viernes, marzo 03, 2006

De la fortaleza de los dictadores (III): apoyos reales y ficticios

Cualquier dictador, por tiránico y bananero que sea, adora los espectáculos de multitudes. Les gusta montar el número completo, con el discursito, la masa enfervorizada y los aplausos a rabiar al glorioso líder / general / protector / gran jefe carismático. Normalmente estos actos llenando plazas de Oriente o avenidas varias con los fieles a la causa se consideran burdos actos de autopeloteo del régimen, propaganda tonta que no se cree nadie. Sin embargo, los dictadores no acostumbran a hacer estas cosas por una muy buena razón: la percepción de apoyo social.

Los seres humanos, cuando actuamos en grupo, tenemos la manía de no ser del todo claros al expresar nuestras preferencias. Imaginemos estar en una cena, sentados con otros nueve desconocidos en una mesa. Por una razón u otra, se empieza a hablar de política, y tres comensales se ponen a hablar todo excitados de la gloriosa misión del Frente de Liberación de los Gnomos de Jardín (FLGJ) en la España actual. Cuando un cuarto comensal señala que el FLGJ tiene métodos cuestionables, otro de los asistentes le dice que se equivoca, y se pone a cantar "Soy un Gnomo", himno no oficial del partido.

Tras esto, tenemos varias opciones. No sabemos cuántos compañeros de mesa son furibundos militantes del FLGJ y cuantos están en contra de su causa. Aún odiando al Frente, no nos apetece quedarnos dos contra ocho en la mesa hablando de política. Sin embargo, quizás los otros también comparten nuestro disgusto, y quizás se añadirían, haciendo callar a los enardecidos cantores de las hazañas de David el Gnomo. Puede ser que el resto de la mesa ponga cara de póker, así que no haya pistas. En la mayoría de situaciones, la gente calla y deja hacer.

Podría ser, sin embargo, que otro comensal esté frunciendo el ceño, dejando claro que se tendrían dos apoyos. Si uno está motivado, tres contra siete ya basta, y quizá diga algo; haciendo que otra persona, al ver que si protesta se hace cuatro para seis, se añada. Los dos últimos, que ven que si se unen harían al menos cinco contra cinco, también se apuntan a la protesta, y sin comerlo ni beberlo, los cuatro gnomistas acaban en humillante minoría. Sólo un pequeño cambio ha iniciado una "salida del armario" de seis, en vez de quedar la mesa como cuatro gritones haciendo callar al resto.

¿Qué tiene que ver esto con las dictaduras? En un régimen autoritario, los líderes tratan de manera obsesiva que las únicas voces que se oigan sean las que apoyan al régimen, y que estas sean tan visibles como se pueda. Si Fidel Castro cada vez que hace un discurso de ocho horas tiene a un millón de pringados escuchándole voluntariamente, el resto de la población tiene dudas sobre el nivel de apoyo real al régimen, y la viabilidad de una revuelta. Si además Castro se asegura que otras voces no se escuchen (prohibir la libertad de expresión) y que la gente no pueda juntarse a hablar de política sin vigilancia (nada de libertad de reunión o asociación), una persona de a pié acaba por tener serias dudas el nivel de apoyo al régimen. Sin demasiada esperanzas que cuando grite "abajo el comunismo" alguien me apoye, mejor me callo y finja estar a gusto, siendo esa la postura que la mayoría de la población toma por buena.

El resultado es que incluso con un 90% de gente contraria a una dictadura, el sistema puede ser sorprendentemente estable. Como gritar en solitario contra el régimen acostumbra a ser una maniobra bastente estúpida, ya que uno está visible, nadie se atreve a dar el primer paso. Como todo el mundo actua como si estuviera de acuerdo, y nadie realmente dice en público lo mucho que odia el gobierno en privado, actuar de forma colectiva se hace más que complicado. Nunca hay demasiados voluntarios para hacer el héroe, y más si el riesgo de quedar con el culo al aire es alto.

Sin embargo, a veces en una dictadura la gente empieza a recibir señales claras que hay otros ciudadanos igual de cabreados que ellos. Si uno está un poco loco, no necesita demasiados para añadirse a una protesta, pero como vimos antes, el movimiento de uno puede atraer a otros. Sin que nadie lo organice, una protesta aislada puede provocar una bola de nieve que se lleve por delante a una dictadura opresiva. Sea un crescendo de gritos de protesta en una manifestación de apoyo a Ceaucescu o gente con banderas naranjas acampando en la ciudad, una señal nítida de la fragilidad de un dictador puede acabar en revuelta. Todo dictador que sepa que su apoyo es ficticio, evidentemente, tratará de evitar estos escenarios.

Es por este motivo que las revoluciones son de hecho tan impredecibles. Las preferencias individuales que vemos en una sociedad no son necesariamente las que la gente tiene realmente en muchos contextos, haciendo que los cambios de régimen parezcan venir de la nada, o no aparezcan en absoluto incluso en el peor de los infiernos.

Es por este motivo también, por cierto, que los líderes revolucionarios son tan aficionados a las purgas dentro de sus filas tras conquistar el poder. Detrás de un militante fervoroso puede haber un trepa desleal que no aprecia la causa, así que el partido mejor purificarlo de vez en cuando.

Más allá de régimenes autoritarios, es por este motivo que lo políticamente correcto es tan opresivo. No se oye decir cosas como que los inmigrantes bajan los salarios medios o que las mujeres merecen cobrar menos (no digo que sea cierto, eso va para luego) en público para evitar ser una minoría automática. Y si no lo creeis, en experimentos se ha colocado a una persona una y otra vez rodeada de gente opinando vehemente de forma erronea sobre que una caja es más grande que otra. La mayoría de individuos acaban dando la razón al resto.

Artículos anteriores:
1.) Oprimiendo con moderación
2.) Ciclos de represión

4 comentarios:

tusitala dijo...

¿Esa no es la tesis de la Espiral del Silencio de Elisabeth Noelle-Neumann?

R. Senserrich dijo...

Es un desarrollo del mismo; el modelo de ocultación de preferencias de Timor Kuran. La espiral del silencio se centra más en la cobertura de los medios y el debate público, no en preferencias individuales.

Kantor dijo...

Que yo sepa esto es un caso de equilibrio de manchas solares. En partícular la rebelión es el equivalente de un "bank run": una situación donde las expectativas que mantienen el equilibrio, cambian y destruyen el equilibrio, que depende criticamente de esas mismas expectativas.

Kantor

R. Senserrich dijo...

Tiene cierto parecido, pero en un panico bancario la gente no tiene diferentes preferencias privadas y publicas.