Uno de los grandes fósiles de sector del transporte español, la singular y siempre irritante Aena, ha sido obligada finalmente a abrir sus cuentas como Dios manda. Hasta ahora este rotundamente torpe monstruo empresarial público había estado publicando sus cuentas como si fuera un chiringuito de playa, agregando todos los datos de todos los aeropuertos y quedándose tan ancha.
Esto generaba algunos problemas. Para empezar, algunos blogueros enmascarados perdían el tiempo deduciendo y critacando la forma de gastar dinero de la compañía en relación a sus ingresos. Si bien sus diatribas tenían cierta lógica, es bastante triste que hasta ahora fuera posible tener mejor acceso a las cuentas de Toyota o cualquier empresa que cotiza en bolsa que las de una sociedad que es propiedad del estado, y que nos tiene a todos por accionistas. Segundo, el hecho de no tener cuentas detalladas por aeropuertos evitaba que fuera posible juzgar si el gobierno de turno estaba haciendo un buen trabajo en este aspecto, o si está repartiendo les recursos de forma que dañan el crecimiento del sector o de algunos aeropuertos en particular en favor de otros.
Lo cierto es que tengo curiosidad por ver las cuentas. Si los aeropuertos grandes están subvencionando a los pequeños (que es lo que todo el mundo sospecha), la existencia de Aena podría estar algo justificada. Si esa subvención es escandalosa, o penaliza a los "mayores" limitando su capacidad de expansión, sin embargo, no haría más que reforzar la idea que el organismo debe desaparecer. Un aeropuerto internacional sin problemas de saturación es una de las primeras infraestructuras que se tienen en cuenta en la decisión de invertir en una ciudad u otra, y es algo que en Barcelona está empezando a ser una limitación seria.
A todo esto, si no hay subvenciones cruzadas en absoluto, entonces sí que Aena debe extinguirse de inmediato. Si cada aeropuerto es autosuficiente, ya me direis qué sentido tiene que el nivel de inversión se decida en Madrid a puerta cerrada.
Aena, sin embargo, es sólo el principio. El antaño centralista sistema político español tiene de hecho esta obsesiva tendencia a ocultar las cuentas de multitud de entes y organismos, empezando por la maniática ofuscación creativa de las cuentas del propio estado. Sí, me estoy refiriendo a las balanzas fiscales, como de costumbre; no porque crea que Cataluña, Valencia, Madrid y Baleares merecen recibir más dinero, sino porque uno no puede solucionar los problemas del país escribiendo en su bitácora si no tiene cifras inequívocas, detalladas y con redacción a prueba de idiotas sobre este tema.
Ya se sabe, como hablar de la mítica Palermo y poder decir con propiedad si en algunas regiones de España el dinero realmente se desvanece en el aire o si son imaginaciones mías. O poder debatir con cierto criterio si tendría sentido o no cambiar los criterios de reparto. Y ya que estamos, dar razones de peso para que quien quiera gastar que recaude sus propios impuestos, y no se pase el día construyendo líneas de metro, eliminando tributos, y quejándose que Solbes no le pasa pasta.
La única manera de juzgar si los políticos son buenos o no es sabiendo de dónde sacan el dinero y cómo lo gastan. Ahora mismo en las elecciones autonómicas votamos todos un poco a ciegas.
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