martes, septiembre 30, 2008
¿Y ahora qué?
En vista del fracaso del plan de rescate hoy, toca sentarse a esperar a ver qué pasa... y rezar porque Nouriel Roubini, que tiene la irritante manía de tener razón, esté equivocado esta vez.
Si acierta de nuevo, basta con decir que Roubini es como un dementor disfrazado de economista; el tipo absorbe toda la felicidad, alegría y buenos pensamientos del mundo y los arrastra un lugar frío, oscuro y muy, muy, muy doloroso.
Con suerte, y si los políticos no hacen nada de provecho, tendremos una recesión de las buenas. Sin suerte, la cosa dolerá aún más. El plan de rescate puede que no funcionara, de acuerdo. Ahora veremos cómo funciona una economía cuando uno destruye los mercados de crédito.
Mañana es ese día en que los mercados realmente salen al exterior y descubren que están en un sitio extraño, desconocido, al que ningún político se ha atrevido a llevar su economía jamás. Veremos si los temores de los expertos eran ciertos o no; no sé si será un desastre a cámara lenta, un trompazo en toda regla, o no sucederá nada. A saber.
Si acierta de nuevo, basta con decir que Roubini es como un dementor disfrazado de economista; el tipo absorbe toda la felicidad, alegría y buenos pensamientos del mundo y los arrastra un lugar frío, oscuro y muy, muy, muy doloroso.
Con suerte, y si los políticos no hacen nada de provecho, tendremos una recesión de las buenas. Sin suerte, la cosa dolerá aún más. El plan de rescate puede que no funcionara, de acuerdo. Ahora veremos cómo funciona una economía cuando uno destruye los mercados de crédito.
Mañana es ese día en que los mercados realmente salen al exterior y descubren que están en un sitio extraño, desconocido, al que ningún político se ha atrevido a llevar su economía jamás. Veremos si los temores de los expertos eran ciertos o no; no sé si será un desastre a cámara lenta, un trompazo en toda regla, o no sucederá nada. A saber.
Noticias de un desastre político
Si queréis una buena explicación sobre el por qué ha fracasado el plan de rescate hoy en el Congreso, hablo de ello en Barras y Estrellas en detalle.
Tras diez días de negociaciones frenéticas, gestos grandilocuentes e muchísima confusión, la Cámara de Representantes votaba hoy el plan de rescate financiero pactado entre demócratas, republicanos y la Casa Blanca. El plan de por sí no era demasiado malo, aunque tenía sus problemas; como parche urgente pre-electoral para evitar que el sistema financiero se hundiera antes de las elecciones era relativamente aceptable. Todo parecía atado y bien atado; todas las partes están de acuerdo, tenemos un programa, es hora de llevarlo a la práctica.
El problema, claro está, es que el plan era una mierda. La cámara de representantes ha votado en contra, llevando los mercados financieros en todo el mundo a un ataque de pánico histérico incontrolable.
lunes, septiembre 29, 2008
Tenemos rescate (...err... no)
Tras algo que habrá parecido una eternidad a más de uno, pero que de hecho es lo más parecido a una negociación relámpago nunca visto en el Congreso americano, finalmente tenemos un plan de rescate financiero. La factura es aún difícil de decir, pero parece que estará en los 700.000 millones, a pagar en cómodos plazos empezando con una entrada de 350.000 milloncejos.
Primero de todo, enlazo el plan, para el masoquista que tenga ganas de leerlo entero. Es excitante y divertido. Los demócratas han hecho pasar por el aro a la administración algo serio; recordad que el primer borrador presentado por Paulson ocupaba tres páginas escasas. Es un plan complejo, no especialmente elegante; aún con los numerosos cambios y añadidos, es un poco un frankenrescate, una mezcla de varias piezas y principios rectores en el que la mano de Paulson, Dodd, Frank e incluso congresistas republicanos montañeses están presentes.
Como toda ley de este tamaño (y creedme, es un plan gigantesco; mirad este gráfico de costes), uno tiene que hacerse dos preguntas. Primero, y más importante, si es una buena ley. Segundo, y algo menos significativo, quién sacará réditos políticos de todo esto. Los medios americanos van a hablar básicamente de lo segundo (los economistas les dan miedo) así que supongo que tendré que responder más la primera.
La verdad, no me atrevo a decir con total seguridad si es un buen o mal plan. Marc Vidal cree que es un parche para retrasar lo inevitable, básicamente un arreglo insuficiente, y puede que tenga algo de razón. La verdad, si sólo consigue hacer eso, ya me parece un buen plan. Las elecciones son dentro de 37 días; sea quien sea el presidente (y la verdad, el ganador empieza a perfilarse bien) tendrá un margen de maniobra mucho mayor. Paulson no deja de ser un hombre de Bush; es un tipo inteligente que no ha cometido demasiados errores graves, pero hay algunas líneas que no cruzará nunca. Si lo que necesita el sistema financiero es algo mucho más radical y ambicioso, como la nacionalización que sugiere Brad DeLong (o Roubini, que ha acertado más que nadie estos últimos meses), es necesario tener otro inquilino en la Casa Blanca.
Aún así, soy de la opinión que el plan de rescate sin ser bueno es relativamente aceptable. Como dice Krugman, da tres herramientas al Departamento del Tesoro: una irrelevante (el plan de seguros que tanto excita a los republicanos), una probablemente equivocada (comprar deuda mala sin más) y una relativamente aceptable (comprar acciones cuando se compra mala deuda). Aunque no es el mejor de los diseños posibles y seguramente había formas menos arriesgadas y más baratas de arreglar el desaguisado, el engendro tiene una probabilidad aceptable de funcionar. Roubini está en lo cierto que el plan tiene bastante de "estado del bienestar para banqueros", pero con esta Casa Blanca no se puede pedir demasiado más; al menos la puerta está abierta para que el sucesor de Paulson pueda nacionalizar alegremente si eso es lo que realmente hace falta.
Lo que es bastante obvio es que esto no se ha acabado. Suceda lo que suceda (y la verdad, el sistema financiero se puede ir a la mierda mañana igual perfectamente; Wall Street está lleno de bipolares egocéntricos en ataque de histeria) el pobre diablo que llegue a la Casa Blanca en enero tendrá muchísimo trabajo pendiente. El nuevo Secretario del Tesoro tendrá la poca envidiable tarea de gobernar un país los problemas fiscales de Brasil (en un mal día) y lleno de tipos alérgicos a las subidas de impuestos (que son, por cierto, bastante bajos), y eso si todo sale bien. Buena suerte.
Sobre ganadores y perdedores políticos... difícil decirlo. Depende en gran parte de cómo sale la votación mañana, y lo cínicos que sean los republicanos hablando del rescate si deciden votar en contra. Hablaré más de eso mañana en Barras y Estrellas, si tengo tiempo.
Para cerrar, echadle un vistazo al estupendo resumen de la crisis y sus orígenes que Barry Ritholz publicaba hoy en Barron´s. Nada que no sea conocido, pero es tristemente cierto. La culpa es de todos, no sólo de los bancos.
Primero de todo, enlazo el plan, para el masoquista que tenga ganas de leerlo entero. Es excitante y divertido. Los demócratas han hecho pasar por el aro a la administración algo serio; recordad que el primer borrador presentado por Paulson ocupaba tres páginas escasas. Es un plan complejo, no especialmente elegante; aún con los numerosos cambios y añadidos, es un poco un frankenrescate, una mezcla de varias piezas y principios rectores en el que la mano de Paulson, Dodd, Frank e incluso congresistas republicanos montañeses están presentes.
Como toda ley de este tamaño (y creedme, es un plan gigantesco; mirad este gráfico de costes), uno tiene que hacerse dos preguntas. Primero, y más importante, si es una buena ley. Segundo, y algo menos significativo, quién sacará réditos políticos de todo esto. Los medios americanos van a hablar básicamente de lo segundo (los economistas les dan miedo) así que supongo que tendré que responder más la primera.
La verdad, no me atrevo a decir con total seguridad si es un buen o mal plan. Marc Vidal cree que es un parche para retrasar lo inevitable, básicamente un arreglo insuficiente, y puede que tenga algo de razón. La verdad, si sólo consigue hacer eso, ya me parece un buen plan. Las elecciones son dentro de 37 días; sea quien sea el presidente (y la verdad, el ganador empieza a perfilarse bien) tendrá un margen de maniobra mucho mayor. Paulson no deja de ser un hombre de Bush; es un tipo inteligente que no ha cometido demasiados errores graves, pero hay algunas líneas que no cruzará nunca. Si lo que necesita el sistema financiero es algo mucho más radical y ambicioso, como la nacionalización que sugiere Brad DeLong (o Roubini, que ha acertado más que nadie estos últimos meses), es necesario tener otro inquilino en la Casa Blanca.
Aún así, soy de la opinión que el plan de rescate sin ser bueno es relativamente aceptable. Como dice Krugman, da tres herramientas al Departamento del Tesoro: una irrelevante (el plan de seguros que tanto excita a los republicanos), una probablemente equivocada (comprar deuda mala sin más) y una relativamente aceptable (comprar acciones cuando se compra mala deuda). Aunque no es el mejor de los diseños posibles y seguramente había formas menos arriesgadas y más baratas de arreglar el desaguisado, el engendro tiene una probabilidad aceptable de funcionar. Roubini está en lo cierto que el plan tiene bastante de "estado del bienestar para banqueros", pero con esta Casa Blanca no se puede pedir demasiado más; al menos la puerta está abierta para que el sucesor de Paulson pueda nacionalizar alegremente si eso es lo que realmente hace falta.
Lo que es bastante obvio es que esto no se ha acabado. Suceda lo que suceda (y la verdad, el sistema financiero se puede ir a la mierda mañana igual perfectamente; Wall Street está lleno de bipolares egocéntricos en ataque de histeria) el pobre diablo que llegue a la Casa Blanca en enero tendrá muchísimo trabajo pendiente. El nuevo Secretario del Tesoro tendrá la poca envidiable tarea de gobernar un país los problemas fiscales de Brasil (en un mal día) y lleno de tipos alérgicos a las subidas de impuestos (que son, por cierto, bastante bajos), y eso si todo sale bien. Buena suerte.
Sobre ganadores y perdedores políticos... difícil decirlo. Depende en gran parte de cómo sale la votación mañana, y lo cínicos que sean los republicanos hablando del rescate si deciden votar en contra. Hablaré más de eso mañana en Barras y Estrellas, si tengo tiempo.
Para cerrar, echadle un vistazo al estupendo resumen de la crisis y sus orígenes que Barry Ritholz publicaba hoy en Barron´s. Nada que no sea conocido, pero es tristemente cierto. La culpa es de todos, no sólo de los bancos.
Actualización: el voto fracasa en el Congreso. Agarraos que vienen curvas.
domingo, septiembre 28, 2008
Para opiniones sobre el debate...
Os remito a Barras y Estrellas:
Empezaré con algo bastante obvio: los debates tienen mucho de test de Roscharch. Dicho en otras palabras, cada espectador tiende a ver en la discusión aquello que refuerza sus percepciones. Un demócrata verá a Obama como el candidato que ha “ganado” la discusión, un republicano dirá que es McCain. Si yo digo que me parece que Obama ha ganado este debate, el lector avispado debe ser consciente que no soy siempre imparcial.
viernes, septiembre 26, 2008
Para quien lleva la cuenta...
Estados Unidos bate otro récord, con la quiebra del banco más grande del país hasta el momento: Washington Mutual, entidad que junto el (ya difunto) Countrywide se dedicó más que nadie a llenar el mundo de hipotecas basura, estira la pata.
JP Morgan Chase, como ya hizo con Bear Sterns, se hará cargo del funeral. Seguramente hará una burrada de pasta, otra vez, aprovechándose de la estupidez de otros.
El plan de rescate, por cierto, anda dando tumbos por Washington, a la espera que John McCain se canse de tocar las pelotas al respetable. Como contribuyente del fisco americano, me muero de ganas de jugarme 700.000 millones de dólares con el resto de pringados. Sí, es necesario, blah, blah, blah. Sigue jodiendo pero bien.
JP Morgan Chase, como ya hizo con Bear Sterns, se hará cargo del funeral. Seguramente hará una burrada de pasta, otra vez, aprovechándose de la estupidez de otros.
El plan de rescate, por cierto, anda dando tumbos por Washington, a la espera que John McCain se canse de tocar las pelotas al respetable. Como contribuyente del fisco americano, me muero de ganas de jugarme 700.000 millones de dólares con el resto de pringados. Sí, es necesario, blah, blah, blah. Sigue jodiendo pero bien.
jueves, septiembre 25, 2008
Soluciones -más serias-
Hablando más en serio, me remito a Paul Krugman para hablar sobre qué pinta debería tener el plan de rescate financiero.
La idea de comprar las hipotecas basura si más es como mínimo arriesgada: si el gobierno no paga lo suficiente, los bancos y compañía estarán tragándose unas pérdidas enormes; aún con el rescate, más de uno se irá a la bancarrota igualmente. Si el gobierno paga demasiado, sin embargo, el contribuyente estará dando una burrada de millones a los bancos por papelajos que no valen nada; dicho en plata, pagando oro por mierda en la subvención a los ricos más descarada de la historia. No está nada claro que el gobierno pueda dar con el precio adecuado (y los bancos no tienen ningún incentivo en darlo); de hecho, es perfectamente posible que no exista, ya que toda esa deuda radioactiva es rematadamente difícil de evaluar.
¿Cuál es la alternativa? De hecho, algo que Paulson y Bernanke ya hicieron con AIG: si tienen problemas de liquidez y/o insolvencia, el gobierno federal puede ejercer de caballero blanco y entrar a saco como inversor con capital: a cambio de dar dinero, tiene opción sobre acciones. Las entidades semi-nacionalizadas tienen automáticamente buen crédito gracias a este respaldo, y el gobierno federal recupera la inversión con relativa facilidad: si las cosas salen bien, la entidad puede pagar el prestamo, y si salen mal, se queda con los activos y puede revenderlos.
Este es, por cierto, el plan de Chris Dodd, líder demócrata en el Senado. Parece que poco a poco, es el plan que se está imponiendo. Sí, la presencia de McCain no es realmente demasiado útil.
La idea de comprar las hipotecas basura si más es como mínimo arriesgada: si el gobierno no paga lo suficiente, los bancos y compañía estarán tragándose unas pérdidas enormes; aún con el rescate, más de uno se irá a la bancarrota igualmente. Si el gobierno paga demasiado, sin embargo, el contribuyente estará dando una burrada de millones a los bancos por papelajos que no valen nada; dicho en plata, pagando oro por mierda en la subvención a los ricos más descarada de la historia. No está nada claro que el gobierno pueda dar con el precio adecuado (y los bancos no tienen ningún incentivo en darlo); de hecho, es perfectamente posible que no exista, ya que toda esa deuda radioactiva es rematadamente difícil de evaluar.
¿Cuál es la alternativa? De hecho, algo que Paulson y Bernanke ya hicieron con AIG: si tienen problemas de liquidez y/o insolvencia, el gobierno federal puede ejercer de caballero blanco y entrar a saco como inversor con capital: a cambio de dar dinero, tiene opción sobre acciones. Las entidades semi-nacionalizadas tienen automáticamente buen crédito gracias a este respaldo, y el gobierno federal recupera la inversión con relativa facilidad: si las cosas salen bien, la entidad puede pagar el prestamo, y si salen mal, se queda con los activos y puede revenderlos.
Este es, por cierto, el plan de Chris Dodd, líder demócrata en el Senado. Parece que poco a poco, es el plan que se está imponiendo. Sí, la presencia de McCain no es realmente demasiado útil.
Soluciones a la crisis: el patrón hombre
Los problemas financieros de Estados Unidos tienen su origen en el malvado dinero fiduciario. Los bancos no trabajan con dinero, trabajan con ese oscuro fraude que es el falso dinero de los bancos centrales; el especular con ese papel mojado es el origen de todos los problemas.
Debemos recuperar el dinero fuerte, el dinero con valor, pero no podemos ni debemos ir a arreglos arbitrarios. El oro no es más que un metal, frío, vacio, anticuado. No es más deposito de valor que el dinero actual, un mineral que no tiene más valor que el que nosotros le damos. No, tenemos que volver al dinero real, uno que 100% respaldado por algo que tiene un valor universal: el hombre.
Propongo utilizar el patrón hombre. Cada moneda, cada divisa, estará denominada en relación a seres humanos. El mercado sabrá claramente, sin dudas, cuántos euros vale un europeo, un keniata o un argentino; su moneda estará respaldada por su población. Si un país tiene problemas de balanza de pagos, no perderá reservas de oro o divisas o estas chorradas irrelevantes: deberá enviar ciudadanos de forma forzada al país vecino, para pagar con almas su inutilidad monetaria. Si no quiere exportar gente para compensar su voracidad importadora, siempre le queda ajustar a golpe de deflación; menos moneda en circulación, menos dinero para los súbditos, y a aguantar.
Claro, también puedes devaluar, que bien es sabido que no todos los seres humanos son iguales. Si un país devalúa, todo el mundo sabrá que sus habitantes son unos mierda que no valen nada.
Evidentemente, esto tiene también se aplica al caso contrario: si exportas demasiado, tienes que o importar gente de esos países débiles que no pueden competir contigo, por cutres, o tener un poco de inflación. Aunque si eres presumido, siempre puedes dejar que tu moneda se reevalue, dejando claro que tus habitantes valen más que nadie, y eres obviamente un pueblo superior. Quién sabe, quizás puedas comprar una pila de gente de esos países cutres, que están a precio de saldo. Todo tiene un precio en un mercado perfecto e inmutable.
Nota: post-homenaje a todos aquellos que dicen que el capitalismo apesta. Ya os digo que puede ser peor.
Nota 2: para los que no tienen sentido del humor, esto es una broma. Si queréis análisis más en serio del a crisis, hoy toca en Barras y Estrellas, que hay rollo presidencial complicado.
Debemos recuperar el dinero fuerte, el dinero con valor, pero no podemos ni debemos ir a arreglos arbitrarios. El oro no es más que un metal, frío, vacio, anticuado. No es más deposito de valor que el dinero actual, un mineral que no tiene más valor que el que nosotros le damos. No, tenemos que volver al dinero real, uno que 100% respaldado por algo que tiene un valor universal: el hombre.
Propongo utilizar el patrón hombre. Cada moneda, cada divisa, estará denominada en relación a seres humanos. El mercado sabrá claramente, sin dudas, cuántos euros vale un europeo, un keniata o un argentino; su moneda estará respaldada por su población. Si un país tiene problemas de balanza de pagos, no perderá reservas de oro o divisas o estas chorradas irrelevantes: deberá enviar ciudadanos de forma forzada al país vecino, para pagar con almas su inutilidad monetaria. Si no quiere exportar gente para compensar su voracidad importadora, siempre le queda ajustar a golpe de deflación; menos moneda en circulación, menos dinero para los súbditos, y a aguantar.
Claro, también puedes devaluar, que bien es sabido que no todos los seres humanos son iguales. Si un país devalúa, todo el mundo sabrá que sus habitantes son unos mierda que no valen nada.
Evidentemente, esto tiene también se aplica al caso contrario: si exportas demasiado, tienes que o importar gente de esos países débiles que no pueden competir contigo, por cutres, o tener un poco de inflación. Aunque si eres presumido, siempre puedes dejar que tu moneda se reevalue, dejando claro que tus habitantes valen más que nadie, y eres obviamente un pueblo superior. Quién sabe, quizás puedas comprar una pila de gente de esos países cutres, que están a precio de saldo. Todo tiene un precio en un mercado perfecto e inmutable.
Nota: post-homenaje a todos aquellos que dicen que el capitalismo apesta. Ya os digo que puede ser peor.
Nota 2: para los que no tienen sentido del humor, esto es una broma. Si queréis análisis más en serio del a crisis, hoy toca en Barras y Estrellas, que hay rollo presidencial complicado.
lunes, septiembre 22, 2008
Emergencias
Parece que Paulson y la Casa Blanca están siguiendo una táctica vieja al hablar del plan de rescate financiero y tratar de conseguir que el Congreso lo apruebe: "la situación es muy peligrosa, tenemos que actuar muy, muy rápido, confiad en mí, que sé lo que me hago". Traducido, es algo como decir "Creedme, Wall Street tiene armas de destrucción financiera masiva, y necesito 700.000 millones de dólares para destruirlas".
Parece que esta vez, en contra de lo que comentaba el otro día por aquí, la cosa no va a ser tan sencilla de aprobar. Hoy, sin ir más lejos, tenemos a Krugman (economista de centro-izquierda) y Kristol (neoconservador de referencia) en el NYT poniendo a parir el plan. Cierto, lo hacen por motivos y bajo persepectivas distintas, pero la reacción airada de no pocos comentaristas ha despertado un cierto espíritu de resistencia en la clase política. Parece que finalmente han aprendido que dar un cheque en blanco al ejecutivo (y más a uno con el glorioso historial de Bush) en un plan que es literalmente un boceto es poco recomendable.
La verdad, estamos en una de esas situaciones maravillosas en que los políticos saben que hay un problema, saben quién se benefició más que nadie cuando este emergió, pero nadie tiene una idea cierta de cómo solucionarlo o cómo asegurar que los culpables del problema salgan beneficiados. No hay precedentes, ni manual, ni nada por el estilo; hay buenas explicaciones teóricas, pero los datos concretos sobre el alcance del problema están más que ofuscados.
¿Es arreglar el desaguisado tan urgente que es necesario improvisar ahora antes que sea tarde? ¿Es mejor pararse a pensar sobre cómo arreglarlo? ¿Realmente es sensato dar carta blanca a un ejecutivo al que le quedan tres meses de mandato? ¿Por qué somos tan gafes que este pollo suceda en un año electoral, cuando todo el mundo tiene problemas para actuar de forma sensata?
En fin, la cosa no es nada sencilla. El plan, como lo ha propuesto Paulson, no me sonaba bien el viernes, y por lo que he leído por ahí, parece que no soy el único escéptico; gente mucho más lista que yo tiene serias dudas. Si esto no es sólo una crisis de liquidez (algo que algunos comentaban ya en Agosto del año pasado) y el sistema de hecho tiene problemas de solvencia, no hará absolutamente nada. En vista de los muy limitados efectos que las inyecciones monetarias casi desesperadas de los bancos centrales han tenido en el mercado de crédito, uno diría que debemos temernos lo peor, y tener en mente algo más radical y ambicioso (y potencialmente más rentable): no rescate, sino entrar como accionista en el sistema.
De momento, por cierto, vemos que el sistema financiero pasará a estar más regulado, con los bancos de inversión pasando a ser bancos comerciales. Es el viejo pacto con el diablo de los bancos que siempre menciona Kantor: acepto más regulación y menores beneficios a cambio de más estabilidad y la posibilidad de ser rescatado si tengo problemas. El sistema financiero va a tener que comprar de nuevo el seguro estatal si quiere ser rescatado. Ya era hora.
Parece que esta vez, en contra de lo que comentaba el otro día por aquí, la cosa no va a ser tan sencilla de aprobar. Hoy, sin ir más lejos, tenemos a Krugman (economista de centro-izquierda) y Kristol (neoconservador de referencia) en el NYT poniendo a parir el plan. Cierto, lo hacen por motivos y bajo persepectivas distintas, pero la reacción airada de no pocos comentaristas ha despertado un cierto espíritu de resistencia en la clase política. Parece que finalmente han aprendido que dar un cheque en blanco al ejecutivo (y más a uno con el glorioso historial de Bush) en un plan que es literalmente un boceto es poco recomendable.
La verdad, estamos en una de esas situaciones maravillosas en que los políticos saben que hay un problema, saben quién se benefició más que nadie cuando este emergió, pero nadie tiene una idea cierta de cómo solucionarlo o cómo asegurar que los culpables del problema salgan beneficiados. No hay precedentes, ni manual, ni nada por el estilo; hay buenas explicaciones teóricas, pero los datos concretos sobre el alcance del problema están más que ofuscados.
¿Es arreglar el desaguisado tan urgente que es necesario improvisar ahora antes que sea tarde? ¿Es mejor pararse a pensar sobre cómo arreglarlo? ¿Realmente es sensato dar carta blanca a un ejecutivo al que le quedan tres meses de mandato? ¿Por qué somos tan gafes que este pollo suceda en un año electoral, cuando todo el mundo tiene problemas para actuar de forma sensata?
En fin, la cosa no es nada sencilla. El plan, como lo ha propuesto Paulson, no me sonaba bien el viernes, y por lo que he leído por ahí, parece que no soy el único escéptico; gente mucho más lista que yo tiene serias dudas. Si esto no es sólo una crisis de liquidez (algo que algunos comentaban ya en Agosto del año pasado) y el sistema de hecho tiene problemas de solvencia, no hará absolutamente nada. En vista de los muy limitados efectos que las inyecciones monetarias casi desesperadas de los bancos centrales han tenido en el mercado de crédito, uno diría que debemos temernos lo peor, y tener en mente algo más radical y ambicioso (y potencialmente más rentable): no rescate, sino entrar como accionista en el sistema.
De momento, por cierto, vemos que el sistema financiero pasará a estar más regulado, con los bancos de inversión pasando a ser bancos comerciales. Es el viejo pacto con el diablo de los bancos que siempre menciona Kantor: acepto más regulación y menores beneficios a cambio de más estabilidad y la posibilidad de ser rescatado si tengo problemas. El sistema financiero va a tener que comprar de nuevo el seguro estatal si quiere ser rescatado. Ya era hora.
domingo, septiembre 21, 2008
De democracias y dictadores
Citoyen, que me quiere mal, me pregunta por qué las democracias existen. Es una pregunta que parece tonta, pero no lo es en absoluto; lo cierto es que el hecho que los militares de todo el mundo no anden sacando tanques a la calle cada vez que algo no les gusta es un poco sorprendente.
Con lo que está cayendo estos días en los mercados financieros en Estados Unidos (un vistazo al lado político del asunto aquí) no es que tenga demasiado tiempo, pero intentaré dar una respuesta más o menos coherente. Veamos.
Empezaré por la razón que no funciona en absoluto: nada que tenga que ver con valores morales, cultura política o patriotismo constitucional es una buena explicación. Básicamente le veo dos problemas: por un lado, no explica bien por qué alguien puede preferir una dictadura a una democracia, más allá de decir que "cada uno es cada uno", y segundo, y más importante, no da un mecanismo causal que explique los cambios de régimen. Chile fue una democracia más o menos decente hasta la caida de Allende; ¿sufrieron los militares un cruce de cables? ¿Se volvieron unos blandos años más tarde, cuando Pinochet dejó el poder? Misterios.
Mi explicación es -en principio- un poco más sencilla. Las democracias se sostienen porque es básicamente racional tener una. En política la gente actua de forma básicamente racional, tratando de moldear el mundo a sus preferencias; eso implica que existe una democracia en aquellos lugares en que los militares creen que los costes de mantenerse en el poder por la fuerza dejan de valer la pena.
Reprimir y encarcelar gente es relativamente sencillo, pero no es necesariamente barato. Los militares tienen que perder tiempo y dinero poniendo policías en la calle, las fábricas cierran, hay huelga, la economía se debilita ante la inestabilidad de las protestas... es algo bastante feo, ciertamente. Cuando la presión social pidiendo democracia aumenta demasiado, los beneficios de ser un dictador absoluto (riqueza, poder, mandar mucho) empiezan a perder su especial brillo, especialmente cuando tus subalternos se empiezan a cansar de pegar tiros a civiles y tienen dudas sobre su futuro. Las revoluciones tienden a ejecutar a gente sin demasiadas ceremonias cuando triunfan, más que nada. Si mantener el control deja de valer la pena, los militares tenderán a retirarse.
Esto, obviamente, crea una pregunta de segundo orden: ¿Cuándo una dictadura deja de ser rentable para sus líderes? Para todos los que han vivido en un régimen autoritario, es bastante obvio que no sólo los militares se benefician de la opresión. En la población siempre hay grupos que andan bastante cómodos con los generales al mando, básicamente porque su autoritarismo les permite mantener un determinado arreglo social que les favorece. Los grandes terratenientes no son expropiados. Los jeques con pozos de petróleo pueden disfrutar de toda la riqueza e inversión del estado. La gran industria no tiene que aguantar esos irritantes sindicalistas.
El apoyo no se ve limitado a élites solamente; las clases medias pueden estar encantadas con el sistema. Si el dictador mantiene un sistema fiscal básicamente regresivo, con impuestos sobre la renta bajos e impuestos indirectos altos, además de mecanismos que hacen la movilidad social difícil (los hijos de obrero lo tienen difícil para llegar a la universidad, abrir negocios es caro y requiere enchufes, etcétera), no habrá pocos contables, tenderos y profesionales que estarán básicamente a gusto en una dictadura.
El problema para los dictadores, sin embargo, es que esta clase de arreglos tiene algunos límites. Para empezar, tenemos gente como los banqueros o la industria financiera. Esta gente tiene poco miedo a la democracia, ya que es difícil que les expropien nada; si el frente popular gana las elecciones, ellos se largan con el dinero a las Islas Caimán y listos. Por añadido, son industrias que necesitan un sistema fiscal transparente, ordenado y más o menos justo, aparte de regulaciones ordenadas; las dictaduras, que tienden a ser mucho más corruptas, acostumbran a ser incómodas. Los banqueros no son las únicas industrias o sectores que prefieren sistemas más abiertos, por supuesto: una empresa que se base en trabajo cualificado necesita gente bien preparada y mucha flexibilidad, algo que las dictaduras no ofrecen (de nuevo, la corrupción); amplios sectores de nuevas clases medias preferirán un sistema que genere más movilidad social.
En otras palabras, la economía y la sociedad pueden cambiar, creando condiciones en que los militares tengan problemas para formar una coalición de intereses que apoye una dictadura. Los costes de reprimir, sumados a los costes intrínsecos de mantener un sistema autoritario, son demasiado altos. Si a eso le añadimos que cuanto más moderna es una economía, más difícil es expropiar a los ricos (en un país agrario o minero, estos no se pueden llevar sus juguetes a otra parte; en un país con industria avanzada, lo raro es que tengan la fábrica cerca), la gente que tendrá miedo que los malvados comunistas ganen las elecciones y les quiten todo será más bien poca.
Esto crea, por cierto, un par de paradojas curiosas. Primero, uno no tiene que ser un país realmente avanzadísimo para ser una democracia; basta con que los ricos tengan poco que temer a uno. El ejemplo más obvio serían las repúblicas comerciales de la antigüedad: los mercaderes de la Grecia de Pericles se podían ir con los barcos a otra parte, así que no tenían nada que temer en una democracia. Segundo, si la distribución de la renta es relativamente igualitaria de origen (muchos pequeños terratenientes), es relativamente fácil ser una democracia; nadie tiene miedo de expropiaciones, así que todos pueden aceptar un sistema representativo. Este sería el caso de los viejos sistemas semirepresentativos de las trece colonías americanas, o las proto-democracias escandinavas en la Edad Media.
Resumiendo: la democracia no es un milagro; es básicamente algo que tiene sentido para todos los implicados. Es un sistema básicamente racional, en el lugar y momento adecuados; y sí, eso significa que en no pocos sitios es básicamente insostenible. Irak, por ejemplo.
Con lo que está cayendo estos días en los mercados financieros en Estados Unidos (un vistazo al lado político del asunto aquí) no es que tenga demasiado tiempo, pero intentaré dar una respuesta más o menos coherente. Veamos.
Empezaré por la razón que no funciona en absoluto: nada que tenga que ver con valores morales, cultura política o patriotismo constitucional es una buena explicación. Básicamente le veo dos problemas: por un lado, no explica bien por qué alguien puede preferir una dictadura a una democracia, más allá de decir que "cada uno es cada uno", y segundo, y más importante, no da un mecanismo causal que explique los cambios de régimen. Chile fue una democracia más o menos decente hasta la caida de Allende; ¿sufrieron los militares un cruce de cables? ¿Se volvieron unos blandos años más tarde, cuando Pinochet dejó el poder? Misterios.
Mi explicación es -en principio- un poco más sencilla. Las democracias se sostienen porque es básicamente racional tener una. En política la gente actua de forma básicamente racional, tratando de moldear el mundo a sus preferencias; eso implica que existe una democracia en aquellos lugares en que los militares creen que los costes de mantenerse en el poder por la fuerza dejan de valer la pena.
Reprimir y encarcelar gente es relativamente sencillo, pero no es necesariamente barato. Los militares tienen que perder tiempo y dinero poniendo policías en la calle, las fábricas cierran, hay huelga, la economía se debilita ante la inestabilidad de las protestas... es algo bastante feo, ciertamente. Cuando la presión social pidiendo democracia aumenta demasiado, los beneficios de ser un dictador absoluto (riqueza, poder, mandar mucho) empiezan a perder su especial brillo, especialmente cuando tus subalternos se empiezan a cansar de pegar tiros a civiles y tienen dudas sobre su futuro. Las revoluciones tienden a ejecutar a gente sin demasiadas ceremonias cuando triunfan, más que nada. Si mantener el control deja de valer la pena, los militares tenderán a retirarse.
Esto, obviamente, crea una pregunta de segundo orden: ¿Cuándo una dictadura deja de ser rentable para sus líderes? Para todos los que han vivido en un régimen autoritario, es bastante obvio que no sólo los militares se benefician de la opresión. En la población siempre hay grupos que andan bastante cómodos con los generales al mando, básicamente porque su autoritarismo les permite mantener un determinado arreglo social que les favorece. Los grandes terratenientes no son expropiados. Los jeques con pozos de petróleo pueden disfrutar de toda la riqueza e inversión del estado. La gran industria no tiene que aguantar esos irritantes sindicalistas.
El apoyo no se ve limitado a élites solamente; las clases medias pueden estar encantadas con el sistema. Si el dictador mantiene un sistema fiscal básicamente regresivo, con impuestos sobre la renta bajos e impuestos indirectos altos, además de mecanismos que hacen la movilidad social difícil (los hijos de obrero lo tienen difícil para llegar a la universidad, abrir negocios es caro y requiere enchufes, etcétera), no habrá pocos contables, tenderos y profesionales que estarán básicamente a gusto en una dictadura.
El problema para los dictadores, sin embargo, es que esta clase de arreglos tiene algunos límites. Para empezar, tenemos gente como los banqueros o la industria financiera. Esta gente tiene poco miedo a la democracia, ya que es difícil que les expropien nada; si el frente popular gana las elecciones, ellos se largan con el dinero a las Islas Caimán y listos. Por añadido, son industrias que necesitan un sistema fiscal transparente, ordenado y más o menos justo, aparte de regulaciones ordenadas; las dictaduras, que tienden a ser mucho más corruptas, acostumbran a ser incómodas. Los banqueros no son las únicas industrias o sectores que prefieren sistemas más abiertos, por supuesto: una empresa que se base en trabajo cualificado necesita gente bien preparada y mucha flexibilidad, algo que las dictaduras no ofrecen (de nuevo, la corrupción); amplios sectores de nuevas clases medias preferirán un sistema que genere más movilidad social.
En otras palabras, la economía y la sociedad pueden cambiar, creando condiciones en que los militares tengan problemas para formar una coalición de intereses que apoye una dictadura. Los costes de reprimir, sumados a los costes intrínsecos de mantener un sistema autoritario, son demasiado altos. Si a eso le añadimos que cuanto más moderna es una economía, más difícil es expropiar a los ricos (en un país agrario o minero, estos no se pueden llevar sus juguetes a otra parte; en un país con industria avanzada, lo raro es que tengan la fábrica cerca), la gente que tendrá miedo que los malvados comunistas ganen las elecciones y les quiten todo será más bien poca.
Esto crea, por cierto, un par de paradojas curiosas. Primero, uno no tiene que ser un país realmente avanzadísimo para ser una democracia; basta con que los ricos tengan poco que temer a uno. El ejemplo más obvio serían las repúblicas comerciales de la antigüedad: los mercaderes de la Grecia de Pericles se podían ir con los barcos a otra parte, así que no tenían nada que temer en una democracia. Segundo, si la distribución de la renta es relativamente igualitaria de origen (muchos pequeños terratenientes), es relativamente fácil ser una democracia; nadie tiene miedo de expropiaciones, así que todos pueden aceptar un sistema representativo. Este sería el caso de los viejos sistemas semirepresentativos de las trece colonías americanas, o las proto-democracias escandinavas en la Edad Media.
Resumiendo: la democracia no es un milagro; es básicamente algo que tiene sentido para todos los implicados. Es un sistema básicamente racional, en el lugar y momento adecuados; y sí, eso significa que en no pocos sitios es básicamente insostenible. Irak, por ejemplo.
viernes, septiembre 19, 2008
Nota rápida
La gente de LD, esos ideólogos entrañables, dicen que el culpable de la crisis es la regulación de los bancos y la malvada Reserva Federal. La regulación de los bancos ha hecho que el sistema se hunda; los malvados progresistas no tienen razón cuando piden que se regulen los hedge funds y bancos de inversión, ya que la legislación ha provocado la crisis.
Pequeño problema con el argumento: el sistema bancario, muy regulado, goza de una salud aceptable y no ha causado problemas graves en esta crisis. Los bancos que han quebrado lo han hecho de forma ordenada y racional, sin demasiados problemas derivados. El sistema financiero no-bancario, todo ese mundo de semi-bancos, intermediarios de deuda y cosas raras similares, que está muchísimo menos regulado, es el que ha estado haciendo el mandril y generado todos los problemas.
Si el intervencionismo es el origen del problema, ¿Por qué los sectores más intervenidos no han dado problemas? Preguntas sin respuesta.
Pequeño problema con el argumento: el sistema bancario, muy regulado, goza de una salud aceptable y no ha causado problemas graves en esta crisis. Los bancos que han quebrado lo han hecho de forma ordenada y racional, sin demasiados problemas derivados. El sistema financiero no-bancario, todo ese mundo de semi-bancos, intermediarios de deuda y cosas raras similares, que está muchísimo menos regulado, es el que ha estado haciendo el mandril y generado todos los problemas.
Si el intervencionismo es el origen del problema, ¿Por qué los sectores más intervenidos no han dado problemas? Preguntas sin respuesta.
Arriba es abajo
Si uno echa un vistazo a los mercados financieros hoy, se puede decir sin niguna duda que estamos en la dimensión desconocida. Es un mundo extraño, inquietante, un lugar dónde el Dow Jones ha subido más de 400 puntos en media debido a un rumor de rescate global del sistema, dónde los bonos del tesoro a corto plazo tienen un tipo de interés parecido al de guardar el dinero bajo el colchón, y dónde realmente nadie parece tener puñetera idea sobre qué va a suceder.
Parece que los políticos tienen un plan. Y la verdad, no sé si es un trabajo de genios, una especie de plan desesperado estilo poner un chicle en una presa que se está agrietando, una especie de chapuza nihilista en que se hace algo a saco a ver si funciona, o un grave brindis al sol para que al menos parezca que hacían algo mientras Roma ardía. Ni idea. Contando que el plan parece haber sido pergueñado en unas pocas horas en un día en que parece que el único actor en los mercados de todo el mundo que daba créditos eran los bancos centrales (y lo hacían como locos. Y ni así nada se movía), lo cierto es que no es que me dé excesiva confianza.
¿En qué consiste el invento? Paul Krugman habla del camarada Paulson llevando la economía a excelsas alturas; si uno lee el plan por encima, parece que la República Popular de Amérika no está tan lejos (o, como le llama Roubini, la República de los Estados Unidos Socialistas de América). La idea es crear un engendro en forma de agencia estatal que compre a los bancos, fondos, inversores y pelagatos financieros la deuda mala que tienen en sus libros a precio de saldo, y tras aclarar qué narices hay en esos extraños bonos, subastarlos a quién los quiera comprar, presumiblemente a mejor precio.
Básicamente, la idea es apostar a que el problema del sistema es que la gente no sabe quién tiene qué deuda basura. Si eso es cierto, una vez quede claro que toda la tiene el gobierno, la agencia federal en cuestión la podrá recolocar a un precio razonable, ya que de hecho no hay tanta mierda en el sistema como parece. Es una asunción hasta cierto punto lógica (y de hecho, mi teoría era la de falta de información como uno de los orígenes del problema) pero que exige unos cuantos saltos de fe realmente aterradores para poder decir que es una buena idea.
Primero, uno tiene que aceptar la idea que la deuda mala es de hecho algo fácilmente identificable y revendible. Los instrumentos financieros nacidos de la desregulación de estos días son cualquier cosa menos sencillos de entender. De hecho, si miramos algunos de los extraños cacharros de deuda que algunos inventaron, saber qué tiene que vender un banco que sea tóxico puede ser complicado. Podemos estar en un escenario en que la noticia que alguien se saca de encima un CDS provoque un pánico sobre otros activos en otros sitio que parecían seguros pero tenían alguna extraña conexión poco implícita, causando una cadena extraña que siga cargándose el sistema igual.
Segundo, y más complicado todavía, la fuente del problema tiene que ser la falta de información, y no el hecho que los bancos y familia están endeudados hasta las cejas de forma totalmente insostenible. Si el sistema realmente es víctima de un exceso de apalancamiento galopante, los contribuyentes americanos acabarán (acabaremos...) con una factura absolutamente espantosa de deuda horrenda que costará lo indecible de sacarse de encima, si no se lleva las cuentas federales por delante.
Hay cientos de razones por las que este invento puede fracasar de forma horrible, creando una factura enorme a los contribuyentes, una continuación del desastre crediticio y una invasión de los Hongos de Yuggoth. El hecho que la SEC vaya prohibiendo chorradas estos días, sin embargo, no es que genere demasiada confianza. Por no hablar del hecho que a la práctica estaríamos poniendo dinero público para salvar a una pila de "genios financieros" de sí mismos, con todos los problemas de riesgo moral que vienen asociados.
¿La verdad? A lo mejor funciona y todo. A saber. Como andan las cosas, no es que tengan demasiado que hacer, y la verdad, ver como la economía entera se va al carajo sin hacer nada no es que fuera una opción agradable.
Un último detalle: por mucho que hablemos de rescates públicos heróicos, fallos de mercado y desastre financiero, esto no quiere decir que el capitalismo sea algo horrible y tengamos que cargar todo de regulaciones y agencias públicas para sobrevivir. Una cosa es el libre mercado, y la otra es la horrenda implementación y falta de control que hemos visto estos últimos años. Los mercados son entes delicados, que necesitan cuidado y buenas leyes. Pero eso es para otro día.
Parece que los políticos tienen un plan. Y la verdad, no sé si es un trabajo de genios, una especie de plan desesperado estilo poner un chicle en una presa que se está agrietando, una especie de chapuza nihilista en que se hace algo a saco a ver si funciona, o un grave brindis al sol para que al menos parezca que hacían algo mientras Roma ardía. Ni idea. Contando que el plan parece haber sido pergueñado en unas pocas horas en un día en que parece que el único actor en los mercados de todo el mundo que daba créditos eran los bancos centrales (y lo hacían como locos. Y ni así nada se movía), lo cierto es que no es que me dé excesiva confianza.
¿En qué consiste el invento? Paul Krugman habla del camarada Paulson llevando la economía a excelsas alturas; si uno lee el plan por encima, parece que la República Popular de Amérika no está tan lejos (o, como le llama Roubini, la República de los Estados Unidos Socialistas de América). La idea es crear un engendro en forma de agencia estatal que compre a los bancos, fondos, inversores y pelagatos financieros la deuda mala que tienen en sus libros a precio de saldo, y tras aclarar qué narices hay en esos extraños bonos, subastarlos a quién los quiera comprar, presumiblemente a mejor precio.
Básicamente, la idea es apostar a que el problema del sistema es que la gente no sabe quién tiene qué deuda basura. Si eso es cierto, una vez quede claro que toda la tiene el gobierno, la agencia federal en cuestión la podrá recolocar a un precio razonable, ya que de hecho no hay tanta mierda en el sistema como parece. Es una asunción hasta cierto punto lógica (y de hecho, mi teoría era la de falta de información como uno de los orígenes del problema) pero que exige unos cuantos saltos de fe realmente aterradores para poder decir que es una buena idea.
Primero, uno tiene que aceptar la idea que la deuda mala es de hecho algo fácilmente identificable y revendible. Los instrumentos financieros nacidos de la desregulación de estos días son cualquier cosa menos sencillos de entender. De hecho, si miramos algunos de los extraños cacharros de deuda que algunos inventaron, saber qué tiene que vender un banco que sea tóxico puede ser complicado. Podemos estar en un escenario en que la noticia que alguien se saca de encima un CDS provoque un pánico sobre otros activos en otros sitio que parecían seguros pero tenían alguna extraña conexión poco implícita, causando una cadena extraña que siga cargándose el sistema igual.
Segundo, y más complicado todavía, la fuente del problema tiene que ser la falta de información, y no el hecho que los bancos y familia están endeudados hasta las cejas de forma totalmente insostenible. Si el sistema realmente es víctima de un exceso de apalancamiento galopante, los contribuyentes americanos acabarán (acabaremos...) con una factura absolutamente espantosa de deuda horrenda que costará lo indecible de sacarse de encima, si no se lleva las cuentas federales por delante.
Hay cientos de razones por las que este invento puede fracasar de forma horrible, creando una factura enorme a los contribuyentes, una continuación del desastre crediticio y una invasión de los Hongos de Yuggoth. El hecho que la SEC vaya prohibiendo chorradas estos días, sin embargo, no es que genere demasiada confianza. Por no hablar del hecho que a la práctica estaríamos poniendo dinero público para salvar a una pila de "genios financieros" de sí mismos, con todos los problemas de riesgo moral que vienen asociados.
¿La verdad? A lo mejor funciona y todo. A saber. Como andan las cosas, no es que tengan demasiado que hacer, y la verdad, ver como la economía entera se va al carajo sin hacer nada no es que fuera una opción agradable.
Un último detalle: por mucho que hablemos de rescates públicos heróicos, fallos de mercado y desastre financiero, esto no quiere decir que el capitalismo sea algo horrible y tengamos que cargar todo de regulaciones y agencias públicas para sobrevivir. Una cosa es el libre mercado, y la otra es la horrenda implementación y falta de control que hemos visto estos últimos años. Los mercados son entes delicados, que necesitan cuidado y buenas leyes. Pero eso es para otro día.
miércoles, septiembre 17, 2008
República Popular Americana
En una muestra de comunismo militante y fervor revolucionario imponente, el Camarada Bush y el glorioso aparato revolucionario de la Reserva Federal han continuado colectivizando los medios de producción del país para mayor gloria del estado.
O, dicho en otras palabras, la reserva federal acaba de prestar 85.000 millones de dólares a la aseguradora A.I.G, a cambio de obtener el control del 80% de la compañía.
Sí, ya sé, esto entra dentro de esa explicación que dí hace tiempo (y dioses, me estoy cansando de enlazar este artículo) que dice que algunas empresas financieras no pueden irse a la quiebra. Lo que ha hecho la Reserva Federal es perfectamente lógico. De hecho, era probablemente totalmente necesario; no creo que tuvieran otra salida. Si A.I.G, que se dedicó estúpidamente a asegurar contra pérdidas instrumentos exóticos de deuda cargados de hipotecas basura, acababa muriendo de forma horrible, se iba a llevar por delante inevitablemente a medio sistema financiero. ¿Todos esos bancos con mala deuda, real o ficticia? Si el mercado anda paranoico ahora, imaginad cómo sería con todo el mundo haciendo trapecismo sin red.
Esto no quita, sin embargo, que la situación en que se ha metido Estados Unidos estas últimas semanas es francamente extraña. Es francamente bananera, de hecho. A lo tonto, entre la reserva y el gobierno federal, ya han nacionalizado más de la mitad de la deuda hipotecaria, a la compañía de seguros más grande del mundo, tienen en respiración asistida aceptando bonos dudosos como colateral a quién sabe cuantos bancos (vía ventanilla de crédito en la reserva federal), y anda ya haciendo planes para inyectar 50.000 milloncejos a los fabricantes de coches.
Y lo que les queda. La verdad, me parece que incluso Nouriel Roubini (el economista más aguafiestas del mundo, que lleva demasiados días acertando) va paso de quedarse sin ideas sobre ideas catastróficas. El contribuyente americano va camino de ser el orgulloso propietario de una cantidad ingente de dinosaurios financieros (¡soy accionista! ¡Bien!) en bancarrota (errr...), algo que -me parece- es una señal relativamente clara que alguien la ha cagado pero bien en algún sitio.
Lo más espantoso de todo esto es que las recetitas que un servidor daba allá por marzo del 2007 (patéticamente obvias, pero oye, recetitas) ahora no harían una mierda a corto plazo. Los errores regulatorios que dejaron el sistema abierto a una burbuja crediticia alocada, nacida de la falta de transparencia de los mercados deben arreglarse, pero ahora ya es tarde. Las cosas están en modo pánico, alarmas aullando, control de daños, parches contra la descompresión, la nave espacial se precipita al agujero negro a toda pastilla con el contador de autodestrucción berreando y los robots rebelándose contra los humanos mientras el héroe está drogado, herido y prisionero de las malvadas diosas del cuero de Phobos y todo parece perdido.
Fuera de los manuales. En territorio totalmente desconocido. Las cosas puede que vaya a peor, puede que todo implosione, puede que tengamos unos meses de lento descalabro y una recesión medianilla, puede que todo se haya acabado y mañana salga el sol. Ni idea. No he leído ni un articulista o escuchado un experto que se atreva a decir dónde coño vamos.
Que Dios nos pille confesados.
Nota al margen: no os preocupeís por las nacionalizaciones. Los americanos se las arreglaran para hacer que alguien pague el pato, de un modo u otro. Por cierto, nótese que los accionistas de AIG probablemente perderán hasta los calzoncillos. Al menos eso.
domingo, septiembre 14, 2008
¡Caen como moscas!
Esto es de atracción de feria. Hoy domingo, señoras y señores, derriben un banco de su alto pedestal lanzando su hipoteca impagada a un alto, gordo, avaricioso ejecutivo y llévese una moñeca chochona de regalo. Dos banqueros, y gane otro, otro, otro; otro perrito piloto.
En rápida sucesión tenemos Lehman Brothers, ya en respiración asistida, camino de una bien poco gloriosa liquidación, siguiendo al (poco) añorado Bear Sterns. Pisándole los talones pasa el antaño glorioso Merryl Lynch, terror de naciones del tercer mundo, caminito del matadero con igual entusiasmo. Mientras tanto, AIG resiste como puede una lluvia de pedradas hipotecarias con relativa poco fortuna e hinca la rodilla en tierra, parece que gravemente herido. Y mañana lunes es la hora de los lobos, los especuladores ansiosos de apostar a ver quién cae primero, que sin duda traerán consigo más munición y catapultas más grandes para tratar de freir a otro pobre banquero.
Hasta ayer si me preguntábais qué podía pasar aún podía daros una respuesta más o menos lógica. Hoy, la verdad, no me atrevo ya. El ataque de pánico en el sector es sencillamente épico, y parece que no les faltan motivos para estar aterrados. Lo que no sé es qué efecto real tendrá esto fuera de Wall Street, aparte de un endurecimiento aún mayor de las condiciones para obtener un crédito ahí fuera. No que eso sea una idea agradable (preguntadle a los fabricantes de coches americanos, que no pueden invertir un duro estos días), y de hecho creará aún más problemas a una economía que ya tiene demasiados.
Los precios de la vivienda siguen bajando, y cada vez es más difícil conseguir una hipoteca. Con las hipotecas ya concedidas con cada vez menos valor, los bancos pierden más dinero, mueren, y el miedo aumenta. La cosa puede ponerse, muy, muy mal, y la reserva federal no tiene demasiado margen para bajar tipos ya. El fantasma de un ajuste forzoso vía deflación (que duele lo indecible) no es ya algo descabellado.
Sí eso suena a 1929, descuidad. Estamos hablando de lo mismo.
Nota al margen: el artículo de Escolar del domingo, por cierto, es incomprensible. Ni Fannie Mae ni Freddie Mac tienen nada remotamente equivalente en el sistema financiero español (las cajas de ahorros son parientes muy lejanos, pero no se parecen demasiado) ni esa mítica llamada a los bancos tiene ninguna relación con la realidad. Es una de esas piezas de "hablo con todos, no entiendo nada" que tanto abundan por la prensa en España. Ni las disensiones de las que habla son de hecho demasiado relevantes; no es una discusión sobre objetivos, sino sobre medios.
Y de nuevo, el hecho que "mueran" inmobiliarias duele, pero sus efectos no son ni remotamente comparables a una quiebra bancaria, algo que España no parece -de momento- tener en el horizonte.
En rápida sucesión tenemos Lehman Brothers, ya en respiración asistida, camino de una bien poco gloriosa liquidación, siguiendo al (poco) añorado Bear Sterns. Pisándole los talones pasa el antaño glorioso Merryl Lynch, terror de naciones del tercer mundo, caminito del matadero con igual entusiasmo. Mientras tanto, AIG resiste como puede una lluvia de pedradas hipotecarias con relativa poco fortuna e hinca la rodilla en tierra, parece que gravemente herido. Y mañana lunes es la hora de los lobos, los especuladores ansiosos de apostar a ver quién cae primero, que sin duda traerán consigo más munición y catapultas más grandes para tratar de freir a otro pobre banquero.
Hasta ayer si me preguntábais qué podía pasar aún podía daros una respuesta más o menos lógica. Hoy, la verdad, no me atrevo ya. El ataque de pánico en el sector es sencillamente épico, y parece que no les faltan motivos para estar aterrados. Lo que no sé es qué efecto real tendrá esto fuera de Wall Street, aparte de un endurecimiento aún mayor de las condiciones para obtener un crédito ahí fuera. No que eso sea una idea agradable (preguntadle a los fabricantes de coches americanos, que no pueden invertir un duro estos días), y de hecho creará aún más problemas a una economía que ya tiene demasiados.
Los precios de la vivienda siguen bajando, y cada vez es más difícil conseguir una hipoteca. Con las hipotecas ya concedidas con cada vez menos valor, los bancos pierden más dinero, mueren, y el miedo aumenta. La cosa puede ponerse, muy, muy mal, y la reserva federal no tiene demasiado margen para bajar tipos ya. El fantasma de un ajuste forzoso vía deflación (que duele lo indecible) no es ya algo descabellado.
Sí eso suena a 1929, descuidad. Estamos hablando de lo mismo.
Nota al margen: el artículo de Escolar del domingo, por cierto, es incomprensible. Ni Fannie Mae ni Freddie Mac tienen nada remotamente equivalente en el sistema financiero español (las cajas de ahorros son parientes muy lejanos, pero no se parecen demasiado) ni esa mítica llamada a los bancos tiene ninguna relación con la realidad. Es una de esas piezas de "hablo con todos, no entiendo nada" que tanto abundan por la prensa en España. Ni las disensiones de las que habla son de hecho demasiado relevantes; no es una discusión sobre objetivos, sino sobre medios.
Y de nuevo, el hecho que "mueran" inmobiliarias duele, pero sus efectos no son ni remotamente comparables a una quiebra bancaria, algo que España no parece -de momento- tener en el horizonte.
Bolivia, otra vez
Bolivia, otra vez. Es un país del que he hablado a menudo, y la verdad, la crisis de hoy es lo mismo que sucedía el año pasado, cambiando la letra pero con la misma melodía. En contra de lo que dicen en El País, el origen de los disturbios es esencialmente interno, y como tal, difícil que se extienda por todo el continente.
El problema de Bolivia es muy simple: el gas natural ha hecho el país ingobernable. El gas no crea (ni creará) riqueza, pero genera un conflicto irresoluble por el control de un recurso que tiene la maldita manía de estar atado a una zona geográfica. Si tu región no tiene gas, no quieres autonomías controlando ese recurso. Si tu región tiene gas, quieres un concierto económico y poco que compartir.
Si esto sucede en un país razonablemente rico y con una distribución de la renta decente (digamos Canadá o Noruega), el decidir quién gana y quien pierde es relativamente fácil, ya que los hidrocarburos son un lujo agradable, pero no una fuente de riqueza imprescindible. Si tu país anda corto de pasta, tiene un sistema político oligofrénico, mala distribución de renta y una larga tradición de resolverlo todo a guantazos, el gas es de de hecho una maldición. Advinad en qué grupo cae Bolivia. Los problemas empezaron hace tiempo (en el 2005 ya hablaba de ello) y no parecen cerrarse, sea quien sea presidente.
Bolivia no parará de implosionar ciclicamente hasta que saquen el debate sobre los ingresos del gas de la mesa de un modo u otro, llegando a un pacto más o menos equilibrado que todo el mundo pueda aceptar. Siendo el estado boliviano ridículamente débil, este pacto no parece que pueda ser alcanzado a base de elecciones y mayorías simples; el perdedor sale a la calle cada vez que puede, y siempre puede torearse al presidente.
¿La solución? No veo demasiadas, pero no creo que una intervención decidida desde el exterior para mediar en el conflicto sea una mala idea necesariamente. Brasil y (en menor medida) Chile pueden ayudar a forzar un acuerdo a base de ofrecer palos y zanahorias a los actores implicados, creando un equilibrio más o menos aceptable para todos. Una solución básicamente pragmática, básicamente; obviamente algo que los melones maximalistas del "antiimperialismo vendiendo petroleo" no acaban de entender.
En fin, espero sinceramente que los bolivianos se dejen de cantos de sirena bolivarianos y conspiraciones gringas ficticias y empiecen a entender que si están a tortas todo el día la culpa es básicamente suya. Esperemos que Lula y los suyos sean capaces de llevar esto a buen puerto.
El problema de Bolivia es muy simple: el gas natural ha hecho el país ingobernable. El gas no crea (ni creará) riqueza, pero genera un conflicto irresoluble por el control de un recurso que tiene la maldita manía de estar atado a una zona geográfica. Si tu región no tiene gas, no quieres autonomías controlando ese recurso. Si tu región tiene gas, quieres un concierto económico y poco que compartir.
Si esto sucede en un país razonablemente rico y con una distribución de la renta decente (digamos Canadá o Noruega), el decidir quién gana y quien pierde es relativamente fácil, ya que los hidrocarburos son un lujo agradable, pero no una fuente de riqueza imprescindible. Si tu país anda corto de pasta, tiene un sistema político oligofrénico, mala distribución de renta y una larga tradición de resolverlo todo a guantazos, el gas es de de hecho una maldición. Advinad en qué grupo cae Bolivia. Los problemas empezaron hace tiempo (en el 2005 ya hablaba de ello) y no parecen cerrarse, sea quien sea presidente.
Bolivia no parará de implosionar ciclicamente hasta que saquen el debate sobre los ingresos del gas de la mesa de un modo u otro, llegando a un pacto más o menos equilibrado que todo el mundo pueda aceptar. Siendo el estado boliviano ridículamente débil, este pacto no parece que pueda ser alcanzado a base de elecciones y mayorías simples; el perdedor sale a la calle cada vez que puede, y siempre puede torearse al presidente.
¿La solución? No veo demasiadas, pero no creo que una intervención decidida desde el exterior para mediar en el conflicto sea una mala idea necesariamente. Brasil y (en menor medida) Chile pueden ayudar a forzar un acuerdo a base de ofrecer palos y zanahorias a los actores implicados, creando un equilibrio más o menos aceptable para todos. Una solución básicamente pragmática, básicamente; obviamente algo que los melones maximalistas del "antiimperialismo vendiendo petroleo" no acaban de entender.
En fin, espero sinceramente que los bolivianos se dejen de cantos de sirena bolivarianos y conspiraciones gringas ficticias y empiecen a entender que si están a tortas todo el día la culpa es básicamente suya. Esperemos que Lula y los suyos sean capaces de llevar esto a buen puerto.
viernes, septiembre 12, 2008
Y ahora Lehman Brothers
El sistema financiero americano sigue dando alegres sorpresas a los amantes de las emociones fuertes. Esta vez es Lehman Brothers, que tras largos meses de rumores y agonía, la entidad que parece camino de otra triste muerte financiera. Hay cierta confusión sobre qué hará el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal; de momento parece que están buscando un comprador para que entierre el antes orgullosamente conservador banco de inversión.
Dos comentarios sobre estos movimientos. Antes que Escolar hable de nuevo de la conspiración financiera internacional, es casi obligado recordar el precedente más inmediato, Bear Sterns. También se habló de rescate, cuando lo que acabamos viendo fue una venta a precio de saldo, con los inversores perdiendo hasta la camisa.
Eso no significa que la demolición controlada de Lehman y Bear sean buenas noticias. No es una "malvado banco que quiebra" y punto; los bancos, incluso cuando son ejecutados con cuidado, siempre dejan daños graves a su paso cuando cierran. De momento las autoridades americanas han sido capaces de limitar los daños más o menos bien, pero cualquiera que haya pedido una hipoteca estos días sabe que el mundillo financiero está muerto de miedo. Lehman y Bear Sterns no han salido "caros" a los contribuyentes, pero los efectos de la liquidación de estas entidades van más allá de lo que vemos en la factura.
Parece que el siguiente es Washington Mutual. No, esto no se ha acabado.
Dos comentarios sobre estos movimientos. Antes que Escolar hable de nuevo de la conspiración financiera internacional, es casi obligado recordar el precedente más inmediato, Bear Sterns. También se habló de rescate, cuando lo que acabamos viendo fue una venta a precio de saldo, con los inversores perdiendo hasta la camisa.
Eso no significa que la demolición controlada de Lehman y Bear sean buenas noticias. No es una "malvado banco que quiebra" y punto; los bancos, incluso cuando son ejecutados con cuidado, siempre dejan daños graves a su paso cuando cierran. De momento las autoridades americanas han sido capaces de limitar los daños más o menos bien, pero cualquiera que haya pedido una hipoteca estos días sabe que el mundillo financiero está muerto de miedo. Lehman y Bear Sterns no han salido "caros" a los contribuyentes, pero los efectos de la liquidación de estas entidades van más allá de lo que vemos en la factura.
Parece que el siguiente es Washington Mutual. No, esto no se ha acabado.
miércoles, septiembre 10, 2008
Respuestas mecánicas
Me parece casi obligado comentar una pequeña entrada de Escolar, ya que es un ejemplo claro de algo que me pone de los nervios: las respuestas automáticas. Del mismo modo que ciertos sectores de la derecha siempre te contestan que el estado es demasiado grande y que debemos bajar impuestos y liberalizar, no importa qué les preguntes, algunos sectores de la izquierda tienen tics parecidos. En este caso, el topicazo del "chantaje de los mercados" con eso que "siempre ganan los mismos" al hablar de Fannie Mae y Freddie Mac.
Básicamente, porque no es cierto. Los accionistas de las dos entidades financieras (que son los propietarios reales) ha perdido hasta la camisa. Sí, los presidentes se han llevado una pasta, pero han sido los únicos. La gente que tiene bonos de Freddie Mac y Fannie Mae no van a perder (demasiado) dinero, básicamente porque no sería justo que lo hicieran: la teoría detrás de ambas entidades es que el gobierno garantizaba la deuda que emitían de forma implícita, y por eso eran capaces de sacar deuda al mercado con condiciones ventajosas. Al ser la deuda supuestamente tan segura, daba unos intereses bajos, funcionando como una especie de equivalente inmobiliario a bonos del tesoro. El riesgo era muy bajo, así que podían pedir tipos muy reducidos.
El desastre de Fannie y Freddie no es tanto uno de los mercados, si no del patético fracaso de la clase política americana para regular el sector como Dios manda. No es tanto que la parejita de chiringuitos financieros fueran espectacularmente deshonestos; básicamente, el gobierno federal les estaba dejando hacer cada vez más y más sin supervisión, y manteniendo esa estupenda garantía implícita. Cuando Fannie y Freddie procedieron a intentar a hacer tanta pasta como fuera posible, aprovechando la protección de papá estado, tomaron más riesgos que nunca, y cuando el mercado se fue a hacer gárgaras, acabaron por irse al garete.
¿La verdad? Los americanos llevan votando a políticos desde hace años que sólo prometen desregular, liberalizar y dejar al mercado que haga lo que quiera. Los políticos han actuado en consecuencia, y el resultado final ha sido una factura potencialmente terrorífica para los contribuyentes. Los mercados hacen el cretino y se aprovecharán de las prebendas del estado si este les deja, sí. Pero la culpa que esto suceda no es sólo del malvado mercado, es de la imbecilidad de los políticos.
El gobierno americano prometió dos entidades emitiendo deuda a prueba de bombas. Cuando las entidades dejan de hacerlo ya que el gobierno está haciendo el mandril, quienes deben tragar son el estado y Fannie y Freddie, no quienes creyeron que la promesa era cierta.
Y sí, Fannie y Freddie eran demasiado grandes para dejar que se metieran en bancarrota igualmente. La alternativa (dejar que murieran en plan espectacular) era infinítamente peor.
Básicamente, porque no es cierto. Los accionistas de las dos entidades financieras (que son los propietarios reales) ha perdido hasta la camisa. Sí, los presidentes se han llevado una pasta, pero han sido los únicos. La gente que tiene bonos de Freddie Mac y Fannie Mae no van a perder (demasiado) dinero, básicamente porque no sería justo que lo hicieran: la teoría detrás de ambas entidades es que el gobierno garantizaba la deuda que emitían de forma implícita, y por eso eran capaces de sacar deuda al mercado con condiciones ventajosas. Al ser la deuda supuestamente tan segura, daba unos intereses bajos, funcionando como una especie de equivalente inmobiliario a bonos del tesoro. El riesgo era muy bajo, así que podían pedir tipos muy reducidos.
El desastre de Fannie y Freddie no es tanto uno de los mercados, si no del patético fracaso de la clase política americana para regular el sector como Dios manda. No es tanto que la parejita de chiringuitos financieros fueran espectacularmente deshonestos; básicamente, el gobierno federal les estaba dejando hacer cada vez más y más sin supervisión, y manteniendo esa estupenda garantía implícita. Cuando Fannie y Freddie procedieron a intentar a hacer tanta pasta como fuera posible, aprovechando la protección de papá estado, tomaron más riesgos que nunca, y cuando el mercado se fue a hacer gárgaras, acabaron por irse al garete.
¿La verdad? Los americanos llevan votando a políticos desde hace años que sólo prometen desregular, liberalizar y dejar al mercado que haga lo que quiera. Los políticos han actuado en consecuencia, y el resultado final ha sido una factura potencialmente terrorífica para los contribuyentes. Los mercados hacen el cretino y se aprovecharán de las prebendas del estado si este les deja, sí. Pero la culpa que esto suceda no es sólo del malvado mercado, es de la imbecilidad de los políticos.
El gobierno americano prometió dos entidades emitiendo deuda a prueba de bombas. Cuando las entidades dejan de hacerlo ya que el gobierno está haciendo el mandril, quienes deben tragar son el estado y Fannie y Freddie, no quienes creyeron que la promesa era cierta.
Y sí, Fannie y Freddie eran demasiado grandes para dejar que se metieran en bancarrota igualmente. La alternativa (dejar que murieran en plan espectacular) era infinítamente peor.
martes, septiembre 09, 2008
Fannie y Freddie: problemas de origen
Siguiendo con la nacionalización de Fannie Mae y Freddie Mac (o como prefiere Krugman, de-privatización; al fin y al cabo, nacieron públicas), varias cosas hay que añadir al desastre.
Primero de todo, creo que vale la pena repetir lo obvio, una vez más: para una administración que empezó hablando de privatizar, eliminar regulaciones, brillante creatividad de los actores financieros libres de ataduras y el milagro del crédito infinito y el riesgo disperso, han acabado interviniendo en el mercado más que nadie. Lo más divertido (y preocupante) es que más que arreglar la tristemente insuficiente regulación del sistema, de momento andan más preocupados apagando fuegos y nacionalizando cosas. Como casi todo en la administración Bush, patada a seguir y que el problema lo arregle su sucesor.
Eso no quita que el rescate de Fannie y Freddie no fuera urgente, y que cómo bien comentan algunos, sea parecido a hacer salchichas. Ya se sabe, el dicho que hay dos cosas que uno no puede ver nunca como se hacen en vivo, salchichas y legislación (según Bismarck). Añadidle a esta lista las nacionalizaciones de emergencia; un mundo donde los accionistas pierden dinero, los contribuyentes se juegan sus impuestos, y los ex-directivos de las empresas en problemas se irán a casa con 15 millones de dólares por cabeza. Que no lloren los accionistas; son ellos los que deberían vigilar a los gerentes, no yo.
Lo que si me está sorprendiendo de todo este pollo, sin embargo, es la maldita obsesión de no pocos comentaristas y políticos diciendo que lo importante es que suceda lo que suceda, es importante que los herederos de Freddie y Fannie sigan proporcionando "hipotecas asequibles" a los votantes. Ya comenté no hace demasiado que las Mac nacen de la extraña obsesión americana en promocionar la compra de viviendas tanto como sea posible; de todas las funciones del estado, la verdad, me parece una de las más difíciles de justificar.
No es algo exclusivo de Estados Unidos, de hecho. En España compartimos la extraña obsesión de subvencionar la compra de casas a base de desgravaciones, junto con la especial obsesión local de construir y "regalar" vivienda protegida. Ya he comentado que esto del "derecho a la vivienda" no debe ser entendido como "derecho a hipotecarse durante 30 años para comprar una vivienda" o "derecho tener en propiedad una vivienda" a secas. Favorecer la compra de casas suena muy bien, pero en contextos con tipos de interés bajo y crédito fácil es pedir a gritos tener una burbuja y que te estalle en la cara. Y, por si alguien no se ha dado cuenta todavía, eso duele.
Los americanos habían parido básicamente un sistema parapúblico gigantesco para reducir el riesgo hipotecario, con el erario público corriendo parte del riesgo, que a su vez dejaba libre ingentes cantidades de capital libre ocioso para financiar subprimes. No era una buena idea. Lo de España era menos explícito, pero casi igual de absurdo.
Cuando el mercado de la vivienda finalmente resucite, de aquí dos o tres años, no sería mala idea, mientras todo el mundo anda perdiendo el tiempo buscando gangas de eliminar todas esas absurdas subvenciones a la compra, y reforzar el papel del alquiler en estos mercados. A ver si aprendemos.
Primero de todo, creo que vale la pena repetir lo obvio, una vez más: para una administración que empezó hablando de privatizar, eliminar regulaciones, brillante creatividad de los actores financieros libres de ataduras y el milagro del crédito infinito y el riesgo disperso, han acabado interviniendo en el mercado más que nadie. Lo más divertido (y preocupante) es que más que arreglar la tristemente insuficiente regulación del sistema, de momento andan más preocupados apagando fuegos y nacionalizando cosas. Como casi todo en la administración Bush, patada a seguir y que el problema lo arregle su sucesor.
Eso no quita que el rescate de Fannie y Freddie no fuera urgente, y que cómo bien comentan algunos, sea parecido a hacer salchichas. Ya se sabe, el dicho que hay dos cosas que uno no puede ver nunca como se hacen en vivo, salchichas y legislación (según Bismarck). Añadidle a esta lista las nacionalizaciones de emergencia; un mundo donde los accionistas pierden dinero, los contribuyentes se juegan sus impuestos, y los ex-directivos de las empresas en problemas se irán a casa con 15 millones de dólares por cabeza. Que no lloren los accionistas; son ellos los que deberían vigilar a los gerentes, no yo.
Lo que si me está sorprendiendo de todo este pollo, sin embargo, es la maldita obsesión de no pocos comentaristas y políticos diciendo que lo importante es que suceda lo que suceda, es importante que los herederos de Freddie y Fannie sigan proporcionando "hipotecas asequibles" a los votantes. Ya comenté no hace demasiado que las Mac nacen de la extraña obsesión americana en promocionar la compra de viviendas tanto como sea posible; de todas las funciones del estado, la verdad, me parece una de las más difíciles de justificar.
No es algo exclusivo de Estados Unidos, de hecho. En España compartimos la extraña obsesión de subvencionar la compra de casas a base de desgravaciones, junto con la especial obsesión local de construir y "regalar" vivienda protegida. Ya he comentado que esto del "derecho a la vivienda" no debe ser entendido como "derecho a hipotecarse durante 30 años para comprar una vivienda" o "derecho tener en propiedad una vivienda" a secas. Favorecer la compra de casas suena muy bien, pero en contextos con tipos de interés bajo y crédito fácil es pedir a gritos tener una burbuja y que te estalle en la cara. Y, por si alguien no se ha dado cuenta todavía, eso duele.
Los americanos habían parido básicamente un sistema parapúblico gigantesco para reducir el riesgo hipotecario, con el erario público corriendo parte del riesgo, que a su vez dejaba libre ingentes cantidades de capital libre ocioso para financiar subprimes. No era una buena idea. Lo de España era menos explícito, pero casi igual de absurdo.
Cuando el mercado de la vivienda finalmente resucite, de aquí dos o tres años, no sería mala idea, mientras todo el mundo anda perdiendo el tiempo buscando gangas de eliminar todas esas absurdas subvenciones a la compra, y reforzar el papel del alquiler en estos mercados. A ver si aprendemos.
lunes, septiembre 08, 2008
Pregunta aleatoria
Los republicanos en Estados Unidos, igual que los conservadores en Canadá, han sido tradicionalmente partidarios de incrementar y reforzar la descentralización a los estados y provincias. Los motivos son variados (y en el caso de los conservadores en Estados Unidos, bastante cínicos y relativamente recientes), pero es la derecha la que quiere un gobierno cercano a los ciudadanos, no la izquierda.
¿Por qué en cierto país de Europa -de hecho, en varios países de Europa; no todos- es la izquierda la que quiere descentralizar? Dejando de lado motivos puramente históricos, vale la pena recordar que lo que incluímos como políticas de derechas o izquierdas no es tan estricto o monolítico como uno diría.
¿Por qué en cierto país de Europa -de hecho, en varios países de Europa; no todos- es la izquierda la que quiere descentralizar? Dejando de lado motivos puramente históricos, vale la pena recordar que lo que incluímos como políticas de derechas o izquierdas no es tan estricto o monolítico como uno diría.
sábado, septiembre 06, 2008
Test político
Por la Moqueta andan haciendo un experimento, pidiendo a sus lectores que decidan cómo solucionarían la crisis económica actual en España. Echadle un vistazo, a ver qué pensáis.
Nacionalización
Fannie Mae y Freddie Mac, los dos engendros semipúblicos de solvencia discutible del mercado hipotecario americano, vuelven al redil federal. Las dos entidades, públicas de origen, se han metido en problemas más o menos serios (nadie sabe exactamente lo mal que están) en los últimos años, así que para evitar el miedo, horror y pavor que estaban causando en el mercado han acabado siendo nacionalizadas.
No que sea una sorpresa demasiado grande. La palabra que empieza por "N", ese gran tabú de la política económica americana, llevaba circulando desde hacía unos meses. Le llamen como le llamen (andan diciendo que es un "conservatorio") a la operación es realmente una expropiación bastante clásica, con los accionistas perdiendo hasta la camisa y el gobierno federal haciéndose cargo de las cuentas de las dos entidades, para bien y para mal. Es un rescate en toda regla: Fannie y Freddie estaban nadando en tinta roja, eran incapaces de conseguir capital y ya nadie confiaba en ellas. Bajo control federal, las pérdidas las pagarán los contribuyentes americanos (mal que nos pese); no hay más remedio.
¿Significa esto un incremento gigantesco del ya de por sí abultado déficit fiscal americano? Es difícil decirlo. Si bien las dos empresas hipotecarias estaban comiéndose pérdidas, es relativamente difícil decir hasta que punto sus problemas eran endógenos (hipotécas malas que no podían recuperar) o eran un resultado de la histérica paranoia existente en los mercados de crédito. He hablado del origen de estos problemas aquí y aquí, sin saber exáctamente qué hay en los libros de Fannie y Freddie (y aunque lo supiera, dudo que los entendiera) no me atrevo a decir más.
Sí se me ocurren, sin embargo, dos comentarios. Primero, creo que la nacionalización es de hecho una buena idea; no tiene sentido tener dos instituciones privadas de ese tamaño que viven a costa de una garantía pública. Fannie y Freddie vivían en un mundo en que si salía cara ganaban ellos, y si salía cruz pagaban los contribuyentes; ahora que ha salido cruz, me parece más que razonable quitar a los accionistas su juguete. Como comenta el artículo del NYT, una vez visto que la cosa tenía muy mal arreglo, era mejor nacionalizar rápido que esperar una temporada; lo último que uno quiere en un mercado financiero lleno de cagamandurrias es un par de prestamistas zombie talla XL si un destino o situación claras.
Segundo, no sé si esto acabará con las dudas de los mercados o no. Me temo que el miedo no se irá a ningún sitio, al menos a corto plazo. Como comentaba cuando empezó todo esto el día que "murió" Bear Sterns, no creo que estemos ante un problema de lobos con piel de cordero (y pérdidas en los libros) en un mar de corderitos aterrados; el problema es más una falta de regulación de qué es permisible y qué no lo es en el ultraconfuso sistema financiero mundial, y cómo y donde venden y revenden los bancos sus deudas e inversiones. Hasta que la regulación no establezca unos mecanismos y reglas concretos sobre cómo se hacen las cosas y -aún más importante- cómo se informa de cada inversión en los libros, los problemas seguirán.
Evidentemente, eso es una reforma muy, muy compleja y (según se mire) realmente ambiciosa. A dos meses de las elecciones, podemos olvidarnos de cualquier regulación hasta que haya un nuevo inquilino en la Casa Blanca en enero. Más si es Obama que McCain; el candidato republicano parece no estar demasiado por la labor de re-regular la industria financiera.
Lo más extraño de todo esto, de todos modos, es el hecho que la economía americana anda creciendo al 3% mientras los mercados financieros se desmoronan y el paro no deja de subir (y recordad, los datos de paro en EUA no son comparables directamente a los europeos; usan una contabilidad distinta y menos estricta). Técnicamente Estados Unidos no anda en recesión, pero hay un montón de gente que está viviendo una. Realmente, es una situación rara.
No que sea una sorpresa demasiado grande. La palabra que empieza por "N", ese gran tabú de la política económica americana, llevaba circulando desde hacía unos meses. Le llamen como le llamen (andan diciendo que es un "conservatorio") a la operación es realmente una expropiación bastante clásica, con los accionistas perdiendo hasta la camisa y el gobierno federal haciéndose cargo de las cuentas de las dos entidades, para bien y para mal. Es un rescate en toda regla: Fannie y Freddie estaban nadando en tinta roja, eran incapaces de conseguir capital y ya nadie confiaba en ellas. Bajo control federal, las pérdidas las pagarán los contribuyentes americanos (mal que nos pese); no hay más remedio.
¿Significa esto un incremento gigantesco del ya de por sí abultado déficit fiscal americano? Es difícil decirlo. Si bien las dos empresas hipotecarias estaban comiéndose pérdidas, es relativamente difícil decir hasta que punto sus problemas eran endógenos (hipotécas malas que no podían recuperar) o eran un resultado de la histérica paranoia existente en los mercados de crédito. He hablado del origen de estos problemas aquí y aquí, sin saber exáctamente qué hay en los libros de Fannie y Freddie (y aunque lo supiera, dudo que los entendiera) no me atrevo a decir más.
Sí se me ocurren, sin embargo, dos comentarios. Primero, creo que la nacionalización es de hecho una buena idea; no tiene sentido tener dos instituciones privadas de ese tamaño que viven a costa de una garantía pública. Fannie y Freddie vivían en un mundo en que si salía cara ganaban ellos, y si salía cruz pagaban los contribuyentes; ahora que ha salido cruz, me parece más que razonable quitar a los accionistas su juguete. Como comenta el artículo del NYT, una vez visto que la cosa tenía muy mal arreglo, era mejor nacionalizar rápido que esperar una temporada; lo último que uno quiere en un mercado financiero lleno de cagamandurrias es un par de prestamistas zombie talla XL si un destino o situación claras.
Segundo, no sé si esto acabará con las dudas de los mercados o no. Me temo que el miedo no se irá a ningún sitio, al menos a corto plazo. Como comentaba cuando empezó todo esto el día que "murió" Bear Sterns, no creo que estemos ante un problema de lobos con piel de cordero (y pérdidas en los libros) en un mar de corderitos aterrados; el problema es más una falta de regulación de qué es permisible y qué no lo es en el ultraconfuso sistema financiero mundial, y cómo y donde venden y revenden los bancos sus deudas e inversiones. Hasta que la regulación no establezca unos mecanismos y reglas concretos sobre cómo se hacen las cosas y -aún más importante- cómo se informa de cada inversión en los libros, los problemas seguirán.
Evidentemente, eso es una reforma muy, muy compleja y (según se mire) realmente ambiciosa. A dos meses de las elecciones, podemos olvidarnos de cualquier regulación hasta que haya un nuevo inquilino en la Casa Blanca en enero. Más si es Obama que McCain; el candidato republicano parece no estar demasiado por la labor de re-regular la industria financiera.
Lo más extraño de todo esto, de todos modos, es el hecho que la economía americana anda creciendo al 3% mientras los mercados financieros se desmoronan y el paro no deja de subir (y recordad, los datos de paro en EUA no son comparables directamente a los europeos; usan una contabilidad distinta y menos estricta). Técnicamente Estados Unidos no anda en recesión, pero hay un montón de gente que está viviendo una. Realmente, es una situación rara.
jueves, septiembre 04, 2008
No sólo son las autonomías
Estos días Belloch y un puñado de alcaldes andan pidiendo nueva financiación para las ciudades, para añadir un poco de salsa al debate autonómico. Algo que por cierto es muy, muy necesario, por el mismo motivo que hace falta cambiar la financiación autonómica: el sistema actual crea incentivos perversos, y contribuye a dispersar la población de forma torpe y desordenada.
Sí, las ciudades necesitan más dinero. Pero por encima de todo, es hora que aquí cada uno se pague sus caprichos e ideas raras; si una ciudad quiere cubrir autopistas, esto de endeudarse primero y pedir pasta después no vale. Y sí, hay proyectos en que el estado tiene que ayudar, pero no puede ser que las ciudades se lancen a hacer cosas raras confiando en que papá estado les cubra sus deudas a posteriori. En defensa de Gallardón, el tipo sí que subió sus impuestos para hacer todas esas inversiones, pero los alcaldes necesitan más margen de maniobra, y los votantes necesitan poden ver con más claridad quién cobra cada cosa, y quién está haciendo cada obra.
Sí, las ciudades necesitan más dinero. Pero por encima de todo, es hora que aquí cada uno se pague sus caprichos e ideas raras; si una ciudad quiere cubrir autopistas, esto de endeudarse primero y pedir pasta después no vale. Y sí, hay proyectos en que el estado tiene que ayudar, pero no puede ser que las ciudades se lancen a hacer cosas raras confiando en que papá estado les cubra sus deudas a posteriori. En defensa de Gallardón, el tipo sí que subió sus impuestos para hacer todas esas inversiones, pero los alcaldes necesitan más margen de maniobra, y los votantes necesitan poden ver con más claridad quién cobra cada cosa, y quién está haciendo cada obra.
martes, septiembre 02, 2008
Sobreviviendo a Gustav
Una nota rápida sobre Gustav, y la respuesta de las autoridades americanas: las cosas han funcionado bien. Sí, es un contraste enorme comparado con el desastre de Katrina, y sí, Gustav era menos potente, pero no deja de ser una muestra de cómo funcionan las cosas en Estados Unidos.
Primero de todo, es un sitio donde se hacen las cosas bien cuando se ponen a ello. No deja de ser un país capaz de hacer las cosas bien cuando quieren, a pesar de los pesares. Segundo, es una muestra de algo de lo que hablaba no hace mucho: las instituciones americanas funcionan a base de liderazgo, no de procedimiento. Si los jefes de las agencias y ejecutivos son buenos y están prestando atención activa a un problema, las cosas salen bien; si no, las cosas sencillamente no funcionan.
En España, Francia o Alemania, una organización como protección civil funcionará más o menos igual, independientemente de quien sea el ministro de interior de turno o la atención que le preste Zapatero. La burocracia será más o menos ágil, los funcionarios más o menos torpes, pero la respuesta será relativamente mecánica y consistente. Si la burocracia es mala, la respuesta será uniformemente torpe, y así será hasta que sea reformada en un proceso lento y lleno de resistencias. Si es buena, ya puedes tener un mono como director del tinglado, la respuesta será buena.
Con Gustav, el gobierno americano en bloque estaba prestando atención al problema. Las cosas salieron bien, por una vez. Buenas noticias.
Primero de todo, es un sitio donde se hacen las cosas bien cuando se ponen a ello. No deja de ser un país capaz de hacer las cosas bien cuando quieren, a pesar de los pesares. Segundo, es una muestra de algo de lo que hablaba no hace mucho: las instituciones americanas funcionan a base de liderazgo, no de procedimiento. Si los jefes de las agencias y ejecutivos son buenos y están prestando atención activa a un problema, las cosas salen bien; si no, las cosas sencillamente no funcionan.
En España, Francia o Alemania, una organización como protección civil funcionará más o menos igual, independientemente de quien sea el ministro de interior de turno o la atención que le preste Zapatero. La burocracia será más o menos ágil, los funcionarios más o menos torpes, pero la respuesta será relativamente mecánica y consistente. Si la burocracia es mala, la respuesta será uniformemente torpe, y así será hasta que sea reformada en un proceso lento y lleno de resistencias. Si es buena, ya puedes tener un mono como director del tinglado, la respuesta será buena.
Con Gustav, el gobierno americano en bloque estaba prestando atención al problema. Las cosas salieron bien, por una vez. Buenas noticias.
Perdiendo donde se ha ganado
Las noticias estos días en Afganistan son como mínimo preocupantes, y potencialmente pueden representar el principio de otra larga pesadilla de insurgencias y guerrillas en un país con un largo historial de violencia.
Algo que no es demasiado extraño, si uno mira las cifras. Los talibanes, siendo muy generoso, tienen 20.000 milicianos en armas; los aliados 53.000. El problema para las tropas internacionales es que Afganistan es un país un poco más grande que España, rematadamente montañoso, y con una larga tradición de meter el dedo en el ojo a cualquier ejército que pase por ahí haciendo turismo. Hay mucho sitio, y muchos montes, donde esconderse, especialmente cuando el ejército que se supone debe perseguir guerrilleros está bajo el mando de una pila de democracias con pocas ganas de juerga.
La opinión pública de la mayoría de países occidentales andan bastante escasos de entusiasmo militar estos días. Allá por el 2001 casi nadie se opuso a la invasión de Afganistan, en gran parte porque tenía sentido hacerlo. Incluso los alemanes, que después de 1945 no habían movido un dedo militarmente ni una sóla vez, se apuntaron a la juerga.
El problema llegó más tarde, el 2003, cuando los Estados Unidos y cuatro amigotes se lanzaron a por Irak, y dieron a las aventuras exteriores una mala imagen. Las democracias son, tradicionalmente, muy efectivas ganando guerras; los políticos saben que los votantes entienden qué es ganar y qué es perder cuando se trata de liarse a tiros, así que los dirigentes sólo se meten a tortas si saben que van a ganar. Tras el patético fracaso americano en Irak (al paso que van, habrán conseguido que Irán tenga un amigo nuevo en la región, nada más), los votantes de muchas democracias occidentales han empezado a mirar el conflicto afgano como una potencial repetición del desastre en el Tigris y Eufrates. Si los nativos están cabreados con nosotros, hacemos las maletas y para casa.
Lo que es una lastima, porque es una guerra que sí es relevante, y sí necesita todo el apoyo que uno puede ofrecer. Es cierto que los americanos han cometido un error tras otro, concentrando fuerzas donde no pueden ganar ya (y no, un Irak estable y amigo de Irán no es una victoria) y dejando de lado el territorio que realmente se puede convertir en fuente de problemas.
Cuando hablamos de potenciales enemigos es casi obligado hacer una distinción entre dos potenciales riesgos. El primero es viejo, conocido y relativamente fácil de controlar: el viejo estado-nación. Es Rusia, Irán, o China; un gobierno más o menos organizado, un territorio, unos cuantos millones de personas detrás, y la idea más o menos clara que no les caemos bien, quieren ser más poderosos, pero que son relativamente racionales al pelear con nosotros. Un estado nación puede ser malvado, pero no es estúpido; entiende los mensajes básicos del palo y la zanahoria, y no usará la violencia a no ser que no tenga otra salida.
El segundo problema es -relativamente- nuevo, y parece que los Estados Unidos no han acabado aún de entenderlo del todo: los no estados. Grupos de locos detrás de una idea que viven en lugares sin estado; lo suyo es usar la violencia como propaganda y punto, sin tener miedo que alguien tome represalias contra su organización. Básicamente, porque no tienen ninguna: tienen militantes y tienen sus tiendas de campaña, pero no tienen súbditos / ciudadanos que defender o territorio (industrias, infraestructuras, granjas) que cubrir. Lo suyo es hacer anuncios a bombazos, debilitar gobiernos (que sí tienen que defender cosas) y ver su idea cuaja.
Este segundo grupo es fácil de contener en cierto sentido, pero difícil de extinguir. En España tenemos experiencia en ello: ETA no se va nunca, pero es incapaz de ser nada más que una molestia. Las democracias occidentales pueden sobrevivir el terrorismo; la cuestión es como sacarse la molestia de encima. Para ello es necesario evitar que los terroristas lugares sin estado donde esconderse (complicado) y trabajo policial más o menos a la vieja usanza; quizás con un poco más de entusiamo (si eres el Mossad) si decides que eso del estado de derecho no tiene importancia fuera de tu propio país.
Afganistán es un sitio donde necesitamos que haya un estado de forma desesperada, nos guste o no. Al paso que vamos, parece que será cuestión de esperar a que Estados Unidos decida dejar de perder el tiempo en Irak y se concentré en este frente, pero no sería mala idea que los europeos se pongan las pilas.
Algo que no es demasiado extraño, si uno mira las cifras. Los talibanes, siendo muy generoso, tienen 20.000 milicianos en armas; los aliados 53.000. El problema para las tropas internacionales es que Afganistan es un país un poco más grande que España, rematadamente montañoso, y con una larga tradición de meter el dedo en el ojo a cualquier ejército que pase por ahí haciendo turismo. Hay mucho sitio, y muchos montes, donde esconderse, especialmente cuando el ejército que se supone debe perseguir guerrilleros está bajo el mando de una pila de democracias con pocas ganas de juerga.
La opinión pública de la mayoría de países occidentales andan bastante escasos de entusiasmo militar estos días. Allá por el 2001 casi nadie se opuso a la invasión de Afganistan, en gran parte porque tenía sentido hacerlo. Incluso los alemanes, que después de 1945 no habían movido un dedo militarmente ni una sóla vez, se apuntaron a la juerga.
El problema llegó más tarde, el 2003, cuando los Estados Unidos y cuatro amigotes se lanzaron a por Irak, y dieron a las aventuras exteriores una mala imagen. Las democracias son, tradicionalmente, muy efectivas ganando guerras; los políticos saben que los votantes entienden qué es ganar y qué es perder cuando se trata de liarse a tiros, así que los dirigentes sólo se meten a tortas si saben que van a ganar. Tras el patético fracaso americano en Irak (al paso que van, habrán conseguido que Irán tenga un amigo nuevo en la región, nada más), los votantes de muchas democracias occidentales han empezado a mirar el conflicto afgano como una potencial repetición del desastre en el Tigris y Eufrates. Si los nativos están cabreados con nosotros, hacemos las maletas y para casa.
Lo que es una lastima, porque es una guerra que sí es relevante, y sí necesita todo el apoyo que uno puede ofrecer. Es cierto que los americanos han cometido un error tras otro, concentrando fuerzas donde no pueden ganar ya (y no, un Irak estable y amigo de Irán no es una victoria) y dejando de lado el territorio que realmente se puede convertir en fuente de problemas.
Cuando hablamos de potenciales enemigos es casi obligado hacer una distinción entre dos potenciales riesgos. El primero es viejo, conocido y relativamente fácil de controlar: el viejo estado-nación. Es Rusia, Irán, o China; un gobierno más o menos organizado, un territorio, unos cuantos millones de personas detrás, y la idea más o menos clara que no les caemos bien, quieren ser más poderosos, pero que son relativamente racionales al pelear con nosotros. Un estado nación puede ser malvado, pero no es estúpido; entiende los mensajes básicos del palo y la zanahoria, y no usará la violencia a no ser que no tenga otra salida.
El segundo problema es -relativamente- nuevo, y parece que los Estados Unidos no han acabado aún de entenderlo del todo: los no estados. Grupos de locos detrás de una idea que viven en lugares sin estado; lo suyo es usar la violencia como propaganda y punto, sin tener miedo que alguien tome represalias contra su organización. Básicamente, porque no tienen ninguna: tienen militantes y tienen sus tiendas de campaña, pero no tienen súbditos / ciudadanos que defender o territorio (industrias, infraestructuras, granjas) que cubrir. Lo suyo es hacer anuncios a bombazos, debilitar gobiernos (que sí tienen que defender cosas) y ver su idea cuaja.
Este segundo grupo es fácil de contener en cierto sentido, pero difícil de extinguir. En España tenemos experiencia en ello: ETA no se va nunca, pero es incapaz de ser nada más que una molestia. Las democracias occidentales pueden sobrevivir el terrorismo; la cuestión es como sacarse la molestia de encima. Para ello es necesario evitar que los terroristas lugares sin estado donde esconderse (complicado) y trabajo policial más o menos a la vieja usanza; quizás con un poco más de entusiamo (si eres el Mossad) si decides que eso del estado de derecho no tiene importancia fuera de tu propio país.
Afganistán es un sitio donde necesitamos que haya un estado de forma desesperada, nos guste o no. Al paso que vamos, parece que será cuestión de esperar a que Estados Unidos decida dejar de perder el tiempo en Irak y se concentré en este frente, pero no sería mala idea que los europeos se pongan las pilas.
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