal está desapareciendo. Las noticias indican un progresivo deterioro de la capacidad del gobierno iraquí de ejercer ninguna clase de control o autoridad directa sobre grandes áreas del país, mientras que milicias, jefes locales, paramilitares, terroristas variados o unidades de policia a su bola toman el mando.
Pongamos el ejemplo de uno de los cuerpos que presuntamente forman las fuerzas de seguridad del gobierno iraquí, la FPS (facilities protection services). Son sobre unos 146.000 hombres dedicados, se supone, a la protección de cosas, equipados por el gobierno y los americanos para luchar contra los malos. El pequeño problema es que a estos tipos no los controla nadie. Ningún ministerio del gobierno central dice que están bajo su mando. No dependen de nadie más que de sí mismos, y del líder tribal que a ellos les plazca obedecer.
El resultado, un cuerpo de policía que se pasa más tiempo aplastando a otros grupos y ejecutando alegre violencia sectaria que otra cosa, totalmente a espaldas de americanos o del gobierno democrático (cuando exista; aún no hay acuerdo) de turno. Básicamente, otro de los ejércitos privados que campan por el país, oprimiendo al pobre infeliz que moleste demasiado.
No es extraño que veamos entonces refugiados huyendo de lugares que les son hostiles. La violencia sectaria está forzando lentamente a los grupos minoritarios de cada región a trasladarse a zonas donde son mayoría para evitar la violencia étnica reinante. Las milicias son las que mantienen el orden, y son las que "limpian" las ciudades de la presencia de otros grupos.
Irak es ahora mismo la sombra de un estado; un gobierno fallido con todas las letras. Se esté a favor de la invasión o no, la ocupación americana ha resultado ser un desastre sin paliativos una vez ganada la guerra. Derribaron un régimen, y dejaron el vacio. El resultado, violencia incontrolada, ejercitos privados, y muerte inútil.
Lo he dicho otras veces, pero hay dos soluciones. Una es enviar medio millón de soldados, reestablecer el orden en serio, y arreglar el país como Dios manda. Es la opción decente, pero no hay político en el mundo que tenga la capacidad de hacerlo. La segunda, probablemente aplicada por el pobre infeliz que suceda a Bush en la Casa Blanca, es el de crear una dictadura títere al viejo estilo y dejarse de historias, o dejar que Irán se quede con el cortijo sin haber pegado un tiro. Algo estupendo.
El problema es que se olvidaron de un pequeño detalle: el "estado".
El gran problema de Irak ahora mismo, aparte de la multitud de psicópatas totalitarios y gobernantes con ganas de imponer la ley islámica, es que el estado como tal está desapareciendo. Las noticias indican un progresivo deterioro de la capacidad del gobierno iraquí de ejercer ninguna clase de control o autoridad directa sobre grandes áreas del país, mientras que milicias, jefes locales, paramilitares, terroristas variados o unidades de policia a su bola toman el mando.
Pongamos el ejemplo de uno de los cuerpos que presuntamente forman las fuerzas de seguridad del gobierno iraquí, la FPS (facilities protection services). Son sobre unos 146.000 hombres dedicados, se supone, a la protección de cosas, equipados por el gobierno y los americanos para luchar contra los malos. El pequeño problema es que a estos tipos no los controla nadie. Ningún ministerio del gobierno central dice que están bajo su mando. No dependen de nadie más que de sí mismos, y del líder tribal que a ellos les plazca obedecer.
El resultado, un cuerpo de policía que se pasa más tiempo aplastando a otros grupos y ejecutando alegre violencia sectaria que otra cosa, totalmente a espaldas de americanos o del gobierno democrático (cuando exista; aún no hay acuerdo) de turno. Básicamente, otro de los ejércitos privados que campan por el país, oprimiendo al pobre infeliz que moleste demasiado.
No es extraño que veamos entonces refugiados huyendo de lugares que les son hostiles. La violencia sectaria está forzando lentamente a los grupos minoritarios de cada región a trasladarse a zonas donde son mayoría para evitar la violencia étnica reinante. Las milicias son las que mantienen el orden, y son las que "limpian" las ciudades de la presencia de otros grupos.
Irak es ahora mismo la sombra de un estado; un gobierno fallido con todas las letras. Se esté a favor de la invasión o no, la ocupación americana ha resultado ser un desastre sin paliativos una vez ganada la guerra. Derribaron un régimen, y dejaron el vacio. El resultado, violencia incontrolada, ejercitos privados, y muerte inútil.
Lo he dicho otras veces, pero hay dos soluciones. Una es enviar medio millón de soldados, reestablecer el orden en serio, y arreglar el país como Dios manda. Es la opción decente, pero no hay político en el mundo que tenga la capacidad de hacerlo. La segunda, probablemente aplicada por el pobre infeliz que suceda a Bush en la Casa Blanca, es el de crear una dictadura títere al viejo estilo y dejarse de historias, o dejar que Irán se quede con el cortijo sin haber pegado un tiro. Algo estupendo.
Más sobre el escudo de plástico
Hace una temporada hablaba por aquí de los terrores que la tarjeta de crédito y el credit rating estaban inflingiendo en la clase media americana. Una nación bajo la deuda parece ser el lema de algunos bancos.
Pues bien, el tema parece haber entrado con cierta fuerza en el debate mediático americano. Hoy en Newsweek entrevistan a James Scurlock, cineasta que pretendía hacer un documental sarcástico mostrando el gasto irresponsable de algunos, y que ha acabado teniendo que hacer algo mucho más serio, ya que el tema no hace puñetera gracia. Una historia de bancarrotas, ruinas, usura variada y un par de suicidios, para más señas. La entrevista es, como no, muy interesante.
Pues bien, el tema parece haber entrado con cierta fuerza en el debate mediático americano. Hoy en Newsweek entrevistan a James Scurlock, cineasta que pretendía hacer un documental sarcástico mostrando el gasto irresponsable de algunos, y que ha acabado teniendo que hacer algo mucho más serio, ya que el tema no hace puñetera gracia. Una historia de bancarrotas, ruinas, usura variada y un par de suicidios, para más señas. La entrevista es, como no, muy interesante.
martes, abril 18, 2006
Salidad y "libre" mercado
He hablado varias veces por aquí sobre el problema de la sanidad en Estados Unidos, y los costes absurdos que el sistema de asistencia privado impone en la clase media americana. Bien, un informe reciente publicada por la AMA (American Medical Asociation) señala que aparte de todos los problemas ya listados en mis entradas anteriores, la cosa es de hecho aún peor.
El problema, para variar, son los enemigos de los mercados competitivos y la libre empresa por excelencia. No, no son los sindicatos. Ni el estado. Ni Polanco. No, son las mismas empresas.
¿Qué viene a señalar el informe? Que haciendo un análisis ciudad por ciudad del mercado de seguros médicos, la multiplicidad de empresas que uno ve a nivel nacional "compitiendo" desaparece, quedando un bonito reparto de monopolios regionales. Concretamente en un 56% de las 296 áreas metropolitanas estudiadas, un asegurador controla más de la mitad del mercado. En un 67% de las ciudades, la concentración en el mercado está por encima de lo que el departamento de justicia de Estados Unidos considera un monopolio.
El problema evidente es que las compañías de seguros están tratando de evitar competir entre ellas. Tras más de 400 fusiones en los últimos años en el sector, las supervivientes están dejándose paso libre unas a otras repartiéndose el territorio. Nada como unas cuantas decenas de monopolios regionales para vivir de rentas y seguir subiendo el coste de la sanidad a un ritmo que duplica el resto del mundo desarrollado.
Para acabar de hacer el problema acuciante, muchas aseguradoras tienen en su región poder de monopsonio, o mercado de consumidor único, al convertirse en el único comprador de servicios a hospitales de facto. Tener un agente con ánimo de lucro siendo el único vendedor de seguros y cliente de hospitales es evidentemente una máquina de ganar dinero para los accionistas, y una pesadilla de facturas médicas para el resto, aparte de ser un mercado casi imposible de abrir para una tercera empresa.
Estamos en lo de siempre. La forma más fácil de ganar dinero para una empresa es consiguiendo ser un monopolio, y si nadie lo impide eso es lo que tratará de obtener. Sea mediante compras a destajo de competidores, sea mediante pactos implícitos de no agresión, si se las deja a sólas el resultado será una restricción a la competencia. La primera tarea del estado es garantizar mercados libres y abiertos, y a quien debe vigilar es a las empresas.
Por cierto, no hace falta decirlo, la sanidad pública universal, pagada con los impuestos de todos, es más eficiente que esta locura de mercados restringidos y compañías tratando de sacarse de encima a pacientes enfermos. Cuando lo dice hasta el Economist, templo liberal donde los haya, es que la cosa va en serio.
El problema, para variar, son los enemigos de los mercados competitivos y la libre empresa por excelencia. No, no son los sindicatos. Ni el estado. Ni Polanco. No, son las mismas empresas.
¿Qué viene a señalar el informe? Que haciendo un análisis ciudad por ciudad del mercado de seguros médicos, la multiplicidad de empresas que uno ve a nivel nacional "compitiendo" desaparece, quedando un bonito reparto de monopolios regionales. Concretamente en un 56% de las 296 áreas metropolitanas estudiadas, un asegurador controla más de la mitad del mercado. En un 67% de las ciudades, la concentración en el mercado está por encima de lo que el departamento de justicia de Estados Unidos considera un monopolio.
El problema evidente es que las compañías de seguros están tratando de evitar competir entre ellas. Tras más de 400 fusiones en los últimos años en el sector, las supervivientes están dejándose paso libre unas a otras repartiéndose el territorio. Nada como unas cuantas decenas de monopolios regionales para vivir de rentas y seguir subiendo el coste de la sanidad a un ritmo que duplica el resto del mundo desarrollado.
Para acabar de hacer el problema acuciante, muchas aseguradoras tienen en su región poder de monopsonio, o mercado de consumidor único, al convertirse en el único comprador de servicios a hospitales de facto. Tener un agente con ánimo de lucro siendo el único vendedor de seguros y cliente de hospitales es evidentemente una máquina de ganar dinero para los accionistas, y una pesadilla de facturas médicas para el resto, aparte de ser un mercado casi imposible de abrir para una tercera empresa.
Estamos en lo de siempre. La forma más fácil de ganar dinero para una empresa es consiguiendo ser un monopolio, y si nadie lo impide eso es lo que tratará de obtener. Sea mediante compras a destajo de competidores, sea mediante pactos implícitos de no agresión, si se las deja a sólas el resultado será una restricción a la competencia. La primera tarea del estado es garantizar mercados libres y abiertos, y a quien debe vigilar es a las empresas.
Por cierto, no hace falta decirlo, la sanidad pública universal, pagada con los impuestos de todos, es más eficiente que esta locura de mercados restringidos y compañías tratando de sacarse de encima a pacientes enfermos. Cuando lo dice hasta el Economist, templo liberal donde los haya, es que la cosa va en serio.
Otra de caricaturas contra lo más sagrado
Ha vuelto a suceder. Un caricaturista hace unos cuantos chistes sobre temas sensibles, y los talibanes premodernos de turno, esos que no entienden nuestro régimen de libertades, se lanzan a por el pobre dibujante tratándole de condenar a la hoguera, a él y su familia.
¿Otra de dibujitos de Mahoma y Mullahs poseídos por la Fe Verdadera? No, esta vez no. Se trata de la AVT y Libertad Digital, cantando por la (no) libertad de expresión. Tras tanto cachondeo con los daneses, el profeta y la alianza de las civilizaciones, ahora resulta que lo del arte satírico ya no les gusta tanto. Pobrecitos.
¿Otra de dibujitos de Mahoma y Mullahs poseídos por la Fe Verdadera? No, esta vez no. Se trata de la AVT y Libertad Digital, cantando por la (no) libertad de expresión. Tras tanto cachondeo con los daneses, el profeta y la alianza de las civilizaciones, ahora resulta que lo del arte satírico ya no les gusta tanto. Pobrecitos.
lunes, abril 17, 2006
De ejecutivos, pensiones y salarios: las nuevas superestrellas
En los últimos días ha existido cierto debate en los medios de comunicación americanos acerca de los salarios de los CEO de las grandes corporaciones del país. Menciono el hecho por lo inusual; Estados Unidos es un país tradicionalmente alérgico a hablar de clase social y redistribución, con una fuerte mentalidad de que "todos somos clase media". Sacar el tema en un debate político siempre lleva a la acusación de querer resucitar la guerra de clases (class warfare, que suena muy bien), una expresión que me parece no se usa como acusación en ningún otro sitio.
Lo cierto es que los últimos titulares eran lo suficiente rotundos para generar una buena discusión. Como señalaba USA Today, en el 2005 el incremento salarial medio (nominal) para los trabajadores de las 100 mayores compañías fue un patético 2,5%, mientras que para los CEO el aumento de ganancias fue de un 25%. Los ingresos en algunos casos sobrepasan los 100 millones de dólares anuales, con compensaciones en forma de avión privado o residencias varias sencillamente extravagantes. Estamos hablando de directivos de empresas, no sus propietarios; no es que Richard Fairbank (Capital One, un tipo que ha obtenido $250 millones en un año) sea un gran accionista del banco, sólo es su director.
Para añadir sal a la herida, las noticias sobre las pagas por despido o jubilación de algunos ejecutivos rozan lo extravagante. El ex-jefe de Morgan Stanley, aparte de unos bonitos $52 millones de dólares y una pensión vitalicia, tendrá también $250.000 anuales a cargo del banco para donarlos a sus ONGs preferidas. Mientras tanto IBM, una compañía que está recortando como loca los planes de pensiones de sus trabajadores, acaba de aprobar una pensión de jubilación para su CEO de unos "modestos" cuatro millones de dólares anuales, para que no pase hambre cuando se haga mayor. Al menos comparado con los seis y medio que cobrará el jefe de Exxon no suena tan grave.
Lo preocupante es que esto no siempre ha sido así. En 1970, un CEO cobraba de media 39 veces el salario de uno de sus trabajadores. En 1999, esta cifra se había convertido en 1000. Si bien los salarios de los ejecutivos descendieron un poco a principios de esta década, la espiral de crecimiento parece haber recuperado toda su fuerza estos últimos años. ¿Por qué sucede esto? Hay varios motivos y teorías, ninguna del todo satisfactoria.
La primera teoría, repetida desde los lugares habituales, es que el crecimiento no es tal, y que el que vemos está plenamente justificado por el incremento de productividad de los ejecutivos. Aparte que no hay un sólo indicador serio que señale que las desigualdades en Estados Unidos no están aumentando a una velocidad atroz (mientras desciende la movilidad social, por cierto), resulta poco realista pensar que un jefe de una multinacional es 35 veces más productivo ahora que hace 30 años. Por mucho internet, MBAs y danzas y coros variados que uno imagine, el presidente de un banco no aporta 35 veces la riqueza por hora de sus predecesores en los setenta; el incremento de los beneficios no está ahí de ningún modo.
La explicación más original es la llamana hipótesis de la superestrella, propuesta por Sherwin Rosen. La idea básica es que la expansión de los medios de comunicación tiende a crear mercados donde unas pocas estrellas concentran un enorme porcentaje de los ingresos, mientras la inmensa mayoría se queda con las sobras. El modelo más conocido de esta clase de mercados es el de los actores de cine. Por cada Tom Cruise cobrando 25 millones por película hay una legión de camareros en Los Ángeles soñando con ser actores y que básicamente trabajan de extras. Se ha pasado de un mundo con miles de modestos actores de teatro a uno de de decenas de estrellas con fama y reputación.
El problema con esta hipótesis es que si bien es posible argumentar que fichar a Cruise garantiza un cierto nivel de beneficios (gente pagando por verle), eso no sucede en todas partes. Fichar a Carly Fiorina no hace una compañía mágicamente millonaria, aunque los salarios de los CEO parecen sugerir que así sea. Si bien esta lógica si afecta a algunos sectores (como profesores de universidad en EUA) y parece influir la mística de las publicaciones de negocios y las reputaciones sagradas de algunos héroes del capitalismo, el incremento salarial es desproporcionado.
Otra explicación más sencilla es la naturaleza casi soviética de las elecciones a los consejos de administración de muchas grandes compañías. Muchos ejecutivos, a base de trucos legales, manipulación variada o accionariados fragmentados consiguen llenar muchos consejos de amiguetes o gente bajo su control, de modo que pueden aprobarse enormes salarios sin que el accionista tenga demasiado a decir. Si a eso añadimos la peculiar costumbre de estar sentado en treinta consejos distintos de un modo u otro, el hoy por tí, mañana por mí sólo aumenta la tendencia.
Finalmente hay otra historia (que personalmente no me convence) defendida por gente como Piketty o Sáez, que señalan que los salarios se definen tanto por las presiones del mercado como por convenciones sociales. La era Reagan y su apología del yuppie y la avaricia tienen tanto que ver en el aumento de los salarios de los altos ejecutivos de las empresas como cualquiera de las causas mencionadas arriba. Otras explicaciones (como la globalización, que sale en todas partes), son igual de poco convincentes para explicar el fenómeno.
Sea por la razón que sea, la disparidad salarial entre trabajadores y ejecutivos se ha disparado en los últimos años hasta niveles nunca vistos desde los años treinta, tanto en Estados Unidos como (en menor medida) en Europa. El capitalismo, que creó riqueza para todos hasta los años setenta, parece que dejó de repartirla a partir de 1980. Es hora de preguntarse si es esta la sociedad que queremos.
Lo cierto es que los últimos titulares eran lo suficiente rotundos para generar una buena discusión. Como señalaba USA Today, en el 2005 el incremento salarial medio (nominal) para los trabajadores de las 100 mayores compañías fue un patético 2,5%, mientras que para los CEO el aumento de ganancias fue de un 25%. Los ingresos en algunos casos sobrepasan los 100 millones de dólares anuales, con compensaciones en forma de avión privado o residencias varias sencillamente extravagantes. Estamos hablando de directivos de empresas, no sus propietarios; no es que Richard Fairbank (Capital One, un tipo que ha obtenido $250 millones en un año) sea un gran accionista del banco, sólo es su director.
Para añadir sal a la herida, las noticias sobre las pagas por despido o jubilación de algunos ejecutivos rozan lo extravagante. El ex-jefe de Morgan Stanley, aparte de unos bonitos $52 millones de dólares y una pensión vitalicia, tendrá también $250.000 anuales a cargo del banco para donarlos a sus ONGs preferidas. Mientras tanto IBM, una compañía que está recortando como loca los planes de pensiones de sus trabajadores, acaba de aprobar una pensión de jubilación para su CEO de unos "modestos" cuatro millones de dólares anuales, para que no pase hambre cuando se haga mayor. Al menos comparado con los seis y medio que cobrará el jefe de Exxon no suena tan grave.
Lo preocupante es que esto no siempre ha sido así. En 1970, un CEO cobraba de media 39 veces el salario de uno de sus trabajadores. En 1999, esta cifra se había convertido en 1000. Si bien los salarios de los ejecutivos descendieron un poco a principios de esta década, la espiral de crecimiento parece haber recuperado toda su fuerza estos últimos años. ¿Por qué sucede esto? Hay varios motivos y teorías, ninguna del todo satisfactoria.
La primera teoría, repetida desde los lugares habituales, es que el crecimiento no es tal, y que el que vemos está plenamente justificado por el incremento de productividad de los ejecutivos. Aparte que no hay un sólo indicador serio que señale que las desigualdades en Estados Unidos no están aumentando a una velocidad atroz (mientras desciende la movilidad social, por cierto), resulta poco realista pensar que un jefe de una multinacional es 35 veces más productivo ahora que hace 30 años. Por mucho internet, MBAs y danzas y coros variados que uno imagine, el presidente de un banco no aporta 35 veces la riqueza por hora de sus predecesores en los setenta; el incremento de los beneficios no está ahí de ningún modo.
La explicación más original es la llamana hipótesis de la superestrella, propuesta por Sherwin Rosen. La idea básica es que la expansión de los medios de comunicación tiende a crear mercados donde unas pocas estrellas concentran un enorme porcentaje de los ingresos, mientras la inmensa mayoría se queda con las sobras. El modelo más conocido de esta clase de mercados es el de los actores de cine. Por cada Tom Cruise cobrando 25 millones por película hay una legión de camareros en Los Ángeles soñando con ser actores y que básicamente trabajan de extras. Se ha pasado de un mundo con miles de modestos actores de teatro a uno de de decenas de estrellas con fama y reputación.
El problema con esta hipótesis es que si bien es posible argumentar que fichar a Cruise garantiza un cierto nivel de beneficios (gente pagando por verle), eso no sucede en todas partes. Fichar a Carly Fiorina no hace una compañía mágicamente millonaria, aunque los salarios de los CEO parecen sugerir que así sea. Si bien esta lógica si afecta a algunos sectores (como profesores de universidad en EUA) y parece influir la mística de las publicaciones de negocios y las reputaciones sagradas de algunos héroes del capitalismo, el incremento salarial es desproporcionado.
Otra explicación más sencilla es la naturaleza casi soviética de las elecciones a los consejos de administración de muchas grandes compañías. Muchos ejecutivos, a base de trucos legales, manipulación variada o accionariados fragmentados consiguen llenar muchos consejos de amiguetes o gente bajo su control, de modo que pueden aprobarse enormes salarios sin que el accionista tenga demasiado a decir. Si a eso añadimos la peculiar costumbre de estar sentado en treinta consejos distintos de un modo u otro, el hoy por tí, mañana por mí sólo aumenta la tendencia.
Finalmente hay otra historia (que personalmente no me convence) defendida por gente como Piketty o Sáez, que señalan que los salarios se definen tanto por las presiones del mercado como por convenciones sociales. La era Reagan y su apología del yuppie y la avaricia tienen tanto que ver en el aumento de los salarios de los altos ejecutivos de las empresas como cualquiera de las causas mencionadas arriba. Otras explicaciones (como la globalización, que sale en todas partes), son igual de poco convincentes para explicar el fenómeno.
Sea por la razón que sea, la disparidad salarial entre trabajadores y ejecutivos se ha disparado en los últimos años hasta niveles nunca vistos desde los años treinta, tanto en Estados Unidos como (en menor medida) en Europa. El capitalismo, que creó riqueza para todos hasta los años setenta, parece que dejó de repartirla a partir de 1980. Es hora de preguntarse si es esta la sociedad que queremos.
viernes, abril 14, 2006
¿Es Irán una amenaza?
Esta todo el planeta muy excitado con el hecho que Irán quiera construir armas nucleares. La verdad, no me extraña; sólo con la retórica que se gasta su gobierno, uno ya tiene razones para preocuparse. Tanta mala leche en manos de alguien con capacidad de colocar el proverbial hongo radioactivo no suena demasiado bien a nadie.
Me temo, sin embargo, que todo este histerismo está poco justificado. Basta con atender al historial de uso de armas nucleares en los últimos 60 años para ver que cuando alguien tiene la bomba, no tiene porque estar dispuesto a usarla, por muy megalómano que parezca. Ya desde la era en que iracundos secretarios generales del PCUS golpeaban la mesa en Naciones Unidas con el zapato a a grito de "os aplastaremos", la amenaza de uso de armas nucleares ha sido una retórica más o menos habitual ahí fuera. Sin embargo, a nadie se le ha ocurrido darle al botón rojo del armaggedón en un ataque de histeria, tratando de invadir algún rival.
¿El motivo? Las armas nucleares son esencialmente defensivas, no ofensivas. O dicho de otro modo, es hora de recordad lo que MAD (Mutual Assured Destruction; destrucción mutua asegurada) significa. Una arma atómica es, para decirlo de algún modo, la versión definitiva de eso que la mejor defensa es un buen ataque. Básicamente es la garantía que cualquier clase de agresión será respondida inflingiendo unos daños al oponente intolerables en comparación a cualquier posible beneficio obtenible en una guerra. Si Irán obtiene estas armas, lo que está haciendo es comprarse un seguro a todo riesgo contra invasiones americanas; si les tocan, convierten Israel en un solar y listos.
¿Qué impide a un gobierno Iraní majara atacar primero? La amenaza, por parte de cualquier país civilizado, de convertir Teherán en un montón de cristales fluorescentes si lo hace. Más allá de ello, si por cualquier motivo una bomba con material radioactivo explota en alguna parte, la garantía que la más mínima sospecha de colaboración con el asunto les dejará igual de vaporizados. Uno puede hablar de la irracionalidad del gobierno iraní, y de su odio a Israel y a occidente, pero no hay gobernante lo suficiente idiota para cometer esa clase de suicidios. Ahmadinejad puede estar loco, pero no está ni de lejos en la misma categoria de otros ilustres predecesores nucleares; y a buen seguro, los iraníes no están lo suficiente chiflados como para apoyar un suicidio semejante.
El precio que pagará occidente cuando Irán obtenga la bomba será, básicamente, que deberá dejar ese país en paz, al menos por lo que invasiones y guerras convencionales respecta. El vista del éxito rotundo de nuestra última aventura en la zona, donde la guerra acabará por crear o un estado títere iraní u otra dictadura, casi acabará por parecernos una buena noticia.
Me temo, sin embargo, que todo este histerismo está poco justificado. Basta con atender al historial de uso de armas nucleares en los últimos 60 años para ver que cuando alguien tiene la bomba, no tiene porque estar dispuesto a usarla, por muy megalómano que parezca. Ya desde la era en que iracundos secretarios generales del PCUS golpeaban la mesa en Naciones Unidas con el zapato a a grito de "os aplastaremos", la amenaza de uso de armas nucleares ha sido una retórica más o menos habitual ahí fuera. Sin embargo, a nadie se le ha ocurrido darle al botón rojo del armaggedón en un ataque de histeria, tratando de invadir algún rival.
¿El motivo? Las armas nucleares son esencialmente defensivas, no ofensivas. O dicho de otro modo, es hora de recordad lo que MAD (Mutual Assured Destruction; destrucción mutua asegurada) significa. Una arma atómica es, para decirlo de algún modo, la versión definitiva de eso que la mejor defensa es un buen ataque. Básicamente es la garantía que cualquier clase de agresión será respondida inflingiendo unos daños al oponente intolerables en comparación a cualquier posible beneficio obtenible en una guerra. Si Irán obtiene estas armas, lo que está haciendo es comprarse un seguro a todo riesgo contra invasiones americanas; si les tocan, convierten Israel en un solar y listos.
¿Qué impide a un gobierno Iraní majara atacar primero? La amenaza, por parte de cualquier país civilizado, de convertir Teherán en un montón de cristales fluorescentes si lo hace. Más allá de ello, si por cualquier motivo una bomba con material radioactivo explota en alguna parte, la garantía que la más mínima sospecha de colaboración con el asunto les dejará igual de vaporizados. Uno puede hablar de la irracionalidad del gobierno iraní, y de su odio a Israel y a occidente, pero no hay gobernante lo suficiente idiota para cometer esa clase de suicidios. Ahmadinejad puede estar loco, pero no está ni de lejos en la misma categoria de otros ilustres predecesores nucleares; y a buen seguro, los iraníes no están lo suficiente chiflados como para apoyar un suicidio semejante.
El precio que pagará occidente cuando Irán obtenga la bomba será, básicamente, que deberá dejar ese país en paz, al menos por lo que invasiones y guerras convencionales respecta. El vista del éxito rotundo de nuestra última aventura en la zona, donde la guerra acabará por crear o un estado títere iraní u otra dictadura, casi acabará por parecernos una buena noticia.
jueves, abril 13, 2006
De la financiación de los partidos (IV): nuevas y viejas propuestas
Si habeis leido mis entradas anteriores hablando sobre la financiación de los partidos políticos (I, II y III) supongo que os habreis dado cuenta que no hay realmente demasiado margen para el optimismo. Ningún sistema es perfecto, no importa que este basado en aportaciones privadas o subvenciones del estado, y conductas poco honestas aparecen prácticamente en cualquier sistema.
El centro del problema acostumbra a ser el conflicto de intereses de la clase política cuando se enfrenta a la tarea de autorregularse. Cuando alguien legisla sobre sí mismo se enfrenta a dos problemas graves. El primero, el de credibilidad. Si uno decide "atarse las manos" aprobando una ley que le prohibe hacer una determinada cosa, es necesario que cree algún mecanismo que asegure que no se levantará la prohibición cuando le moleste. En cierto sentido, un político se enfrenta a la paradoja de un Dios omnipotente creando una roca que no pueda levantar; una limitación de poder es siempre ficticia.
El segundo problema, muy relacionado con el primero, es el de crear compromisos incomodos. En cierto sentido, un político es como alguien que está poniéndose a dieta. Sabe que el autolimitarse le conviene, y es consciente que a largo plazo le hará bien, pero siempre tiene la tentación de dejar los pastelitos mañana, no ahora mismo. Si el sistema de financiación actual no le resulta demasiado incómodo y le permite llegar al poder (algo que no deja de ser su primer objetivo) no tendrá demasiado interés en cambiarlo a corto plazo.
Cualquier sistema de financiación, por tanto, tiende a romperse por culpa de estos intereses contrapuestos. Cualquier reforma debe tener en cuenta estos problemas al tratar de aclarar el problema de las cuentas de los partidos.
Me centraré básicamente en dos ideas, una ya aplicada y otra algo más teórica. La primera no es tanto una propuesta concreta sino un principio rector un tanto incómodo: confiar en el electorado. Los votantes, con contadas excepciones (algún día tengo que hablar de ello) prefieren políticos honestos y receptivos a políticos pagando favores oscuros o viviendo alegremente de espaldas al mundo. Tampoco toleran la corrupción o las extorsiones. El problema al que se enfrentan los votantes, sin embargo, es que muchas veces saber si los políticos están cayendo en estos vicios es complicado.
Estamos de vuelta, por tanto, al control de los políticos, y al equilibrio entre representación y transparencia. Es mucho más fácil para el electorado informarse y castigar a los corruptos en un sistema político sencillo, bipartidista, parlamentario y de listas cerradas como el británico que en un sistema barroco, multipartidista, presidencial y con listas abiertas al estilo brasileño. Como más fácil sea de entender la competición entre partidos, y más fácil sea echar a patadas los partidos que se portan mal, menor es el riesgo de tener partidos financiándose de mala manera. un político debe tener pánico a la ira del electorado, y debe ser consciente que ni él ni su partido son eternos.
El segundo elemento importante es sacar a los políticos de la regulación de sus finanzas tanto como sea posible. Eso incluye, mucho me temo, la financiación pública, y el alegre gastar a costa de todos que acaban siempre por atribuirse. Más allá de eso, es necesario que los políticos piensen tan poco como sea posible en pagar campañas; es necesario obligarles a apretarse el cinturón. A estas alturas, es ridículo que no sea obligatorio hacer debates televisados o que se dependa de mítines para atraer la atención de la prensa. Cualquier medida que haga las campañas electorales más baratas debería ser bienvenida.
Para hacer que los políticos dejen de pensar en sus donantes, sin embargo, es necesario ir más allá. Resulta absurdo que en democracia un representante no sepa quién le ha votado, gracias al voto secreto, pero sí sepa quién le ha pagado la campaña. Es necesario plantearse seriamente hacer las donaciones anónimas.
La idea no es mía, es de Bruce Ackerman, un profesor de Yale. Su propuesta consiste en hacer que los políticos no puedan saber quién ha hecho las donaciones a su cuenta corriente, de modo que no puedan devolver favores a sus benefactores. Para ello se haría necesario crear una agencia intermediaria, estrictamente independiente, que se encargara de mover el dinero. El mecanismo debería ser tan automático (y a prueba de interferencias) como sea posible; la agencia recibiría el dinero y lo transmitiría al político siguiendo un patrón aleatorio para que no pudiera asociarse la cantidad al donante. El secreto haría cualquier individuo que dijera haber contribuido a la causa fuera además poco creíble, ya que todo el mundo puede marcarse el farol de decir que ayuda sin hacerlo.
La idea básica es bastante contraintuitiva: la opacidad en la financiación política de hecho podría ayudar a mejorar el sistema. El detalle importante es que esa opacidad debe ser del lado de los políticos, esos individuos que tienen como prioridad uno maximizar sus probabilidades de reelección. En cierto sentido, es un compromiso creible (no ayudar por no conocer) y una dieta forzosa (elimina la tentación)... aunque claro, otra cosa es que los favorecidos por el sistema actual quieran cambiarlo.
Resumiendo, las soluciones pasan por facilitar a los votantes la tarea de castigar al corrupto, y complicar a los políticos la tarea de favorecer a sus benefactores. Ambos factores, sea juntos o por separado, son recetas para arreglar este problema.
El centro del problema acostumbra a ser el conflicto de intereses de la clase política cuando se enfrenta a la tarea de autorregularse. Cuando alguien legisla sobre sí mismo se enfrenta a dos problemas graves. El primero, el de credibilidad. Si uno decide "atarse las manos" aprobando una ley que le prohibe hacer una determinada cosa, es necesario que cree algún mecanismo que asegure que no se levantará la prohibición cuando le moleste. En cierto sentido, un político se enfrenta a la paradoja de un Dios omnipotente creando una roca que no pueda levantar; una limitación de poder es siempre ficticia.
El segundo problema, muy relacionado con el primero, es el de crear compromisos incomodos. En cierto sentido, un político es como alguien que está poniéndose a dieta. Sabe que el autolimitarse le conviene, y es consciente que a largo plazo le hará bien, pero siempre tiene la tentación de dejar los pastelitos mañana, no ahora mismo. Si el sistema de financiación actual no le resulta demasiado incómodo y le permite llegar al poder (algo que no deja de ser su primer objetivo) no tendrá demasiado interés en cambiarlo a corto plazo.
Cualquier sistema de financiación, por tanto, tiende a romperse por culpa de estos intereses contrapuestos. Cualquier reforma debe tener en cuenta estos problemas al tratar de aclarar el problema de las cuentas de los partidos.
Me centraré básicamente en dos ideas, una ya aplicada y otra algo más teórica. La primera no es tanto una propuesta concreta sino un principio rector un tanto incómodo: confiar en el electorado. Los votantes, con contadas excepciones (algún día tengo que hablar de ello) prefieren políticos honestos y receptivos a políticos pagando favores oscuros o viviendo alegremente de espaldas al mundo. Tampoco toleran la corrupción o las extorsiones. El problema al que se enfrentan los votantes, sin embargo, es que muchas veces saber si los políticos están cayendo en estos vicios es complicado.
Estamos de vuelta, por tanto, al control de los políticos, y al equilibrio entre representación y transparencia. Es mucho más fácil para el electorado informarse y castigar a los corruptos en un sistema político sencillo, bipartidista, parlamentario y de listas cerradas como el británico que en un sistema barroco, multipartidista, presidencial y con listas abiertas al estilo brasileño. Como más fácil sea de entender la competición entre partidos, y más fácil sea echar a patadas los partidos que se portan mal, menor es el riesgo de tener partidos financiándose de mala manera. un político debe tener pánico a la ira del electorado, y debe ser consciente que ni él ni su partido son eternos.
El segundo elemento importante es sacar a los políticos de la regulación de sus finanzas tanto como sea posible. Eso incluye, mucho me temo, la financiación pública, y el alegre gastar a costa de todos que acaban siempre por atribuirse. Más allá de eso, es necesario que los políticos piensen tan poco como sea posible en pagar campañas; es necesario obligarles a apretarse el cinturón. A estas alturas, es ridículo que no sea obligatorio hacer debates televisados o que se dependa de mítines para atraer la atención de la prensa. Cualquier medida que haga las campañas electorales más baratas debería ser bienvenida.
Para hacer que los políticos dejen de pensar en sus donantes, sin embargo, es necesario ir más allá. Resulta absurdo que en democracia un representante no sepa quién le ha votado, gracias al voto secreto, pero sí sepa quién le ha pagado la campaña. Es necesario plantearse seriamente hacer las donaciones anónimas.
La idea no es mía, es de Bruce Ackerman, un profesor de Yale. Su propuesta consiste en hacer que los políticos no puedan saber quién ha hecho las donaciones a su cuenta corriente, de modo que no puedan devolver favores a sus benefactores. Para ello se haría necesario crear una agencia intermediaria, estrictamente independiente, que se encargara de mover el dinero. El mecanismo debería ser tan automático (y a prueba de interferencias) como sea posible; la agencia recibiría el dinero y lo transmitiría al político siguiendo un patrón aleatorio para que no pudiera asociarse la cantidad al donante. El secreto haría cualquier individuo que dijera haber contribuido a la causa fuera además poco creíble, ya que todo el mundo puede marcarse el farol de decir que ayuda sin hacerlo.
La idea básica es bastante contraintuitiva: la opacidad en la financiación política de hecho podría ayudar a mejorar el sistema. El detalle importante es que esa opacidad debe ser del lado de los políticos, esos individuos que tienen como prioridad uno maximizar sus probabilidades de reelección. En cierto sentido, es un compromiso creible (no ayudar por no conocer) y una dieta forzosa (elimina la tentación)... aunque claro, otra cosa es que los favorecidos por el sistema actual quieran cambiarlo.
Resumiendo, las soluciones pasan por facilitar a los votantes la tarea de castigar al corrupto, y complicar a los políticos la tarea de favorecer a sus benefactores. Ambos factores, sea juntos o por separado, son recetas para arreglar este problema.
miércoles, abril 12, 2006
Elegidos para la gloria: Bono y su salida del gobierno
Una nota muy rápida sobre José Bono. Como comentaba ayer, la salida del gobierno del ministro de defensa responde más a su ambición personal que a otra cosa. Bono es un político ambicioso, que siempre ha tenido en mente acabar su carrera en la Moncloa, no en un Ministerio, y su salida responde a un movimiento esencialmente táctico.
Lo que me lleva a hablar un poco de la lógica que existe detrás de la selección de los líderes de los partidos. Bono era consciente que como ministro de un gobierno sin problemas graves, cualquier intento de hacer sombra a su presidente sería leido como un gesto de deslealtad al partido. Su puesto en defensa lo dejaba, esencialmente, a merced de un Zapatero al que casi todo le está saliendo rodado; no podía trabajar para postularse como alternativa sin que las bases del partido lo vieran como un traidor ambicioso, y vivía expuesto a que un error propio le diera excusa al presidente para defenestrarlo. Las bases de un partido no votan a los desleales o ministros fracasados cuando toca escoger un nuevo líder; de hecho, casi nunca el que alza la voz contra un secretario general o presidente primero es el que acaba substituyéndolo. Para desgracia de Bono, su puesto en el ministerio hacía que una eventual caída de Zapatero lo dejara fuera de la carrera sucesoria.
Es por eso que se ha "retirado". En el improbable caso que el PSOE se meta en problemas, el autoexiliado Bono, nunca manchado por problemas graves, popular hasta el final, será uno de los nombres que sonarían con fuerza como alternativa a los líderes actuales. Desde fuera del gobierno puede dedicarse a esperar sin riesgo, sólo apareciendo de vez en cuando para recordar que sigue disponible, y trabajando detrás de las cortinas para que sus amigos no le olviden. Un trabajo a largo plazo (Zapatero tiene como mínimo dos años, seis si gana en el 2008) a ver si tiene una segunda oportunidad.
El problema, que a buen seguro un político como José Bono conoce, es que en una democracia parlamentaria casi cualquier líder sólo tiene una oportunidad para la gloria. Un político puede llegar a aspirar una vez a conseguir el liderazgo de un partido; una vez se ha fallado en una ocasión, la imagen de perdedor es una lacra que no se borra fácilmente. José Bono, como tantos otros (Lafontaine, Heseltine, Healey, Clarke...), tuvo ya su oportunidad, y perdió. De no ser que ocurra un milagro, como que el partido esté tan mal que nadie más quiera el cargo (al estilo Michael Howard), el político manchego se unirá a la larga lista de perdedores ilustres que tiene toda democracia.
A todo esto, si alguien se pregunta porque gente como Gallardón, Aguirre o otros políticos ambiciosos son tan reacios a dar un paso al frente, esto forma parte de la explicación. Un asesinato político fallido es el error más costoso que un puede hacer si aspira a llegar lejos. En el PP ahora mismo hay muchos pensando en cuándo valdrá la pena intentarlo...
Lo que me lleva a hablar un poco de la lógica que existe detrás de la selección de los líderes de los partidos. Bono era consciente que como ministro de un gobierno sin problemas graves, cualquier intento de hacer sombra a su presidente sería leido como un gesto de deslealtad al partido. Su puesto en defensa lo dejaba, esencialmente, a merced de un Zapatero al que casi todo le está saliendo rodado; no podía trabajar para postularse como alternativa sin que las bases del partido lo vieran como un traidor ambicioso, y vivía expuesto a que un error propio le diera excusa al presidente para defenestrarlo. Las bases de un partido no votan a los desleales o ministros fracasados cuando toca escoger un nuevo líder; de hecho, casi nunca el que alza la voz contra un secretario general o presidente primero es el que acaba substituyéndolo. Para desgracia de Bono, su puesto en el ministerio hacía que una eventual caída de Zapatero lo dejara fuera de la carrera sucesoria.
Es por eso que se ha "retirado". En el improbable caso que el PSOE se meta en problemas, el autoexiliado Bono, nunca manchado por problemas graves, popular hasta el final, será uno de los nombres que sonarían con fuerza como alternativa a los líderes actuales. Desde fuera del gobierno puede dedicarse a esperar sin riesgo, sólo apareciendo de vez en cuando para recordar que sigue disponible, y trabajando detrás de las cortinas para que sus amigos no le olviden. Un trabajo a largo plazo (Zapatero tiene como mínimo dos años, seis si gana en el 2008) a ver si tiene una segunda oportunidad.
El problema, que a buen seguro un político como José Bono conoce, es que en una democracia parlamentaria casi cualquier líder sólo tiene una oportunidad para la gloria. Un político puede llegar a aspirar una vez a conseguir el liderazgo de un partido; una vez se ha fallado en una ocasión, la imagen de perdedor es una lacra que no se borra fácilmente. José Bono, como tantos otros (Lafontaine, Heseltine, Healey, Clarke...), tuvo ya su oportunidad, y perdió. De no ser que ocurra un milagro, como que el partido esté tan mal que nadie más quiera el cargo (al estilo Michael Howard), el político manchego se unirá a la larga lista de perdedores ilustres que tiene toda democracia.
A todo esto, si alguien se pregunta porque gente como Gallardón, Aguirre o otros políticos ambiciosos son tan reacios a dar un paso al frente, esto forma parte de la explicación. Un asesinato político fallido es el error más costoso que un puede hacer si aspira a llegar lejos. En el PP ahora mismo hay muchos pensando en cuándo valdrá la pena intentarlo...
martes, abril 11, 2006
Vuelta al teclado: de Rubalcaba e italianos varios
Tras unas intensas y provechosas jornadas por Barcelona, llenas de turisteo y sana comida mediterranea, ya estoy de vuelta por las Américas otra vez. Eso significa que una vez haya puesto en orden el equipaje, la compra, el correo atrasado y demás, ya podré escribir algo por aquí un poco en serio. A ver si mañana comento algo.
De momento, hay un par de temas que me parece que nadie ha comentado demasiado bien estos días. El primero, la dimisión de Bono. Entre los conspiranoicos del 11-M y los que creen que el hombre estaba preocupado por la unidad de España, a casi todo el mundo se le ha pasado que el único interés conocido de Bono es llegar a presidente del gobierno. Desde el ministerio de defensa está claro que no parece que fuera a llegar muy lejos, así que ha preferido irse al monte, y rezar por que Zapatero se estrelle y lo llamen para salvar al PSOE. Con la potra que gasta el PACCB (político anteriormente conocido como "Bambi") ultimamente, mejor que espere sentado.
El segundo, las elecciones italianas. Más allá de los exabruptos y las dudosas prácticas políticas de Berlusconi, parece que nadie se ha dado cuenta que lo peor de su gestión es el patético crecimiento económico de Italia en sus cinco años de mandato, un raquítico 1% anual. El hecho que fuera un impresentable no debía haber sido nunca tema de campaña, su incompetencia sí.
A todo esto, la nueva ley electoral italiana es realmente espantosa; una máquina de llenar la política de locos de atar. Casualmente, su funcionamiento recuerda vagamente la de otro país lleno de iluminados también con problemas económicos, Francia. Como repito a menudo, hay una delgada línea que separa la falta de control político de la representación, y parece que en Italia viven en el lado equivocado de esta.
Italia necesita reformas estructurales urgentes. Duras, decisivas y de esas que hacen aullar al sector paleolítico de la izquierda, pero absolutamente imprescindibles para evitar que el país se vuelva un erial. No hace falta ser demasiado inteligente para darse cuenta que mientras la arimética electoral haga depender a Prodi de los comunistas de Bertinotti (y a un gobierno Berlusconi de Fini o la Liga Norti) eso requerirá un milagro. Que Dios le pille confesado.
De momento, hay un par de temas que me parece que nadie ha comentado demasiado bien estos días. El primero, la dimisión de Bono. Entre los conspiranoicos del 11-M y los que creen que el hombre estaba preocupado por la unidad de España, a casi todo el mundo se le ha pasado que el único interés conocido de Bono es llegar a presidente del gobierno. Desde el ministerio de defensa está claro que no parece que fuera a llegar muy lejos, así que ha preferido irse al monte, y rezar por que Zapatero se estrelle y lo llamen para salvar al PSOE. Con la potra que gasta el PACCB (político anteriormente conocido como "Bambi") ultimamente, mejor que espere sentado.
El segundo, las elecciones italianas. Más allá de los exabruptos y las dudosas prácticas políticas de Berlusconi, parece que nadie se ha dado cuenta que lo peor de su gestión es el patético crecimiento económico de Italia en sus cinco años de mandato, un raquítico 1% anual. El hecho que fuera un impresentable no debía haber sido nunca tema de campaña, su incompetencia sí.
A todo esto, la nueva ley electoral italiana es realmente espantosa; una máquina de llenar la política de locos de atar. Casualmente, su funcionamiento recuerda vagamente la de otro país lleno de iluminados también con problemas económicos, Francia. Como repito a menudo, hay una delgada línea que separa la falta de control político de la representación, y parece que en Italia viven en el lado equivocado de esta.
Italia necesita reformas estructurales urgentes. Duras, decisivas y de esas que hacen aullar al sector paleolítico de la izquierda, pero absolutamente imprescindibles para evitar que el país se vuelva un erial. No hace falta ser demasiado inteligente para darse cuenta que mientras la arimética electoral haga depender a Prodi de los comunistas de Bertinotti (y a un gobierno Berlusconi de Fini o la Liga Norti) eso requerirá un milagro. Que Dios le pille confesado.
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