Dietas hay tantas como de gente sin voluntad. Todo son dietas, normalmente es un papel amarillento del año 85 que lleva colgado e la nevera con un imán en forma de croissant.
Una de las dietas más conocidas es la de sopa de cebolla, que consiste en comerse un plato de verdura y una sopa de cebolla. Y de postres una pieza de fruta y un plato de sopa de cebolla. Ahora bien no hagamos como un amigo mío que se tomaba una paella y un plato de sopa de cebolla. O un festín familiar del Kentucky y un plato de cebolla.
O las dietas que consisten en comer sólo un tipo de alimento, como por ejemplo los huevos: huevo crudo, huevo duro, huevo frito, huevo revuelto, tortilla de huevo… De funcionar quizás funciona, pero al final ¿Cómo acabas? Hasta los huevos!
Las dietas de los colores son otro ejemplo, sólo puedes comer cosas de un color. Fíjate tu que gilipollez, pero cierta. Si el color es el verde, puedes comer lechuga, acelgas, espinacas, manzanas, guisantes… todo verde. Tengo un amigo que el otro día estaba pintando de verde un bocadillo de bacon con queso, y la mujer la preguntava: “¿que haces?” Y el: “¿No es de color verde? ¡Pues tambien sirve!”.