Estos días navideños, cuando nadie estaba mirando, el PP ha decidido que su estrategia con el proyecto de reforma del estatuto catalán estaba empezando a hacer agua. Sin dejar de repetir que el mal es Carod-Rovira y su habitual catálogo de espantajos, Rajoy ha decidido dejar de pegar alaridos desde la puerta y ha puesto el partido a presentar enmiendas. Será que el estatuto sí tiene solución, y no es el terror perfecto y absoluto que decían hará unas semanas...
¿Por qué el PP ha entrado en el juego? Hay varios factores importantes. El primero, y más obvio, es que las encuestas a finales de diciembre señalan un repunte del PSOE, no más desgaste. Tras tanto berrido y predicción del apocalipsis, el electorado ha visto que la catástrofe no llega, y ha empezado a desconfiar. El cambio de las encuestas está dentro del margen de error, pero es consistente con el hecho que cuando se pregunta a los españoles sobre los problemas del país, la desintegración de España o los nacionalismos no aparece nunca en la lista, y ha sido así desde hace meses.
El segundo factor, quizás más crucial, es que una vez en negociaciones, el control de la agenda política está totalmente en manos del PSOE de nuevo, y el PP lo sabe. Con los partidos catalanes y el gobierno sentados en una mesa, y los nacionalistas quejándose amargamente una y otra vez de la tacañería de Solbes (de manera equivocada, creo yo), Rajoy sabe que la imagen de inflexible guardián de las esencias patrias deja de ser exclusiva suya. Cuando ERC sale en las noticias se quejan de Rubalcaba, no de Acebes, negando el papel de paladín enmascarado constitucional a los populares. El PSOE monopoliza la imagen de controlador, mientras que los gritos del PP lo han dejado con la imagen de negadores compulsivos que no tenían ganas de hablar con nadie.
Tercero, y casi tan importante, se les han acabado los mensajes sencillos y llenos de humo, ahora que se ha descendido a hablar de cosas concretas. La mayoría de las grandes afirmaciones del PP al protestar contra el estatuto eran como mínimo poco rigurosas, siendo algunas singularmente extravagantes o críticas con prácticas habituales ya ahora del sistema autonómico. Tras la singular burrada de Rajoy diciendo que las autonomías "sólo están para hacer carreteras" y controlar cosas poco importantes como "sanidad y educación" (vamos, 35% o más del gasto público, como mínimo; son las políticas más caras), y presentar enmiendas que de hecho son más restrictivas que el estatuto actual (y la misma constitución) y no llegar con su mensaje a ninguna parte, está visto que tienen poco margen. Simplemente, tras tanto vociferar y hablar de abstractos han quedado a contrapié cuando ha tocado lo concreto, y sin un discurso posible en esa arena que no sea absurdamente restrictivo, y contrario a una percepción general que el sistema autonómico ha funcionado.
El PP ha llegado finalmente al final de sus contradicciones. Al Congreso se presentó un proyecto aprobado siguiendo estrictamente la legalidad, con el acuerdo del 90% del parlamento catalán, y de modo estrictamente pacífico y democrático. Si se siguen todas las reglas, se consigue un amplísimo consenso, y el PP se niega a escuchar, ¿qué tiene que hacer Cataluña para cambiar su estatuto, desde su punto de vista?. La imagen de los miembros del gobierno podando, recortando y hablando sobre el proyecto, mientras el PP echaba pestes sin descanso, ha acabado por forzar a los conservadores al redil.
El problema para Rajoy, me temo, es que ha llegado tarde, cuando ya no es creíble que su partido se sume a la negociación. Si el estatuto se aprueba, tras mucho crujir de dientes y protestas de los nacionalistas y con recortes (reales o simbólicos) visibles, el PP puede que acabe por ser el perdedor de esta historia.
4 comentarios:
O sea, ¿que España ya no se rompe? ¡Pues vaya rollo! Ahora que empezaba lo bueno...
Natural. Tanto meter miedo no lleva a ningún sitio.Siempre he tenido la sensación de que el PP no cree en el sistema autonómico: el caso del plan Ibarretxe fue algo parecido, España se rompía y había que hacer todos los desmanes legales posibles para impedir algo que se paró con una tarde de debate y una votación. Si el Estatut llega a buen término y se consigue un texto positivo desde los dos puntos de vista, el PSOE y los partidos catalanes saldrán reforzados (aunque probablemente estos últimos no tarden en volver a tirarse los trastos a la cabeza). El PP, por empeñarse en mantener una postura cerril y autista, podría sufrir un importante desgaste si se demuestra en la práctica que aquello que era tan malo que no valía la pena ni discutirlo en realidad se podía reconducir por una senda aceptable para todos.
Tranquis coleguis, que al final el pp, hará suyo el estatut y será el no va más.Es lo que llevan haciendo con la democracia, la constitución, el estado de las autonomías etc.Son como la iglesia , van contra corriente, pero cuando se dan cuenta del error, ellos son los inventores de las cosas que han criticado.!Hipócritas!
¿Pero alguien aquí se ha leído las propuestas que lleva el PP a la comisión? De aprobarse, significaría que el estatuto se convertiría en algo similar al anterior. Resulta difícil cambiar más de táctica para cambiar menos de posición.
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