Será que es verano y la gente anda atontada, pero me ha sorprendido mucho lo poco que se ha hablado del fracaso de la ronda de Doha para liberalizar el comercio internacional. Lo cierto es que el cierre de las conversaciones no ha sorprendido a casi nadie que seguía el asunto más o menos de cerca, pero no deja de ser una noticia importante, básicamente porque es una muy mala noticia.
El comercio internacional es básicamente algo que es bueno para todos los participantes. Supongo que por Red Progresista me acribillarán por esto, pero es algo que se confirma una y otra vez, tanto en modelos teóricos como la realidad. Una economía que participa en el comercio internacional, en agregado, se enriquece; la inflación es más controlable, la productividad mejora (al concentrarse los recursos en lo que el país hace mejor), y el crecimiento económico se hace más fuerte. Y si el estado hace las cosas bien, no tiene por qué haber perdedores.
Evidentemente, los acuerdos del GATT y su más bien poco glorioso sucesor, la Organización Mundial del Comercio, no es algo que ningún economista en su sano juicio describiría como un modelo de libre comercio. Estas negociaciones siempre tienen un cierto componente de "GATT-Think" (¿GATT-pensamiento?); en las conversaciones exportar es bueno, importar es malo, y rebajar aranceles no es un objetivo, sino una concesión dolorosa. Las barreras comerciales han ido disminuyendo con el tiempo, pero el método ha sido una barroco, rebuscado y lento proceso de diálogo en que los gobiernos actúan como niños malcriados en un dentista, siempre trabajando entre los histéricos lloriqueos de cientos de grupos de presión.
Esto ha sido especialmente obvio en esta ronda, en que los productos agrícolas han sido la gran fuente de conflicto. Los europeos han estado hablando de rebajar las barreras comerciales entre los berridos desaforados de los agricultores, aterrados ante la idea que la PAC sufra la muerte horrible que merece. A pesar de los pesares, la Comisión (que es quien negocia estas cosas; los estados tienen cero competencias en estos asuntos) parecía estar dispuesta reducir aranceles y subvenciones, algo que sería una bendición enorme para los países en desarrollo, que por fin podrían exportar algo que no es té o café. El gobierno americano, sin embargo, menos aislado de presiones electorales que los negociadores europeos, tenía menos ganas de ceder a las demandas de Indios y Chinos (con cierta, razón, por cierto), así que la cosa se cerró sin acuerdo.
Con elecciones presidenciales en Estados Unidos este año, no hay nada más que discutir hasta el 2009. La verdad, es una mala noticia. Con los precios de los alimentos subiendo de forma bastante incontrolada en el mundo desarrollado, tener la opción de importar algunos productos no sería una mala idea. Sí, los agricultores se quejarían un poco (mucho), y se perdería algo de empleo en el sector, pero a cambio el 97% de la población restante tendría mejores tomates, mangos de verdad y alimentos más baratos, entre otros beneficios.
En fin, la economía mundial necesita buenas noticias, y esto no es realmente una de las buenas.
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viernes, agosto 01, 2008
miércoles, julio 16, 2008
Argentina o la clásica tontería fiscal
No sé si alguno lo habrá oído, pero por Argentina andan otra vez entre cacerolazos y pancartas. El origen de las protestas esta vez no es un corralito o controles de capitales, sino una medida política que le sonará a cualquier persona que conozca un poco la historia del país: los aranceles a las exportaciones agrícolas,bajo el eufemismo de "retenciones móviles".
Es una medida de política en principio cargadita de buenas intenciones. La idea es simple: el precio de los alimentos ha subido muchísimo a nivel internacional. Los agricultores están exportando mucho y haciéndose ricos, mientras que en las ciudades la gente no puede pagar esos precios. Para evitar que eso suceda, forzamos a los agricultores a pagar un impuesto cuando exporten para que les sea menos rentable, exporten menos, y vendan más barato en casa.
¿El problema? Es una sonora estupidez. Lo que sucede es más bien lo siguiente, simplificando un poco:
1. El impuesto obliga a los agricultores a reducir sus beneficios si quieren exportar. No pueden vender por encima de precio de mercado nadie les compraría nada), así que si quieren vender fuera, se comen ellos la tasa.
2. Si deciden no exportar, tienen un volumen de produción "X" que es el de un país exportador de alimentos; muchísimo más que lo que demanda el país. La oferta de productos agrarios es gigantesca, así que el precio de mercado de esos productos dentro de Argentina se derrumba.
3. Los agricultores dicen que una mierda van a estar produciendo burradas de comida que no pueden vender en el exterior, donde los alimentos están caros, y que deben vender perdiendo dinero a patadas en el interior, porque hay un exceso de oferta galopante. No son imbéciles. Por lo tanto, no producen.
4. Los mercados dentro de Argentina se quedan sin comida.
En el sentido estricto, el paso "2" es una abstracción; los agricultores dejan de producir cuando ven el arancel, ya que saben que si mantienen el nivel de producción exportador perderán dinero a espuertas. El resultado es de hecho el mismo; nadie va a producir por debajo el precio de mercado, ya que sencillamente no sale a cuenta. A medio-largo plazo, el desabastecimiento provocaría una subida de precios dentro del país, que haría aumentar la oferta poco a poco. Sin embargo, el resultado final sería un país con precios algo inferiores al mercado internacional (por pura lógica económica) que no exporta y produce mucho menos.
Es el viejo conflicto de siempre en Argentina entre clase obrera urbana y el hiper-productivo sector agrícola cuando hay un boom exportador; no es la primera vez que un peronista tiene esta "brillante" idea de aranceles. Desde el punto de vista economíco, es una tontería bastante obvia, y que produce el resultado anticipado por un modelo económico de primero de carrera.
¿Por qué se escoge este impuesto y no otro al intentar redistribuir? Alex, de La Moqueta, sabe bastante más que yo de esto, pero la idea general es que es mucho más barato políticamente. Si queremos ayudar a los pobres a comprar comida, podemos hacerlo a base de artefactos arancelarios, o ayudándoles a comprar comida directamente, dándoles vales o ayudas directas para alimentos. Hacer lo primero es fácil; impuesto sobre exportaciones que sólo pagan directamente cuatro gatos, tiene un coste político cero, y es muy fácil de gestionar. Hacer lo segundo necesita un impuesto general, un control aceptable sobre quién necesita ayuda, y es más difícil de aplicar.
Si eres Peronista y tu base de poder es clases trabajadores urbanas, ¿qué harás?. Arancel al canto, y puedes echar la culpa de tus males en el espantajo tradicional del partido, el malvado terrateniente que se lleva todo el dinero. No es que sea una buena medida económica, pero no vamos a pretender que los políticos argentinos se preocupan por estas cosas a estas alturas.
Es una medida de política en principio cargadita de buenas intenciones. La idea es simple: el precio de los alimentos ha subido muchísimo a nivel internacional. Los agricultores están exportando mucho y haciéndose ricos, mientras que en las ciudades la gente no puede pagar esos precios. Para evitar que eso suceda, forzamos a los agricultores a pagar un impuesto cuando exporten para que les sea menos rentable, exporten menos, y vendan más barato en casa.
¿El problema? Es una sonora estupidez. Lo que sucede es más bien lo siguiente, simplificando un poco:
1. El impuesto obliga a los agricultores a reducir sus beneficios si quieren exportar. No pueden vender por encima de precio de mercado nadie les compraría nada), así que si quieren vender fuera, se comen ellos la tasa.
2. Si deciden no exportar, tienen un volumen de produción "X" que es el de un país exportador de alimentos; muchísimo más que lo que demanda el país. La oferta de productos agrarios es gigantesca, así que el precio de mercado de esos productos dentro de Argentina se derrumba.
3. Los agricultores dicen que una mierda van a estar produciendo burradas de comida que no pueden vender en el exterior, donde los alimentos están caros, y que deben vender perdiendo dinero a patadas en el interior, porque hay un exceso de oferta galopante. No son imbéciles. Por lo tanto, no producen.
4. Los mercados dentro de Argentina se quedan sin comida.
En el sentido estricto, el paso "2" es una abstracción; los agricultores dejan de producir cuando ven el arancel, ya que saben que si mantienen el nivel de producción exportador perderán dinero a espuertas. El resultado es de hecho el mismo; nadie va a producir por debajo el precio de mercado, ya que sencillamente no sale a cuenta. A medio-largo plazo, el desabastecimiento provocaría una subida de precios dentro del país, que haría aumentar la oferta poco a poco. Sin embargo, el resultado final sería un país con precios algo inferiores al mercado internacional (por pura lógica económica) que no exporta y produce mucho menos.
Es el viejo conflicto de siempre en Argentina entre clase obrera urbana y el hiper-productivo sector agrícola cuando hay un boom exportador; no es la primera vez que un peronista tiene esta "brillante" idea de aranceles. Desde el punto de vista economíco, es una tontería bastante obvia, y que produce el resultado anticipado por un modelo económico de primero de carrera.
¿Por qué se escoge este impuesto y no otro al intentar redistribuir? Alex, de La Moqueta, sabe bastante más que yo de esto, pero la idea general es que es mucho más barato políticamente. Si queremos ayudar a los pobres a comprar comida, podemos hacerlo a base de artefactos arancelarios, o ayudándoles a comprar comida directamente, dándoles vales o ayudas directas para alimentos. Hacer lo primero es fácil; impuesto sobre exportaciones que sólo pagan directamente cuatro gatos, tiene un coste político cero, y es muy fácil de gestionar. Hacer lo segundo necesita un impuesto general, un control aceptable sobre quién necesita ayuda, y es más difícil de aplicar.
Si eres Peronista y tu base de poder es clases trabajadores urbanas, ¿qué harás?. Arancel al canto, y puedes echar la culpa de tus males en el espantajo tradicional del partido, el malvado terrateniente que se lleva todo el dinero. No es que sea una buena medida económica, pero no vamos a pretender que los políticos argentinos se preocupan por estas cosas a estas alturas.
jueves, junio 19, 2008
Historia de un banano
El New York Times tiene de vez en cuando artículos que son capaces de explicar problemas muy grandes a partir de anécdotas realmente extrañas. Dan Koeppel escribe hoy sobre la fascinante historia de la banana en América, o cómo un fruto extraño, difícil de transportar e imposible de producir en Estados Unidos se convirtió en la fruta más barata y de mayor consumo en el país. Complementadlo con este de Krugman sobré por qué el mundo está haciéndose cada vez más grande, y haced cuentas.
Echadle un vistazo.
Echadle un vistazo.
jueves, junio 05, 2008
Rebajando costes
Esta es una medida estupenda. Es una reforma simple, sencilla, concreta pero que realmente aporta cosas; algo tan sencillo como hacer que sea más fácil abrir una empresa en España. Forma parte de una medida para reducir los costes de transacción agregados de la economía española, algo que es relativamente sencillo de hacer, y que parece que ningún gobierno hasta ahora se había parado a a resolver.
Puede que reducir trámites para facturar cosas, pagar impuestos, abrir una tienda o firmar un contrato parezca poca cosa, pero en agregado es un ahorro considerable. Todo lo que sea quitar retrasos absurdos a gente que tiene ganas de hacer cosas es bueno; si podemos hacer las cosas más rápidamente, la economía es más flexible, es más fácil ser creativo, y es más fácil crear empleo.
Por descontado, esto no quiere decir que sea recomendable quitar cualquier control o procedimiento para cualquier actividad económica; hay algunos procedimientos inevitables. Las empresas tienen que pagar empresas, no ensuciar demasiado, tratar a los empleados de forma razonable y respetar una urbanismo ordenadito, entre otras cosas. Aún así, cuanto menos visible sea el estado para los agentes económicos, mejor.
Puede que reducir trámites para facturar cosas, pagar impuestos, abrir una tienda o firmar un contrato parezca poca cosa, pero en agregado es un ahorro considerable. Todo lo que sea quitar retrasos absurdos a gente que tiene ganas de hacer cosas es bueno; si podemos hacer las cosas más rápidamente, la economía es más flexible, es más fácil ser creativo, y es más fácil crear empleo.
Por descontado, esto no quiere decir que sea recomendable quitar cualquier control o procedimiento para cualquier actividad económica; hay algunos procedimientos inevitables. Las empresas tienen que pagar empresas, no ensuciar demasiado, tratar a los empleados de forma razonable y respetar una urbanismo ordenadito, entre otras cosas. Aún así, cuanto menos visible sea el estado para los agentes económicos, mejor.
sábado, abril 05, 2008
Nuevo (viejo) imperialismo
Isidoro Lamas, en un artículo bastante cargante (si algún día mando mucho, voy a imponer una tasa sobre el abuso retórico historicista) nos habla de la legitimidad del imperialismo estos días. Es un argumento que tiene como mínimo 110 años de antigüedad, y que la verdad, fue formulado la primera vez de forma más elegante:
Take up the White Man's burden--
Send forth the best ye breed--
Go bind your sons to exile
To serve your captives' need;
To wait in heavy harness,
On fluttered folk and wild--
Your new-caught, sullen peoples,
Half-devil and half-child. (...)
No estamos demasiado seguros sobre si Kipling hablaba en serio o estaba siendo irónico, pero lo cierto es que la visión de Lamas es parecida: muchos países en desarrollo son demasiado inútiles para gobernarse ellos sólos, así que es la obligación moral de los países ricos de guiarles en el sendero de la virtud. A tortas, si es preciso.
La verdad, el argumento parece lógico, pero es bastante peligroso. La idea es que los países africanos tienen una enorme cantidad de problemas, y que no pueden salir de la trampa de pobreza en la que se han metido por sí mismos. Este argumento, sin embargo, no tiene en cuenta el hecho que esta trampa no es inevitable, y que de hecho hay países horrendamente pobres que han salido del agujero partiendo de situaciones semejantes. La India lleva una buena temporada creciendo a un ritmo delirante; Korea era más pobre que muchos países de África (y no tenía recursos naturales) al acabar la guerra; y no hablemos de China, que me da algo.
Lo más curioso es que la enfermedad no está extendida por toda África. Bostwana tiene un PIB por cápital más que decente ($11,600), de hecho. Los problemas del continente son muy graves, no lo dudo, pero no son irresolubles.
Para empezar, necesitan capital. Para ello tienen que ser o bien capaces de exportar de forma decente (pero evitando depender excesivamente sobre ello, ya que puede crear conflictos) o bien atraer inversiones exteriores.
Si quieren atraer inversión, el primer paso es reducir la locura predatoria y el conflicto civil constante que muchos de esos países sufren, y parir una estructura estatal decente. Esto no es un cuestión de que el hombre blanco venga y les dé una constitución; como hemos visto en demasiados sitios ultimamente la cosa es ligeramente más difícil de lo que parece. Si en un país dos o más facciones están a tortas antes que el benigno imperialista entre, el hecho que un grupo de turistas te invadan no tiene por qué solucionar ese conflicto. El imperio puede limitarlo a base de una ocupación militar enorme, pero me parece que la experiencia placentera que el mejor ejército del mundo está disfrutando en Mesopotamia da una idea de lo caro que resulta.
No me voy a meter en los detalles de qué factores generan un sistema político estable porque la verdad da para varios libros. La cuestión es que en general para que un sistema sea lo bastante sólido como para que valga la pena invertir (no exijo democracia) la cosa depende más de la propensión del tirano de turno a trabajar a largo plazo y no a corto. Muchos de los problemas africanos se derivan más de la existencia de tiranos más preocupados con su propia fortuna que en otra cosa; el estado es utilizado únicamente para robar pasta, no para crear estabilidad.
Los países desarrollados tienen una manera muy sencilla de dar incentivos para que esto suceda, que es hacer que invertir en el propio país sea rentable: bajar sus aranceles. África tiene el horrendo, horrible problema que realmente no puede exportar nada fácilmente; los aranceles agrícolas de los países ricos son absurdamente altos (y patéticamente ineficientes), así que lo que hacen mejor (por clima) no pueden explotarlo de forma aceptable.
Si un tiranuelo supiera que dejando hacer su economía generará dinero, ya que puede exportar lo que produce, su estructura de incentivos cambia radicalmente: extorsionar a mis ciudadanos deja de ser la mejor forma de enriquecerme; ahora es mejor dejarles que produzcan todo lo que puedas, aumentando mi base impositiva. A medio plazo el aumento del nivel de renta hará que la dictadura caiga ella solita.
Una apertura de los aranceles, condicionada a una reforma agraria (para que los beneficios no se concentren en unas pocas manos), sería un cambio enorme para toda África; un incentivo gigantesco para todos los sistemas políticos de la zona a estabilizar el sistema político, atraer inversión y empujar sus economías hacia adelante. Y ser creativos: el etanol de caña de azucar es muchísimo más eficiente que el sacado de cereales variados, sin ir más lejos.
Para occidente, es algo que la verdad sería mucho más barato para todos. Sí, ese sector agrícola del mundo rico (que aporta un 3-4% del PIB y consume un 60-70% de nuestra agua potable, por cierto) tendría que apretarse el cinturón y dedicarse a lo que hacen mejor (productos específicos de la región de calidad), pero los beneficios (alimentos más baratos en todo el mundo, sacar a millones de personas de la pobreza) sería enormes.
No, no es una solución mágica. Y no, no es tan fácil y automático como digo. Aún así, está bastante más basado en la realidad que la vía del imperialismo quijotesco.
.
Take up the White Man's burden--
Send forth the best ye breed--
Go bind your sons to exile
To serve your captives' need;
To wait in heavy harness,
On fluttered folk and wild--
Your new-caught, sullen peoples,
Half-devil and half-child. (...)
No estamos demasiado seguros sobre si Kipling hablaba en serio o estaba siendo irónico, pero lo cierto es que la visión de Lamas es parecida: muchos países en desarrollo son demasiado inútiles para gobernarse ellos sólos, así que es la obligación moral de los países ricos de guiarles en el sendero de la virtud. A tortas, si es preciso.
La verdad, el argumento parece lógico, pero es bastante peligroso. La idea es que los países africanos tienen una enorme cantidad de problemas, y que no pueden salir de la trampa de pobreza en la que se han metido por sí mismos. Este argumento, sin embargo, no tiene en cuenta el hecho que esta trampa no es inevitable, y que de hecho hay países horrendamente pobres que han salido del agujero partiendo de situaciones semejantes. La India lleva una buena temporada creciendo a un ritmo delirante; Korea era más pobre que muchos países de África (y no tenía recursos naturales) al acabar la guerra; y no hablemos de China, que me da algo.
Lo más curioso es que la enfermedad no está extendida por toda África. Bostwana tiene un PIB por cápital más que decente ($11,600), de hecho. Los problemas del continente son muy graves, no lo dudo, pero no son irresolubles.
Para empezar, necesitan capital. Para ello tienen que ser o bien capaces de exportar de forma decente (pero evitando depender excesivamente sobre ello, ya que puede crear conflictos) o bien atraer inversiones exteriores.
Si quieren atraer inversión, el primer paso es reducir la locura predatoria y el conflicto civil constante que muchos de esos países sufren, y parir una estructura estatal decente. Esto no es un cuestión de que el hombre blanco venga y les dé una constitución; como hemos visto en demasiados sitios ultimamente la cosa es ligeramente más difícil de lo que parece. Si en un país dos o más facciones están a tortas antes que el benigno imperialista entre, el hecho que un grupo de turistas te invadan no tiene por qué solucionar ese conflicto. El imperio puede limitarlo a base de una ocupación militar enorme, pero me parece que la experiencia placentera que el mejor ejército del mundo está disfrutando en Mesopotamia da una idea de lo caro que resulta.
No me voy a meter en los detalles de qué factores generan un sistema político estable porque la verdad da para varios libros. La cuestión es que en general para que un sistema sea lo bastante sólido como para que valga la pena invertir (no exijo democracia) la cosa depende más de la propensión del tirano de turno a trabajar a largo plazo y no a corto. Muchos de los problemas africanos se derivan más de la existencia de tiranos más preocupados con su propia fortuna que en otra cosa; el estado es utilizado únicamente para robar pasta, no para crear estabilidad.
Los países desarrollados tienen una manera muy sencilla de dar incentivos para que esto suceda, que es hacer que invertir en el propio país sea rentable: bajar sus aranceles. África tiene el horrendo, horrible problema que realmente no puede exportar nada fácilmente; los aranceles agrícolas de los países ricos son absurdamente altos (y patéticamente ineficientes), así que lo que hacen mejor (por clima) no pueden explotarlo de forma aceptable.
Si un tiranuelo supiera que dejando hacer su economía generará dinero, ya que puede exportar lo que produce, su estructura de incentivos cambia radicalmente: extorsionar a mis ciudadanos deja de ser la mejor forma de enriquecerme; ahora es mejor dejarles que produzcan todo lo que puedas, aumentando mi base impositiva. A medio plazo el aumento del nivel de renta hará que la dictadura caiga ella solita.
Una apertura de los aranceles, condicionada a una reforma agraria (para que los beneficios no se concentren en unas pocas manos), sería un cambio enorme para toda África; un incentivo gigantesco para todos los sistemas políticos de la zona a estabilizar el sistema político, atraer inversión y empujar sus economías hacia adelante. Y ser creativos: el etanol de caña de azucar es muchísimo más eficiente que el sacado de cereales variados, sin ir más lejos.
Para occidente, es algo que la verdad sería mucho más barato para todos. Sí, ese sector agrícola del mundo rico (que aporta un 3-4% del PIB y consume un 60-70% de nuestra agua potable, por cierto) tendría que apretarse el cinturón y dedicarse a lo que hacen mejor (productos específicos de la región de calidad), pero los beneficios (alimentos más baratos en todo el mundo, sacar a millones de personas de la pobreza) sería enormes.
No, no es una solución mágica. Y no, no es tan fácil y automático como digo. Aún así, está bastante más basado en la realidad que la vía del imperialismo quijotesco.
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martes, febrero 12, 2008
Reformas tributarias sin hacer ruido
El gobierno ha subido los impuestos por valor de 6.000 millones de euros, y parece que casi nadie se ha dado cuenta. Y lo ha hecho de forma eficiente, concentrando esta subida en los que más tienen.
¿Cómo lo ha hecho? Luchando contra el fraude fiscal. De hecho le ha salido tan bien que van a redoblar sus esfuerzo en esta materia, con hacienda y seguridad social trabajando juntos cazando a morosos. Hay bastante evidencia que el coste de investigar estos impuestos perdidos es siempre menor que el incremento en la recaudación; si encima estamos haciendo el sistema más equitativo al tener a todo el mundo pagando su parte, queda poco que decir. La economía sumergida puede que sea de un 20 a un 25% del PIB en España, así que mirad cuanto margen tenemos cazando a gorrones antes de tener que subir impuestos en serio.
De la noticia del país hay una cosa que me extraña, sin embargo. ¿Por qué se concentrarán en las regiones más dinámicas? El nivel de fraude no creo que esté correlacionado con el nivel de actividad o riqueza; de hecho sospecho (y hay bastante evidencia en ese sentido) que esa relación va en sentido contrario. La única excepción en este caso sería el fraude inmobiliario, que tiene una distribución geográfica bastante definida, y probablemente sigue el mismo patrón que los casos de corrupción urbanística.
En fin, me encantaría que hacienda hiciera públicos los datos de fraude; hay mucho que estudiar.
¿Cómo lo ha hecho? Luchando contra el fraude fiscal. De hecho le ha salido tan bien que van a redoblar sus esfuerzo en esta materia, con hacienda y seguridad social trabajando juntos cazando a morosos. Hay bastante evidencia que el coste de investigar estos impuestos perdidos es siempre menor que el incremento en la recaudación; si encima estamos haciendo el sistema más equitativo al tener a todo el mundo pagando su parte, queda poco que decir. La economía sumergida puede que sea de un 20 a un 25% del PIB en España, así que mirad cuanto margen tenemos cazando a gorrones antes de tener que subir impuestos en serio.
De la noticia del país hay una cosa que me extraña, sin embargo. ¿Por qué se concentrarán en las regiones más dinámicas? El nivel de fraude no creo que esté correlacionado con el nivel de actividad o riqueza; de hecho sospecho (y hay bastante evidencia en ese sentido) que esa relación va en sentido contrario. La única excepción en este caso sería el fraude inmobiliario, que tiene una distribución geográfica bastante definida, y probablemente sigue el mismo patrón que los casos de corrupción urbanística.
En fin, me encantaría que hacienda hiciera públicos los datos de fraude; hay mucho que estudiar.
jueves, noviembre 29, 2007
El desarrollo imposible: Zimbabwe
Cuando se habla de desarrollo económico a nivel académico, los sesudos economistas, intelectuales y politólogos metidos en el tema tienden a dejar de lado el continente africano. No porque no sea pobre, poco interesante o porque su situación no sea preocupante; es una cuestión de desesperación.
Pongamos el caso de Zimbabwe. Durante el mes de septiembre, la inflación en este país africano de 12 millones de habitantes fue de un 8.000%. Sí, ocho mil. Los precios en un mes se multiplicaron por 80, algo que hace la compra como mínimo interesante. El problema es que este dato es ya lo de menos; el responsable de estadística del país ya ha dicho que para octubre no hay datos. No hay tiendas que vendan nada, vamos. Para qué calcular.
¿Qué narices lleva a un país como Zimbabwe a tener la economía destrozada de esta manera? La verdad, la respuesta es más sencilla de lo que parece; uno puede decir que cualquier error imaginable, idea alocada, cretinez corrupta, maldad, desastre e incompetencia posible han azotado el país de un modo u otro, y la verdad, el país está tan hecho una mierda que uno no sabe por donde empezar. Quizás tratar de combatir una tasa de inflación del 100.000% (estimado) es una buena idea, pero con los "instrumentos" a mano del "estado" de Zimbabwe es como tratar de hundir un acorazado con un matamoscas.
Con la inmensa mayoría de la población recurriendo al trueque, emigración, uso de moneda enviada desde el exterior o pasándose al rollo cazadores-recolectores, el estado en este país africano básicamente ha dejado de existir. La moneda, en esencia, no tiene valor alguno; toda la economía está lanzándose como puede a operar en dinero negro, sin que el estado tenga la más remota capacidad de recaudar o regular nada. Mugabe y los suyos, de hecho, están más preocupados en actuar como bandidos puros que cualquier otra cosa, el escaso poder estatal (basado en el más puro matonismo a estas alturas) se concentra simplemente en tratar de robar todo lo que puedan al desgraciado que les pase cerca, sea nacional, foráneo, pobre o rico.
El regimen de Mugabe, de hecho, ha sido básicamente una máquina de redistribuir renta de quien la tiene (sea poca o mucha) a los bolsillos de la dictadura. Este comportamiento ha destruido todas las bases de la existencia de una economía capitalista funcional: las reglas son arbitrarias, los derechos de propiedad no son respetados, el entorno no es estable, la información sobre el futuro sólo está en manos de unos pocos ladrones, y el éxito o fracaso de una empresa se basa no en su mérito económico sino en lo bien que caiga a la dictadura y el tamaño de los cañones que la respalden. Todo ello, evidentemente, con una ámplia dosis de cinismo, total falta de racionalidad económica y alegre desprecio a todo lo que no sea el lujo propio.
La verdad a estas alturas es difícil decir que Zimbabwe, como tal, exista. El estado esencialmente no está allí; el gobierno es un pequeño colectivo de matones armados capaz de mantenerse en el poder, pero nada de lo que hace tiene nada que ver con la realidad. El dinero que imprime no vale nada. Los controles de precios son inútiles. Y por mucho que encarcele a "especuladores", de hecho todo el país está haciendo exáctamente lo mismo. Las estadísticas que da el gobierno no tienen sentido, el control sobre el territorio es nulo, no hay estado.
Y eso sin hablar de SIDA (de lejos el país con las peores cifras en este sentido), las cada vez más frecuentes sequías, y el hecho que todo esto no le importa una mierda a nadie. Ni las multinacionales rapaces están ya por hacer nada; total, para que las nacionalicen, el país se meta en guerra civil o que ellas tengan que ejercer de estado por sí sólas, no tienen nada que hacer...
¿Cómo puede salir un país así de esta clase de pozo? La verdad, nadie sabe ya que hacer con ellos. No hay nada que funcione. Sólo derribando el gobierno actual, fusilando todos los responsables y milicianos, imponiendo el órden y creando una burocracia y un marco jurídico y funcional razonablemente cercano al de una república bananera se podría hablar de hacer reformas, y eso implicaría o bien un milagro de bondad eterna por parte de cualquier opositor que tome el poder, o una intervención militar neocolonial hecha por un ejército de elfos cantores. O eso, o el país sigue implosionando hasta que no queda nada y se han ido todos, y se puede empezar de cero, metafóricamente.
Puede que Bolivia lo tenga chungo. Es más, es posible que sea la mismísima Britney. Pero los bolivianos, al menos, tienen un gobierno que al menos tiene un relativo control del territorio a ratos, pretende (aunque sea en plan tarugo) tirar el país adelante, y bandidos que aprietan pero no ahogan.
El problema de África va más allá de vacunas, comida, comercio justo (aunque la verdad, eliminar todos los aranceles a imporataciones de países de la región sería el mejor regalo que podríamos darles) y Bono cantándoles baladas llenas de esperanza. En muchos, demasiados países, estamos hablando de empezar del cero más absoluto.
Un día de estos, con tiempo, será cuestión de repasar el origen del fracaso del África postcolonial y el origen de estos estados fallidos y dictaduras de rapacidad extrema. Lo que es importante tener en mente, sin embargo, es que el problema es más político que cualquier otra cosa, y muchas veces totalmente autoinflingido. Cuando la cosa es estructural, no podemos hablar de ayudas; sirven de bien poco.
Pongamos el caso de Zimbabwe. Durante el mes de septiembre, la inflación en este país africano de 12 millones de habitantes fue de un 8.000%. Sí, ocho mil. Los precios en un mes se multiplicaron por 80, algo que hace la compra como mínimo interesante. El problema es que este dato es ya lo de menos; el responsable de estadística del país ya ha dicho que para octubre no hay datos. No hay tiendas que vendan nada, vamos. Para qué calcular.
¿Qué narices lleva a un país como Zimbabwe a tener la economía destrozada de esta manera? La verdad, la respuesta es más sencilla de lo que parece; uno puede decir que cualquier error imaginable, idea alocada, cretinez corrupta, maldad, desastre e incompetencia posible han azotado el país de un modo u otro, y la verdad, el país está tan hecho una mierda que uno no sabe por donde empezar. Quizás tratar de combatir una tasa de inflación del 100.000% (estimado) es una buena idea, pero con los "instrumentos" a mano del "estado" de Zimbabwe es como tratar de hundir un acorazado con un matamoscas.
Con la inmensa mayoría de la población recurriendo al trueque, emigración, uso de moneda enviada desde el exterior o pasándose al rollo cazadores-recolectores, el estado en este país africano básicamente ha dejado de existir. La moneda, en esencia, no tiene valor alguno; toda la economía está lanzándose como puede a operar en dinero negro, sin que el estado tenga la más remota capacidad de recaudar o regular nada. Mugabe y los suyos, de hecho, están más preocupados en actuar como bandidos puros que cualquier otra cosa, el escaso poder estatal (basado en el más puro matonismo a estas alturas) se concentra simplemente en tratar de robar todo lo que puedan al desgraciado que les pase cerca, sea nacional, foráneo, pobre o rico.
El regimen de Mugabe, de hecho, ha sido básicamente una máquina de redistribuir renta de quien la tiene (sea poca o mucha) a los bolsillos de la dictadura. Este comportamiento ha destruido todas las bases de la existencia de una economía capitalista funcional: las reglas son arbitrarias, los derechos de propiedad no son respetados, el entorno no es estable, la información sobre el futuro sólo está en manos de unos pocos ladrones, y el éxito o fracaso de una empresa se basa no en su mérito económico sino en lo bien que caiga a la dictadura y el tamaño de los cañones que la respalden. Todo ello, evidentemente, con una ámplia dosis de cinismo, total falta de racionalidad económica y alegre desprecio a todo lo que no sea el lujo propio.
La verdad a estas alturas es difícil decir que Zimbabwe, como tal, exista. El estado esencialmente no está allí; el gobierno es un pequeño colectivo de matones armados capaz de mantenerse en el poder, pero nada de lo que hace tiene nada que ver con la realidad. El dinero que imprime no vale nada. Los controles de precios son inútiles. Y por mucho que encarcele a "especuladores", de hecho todo el país está haciendo exáctamente lo mismo. Las estadísticas que da el gobierno no tienen sentido, el control sobre el territorio es nulo, no hay estado.
Y eso sin hablar de SIDA (de lejos el país con las peores cifras en este sentido), las cada vez más frecuentes sequías, y el hecho que todo esto no le importa una mierda a nadie. Ni las multinacionales rapaces están ya por hacer nada; total, para que las nacionalicen, el país se meta en guerra civil o que ellas tengan que ejercer de estado por sí sólas, no tienen nada que hacer...
¿Cómo puede salir un país así de esta clase de pozo? La verdad, nadie sabe ya que hacer con ellos. No hay nada que funcione. Sólo derribando el gobierno actual, fusilando todos los responsables y milicianos, imponiendo el órden y creando una burocracia y un marco jurídico y funcional razonablemente cercano al de una república bananera se podría hablar de hacer reformas, y eso implicaría o bien un milagro de bondad eterna por parte de cualquier opositor que tome el poder, o una intervención militar neocolonial hecha por un ejército de elfos cantores. O eso, o el país sigue implosionando hasta que no queda nada y se han ido todos, y se puede empezar de cero, metafóricamente.
Puede que Bolivia lo tenga chungo. Es más, es posible que sea la mismísima Britney. Pero los bolivianos, al menos, tienen un gobierno que al menos tiene un relativo control del territorio a ratos, pretende (aunque sea en plan tarugo) tirar el país adelante, y bandidos que aprietan pero no ahogan.
El problema de África va más allá de vacunas, comida, comercio justo (aunque la verdad, eliminar todos los aranceles a imporataciones de países de la región sería el mejor regalo que podríamos darles) y Bono cantándoles baladas llenas de esperanza. En muchos, demasiados países, estamos hablando de empezar del cero más absoluto.
Un día de estos, con tiempo, será cuestión de repasar el origen del fracaso del África postcolonial y el origen de estos estados fallidos y dictaduras de rapacidad extrema. Lo que es importante tener en mente, sin embargo, es que el problema es más político que cualquier otra cosa, y muchas veces totalmente autoinflingido. Cuando la cosa es estructural, no podemos hablar de ayudas; sirven de bien poco.
martes, noviembre 27, 2007
Notas rápidas sombre el céntimo ecológico
Hablo más del céntimo ecológico mañana, si tengo tiempo, pero en pocas palabras. Es buena idea, tener en cuenta las externalidades es necesario, llega demasiado tarde y es probablemente insuficiente. Ya es hora de adaptar el sistema fiscal a los costes como Dios manda. Ya lo hacemos un poco, pero es casi obligado hacerlo mejor.
Actualización: José Blanco es tonto. Especialmente porque si hay alguna forma relativamente poco complicada de combatir el cambio climático es mediante impuestos sobre externalidades. Melón, que es un melón. En fin, otro partido al que le entra un ataque de cagarrinas cuando se trata de proponer políticas públicas más o menos racionales.
Actualización: José Blanco es tonto. Especialmente porque si hay alguna forma relativamente poco complicada de combatir el cambio climático es mediante impuestos sobre externalidades. Melón, que es un melón. En fin, otro partido al que le entra un ataque de cagarrinas cuando se trata de proponer políticas públicas más o menos racionales.
sábado, octubre 20, 2007
La vida bajo el patrón oro
Es un tema recurrente, y la verdad, un poco cansino. Cada cierto tiempo, algún liberal hispánico o conservador americano tozudo (lo de "liberales" en España siempre me ha hecho mucha gracia) sale con eso que el dinero actual es usura, opresión e imposición estatal, y que lo único que tiene sentido es volver a la época donde los hombres eran hombres, los mercados, mercados y la moneda estaba anclada en trozos de metal brillantes. O, dicho en otras palabras, en una vuelta al patrón oro.
Ya expliqué por aquí el otro día en qué consiste, más o menos, el dinero qué utilizamos ahora. En el fondo, trocitos de papel que tienen valor porque todo el mundo cree que tienen valor; de un modo parecido a que todos creemos que una lechuga es una lechuga porque todo el mundo le llama así. Como comentaba entonces, esto no ha sido siempre de este modo; desde mediados del siglo XIX a los años 70 del XX, el sistema era un poco más complicado que eso.
Tradicionalmente, el "hombre civilizado" (o al menos, el de eurasia, oriente próximo y barrios cercanos) ha pagado las cosas usando oro, un poco por casualidad histórica. Es bonito, es escaso, no se estropea y es bastante conveniente; además, por uno de esos milagros de los efectos de red, el hecho que mucha gente lo considere valioso acaba de hecho por darle valor y le convierte en un sistema de pago práctico. Algo así como el por qué todo el mundo usa Windows, lo único que aplicado a la moneda.
El problema de usar oro, claro está, es que no hay demasiado. Cuando la economía crece, uno tiene más cachivaches que comprar y vender, pero no tiene necesariamente más monedas. Ese elemento tan conveniente que tiene el utilizar una moneda que es tener una pieza de metal que vale por diez lechugas deja de serlo cuando la economía produce veinte. Tu moneda cada vez compra más, algo que no tiene demasiado sentido; si mañana seré más rico sin hacer nada, no voy a gastar este oro que tengo, etcétera. La deflación no es una buena idea.
La cuestión es, la economía es más valiosa, y eso tiene que verse en algún sitio. Una alternativa es mezclar el oro con plata, estaño o cualquier otro metal, y tener más monedas, pero eso añade problemas al sistema: lo que dice la moneda que vale es menos de su precio real; el problema será pronto no la deflación, sino la inflación, así que el sistema también sufre desajustes.
A principios del siglo XIX el Banco de Inglaterra encontró una solución bastante elegante al problema, un poco por casualidad. En vez de pasearnos con monedas de oro de valor o nunca suficiente o fácilmente devaluado, lo que se haría sería cambiar el oro en sí por billetes que representaban promesas de recibir su valor en oro. El Banco de Inglaterra pagaría al portador tanto oro a cambio de ese billete (7,32 gramos por libra, para ser precisos) si este quisiera; ese billete, por tanto, tenía valor en metálico, pero no era metal en sí.
La belleza del arreglo radicaba, evidentemente, que podía haber más papel moneda en circulación que oro, siempre que hubiera confianza en la moneda. Si las cosas iban bien, nadie tiene dudas que el billete es sólido: ¿para qué uno quiere tener oro, si la libra esterlina es respetada, aceptada, y me permite hacer todo con comodidad y confianza infinita?. Nadie va a ir al banco a por lingotes, ya que todo va estupendo. Si la economía crece más rápido que el oro, no importa que haya más papel en circulación que oro en el banco; la confianza de los inversores es sólida y nadie querrá cambiar su deposito de valor útil, líquido y conveniente por lingotes.
El tener tu moneda anclada al oro te da además un beneficio añadido: puedes comerciar con otros países muy fácilmente. Uno tiene libras y otro tiene francos, pero la moneda es sólo una expresión abstracta de una cantidad de metal que puedo retirar cuando quiera (31 francos siendo 9 gramos, por cierto), así que el intercambio es muy sencillo.
Suena sencillo, alegre y elegante, ¿no?. Bien, ese es parte del problema; la sencillez crea una rigidez tremenda. Supongamos que una economía cualquiera pasa un par de leyes absurdas o un par de terremotos devastadores, y sufre una mala recesión. Debido a esto, debe empezar a comprar más cosas al exterior, ya que tiene sus fábricas hechas unos zorros, con lo que su balanza comercial se vuelve negativa. En un principio, eso no debería ser problema; los vecinos reciben sus pagos en francos, marcos, o lo que sea, se vuelven a casa, y convierten esa moneda en la moneda local, haciendo que su banco central reclame esa cantidad de oro al banco vecino.
El país con una balanza comercial negativa empieza por tanto a perder reservas de oro, para compensar por estas transacciones. Eso hace que su moneda esté de hecho perdiendo respaldo, ya que igual cantidad de papel está apoyado en menos oro. Como hemos visto, este no puede suceder; si la gente deja de creer en la moneda, el mecanismo de tener más papel que metal se rompe, y la economía no funciona. La pérdida de respaldo en oro puede hacer que la gente empieza a dudar de la solvencia de esa divisa, y se plantee seriamente tratar de cambiarla antes que pierdan dinero. El Banco Central sólo tiene una salida si no quiere cambiar su paridad con el oro, que es reducir la cantidad de papel; eso se traduce en subir tipos, echar el freno y meter al país en recesión para evitar que este pánico monetario suceda y lo envíe a la bancarrota.
Al ser una devaluación inaceptable (esto es, aceptar que tenemos menos oro por franco, marco o peseta y decir que cada franco, marco o peseta te da menos oro), tenemos que ajustar por algún lado, a golpe de deflación. Tenemos menos lechugas, vamos a tener menos moneda; agarraos que vienen curvas. ¿El resultado? El sesgo anti-inflacionario y anti-devaluación del patrón oro de hecho lo hace mucho más propenso a las recesiones. Y una recesión por deflación es muy, muy dura; lo que está uno haciendo es penalizar la inversión y el consumo a favor del ahorro de forma radical, y eso acaba por penalizar a quien más consume y no ahorra, esto es, a los pobres, a golpe de paro.
La teoría de los defensores de la disciplina del patrón oro dicen que la misma rigidez del sistema obliga a políticos y banqueros a no provocar crisis con leyes absurdas, atándoles las manos mejor que cualquier banco central; uno no tiene que ser demasiado pesimista, sin embargo, para darse cuenta que la estupidez humana es más fuerte que cualquier cadena. Crear un sistema que hace cualquier error mucho más costoso para todos es sencillamente absurdo, y más cuando la alternativa (y el crecimiento económico desde que se enterró la camisa de fuerza dorada así lo atestigua) parece más que eficaz creando riqueza.

Tradicionalmente, el "hombre civilizado" (o al menos, el de eurasia, oriente próximo y barrios cercanos) ha pagado las cosas usando oro, un poco por casualidad histórica. Es bonito, es escaso, no se estropea y es bastante conveniente; además, por uno de esos milagros de los efectos de red, el hecho que mucha gente lo considere valioso acaba de hecho por darle valor y le convierte en un sistema de pago práctico. Algo así como el por qué todo el mundo usa Windows, lo único que aplicado a la moneda.
El problema de usar oro, claro está, es que no hay demasiado. Cuando la economía crece, uno tiene más cachivaches que comprar y vender, pero no tiene necesariamente más monedas. Ese elemento tan conveniente que tiene el utilizar una moneda que es tener una pieza de metal que vale por diez lechugas deja de serlo cuando la economía produce veinte. Tu moneda cada vez compra más, algo que no tiene demasiado sentido; si mañana seré más rico sin hacer nada, no voy a gastar este oro que tengo, etcétera. La deflación no es una buena idea.
La cuestión es, la economía es más valiosa, y eso tiene que verse en algún sitio. Una alternativa es mezclar el oro con plata, estaño o cualquier otro metal, y tener más monedas, pero eso añade problemas al sistema: lo que dice la moneda que vale es menos de su precio real; el problema será pronto no la deflación, sino la inflación, así que el sistema también sufre desajustes.
A principios del siglo XIX el Banco de Inglaterra encontró una solución bastante elegante al problema, un poco por casualidad. En vez de pasearnos con monedas de oro de valor o nunca suficiente o fácilmente devaluado, lo que se haría sería cambiar el oro en sí por billetes que representaban promesas de recibir su valor en oro. El Banco de Inglaterra pagaría al portador tanto oro a cambio de ese billete (7,32 gramos por libra, para ser precisos) si este quisiera; ese billete, por tanto, tenía valor en metálico, pero no era metal en sí.
La belleza del arreglo radicaba, evidentemente, que podía haber más papel moneda en circulación que oro, siempre que hubiera confianza en la moneda. Si las cosas iban bien, nadie tiene dudas que el billete es sólido: ¿para qué uno quiere tener oro, si la libra esterlina es respetada, aceptada, y me permite hacer todo con comodidad y confianza infinita?. Nadie va a ir al banco a por lingotes, ya que todo va estupendo. Si la economía crece más rápido que el oro, no importa que haya más papel en circulación que oro en el banco; la confianza de los inversores es sólida y nadie querrá cambiar su deposito de valor útil, líquido y conveniente por lingotes.
El tener tu moneda anclada al oro te da además un beneficio añadido: puedes comerciar con otros países muy fácilmente. Uno tiene libras y otro tiene francos, pero la moneda es sólo una expresión abstracta de una cantidad de metal que puedo retirar cuando quiera (31 francos siendo 9 gramos, por cierto), así que el intercambio es muy sencillo.
Suena sencillo, alegre y elegante, ¿no?. Bien, ese es parte del problema; la sencillez crea una rigidez tremenda. Supongamos que una economía cualquiera pasa un par de leyes absurdas o un par de terremotos devastadores, y sufre una mala recesión. Debido a esto, debe empezar a comprar más cosas al exterior, ya que tiene sus fábricas hechas unos zorros, con lo que su balanza comercial se vuelve negativa. En un principio, eso no debería ser problema; los vecinos reciben sus pagos en francos, marcos, o lo que sea, se vuelven a casa, y convierten esa moneda en la moneda local, haciendo que su banco central reclame esa cantidad de oro al banco vecino.
El país con una balanza comercial negativa empieza por tanto a perder reservas de oro, para compensar por estas transacciones. Eso hace que su moneda esté de hecho perdiendo respaldo, ya que igual cantidad de papel está apoyado en menos oro. Como hemos visto, este no puede suceder; si la gente deja de creer en la moneda, el mecanismo de tener más papel que metal se rompe, y la economía no funciona. La pérdida de respaldo en oro puede hacer que la gente empieza a dudar de la solvencia de esa divisa, y se plantee seriamente tratar de cambiarla antes que pierdan dinero. El Banco Central sólo tiene una salida si no quiere cambiar su paridad con el oro, que es reducir la cantidad de papel; eso se traduce en subir tipos, echar el freno y meter al país en recesión para evitar que este pánico monetario suceda y lo envíe a la bancarrota.
Al ser una devaluación inaceptable (esto es, aceptar que tenemos menos oro por franco, marco o peseta y decir que cada franco, marco o peseta te da menos oro), tenemos que ajustar por algún lado, a golpe de deflación. Tenemos menos lechugas, vamos a tener menos moneda; agarraos que vienen curvas. ¿El resultado? El sesgo anti-inflacionario y anti-devaluación del patrón oro de hecho lo hace mucho más propenso a las recesiones. Y una recesión por deflación es muy, muy dura; lo que está uno haciendo es penalizar la inversión y el consumo a favor del ahorro de forma radical, y eso acaba por penalizar a quien más consume y no ahorra, esto es, a los pobres, a golpe de paro.
La teoría de los defensores de la disciplina del patrón oro dicen que la misma rigidez del sistema obliga a políticos y banqueros a no provocar crisis con leyes absurdas, atándoles las manos mejor que cualquier banco central; uno no tiene que ser demasiado pesimista, sin embargo, para darse cuenta que la estupidez humana es más fuerte que cualquier cadena. Crear un sistema que hace cualquier error mucho más costoso para todos es sencillamente absurdo, y más cuando la alternativa (y el crecimiento económico desde que se enterró la camisa de fuerza dorada así lo atestigua) parece más que eficaz creando riqueza.
viernes, septiembre 21, 2007
¿En qué se parecen Britney y Bolivia?
A Britney Spears no le hacen más que pasar desgracias. La chica lleva una buena temporada comiéndose unas cantidades de mala prensa tremebunda, a menudo más que merecidas; a la chica se le ha ido la olla de mala manera, y parece que ya ni intenta ser remotamente presentable o tratar de rehacer su buena estrella.
Lo cierto es que podemos aprender mucho de Britney. Britney es una tragedia humana clásica, un ejemplo claro que tener un golpe de suerte, ser mona y lanzar un mega exitazo musical no convertirá tu vida en un camino de rositas. Britney es un símbolo de una de los problemas clásicos de muchos lugares del mundo, la tragedia del ganador de la loteria.
Britney Spears es Bolivia.
Expliquemos por qué. Britney Spears es una muestra clara que si uno es imbécil y tiene un golpe de suerte, después del golpe de suerte uno sigue siendo imbécil. Recibir cantidades ingentes de riqueza de forma imprevista no significa que ese dinero vaya a ser administrado bien; si uno tiene una larga tradición de despilfarro, nunca ha aprendido a cuidarse solito o tiene un talento extraordinario para meter la pata de forma espectacular y no querer recibir consejo, es bastante probable que eche a perder esa súbita inyección de riqueza.
Britney tuvo el golpe de suerte de ser la elegida por la maquinaria de promoción de la industria musical; tiene un talento y presencia discretas, nada demasiado extraordinario, pero una campaña magistral y dar con la fórmula mágica ("escolar lasciva virgen") la hizo multimillonaria. El problema es que tras el golpe de suerte, y una vez dejada a solas, la chica se ha demostrado incapaz de sobrevivir a sí misma; la niña era tonta antes, y ahora que puede demostrarlo lo ha hecho de forma magistral.
¿Qué sucede con Bolivia? Algo parecido, con algunas palabras distintas. Si en vez de escribir "éxito discográfico" decimos "encontrar gas natural", la historia es bastante parecida. Bolivia tuvo el golpe de suerte de encontrarse con un premio de loteria natural, las enormes reservas de gas en su subsuelo; el problema es que el país, de un modo u otro, no parece capaz de hacer nada que valga la pena con el súbito aumento de ingresos.
No diré que los Bolivianos fueran un grupo de cretinos irresponsables; el símil no va tan lejos. Lo que si es cierto es que hay un número importante de características estructurales que hacen mucho más difícil la tarea de crear y gestionar riqueza.
Para empezar, el país no tiene una distribución de la riqueza equilibrada. Cuando el dinero se concentra en pocas manos, aquellos que tienen mucho son muy poco amigos de la redistribución; sea petroleo, sea gas o sea tierras, si uno tiene mucho de algo y hablan de redistribución sabe que va a salir perdiendo. Como resultado, el gas natural es otro premio más por el que liarse a tortas; si lo controla el estado o una multinacional no importa, siempre habrá perdedores que fuera de la fiesta.
El segundo problema se deriva del hecho de la falta de diversificación de la economía. Cuando un país ve como de golpe una parte muy importante de su riqueza viene de una sóla fuente natural mágica, las distorsiones que esto crea son tremendas. Desde subinversión en otros sectores a una tendencia a tratar de utilizar los recursos para ahorrarse el trabajo de crecer pasito a pasito produciendo cosas, la economía de un país se resiente. Es el efecto de tener ya dinero y ganar más, en comparación a no tener nada y que te caiga fortuna de golpe; el nivel de histerismo es infinitamente mayor.
El tercer problema viene derivado de los dos primeros, y es la estructura del sistema político. Los paises con pocos recursos mal distribuidos tienden a producir régimenes llenos de conflicto, sea latente o explícito. La pobreza acostumbra a venir acompañada de una variedad de malas costumbres: falta de respeto a las reglas del juego, leyes confusas y con implementación arbitraria, corrupción, caciquismo, etcétera. La riqueza no arregla estos problemas; de hecho estos inconvenientes acostumbran a ser magníficos instrumentos para despilfarrar cualquier cosa.
Más allá de eso, la falta de infraestructuras básicas hace todo más complicado. Si uno no tiene carreteras, por mucho dinero que haya flotando (y siendo desperdiciado) por el sistema, no hay demasiado que hacer. Crecer, desarrollar, avanzar la economía es complicado, y más cuando esos yacimientos y gasoductos se llevan toda la inversión.
En pocas palabras: no es lo mismo ser rico que ganar mucho dinero. Tener muchos ingresos no conlleva necesariamente desarrollo económico; el crecimiento es algo mucho más sutil y complicado que tener y utilizar el dinero que nos ha tocado a suertes. Que le pregunten a países como Japón, que en cuestión de recursos naturales sacaron la pajita más corta...
Lo cierto es que podemos aprender mucho de Britney. Britney es una tragedia humana clásica, un ejemplo claro que tener un golpe de suerte, ser mona y lanzar un mega exitazo musical no convertirá tu vida en un camino de rositas. Britney es un símbolo de una de los problemas clásicos de muchos lugares del mundo, la tragedia del ganador de la loteria.
Britney Spears es Bolivia.
Expliquemos por qué. Britney Spears es una muestra clara que si uno es imbécil y tiene un golpe de suerte, después del golpe de suerte uno sigue siendo imbécil. Recibir cantidades ingentes de riqueza de forma imprevista no significa que ese dinero vaya a ser administrado bien; si uno tiene una larga tradición de despilfarro, nunca ha aprendido a cuidarse solito o tiene un talento extraordinario para meter la pata de forma espectacular y no querer recibir consejo, es bastante probable que eche a perder esa súbita inyección de riqueza.
Britney tuvo el golpe de suerte de ser la elegida por la maquinaria de promoción de la industria musical; tiene un talento y presencia discretas, nada demasiado extraordinario, pero una campaña magistral y dar con la fórmula mágica ("escolar lasciva virgen") la hizo multimillonaria. El problema es que tras el golpe de suerte, y una vez dejada a solas, la chica se ha demostrado incapaz de sobrevivir a sí misma; la niña era tonta antes, y ahora que puede demostrarlo lo ha hecho de forma magistral.
¿Qué sucede con Bolivia? Algo parecido, con algunas palabras distintas. Si en vez de escribir "éxito discográfico" decimos "encontrar gas natural", la historia es bastante parecida. Bolivia tuvo el golpe de suerte de encontrarse con un premio de loteria natural, las enormes reservas de gas en su subsuelo; el problema es que el país, de un modo u otro, no parece capaz de hacer nada que valga la pena con el súbito aumento de ingresos.
No diré que los Bolivianos fueran un grupo de cretinos irresponsables; el símil no va tan lejos. Lo que si es cierto es que hay un número importante de características estructurales que hacen mucho más difícil la tarea de crear y gestionar riqueza.
Para empezar, el país no tiene una distribución de la riqueza equilibrada. Cuando el dinero se concentra en pocas manos, aquellos que tienen mucho son muy poco amigos de la redistribución; sea petroleo, sea gas o sea tierras, si uno tiene mucho de algo y hablan de redistribución sabe que va a salir perdiendo. Como resultado, el gas natural es otro premio más por el que liarse a tortas; si lo controla el estado o una multinacional no importa, siempre habrá perdedores que fuera de la fiesta.
El segundo problema se deriva del hecho de la falta de diversificación de la economía. Cuando un país ve como de golpe una parte muy importante de su riqueza viene de una sóla fuente natural mágica, las distorsiones que esto crea son tremendas. Desde subinversión en otros sectores a una tendencia a tratar de utilizar los recursos para ahorrarse el trabajo de crecer pasito a pasito produciendo cosas, la economía de un país se resiente. Es el efecto de tener ya dinero y ganar más, en comparación a no tener nada y que te caiga fortuna de golpe; el nivel de histerismo es infinitamente mayor.
El tercer problema viene derivado de los dos primeros, y es la estructura del sistema político. Los paises con pocos recursos mal distribuidos tienden a producir régimenes llenos de conflicto, sea latente o explícito. La pobreza acostumbra a venir acompañada de una variedad de malas costumbres: falta de respeto a las reglas del juego, leyes confusas y con implementación arbitraria, corrupción, caciquismo, etcétera. La riqueza no arregla estos problemas; de hecho estos inconvenientes acostumbran a ser magníficos instrumentos para despilfarrar cualquier cosa.
Más allá de eso, la falta de infraestructuras básicas hace todo más complicado. Si uno no tiene carreteras, por mucho dinero que haya flotando (y siendo desperdiciado) por el sistema, no hay demasiado que hacer. Crecer, desarrollar, avanzar la economía es complicado, y más cuando esos yacimientos y gasoductos se llevan toda la inversión.
En pocas palabras: no es lo mismo ser rico que ganar mucho dinero. Tener muchos ingresos no conlleva necesariamente desarrollo económico; el crecimiento es algo mucho más sutil y complicado que tener y utilizar el dinero que nos ha tocado a suertes. Que le pregunten a países como Japón, que en cuestión de recursos naturales sacaron la pajita más corta...
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