Si, ya sé que he hecho esta pregunta anteriormente. La cuestión es, sigo sin tener una buena respuesta a ello, y sigo sin explicarme qué pretenden todos esos panfletos y políticos obsesionados con encontrar a ese intelectual con obra ruidosa que está desaparecido.
¿Es una figura legal tipificada? ¿Es un escritor de textos incendiarios? ¿Es el agente con láseres orbitales de control mental que llevó a los pobres, pobres asesinos en masa condenados a cometer el crimen? ¿Es el Tom Clancy de turno que tiene la idea de meter bombas en trenes? ¿Es el tipo que llama a la Yihad? ¿Todos ellos? ¿Hace falta que sea en persona o escucharle en la radio vale? ¿Es acaso el que escribe estas líneas, intelectual gafoso y autor de de bitácora, un "autor intelectual?
La duda me corroe.
La verdad, toda esta mierda de autoría intelectual me suena a la misma sarta de excusas casposas que llevan lanzando los agujerologos para que se hable de esto eternamente. Resulta perfectamente creíble que los ocho o nueve tarados que pusieron las bombas tuvieron la idea ellos solitos sin ayuda de nadie, inspirados por cualquiera de los miles de fanáticos vociferantes que pululan por la red. Esta búsqueda del Genio del Mal (TM) detrás de todo esto ("¡El GAL! ¡los masones! ¡ Rubalcaba! ¡el Frente de Liberación de los Gnomos del Jardín!") me suena a teoría de la conspiración clásica.
miércoles, octubre 31, 2007
El delito de hablar
Hay algo excepcionalmente absurdo en esta obsesión judicial con aplicar la ley de partidos de forma creativa, o más específicamente, hacer de hablar un delito. Parece que algunos se olvidan a conciencia (o trabajan duro para que el PP les nomine al CGPJ, vamos) que el Tribunal Supremo ha repetido una y otra vez que la ley de partidos ilegaliza organizaciones, no personas, así que hablar con ex-miembros de Batasuna no está prohibido.
Lo dijo el Supremo, pero es bueno repetirlo: a los gobiernos les controlan los parlamentos y votantes, no los jueces. Los tribunales hacen cumplir la ley, no ejercen un marcaje a los gobiernos; si un gobierno toma la decisión política de hablar con alguien es cosa del electorado decidir sobre la moralidad del asunto. El pleito contra Ibarretxe y compañía parte de la idea absurda que ilegalizar una organización crea una casta de intocables. Es como decir que debemos retirar la palabra a todo aquel que se ha saltado un semáforo en rojo.
La idea que hablar con alguien que había estado en un partido ilegalizado es desobediencia es absurda. La ley de partidos impone una prohibición sobre una organización a su existencia y a sus miembros a refundarla, no crea un vórtice de energía negativa que niega derechos a todo aquel que se acerca a la ruinas. La ley de partidos es, como todo para el PP estos días, otra arma arrojadiza que lanzar contra los enemigos reales o ficticios de España.
Lo dijo el Supremo, pero es bueno repetirlo: a los gobiernos les controlan los parlamentos y votantes, no los jueces. Los tribunales hacen cumplir la ley, no ejercen un marcaje a los gobiernos; si un gobierno toma la decisión política de hablar con alguien es cosa del electorado decidir sobre la moralidad del asunto. El pleito contra Ibarretxe y compañía parte de la idea absurda que ilegalizar una organización crea una casta de intocables. Es como decir que debemos retirar la palabra a todo aquel que se ha saltado un semáforo en rojo.
La idea que hablar con alguien que había estado en un partido ilegalizado es desobediencia es absurda. La ley de partidos impone una prohibición sobre una organización a su existencia y a sus miembros a refundarla, no crea un vórtice de energía negativa que niega derechos a todo aquel que se acerca a la ruinas. La ley de partidos es, como todo para el PP estos días, otra arma arrojadiza que lanzar contra los enemigos reales o ficticios de España.
lunes, octubre 29, 2007
¿Liderazgo o procedimiento?
Una de las cosas más sorprendentes del siempre fascinante debate político americano es la extraña obsesión que parece tener todo el mundo con esto del liderazgo. Todo requiere liderazgo, desde un sistema escolar a la organización de una conferencia, la aprobación de una reforma o la respuesta a un desastre natural cualquiera.
Para el observador europeo, esta uso tan obsesivo de la palabrita en cuestión resulta bastante sorprendente. Los europeos (británicos incluidos, en este caso) estamos acostumbrados a que el gobierno se rija por una parámetros digamos más orientados a procedimientos a la hora de organizarse; menos líderes y menos jefes y más reglas, parámetros estables y burocracias sólidas. En términos weberianos (para los frikis de la sociología), los europeos vivimos en sistemas políticos en que el estado pretende ser a prueba de idiotas; el ministro puede que sea un perfecto imbécil, a pero el cuerpo de técnicos del estado, servidores devotos e imparciales del bien común, estarán allí aplicando reglamentos para que las cosas nunca dejen de funcionar.
Es bastante evidente (y de hecho ya lo he comentado en ocasiones) que esta idea de maquinaria inmutable y perfectamente engrasada no siempre es una realidad, y que en ocasiones estos funcionarios están más para sus intereses que cualquier otra necesidad real. Lo que si es cierto, sin embargo, es que esta clase de organizaciones tiene la virtud de la consistencia; suceda lo que suceda y mande quien mande, cuando el estado tiene que responder lo hará siguiendo unos parámetros bastante predecibles, y si un ministerio tiene la capacidad de apagar fuegos, evacuar gente, hacer que los trenes funcionen o gestionar un sistema de salud aceptable, lo seguirá siendo sin importar demasiado quién sea el ministro, siempre que no moleste demasiado. Evidentemente, puede que sea consistentemente incompetente (la burocracia en Palermo será siempre igual de torpe), tozuda (Francia), rabiosamente independiente (Reino Unido) o con curiosas ideas sobre cómo se aplica cada regla (España), pero en general a un nivel de solvencia relativamente aceptable.
El gobierno en Estados Unidos, sin embargo, no se organiza exactamente así; de hecho, el dibujo es bastante más complicado. Siempre con espíritu práctico, los americanos no han sido nunca demasiado amigos de arreglar todo a base de añadir piezas a un departamento o ministerio. En contraste, cuando tienen algo que arreglar normalmente crean una herramienta específica, normalmente una agencia (más o menos) independiente armada con financiación, estatutos, mandatos y capacidad regulatoria.
Y joder, si les gusta crear agencias, oficinas, comisión y administraciones por todas partes. He intentado hacer una cuenta, pero la verdad son demasiadas; y esto es sólo a nivel federal. Los americanos tienen auténticas hordas de entes públicos semi-independientes supervisados por el Congreso, ejecutivo o alguna bizarra combinación de ambos, todos con sus poderes, competencias, financiación y ambiciones variadas. No siendo parte estricta de la burocracia federal, la organización de estos engendros es muy flexible y variada, y sus poderes, al estar separados de las órdenes directas de nadie muy a menudo, son considerables.
El resultado de de esta autonomía, sin embargo, es que las agencias pueden ser muy buenas en lo que hacen, siempre que su jefe sepa qué está haciendo. La calidad del trabajo de FEMA, la CIA, OSM o el FLGJ depende en gran medida de lo bueno que sea el tipo que está al mando, ya que casi siempre el nivel de discrecionalidad que tendrá en su chiringuito es relativamente alto. Por añadido, al tener cada uno su pequeño feudo de poder, uno se pasa muchísimo rato negociando por su presupuesto, cooperando con unos, compitiendo con otros, regulando a un sector y (demasiado a menudo) en la cama con quien deberías estar vigilando. Si el líder de una agencia es corrupto o incompetente, o el ejecutivo o cámara de representantes de turno pasa de todo, la competencia de la organización caerá en picado.
El ejemplo más claro es la diferencia entre la respuesta de FEMA bajo Mike Brown en Nueva Orleans y bajo Mike Johnson la semana pasada en California. El primero, un tipo que tenía como experiencia previa ser presidente de la asociación internacional de caballos arábigos (y ser amigo de Bush) se las arregló para dar la peor respuesta posible a un desastre cantado, con la inestimable colaboración de un estado de Louisiana lleno de políticos oligofrénicos. El segundo, con experiencia en emergencias y movilizado a patadas por un tipo que no se está para historias (Arnold el Bárbaro), dió una respuesta infinitamente más ágil a un problema de magnitud parecida (aún dando conferencias de prensa falsas).
Resulta hasta cierto punto que un país con un sistema político diseñado para ser a prueba de idiotas tenga esta tendencia a poner idiotas en según qué agencias, pero es uno de esos efectos secundarios derivados de que cueste tanto formar mayorías. Si tras mucha sangre, sudor y lágrimas se llega a un consenso, la mejor manera de que no se cambie el arreglo es haciendo difícil su reforma "sacándolo" de la mayoría pasajera del momento; esto explica en parte por qué los americanos hacen esto a menudo, y por qué la Unión Europea comparte esta rara costumbre.
¿Qué forma de organizar el gobierno es mejor? Parece que queda bastante claro que todo tiene sus ventajas e inconvenientes. Una agencia puede ser más flexible y especializada, y bien dirigida puede ser mucho más eficiente; un diseño torpe o un liderazgo pésimo, sin embargo, puede hacer de ella un monstruo corrupto y torpe. Una burocracia estable, por el contrario, tendrá el efecto opuesto; será consistente y con políticas fáciles de cambiar, pero si está mal organizada, corrupta o lenta el político acabará desesperado ante tanta inercia absurda y sindicatos cabreados.
Gobiernos distintos, organizaciones distintas. Quién lo iba a decir.
Para el observador europeo, esta uso tan obsesivo de la palabrita en cuestión resulta bastante sorprendente. Los europeos (británicos incluidos, en este caso) estamos acostumbrados a que el gobierno se rija por una parámetros digamos más orientados a procedimientos a la hora de organizarse; menos líderes y menos jefes y más reglas, parámetros estables y burocracias sólidas. En términos weberianos (para los frikis de la sociología), los europeos vivimos en sistemas políticos en que el estado pretende ser a prueba de idiotas; el ministro puede que sea un perfecto imbécil, a pero el cuerpo de técnicos del estado, servidores devotos e imparciales del bien común, estarán allí aplicando reglamentos para que las cosas nunca dejen de funcionar.
Es bastante evidente (y de hecho ya lo he comentado en ocasiones) que esta idea de maquinaria inmutable y perfectamente engrasada no siempre es una realidad, y que en ocasiones estos funcionarios están más para sus intereses que cualquier otra necesidad real. Lo que si es cierto, sin embargo, es que esta clase de organizaciones tiene la virtud de la consistencia; suceda lo que suceda y mande quien mande, cuando el estado tiene que responder lo hará siguiendo unos parámetros bastante predecibles, y si un ministerio tiene la capacidad de apagar fuegos, evacuar gente, hacer que los trenes funcionen o gestionar un sistema de salud aceptable, lo seguirá siendo sin importar demasiado quién sea el ministro, siempre que no moleste demasiado. Evidentemente, puede que sea consistentemente incompetente (la burocracia en Palermo será siempre igual de torpe), tozuda (Francia), rabiosamente independiente (Reino Unido) o con curiosas ideas sobre cómo se aplica cada regla (España), pero en general a un nivel de solvencia relativamente aceptable.
El gobierno en Estados Unidos, sin embargo, no se organiza exactamente así; de hecho, el dibujo es bastante más complicado. Siempre con espíritu práctico, los americanos no han sido nunca demasiado amigos de arreglar todo a base de añadir piezas a un departamento o ministerio. En contraste, cuando tienen algo que arreglar normalmente crean una herramienta específica, normalmente una agencia (más o menos) independiente armada con financiación, estatutos, mandatos y capacidad regulatoria.
Y joder, si les gusta crear agencias, oficinas, comisión y administraciones por todas partes. He intentado hacer una cuenta, pero la verdad son demasiadas; y esto es sólo a nivel federal. Los americanos tienen auténticas hordas de entes públicos semi-independientes supervisados por el Congreso, ejecutivo o alguna bizarra combinación de ambos, todos con sus poderes, competencias, financiación y ambiciones variadas. No siendo parte estricta de la burocracia federal, la organización de estos engendros es muy flexible y variada, y sus poderes, al estar separados de las órdenes directas de nadie muy a menudo, son considerables.
El resultado de de esta autonomía, sin embargo, es que las agencias pueden ser muy buenas en lo que hacen, siempre que su jefe sepa qué está haciendo. La calidad del trabajo de FEMA, la CIA, OSM o el FLGJ depende en gran medida de lo bueno que sea el tipo que está al mando, ya que casi siempre el nivel de discrecionalidad que tendrá en su chiringuito es relativamente alto. Por añadido, al tener cada uno su pequeño feudo de poder, uno se pasa muchísimo rato negociando por su presupuesto, cooperando con unos, compitiendo con otros, regulando a un sector y (demasiado a menudo) en la cama con quien deberías estar vigilando. Si el líder de una agencia es corrupto o incompetente, o el ejecutivo o cámara de representantes de turno pasa de todo, la competencia de la organización caerá en picado.
El ejemplo más claro es la diferencia entre la respuesta de FEMA bajo Mike Brown en Nueva Orleans y bajo Mike Johnson la semana pasada en California. El primero, un tipo que tenía como experiencia previa ser presidente de la asociación internacional de caballos arábigos (y ser amigo de Bush) se las arregló para dar la peor respuesta posible a un desastre cantado, con la inestimable colaboración de un estado de Louisiana lleno de políticos oligofrénicos. El segundo, con experiencia en emergencias y movilizado a patadas por un tipo que no se está para historias (Arnold el Bárbaro), dió una respuesta infinitamente más ágil a un problema de magnitud parecida (aún dando conferencias de prensa falsas).
Resulta hasta cierto punto que un país con un sistema político diseñado para ser a prueba de idiotas tenga esta tendencia a poner idiotas en según qué agencias, pero es uno de esos efectos secundarios derivados de que cueste tanto formar mayorías. Si tras mucha sangre, sudor y lágrimas se llega a un consenso, la mejor manera de que no se cambie el arreglo es haciendo difícil su reforma "sacándolo" de la mayoría pasajera del momento; esto explica en parte por qué los americanos hacen esto a menudo, y por qué la Unión Europea comparte esta rara costumbre.
¿Qué forma de organizar el gobierno es mejor? Parece que queda bastante claro que todo tiene sus ventajas e inconvenientes. Una agencia puede ser más flexible y especializada, y bien dirigida puede ser mucho más eficiente; un diseño torpe o un liderazgo pésimo, sin embargo, puede hacer de ella un monstruo corrupto y torpe. Una burocracia estable, por el contrario, tendrá el efecto opuesto; será consistente y con políticas fáciles de cambiar, pero si está mal organizada, corrupta o lenta el político acabará desesperado ante tanta inercia absurda y sindicatos cabreados.
Gobiernos distintos, organizaciones distintas. Quién lo iba a decir.
viernes, octubre 26, 2007
Más sobre arbitraje
Estados Unidos es el país pionero en esta bonita tradición del arbitraje que parece que algunos pretenden importar a España. Pues bien, parece que este mecanismo utilizada de forma compulsiva en los Estados Unidos (casi cualquier contrato laboral o de teléfono lo incluye) está empezando a levantar serios recelos. ¿Un tribunal fuera de la protección legal completa del sistema judicial, en el que el consumidor/empleado pierde en un 94% de las ocasiones?
No me extraña que estén mirando de regularlo.
No me extraña que estén mirando de regularlo.
Trolleando compulsivamente
Cuando un partido político empieza a tomarse eso de utilizar todas las leyes del sistema como si fueran una piñata de forma realmente estricta, hay poco que hacer.
El partido socialista pasó hace unos meses una par de leyes que hacían del sistema político español algo un poco más razonable de lo que era antes; los órganos más importantes del sistema judicial pasaban de ser escogidos por mayoría simple (es decir, casi directamente por el gobierno) a necesitar dos tercios en el congreso, requiriendo consenso con la oposición. En un mundo normal, racional y razonable, el partido en minoría vería esto como una agradable sorpresa: ha pasado de no tener nada que decir en nombramientos cruciales a tener capacidad de veto. El gobierno básicamente se ha atado las manos, obligándose a tener que repartir sus nombramientos entre amigos y propuestas de sus rivales para mayor gloria de la pluralidad democrática.
Pequeño problema: ¿qué pasa si el partido de la oposición tiene ahora mismo mayoría en los órganos a renovar, y bien pocas ganas de respetar formalidades?. Ya lo he comentado una y otra vez (sí, me repito), pero lo del PP está ya bordeando el ridículo. En el Consejo General del Poder Judicial, órgano que controlan, llevan 11 meses negándose incluso a simular que pretenden llegar a un acuerdo, encontrando siempre alguna excusa para salir de la habitación. En el Constitucional, tras clavarle un recurso a toda ley que se moviera creyendo que tenían opciones, se dieron cuenta que para lo que les asusta y excita (para la derecha ultimamente esto es equivalente), el estatuto catalán, estaban en mala situación, y se liaron a recusar gente a espuertas, a la vez que bloqueaban cualquier nuevo nombramiento.
El gobierno se ha hartado de tanta chorrada, y en vista del riesgo de perder debido a vetos y recusaciones de la minoría algo ya aprobado en referéndum, se ha lanzado a hacer el troll con igual entusiasmo, con aún más recusaciones. ¿La reacción del PP? Si el constitucional no es mío, no es de nadie; a recusar a todos hasta que se quede vacio.
En otras palabras, prefieren dinamitar el sistema de control de constitucionalidad del estado antes que arriesgarse a que no les den la razón. El estatuto catalán, el matrimonio homosexual, todas esas leyes que los populares consideran malvadas, crueles, destructoras de niños, preciosos fluidos corporales y la Unidad de Destino en lo Universal es mejor que estén activas, en aplicación y haciendo el mal a que alguien contradiga sus profecias. Parece que lo que el PP no tolera no es que el PSOE pase leyes que le parecen mal, lo que no toleran es que alguien les diga que están equivocados.
Andan siempre en lo mismo. La estrategia de oposición de Rajoy, Acebes y sus jefes en la Cope y LD no es ser alternativa de gobierno, es proclamar de forma ruidosa que ellos son la verdad y la vida, y todo el mundo anda equivocado. Todo lo que sea votar con el enemigo es síntoma de debilidad, y debilidad es lo último que deben mostrar. No la mostraron tras el 11-M (¿equivocarme, yo? ¡nunca!) y no lo mostrarán ahora. La maravillosa e infinita arrogancia del perdedor.
Así no hay quien hable, oiga. Nos podemos ir olvidando hacer nada hasta marzo. Lo más patético es que al gobierno casi que le irá bien; los que temían que una sentencia negativa sobre el estatuto condicionara las elecciones ya pueden dejar de preocuparse. En su ansia de garantizar como sea una mayoría, el PP ha asegurado que el tribunal no se meta en política en lo que queda de legislatura.
El partido socialista pasó hace unos meses una par de leyes que hacían del sistema político español algo un poco más razonable de lo que era antes; los órganos más importantes del sistema judicial pasaban de ser escogidos por mayoría simple (es decir, casi directamente por el gobierno) a necesitar dos tercios en el congreso, requiriendo consenso con la oposición. En un mundo normal, racional y razonable, el partido en minoría vería esto como una agradable sorpresa: ha pasado de no tener nada que decir en nombramientos cruciales a tener capacidad de veto. El gobierno básicamente se ha atado las manos, obligándose a tener que repartir sus nombramientos entre amigos y propuestas de sus rivales para mayor gloria de la pluralidad democrática.
Pequeño problema: ¿qué pasa si el partido de la oposición tiene ahora mismo mayoría en los órganos a renovar, y bien pocas ganas de respetar formalidades?. Ya lo he comentado una y otra vez (sí, me repito), pero lo del PP está ya bordeando el ridículo. En el Consejo General del Poder Judicial, órgano que controlan, llevan 11 meses negándose incluso a simular que pretenden llegar a un acuerdo, encontrando siempre alguna excusa para salir de la habitación. En el Constitucional, tras clavarle un recurso a toda ley que se moviera creyendo que tenían opciones, se dieron cuenta que para lo que les asusta y excita (para la derecha ultimamente esto es equivalente), el estatuto catalán, estaban en mala situación, y se liaron a recusar gente a espuertas, a la vez que bloqueaban cualquier nuevo nombramiento.
El gobierno se ha hartado de tanta chorrada, y en vista del riesgo de perder debido a vetos y recusaciones de la minoría algo ya aprobado en referéndum, se ha lanzado a hacer el troll con igual entusiasmo, con aún más recusaciones. ¿La reacción del PP? Si el constitucional no es mío, no es de nadie; a recusar a todos hasta que se quede vacio.
En otras palabras, prefieren dinamitar el sistema de control de constitucionalidad del estado antes que arriesgarse a que no les den la razón. El estatuto catalán, el matrimonio homosexual, todas esas leyes que los populares consideran malvadas, crueles, destructoras de niños, preciosos fluidos corporales y la Unidad de Destino en lo Universal es mejor que estén activas, en aplicación y haciendo el mal a que alguien contradiga sus profecias. Parece que lo que el PP no tolera no es que el PSOE pase leyes que le parecen mal, lo que no toleran es que alguien les diga que están equivocados.
Andan siempre en lo mismo. La estrategia de oposición de Rajoy, Acebes y sus jefes en la Cope y LD no es ser alternativa de gobierno, es proclamar de forma ruidosa que ellos son la verdad y la vida, y todo el mundo anda equivocado. Todo lo que sea votar con el enemigo es síntoma de debilidad, y debilidad es lo último que deben mostrar. No la mostraron tras el 11-M (¿equivocarme, yo? ¡nunca!) y no lo mostrarán ahora. La maravillosa e infinita arrogancia del perdedor.
Así no hay quien hable, oiga. Nos podemos ir olvidando hacer nada hasta marzo. Lo más patético es que al gobierno casi que le irá bien; los que temían que una sentencia negativa sobre el estatuto condicionara las elecciones ya pueden dejar de preocuparse. En su ansia de garantizar como sea una mayoría, el PP ha asegurado que el tribunal no se meta en política en lo que queda de legislatura.
miércoles, octubre 24, 2007
Sobre los incendios en California
California se quema. Los incendios forestales han arrasado a estas alturas más de 155.000 hectáreas, se han evacuado casi un millón de personas, se han quemado miles de casas... ¡y aquí no dimite nadie!
Y de hecho, así es como debe ser. Temperaturas anormalmente altas, vientos de hasta 160 kilómetros por hora, y bosques secos tras un verano muy seco han convertido luchar contra el fuego un imposible. A ningún periodista se le ha ocurrido echar la culpa de las casas quemadas, los 40 heridos o el pobre tipo de San Diego fallecido a Arnold Arnold Schwarzenegger de todo lo sucedido. En Estados Unidos un desastre natural no es culpa de los políticos; lo que se critica, en todo caso, es la respuesta, y sólo cuando la estupidez es tan generalizada y obvia (léase: Katrina) que acaba por hacer la situación peor.
Lo que sí que los medios no pueden evitar, sin embargo, es filmar a todo propietario de casa quemada dispuesto a llorar ante las cámaras. Lo de la pornografía emocional sí que les va, más que en ninguna parte. Evidentemente, nadie se le ha ocurrido mencionar que contruir una casa en medio de un bosque en una zona montañosa en una zona propensa a sequías, incendios forestales y fuertes vientos es como ponerse un chalet en la cima del Vesubio: tarde o temprano te ha a quedar tostadito.
Es hora de ese tradicional danza Californiana (entre terremotos, desprendimientos e incencios, la bailan a menudo) del abogado, el cliente y su compañía de seguros. El mercado funciona, aunque sea jugando a la ruleta y destruyendo casa a menudo.
A todo esto, ya sé que uno no puede relacionar un sólo evento que puede que sea aislado al cambio climático, así que no lo haré. Lo que si vale la pena señalar es que las compañías que manejan y cubren estos riesgos ,Las aseguradoras, son cada día más reticentes a tomar riesgos en zonas de riesgo ecológico. Digan lo que digan los imbeciles reticentes, listillos sardónicos y otros negacionistas, si la gente que se juega los cuartos asegurando contra desastres a otros están como locos por el Congreso pidiendo legislación medioambiental, es que algo serio anda sucediendo.
Corrección: Estados Unidos es una democracia hispánica bananera moderna. Sí, ya hay críticas.
Y de hecho, así es como debe ser. Temperaturas anormalmente altas, vientos de hasta 160 kilómetros por hora, y bosques secos tras un verano muy seco han convertido luchar contra el fuego un imposible. A ningún periodista se le ha ocurrido echar la culpa de las casas quemadas, los 40 heridos o el pobre tipo de San Diego fallecido a Arnold Arnold Schwarzenegger de todo lo sucedido. En Estados Unidos un desastre natural no es culpa de los políticos; lo que se critica, en todo caso, es la respuesta, y sólo cuando la estupidez es tan generalizada y obvia (léase: Katrina) que acaba por hacer la situación peor.
Lo que sí que los medios no pueden evitar, sin embargo, es filmar a todo propietario de casa quemada dispuesto a llorar ante las cámaras. Lo de la pornografía emocional sí que les va, más que en ninguna parte. Evidentemente, nadie se le ha ocurrido mencionar que contruir una casa en medio de un bosque en una zona montañosa en una zona propensa a sequías, incendios forestales y fuertes vientos es como ponerse un chalet en la cima del Vesubio: tarde o temprano te ha a quedar tostadito.
Es hora de ese tradicional danza Californiana (entre terremotos, desprendimientos e incencios, la bailan a menudo) del abogado, el cliente y su compañía de seguros. El mercado funciona, aunque sea jugando a la ruleta y destruyendo casa a menudo.
A todo esto, ya sé que uno no puede relacionar un sólo evento que puede que sea aislado al cambio climático, así que no lo haré. Lo que si vale la pena señalar es que las compañías que manejan y cubren estos riesgos ,Las aseguradoras, son cada día más reticentes a tomar riesgos en zonas de riesgo ecológico. Digan lo que digan los imbeciles reticentes, listillos sardónicos y otros negacionistas, si la gente que se juega los cuartos asegurando contra desastres a otros están como locos por el Congreso pidiendo legislación medioambiental, es que algo serio anda sucediendo.
Corrección: Estados Unidos es una democracia hispánica bananera moderna. Sí, ya hay críticas.
lunes, octubre 22, 2007
De trenes y socavones
Anda el público todo asilvestrado con las cercanías de Barcelona y el corte de dos de sus líneas. Entre las reacciones más ridículas tenemos al PP, ese mismo partido que decía hace unos meses que el estado estaba invirtiendo demasiado dinero en la rica y próspera Cataluña, diciendo ahora que el gobierno está abofeteando al principado con sus malas infrarestructuras.
Empezando por el hecho que los gobiernos del PP habían prometido el AVE (estación de Sagrera en Barcelona incluida) para el 2004, y mirá lo cerca que se quedaron (apenas llegaron a Lleida), el súbito cambio de opinión de Rajoy es el típico oportunismo de siempre. Lo cierto es que lo sensato sería criticar en todo caso las prisas, y el posible error de tratar de acabar más rápido de lo estrictamente necesario una obra que de todos modos ya iba tarde.
Aún así, lo cierto es que si uno se plantea lo que está haciendo, un corte de unos días no es sólo comprensible, si no que probablemente debería haberse hecho de todos modos. En el tramo en obras circulan apilados en pocos metros líneas de metro, cercanías ancho ibérico, cercanías de FGC en métrico y la línea del AVE. En cualquier otro país con menos experiencia haciendo obra pública (y digan lo que digan, España ahora mismo está entre los países que hacen la mejor obra civil en el mundo) es más que probable que ese enlace hubiera cerrado un par de semanas al menos en agosto. La obra es más que necesaria, es imprescindible. Pero un poco de paciencia no hubiera ido mal.
Lo que sí debería ser algo más irritante es el hecho que alguien en Renfe ha decidido que los trenes de larga distancia acaben todos en Tarragona, no en Sant Vicenç de Calders; Renfe al menos podría poner lanzaderas regionales a Tarragona por la línea de Vilafranca (uno o dos 450 de dos pisos cada hora estaría bien), pero parece que no se les ha ocurrido ni intentarlo.
En fin, no es una buena noticia, y no, no debería haber sucedido. Pero mira, es lo que pasa cuando se hacen obras públicas complicadas en sitios con mucho tráfico ferroviario. Para desastres reales haciendo obras así torpemente buscad cosas sobre la West Coast Mainline en el Reino Unido, por ejemplo.
Nota: aún con esas, soy de la opinión que la ministra debe dimitir. Un gobierno debe reconocer cuando la pifia; por muy comprensible que sea el error, sigue siendo algo que debería haberse evitado.
Empezando por el hecho que los gobiernos del PP habían prometido el AVE (estación de Sagrera en Barcelona incluida) para el 2004, y mirá lo cerca que se quedaron (apenas llegaron a Lleida), el súbito cambio de opinión de Rajoy es el típico oportunismo de siempre. Lo cierto es que lo sensato sería criticar en todo caso las prisas, y el posible error de tratar de acabar más rápido de lo estrictamente necesario una obra que de todos modos ya iba tarde.
Aún así, lo cierto es que si uno se plantea lo que está haciendo, un corte de unos días no es sólo comprensible, si no que probablemente debería haberse hecho de todos modos. En el tramo en obras circulan apilados en pocos metros líneas de metro, cercanías ancho ibérico, cercanías de FGC en métrico y la línea del AVE. En cualquier otro país con menos experiencia haciendo obra pública (y digan lo que digan, España ahora mismo está entre los países que hacen la mejor obra civil en el mundo) es más que probable que ese enlace hubiera cerrado un par de semanas al menos en agosto. La obra es más que necesaria, es imprescindible. Pero un poco de paciencia no hubiera ido mal.
Lo que sí debería ser algo más irritante es el hecho que alguien en Renfe ha decidido que los trenes de larga distancia acaben todos en Tarragona, no en Sant Vicenç de Calders; Renfe al menos podría poner lanzaderas regionales a Tarragona por la línea de Vilafranca (uno o dos 450 de dos pisos cada hora estaría bien), pero parece que no se les ha ocurrido ni intentarlo.
En fin, no es una buena noticia, y no, no debería haber sucedido. Pero mira, es lo que pasa cuando se hacen obras públicas complicadas en sitios con mucho tráfico ferroviario. Para desastres reales haciendo obras así torpemente buscad cosas sobre la West Coast Mainline en el Reino Unido, por ejemplo.
Nota: aún con esas, soy de la opinión que la ministra debe dimitir. Un gobierno debe reconocer cuando la pifia; por muy comprensible que sea el error, sigue siendo algo que debería haberse evitado.
sábado, octubre 20, 2007
La vida bajo el patrón oro
Es un tema recurrente, y la verdad, un poco cansino. Cada cierto tiempo, algún liberal hispánico o conservador americano tozudo (lo de "liberales" en España siempre me ha hecho mucha gracia) sale con eso que el dinero actual es usura, opresión e imposición estatal, y que lo único que tiene sentido es volver a la época donde los hombres eran hombres, los mercados, mercados y la moneda estaba anclada en trozos de metal brillantes. O, dicho en otras palabras, en una vuelta al patrón oro.
Ya expliqué por aquí el otro día en qué consiste, más o menos, el dinero qué utilizamos ahora. En el fondo, trocitos de papel que tienen valor porque todo el mundo cree que tienen valor; de un modo parecido a que todos creemos que una lechuga es una lechuga porque todo el mundo le llama así. Como comentaba entonces, esto no ha sido siempre de este modo; desde mediados del siglo XIX a los años 70 del XX, el sistema era un poco más complicado que eso.
Tradicionalmente, el "hombre civilizado" (o al menos, el de eurasia, oriente próximo y barrios cercanos) ha pagado las cosas usando oro, un poco por casualidad histórica. Es bonito, es escaso, no se estropea y es bastante conveniente; además, por uno de esos milagros de los efectos de red, el hecho que mucha gente lo considere valioso acaba de hecho por darle valor y le convierte en un sistema de pago práctico. Algo así como el por qué todo el mundo usa Windows, lo único que aplicado a la moneda.
El problema de usar oro, claro está, es que no hay demasiado. Cuando la economía crece, uno tiene más cachivaches que comprar y vender, pero no tiene necesariamente más monedas. Ese elemento tan conveniente que tiene el utilizar una moneda que es tener una pieza de metal que vale por diez lechugas deja de serlo cuando la economía produce veinte. Tu moneda cada vez compra más, algo que no tiene demasiado sentido; si mañana seré más rico sin hacer nada, no voy a gastar este oro que tengo, etcétera. La deflación no es una buena idea.
La cuestión es, la economía es más valiosa, y eso tiene que verse en algún sitio. Una alternativa es mezclar el oro con plata, estaño o cualquier otro metal, y tener más monedas, pero eso añade problemas al sistema: lo que dice la moneda que vale es menos de su precio real; el problema será pronto no la deflación, sino la inflación, así que el sistema también sufre desajustes.
A principios del siglo XIX el Banco de Inglaterra encontró una solución bastante elegante al problema, un poco por casualidad. En vez de pasearnos con monedas de oro de valor o nunca suficiente o fácilmente devaluado, lo que se haría sería cambiar el oro en sí por billetes que representaban promesas de recibir su valor en oro. El Banco de Inglaterra pagaría al portador tanto oro a cambio de ese billete (7,32 gramos por libra, para ser precisos) si este quisiera; ese billete, por tanto, tenía valor en metálico, pero no era metal en sí.
La belleza del arreglo radicaba, evidentemente, que podía haber más papel moneda en circulación que oro, siempre que hubiera confianza en la moneda. Si las cosas iban bien, nadie tiene dudas que el billete es sólido: ¿para qué uno quiere tener oro, si la libra esterlina es respetada, aceptada, y me permite hacer todo con comodidad y confianza infinita?. Nadie va a ir al banco a por lingotes, ya que todo va estupendo. Si la economía crece más rápido que el oro, no importa que haya más papel en circulación que oro en el banco; la confianza de los inversores es sólida y nadie querrá cambiar su deposito de valor útil, líquido y conveniente por lingotes.
El tener tu moneda anclada al oro te da además un beneficio añadido: puedes comerciar con otros países muy fácilmente. Uno tiene libras y otro tiene francos, pero la moneda es sólo una expresión abstracta de una cantidad de metal que puedo retirar cuando quiera (31 francos siendo 9 gramos, por cierto), así que el intercambio es muy sencillo.
Suena sencillo, alegre y elegante, ¿no?. Bien, ese es parte del problema; la sencillez crea una rigidez tremenda. Supongamos que una economía cualquiera pasa un par de leyes absurdas o un par de terremotos devastadores, y sufre una mala recesión. Debido a esto, debe empezar a comprar más cosas al exterior, ya que tiene sus fábricas hechas unos zorros, con lo que su balanza comercial se vuelve negativa. En un principio, eso no debería ser problema; los vecinos reciben sus pagos en francos, marcos, o lo que sea, se vuelven a casa, y convierten esa moneda en la moneda local, haciendo que su banco central reclame esa cantidad de oro al banco vecino.
El país con una balanza comercial negativa empieza por tanto a perder reservas de oro, para compensar por estas transacciones. Eso hace que su moneda esté de hecho perdiendo respaldo, ya que igual cantidad de papel está apoyado en menos oro. Como hemos visto, este no puede suceder; si la gente deja de creer en la moneda, el mecanismo de tener más papel que metal se rompe, y la economía no funciona. La pérdida de respaldo en oro puede hacer que la gente empieza a dudar de la solvencia de esa divisa, y se plantee seriamente tratar de cambiarla antes que pierdan dinero. El Banco Central sólo tiene una salida si no quiere cambiar su paridad con el oro, que es reducir la cantidad de papel; eso se traduce en subir tipos, echar el freno y meter al país en recesión para evitar que este pánico monetario suceda y lo envíe a la bancarrota.
Al ser una devaluación inaceptable (esto es, aceptar que tenemos menos oro por franco, marco o peseta y decir que cada franco, marco o peseta te da menos oro), tenemos que ajustar por algún lado, a golpe de deflación. Tenemos menos lechugas, vamos a tener menos moneda; agarraos que vienen curvas. ¿El resultado? El sesgo anti-inflacionario y anti-devaluación del patrón oro de hecho lo hace mucho más propenso a las recesiones. Y una recesión por deflación es muy, muy dura; lo que está uno haciendo es penalizar la inversión y el consumo a favor del ahorro de forma radical, y eso acaba por penalizar a quien más consume y no ahorra, esto es, a los pobres, a golpe de paro.
La teoría de los defensores de la disciplina del patrón oro dicen que la misma rigidez del sistema obliga a políticos y banqueros a no provocar crisis con leyes absurdas, atándoles las manos mejor que cualquier banco central; uno no tiene que ser demasiado pesimista, sin embargo, para darse cuenta que la estupidez humana es más fuerte que cualquier cadena. Crear un sistema que hace cualquier error mucho más costoso para todos es sencillamente absurdo, y más cuando la alternativa (y el crecimiento económico desde que se enterró la camisa de fuerza dorada así lo atestigua) parece más que eficaz creando riqueza.
Ya expliqué por aquí el otro día en qué consiste, más o menos, el dinero qué utilizamos ahora. En el fondo, trocitos de papel que tienen valor porque todo el mundo cree que tienen valor; de un modo parecido a que todos creemos que una lechuga es una lechuga porque todo el mundo le llama así. Como comentaba entonces, esto no ha sido siempre de este modo; desde mediados del siglo XIX a los años 70 del XX, el sistema era un poco más complicado que eso.
Tradicionalmente, el "hombre civilizado" (o al menos, el de eurasia, oriente próximo y barrios cercanos) ha pagado las cosas usando oro, un poco por casualidad histórica. Es bonito, es escaso, no se estropea y es bastante conveniente; además, por uno de esos milagros de los efectos de red, el hecho que mucha gente lo considere valioso acaba de hecho por darle valor y le convierte en un sistema de pago práctico. Algo así como el por qué todo el mundo usa Windows, lo único que aplicado a la moneda.
El problema de usar oro, claro está, es que no hay demasiado. Cuando la economía crece, uno tiene más cachivaches que comprar y vender, pero no tiene necesariamente más monedas. Ese elemento tan conveniente que tiene el utilizar una moneda que es tener una pieza de metal que vale por diez lechugas deja de serlo cuando la economía produce veinte. Tu moneda cada vez compra más, algo que no tiene demasiado sentido; si mañana seré más rico sin hacer nada, no voy a gastar este oro que tengo, etcétera. La deflación no es una buena idea.
La cuestión es, la economía es más valiosa, y eso tiene que verse en algún sitio. Una alternativa es mezclar el oro con plata, estaño o cualquier otro metal, y tener más monedas, pero eso añade problemas al sistema: lo que dice la moneda que vale es menos de su precio real; el problema será pronto no la deflación, sino la inflación, así que el sistema también sufre desajustes.
A principios del siglo XIX el Banco de Inglaterra encontró una solución bastante elegante al problema, un poco por casualidad. En vez de pasearnos con monedas de oro de valor o nunca suficiente o fácilmente devaluado, lo que se haría sería cambiar el oro en sí por billetes que representaban promesas de recibir su valor en oro. El Banco de Inglaterra pagaría al portador tanto oro a cambio de ese billete (7,32 gramos por libra, para ser precisos) si este quisiera; ese billete, por tanto, tenía valor en metálico, pero no era metal en sí.
La belleza del arreglo radicaba, evidentemente, que podía haber más papel moneda en circulación que oro, siempre que hubiera confianza en la moneda. Si las cosas iban bien, nadie tiene dudas que el billete es sólido: ¿para qué uno quiere tener oro, si la libra esterlina es respetada, aceptada, y me permite hacer todo con comodidad y confianza infinita?. Nadie va a ir al banco a por lingotes, ya que todo va estupendo. Si la economía crece más rápido que el oro, no importa que haya más papel en circulación que oro en el banco; la confianza de los inversores es sólida y nadie querrá cambiar su deposito de valor útil, líquido y conveniente por lingotes.
El tener tu moneda anclada al oro te da además un beneficio añadido: puedes comerciar con otros países muy fácilmente. Uno tiene libras y otro tiene francos, pero la moneda es sólo una expresión abstracta de una cantidad de metal que puedo retirar cuando quiera (31 francos siendo 9 gramos, por cierto), así que el intercambio es muy sencillo.
Suena sencillo, alegre y elegante, ¿no?. Bien, ese es parte del problema; la sencillez crea una rigidez tremenda. Supongamos que una economía cualquiera pasa un par de leyes absurdas o un par de terremotos devastadores, y sufre una mala recesión. Debido a esto, debe empezar a comprar más cosas al exterior, ya que tiene sus fábricas hechas unos zorros, con lo que su balanza comercial se vuelve negativa. En un principio, eso no debería ser problema; los vecinos reciben sus pagos en francos, marcos, o lo que sea, se vuelven a casa, y convierten esa moneda en la moneda local, haciendo que su banco central reclame esa cantidad de oro al banco vecino.
El país con una balanza comercial negativa empieza por tanto a perder reservas de oro, para compensar por estas transacciones. Eso hace que su moneda esté de hecho perdiendo respaldo, ya que igual cantidad de papel está apoyado en menos oro. Como hemos visto, este no puede suceder; si la gente deja de creer en la moneda, el mecanismo de tener más papel que metal se rompe, y la economía no funciona. La pérdida de respaldo en oro puede hacer que la gente empieza a dudar de la solvencia de esa divisa, y se plantee seriamente tratar de cambiarla antes que pierdan dinero. El Banco Central sólo tiene una salida si no quiere cambiar su paridad con el oro, que es reducir la cantidad de papel; eso se traduce en subir tipos, echar el freno y meter al país en recesión para evitar que este pánico monetario suceda y lo envíe a la bancarrota.
Al ser una devaluación inaceptable (esto es, aceptar que tenemos menos oro por franco, marco o peseta y decir que cada franco, marco o peseta te da menos oro), tenemos que ajustar por algún lado, a golpe de deflación. Tenemos menos lechugas, vamos a tener menos moneda; agarraos que vienen curvas. ¿El resultado? El sesgo anti-inflacionario y anti-devaluación del patrón oro de hecho lo hace mucho más propenso a las recesiones. Y una recesión por deflación es muy, muy dura; lo que está uno haciendo es penalizar la inversión y el consumo a favor del ahorro de forma radical, y eso acaba por penalizar a quien más consume y no ahorra, esto es, a los pobres, a golpe de paro.
La teoría de los defensores de la disciplina del patrón oro dicen que la misma rigidez del sistema obliga a políticos y banqueros a no provocar crisis con leyes absurdas, atándoles las manos mejor que cualquier banco central; uno no tiene que ser demasiado pesimista, sin embargo, para darse cuenta que la estupidez humana es más fuerte que cualquier cadena. Crear un sistema que hace cualquier error mucho más costoso para todos es sencillamente absurdo, y más cuando la alternativa (y el crecimiento económico desde que se enterró la camisa de fuerza dorada así lo atestigua) parece más que eficaz creando riqueza.
Primary Colors (XVII): uno menos
Ahora que las primarias quedan ya más cercanas es momento para muchos de los candidatos digamos irrelevantes de pararse un momento y preguntarse si tienen alguna oportunidad.
Hasta ahora, el trabajo para todos ha sido darse a conocer entre el electorado de los estados que votan pronto (Iowa y New Hampshire) y aún más importante, asegurarse que la prensa hable de tí de vez en cuando. Si ven en tí al menos un adjetivo, un atributo que poder usar para describirte (aunque sea "lunático libertario", como con Ron Paul), aún podrás recaudar algo de pasta, y aún tienes alguna esperanza.
Ayer Sam Brownback, candidato que yo dije en cierta ocasión que "no lo hará mal en la primarias" y que tenía alguna "remota opción" ha llegado a la conclusión que está perdiendo el tiempo. Su baja es más relevante de lo que parece. El librito de Brownback era de lejos uno de los más obviamente pelotas con la derecha conservadora religiosa del partido, el sector digamos republicano comebiblias. No es un grupo de gente al que el partido les esté haciendo demasiado caso; aunque casi todos los favoritos apoyan de boquilla su agenda (no a todo: aborto, homosexuales, separación iglesia-estado), con la obvia excepción de Giulani, todos ellos tienen algunos reparos y manchas en sus credenciales. A saber, McCain no quiere saber nada de enmiendas constitucionales, Romney era gobernador de Massachusetts (estado con matrimonio gay), Thompson trabajó en causas pro-derecho a decididir sobre abortos en el pasado, y Giulani va ya por su tercera o cuarta esposa, así que ya ni disimula.
El hecho que Brownback, de credenciales comebiblias impecables, andara en el 1% en las encuestas es por tanto bastante interesante. O bien los votantes evangélicos son menos integristas (o más crédulos) de lo que parece, o están más pendientes de escoger a alguien que pueda ganar a Hillary, o bien sus líderes eran gigantes con pies de barro y todas esas chorradas de valores morales fue una enajenación transitoria de finales de siglo, cuando la paz mundial, el superávit y las felaciones en el despacho oval parecían problemas graves. A saber. Lo cierto es que el electorado americano parece estar cambiando, pero aún es temprano para estar del todo seguro.
Hasta ahora, el trabajo para todos ha sido darse a conocer entre el electorado de los estados que votan pronto (Iowa y New Hampshire) y aún más importante, asegurarse que la prensa hable de tí de vez en cuando. Si ven en tí al menos un adjetivo, un atributo que poder usar para describirte (aunque sea "lunático libertario", como con Ron Paul), aún podrás recaudar algo de pasta, y aún tienes alguna esperanza.
Ayer Sam Brownback, candidato que yo dije en cierta ocasión que "no lo hará mal en la primarias" y que tenía alguna "remota opción" ha llegado a la conclusión que está perdiendo el tiempo. Su baja es más relevante de lo que parece. El librito de Brownback era de lejos uno de los más obviamente pelotas con la derecha conservadora religiosa del partido, el sector digamos republicano comebiblias. No es un grupo de gente al que el partido les esté haciendo demasiado caso; aunque casi todos los favoritos apoyan de boquilla su agenda (no a todo: aborto, homosexuales, separación iglesia-estado), con la obvia excepción de Giulani, todos ellos tienen algunos reparos y manchas en sus credenciales. A saber, McCain no quiere saber nada de enmiendas constitucionales, Romney era gobernador de Massachusetts (estado con matrimonio gay), Thompson trabajó en causas pro-derecho a decididir sobre abortos en el pasado, y Giulani va ya por su tercera o cuarta esposa, así que ya ni disimula.
El hecho que Brownback, de credenciales comebiblias impecables, andara en el 1% en las encuestas es por tanto bastante interesante. O bien los votantes evangélicos son menos integristas (o más crédulos) de lo que parece, o están más pendientes de escoger a alguien que pueda ganar a Hillary, o bien sus líderes eran gigantes con pies de barro y todas esas chorradas de valores morales fue una enajenación transitoria de finales de siglo, cuando la paz mundial, el superávit y las felaciones en el despacho oval parecían problemas graves. A saber. Lo cierto es que el electorado americano parece estar cambiando, pero aún es temprano para estar del todo seguro.
jueves, octubre 18, 2007
Introduciendo ruido para reventar mercados
En esta bitácora me tomo muy, muy en serio los costes de transacción. Empezando por el precio de la corrupción y pasando por el estado de las carreteras hasta llegar a los efectos que produce tener un mercado lleno de productos difíciles de evaluar (o comprender), me he pasado un buen rato señalando qué lleva a los mercados a funcionar mal.
Los costes de transacción, sin embargo, no son siempre necesariamente malos. De hecho, hay veces que las autoridades añaden ruido y barreras arbitrarias en algunos mercados para hacer que su funcionamiento sea mucho menos ágil. El ejemplo más claro es en mercados de productos ilegales, como drogas o prostitución; el estado prohibe, persigue y trata de obstaculizar el comercio a base de poner puertas al campo. Las leyes de la oferta y la demanda, evidentemente, son bastante más tozudas que lo que la policia y los moralistas conservadores, así que a menudo los resultados son incluso contraproducentes.
En algunos mercados, sin embargo, introducir ruido es relativamente sencillo y sus efectos puede que sean más potentes; el caso más claro es en aquellos mercados que dependen en el intercambio de información por encima de todo. Lo hemos visto estos días en el mercado de crédito, donde unas cuantas agencias de calificación puntuando sin prestar atención han creado problemas graves. En la otra cara de la moneda, algunos espíritus emprendedores pretenden reventar los mercados ilegales en internet de venta de información (tarjetas de crédito, números de seguridad social, etcétera) a base de introducir información errónea, agentes falsos y productos rotos/erroneos.
¿Funcionará? La verdad, no lo sé, pero es una aproximación interesante. Si se hace más y más difícil conseguir información sobre la validez de los agentes en un mercado, uno necesita tener mayores márgenes de beneficio para que entrar en él. Haciendo el coste más alto y el riesgo de pillarse los dedos mayor probablemente reducirá el volumen de transacciones, y creará a la vez otro grupito de emprendedores creando mecanismos aún más elaborados e incómodos para determinar quién va en serio y quién no.
Lección a aprender: quizás es más efectivo tener a gente vendiendo aspirinas en discotecas que prohibir las drogas de diseño. A saber.
Los costes de transacción, sin embargo, no son siempre necesariamente malos. De hecho, hay veces que las autoridades añaden ruido y barreras arbitrarias en algunos mercados para hacer que su funcionamiento sea mucho menos ágil. El ejemplo más claro es en mercados de productos ilegales, como drogas o prostitución; el estado prohibe, persigue y trata de obstaculizar el comercio a base de poner puertas al campo. Las leyes de la oferta y la demanda, evidentemente, son bastante más tozudas que lo que la policia y los moralistas conservadores, así que a menudo los resultados son incluso contraproducentes.
En algunos mercados, sin embargo, introducir ruido es relativamente sencillo y sus efectos puede que sean más potentes; el caso más claro es en aquellos mercados que dependen en el intercambio de información por encima de todo. Lo hemos visto estos días en el mercado de crédito, donde unas cuantas agencias de calificación puntuando sin prestar atención han creado problemas graves. En la otra cara de la moneda, algunos espíritus emprendedores pretenden reventar los mercados ilegales en internet de venta de información (tarjetas de crédito, números de seguridad social, etcétera) a base de introducir información errónea, agentes falsos y productos rotos/erroneos.
¿Funcionará? La verdad, no lo sé, pero es una aproximación interesante. Si se hace más y más difícil conseguir información sobre la validez de los agentes en un mercado, uno necesita tener mayores márgenes de beneficio para que entrar en él. Haciendo el coste más alto y el riesgo de pillarse los dedos mayor probablemente reducirá el volumen de transacciones, y creará a la vez otro grupito de emprendedores creando mecanismos aún más elaborados e incómodos para determinar quién va en serio y quién no.
Lección a aprender: quizás es más efectivo tener a gente vendiendo aspirinas en discotecas que prohibir las drogas de diseño. A saber.
miércoles, octubre 17, 2007
Volver: el tozudo mito del patrón oro
Si, ya he vuelto. No, aún no tengo las fotos. Me pondré de nuevo a escribir en cuanto tenga tiempo esta tarde (si tengo tiempo; tengo cantidad de cosas atrasadas...), pero decir que todo fue muy bien, todos muy felices, y que tener dos días de fiesta después de casarte (una excentricidad aquí en Estados Unidos) es sencillamente patético.
En fin, no tan patético como este estudio que dice que el Patrón Oro tiene poderes mágicos y que cura el cáncer, pero bastante patético. Comparen con algo como esto, por ejemplo, que sí está relacionado con lo que sucede en el planeta tierra.
En fin. El artículo es tan absurdo que uno no sabe por dónde empezar; eso de decir que (un poco) de inflación es peor que el sistema de ajuste equivalente en una recesión en patrón oro (la deflación) es tan absurdo que es para echarse a llorar. Por no hablar del hecho que eso que la moneda tiene un valor fijo respecto al oro es también algo ficticio; las reservas de oro nunca equivalían a toda la masa monetaria (eran de hecho una fracción), así que como ahora, el dinero era una promesa, no un valor totalmente real ni de broma.
Supongo que el hecho que no hay ni un sólo país en el mundo usando el patrón oro debería ser una pista sobre lo patéticamente inflexible que el sistema era. Y la verdad, si alguien tiene curiosidad para saber cómo funciona una crisis económica seria bajo un sistema de patrón oro en la realidad, basta con echar un vistazo a la Argentina del corralito. El patrón oro es esencialmente una ley de paridad con el oro en lugar de dólar en su enunciado, y la verdad, no funciona. Es una solución del s.XIX para problemas que ya no existen, ya que los costes de transacción son ahora mucho más bajos.
En fin, no tan patético como este estudio que dice que el Patrón Oro tiene poderes mágicos y que cura el cáncer, pero bastante patético. Comparen con algo como esto, por ejemplo, que sí está relacionado con lo que sucede en el planeta tierra.
En fin. El artículo es tan absurdo que uno no sabe por dónde empezar; eso de decir que (un poco) de inflación es peor que el sistema de ajuste equivalente en una recesión en patrón oro (la deflación) es tan absurdo que es para echarse a llorar. Por no hablar del hecho que eso que la moneda tiene un valor fijo respecto al oro es también algo ficticio; las reservas de oro nunca equivalían a toda la masa monetaria (eran de hecho una fracción), así que como ahora, el dinero era una promesa, no un valor totalmente real ni de broma.
Supongo que el hecho que no hay ni un sólo país en el mundo usando el patrón oro debería ser una pista sobre lo patéticamente inflexible que el sistema era. Y la verdad, si alguien tiene curiosidad para saber cómo funciona una crisis económica seria bajo un sistema de patrón oro en la realidad, basta con echar un vistazo a la Argentina del corralito. El patrón oro es esencialmente una ley de paridad con el oro en lugar de dólar en su enunciado, y la verdad, no funciona. Es una solución del s.XIX para problemas que ya no existen, ya que los costes de transacción son ahora mucho más bajos.
jueves, octubre 11, 2007
Pausa para la publicidad
Un post rápido para anunciar que voy a estar bastante desaparecido unos cuantos días; desde hoy hasta al menos el miércoles que viene. Soy consciente que eso va a ser muy duro, y que el mundo probablemente entrará en crisis de catatonia profunda sin mi consejo y guía, pero tengo un buen motivo:
Mañana me caso.
Sí, hay esperanza para frikis en este mundo. Y sí, estoy muy feliz y todo eso, nada nervioso (en serio) y tengo unas ganas de no tener que pensar más en flores, música, danza, banquetes y hoteles variados. Siendo esto Estados Unidos, en el curro me han dado tres (¡tres!) días de fiesta (boda incluida) así que la luna de miel será cortita (vamos a Vermont, por cierto), pero bueno, todo sea por la causa.
Para que no se me aburran, unas cuantas bitácoras que vale la pena leer a menudo. La primera, Debate Callejero, antro de intelectualidad profunda colectiva de alto nivel. La segunda, Citoyen y sus alegres cruzadas contra la estupidez (aunque la verdad, se equivoca al hablar del aborto). La tercera, la inanerrable Vicisitud y Sordidez, donde el frikismo llega a extremos absolutamente maravillosos. Lean su gran, excelsa defensa de material excelso como Pimpinella, Julio Iglesias o los momentos más gay del Heavy Metal.
Nota al margen: Esto que me case el 12 de octubre es mi particular muestra de a-españolidad. Me caso con una americana, así que si Rajoy se pone burro, me cambio de pasaporte. Uno, que es ciudadano de mundo.
Mañana me caso.
Sí, hay esperanza para frikis en este mundo. Y sí, estoy muy feliz y todo eso, nada nervioso (en serio) y tengo unas ganas de no tener que pensar más en flores, música, danza, banquetes y hoteles variados. Siendo esto Estados Unidos, en el curro me han dado tres (¡tres!) días de fiesta (boda incluida) así que la luna de miel será cortita (vamos a Vermont, por cierto), pero bueno, todo sea por la causa.
Para que no se me aburran, unas cuantas bitácoras que vale la pena leer a menudo. La primera, Debate Callejero, antro de intelectualidad profunda colectiva de alto nivel. La segunda, Citoyen y sus alegres cruzadas contra la estupidez (aunque la verdad, se equivoca al hablar del aborto). La tercera, la inanerrable Vicisitud y Sordidez, donde el frikismo llega a extremos absolutamente maravillosos. Lean su gran, excelsa defensa de material excelso como Pimpinella, Julio Iglesias o los momentos más gay del Heavy Metal.
Nota al margen: Esto que me case el 12 de octubre es mi particular muestra de a-españolidad. Me caso con una americana, así que si Rajoy se pone burro, me cambio de pasaporte. Uno, que es ciudadano de mundo.
martes, octubre 09, 2007
ETA lo intenta de nuevo
Esta vez, contra un escolta. La verdad, uno ya se cansa de decir lo mismo; condena rotunda, y señalar de nuevo que en el fondo este atentado es una muestra más de la profunda irrelevancia del terrorismo de ETA. Ni pueden ganar, ni pueden empatar, ni pueden aspirar ya a nada que no sea una rendición más o menos humillante.
El hecho que hayan atacado un escolta, por cierto, es bastante significativo: no son ya capaces ni siquiera de ir a por los políticos ni a a por los policias, y tienen que ir a por un pobre tipo que no estaba de servicio para demostrar lo que valen. Y ni así; sólo lo han herido.
En fin, habrán los que se rasguen las vestiduras y que digan que los terroristas están que se salen de vitaminas. O quizás alguno más listillo diciendo que ETA no se está "empleando a fondo" para que el gobierno se puede rendir después de las elecciones. Ya se sabe. Los terroristas seguirán viviendo de estos mitos estúpidos, jaleados por su clientela, un poquito más. El día en que estos imbéciles dejen de usar al terrorismo como arma arrojadiza, haciendo de ETA la estúpida nimiedad que son realmente, quizás finalmente los de la boina se cansen.
El hecho que hayan atacado un escolta, por cierto, es bastante significativo: no son ya capaces ni siquiera de ir a por los políticos ni a a por los policias, y tienen que ir a por un pobre tipo que no estaba de servicio para demostrar lo que valen. Y ni así; sólo lo han herido.
En fin, habrán los que se rasguen las vestiduras y que digan que los terroristas están que se salen de vitaminas. O quizás alguno más listillo diciendo que ETA no se está "empleando a fondo" para que el gobierno se puede rendir después de las elecciones. Ya se sabe. Los terroristas seguirán viviendo de estos mitos estúpidos, jaleados por su clientela, un poquito más. El día en que estos imbéciles dejen de usar al terrorismo como arma arrojadiza, haciendo de ETA la estúpida nimiedad que son realmente, quizás finalmente los de la boina se cansen.
El ocaso de los intermediarios
Una de las más arraigadas costumbres en la izquierda ha sido desde siempre despreciar a los intermediarios. Nunca he acabado de entender demasiado bien por qué algunos se empeñan en ignorar alegremente la racionalidad económica de contratar expertos o gente que pone en contacto a compradores y vendedores, pero lo cierto es que banqueros, agentes inmobiliarios, vendedores de coches usados y mayoristas siempre se llevan todas las tortas.
Bueno, para todos aquellos que comparten esta peculiar manía, algunas cosas están cambiando. Una de las bellezas de este nuevo mundo conectado en que vivimos es que la información está cada vez más accesible.
Pongamos, por ejemplo, que un servidor quisiera vender una casa que tiene en New Haven. Tengo dos opciones; la primera es ir a un agente inmobiliario, decirle que me venda la casa, y darle una comisión. Es una decisión hasta cierto punto racional; es bastante posible que yo no tenga ni idea qué trámites legales tengo que hacer para vender una casa, lidiar con los bancos, ni tenga la más remota idea sobre cómo está el mercado de venta en New Haven, qué buscan los compradores, o ni siquiera qué puede pedir por mi vivienda. No es una tarea fácil, y la verdad, si un experto sabe lo que hace, es bastante probable que saque más dinero por la casa que lo que yo podría conseguir vendiendo al tuntún.
Evidentemente, siempre puedo decidir lanzarme a la aventura, y tratar de hacer las cosas yo solito. Hace unos años, la cosa era bastante difícil; toda esa información sólo se podía conseguir a base de experiencia, buscar papeles en ayuntamientos y torturarse con horas de autoeducación sobre la materia. Ahora, sin embargo, todo esto es mucho más sencillo: uno no tiene más que utilizar Google, un par de páginas con estimación de precios y listados de casas en venta, y con un esfuerzo razonable pilotar la venta de una casa sin pillarse los dedos.
En términos económicos, esto se traduce en algo muy sencillo: los costes de transacción, y de forma más precisa, los costes de obtener información, han disminuido de forma considerable. Los intermediarios, en su forma más pura, no son más que policías de tráfico, dirigiendo compradores a la ventanilla del vendedor más adecuada (con algunas reservas). Si de repente todos los conductores tienen mejores "mapas" totalmente de gorras, el precio de la información disminuye... y con ello, las comisiones.
¿En que se traduce esto en el mundo real? En que las comisiones medias de los intermediarios en muchos mercados, como por ejemplo los agentes inmobiliarios, están disminuyendo poco a poco. Esta disminución no es excepcional; se repite en todos aquellos mercados donde la información se hace más accesible, desde el mercado de coches de segunda mano a contratar seguros de vida. Sólo en aquellos mercados dónde existen barreras a la entrada más o menos estrictas (notarios, agentes de bolsa y cualquier otra profesión con barreras de carácter gremial) o en mercados que requieren información excepcionalmente especializada (transacciones financieras ultracomplicadas) esta disminución se hace menos aparente.
Y no dudeis, esas barreras caerán. Del mismo modo que muchos contables americanos envían las declaraciones de renta de sus clientes por internet a la India, donde ejércitos de contables a un tercio del sueldo pueden hacerlo igual de bien (beneficiándonos a todos), poco a poco los costes de la información caerán, así como el precio de los intermediarios. Y sí, un mercado con información completa es un mercado más eficiente.
Bueno, para todos aquellos que comparten esta peculiar manía, algunas cosas están cambiando. Una de las bellezas de este nuevo mundo conectado en que vivimos es que la información está cada vez más accesible.
Pongamos, por ejemplo, que un servidor quisiera vender una casa que tiene en New Haven. Tengo dos opciones; la primera es ir a un agente inmobiliario, decirle que me venda la casa, y darle una comisión. Es una decisión hasta cierto punto racional; es bastante posible que yo no tenga ni idea qué trámites legales tengo que hacer para vender una casa, lidiar con los bancos, ni tenga la más remota idea sobre cómo está el mercado de venta en New Haven, qué buscan los compradores, o ni siquiera qué puede pedir por mi vivienda. No es una tarea fácil, y la verdad, si un experto sabe lo que hace, es bastante probable que saque más dinero por la casa que lo que yo podría conseguir vendiendo al tuntún.
Evidentemente, siempre puedo decidir lanzarme a la aventura, y tratar de hacer las cosas yo solito. Hace unos años, la cosa era bastante difícil; toda esa información sólo se podía conseguir a base de experiencia, buscar papeles en ayuntamientos y torturarse con horas de autoeducación sobre la materia. Ahora, sin embargo, todo esto es mucho más sencillo: uno no tiene más que utilizar Google, un par de páginas con estimación de precios y listados de casas en venta, y con un esfuerzo razonable pilotar la venta de una casa sin pillarse los dedos.
En términos económicos, esto se traduce en algo muy sencillo: los costes de transacción, y de forma más precisa, los costes de obtener información, han disminuido de forma considerable. Los intermediarios, en su forma más pura, no son más que policías de tráfico, dirigiendo compradores a la ventanilla del vendedor más adecuada (con algunas reservas). Si de repente todos los conductores tienen mejores "mapas" totalmente de gorras, el precio de la información disminuye... y con ello, las comisiones.
¿En que se traduce esto en el mundo real? En que las comisiones medias de los intermediarios en muchos mercados, como por ejemplo los agentes inmobiliarios, están disminuyendo poco a poco. Esta disminución no es excepcional; se repite en todos aquellos mercados donde la información se hace más accesible, desde el mercado de coches de segunda mano a contratar seguros de vida. Sólo en aquellos mercados dónde existen barreras a la entrada más o menos estrictas (notarios, agentes de bolsa y cualquier otra profesión con barreras de carácter gremial) o en mercados que requieren información excepcionalmente especializada (transacciones financieras ultracomplicadas) esta disminución se hace menos aparente.
Y no dudeis, esas barreras caerán. Del mismo modo que muchos contables americanos envían las declaraciones de renta de sus clientes por internet a la India, donde ejércitos de contables a un tercio del sueldo pueden hacerlo igual de bien (beneficiándonos a todos), poco a poco los costes de la información caerán, así como el precio de los intermediarios. Y sí, un mercado con información completa es un mercado más eficiente.
sábado, octubre 06, 2007
La paradoja del votante invisible: hispanos en EUA
Cada dos años, la prensa en Estados Unidos descubre a los hispanos. En todos los años pares, allá principios de octubre, todos los medios se lanzan a hacer la versión periodística del análisis sesudo de la realidad, utilizando una poderosa herramienta llamada en sitios con más sentido común "signo de interrogación".
Es decir, haciendo "análisis": ¿Es el 2008 el año del votante latino?.
Ostras, pedazo de concepto. Ahora es cuestión de tener dos tipos diciendo "alomejó¨ a cámara durante siete minutos, ir a publicidad, y creer que ya hemos descubierto la Mar Oceana. Curiosamente, esta forma de análisis y descubrimiento del votante hispano se repite cada dos años sin excepción, siempre llegando a la misma conclusión cuando los mismos periodistas leen los resultados electorales: no, el votante hispano se ha quedado en casa.
Lo cierto es que hasta cierto punto tienen razón: los votantes latinos en general votan relativamente poco. La media de participación en Estados Unidos es sobre un 50-53% en presidenciales y 40-42% en las legislativas, y los latinos votan 10 puntos por debajo en las primeras y entre 15 y 20 en las segundas. Eso debería llevarnos a la conclusión que los latinos con derecho a voto pasan de todo; sin embargo, mirando bien los datos vemos que esa conclusión es una soberana estupidez.
Sabemos muchas cosas de participación electoral. Sabemos que casados votan más que solteros, que como más alto es tu nivel de renta más probable es que votes, que se vota más conforme uno es más viejo, más como mayor es tu nivel de educación, y más como más integrado está uno en las redes sociales de su comunidad. Los latinos en Estados Unidos son de media más jovenes, más propensos a estar solteros, tienen menor nivel de renta y educación y están menos integrados en sus comunidades. Si uno tiene en cuenta estos factores, resulta que los latinos de hecho votan siguiendo patrones parecidos a los no-latinos, así que si uno es medio mejicano, con pasta, universitario y tiene 50 años es muy probable que esté votando.
Lo curioso, sin embargo, es como los periodistas (y por extensión, muchos políticos) parecen no darse cuenta. El tópico dice que el hispano no vota, así que esto de buscar votos en ese grupo es probablemente una pérdida de tiempo. Como resultado, los políticos tienden no hacer campaña dirigida a los hispanos, no envían a nadie a pedirles su voto y básicamente diseñan sus mensajes ignorando ese grupo, consiguiendo que efectivamente, los latinos hagan el mismo caso a los políticos de forma recíproca: entre poco y nada.
Poco importa que haya estudios que indican que el retorno de hacer campaña puerta a puerta a hispanos o su inclusión en redes políticas (-cof- clientelares -cof-, que la política urbana en EUA es marbellí en grado supremo) tiene de hecho un retorno muy superior que hacer lo mismo destinado a blancos o afro-americanos. La idea que no votan es firme, y poco importa que eso sucede precisamente porque se les hace bien poco caso.
En cierto sentido, me parece que esta es una de las causas que explican el entusiasmo mostrado por el partido republicano en su cruzada antiinmigración. Sí, saben que con ello pierden votos en ese grupo; pero oye, votan poco. ¿De qué les sirvió tener al candidato Bush en el 2000 hablando castellano? Casi pierden igual - y los latinos que importan, los cubanos en Florida, son republicanos cosa seria. El resultado de este giro, sin embargo, puede ser casi suicida si los demócratas no se duermen: una minoría enorme, en crecimiento sostenido, aún poco mobilizada, y totalmente abierta a ser conquistada a poco que se les haga caso.
¿Se han dado cuenta de ello? De momento, los candidatos en las primarias demócratas ya han hecho un debate en Univisión, en inglés con traducción simultánea al español. Dos de sus candidatos (Dodd y Richardson, que es latino) hablan español fluido. De momento no se ha visto nada fuera de esto, pero aún es temprano. Si movilizan el voto latino (pasar del 40 al 45% de participación, por ejemplo) eso es un 2-3% de votos en el bolsillo... y eso en Estados Unidos te da elecciones. Veremos.
Es decir, haciendo "análisis": ¿Es el 2008 el año del votante latino?.
Ostras, pedazo de concepto. Ahora es cuestión de tener dos tipos diciendo "alomejó¨ a cámara durante siete minutos, ir a publicidad, y creer que ya hemos descubierto la Mar Oceana. Curiosamente, esta forma de análisis y descubrimiento del votante hispano se repite cada dos años sin excepción, siempre llegando a la misma conclusión cuando los mismos periodistas leen los resultados electorales: no, el votante hispano se ha quedado en casa.
Lo cierto es que hasta cierto punto tienen razón: los votantes latinos en general votan relativamente poco. La media de participación en Estados Unidos es sobre un 50-53% en presidenciales y 40-42% en las legislativas, y los latinos votan 10 puntos por debajo en las primeras y entre 15 y 20 en las segundas. Eso debería llevarnos a la conclusión que los latinos con derecho a voto pasan de todo; sin embargo, mirando bien los datos vemos que esa conclusión es una soberana estupidez.
Sabemos muchas cosas de participación electoral. Sabemos que casados votan más que solteros, que como más alto es tu nivel de renta más probable es que votes, que se vota más conforme uno es más viejo, más como mayor es tu nivel de educación, y más como más integrado está uno en las redes sociales de su comunidad. Los latinos en Estados Unidos son de media más jovenes, más propensos a estar solteros, tienen menor nivel de renta y educación y están menos integrados en sus comunidades. Si uno tiene en cuenta estos factores, resulta que los latinos de hecho votan siguiendo patrones parecidos a los no-latinos, así que si uno es medio mejicano, con pasta, universitario y tiene 50 años es muy probable que esté votando.
Lo curioso, sin embargo, es como los periodistas (y por extensión, muchos políticos) parecen no darse cuenta. El tópico dice que el hispano no vota, así que esto de buscar votos en ese grupo es probablemente una pérdida de tiempo. Como resultado, los políticos tienden no hacer campaña dirigida a los hispanos, no envían a nadie a pedirles su voto y básicamente diseñan sus mensajes ignorando ese grupo, consiguiendo que efectivamente, los latinos hagan el mismo caso a los políticos de forma recíproca: entre poco y nada.
Poco importa que haya estudios que indican que el retorno de hacer campaña puerta a puerta a hispanos o su inclusión en redes políticas (-cof- clientelares -cof-, que la política urbana en EUA es marbellí en grado supremo) tiene de hecho un retorno muy superior que hacer lo mismo destinado a blancos o afro-americanos. La idea que no votan es firme, y poco importa que eso sucede precisamente porque se les hace bien poco caso.
En cierto sentido, me parece que esta es una de las causas que explican el entusiasmo mostrado por el partido republicano en su cruzada antiinmigración. Sí, saben que con ello pierden votos en ese grupo; pero oye, votan poco. ¿De qué les sirvió tener al candidato Bush en el 2000 hablando castellano? Casi pierden igual - y los latinos que importan, los cubanos en Florida, son republicanos cosa seria. El resultado de este giro, sin embargo, puede ser casi suicida si los demócratas no se duermen: una minoría enorme, en crecimiento sostenido, aún poco mobilizada, y totalmente abierta a ser conquistada a poco que se les haga caso.
¿Se han dado cuenta de ello? De momento, los candidatos en las primarias demócratas ya han hecho un debate en Univisión, en inglés con traducción simultánea al español. Dos de sus candidatos (Dodd y Richardson, que es latino) hablan español fluido. De momento no se ha visto nada fuera de esto, pero aún es temprano. Si movilizan el voto latino (pasar del 40 al 45% de participación, por ejemplo) eso es un 2-3% de votos en el bolsillo... y eso en Estados Unidos te da elecciones. Veremos.
jueves, octubre 04, 2007
Ejerciendo de dictador
Como cínico oficial de Red Progresista, una de comentarios sobre Myanmar (manía de llamerle Burma o Birmania... joer), para combatir el idealismo rampante que corre por ahí.
Sí, campaña de bitácoras estupenda para pedir libertad para ese país. Efecto real, a poco que uno sepa como funcionan las dictaduras... entre cero y nada. Los generales de la junta militar de Myanmar no son tontos, saben de sobra las cuatro o cinco normas que cualquier dictador con ganas de llegar lejos debe aplicar para seguir en el cargo. A saber: reprimir de forma excesiva de vez en cuando, asegurarse que el nivel de oposición real no se conozca, y no ser demasiado rapaces robando los muebles. Si a eso se le suma cero escrúpulos en liarse a tiros con civiles desarmados y monjes (para que aprendan) y vivir en "barrio" en que eso de las dictaduras no está mal visto y nadie te va a presionar en dirección contraria, la verdad, están bastante a salvo.
Hay dos cosas que pueden provocar la caída de la junta militar en Myanmar, y no creo que la blogosfera tenga mucho que ver. La primera, y más sencilla, es que un sector del ejército se canse de fusilar disidentes y lo deje. Eso puede venir tanto desde oficiales de alto rango (algo poco probable, ya que el sistema les beneficia) o de unidad de reclutas y sus soldados que se harte de reprimir y se ponga a repartir flores, provocando una reacción en cadena. La segunda, y más a largo plazo, es que la dictadura deje de tener sentido económico para los que se benefician de ella; básicamente, que el coste de reprimir no compense un poco de redistribución, o que esta redistribución no sea ya de hecho un problema grave. Pero ese es un argumento un poco más complicado.
Sí, son bonitos los sentimientos que llevan a la protesta, pero el hecho que un país sea democracia o dictadura tiene poco que ver con lo que digamos nosotros.
Sí, campaña de bitácoras estupenda para pedir libertad para ese país. Efecto real, a poco que uno sepa como funcionan las dictaduras... entre cero y nada. Los generales de la junta militar de Myanmar no son tontos, saben de sobra las cuatro o cinco normas que cualquier dictador con ganas de llegar lejos debe aplicar para seguir en el cargo. A saber: reprimir de forma excesiva de vez en cuando, asegurarse que el nivel de oposición real no se conozca, y no ser demasiado rapaces robando los muebles. Si a eso se le suma cero escrúpulos en liarse a tiros con civiles desarmados y monjes (para que aprendan) y vivir en "barrio" en que eso de las dictaduras no está mal visto y nadie te va a presionar en dirección contraria, la verdad, están bastante a salvo.
Hay dos cosas que pueden provocar la caída de la junta militar en Myanmar, y no creo que la blogosfera tenga mucho que ver. La primera, y más sencilla, es que un sector del ejército se canse de fusilar disidentes y lo deje. Eso puede venir tanto desde oficiales de alto rango (algo poco probable, ya que el sistema les beneficia) o de unidad de reclutas y sus soldados que se harte de reprimir y se ponga a repartir flores, provocando una reacción en cadena. La segunda, y más a largo plazo, es que la dictadura deje de tener sentido económico para los que se benefician de ella; básicamente, que el coste de reprimir no compense un poco de redistribución, o que esta redistribución no sea ya de hecho un problema grave. Pero ese es un argumento un poco más complicado.
Sí, son bonitos los sentimientos que llevan a la protesta, pero el hecho que un país sea democracia o dictadura tiene poco que ver con lo que digamos nosotros.
martes, octubre 02, 2007
Primary Colors (XVI): a cañonazos con el tejado propio
No seré el primero en comentar que el Partido Republicano es una criatura bastante peculiar. Con su mezcla de neoconservadores intervencionistas, neoliberales de estado mínimo, moderados compasivos, nacionalistas de viejo cuño y santones religiosos, es poco menos que un milagro que un grupo de políticos tan diverso puedan estar bajo un mismo techo. En Europa partidos mucho menos diversos se pasan la vida entre susto y susto. Ya me diréis como sobreviven aquí.
Estos días los republicanos la verdad es que esto de sobrevivir parece que no lo llevan demasiado bien. Los partidos políticos por aquí escogen a sus líderes como hombres, dándose de tortas en público delante de todo el mundo en a golpe de elecciones primarias. El resultado es que la democracia, con su impresionante talento para cerrar la boca a perdedores, ayuda a mantener todos esos grupos en el mismo club, pero a la vez contribuye en que el edificio social sea victima de cantidades ingentes de artillería fallando por poco.
Los conservadores americanos andan hoy precisamente muy metidos en esto de generar fuego amigo. El sector religioso del partido es uno de los grupos más alegremente vociferantes en la política americana; con una agenda digna de Mr. No (no a lo gay, no al aborto, no a la evolución, no a todo lo que esté fuera de Biblia), sus alegres diatribas siempre consiguen tener un microfono a mano.
En las primarias republicanas, la derecha religiosa americana tiene un peso especialmente importante: entre un 20 y un 35% de los miembros del partido (según a quién lo preguntes) forman parte de este bloque, así que cualquier tipo que aspire a ganarse una nominación a la presidencia tiene que tenerles en cuenta. A no ser, claro está, que uno sea un idiota temerario. O dicho en otras palabras, Rudolph Giulani.
El ex-alcalde de Nueva York, aparte de permanecer en cabeza de forma consistente en las encuestas, es pro-choice (pro-aborto legal), pro-derechos de los homosexuales y (para acabarlo de arreglar con otro lobby entusiasta) pro-control de la posesión de armas de fuego. Ser capaz de escupir en la cara de un 20-30% de tus potenciales votantes en la cara y seguir en cabeza tiene cierto mérito, la verdad; el problema es que en este mundo ser una minoría no equivale a quedarte calladito en un rincón.
Si no puedes ganarle en las primarias, asegurate que no pueda ganar en las generales. Hoy un grupo de conservadores evangélicos han tomado las cámaras, y con un no poco disimulado entusiasmo, han amenazado con la puñalada trapera. Su discurso es simple: si el partido republicano escoge un tipo que odia a los niños, ama a los sodomitas y es en general marvado, marvado, marvado, ellos cogeran sus trastos y se irán con sus leales seguidores a otra parte. En las generales, se presentarían solitos, apoyando un tercer candidato, y saboteando alegremente cualquier esperanza de victoria para la derecha en el 2008.
En el fondo, lo suyo es un chantaje al resto del partido en toda regla. O les dan un candidato que ellos consideren "puro", o hacen saltar el chiringuito por los aires. Una preciosa, encantadora alternativa, basada en simples números; con las generales siendo decididas por 2-3 puntos, bastan unas cuantas deserciones de un sector de votantes sólido del partido para que los republicanos pierdan cualquier posibilidad de gobernar.
¿Qué efectos puede tener esto en el voto en las primarias? La verdad, muy difícil de decir. Es bastante evidente que todo líder religioso diciendo estas cosas irá por el mundo diciendo que el representa a todo cristiano sobre la tierra, que todos le hacen caso, y que si les pide a sus fieles seguidores que tiren al partido barranco abajo lo harán con entusiasmo. Otra cosa es que eso sea cierto. Gente como Pat Robertson, no precisamente un progre irredento, ya ha dicho que Giulani sería el menor de los malos posibles (comparado con Hillary, ¡esa comeniños comunista!) y que parir un tercer partido sería una santa estupidez.
Lo que si es cierto es que las primarias republicanas ahora mismo son de lejos las más interesantes. Aunque Fred Thompson parece estar en prematura decadencia, gente como Mitt Romney o el dado por muerto McCain están ganándose más prensa. Tomar nota, por cierto, en dos tipos que me parece pueden entrar en el partido: Mike Huckabee, candidato tapado, y Newt Gingrich, potencial entrada tardía.
Seguiremos informando.
Estos días los republicanos la verdad es que esto de sobrevivir parece que no lo llevan demasiado bien. Los partidos políticos por aquí escogen a sus líderes como hombres, dándose de tortas en público delante de todo el mundo en a golpe de elecciones primarias. El resultado es que la democracia, con su impresionante talento para cerrar la boca a perdedores, ayuda a mantener todos esos grupos en el mismo club, pero a la vez contribuye en que el edificio social sea victima de cantidades ingentes de artillería fallando por poco.
Los conservadores americanos andan hoy precisamente muy metidos en esto de generar fuego amigo. El sector religioso del partido es uno de los grupos más alegremente vociferantes en la política americana; con una agenda digna de Mr. No (no a lo gay, no al aborto, no a la evolución, no a todo lo que esté fuera de Biblia), sus alegres diatribas siempre consiguen tener un microfono a mano.
En las primarias republicanas, la derecha religiosa americana tiene un peso especialmente importante: entre un 20 y un 35% de los miembros del partido (según a quién lo preguntes) forman parte de este bloque, así que cualquier tipo que aspire a ganarse una nominación a la presidencia tiene que tenerles en cuenta. A no ser, claro está, que uno sea un idiota temerario. O dicho en otras palabras, Rudolph Giulani.
El ex-alcalde de Nueva York, aparte de permanecer en cabeza de forma consistente en las encuestas, es pro-choice (pro-aborto legal), pro-derechos de los homosexuales y (para acabarlo de arreglar con otro lobby entusiasta) pro-control de la posesión de armas de fuego. Ser capaz de escupir en la cara de un 20-30% de tus potenciales votantes en la cara y seguir en cabeza tiene cierto mérito, la verdad; el problema es que en este mundo ser una minoría no equivale a quedarte calladito en un rincón.
Si no puedes ganarle en las primarias, asegurate que no pueda ganar en las generales. Hoy un grupo de conservadores evangélicos han tomado las cámaras, y con un no poco disimulado entusiasmo, han amenazado con la puñalada trapera. Su discurso es simple: si el partido republicano escoge un tipo que odia a los niños, ama a los sodomitas y es en general marvado, marvado, marvado, ellos cogeran sus trastos y se irán con sus leales seguidores a otra parte. En las generales, se presentarían solitos, apoyando un tercer candidato, y saboteando alegremente cualquier esperanza de victoria para la derecha en el 2008.
En el fondo, lo suyo es un chantaje al resto del partido en toda regla. O les dan un candidato que ellos consideren "puro", o hacen saltar el chiringuito por los aires. Una preciosa, encantadora alternativa, basada en simples números; con las generales siendo decididas por 2-3 puntos, bastan unas cuantas deserciones de un sector de votantes sólido del partido para que los republicanos pierdan cualquier posibilidad de gobernar.
¿Qué efectos puede tener esto en el voto en las primarias? La verdad, muy difícil de decir. Es bastante evidente que todo líder religioso diciendo estas cosas irá por el mundo diciendo que el representa a todo cristiano sobre la tierra, que todos le hacen caso, y que si les pide a sus fieles seguidores que tiren al partido barranco abajo lo harán con entusiasmo. Otra cosa es que eso sea cierto. Gente como Pat Robertson, no precisamente un progre irredento, ya ha dicho que Giulani sería el menor de los malos posibles (comparado con Hillary, ¡esa comeniños comunista!) y que parir un tercer partido sería una santa estupidez.
Lo que si es cierto es que las primarias republicanas ahora mismo son de lejos las más interesantes. Aunque Fred Thompson parece estar en prematura decadencia, gente como Mitt Romney o el dado por muerto McCain están ganándose más prensa. Tomar nota, por cierto, en dos tipos que me parece pueden entrar en el partido: Mike Huckabee, candidato tapado, y Newt Gingrich, potencial entrada tardía.
Seguiremos informando.
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