La gente se mete mucho con los políticos. Los critica, hablan mal de su cinismo, se burlan de su total incapacidad para reconocer errores. Se dice poco, pero la democracia es uno de los sistemas de gobiernos más crueles con sus gobernantes; un sistema en que el acto de reconocer un error, o dimitir por un algo que no ha salido bien, equivale casi siempre a desaparecer, ir a parar a ese páramo donde duermen los políticos pasados.
Se dice desde hace tiempo que la política es el arte de lo posible, pero eso no impide que los hombres que mandan no puedan dormir. La cita que abre esta entrada, "I Express regret for my personal failure" (muestro mi arrepentimiento por mi fracaso personal) la ha dicho Bill Clinton, en Rwanda, destrozado por que no pudo hacer nada, delante del monumento a las víctimas del genocidio. No es habitual que un político tenga la humildad de reconocer que en su conciencia pesan un millón de muertos, y Clinton lo ha hecho. A pesar de muchas cosas, los hombres que nos gobiernan son personas esencialmente decentes, muchas veces.
Por cierto, es posible (y Clinton lo admite también) que aún habiendo intentado ayudar, no hubiera servido de nada, y nada hubiera cambiado. La duda de si su inacción fue la acción correcta o no es tan terrible como las muertes.
7 comentarios:
Desde luego no es habitual oir a ningún cargo político expresar arrepentimiento por nada, ni mucho menos dimitir por ello. La gente que lo hace demuestra tener dignidad y respeto por los ciudadanos. Los que meten la pata y no rectifican sólo demuestran soberbia e irresponsbilidad.
Un saludo!!!
A veces me pregunto, y me espanto por las posibles respuestas que me vienen a la cabeza, a quien beneficia el desprestigio de la democracia...
Desconozco si en nuestro país, por si, ¡ejem!, especial idiosincrasia (digámoslo así por no herir susceptibilidades...) tiene tendencia, o bien a escoger a los peores de entre los posibles (y no diré nombres, porque hablo del que todos sabemos y nadie ignora) o bien a creer que lo son a la mínima ocasión.
El deporte que se practica en el Parlamento es el de tirarse mierda unos a otros como si de un partido de tenis por equipos de chorrocientos jugadores se tratara, y éso no ayuda mucho, que digamos. La última, la escenita en los pasillos de Rafael Hernando y Rubalcaba, que casi llegan a las manos. De República Bananera, vamos. La próxima, directamente contra el orador que esté en la tribuna, y así lo sacan en todos los zappings.
¿Alguien sabe si la frase El que vale, vale; y el que no, para ministro tiene equivalencia en algún otro idioma?
Saludos:
Jéssica.
Siempre he dicho (y lo defiendo a menudo) que la democracia española tiene poco de bananera y mucho de normal; no es más horripilante de media que cualquier otra (exceptuando Suiza, que es un funeral, y el Reino Unido, que es como de época). Francia, Italia o Alemania son ahora mismo lugares políticamente igual de desagradables en muchos aspectos que España. Estados Unidos es directamente un circo.
Los políticos son más o menos igual de mal considerados en todas partes, por cierto.
El problema no es la calidad de la democracia, sino la percepción que los ciudadanos tienen de ésta.
En Marketing, no existe la realidad: sólo existen las percepciones. No es necesario ser el mejor: basta con parecerlo.
Pues en éste caso creo que le es de aplicación el mismo principio: si los ciudadanos no confían en los políticos que les representan, si pierden confianza en la democracia como sistema, ¿quien se beneficia? Da miedo sólo de pensarlo.
Y lo cierto es que, sea buena o mala (en valores relativos o absolutos, si es que es cuantificable sin necesidd de comparar), no creo que venga mucho al caso: la pérdida de confianza de la sociedad en su clase política no beneficia al propio sistema democrático. Tanto más si tenemos unos políticos que son lo peor que podríamos escoger. Creo que si se impusiera en los partidos el sistema similar a las primarias, los candidatos serían todavía peores...
Me asusta pensar que si la gente pierde la confianza en la democracia como sistema y en los políticos como gestores para resolver problemas de orden práctico (léase paro o precariedad laboral, vivienda, inseguridad ciudadana, etc.), pueda dar lugar a la llegada de líderes carismáticos y fuertes, que se autodenominen capaces de gobernar el país con puño de hierro, y acabemos como acabó la República de Weimar (salvando las distancias).
¿Es posible un Le Pen en España en unos pocos años?
Saludos:
Jéssica.
A mi me asusta pensar en la calidad de la enseñanza. Me considero un privilegiado que estudió en escuela pública, instituto público y universidad pública.
"¿Es posible un Le Pen en España en unos pocos años?"
Ójala me equivoque. Pero creo posible cualquier cosa si la educación sigue con su caída libre.
¿Pues sabes lo que yo creo, amig@ Anonymous? Que los potenciales votantes de un Le Pen a la española no serían jóvenes niñatos recién salidos de la LOGSE: serían marujas (¡uy! perdón: amas de casa) y hombres y mujeres de clase media y media-baja, de entre 35 y 45 años. Mayoritariamente.
Es una opinión, pero hoy por hoy, creo que ése sería el perfil de los votantes de la extrema derecha, de presentar un líder fuerte y carismático dispuesto a resolver los problemas de España echándole cojones.
Ciertamente, la educación influye mucho. Pero creo que los que nos hemos educado en la escuela pública, si tuviéramos que elegir entre Zapatero y LePen, elegiríamos a Zapatero mayoritariamente, con los ojos cerrados.
Saludos:
Jéssica.
Jessica, creo que por ahora tienes razón, pero coincido con Anonymous en que la incultura sólo favorece a aquellos líderes políticos que repiten hasta la saciedad las mismas consignas hasta que logran comerle el tarro a la gente; y al paso que vamos, la educación pública cada día es menos educativa. Pretenden quitar la filosofía, pretenden evitar que los ciudadanos adquieran las capacidad de pensar por sí mismos; no es un buen camino.
Saludos!!!
Publicar un comentario