La geografía económica, o cómo se distribuye la actividad productiva de un país a lo largo de su territorio, es uno de los campos más fascinantes de las ciencias sociales. Hay muchos factores, algunos muy poco evidentes, que condicionan cómo se distribuye la riqueza, ya se dentro de las ciudades o en contextos mayores. Estos días en los que se habla tanto y tan mal de solidaridad interterritorial, estatutos y transferencias de riqueza, me parece que es necesario tener en cuenta algunas cosas.
Empezaremos con algunos datos concretos. Primero, el hecho que en la mayoría de los casos la redistribución de renta entre regiones no produce resultados sustanciales. Ni Italia, ni Estados Unidos, ni España han conseguido disminuir las diferencias entre regiones en números significativos, y cuando lo han hecho, ha sido a un precio muy caro. Tras tantos años de financiación autonómica solidaria, la diferencia entre regiones ricas y pobres sigue prácticamente en el mismo punto, creciendo las segundas incluso menos que el volumen de transferencias recibidas.
¿A qué se debe esto? A pesar que no tengo una respuesta concreta, es muy probable que cuestiones de geografía económica hayan influido. La causa más probable es la enorme dificultad que tiene crear una industria donde no hay niguna, fenómeno derivado de ese fenómeno tan curioso llamado efectos de red.
Hablemos un poco de tierras lejanas, para no ofender a nadie, y miremos una ciudad como Detroit. La historia de esa ciudad de Michigan está ligada básicamente a tres nombres, Ford, Chrysler y General Motors, para lo bueno y para lo malo, y su auge y declive han seguido al de las tres compañías. Lo que debería resultar curioso (y sólo es tenido en cuenta por los economistas desde hace 20 años, siendo generosos) es por qué las tres grandes compañías automovilísticas americanas fueron a nacer y crecer en la misma ciudad. Si empresarios por todo el país se lanzaron a fabricar coches a principios del siglo XX, ¿por qué los tres magnates que prosperaron más estaban en la misma ciudad?
La respuesta son los carromatos. Detroit está en un puerto estratégico en el estrecho entre los grandes lagos; un puerto al que muchos acudían a dejar productos y venderlos. Los que venían por tierra lo hacían en carros, y como buen cruce de caminos, la ciudad tenía una boyante industria de reparación y construcción de ellos. El resultado es que cuando en 1896 Henry Ford construye su primer coche, en Detroit hay un buen número de mecánicos habituados a fabricar y reparar bastidores, ejes y trabajar con metal... y puede encontrarlos facilmente. El tipo hizo dinero, y la industria como tal inmediatamente atrajo otros fabricantes. William Durant, los hermanos Dodge, Louis Chevrolet y tantos otros se apuntaron a esto de fabricar coches.
Con el auge de la industria, varios fenómenos curiosos se producen al unísono. Primero, hay trabajo para mecánicos, y mucho; la ciudad empieza a atraer mano de obra cualificada. Como más mano de obra cualificada hay en Detroit, más fácil es abrir un taller y ponerse a fabricar coches o expandir la fábrica, y más industrias de apoyo nacen alrededor de esta. Las redes de proveedores empiezan a crecer cerca, líneas de tren llegan a la ciudad para poder distribuir los coches, la productividad de los obreros empieza a aumentar, y poco a poco, fabricar coches en Detroit es más barato que hacerlo en otros sitios. Es más fácil encontrar trabajadores, los proveedores están cerca, la industria crece alredor, y los fabricantes de otras ciudades con menos mano de obra cualificada, más problemas para encontrar piezas, y difícil distribución de la producción empiezan a cerrar. No son sólo economías de escala cerradas, dentro de una sola fábrica lo que permite a Ford hacerse rico con sus Model T negros; es el hecho que toda una región industrial hace más fácil hacer negocios.
Detroit no es un fenómeno aislado, ni la industria de la automoción es algo único. Cuando pensamos en Silicon Valley, Taiwan o incluso Hollywood y Bollywood, el fenómeno detrás de esa concentración es algo parecido. ¿Necesitas un especialista para filmar tu secuencia de acción? No lo vas a encontrar en New Haven, sino en Los Angeles.
Cuando una región sin recursos en un país mediterraneo cualquiera quiere tener crecimiento económico, uno de sus problemas es que no tiene la ventaja de estas economías de escala externas. Si alguien busca mano de obra cualificada para fabricar coches, es más fácil encontrarla en Barcelona o en Zaragoza que en Cádiz, y tendrá a mano desde el principio miriadas de proveedores con ganas de hacer negocio. El resultado no es a veces tanto un problema de dinero o transferencias insuficientes desde Baleares, Valencia, Madrid y Cataluña, si no la falta de una base sobre la que empezar.
Estamos en una situación en la que industrias llaman a industrias, y estas atraen servicios de apoyo y más actividad económica, que atraen más industrias, que atraen más servicios. Quien tiene la suerte de empezar con una base, y siempre que no haya cuellos de botella en las infraestructuras (el gran problema de Cataluña, por cierto), tiene más facilidades para atraer a otras nuevas. Tener una potente red de universidades (algo que España no tiene) es un imán de empresas de alta tecnología, si se producen los ingenieros necesarios. ¿Qué debe hacer quien no tiene para apuntarse al carro?
Lo primero, dejarse de tonterías con subsidios a empresas moribundas, agricultores varios, y cobrar el paro durante seis años, y poner el dinero a crear un buen lugar para invertir. Capital humano, infraestructuras útiles, facilidad para abrir negocios, y capacidad para ajustar los impuestos de modo que favorezcan la inversión. Esto incluye pasar el impuesto de sociedades a las autonomías; que le pregunten a Euskadi si les ha ido bien. Cada región necesita una estructura fiscal distinta; la industria de alta tecnología en Cataluña necesita más facilidad para invertir y competir que los servicios menos abiertos a la competencia que abundan en Madrid (energía, telecomunicaciones, construcción). Una región que necesita atraer capital como Andalucia tiene necesidades distintas que una que se ahoga por falta de infraestructuras como Valencia; la misma tasa de impuestos no sirve.
El caso irlandés es significativo. En los ochenta tienen a su favor tres cosas: mano de obra cualificada, hablan inglés, y acceso a los mercados europeos, todo con un estado del bienestar eficiente y barato que ahorra costes médicos y sociales. Lo que necesitan no es destruir el estado del bienestar, pedir más dinero a Alemania o subvencionar sus patatas, es dar una fiscalidad clara y transparente a las empresas que creen más riqueza y quieran invertir. Veinte años después, tienen problemas para encontrar mano de obra. Vamos, que quien debería estar pidiendo reforma fiscal, descentralización, autonomía tributaria y/o independencia es Andalucia.
Ahora mismo estamos en una encantadora fiscalidad que es incómoda para todos (menos vascos y navarros). Madrid, Baleares, Valencia y Cataluña estarían encantadas de pagar más impuestos, si con ellos pudieran reinvertir en las infraestructuras y universidades que necesitan. Extremadura, Andalucia, Castilla-La Mancha y compañía, mientras tanto, tienen más infraestructuras de las que necesitan, más subvenciones ineficientes de las que deberían, y demasiados impuestos como para que valga la pena jugársela. El resultado es que todos vamos a la pata coja, con una media tonta que no favorece más que a los sectores con poca competencia (eléctricas, telecos, cemento...) y que frena al resto.
La cuestión no es cuánto dinero pasa de una región a otra, la cuestión es cómo se gasta y recauda. Tanta obsesión redistributiva sólo garantiza que tanto gasto como recaudación vayan en la dirección equivocada.
6 comentarios:
Veo que no has pillado la defensa del estado del bienestar que hay por ahí abajo :-P. Gracias por el comentario.
Bien, interesante sin duda. El fenómeno de la economía de escala lo tengo claro desde hace mucho tiempo, lo de la fijcalidad se me escapa algo más dado que no entiendo mucho (o nada, mejor dicho) del tema.
Lo curioso es la importancia de las economías de escala externas, no las de dentro de una fábrica. Se sabe desde hace tiempo (y está en los manuales) que es más barato fabricar 100.000 toneladas de acero que 10; lo que no estaba tan claro es que es mejor tener a la fábrica de tu competidor en la misma ciudad que no en la otra punta del país.
Pero hoy día es terriblemente ineficiente el modelo tipo detroit que comentas. Fíjate en la fabricación actual de coches: piezas aquí, carcasa allá, planchado allá, motor en todas partes... Producir todo desde 0 a 100 en el mismo sitio, hoy, es inflamar la demanda de trabajadores, y tienes un problema de salarios cada vez más altos.
Eso lo saben bien. Hoy sí es posible el surgimiento de empresas o de focos de industrias (más bien) si disponen de los servicios financieros, claridad administrativa, y demás servicios auxiliares (desde la limpieza hasta la vivienda) para que se instalen empresas hi-tech.
Por algo Detroit ha acabado como ha acabado... las ventajas no son nunca eternas, eso está claro. Pero mira Silicon Valley, por ejemplo, y el efecto que tiene un lugar con tanto programador y capital riesgo suelto: se atraen más empresas.
La automoción en Detroit muere, en gran medida, porque la cualificación necesaria para fabricar coches empieza a estar disponible en muchos otros sitios a mejor precio, básicamente. Eso, y que los costes laborales en EUA son muy altos, en gran parte por la falta de un sistema sanitario barato (público) y pensiones...
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