Cuando se habla de economía en EUA, hay dos palabras que provocan inmediatamente una reacción de pánico: "socializar" y "nacionalizar". La primera se usa de vez en cuando al hablar de sanidad, y produce un profundo repelús a una cantidad ingente del público y crítica (no importa que la sanidad pública sea más eficiente). El segundo es un palabro tabú entre economistas del mundo entero; el equivalente económico al botón rojo detrás de un cristal que dice "sólo utilizar en caso de emergencia".
Tras el espantoso, aterrador espectaculo que Fannie Mae y Freddie Mac han estado dando estos días (y el hecho que el Congreso ha autorizado al tesoro a extenderles una línea de crédito ilimitada), hay ya bastantes voces que andan por aquí utilizando la palabra que empieza por "N" como solución / exorcismo a los tremendos problemas de riesgo moral que este seguro de vida público crea en dos compañías privadas. El último es Larry Summers, ex-secretario del Tesoro con Clinton y ex-presidente de Harvard; en otras palabras, un economista solvente nada sospechoso de criptocomunismo.
En contra de lo que dicen algunos, esto no triplicaría el déficit o aumentaría la deuda del gobierno federal en términos reales: como bien dice Summers, las deudas y obligaciones de Fannie Mae y Freddie Mac son ya ahora responsabilidad de los contribuyentes americanos en última instancia, por mucho que estén fuera de los libros merced de un artificio contable.
No que esta nacionalización vaya a arreglar las cosas ella solita, sin embargo. En LD citan un artículo horrendamente catastrofista de Nouriel Roubini que da bastante (muchísimo) miedo. Uno tendría tendencia a descartarlo (viene de LD, al fin y al cabo) pero Roubini es un economista conocido, con prestigio, y una irritante tendencia a acertar en sus predicciones en los últimos años; de hecho es uno de los poco que olfateó la crisis (y anticipó la caida del dólar). El desastre regulatorio del sistema financiero americano estos años recuerda un poco demasiado al desbarajuste de finales de los años veinte, salvando las distancias. A pesar que ahora los bancos centrales y ministros entienden mejor los mercados que entonces (y los gobiernos son menos alérgico a actuar), esto no ha terminado, ni mucho menos.
martes, julio 29, 2008
lunes, julio 28, 2008
Déficits a mansalva
El otro día hablaba como el hecho que las cuentas del estado en España se metan en déficit público no es demasiado preocupante. Hoy Solbes explicaba algo parecido, aparte de repasar las medidas que el gobierno está tomando para paliar la crisis (ya era hora; lástima que a finales de julio no hay nadie mirando las noticias); España se meterá en números rojos alrededor de 1- 1,5% del PIB, en el peor de los casos. Es una respuesta normal cuando los mercados de crédito en todo el mundo que habían financiado el crecimiento español, se han frenado en seco.
Evidentemente, no todos los déficits son iguales, y la noticia que Estados Unidos prevee meter las cuentas del gobierno federal en un -3,5% del PIB (en una estimación conservadora) si es bastante más preocupante. Para empezar, un deficit alto en un país que tiene una tasa de ahorro cutrelux (y tipos de interés que no van a subir) hace que su moneda se debilite, algo que no hará nada felices a los europeos.
Más allá de eso, una situación financiera tan negativa pone al próximo presidente en un dilema grave. Para eliminar el déficit, uno puede disminuir el gasto o subir los impuestos; el problema es que el gobierno federal americano ya gasta relativamente poco (sólo un 16-17% del PIB, una cifra muy pequeña comparativamente), así que hay poco que cortar (y no, uno no reduce el gasto militar cuando está en guerra), y el clima político del país es extraordinariamente alérgico a las subidas de impuestos. El próximo presidente, sea quien sea, entrará en la Casa Blanca con las manos atadas, algo nada deseable cuando el país está metiéndose en recesión.
La Casa Blanca de Bush parece ser incapaz de hacer una sola cosa bien. Qué novedad.
Evidentemente, no todos los déficits son iguales, y la noticia que Estados Unidos prevee meter las cuentas del gobierno federal en un -3,5% del PIB (en una estimación conservadora) si es bastante más preocupante. Para empezar, un deficit alto en un país que tiene una tasa de ahorro cutrelux (y tipos de interés que no van a subir) hace que su moneda se debilite, algo que no hará nada felices a los europeos.
Más allá de eso, una situación financiera tan negativa pone al próximo presidente en un dilema grave. Para eliminar el déficit, uno puede disminuir el gasto o subir los impuestos; el problema es que el gobierno federal americano ya gasta relativamente poco (sólo un 16-17% del PIB, una cifra muy pequeña comparativamente), así que hay poco que cortar (y no, uno no reduce el gasto militar cuando está en guerra), y el clima político del país es extraordinariamente alérgico a las subidas de impuestos. El próximo presidente, sea quien sea, entrará en la Casa Blanca con las manos atadas, algo nada deseable cuando el país está metiéndose en recesión.
La Casa Blanca de Bush parece ser incapaz de hacer una sola cosa bien. Qué novedad.
Glorias del trabajo soviético
Cuentan que en los años malos de la Unión Soviética, cuando la economía ya andaba totalmente perdida en planes quinquenales aleatorios y el gobierno estaba lleno de abueletes, que para conseguir el pleno empleo los gerifaltes comunistas acabaron creando un montón de puestos de trabajo absurdos. Desde abrir puertas de garage manualmente a contador de personas en un torno de metro, no había tarea lo suficiente absurda que no justificara un sueldo a un ciudadano del glorioso régimen soviético.
Hoy andaba yo haciendo la compra por aquí Connecticut, y la verdad, me he quedado sorprendido con la alegre vitalidad del pleno empleo estilo soviético aquí en EUA. Que alguien me corrija si ando equivocado, pero por España no recuerdo que en ningún supermercado tengan a un tipo poniéndote la compra en bolsas mientras el cajero te cobra. De igual modo, no recuerdo ninguna hipermercado que tenga gente en la puerta que tiene como único cometido darte los buenos días con cara de profundo, profundo aburrimiento. Por no hablar de la persona que está en los pasos de cebra cerca de los colegios a la hora de entrada y salida, dirigiendo el tráfico, los cientos de tipos que se aburren como ostras atendiendo un cliente a la hora en los McDonalds que abren las 24 horas, y montones de trabajos de este estilo.
¿Por qué hay tantos trabajos tan radicalmente poco productivos? La verdad, no estoy seguro, pero diría que tiene bastante que ver con lo patéticamente bajo que es el salario mínimo, y la extraordinaria liberalización del mercado laboral. Si a un empresario le cuesta cuatro perras tener a alguien poniendo la compra en bolsas, y ese minúsculo plus en comodidad atrae algún cliente, es fácil tener a un universitario hambriento o una ancianita con una pensión demasiado baja haciendo el trabajo. El resultado es que hay una cantidad ingente de empleo basura, a veces a tiempo parcial con horas totalmente aleatorias, que ayudan a mantener a mucha gente que no puede conseguir ningún otro trabajo.
Mirando esta clase de trabajos desde un punto de vista más macro, es una muestra bastante clara sobre cómo tener un salario mínimo ridículo y poca protección laboral puede crear desigualdad.
La explicación es bastante sencilla. La productividad marginal de un trabajador, por muy incompetente que sea, está por encima del salarío mínimo cuando este es muy, muy bajo. Sin embargo, este precio mínimo es el punto de partida de cualquier negociación salarial para trabajadores no cualificados, que tienen que competir con más gente que nadie para poder trabajar. Un aumento del salario mínimo sólo eliminaría los puestos de trabajo más ridículamente improductivos, pero no no echaría del mercado de forma automática a todo aquel que cobra el salario mínimo. Es el viejo monopsomio del que hablaba hace una temporada, aplicado a la economía real.
Hoy andaba yo haciendo la compra por aquí Connecticut, y la verdad, me he quedado sorprendido con la alegre vitalidad del pleno empleo estilo soviético aquí en EUA. Que alguien me corrija si ando equivocado, pero por España no recuerdo que en ningún supermercado tengan a un tipo poniéndote la compra en bolsas mientras el cajero te cobra. De igual modo, no recuerdo ninguna hipermercado que tenga gente en la puerta que tiene como único cometido darte los buenos días con cara de profundo, profundo aburrimiento. Por no hablar de la persona que está en los pasos de cebra cerca de los colegios a la hora de entrada y salida, dirigiendo el tráfico, los cientos de tipos que se aburren como ostras atendiendo un cliente a la hora en los McDonalds que abren las 24 horas, y montones de trabajos de este estilo.
¿Por qué hay tantos trabajos tan radicalmente poco productivos? La verdad, no estoy seguro, pero diría que tiene bastante que ver con lo patéticamente bajo que es el salario mínimo, y la extraordinaria liberalización del mercado laboral. Si a un empresario le cuesta cuatro perras tener a alguien poniendo la compra en bolsas, y ese minúsculo plus en comodidad atrae algún cliente, es fácil tener a un universitario hambriento o una ancianita con una pensión demasiado baja haciendo el trabajo. El resultado es que hay una cantidad ingente de empleo basura, a veces a tiempo parcial con horas totalmente aleatorias, que ayudan a mantener a mucha gente que no puede conseguir ningún otro trabajo.
Mirando esta clase de trabajos desde un punto de vista más macro, es una muestra bastante clara sobre cómo tener un salario mínimo ridículo y poca protección laboral puede crear desigualdad.
La explicación es bastante sencilla. La productividad marginal de un trabajador, por muy incompetente que sea, está por encima del salarío mínimo cuando este es muy, muy bajo. Sin embargo, este precio mínimo es el punto de partida de cualquier negociación salarial para trabajadores no cualificados, que tienen que competir con más gente que nadie para poder trabajar. Un aumento del salario mínimo sólo eliminaría los puestos de trabajo más ridículamente improductivos, pero no no echaría del mercado de forma automática a todo aquel que cobra el salario mínimo. Es el viejo monopsomio del que hablaba hace una temporada, aplicado a la economía real.
sábado, julio 26, 2008
La paz del viejo diablo
Cuando Karadzic fue detenido, once años después de convertirse en el fugitivo más buscado de Europa, nos alegramos todos. No importa que Serbia se decidiera detenerle para poder seguir aspirando a entrar en la Unión Europea (¿hay una mejor demostración del "poder suave" de la UE que esta, por cierto?), tener un monstruo como él entre rejas siempre es una buena noticia.
Más allá de lo que la detención representa (el progresivo aumento del papel del tribunal de la Haya, la normalización de Serbia, el cada vez más obvio campo gravitatorio de la Unión Europea en el mundo, a pesar de las objeciones de sus miembros), una de las cosas que más me sorprendió de todo esto es la más irrelevante: la vida del mismo Karadzic. Tras años en el poder, siendo la misma encarnación de un rey diablo que asolaba los Balcanes, el antiguo dictador caido en desgracia volvió a la vida como curandero, una especie de místico que estudiaba y curaba almas rotas.
Estos días he escuchado en NPR una entrevista al que fuera el editor de la revista que publicaba los artículos de Karadzic; un tipo que no tenía la más remota idea sobre con quién estaba tratando. Le describía como una persona espiritual, sobria, profunda, que escribía sobre los paralelismos entre las técnicas de meditación tradicional de los monjes ortodoxos en los Balcanes y la meditación más convencional. Una especie de sabio barbudo, tranquilo, con una rica vida interior, que tenía sus clientes y sus estudios, y era cordial, cortés y agradable en persona. La viva imagen del aburrimiento pacífico.
¿Qué le pasaba por la cabeza a Karadzic? ¿Qué fue de él todos estos años? ¿Qué clase de mente es capaz de asesinar a miles de personas un año, y ser un gurú de la vida sana años después, sin que te tiemble el pulso? Es algo que no me consigo explicar, y que supongo que realmente no tiene una explicación sólida.
Sabemos que los seres humanos a veces somos capaces de cometer crímenes horribles, simplemente siguiendo órdenes. Sabemos que llevamos el mal dentro, y que a veces emerge sin motivo. Sabemos que somos capaces a traicionarnos a nosotros mismos y apoyar ideas horribles para no ser marginados. Lo que no seré capaz de entender nunca, sin embargo, es esta capacidad obscena que a veces tenemos para ser capaces de separar nuestra vida, nuestra existencia, en mundos distintos. Ser capaces de ser un monstruo y un charlatán, un monstruo y un poeta al mismo tiempo.
Qué frágiles somos.
Más allá de lo que la detención representa (el progresivo aumento del papel del tribunal de la Haya, la normalización de Serbia, el cada vez más obvio campo gravitatorio de la Unión Europea en el mundo, a pesar de las objeciones de sus miembros), una de las cosas que más me sorprendió de todo esto es la más irrelevante: la vida del mismo Karadzic. Tras años en el poder, siendo la misma encarnación de un rey diablo que asolaba los Balcanes, el antiguo dictador caido en desgracia volvió a la vida como curandero, una especie de místico que estudiaba y curaba almas rotas.
Estos días he escuchado en NPR una entrevista al que fuera el editor de la revista que publicaba los artículos de Karadzic; un tipo que no tenía la más remota idea sobre con quién estaba tratando. Le describía como una persona espiritual, sobria, profunda, que escribía sobre los paralelismos entre las técnicas de meditación tradicional de los monjes ortodoxos en los Balcanes y la meditación más convencional. Una especie de sabio barbudo, tranquilo, con una rica vida interior, que tenía sus clientes y sus estudios, y era cordial, cortés y agradable en persona. La viva imagen del aburrimiento pacífico.
¿Qué le pasaba por la cabeza a Karadzic? ¿Qué fue de él todos estos años? ¿Qué clase de mente es capaz de asesinar a miles de personas un año, y ser un gurú de la vida sana años después, sin que te tiemble el pulso? Es algo que no me consigo explicar, y que supongo que realmente no tiene una explicación sólida.
Sabemos que los seres humanos a veces somos capaces de cometer crímenes horribles, simplemente siguiendo órdenes. Sabemos que llevamos el mal dentro, y que a veces emerge sin motivo. Sabemos que somos capaces a traicionarnos a nosotros mismos y apoyar ideas horribles para no ser marginados. Lo que no seré capaz de entender nunca, sin embargo, es esta capacidad obscena que a veces tenemos para ser capaces de separar nuestra vida, nuestra existencia, en mundos distintos. Ser capaces de ser un monstruo y un charlatán, un monstruo y un poeta al mismo tiempo.
Qué frágiles somos.
jueves, julio 24, 2008
Reduciendo emisiones, o como nada es gratis
No es fácil discutir con los escépticos sobre el cambio climático. Aparte de la clásica manía de exigir que el mundo conteste cualquier afirmación que hagan, sean desde la fuente que sea (obsoleta o no), lo cierto es que algunas de sus reservas para afrontar la crisis no dejan de ser ciertas. Lo que debería ser más preocupante para, muchas de esas objeciones no acostumbran a recibir respuestas honestas, a pesar que crean dilemas políticos que deben ser resueltos.
Estoy hablando, como no, de los costes. Reducir emisiones no es gratuito, y alguien va a acabar pagando la factura. Cuando se diseña un sistema para reducir emisiones, debemos tener en cuenta dónde van a recaer los costes, y evaluar si ese reparto es proporcional, progresivo o regresivo.
Si queremos ser precisos, sin embargo, al hablar de reducir emisiones más que hablar de "pagar" debemos hablar de "retirar subvenciones". El origen del problema, el motivo detrás del exceso de contaminación, es el hecho que hemos estado obviando su coste durante demasiado tiempo; de hecho, al no atender a este coste lo que hemos hecho es subvecionar a aquellos que contaminan (gracias, por cierto). No estamos hablando de "robar" dinero a base de impuestos; la intención es hacer que el coste de las externalidades entre dentro de los presupuestos de los agentes.
El punto de partida al hablar de estos costes, sin embargo, es que son bastante uniformes para la inmensa mayoría de la población. La cantidad de energía que consumimos (y carbono que emitimos) es relativamente similar según nivel de renta; el "mínimo vital" es bastante uniforme, con poco gasto adicional más allá de un coche o una casa un poco más grande (pero probablemente más eficiente) y una mayor propensión a viajar según se tiene más renta. Si cargamos el coste de la contaminación de forma uniforme, el efecto será seguramente ligeramente regresivo.
Hay tres diseños básicos al tratar de reducir emisiones: impuesto sobre emisiones a toda la economía, dar permisos de emisiones que pueden ser vendidos, o subastar permisos. El primer método es el más sencillo, y la verdad, probablemente el más eficiente. Es básicamente lo que hacemos en Europa con la gasolina: impuestos altos que pagan parte de las externalidades (o todas; no he hecho números), disuaden el consumo y hacen que la gente utilice el coche menos. Parte de los ingresos del impuesto se utiliza en políticas para compensar a los que tienen problemas para pagarlo; básicamente, en transporte público subvencionado.
Es un modelo que podría ser extendido a toda la economía, aunque seguramente sería atrozmente impopular. Los ingresos fiscales podrían ser compensandos reduciendo el impuesto sobre la renta para la gente con pocos ingresos, y subiendo las pensiones, así que su regresividad puede ser reparada en el lado del gasto. Aun así, no sé si hay algún político con los redaños para impulsar una reforma de este estilo.
Las otras dos opciones parecen similares, pero no lo son. El repartir permisos a los contaminantes es esencialmente una subvención a los contaminantes; se concede el derecho a llenar el aire de mierda de gorras a los que lo hacen ahora. El número de permisos en el mercado se irá reduciendo, así que las emisiones disminuirán, pero el coste de esta reducción caerá en los consumidores vía aumento de precios: sea porque las empresas tienen que comprar los permisos cada vez más escasos o invertir en contaminar más, los costes subirán y se reflejarán en los precios. Es el sistema que implementó la Unión Europea al principio, aunque debido al número excesivo de permisos emitidos, el efecto ha sido escaso tanto en emisiones como en precios. Es también la propuesta de McCain para EUA, cosa que no debería sorprender a nadie.
La subasta de permisos es de hecho una versión rebuscada del impuesto sobre el carbono, con un efecto básicamente idéntico según el nivel de permisos. Es mucho menos transparente que un impuesto general, algo que es básicamente horrendo al diseñar un sistema fiscal, pero es un poco más flexible, ya que permite la compraventa de permisos. No es un sistema especialmente elegante, pero es muy superior al reparto gratuito: el coste de las emisiones recae sobre todos los actores por igual -más o menos- y el estado obtiene recursos para proteger a los perdedores. Es la propuesta de Obama para EUA, y lo que tiene en mente la Unión Europea para los próximos años; un plan decente, pero no ideal.
Resumiendo: si queremos resolver el cambio climático, nos podemos olvidar de lanzar basura al aire libre sin pagar; nos va a costar dinero. Tenemos que tomar la decisión sobre cómo lo hacemos con cuidado.
Estoy hablando, como no, de los costes. Reducir emisiones no es gratuito, y alguien va a acabar pagando la factura. Cuando se diseña un sistema para reducir emisiones, debemos tener en cuenta dónde van a recaer los costes, y evaluar si ese reparto es proporcional, progresivo o regresivo.
Si queremos ser precisos, sin embargo, al hablar de reducir emisiones más que hablar de "pagar" debemos hablar de "retirar subvenciones". El origen del problema, el motivo detrás del exceso de contaminación, es el hecho que hemos estado obviando su coste durante demasiado tiempo; de hecho, al no atender a este coste lo que hemos hecho es subvecionar a aquellos que contaminan (gracias, por cierto). No estamos hablando de "robar" dinero a base de impuestos; la intención es hacer que el coste de las externalidades entre dentro de los presupuestos de los agentes.
El punto de partida al hablar de estos costes, sin embargo, es que son bastante uniformes para la inmensa mayoría de la población. La cantidad de energía que consumimos (y carbono que emitimos) es relativamente similar según nivel de renta; el "mínimo vital" es bastante uniforme, con poco gasto adicional más allá de un coche o una casa un poco más grande (pero probablemente más eficiente) y una mayor propensión a viajar según se tiene más renta. Si cargamos el coste de la contaminación de forma uniforme, el efecto será seguramente ligeramente regresivo.
Hay tres diseños básicos al tratar de reducir emisiones: impuesto sobre emisiones a toda la economía, dar permisos de emisiones que pueden ser vendidos, o subastar permisos. El primer método es el más sencillo, y la verdad, probablemente el más eficiente. Es básicamente lo que hacemos en Europa con la gasolina: impuestos altos que pagan parte de las externalidades (o todas; no he hecho números), disuaden el consumo y hacen que la gente utilice el coche menos. Parte de los ingresos del impuesto se utiliza en políticas para compensar a los que tienen problemas para pagarlo; básicamente, en transporte público subvencionado.
Es un modelo que podría ser extendido a toda la economía, aunque seguramente sería atrozmente impopular. Los ingresos fiscales podrían ser compensandos reduciendo el impuesto sobre la renta para la gente con pocos ingresos, y subiendo las pensiones, así que su regresividad puede ser reparada en el lado del gasto. Aun así, no sé si hay algún político con los redaños para impulsar una reforma de este estilo.
Las otras dos opciones parecen similares, pero no lo son. El repartir permisos a los contaminantes es esencialmente una subvención a los contaminantes; se concede el derecho a llenar el aire de mierda de gorras a los que lo hacen ahora. El número de permisos en el mercado se irá reduciendo, así que las emisiones disminuirán, pero el coste de esta reducción caerá en los consumidores vía aumento de precios: sea porque las empresas tienen que comprar los permisos cada vez más escasos o invertir en contaminar más, los costes subirán y se reflejarán en los precios. Es el sistema que implementó la Unión Europea al principio, aunque debido al número excesivo de permisos emitidos, el efecto ha sido escaso tanto en emisiones como en precios. Es también la propuesta de McCain para EUA, cosa que no debería sorprender a nadie.
La subasta de permisos es de hecho una versión rebuscada del impuesto sobre el carbono, con un efecto básicamente idéntico según el nivel de permisos. Es mucho menos transparente que un impuesto general, algo que es básicamente horrendo al diseñar un sistema fiscal, pero es un poco más flexible, ya que permite la compraventa de permisos. No es un sistema especialmente elegante, pero es muy superior al reparto gratuito: el coste de las emisiones recae sobre todos los actores por igual -más o menos- y el estado obtiene recursos para proteger a los perdedores. Es la propuesta de Obama para EUA, y lo que tiene en mente la Unión Europea para los próximos años; un plan decente, pero no ideal.
Resumiendo: si queremos resolver el cambio climático, nos podemos olvidar de lanzar basura al aire libre sin pagar; nos va a costar dinero. Tenemos que tomar la decisión sobre cómo lo hacemos con cuidado.
martes, julio 22, 2008
El fantasma del déficit
Comentan con gran fanfarria y ruidoso rasgado de vestiduras que las cuentas del estado en España se han metido en déficit. Dicho en términos pedestres, las arcas públicas ingresan menos de lo que gastan, así que Solbes ha tenido que sacar la tarjeta de crédito para seguir poniendo el dinero donde había prometido.
¿Es esto grave, preocupante o catastrófico? No. De hecho, es algo perfectamente natural y necesario para enfrentarse a la crisis actual; es una estrategia económica utilizada en todas partes, bien probada y que da buenos resultados si se aplica bien. Básicamente es una aplicación actualizada del viejo librillo de Keynes de responder a crisis económicas a base de aumentar el gasto público, con (bastantes) cambios para adaptar la receta a los nuevos tiempos.
La idea es que en épocas en que factores estructurales hacen que la demanda agregada se resienta, el estado compense esta reducción gastando dinero. Según sea el origen de la crisis, este gasto irá a un sitio u otro y será más o menos efectivo. El gasto público raramente puede evitar la recesión por sí sólo -el meterse en déficits no crea crecimiento por sí sólo; eso viene de otros sitios- pero sí suaviza la crisis, ayudando a los perdedores a superar los apuros (subsidios de paro, ayudas sociales, sanidad pública) y haciendo inversiones que ayudan al crecimiento futuro (infraestructuras, I+D). En algunas ocasiones (véase EUA) parte de este gasto extra tiene que ir a rescatar bancos o entidades financieras, también para evitar que la recesión empeore.
¿Es meterse en déficit público pan para hoy y hambre para mañana? No necesariamente. Para empezar, España tiene un nivel de deuda pública razonablemente bajo, por debajo del 40% del PIB (EUA está en el 65%, Alemania en el 67%, como comparación); hay margen para tener déficit una temporadita. Aunque las condiciones de crédito a nivel internacional son bastante malas, la deuda española es fiable (el estado paga siempre), así que se conseguirán buenos tipos de interés (de hecho, en contra de lo que dicen por LD, estamos pagando tipos comparables a los de Alemania ahora mismo).
Más allá de esto, el gasto que se hace al entrar en deuda no es necesariamente menor consumo mañana. El dinero gastado en subsidios de desempleo evitará, por ejemplo, que no pocas hipotecas queden impagadas. Eso evitará que el mercado inmobiliario se hunda todavía más, haciendo que la perdida de puestos de trabajo sea menor, y haciendo que el estado pierda menos ingresos a medio plazo. En otros capítulos de gasto, podemos pensar en el AVE Madrid-Valencia, que se financia en parte con deuda. Es una infraestructura que utilizaremos durante décadas, así que vale la pena pagarla de modo que los contribuyentes futuros también carguen con parte del coste.
Lo que si es cierto, sin embargo, es que no estamos ante una crisis en que aumentar un poco el gasto público sea un arreglo suficiente. Estamos hablando, al fin y al cabo, de problemas de carácter estructural en un sector clave (construcción) y un problema de carácter general en la economía, el precio de la energía. Redondeándolo todo, es hora de hacer algo también acerca de la productividad de la economía, y ya puestos, aumentar la competencia en varios mercados para reducir la inflación. El gobierno ha hecho cosas en todos estos sectores (aunque la verdad, no lo suficiente) y se ha explicado horriblemente mal al dar a conocer estas medidas (para variar), pero parece claro que no es cuestión de sentarse y esperar.
De momento, parece que tienen las ideas correctas, pero no estaría mal que se viera un poco más de urgencia. Ya se sabe, situación de crisis.
¿Es esto grave, preocupante o catastrófico? No. De hecho, es algo perfectamente natural y necesario para enfrentarse a la crisis actual; es una estrategia económica utilizada en todas partes, bien probada y que da buenos resultados si se aplica bien. Básicamente es una aplicación actualizada del viejo librillo de Keynes de responder a crisis económicas a base de aumentar el gasto público, con (bastantes) cambios para adaptar la receta a los nuevos tiempos.
La idea es que en épocas en que factores estructurales hacen que la demanda agregada se resienta, el estado compense esta reducción gastando dinero. Según sea el origen de la crisis, este gasto irá a un sitio u otro y será más o menos efectivo. El gasto público raramente puede evitar la recesión por sí sólo -el meterse en déficits no crea crecimiento por sí sólo; eso viene de otros sitios- pero sí suaviza la crisis, ayudando a los perdedores a superar los apuros (subsidios de paro, ayudas sociales, sanidad pública) y haciendo inversiones que ayudan al crecimiento futuro (infraestructuras, I+D). En algunas ocasiones (véase EUA) parte de este gasto extra tiene que ir a rescatar bancos o entidades financieras, también para evitar que la recesión empeore.
¿Es meterse en déficit público pan para hoy y hambre para mañana? No necesariamente. Para empezar, España tiene un nivel de deuda pública razonablemente bajo, por debajo del 40% del PIB (EUA está en el 65%, Alemania en el 67%, como comparación); hay margen para tener déficit una temporadita. Aunque las condiciones de crédito a nivel internacional son bastante malas, la deuda española es fiable (el estado paga siempre), así que se conseguirán buenos tipos de interés (de hecho, en contra de lo que dicen por LD, estamos pagando tipos comparables a los de Alemania ahora mismo).
Más allá de esto, el gasto que se hace al entrar en deuda no es necesariamente menor consumo mañana. El dinero gastado en subsidios de desempleo evitará, por ejemplo, que no pocas hipotecas queden impagadas. Eso evitará que el mercado inmobiliario se hunda todavía más, haciendo que la perdida de puestos de trabajo sea menor, y haciendo que el estado pierda menos ingresos a medio plazo. En otros capítulos de gasto, podemos pensar en el AVE Madrid-Valencia, que se financia en parte con deuda. Es una infraestructura que utilizaremos durante décadas, así que vale la pena pagarla de modo que los contribuyentes futuros también carguen con parte del coste.
Lo que si es cierto, sin embargo, es que no estamos ante una crisis en que aumentar un poco el gasto público sea un arreglo suficiente. Estamos hablando, al fin y al cabo, de problemas de carácter estructural en un sector clave (construcción) y un problema de carácter general en la economía, el precio de la energía. Redondeándolo todo, es hora de hacer algo también acerca de la productividad de la economía, y ya puestos, aumentar la competencia en varios mercados para reducir la inflación. El gobierno ha hecho cosas en todos estos sectores (aunque la verdad, no lo suficiente) y se ha explicado horriblemente mal al dar a conocer estas medidas (para variar), pero parece claro que no es cuestión de sentarse y esperar.
De momento, parece que tienen las ideas correctas, pero no estaría mal que se viera un poco más de urgencia. Ya se sabe, situación de crisis.
viernes, julio 18, 2008
Evitando rescates absurdos
La reacción del gobierno ante las quiebras de constructoras estos días y las peticiones de auxilio desesperadas de las líneas aéreas ha sido relativamente buena.
Desde un punto de vista de política económica, no hay nada que objetar; si un empresario ha invertido en algo que estaba clarísimamente destinado a frenar en seco tarde o temprano, cuando el empresario se estrella el gobierno tiene que salir del medio y dejar que se la pegue. Del mismo modo, cuando una empresa de transporte que depende de un recurso caro, limitado y contaminante se ve forzada a reducir oferta o subir precios, el gobierno hace bien en dejarlos solitos. El gobierno debe simplemente dejar claro que los beneficios empresariales son del empresario, así que las perdidas lo son también.
Lo único que he echado de menos es quizás algunas notas extras de compasión hacia los trabajadores que son despedidos. El estado del bienestar está para eso, para que la gente no pague el pato de una quiebra que no han provocado o lo pasen mal cuando tienen mala suerte; el gobierno debería recordar esto más a menudo. Ya puestos, añadir programas especiales de formación, asesoramiento para acceder a ayudas para quien lo necesite y cosas por este estilo no iría mal; son programas baratos, efectivos y que la verdad quedan muy bien.
A todo esto, el principio de no socializar las pérdidas es válido casi siempre, pero hay excepciones. Como he explicado otras veces, los bancos y algunas entidades financieras no pueden morir nunca, y por eso se las regula (o debe regular) con fuerza. El resto... buen viaje.
Desde un punto de vista de política económica, no hay nada que objetar; si un empresario ha invertido en algo que estaba clarísimamente destinado a frenar en seco tarde o temprano, cuando el empresario se estrella el gobierno tiene que salir del medio y dejar que se la pegue. Del mismo modo, cuando una empresa de transporte que depende de un recurso caro, limitado y contaminante se ve forzada a reducir oferta o subir precios, el gobierno hace bien en dejarlos solitos. El gobierno debe simplemente dejar claro que los beneficios empresariales son del empresario, así que las perdidas lo son también.
Lo único que he echado de menos es quizás algunas notas extras de compasión hacia los trabajadores que son despedidos. El estado del bienestar está para eso, para que la gente no pague el pato de una quiebra que no han provocado o lo pasen mal cuando tienen mala suerte; el gobierno debería recordar esto más a menudo. Ya puestos, añadir programas especiales de formación, asesoramiento para acceder a ayudas para quien lo necesite y cosas por este estilo no iría mal; son programas baratos, efectivos y que la verdad quedan muy bien.
A todo esto, el principio de no socializar las pérdidas es válido casi siempre, pero hay excepciones. Como he explicado otras veces, los bancos y algunas entidades financieras no pueden morir nunca, y por eso se las regula (o debe regular) con fuerza. El resto... buen viaje.
miércoles, julio 16, 2008
Argentina o la clásica tontería fiscal
No sé si alguno lo habrá oído, pero por Argentina andan otra vez entre cacerolazos y pancartas. El origen de las protestas esta vez no es un corralito o controles de capitales, sino una medida política que le sonará a cualquier persona que conozca un poco la historia del país: los aranceles a las exportaciones agrícolas,bajo el eufemismo de "retenciones móviles".
Es una medida de política en principio cargadita de buenas intenciones. La idea es simple: el precio de los alimentos ha subido muchísimo a nivel internacional. Los agricultores están exportando mucho y haciéndose ricos, mientras que en las ciudades la gente no puede pagar esos precios. Para evitar que eso suceda, forzamos a los agricultores a pagar un impuesto cuando exporten para que les sea menos rentable, exporten menos, y vendan más barato en casa.
¿El problema? Es una sonora estupidez. Lo que sucede es más bien lo siguiente, simplificando un poco:
1. El impuesto obliga a los agricultores a reducir sus beneficios si quieren exportar. No pueden vender por encima de precio de mercado nadie les compraría nada), así que si quieren vender fuera, se comen ellos la tasa.
2. Si deciden no exportar, tienen un volumen de produción "X" que es el de un país exportador de alimentos; muchísimo más que lo que demanda el país. La oferta de productos agrarios es gigantesca, así que el precio de mercado de esos productos dentro de Argentina se derrumba.
3. Los agricultores dicen que una mierda van a estar produciendo burradas de comida que no pueden vender en el exterior, donde los alimentos están caros, y que deben vender perdiendo dinero a patadas en el interior, porque hay un exceso de oferta galopante. No son imbéciles. Por lo tanto, no producen.
4. Los mercados dentro de Argentina se quedan sin comida.
En el sentido estricto, el paso "2" es una abstracción; los agricultores dejan de producir cuando ven el arancel, ya que saben que si mantienen el nivel de producción exportador perderán dinero a espuertas. El resultado es de hecho el mismo; nadie va a producir por debajo el precio de mercado, ya que sencillamente no sale a cuenta. A medio-largo plazo, el desabastecimiento provocaría una subida de precios dentro del país, que haría aumentar la oferta poco a poco. Sin embargo, el resultado final sería un país con precios algo inferiores al mercado internacional (por pura lógica económica) que no exporta y produce mucho menos.
Es el viejo conflicto de siempre en Argentina entre clase obrera urbana y el hiper-productivo sector agrícola cuando hay un boom exportador; no es la primera vez que un peronista tiene esta "brillante" idea de aranceles. Desde el punto de vista economíco, es una tontería bastante obvia, y que produce el resultado anticipado por un modelo económico de primero de carrera.
¿Por qué se escoge este impuesto y no otro al intentar redistribuir? Alex, de La Moqueta, sabe bastante más que yo de esto, pero la idea general es que es mucho más barato políticamente. Si queremos ayudar a los pobres a comprar comida, podemos hacerlo a base de artefactos arancelarios, o ayudándoles a comprar comida directamente, dándoles vales o ayudas directas para alimentos. Hacer lo primero es fácil; impuesto sobre exportaciones que sólo pagan directamente cuatro gatos, tiene un coste político cero, y es muy fácil de gestionar. Hacer lo segundo necesita un impuesto general, un control aceptable sobre quién necesita ayuda, y es más difícil de aplicar.
Si eres Peronista y tu base de poder es clases trabajadores urbanas, ¿qué harás?. Arancel al canto, y puedes echar la culpa de tus males en el espantajo tradicional del partido, el malvado terrateniente que se lleva todo el dinero. No es que sea una buena medida económica, pero no vamos a pretender que los políticos argentinos se preocupan por estas cosas a estas alturas.
Es una medida de política en principio cargadita de buenas intenciones. La idea es simple: el precio de los alimentos ha subido muchísimo a nivel internacional. Los agricultores están exportando mucho y haciéndose ricos, mientras que en las ciudades la gente no puede pagar esos precios. Para evitar que eso suceda, forzamos a los agricultores a pagar un impuesto cuando exporten para que les sea menos rentable, exporten menos, y vendan más barato en casa.
¿El problema? Es una sonora estupidez. Lo que sucede es más bien lo siguiente, simplificando un poco:
1. El impuesto obliga a los agricultores a reducir sus beneficios si quieren exportar. No pueden vender por encima de precio de mercado nadie les compraría nada), así que si quieren vender fuera, se comen ellos la tasa.
2. Si deciden no exportar, tienen un volumen de produción "X" que es el de un país exportador de alimentos; muchísimo más que lo que demanda el país. La oferta de productos agrarios es gigantesca, así que el precio de mercado de esos productos dentro de Argentina se derrumba.
3. Los agricultores dicen que una mierda van a estar produciendo burradas de comida que no pueden vender en el exterior, donde los alimentos están caros, y que deben vender perdiendo dinero a patadas en el interior, porque hay un exceso de oferta galopante. No son imbéciles. Por lo tanto, no producen.
4. Los mercados dentro de Argentina se quedan sin comida.
En el sentido estricto, el paso "2" es una abstracción; los agricultores dejan de producir cuando ven el arancel, ya que saben que si mantienen el nivel de producción exportador perderán dinero a espuertas. El resultado es de hecho el mismo; nadie va a producir por debajo el precio de mercado, ya que sencillamente no sale a cuenta. A medio-largo plazo, el desabastecimiento provocaría una subida de precios dentro del país, que haría aumentar la oferta poco a poco. Sin embargo, el resultado final sería un país con precios algo inferiores al mercado internacional (por pura lógica económica) que no exporta y produce mucho menos.
Es el viejo conflicto de siempre en Argentina entre clase obrera urbana y el hiper-productivo sector agrícola cuando hay un boom exportador; no es la primera vez que un peronista tiene esta "brillante" idea de aranceles. Desde el punto de vista economíco, es una tontería bastante obvia, y que produce el resultado anticipado por un modelo económico de primero de carrera.
¿Por qué se escoge este impuesto y no otro al intentar redistribuir? Alex, de La Moqueta, sabe bastante más que yo de esto, pero la idea general es que es mucho más barato políticamente. Si queremos ayudar a los pobres a comprar comida, podemos hacerlo a base de artefactos arancelarios, o ayudándoles a comprar comida directamente, dándoles vales o ayudas directas para alimentos. Hacer lo primero es fácil; impuesto sobre exportaciones que sólo pagan directamente cuatro gatos, tiene un coste político cero, y es muy fácil de gestionar. Hacer lo segundo necesita un impuesto general, un control aceptable sobre quién necesita ayuda, y es más difícil de aplicar.
Si eres Peronista y tu base de poder es clases trabajadores urbanas, ¿qué harás?. Arancel al canto, y puedes echar la culpa de tus males en el espantajo tradicional del partido, el malvado terrateniente que se lleva todo el dinero. No es que sea una buena medida económica, pero no vamos a pretender que los políticos argentinos se preocupan por estas cosas a estas alturas.
Semos un país razonable
Ya era hora. Tras décadas de descentralización pretendiendo que no vivimos en un estado federal, en España finalmente sabemos las balanzas fiscales entre regiones. No voy a entrar a comentar en detalle el sistema de financiación (he hablado un montón sobre el tema) ni la metodología empleada (no creo que nadie se divierta leyendo discusiones de contabilidad); hoy me conformo con celebrar que finalmente vemos qué comunidades aportan más y qué comunidades aportan menos.
Unas cuántas notas. Primero, no vale la pena hacer demasiado caso a las cifras en sí, ya que no tienen en cuenta todo el sector público; las comunidades ricas gastan más que las pobres, así que la diferencia en redistribución real es algo menor. Segundo, en contra de lo que dice el gobierno, publicar estas cifras no tiene nada de único; Estados Unidos lo hace de forma rutinaria, y en sitios como Alemania hay incluso un límite explícito a la cantidad de dinero que puede redistribuir una región rica (un 3% de su PIB). No tiene nada de anormal.
Tercero, recalcar que en este sistema hay dos comunidades que ejercen de gorrones; o para ser más concretos, un gorrón serio (Euskadi) y uno no demasiado pronunciado (Navarra). Lo cierto es que tienen el sistema más racional de financiación (recaudan todo, y pagan al estado por sus servicios más un fondo para redistribución), pero parece bastante claro que están arrimando el hombro menos de lo que deberían.
Cuarto, hay alguien que no tiene ni idea de números en Andalucía y alguien que es capaz de sacar petróleo de las piedras en Asturias. Andalucía, para lo pobre que es, ve relativamente poco, mientras que Asturias, que está al 90% de la media nacional, ve muchísimo. Lo de Extremadura, mientras tanto, es una bestialidad; lo que uno tiene que preguntarse es dónde va el dinero. O la Junta de Extremadura no gasta un duro, compensando sus cifras a la baja, o aquí hay una burrada de gasto público muy, muy ineficiente.
En fin, habrá mucho que contar sobre el tema. De momento, tendremos a muchos medios distraidos con el se-rompe-España y no con la crisis otra vez. Un clásico.
Unas cuántas notas. Primero, no vale la pena hacer demasiado caso a las cifras en sí, ya que no tienen en cuenta todo el sector público; las comunidades ricas gastan más que las pobres, así que la diferencia en redistribución real es algo menor. Segundo, en contra de lo que dice el gobierno, publicar estas cifras no tiene nada de único; Estados Unidos lo hace de forma rutinaria, y en sitios como Alemania hay incluso un límite explícito a la cantidad de dinero que puede redistribuir una región rica (un 3% de su PIB). No tiene nada de anormal.
Tercero, recalcar que en este sistema hay dos comunidades que ejercen de gorrones; o para ser más concretos, un gorrón serio (Euskadi) y uno no demasiado pronunciado (Navarra). Lo cierto es que tienen el sistema más racional de financiación (recaudan todo, y pagan al estado por sus servicios más un fondo para redistribución), pero parece bastante claro que están arrimando el hombro menos de lo que deberían.
Cuarto, hay alguien que no tiene ni idea de números en Andalucía y alguien que es capaz de sacar petróleo de las piedras en Asturias. Andalucía, para lo pobre que es, ve relativamente poco, mientras que Asturias, que está al 90% de la media nacional, ve muchísimo. Lo de Extremadura, mientras tanto, es una bestialidad; lo que uno tiene que preguntarse es dónde va el dinero. O la Junta de Extremadura no gasta un duro, compensando sus cifras a la baja, o aquí hay una burrada de gasto público muy, muy ineficiente.
En fin, habrá mucho que contar sobre el tema. De momento, tendremos a muchos medios distraidos con el se-rompe-España y no con la crisis otra vez. Un clásico.
lunes, julio 14, 2008
El resultado de no saber hablar
Las crisis pasan factura a los gobiernos, especialmente si no se explican bien. Nada nuevo, vamos, en la encuesta de El País de estos días. Cuando las cosas van mal uno no gana nada escondiendo la cabeza bajo el ala y pretendiendo que el mundo es maravilloso, joder. Se debe salir ahí fuera y decir verdades, prometer cambios, y clamar que eres el cirujano de hierro que España necesita: duro con los problemas, y con un amplio equipo de enfermeras para cuidar a los enfermos convalecientes.
Pero no, andan por ahí mariposeando y diciendo que todos los cambios son caros y que toda reforma se hará por consenso. Tonterías. Es hora de salir a la tribuna, y poner sobre la mesa ideas y propuestas concretas. Hablar es estupendo (y de hecho, hace las reformas más eficaces muy a menudo) pero el gobierno tiene que trabajar duro para marcar la agenda. Una cosa es ser dialogante, la otra es actuar como si esto fuera un campamento de verano.
O se despiertan, o esto se los llevará por delante. Las elecciones están muy lejos, pero al paso que van no les va a apoyar ni Dios en el Congreso de aquí unos meses.
Pero no, andan por ahí mariposeando y diciendo que todos los cambios son caros y que toda reforma se hará por consenso. Tonterías. Es hora de salir a la tribuna, y poner sobre la mesa ideas y propuestas concretas. Hablar es estupendo (y de hecho, hace las reformas más eficaces muy a menudo) pero el gobierno tiene que trabajar duro para marcar la agenda. Una cosa es ser dialogante, la otra es actuar como si esto fuera un campamento de verano.
O se despiertan, o esto se los llevará por delante. Las elecciones están muy lejos, pero al paso que van no les va a apoyar ni Dios en el Congreso de aquí unos meses.
El estado como prestamista
Después del tremendo susto y crujir de dientes que Fannie Mae y Freddie Mac provocaron la semana pasada, Estados Unidos se despierta hoy con la noticia que la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro han decidido convertirse en prestamistas de último recurso para estas dos instituciones. El banco central les abrirá la ventanilla de descuento unos días, hasta que el Congreso apruebe el plan del gobierno federal de abrir una línea de crédito por valor de 300.000 millones de dólares a Fannie y Freddie.
Dicho en otras palabras: tras 25 años de desregulación histérica y alocada de los mercados financieros y protección chapucera de dos empresas privadas (Fannie y Freddie), el gobierno federal americano es de hecho, directa o indirectamente, el principal prestamista del país. Ya lo era hasta ahora en el mercado de los créditos de estudio para la universidad, donde las empresas privadas han huido despavoridas en los últimos meses, y lo será ahora en el mercado hipotecario, con el apoyo explícito a Fannie Mae y Freddie Mac.
Lo que es más preocupante, la cosa no ha acabado aún; hay más de un centenar de bancos en riesgo de quiebra por todo Estados Unidos. Indymac (que "murió" el viernes) ha sido de hecho nacionalizado ya, y no parece que vaya a ser el último.
Todo esto son malas noticias, por cierto, por varios motivos. Primero, los gobiernos no están en este mundo para hacer de prestamistas: su trabajo es recaudar impuestos para dar servicios públicos que el mercado no da correctamente, y ejercer de regulador para asegurar que los mercados funcionen bien. Eso no incluye dar créditos. El estado es, a largo plazo, un banquero bastante torpe, ya que no incurre en riesgos; si una deuda no se paga, siempre puede equilibrar sus cuentas a golpe de impuestos o imprimiendo moneda.
Segundo, cuando el estado tiene que meterse a rescatar entidades de crédito, eso cuesta dinero a los contribuyentes. Como he comentado otras veces, es un gasto que tiene sentido a veces ya que la alternativa (quiebras bancarias a mansalva) son más caras que un rescate. Aún así, es un pago enorme por algo que no debería haber llegado a una situación crítica; si un banco o entidad financiera puede meterse en una situación que necesita a los bomberos del sector público, el estado ha hecho algo mal.
Los bancos están fuertemente regulados por muy buenos motivos; son entidades que si quiebran, hacen muchísimo más daño que cualquier otra empresa cuando echa el cierre. Un banco no puede morir sin hacer muchísimo daño, así que el estado da una garantía implícita o explícita (como el seguro de depósitos bancarios) que rescatará las entidades en problemas, a cambio de imponer una normativa estricta (y que limita sus beneficios) para asegurarse que esos rescates no ocurren a menudo. El estado cubre tu riesgo moral, y a cambio te impone reglas.
Cuando un país, como está sucediendo en EUA, tiene una cadena de quiebras financieras, es el resultado de un regulador que no ha estado vigilando a los bancos como debía. Los mercados son un mecanismo eficiente y elegante para crear riqueza, pero son instrumentos delicados. El gobierno americano no ha cuidado bien a los mercados financieros.
Nota al margen: a todo esto, Kantor, que sabe de esto mucho más que yo, no ha escrito nada (¡nada!) sobre el tema. A ver si con mi petición expresa desde aquí se anima. Por cierto, parece que ahora "comparto casa" con él en Lorem Ipsum; yo ando por aquí y él anda por aquí. No por nada, pero la página esa está que se sale.
Dicho en otras palabras: tras 25 años de desregulación histérica y alocada de los mercados financieros y protección chapucera de dos empresas privadas (Fannie y Freddie), el gobierno federal americano es de hecho, directa o indirectamente, el principal prestamista del país. Ya lo era hasta ahora en el mercado de los créditos de estudio para la universidad, donde las empresas privadas han huido despavoridas en los últimos meses, y lo será ahora en el mercado hipotecario, con el apoyo explícito a Fannie Mae y Freddie Mac.
Lo que es más preocupante, la cosa no ha acabado aún; hay más de un centenar de bancos en riesgo de quiebra por todo Estados Unidos. Indymac (que "murió" el viernes) ha sido de hecho nacionalizado ya, y no parece que vaya a ser el último.
Todo esto son malas noticias, por cierto, por varios motivos. Primero, los gobiernos no están en este mundo para hacer de prestamistas: su trabajo es recaudar impuestos para dar servicios públicos que el mercado no da correctamente, y ejercer de regulador para asegurar que los mercados funcionen bien. Eso no incluye dar créditos. El estado es, a largo plazo, un banquero bastante torpe, ya que no incurre en riesgos; si una deuda no se paga, siempre puede equilibrar sus cuentas a golpe de impuestos o imprimiendo moneda.
Segundo, cuando el estado tiene que meterse a rescatar entidades de crédito, eso cuesta dinero a los contribuyentes. Como he comentado otras veces, es un gasto que tiene sentido a veces ya que la alternativa (quiebras bancarias a mansalva) son más caras que un rescate. Aún así, es un pago enorme por algo que no debería haber llegado a una situación crítica; si un banco o entidad financiera puede meterse en una situación que necesita a los bomberos del sector público, el estado ha hecho algo mal.
Los bancos están fuertemente regulados por muy buenos motivos; son entidades que si quiebran, hacen muchísimo más daño que cualquier otra empresa cuando echa el cierre. Un banco no puede morir sin hacer muchísimo daño, así que el estado da una garantía implícita o explícita (como el seguro de depósitos bancarios) que rescatará las entidades en problemas, a cambio de imponer una normativa estricta (y que limita sus beneficios) para asegurarse que esos rescates no ocurren a menudo. El estado cubre tu riesgo moral, y a cambio te impone reglas.
Cuando un país, como está sucediendo en EUA, tiene una cadena de quiebras financieras, es el resultado de un regulador que no ha estado vigilando a los bancos como debía. Los mercados son un mecanismo eficiente y elegante para crear riqueza, pero son instrumentos delicados. El gobierno americano no ha cuidado bien a los mercados financieros.
Nota al margen: a todo esto, Kantor, que sabe de esto mucho más que yo, no ha escrito nada (¡nada!) sobre el tema. A ver si con mi petición expresa desde aquí se anima. Por cierto, parece que ahora "comparto casa" con él en Lorem Ipsum; yo ando por aquí y él anda por aquí. No por nada, pero la página esa está que se sale.
viernes, julio 11, 2008
Otra de desastres hipotecarios
¿Alguien pensaba que después del desastre de Bear Sterns la crisis financiera se había acabado? Craso error. El miedo, temor y crujir de dientes en los mercados sigue siendo cualquier cosa menos limitado; muchos garitos financieros oscuros pero cruciales, sin ir más lejos, siguen camino de criar malvas (y sí, el mercado de bonos a precio de subasta asegurados es muy importante. Descubrí que existía ayer).
El dinero anda asustado, nadie sabe quién ha perdido dinero, y conseguir un crédito vuelve a hacerse cada vez más difícil.
Hasta ahora, sin embargo, la historia de la crisis era básicamente una de bancos de inversión poco prudentes metiéndose en inversiones estúpidas (las dichosas hipotecas basura) y llevándose a medio mercado por delante si no se las rescataba. Esta semana a la lista de entidades financieras produciendo sudores fríos, temblores descontrolados y ataques de nervios a reguladores e inversores por igual se le añade una nueva categoría: Fannie Mae y Freddie Mac, dos entidades que deberían ser los prestamistas más aburridos, insulsos y fiables del sistema financiero americano.
¿Quiénes son estos dos individuos? Son seres curiosos, hijos indirectos del New Deal. Fannie Mae nace en los años treinta, como una empresa pública del gobierno federal creada para comprar hipotecas contratadas a traves del sector privado. Para facilitar la reactivación del moribundo sector bancario tras la gran depresión, Fannie Mae daba liquidez al mercado comprando a los bancos lo que se conoce como conforming loans, hipotecas muy sólidas con entrada alta, primera residencia y casas no demasiado caras, revendiéndolas después a inversores. Mientras tanto, los bancos podían salir y dar más créditos, una vez colocada la deuda en otra parte.
Lo cierto es que Fannie Mae funcionó bien, pero allá a finales de los sesenta ya no tenía demasiado sentido que el gobierno federal fuera por el mundo comprando hipotecas, así que se privatizó. Para evitar que Fannie Mae fuera un monopolio, el Congreso creó Freddie Mac, un entidad con iguales objetivos, limitaciones y privilegios, y los soltó a los dos, bien reguladitos, para que ejercieran de almacen de hipotecas aburridas. Y la cosa ha funcionado relativamente bien, hasta ahora.
El problema es que con una burbuja financiera tan descomunal como la americana, cuando los precios de la vivienda han empezado a caer incluso la más aburrida de las hipotecas se puede convertir en un problema. Los compradores que compraron cuando el mercado estaba ya salido de madre pueden encontrarse que deben más dinero del valor real de su casa, y eso, no hace falta decirlo, es un problema grave. En una crisis inmobiliaria normalita esto no es un gran problema para Freddie y Fannie; ellos sólo tienen en cartera deudas de muy buena calidad, con gente que ha pagado una buena entrada, así que no corren el riesgo de tener equidad negativa. Estos días los precios de la vivienda se han estrellado en serio, así que parece ni estas dos entidades se han salvado.
En condiciones normales, esto no debería ser un problema demasiado grave. Sí, Freddie y Fannie tienen algo de deuda mala, pero son en general solventes. Si intentan conseguir inversores los encontrarán, ya que son entidades seguras; el gobierno federal les da un casi-respaldo, incluso. De nuevo, no andamos por condiciones normales, y tras el morrazo de Bear Sterns, los mercados andan muy poco proclives a poner dinero en ningún sitio, y aún menos en algo que tenga la palabra "hipoteca" o "vivienda" a menos de dos kilómetros de distancia. El resultado es lo que vemos estos días: castañazo tremendo de las dos entidades en bolsa, total incapacidad para atraer inversores, y la posibilidad que las dos agencias se derrumben, llevándose por delante medio sistema financiero.
Recordad, Fannie Mae y Freddie Mac son dos compañías ultraseguras, aburridas y con hipotecas a prueba de balas; todo el mundo en el sector financiero las tiene en su cartera como inversión de cero riesgo. Y como son entidades gigantescas (entre las dos andan por los 12-13 billones de dólares en hipotecas garantizadas) cuando se dice "todo el mundo" es algo literal.
En resumen: si hay dos entidades financieras en el mundo que no pueden derrumbarse, aquí tenéis a dos ejemplos claros. Se está hablando -y mucho- de la posibilidad que el gobierno federal americano tenga que rescatar a las dos agencias, algo que tendría un coste astronómico a corto y largo plazo, y que si bien reduciría el pánico de los mercados -no demasiado- dejaría las finanzas del gobierno federal hechas un desastre.
¿Que sucederá? La verdad, no tengo ni idea. Es otro de esos dilemas de política económica en que uno acabará teniendo que escoger entre la sartén y el fuego, si Fannie y Freddie no consiguen recuperar la confianza de los mercados (y no parece que puedan hacerlo). El problema es que el tortazo lo pagarán los contribuyentes, y enviarán otra ola de pánico más a unos mercados financieros que ya andan maltrechos. En fin.
Actualización: parece que la Casa Blanca y la Reserva Federal se han puesto las pilas, y andan diciendo que si Fannie Mae y Freddie Mac necesitan ayuda, la tendrán. Siguiendo lo que hicieron con los bancos de inversión, Fannie y Freddie podrían llegar a poder pasar por la ventanilla de emergencia de la Reserva Federal si fuera necesario, sin ir más lejos. Paulson (Secretario del Tesoro) dice que no habrá nacionalización, pero que no las dejarán morir. De momento, las acciones han dejado de caer en picado, pero el peligro no ha pasado ni de broma. No se sabe a ciencia cierta la solidez de los dos prestamistas, sólo que el gobierno federal está dispuesto a salvarlas.
El dinero anda asustado, nadie sabe quién ha perdido dinero, y conseguir un crédito vuelve a hacerse cada vez más difícil.
Hasta ahora, sin embargo, la historia de la crisis era básicamente una de bancos de inversión poco prudentes metiéndose en inversiones estúpidas (las dichosas hipotecas basura) y llevándose a medio mercado por delante si no se las rescataba. Esta semana a la lista de entidades financieras produciendo sudores fríos, temblores descontrolados y ataques de nervios a reguladores e inversores por igual se le añade una nueva categoría: Fannie Mae y Freddie Mac, dos entidades que deberían ser los prestamistas más aburridos, insulsos y fiables del sistema financiero americano.
¿Quiénes son estos dos individuos? Son seres curiosos, hijos indirectos del New Deal. Fannie Mae nace en los años treinta, como una empresa pública del gobierno federal creada para comprar hipotecas contratadas a traves del sector privado. Para facilitar la reactivación del moribundo sector bancario tras la gran depresión, Fannie Mae daba liquidez al mercado comprando a los bancos lo que se conoce como conforming loans, hipotecas muy sólidas con entrada alta, primera residencia y casas no demasiado caras, revendiéndolas después a inversores. Mientras tanto, los bancos podían salir y dar más créditos, una vez colocada la deuda en otra parte.
Lo cierto es que Fannie Mae funcionó bien, pero allá a finales de los sesenta ya no tenía demasiado sentido que el gobierno federal fuera por el mundo comprando hipotecas, así que se privatizó. Para evitar que Fannie Mae fuera un monopolio, el Congreso creó Freddie Mac, un entidad con iguales objetivos, limitaciones y privilegios, y los soltó a los dos, bien reguladitos, para que ejercieran de almacen de hipotecas aburridas. Y la cosa ha funcionado relativamente bien, hasta ahora.
El problema es que con una burbuja financiera tan descomunal como la americana, cuando los precios de la vivienda han empezado a caer incluso la más aburrida de las hipotecas se puede convertir en un problema. Los compradores que compraron cuando el mercado estaba ya salido de madre pueden encontrarse que deben más dinero del valor real de su casa, y eso, no hace falta decirlo, es un problema grave. En una crisis inmobiliaria normalita esto no es un gran problema para Freddie y Fannie; ellos sólo tienen en cartera deudas de muy buena calidad, con gente que ha pagado una buena entrada, así que no corren el riesgo de tener equidad negativa. Estos días los precios de la vivienda se han estrellado en serio, así que parece ni estas dos entidades se han salvado.
En condiciones normales, esto no debería ser un problema demasiado grave. Sí, Freddie y Fannie tienen algo de deuda mala, pero son en general solventes. Si intentan conseguir inversores los encontrarán, ya que son entidades seguras; el gobierno federal les da un casi-respaldo, incluso. De nuevo, no andamos por condiciones normales, y tras el morrazo de Bear Sterns, los mercados andan muy poco proclives a poner dinero en ningún sitio, y aún menos en algo que tenga la palabra "hipoteca" o "vivienda" a menos de dos kilómetros de distancia. El resultado es lo que vemos estos días: castañazo tremendo de las dos entidades en bolsa, total incapacidad para atraer inversores, y la posibilidad que las dos agencias se derrumben, llevándose por delante medio sistema financiero.
Recordad, Fannie Mae y Freddie Mac son dos compañías ultraseguras, aburridas y con hipotecas a prueba de balas; todo el mundo en el sector financiero las tiene en su cartera como inversión de cero riesgo. Y como son entidades gigantescas (entre las dos andan por los 12-13 billones de dólares en hipotecas garantizadas) cuando se dice "todo el mundo" es algo literal.
En resumen: si hay dos entidades financieras en el mundo que no pueden derrumbarse, aquí tenéis a dos ejemplos claros. Se está hablando -y mucho- de la posibilidad que el gobierno federal americano tenga que rescatar a las dos agencias, algo que tendría un coste astronómico a corto y largo plazo, y que si bien reduciría el pánico de los mercados -no demasiado- dejaría las finanzas del gobierno federal hechas un desastre.
¿Que sucederá? La verdad, no tengo ni idea. Es otro de esos dilemas de política económica en que uno acabará teniendo que escoger entre la sartén y el fuego, si Fannie y Freddie no consiguen recuperar la confianza de los mercados (y no parece que puedan hacerlo). El problema es que el tortazo lo pagarán los contribuyentes, y enviarán otra ola de pánico más a unos mercados financieros que ya andan maltrechos. En fin.
Actualización: parece que la Casa Blanca y la Reserva Federal se han puesto las pilas, y andan diciendo que si Fannie Mae y Freddie Mac necesitan ayuda, la tendrán. Siguiendo lo que hicieron con los bancos de inversión, Fannie y Freddie podrían llegar a poder pasar por la ventanilla de emergencia de la Reserva Federal si fuera necesario, sin ir más lejos. Paulson (Secretario del Tesoro) dice que no habrá nacionalización, pero que no las dejarán morir. De momento, las acciones han dejado de caer en picado, pero el peligro no ha pasado ni de broma. No se sabe a ciencia cierta la solidez de los dos prestamistas, sólo que el gobierno federal está dispuesto a salvarlas.
El problema de las cifras contradictorias
En economía hay indicadores que tienen que ir en la misma dirección. Si suben los tipos de interés, la moneda se aprecia. Si sube la moneda, aumentan las importaciones y disminuye la inflación. Si aumenta la demanda de tortilla de patatas, subirá la oferta de tortilla de patatas. Etcétera, etcétera. Algunas de estas relaciones son básicamente causales, otras son cosa de necesidad macroeconómica: si las dos variables no van juntas, uno se está metiendo en un problema grave.
España hoy está en uno de estos saros: la economía se ha frenado de golpe, pero la inflación se está acelerando. Son dos indicadores nétamente contradictorios en casi todos los casos; si el consumo disminuye debido a una crisis económica -más paro, menos gente gasta, etcétera- hay menos demanda, y los precios deberían dejar de crecer. Esto a medio - largo plazo (según las medidas que se tomen para darle un empujoncito a la economía) hace que el banco central pueda bajar los tipos de interés y hacer que la economía se reactive, y el crecimiento vuelva sin demasiado problema.
El problema, claro está, es que la inflación no está frenándose. Debido básicamente a choques externos -un incremento exagerado en precios de alimentos y materias primas en todo el mundo- todos los países desarrollados andan comiéndose crecimientos de precios a mansalva. La cosa es ligeramente peor en España (1% más que la media europea) en parte por efectos secundarios del euro (la subida de precios es de hecho una manera de moderar los salarios de los comparativamente poco productivos trabajadores españoles), en parte por la falta de competencia en algunos sectores.
El gobierno puede hacer relativamente poco: no tiene control sobre los mercados internacionales de materias primas; como mucho puede trabajar para ahorrar energía, pero sólo a medio plazo. Tampoco puede arreglar la productividad fácilmente a corto plazo, y las medidas tomadas en el pasado competían como inversión con un ladrillo terriblemente acelerado por el crédito fácil y tipos de interés negativos. Y en cuanto a políticas de competencia, es mucho más complicado de lo que parece, y sus efectos son bastante limitados.
Sí, siempre puede reducir el gasto público, pero entonces el problema se transfiere al otro indicador, el crecimiento económico. Reducir la demanda agregada de la economía cuando las cosas van mal es mala idea; por eso el Banco Central Europeo está siendo tan tímido subiendo los tipos de interés. Por añadido, España no es un país que tenga un sector público demasiado grande (más bien lo contrario); hay relativamente poco margen, y cualquier cambio en el gasto afectaría desproporcionadamente a los que menos tienen, con pocas excepciones.
Queda aún un tercer factor. En condiciones normales, una economía que se mete en un frenazo podía confiar en que los mercados financieros seguirían poniendo dinero donde hubiera buenas ideas. Si una empresa funcionaba bien y quería aumentar capacidad, podía pedir un crédito. Si uno hacia pasta y quería comprar una casa, te daban una hipoteca. El problema es que la crisis financiera, esa que parecía estar solucionándose, resulta que no está ni de lejos cerrada. Hay poco dinero que prestar, y el que hay es muy, muy miedoso. Hablamos más de eso luego.
Lo que si es cierto es que España, tras 14-15 años de bonanza económica y -por qué negarlo- algo de suerte, se ha encontrado que todo lo que podía ir mal a nivel internacional está conspirando para que lo que va mal a nivel interno duela muchísimo más. La crisis puede ser seria, y la verdad, salir de ella no depende sólo de lo que haga el gobierno en Madrid. Al menos las cuentas estaban bien, la deuda pública es -relativamente- baja, y hay margen de maniobra aún, pero no será fácil.
España hoy está en uno de estos saros: la economía se ha frenado de golpe, pero la inflación se está acelerando. Son dos indicadores nétamente contradictorios en casi todos los casos; si el consumo disminuye debido a una crisis económica -más paro, menos gente gasta, etcétera- hay menos demanda, y los precios deberían dejar de crecer. Esto a medio - largo plazo (según las medidas que se tomen para darle un empujoncito a la economía) hace que el banco central pueda bajar los tipos de interés y hacer que la economía se reactive, y el crecimiento vuelva sin demasiado problema.
El problema, claro está, es que la inflación no está frenándose. Debido básicamente a choques externos -un incremento exagerado en precios de alimentos y materias primas en todo el mundo- todos los países desarrollados andan comiéndose crecimientos de precios a mansalva. La cosa es ligeramente peor en España (1% más que la media europea) en parte por efectos secundarios del euro (la subida de precios es de hecho una manera de moderar los salarios de los comparativamente poco productivos trabajadores españoles), en parte por la falta de competencia en algunos sectores.
El gobierno puede hacer relativamente poco: no tiene control sobre los mercados internacionales de materias primas; como mucho puede trabajar para ahorrar energía, pero sólo a medio plazo. Tampoco puede arreglar la productividad fácilmente a corto plazo, y las medidas tomadas en el pasado competían como inversión con un ladrillo terriblemente acelerado por el crédito fácil y tipos de interés negativos. Y en cuanto a políticas de competencia, es mucho más complicado de lo que parece, y sus efectos son bastante limitados.
Sí, siempre puede reducir el gasto público, pero entonces el problema se transfiere al otro indicador, el crecimiento económico. Reducir la demanda agregada de la economía cuando las cosas van mal es mala idea; por eso el Banco Central Europeo está siendo tan tímido subiendo los tipos de interés. Por añadido, España no es un país que tenga un sector público demasiado grande (más bien lo contrario); hay relativamente poco margen, y cualquier cambio en el gasto afectaría desproporcionadamente a los que menos tienen, con pocas excepciones.
Queda aún un tercer factor. En condiciones normales, una economía que se mete en un frenazo podía confiar en que los mercados financieros seguirían poniendo dinero donde hubiera buenas ideas. Si una empresa funcionaba bien y quería aumentar capacidad, podía pedir un crédito. Si uno hacia pasta y quería comprar una casa, te daban una hipoteca. El problema es que la crisis financiera, esa que parecía estar solucionándose, resulta que no está ni de lejos cerrada. Hay poco dinero que prestar, y el que hay es muy, muy miedoso. Hablamos más de eso luego.
Lo que si es cierto es que España, tras 14-15 años de bonanza económica y -por qué negarlo- algo de suerte, se ha encontrado que todo lo que podía ir mal a nivel internacional está conspirando para que lo que va mal a nivel interno duela muchísimo más. La crisis puede ser seria, y la verdad, salir de ella no depende sólo de lo que haga el gobierno en Madrid. Al menos las cuentas estaban bien, la deuda pública es -relativamente- baja, y hay margen de maniobra aún, pero no será fácil.
jueves, julio 10, 2008
Pequeño recordatorio
Aunque parezca mentira, estoy escribiendo más que nunca... sólo que en dos sitios distintos. Si queréis saber más de las elecciones americanas, sin ir más lejos, recuerdo que ando por Lorem Ipsum, escribiendo Barras y Estrellas. Dos enlaces a mis dos últimas entradas:
-La promesa fiscal de siempre: o cómo decir que vas a equilibrar el presupuesto es 1. estúpido y 2. un brindis al sol.
-Temas absurdos y debates antiguos: sobre cómo un candidato se enfrenta a polémicas estériles mientras el otro sigue en los sesenta.
-La promesa fiscal de siempre: o cómo decir que vas a equilibrar el presupuesto es 1. estúpido y 2. un brindis al sol.
-Temas absurdos y debates antiguos: sobre cómo un candidato se enfrenta a polémicas estériles mientras el otro sigue en los sesenta.
martes, julio 08, 2008
La racionalidad de la lengua hablada
Es una tontería cíclica. Cada año tenemos el grupo de intelectuales preocupados, y cada año tenemos los corifeos mediáticos de siempre dándoles coba. Cada año el PP sale diciendo que tienen razón, y apoyándoles con más o menos entusiasmo en sus críticas. Y la verdad, cada año es la misma estupidez.
Sí, estoy hablando del dichoso manifiesto por la lengua común, y el presunto "peligro" que corre el castellano allí donde gobiernan los malvados nacionalistas periféricos.
Aunque parezca mentira, las cuestiones de idioma no son un problema cultural; también son una decisión económica. Estamos hablando de individuos racionales tomando decisiones económicas; qué idioma uno va a aprender tiene efectos sobre los trabajos a los que tiene acceso, los salarios a los que puede aspirar, e incluso al nivel social que uno puede tener acceso. Vale la pena echar un vistazo a los costes y beneficios que tiene hablar catalán en Cataluña.
Un par de detalles importantes para empezar. Primero, hay amplias zonas de Cataluña que son esencialmente monolingües, con el catalán como lengua hegemónica. No es cuestión de odio a lo español o provincianismo montañés, es una simple cuestión de geografía económica. Si en Camprodon todos mis amigos sólo hablan catalán, todos mis clientes hablan catalán, y todos mis familiares hablan catalán, es bastante obvio que voy a estar utilizando ese idioma el 95% del tiempo. Por muchas horas de castellano que haga en el colegio, a la que salga del sistema de enseñanza voy a utilizarlo un 5% del tiempo. Esto es, lo hablo y entiendo, pero es básicamente imposible que lo hable bien. Es cuestión de simple uso; un madrileño no hablará un inglés fluido si no lo utiliza nunca, por muchas clases que tome.
Segundo, un número significativo (y probablemente mayoritario) de la población catalana prefiere ser atendida en catalán a ser atendida en castellano. A fin de cuentas, para muchísima gente es su lengua materna. Yo soy completamente incapaz de hablar en otro idioma con mis padres, vamos. El hecho que muchos catalanes prefieran utilizar el catalán no es signo de ser bordes, arrogantes o pueblerinos; es simplemente cosas de haber nacido y crecido con ese idioma.
Estos dos factores hacen que ser bilingüe tenga unos cuantos beneficios obvios. En cualquier trabajo en que se atienda al público hablar catalán es un beneficio neto. Este hecho es más importante cuanto más lejos uno esté del área metropolitana de Barcelona: en el Hospitalet uno no tendrá problemas con nadie siendo monolingüe, en Olot uno será como esos futbolistas que viven en Madrid seis años y siguen sin cambiar de idioma. Para una persona que esté buscando trabajo en Cataluña, hablan catalán bien es algo bueno; es simple cuestión de economía. No es necesario ni siquiera entrar en cuestiones de respeto o arraigo; la cosa va directa al bolsillo.
En el sistema educativo, por tanto, parece obvio que es perfectamente racional enseñar a hablar catalán bien. Es estúpido que un crío no hable bien el idioma que le abrirá puertas. La cuestión es, ¿Cuánto catalán se debe enseñar? En esto, es cuestión de nuevo de economías de red y simple arimética.
Primero, es completamente absurdo decir que el catalán pueda desplazar al castellano. De igual modo que es racional aprender catalán, es también racional aprender castellano. Sin embargo, ambos idiomas no parten de puntos de partida idénticos: el catalán es una lengua regional, pequeña y con relativamente poca presencia en los medios, mientras que el español es una lengua internacional, con una abrumadora presencia en los medios y unos horizontes mucho más ámplios. Uno recibe información y tiene acceso constante a medios en español; el uso social en familias castellanohablantes es sólido, por idénticos motivos a lo que sucede con las familias que hablan catalán. Es un idioma que no corre ningún riesgo de ser desplazado, ni de ser mal aprendido; las estadísticas así lo corroboran.
Tenemos por tanto que ser bilingüe es bueno, que el castellano no puede ser dañado como idioma en las regiones en las que se habla, y que educar únicamente en catalán no tiene efectos adversos; el bilingüismo emerge de forma natural. En las regiones bilingües parece que todo el mundo entiende esto; la prueba está en los resultados electorales y la ausencia de conflicto lingüístico en cualquiera de las tres regiones. Un 5% de padres vascos escoge educación monolingüe en castellano; en Cataluña el únoco partido que se opuso frontalmente al sistema educativo (Ciutadans) saca un porcentaje de voto minúsculo. El sistema actual funciona de forma excelente, mal que le pese a algunos; el idioma es el menor de los problemas del sistema educativo español.
En fin, cosas de la derecha de siempre. Con lo mal que va la economía, y hay gente que quiere perder tiempo en el debate público en esto. País.
A todo esto, yo sigo sin creer demasiado en esto de las lenguas oficiales. Pero vamos, eso es para otro día.
Sí, estoy hablando del dichoso manifiesto por la lengua común, y el presunto "peligro" que corre el castellano allí donde gobiernan los malvados nacionalistas periféricos.
Aunque parezca mentira, las cuestiones de idioma no son un problema cultural; también son una decisión económica. Estamos hablando de individuos racionales tomando decisiones económicas; qué idioma uno va a aprender tiene efectos sobre los trabajos a los que tiene acceso, los salarios a los que puede aspirar, e incluso al nivel social que uno puede tener acceso. Vale la pena echar un vistazo a los costes y beneficios que tiene hablar catalán en Cataluña.
Un par de detalles importantes para empezar. Primero, hay amplias zonas de Cataluña que son esencialmente monolingües, con el catalán como lengua hegemónica. No es cuestión de odio a lo español o provincianismo montañés, es una simple cuestión de geografía económica. Si en Camprodon todos mis amigos sólo hablan catalán, todos mis clientes hablan catalán, y todos mis familiares hablan catalán, es bastante obvio que voy a estar utilizando ese idioma el 95% del tiempo. Por muchas horas de castellano que haga en el colegio, a la que salga del sistema de enseñanza voy a utilizarlo un 5% del tiempo. Esto es, lo hablo y entiendo, pero es básicamente imposible que lo hable bien. Es cuestión de simple uso; un madrileño no hablará un inglés fluido si no lo utiliza nunca, por muchas clases que tome.
Segundo, un número significativo (y probablemente mayoritario) de la población catalana prefiere ser atendida en catalán a ser atendida en castellano. A fin de cuentas, para muchísima gente es su lengua materna. Yo soy completamente incapaz de hablar en otro idioma con mis padres, vamos. El hecho que muchos catalanes prefieran utilizar el catalán no es signo de ser bordes, arrogantes o pueblerinos; es simplemente cosas de haber nacido y crecido con ese idioma.
Estos dos factores hacen que ser bilingüe tenga unos cuantos beneficios obvios. En cualquier trabajo en que se atienda al público hablar catalán es un beneficio neto. Este hecho es más importante cuanto más lejos uno esté del área metropolitana de Barcelona: en el Hospitalet uno no tendrá problemas con nadie siendo monolingüe, en Olot uno será como esos futbolistas que viven en Madrid seis años y siguen sin cambiar de idioma. Para una persona que esté buscando trabajo en Cataluña, hablan catalán bien es algo bueno; es simple cuestión de economía. No es necesario ni siquiera entrar en cuestiones de respeto o arraigo; la cosa va directa al bolsillo.
En el sistema educativo, por tanto, parece obvio que es perfectamente racional enseñar a hablar catalán bien. Es estúpido que un crío no hable bien el idioma que le abrirá puertas. La cuestión es, ¿Cuánto catalán se debe enseñar? En esto, es cuestión de nuevo de economías de red y simple arimética.
Primero, es completamente absurdo decir que el catalán pueda desplazar al castellano. De igual modo que es racional aprender catalán, es también racional aprender castellano. Sin embargo, ambos idiomas no parten de puntos de partida idénticos: el catalán es una lengua regional, pequeña y con relativamente poca presencia en los medios, mientras que el español es una lengua internacional, con una abrumadora presencia en los medios y unos horizontes mucho más ámplios. Uno recibe información y tiene acceso constante a medios en español; el uso social en familias castellanohablantes es sólido, por idénticos motivos a lo que sucede con las familias que hablan catalán. Es un idioma que no corre ningún riesgo de ser desplazado, ni de ser mal aprendido; las estadísticas así lo corroboran.
Tenemos por tanto que ser bilingüe es bueno, que el castellano no puede ser dañado como idioma en las regiones en las que se habla, y que educar únicamente en catalán no tiene efectos adversos; el bilingüismo emerge de forma natural. En las regiones bilingües parece que todo el mundo entiende esto; la prueba está en los resultados electorales y la ausencia de conflicto lingüístico en cualquiera de las tres regiones. Un 5% de padres vascos escoge educación monolingüe en castellano; en Cataluña el únoco partido que se opuso frontalmente al sistema educativo (Ciutadans) saca un porcentaje de voto minúsculo. El sistema actual funciona de forma excelente, mal que le pese a algunos; el idioma es el menor de los problemas del sistema educativo español.
En fin, cosas de la derecha de siempre. Con lo mal que va la economía, y hay gente que quiere perder tiempo en el debate público en esto. País.
A todo esto, yo sigo sin creer demasiado en esto de las lenguas oficiales. Pero vamos, eso es para otro día.
domingo, julio 06, 2008
"Aliens in the Wild, Wild West"
Ayer estábamos con unos amigos por aquí haciendo unas mini-jornadas de cine. El día lo acabamos con una película absolutamente épica, que haría a la gente de Vicisitud y Sordidez aullar de alegría a cada plano y línea de diálogo delirante: "Aliens in the Wild, Wild West".
Un tiene que hacer una película de una calidad y textura muy especial para puntuar por debajo del 2 en la sagrada IMDB. La peña que parió este engendro lo consigue con un desparpajo y falta de sensibilidad humana apabullantes. En esta coproducción rumano-canadiense uno llega apreciar la calidad Shakesperiana en la obra de Pajares y Esteso. La Pantoja de Puerto Rico hubiera creado un espectáculo visual más apabullante y placentero simplemente eructando ante una cámara de Cineexín.
El argumento es maravilloso: dos adolescentes de vacaciones con sus padres son transportados por un artefacto raro al lejano oeste en 1880. Aterriza un platillo con dos aliens amenazantes que parecen fruto del cruce entre un troll de la suerte y Fourbi que ha bebido demasiada cerveza. Hay un sheriff. Los aliens son buenos. Los niños los rescatan. O algo así. El doblaje de algunos actores del rumano al inglés hacía las cosas confusas.
Mi pregunta, sin embargo, es ¿Por qué? ¿Qué lleva a gente en algún lugar de Canadá, supongo que queriendo ser cineastas, a participar en algo con el título "Aliens in the Wild, Wild West"? ¿Qué actor infantil tiene unos padres que creen que eso es una buena idea? ¿Qué iluminado presta dinero para hacer estas cosas? ¿Por qué Comcast, entre los cientos de miles de pelis ahí fuera, escoge este engendro para su catálogo de pelis disponibles en cable? ¿Qué clase de sociedad es capaz de sostener esa clase de cosas? ¿Por qué? ¿ Por qué, o dioses del cine, hay gente que perpetra estas películas?
No que la peli no fuera divertida, oiga. Pero siempre me pregunto qué historias hay detrás de estos adefesios de serie Z, y la racionalidad económica de todos los implicados. Sí, Ed Wood es una de mis películas preferidas; estoy casi por hacer un documental sobre las personas que hacen estas cosas ahora.
Un tiene que hacer una película de una calidad y textura muy especial para puntuar por debajo del 2 en la sagrada IMDB. La peña que parió este engendro lo consigue con un desparpajo y falta de sensibilidad humana apabullantes. En esta coproducción rumano-canadiense uno llega apreciar la calidad Shakesperiana en la obra de Pajares y Esteso. La Pantoja de Puerto Rico hubiera creado un espectáculo visual más apabullante y placentero simplemente eructando ante una cámara de Cineexín.
El argumento es maravilloso: dos adolescentes de vacaciones con sus padres son transportados por un artefacto raro al lejano oeste en 1880. Aterriza un platillo con dos aliens amenazantes que parecen fruto del cruce entre un troll de la suerte y Fourbi que ha bebido demasiada cerveza. Hay un sheriff. Los aliens son buenos. Los niños los rescatan. O algo así. El doblaje de algunos actores del rumano al inglés hacía las cosas confusas.
Mi pregunta, sin embargo, es ¿Por qué? ¿Qué lleva a gente en algún lugar de Canadá, supongo que queriendo ser cineastas, a participar en algo con el título "Aliens in the Wild, Wild West"? ¿Qué actor infantil tiene unos padres que creen que eso es una buena idea? ¿Qué iluminado presta dinero para hacer estas cosas? ¿Por qué Comcast, entre los cientos de miles de pelis ahí fuera, escoge este engendro para su catálogo de pelis disponibles en cable? ¿Qué clase de sociedad es capaz de sostener esa clase de cosas? ¿Por qué? ¿ Por qué, o dioses del cine, hay gente que perpetra estas películas?
No que la peli no fuera divertida, oiga. Pero siempre me pregunto qué historias hay detrás de estos adefesios de serie Z, y la racionalidad económica de todos los implicados. Sí, Ed Wood es una de mis películas preferidas; estoy casi por hacer un documental sobre las personas que hacen estas cosas ahora.
sábado, julio 05, 2008
Notas sobre el Congreso del PSOE
Debo reconocer que no he seguido el Congreso del PSOE con el mismo entusiasmo con el que seguí el del PP, así que tomad estas notas como si fueran preguntas al tendido.
Sé de sobras que en política lo importante no son los cargos y peleas por el liderazgo y que uno debe pensar en programas por encima de todo, pero cuando de partidos se trata, los tortazos internos me ponen. Deformación profesional, mira. En este congresillo tan plácido, las cosas han sido más interesante al hablar de programa que no de nombres, así que he dormido un poco.
Ha habido cosas, sin embargo. Para empezar, el presunto "giro a la izquierda" del PSOE en relaciones con la Iglesia y aborto. No creo que la posición del partido o sus dirigentes ha cambiado (básicamente siempre han sido secularistas); lo que sí se puede decir, sin embargo, es que han sacado el tema del armario con no poca mala leche política. Básicamente, están lanzando un cebo a la Cope, ABC y compañía a ver si se indignan un poco y hacen que Rajoy deba perder el tiempo otra vez hablando de todo menos economía. Algunos ya están en ello, vamos.
Lo cierto es que estas "propuestas radicales" lo son bien poco. Estoy bastante seguro (esto es, leí una encuesta hace poco y ahora no encuentro el enlace) que una mayoría significativa de la población española aprueba la mayoría o todas las propuestas, a la vez que irritan profundamente a una minoría bastante ruidosa de la derecha española. Es decir, un blanco perfecto para algo de politiqueo cínico.
Sobre el resto de propuestas políticas, vale la pena destacar la renovación del sistema de financiación local, una de las piezas disfuncionales del sistema fiscal español. Opaco, torpe, injusto, el modelo actual crea toda clase de incentivos perversos y desajustes económicos variados; ya era hora que alguien lo repasara. El resto, bastante liviano; con la que está cayendo ahí fuera me parece que eran necesarias más propuestas concretas y reformas estructurales. Nada nuevo con este gobierno, que parece obcecado en tener buenas ideas y no contarles a nadie.
Una última nota, sin embargo: Leire Pajín. No la conozco demasiado. Puede que sea una persona ultrabrillante. Aún así, ¿no hace falta alguien con muy mala leche y pocas ganas de hacer amigos en la secretaría de organización? Si Pajín es, como parece indicar su rápido ascenso, una futura ministra y candidata a algún cargo importante (Comunidad Valenciana o más allá), se me hace raro que esté en un sitio en el que corre el riesgo de liarse a tortas con gente. De hecho, sabiendo lo "bien" que funcionan los socialistas valencianos, puede que lo haga con su propia gente. Agradecería que alguien me lo aclarara.
Sé de sobras que en política lo importante no son los cargos y peleas por el liderazgo y que uno debe pensar en programas por encima de todo, pero cuando de partidos se trata, los tortazos internos me ponen. Deformación profesional, mira. En este congresillo tan plácido, las cosas han sido más interesante al hablar de programa que no de nombres, así que he dormido un poco.
Ha habido cosas, sin embargo. Para empezar, el presunto "giro a la izquierda" del PSOE en relaciones con la Iglesia y aborto. No creo que la posición del partido o sus dirigentes ha cambiado (básicamente siempre han sido secularistas); lo que sí se puede decir, sin embargo, es que han sacado el tema del armario con no poca mala leche política. Básicamente, están lanzando un cebo a la Cope, ABC y compañía a ver si se indignan un poco y hacen que Rajoy deba perder el tiempo otra vez hablando de todo menos economía. Algunos ya están en ello, vamos.
Lo cierto es que estas "propuestas radicales" lo son bien poco. Estoy bastante seguro (esto es, leí una encuesta hace poco y ahora no encuentro el enlace) que una mayoría significativa de la población española aprueba la mayoría o todas las propuestas, a la vez que irritan profundamente a una minoría bastante ruidosa de la derecha española. Es decir, un blanco perfecto para algo de politiqueo cínico.
Sobre el resto de propuestas políticas, vale la pena destacar la renovación del sistema de financiación local, una de las piezas disfuncionales del sistema fiscal español. Opaco, torpe, injusto, el modelo actual crea toda clase de incentivos perversos y desajustes económicos variados; ya era hora que alguien lo repasara. El resto, bastante liviano; con la que está cayendo ahí fuera me parece que eran necesarias más propuestas concretas y reformas estructurales. Nada nuevo con este gobierno, que parece obcecado en tener buenas ideas y no contarles a nadie.
Una última nota, sin embargo: Leire Pajín. No la conozco demasiado. Puede que sea una persona ultrabrillante. Aún así, ¿no hace falta alguien con muy mala leche y pocas ganas de hacer amigos en la secretaría de organización? Si Pajín es, como parece indicar su rápido ascenso, una futura ministra y candidata a algún cargo importante (Comunidad Valenciana o más allá), se me hace raro que esté en un sitio en el que corre el riesgo de liarse a tortas con gente. De hecho, sabiendo lo "bien" que funcionan los socialistas valencianos, puede que lo haga con su propia gente. Agradecería que alguien me lo aclarara.
miércoles, julio 02, 2008
Se hace lo que se puede
Lo cierto es que el gobierno de Zapatero tiene un trabajo bien poco agradecido: explicar a los votantes que las cosas van mal, y que no es culpa suya. Ambas afirmaciones son ciertas, hasta cierto punto. En ambos elementos de esa frase, sin embargo, los socialistas se han quedado con poca capacidad de maniobra debido a su alegre torpeza retórica y -más importante- un poco oportuno calendario electoral.
Los gobiernos se enfrentan a recesiones a menudo; en países medianos, como España, muchas veces el origen de los problemas es básicamente exterior. Zapatero y Solbes no podían hacer nada para controlar el descontrol financiero en Estados Unidos, limitar la demanda de petróleo en China o mantener los tipos de interés más altos en el BCE para evitar la burbuja inmobiliaria. Cualquier acción o política económica en sus manos era o bien totalmente fantasiosa o tremendamente impopular (penalizar fiscalmente la compra de vivienda), así que dentro de lo que cabe, el gobierno hizo lo que pudo: contuvo el gasto, llenó la hucha cerdito para gastar cuando frenara la economía, y fue liberalizando y retocando detalles en los márgenes de la economía, caso de la -tímida- reforma laboral.
Una vez las cosas se tuercen, un gobierno democrático puede y debe explicarse bien. Debe contar al electorado que las cosas van a peor, que el gobierno tiene un control limitado sobre el asunto, y que tocará hacer cambios y apretarse el cinturón. También debe señalar que entiende las penurias de muchos, y que las medidas van a estar ahí sobre la mesa para cubrir las espaldas a aquellos que no lo están pasando bien con medidas concretas que ayuden a soportar las duras reformas que nos vemos obligados a aplicar para salir de la crisis.
Esto lo han dicho, con variaciones, otros gobiernos socialistas; la reconversión industrial o la crisis del 93 se superaron con crujir de dientes y sudores fríos, pero con un lenguaje claro de "confiad en mí, hay luz al final del túnel". En este caso, sin embargo... pues más bien no. El gobierno ha entrado en esto tarde, mal y a rastras.
Predecir el pasado es muy sencillo, eso está claro, pero me temo que el gobierno se equivocó al no convocar elecciones en octubre. Las cosas iban bien, y el cambio se hubiera percibido como un alegre órdago electoralista barato, pero parece relativamente claro que hubieran ganado igual. Eso se hubiera traducido que en vez de estar con un lenguaje triunfalista hasta marzo de este año, el gobierno podría haber estado advirtiendo de la crisis que venía con más tiempo, y no tener que hacer la danza del eufemismo en tres meses, como lo ha hecho ahora.
¿Está siendo el gobierno "pasivo"? La verdad, creo que no. Está haciendo lo que puede. La crisis está creando problemas complicados en todas partes; no se puede estimular la economía demasiado debido a la inflación, y el aumento del coste de las materias primas está totalmente fuera del control de todos los gobiernos del mundo. El gobierno, dentro de lo que cabe, hizo los deberes y se preparó relativamente bien. El problema es que el cambio de discurso desde marzo -cuando ya se veía que la cosa no pintaba bien ni de broma- hasta ahora ha sido tremendo, y eso hace que la credibilidad de cualquier equipo económico caiga en picado.
La verdad que aunque esperaba un ajuste considerable de la construcción en España, no me imaginé que las restricciones de crédito la hicieran tan inmediata, y que el petróleo se disparara al mismo tiempo, cuando la mayor parte de las economías avanzadas se estancaban. La cosa será dolorosa; a un problema cierto (la burbuja inmobiliaria) se la han añadido dos imprevistos, haciendo que el ajuste sea mucho más rápido en la construcción, y la recuperación mucho más lenta debido al ajuste de los precios.
Los gobiernos se enfrentan a recesiones a menudo; en países medianos, como España, muchas veces el origen de los problemas es básicamente exterior. Zapatero y Solbes no podían hacer nada para controlar el descontrol financiero en Estados Unidos, limitar la demanda de petróleo en China o mantener los tipos de interés más altos en el BCE para evitar la burbuja inmobiliaria. Cualquier acción o política económica en sus manos era o bien totalmente fantasiosa o tremendamente impopular (penalizar fiscalmente la compra de vivienda), así que dentro de lo que cabe, el gobierno hizo lo que pudo: contuvo el gasto, llenó la hucha cerdito para gastar cuando frenara la economía, y fue liberalizando y retocando detalles en los márgenes de la economía, caso de la -tímida- reforma laboral.
Una vez las cosas se tuercen, un gobierno democrático puede y debe explicarse bien. Debe contar al electorado que las cosas van a peor, que el gobierno tiene un control limitado sobre el asunto, y que tocará hacer cambios y apretarse el cinturón. También debe señalar que entiende las penurias de muchos, y que las medidas van a estar ahí sobre la mesa para cubrir las espaldas a aquellos que no lo están pasando bien con medidas concretas que ayuden a soportar las duras reformas que nos vemos obligados a aplicar para salir de la crisis.
Esto lo han dicho, con variaciones, otros gobiernos socialistas; la reconversión industrial o la crisis del 93 se superaron con crujir de dientes y sudores fríos, pero con un lenguaje claro de "confiad en mí, hay luz al final del túnel". En este caso, sin embargo... pues más bien no. El gobierno ha entrado en esto tarde, mal y a rastras.
Predecir el pasado es muy sencillo, eso está claro, pero me temo que el gobierno se equivocó al no convocar elecciones en octubre. Las cosas iban bien, y el cambio se hubiera percibido como un alegre órdago electoralista barato, pero parece relativamente claro que hubieran ganado igual. Eso se hubiera traducido que en vez de estar con un lenguaje triunfalista hasta marzo de este año, el gobierno podría haber estado advirtiendo de la crisis que venía con más tiempo, y no tener que hacer la danza del eufemismo en tres meses, como lo ha hecho ahora.
¿Está siendo el gobierno "pasivo"? La verdad, creo que no. Está haciendo lo que puede. La crisis está creando problemas complicados en todas partes; no se puede estimular la economía demasiado debido a la inflación, y el aumento del coste de las materias primas está totalmente fuera del control de todos los gobiernos del mundo. El gobierno, dentro de lo que cabe, hizo los deberes y se preparó relativamente bien. El problema es que el cambio de discurso desde marzo -cuando ya se veía que la cosa no pintaba bien ni de broma- hasta ahora ha sido tremendo, y eso hace que la credibilidad de cualquier equipo económico caiga en picado.
La verdad que aunque esperaba un ajuste considerable de la construcción en España, no me imaginé que las restricciones de crédito la hicieran tan inmediata, y que el petróleo se disparara al mismo tiempo, cuando la mayor parte de las economías avanzadas se estancaban. La cosa será dolorosa; a un problema cierto (la burbuja inmobiliaria) se la han añadido dos imprevistos, haciendo que el ajuste sea mucho más rápido en la construcción, y la recuperación mucho más lenta debido al ajuste de los precios.
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